Watchman Nee Libro Book cap.17 Los hechos, la fe y nuestra experiencia
LO QUE ES ESENCIAL Y LO QUE NO LO ES
CAPÍTULO DIECISIETE
LO QUE ES ESENCIAL Y LO QUE NO LO ES
¿Cómo podemos distinguir lo que es esencial de aquello que no lo es? Con frecuencia escuchamos a los hijos de Dios afirmar que tal o cual enseñanza en la Biblia es esencial, mientras que ésta o aquella otra enseñanza no lo es. ¿Cómo diferenciamos entre ambas? ¿Cuáles son las enseñanzas esenciales? ¿Y cuáles enseñanzas son superfluas, es decir, no son esenciales?
Al examinar este asunto cuidadosamente, descubriremos que muchos consideran que los asuntos que tienen que ver con su propia salvación, son esenciales, mientras que aquellas cuestiones que no están relacionadas con la salvación, no son esenciales. Es por ello que frecuentemente escuchamos a la gente preguntar: “¿Tengo que obedecer al Señor en este asunto? No me parece que este asunto sea esencial, pues no tiene relación alguna con mi salvación”. Inclusive, los cristianos más insensatos preguntarán: “Este asunto, ¿tiene que ver con mi salvación? Si tiene que ver con mi salvación, seré obediente; pero si no, ¿qué importa si obedezco o no? ¡Ya soy salvo!”.
Permítanme preguntarles una vez más: “¿Qué es esencial y qué es superfluo?”. Algunos responderán: “Las enseñanzas esenciales son aquellas que guardan relación directa con la salvación de los creyentes; mientras que las enseñanzas que no son esenciales, ¡son aquellas cuestiones relacionadas con los mandamientos de Dios y Su gloria! Tanto los mandamientos de Dios como los asuntos relacionados con Su gloria, son asuntos secundarios debido a que no guardan relación alguna con el hecho de que los creyentes vayan al cielo y reciban vida eterna”. Es decir, que si algo es meramente un mandamiento de Dios y está meramente relacionado con la gloria de Dios, entonces, tales características no son razón suficiente para motivar a los santos a ser obedientes al respecto.
Es lamentable que ésta sea la condición en la que se encuentran muchos creyentes hoy en día. Los santos están dispuestos a sujetarse y ser obedientes, sólo si les parece que guardar los mandamientos divinos y obedecer plenamente la voluntad de Dios es necesario para asegurar su propia salvación. Dios ha dicho que aquellos que creen en el Señor Jesús tienen vida eterna; por tanto, puesto que estas personas han creído y han recibido la vida eterna, piensan que ya no se deben preocupar por los mandamientos de Dios ni por Su voluntad. A no ser que se trate de cuestiones que involucran ir al cielo o al infierno, ya nada conmueve el corazón de los santos. Incluso la gloria de Dios se ha convertido en un asunto secundario para muchos cristianos. A menos que Dios exija la obediencia a Sus mandamientos como requisito indispensable para ser salvos, El no podrá abrigar la expectativa de que los creyentes obedezcan tales mandamientos. Así pues, complacer a Dios y someterse a Su voluntad se han convertido en asuntos secundarios. ¡Cuán lamentable es esta situación!
Hoy en día, los santos son muy egoístas. Nada atrae su atención, excepto aquello que tiene que ver con su salvación. ¿Será ésta la norma establecida por Dios? El desea que le obedezcamos voluntariamente y no a la fuerza. A El le ha placido concedernos gracia y otorgarnos la vida eterna una vez que hemos creído en Su Hijo. A diferencia de la era de la ley, en la era presente Dios no ha establecido la obediencia a Sus mandamientos como requisito indispensable para que seamos salvos. Pero lamentablemente, los creyentes no están dispuestos a ser hijos obedientes ni a conducirse en conformidad con la voluntad del Padre. Por el contrario, ellos se plantean la pregunta: “¿Es esto esencial o no lo es?”.
Reconocemos que, con respecto a las enseñanzas bíblicas, algunas de ellas son más importantes, mientras que otras son menos importantes. Pero no estamos de acuerdo con el concepto de que algunas enseñanzas bíblicas sean esenciales y otras no lo sean. ¿Sería Dios tan despilfarrador como para incluir enseñanzas, doctrinas y mandamientos superfluos en la Biblia? ¡El es mucho más sabio que nosotros! La pregunta que debemos hacernos no es si una enseñanza bíblica sea esencial o no, pues si está incluida en la Biblia, con toda seguridad es esencial; más bien, la pregunta es si los santos honrarán la gloria de Dios y Su voluntad. Si consideramos la conducta del Señor Jesús en la tierra, simplemente cerraremos nuestras bocas. El es el Hijo de Dios y, como tal, ¡El no necesitaba preguntarse acerca de Su propia salvación! Si seguimos el principio adoptado por los hombres actualmente, nada de lo que el Señor hizo habría sido esencial, puesto que El no necesitaba ser salvo. Sin embargo, ¡cuán fielmente obedeció El a Dios! Incluso en los asuntos más insignificantes, El cumplió toda justicia. El Señor Jesús no era como los hombres de hoy, que tan escrupulosamente negocian con Dios en los asuntos que no tienen que ver directamente con su salvación.
Además, podemos hacer otra distinción entre aquello que es esencial y lo que no lo es; se trata de una distinción más bien personal. Los asuntos en los cuales un creyente obedece a Dios, son aquellos asuntos que él considera esenciales; y aquellos en los que desobedece a Dios, son los asuntos que él considera superfluos o secundarios. Así pues, la distinción hecha entre lo que consideramos esencial o no, no se basa en la Biblia sino en nuestro propio punto de vista. Obedecemos en cierto asunto porque tenemos el concepto de que tal enseñanza es esencial, pero hacemos caso omiso de aquellas enseñanzas que no nos parecen esenciales.
He aquí, ha llegado el tiempo de que los hijos de Dios sean reavivados. Ahora es cuando debemos ser reavivados a fin de obedecer los mandamientos de Dios. Quiera Dios que le demos la debida importancia a la gloria de Dios, y que verdaderamente tomemos en cuenta Su voluntad, de la misma manera en que Pablo nos declaró “todo el consejo de Dios”. Quiera Dios que no dividamos la Biblia caprichosamente en partes esenciales y partes no esenciales, conforme a nuestra propia voluntad. Debemos comprender que nuestra obediencia a Dios implica obedecerle en asuntos que consideramos importantes, pero también significa obedecerle con respecto a asuntos menores. Ciertamente desobedecerle en asuntos importantes constituye una desobediencia, pero, ¿acaso desobedecerle en asuntos aparentemente insignificantes no constituye también una desobediencia? Quiera el Señor que andemos conforme a la enseñanza bíblica y que la gloria de Dios sea nuestro objetivo en todo cuanto hagamos en nuestra vida, ya sean cosas pequeñas o grandes.
No parecería que comer del árbol del conocimiento del bien y del mal constituyera un acto muy grave; sin embargo, puesto que Dios le prohibió al hombre que hiciera tal cosa, el acto de comer de ese árbol llegó a constituir el origen del pecado. Un pecado tan pequeño hizo que Adán fuera echado del huerto del Edén. El pecado de Acán, ¿fue acaso un pecado muy grave? Lo hurtado por Acán probablemente no valía gran cosa, pero debido a que él desobedeció a Dios, fue castigado. ¿Por qué perdió Saúl su reinado? No cometió un pecado terrible; apenas desobedeció a Dios en una cuestión aparentemente insignificante. El pecado que Moisés cometió, a causa del cual se le impidió entrar en Canaán, ¿fue acaso un pecado muy grave? La Biblia afirma que en toda la tierra no había hombre tan manso como Moisés. ¿Por qué una persona así hubo de sufrir semejante castigo de parte de Dios? Tal castigo se debió a algo aparentemente insignificante. Dios le había dicho que ordenase a la roca que diera aguas; sin embargo, Moisés golpeó la roca dos veces. En términos humanos, ¿cómo clasificaríamos este pecado? A los ojos de los hombres, no se consideraría que semejante asunto fuera un asunto tan esencial. Pero Dios jamás considera que alguno de Sus mandamientos no sea esencial. ¡Quiera Dios que cada vez le obedezcamos más y más!