Watchman Nee Libro Book cap.17 Libro de lecciones nivel 4: La vida

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DOS CLASES DE FRUTO PRODUCIDAS POR LA VIDA DIVINA

Lección diecisiete

DOS CLASES DE FRUTO PRODUCIDAS POR LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

Gn. 1:26; 2:8-9; Ap. 2:7; 22:1-2; 2 P. 1:1, 3, 8-11; Gá. 5:16, 22-23; Jn. 15:5, 16.

Bosquejo

  1. La vida divina produce fruto
  2. El fruto de las virtudes del creyente
  3. El fruto de las personas salvas, regeneradas con la vida divina
  4. Llevar dos clases de fruto para obtener una rica y abundante entrada en el reino venidero

Texto

I. LA VIDA DIVINA PRODUCE FRUTO

Si hemos entendido las lecciones anteriores y las aplicamos debidamente, obtendremos muchas experiencias de la vida divina y mucho crecimiento en vida. Muchos aseguran que están en la vida, pero ¿están realmente en ella? ¿La experimentan todos los días? ¿Han madurado en ella? ¿Cómo puede determinar si usted u otras personas están llenas de vida? No queremos que nadie sea engañado con respecto a este asunto, y mucho menos que se engañe a sí mismo.

Toda clase de vida da fruto. Si usted siembra un manzano, seguramente cosechará manzanas. Asimismo, un árbol de pera producirá peras. Todo especie produce fruto según el poder vital que tiene intrínsecamente y según su forma específica. ¿Qué sabemos de la vida de Dios? Conforme a las primeras dieciséis lecciones, la vida de Dios es Dios mismo. Dicha vida es divina, eterna e indestructible. En todo el universo es la vida más elevada y maravillosa. Por lo tanto, esta vida deberá producir un fruto eterno, divino e indestructible, que es el fruto más elevado y maravilloso. ¿Es ésta su experiencia?

En esta lección [veremos las dos clases de fruto que provienen de la vida divina. Conforme a la revelación de las Escrituras, existe un principio divino que Dios ha establecido como Su plan, Su economía. Este plan consiste en que Dios se imparta en nosotros, los seres humanos, a fin de vivir en nosotros y ser nuestra vida. Esta vida divina es una vida fructífera que produce dos clases de fruto. La intención de Dios con respecto al hombre se revela en los primeros dos capítulos de Génesis. Dios creó al hombre a Su imagen con la intención de que éste fuera un vaso que lo contuviera y lo expresara (1:26). Dios mismo deseaba ser el contenido del hombre. En Génesis 2 El puso al hombre frente al árbol de la vida porque deseaba entrar en él para ser su vida (vs. 8-9). Este árbol de vida, único en su género, el cual vemos al principio de la Biblia, también aparece en la conclusión de ésta, en Apocalipsis 22. Dicho árbol representa al propio Dios como vida para nosotros.]

[En Apocalipsis 2:7 el Señor dijo: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”. Conforme al libro de Apocalipsis, el Paraíso de Dios que se menciona en Apocalipsis 2:7 es la Nueva Jerusalén (3:12; 21:2, 10; 22:1-2, 14, 19), de la cual la iglesia es un anticipo hoy. Hoy el Paraíso de Dios es la iglesia y mañana será la Nueva Jerusalén. Actualmente somos la iglesia, y en el futuro la iglesia será la Nueva Jerusalén. La vida de iglesia hoy es el paraíso de Dios. En la vida de iglesia, saboreamos algo que nos indica que estamos en el paraíso de Dios. Puede ser que a veces discutamos o hablemos negativamente; pero cuando nos reunimos a cantar, alabar y orar, tenemos la sensación de estar en el paraíso. A veces estando en las reuniones nos hallamos en una especie de éxtasis. En dichas reuniones, cuando veo los rostros los santos, veo sonrisas en casi todos rostros. Esto se debe a que nos alegra estar en el paraíso de Dios. El mundo en que vivimos es un lugar terrible. Hasta los incrédulos también afirman lo mismo. En la sociedad humana de hoy, en ningún lado se prueba el sabor del paraíso; por el contrario, en todo lugar se percibe el sabor del infierno. Pero cuando estamos en la vida de iglesia, estamos en el paraíso. ¡Encontramos el paraíso de Dios en las iglesias locales! Estar en la vida de iglesia es vivir en el paraíso. Finalmente, tanto en la era venidera como en la eternidad futura, la consumación de la vida de iglesia será la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén se halla el árbol de la vida que crece junto al río del agua de vida para que comamos y bebamos. Este será nuestro disfrute por la eternidad. Incluso hoy tenemos el privilegio de comer del árbol de la vida y de beber “de la fuente inagotable” (véase Himnos, #155). En la vida de iglesia, estamos en el paraíso de Dios disfrutando a Cristo como el árbol de la vida.

Hoy en día, Cristo como corporificación de Dios es nuestro árbol de vida, el cual está creciendo en nosotros. El Señor Jesús nos contó una parábola acerca de un sembrador que salió a sembrar la semilla (Mr. 4:1-20). El es tanto el sembrador como la semilla de vida. El se siembra a Sí mismo como la semilla de vida en nosotros, quienes somos la tierra en la que Cristo está siendo cultivado. El día en que fuimos regenerados, Cristo se sembró en nuestro ser. Nuestro propio ser es la tierra donde Cristo se ha sembrado y está siendo cultivado. Hemos recibido la ubérrima vida divina, la cual está desarrollándose en nosotros. Así pues, nuestra responsabilidad es cultivar a Cristo.]

II. EL FRUTO DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS

[Conforme a la Biblia y según nuestra experiencia, los frutos producidos por la vida divina pueden clasificarse en dos categorías. En 2 Pedro 1 y en Gálatas 5 vemos la primera categoría, la de las virtudes cristianas. En 2 Pedro 1:1 se afirma que a todos se nos ha asignado “una fe igualmente preciosa”.] [Dios, quien se nos entregó para ser nuestra porción, está en nosotros como nuestra fe. Entonces, si ponemos toda diligencia en desarrollar en nuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad afecto fraternal; y en el afecto fraternal, amor; llegaremos a tener a Dios mismo, quien es la sustancia del amor divino. El resultado de que la fe como la simiente de vida crezca dentro de nosotros hasta alcanzar su desarrollo pleno, es que Dios y nosotros llegaremos a ser una sola entidad. Así, la divinidad se mezcla con la humanidad para constituirnos Dios-hombres.

Todas las virtudes que se mencionan en 2 Pedro 1 son una especie de fruto (2 P. 1:8). Si expresamos estas virtudes día tras día, seremos muy fructíferos. Día tras día, en nuestro diario andar, debemos llevar tal fruto. De otro modo, otros no podrán ver la fe, la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el amor fraternal ni el amor divino en nosotros, y como resultado seremos estériles en cuanto a estas virtudes. Si tomamos a Cristo como nuestra vida, día tras día llevaremos el fruto de las virtudes cristianas. Las virtudes que se mencionan en 2 Pedro 1 son, en realidad, los atributos de Dios. Dios es fe, es amor y es todas nuestras virtudes cristianas. Los atributos o características de Dios llegan a ser nuestro suministro en las diferentes áreas de nuestra vida. Cuando estos atributos son expresados en nuestro diario andar, llegan a ser nuestras virtudes. Estas virtudes cristianas están imbuidas de los atributos divinos. Por lo tanto, las virtudes cristianas son los atributos divinos que se expresan en nuestras virtudes humanas, las cuales constituyen la expresión final, el fruto, que nuestro carácter ha de exhibir.

Gálatas 5 es otra porción de la Palabra que nos habla de esta clase de fruto. El versículo 16 dice que tenemos que andar por el Espíritu y así no satisfaremos los deseos de la carne. Durante todo el día el Espíritu y la carne llevan una lucha entre sí. Si andamos por el Espíritu, obtendremos el fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (vs. 22-23). Por tanto, también las virtudes divinas son el fruto del Espíritu.

En Gálatas 5 Pablo toca el mismo tema que Pedro trató en su segunda epístola, pero desde otro punto de vista. En 2 Pedro el poder divino, es decir, el poder de la vida divina, nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (1:3). Este poder divino es el propio Dios, el Ser divino, la vida divina. Cada clase de vida tiene su propio poder. Dios es divino, y por ende, Su vida es divina. El es todopoderoso y ahora El está dentro de nosotros como nuestra vida. En Gálatas 5 Pablo no menciona nada del poder de la vida divina, sino que nos remite al Espíritu Santo mismo. El declara que es por medio del Espíritu que podemos producir el fruto de las virtudes cristianas.

Por un lado, el poder de la vida divina nos da la energía necesaria para generar todas las hermosas expresiones de esta vida, las cuales llamamos virtudes. Por otro, es por medio del Espíritu Santo que producimos fruto espiritual. De hecho, el Espíritu Santo es el poder de la vida divina, el poder divino. El Espíritu Santo es una Persona, mientras que el poder divino es una especie de energía. En realidad, esta Persona es la energía misma. Debemos andar por el Espíritu Santo, por esta Persona, y cuando lo hacemos, El llega a ser nuestra energía, el poder divino. Cuando tomamos un buen desayuno, tal desayuno se convierte en nuestra energía, la cual nos vigoriza durante todo el día, dándonos la fuerza para actuar. Los creyentes tenemos la energía divina en nosotros, la cual nos vigoriza durante todo el día. En realidad, esta energía es una Persona, el Dios Triuno consumado quien mora en nosotros como el Espíritu que lo es todo. Por medio de esta Persona, nuestra vida manifiesta muchas virtudes, las cuales son el fruto que producimos a diario.]

III. EL FRUTO DE LAS PERSONAS SALVAS, REGENERADAS CON LA VIDA DIVINA

[Si somos aquellos creyentes que producen el fruto de las virtudes cristianas, generaremos también la segunda categoría de fruto, la cual se menciona en Juan 15. El Señor dijo que El es la vid y que nosotros somos los pámpanos (v. 5). Los pámpanos de la vid no sólo llevan el fruto de las virtudes cristianas, pues el fruto producido en Juan 15 son las personas salvas, las que han sido regeneradas con la vida divina por medio de la impartición de los pámpanos (v. 16b). Esto está comprobado por el hecho de que, quien lleve fruto, debe “ir” (v. 16a). Para producir el fruto de virtudes en el ámbito ético y moral, no necesitamos ir a ningún lado, pero para producir el fruto de personas que son regeneradas al impartirles la vida divina, sí se requiere que salgamos a ponernos en contacto con ellas. Los cristianos debemos llevar tanto el fruto de las virtudes, como el fruto de las personas regeneradas.

Si en un huerto hay un árbol que no produce fruto, el agricultor seguramente querrá cortarlo. No existe belleza en un árbol frutal que no lleva fruto. ¿Cómo se vería un pámpano sin uvas? Un pámpano lleno de racimos de uvas ciertamente se ve hermoso. No sólo debemos llevar el fruto de las virtudes, las cuales expresan la belleza de la vida divina, sino también el fruto de personas vivientes.

Si un creyente no lleva la primera categoría de fruto, esto es, el fruto de las virtudes, su predicación del evangelio no tendrá impacto, a pesar del método que use. Para que nuestra predicación prevalezca, tenemos que llevar el fruto de las virtudes. Debemos vivir por el poder divino que está en nosotros y andar conforme a la Persona del Espíritu Santo. Debemos vivir teniendo a Cristo como nuestra vida y conducirnos teniendo al Espíritu Santo como nuestro compañero, a fin de llevar el fruto de las virtudes en abundancia. Entonces, cuando hablemos Cristo en nuestra predicación del evangelio, produciremos la segunda categoría de fruto, el fruto de las personas salvas. Si todo el día usted vive conforme a la carne y a la vida natural, por la tarde usted será como una “llanta desinflada” y no tendrá la posición ante el enemigo de Dios para poder predicar el evangelio. Pero si usted toma a Cristo como vida para su vivir diario y anda por el Espíritu, ciertamente su vida estará llena de virtudes, llena de expresiones hermosas. Entonces, cuando tenga contacto con los pecadores, los demonios le temerán. Es por eso que los apóstoles eran tan prevalecientes en la predicación del evangelio. La palabra de los apóstoles tenía peso. Es posible que esas mismas expresiones, proferidas por nosotros, resulten débiles y vanas. Por tanto, tenemos que ser personas que lleven el fruto de las virtudes cristianas, las cuales son la expresión misma de los atributos divinos. Así, seremos aptos y estaremos llenos de poder al hablar impartiendo a Cristo. Las palabras que salgan de nuestra boca llevarán el poder que salva a la gente. En conclusión, la predicación del evangelio depende de la persona, no del método que se use. Si no somos las personas apropiadas, no importa qué método utilicemos, porque será vano.]

IV. LLEVAR DOS CLASES DE FRUTO PARA OBTENER UNA RICA Y ABUNDANTE ENTRADA EN EL REINO VENIDERO

[Necesitamos levantarnos y tener un nuevo comienzo. Debemos olvidarnos del pasado, mirar al Señor y decirle: “Señor Jesús, aquí estoy. Deseo tener un nuevo comienzo. Quiero olvidarme del pasado, incluso la historia de mi vida cristiana y la de mi vida en la iglesia. Señor, reconozco que Tú eres el poder divino que está en mí, infundiéndome vigor todo el día. Señor, como Espíritu Tú eres mi compañero y vives conmigo. Quiero vivir por Ti y andar contigo. Quiero olvidarme de todo lo que está relacionado con el árbol del conocimiento del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto, del sí y del no. Deseo tener contigo un comienzo limpio, puro y nuevo”. Necesitamos un comienzo divino así. Debemos tomar a Cristo como el poder divino que nos vigoriza interiormente, y como el Espíritu vivificante, quien es nuestro compañero, con el cual debemos andar todo el día. Entonces llevaremos el fruto de las virtudes, expresando los atributos divinos y estando llenos de poder, vigorizados y aptos para hablar ministrando a Cristo como el evangelio. Entonces nuestras palabras serán poderosas y tendrán peso. Semana tras semana produciremos el fruto de las personas salvas, además del fruto de nuestras virtudes. No sólo llevaremos el fruto de los atributos de Dios como nuestras virtudes, sino también el fruto de personas salvas, el cual será añadido a nuestras virtudes. Estaremos llenos de ambas clases de fruto, el de las virtudes y el de las personas salvas que permanecen. Necesitamos llevar fruto de estas dos categorías, para que se nos otorgue una rica y abundante entrada en el reino venidero. En una escuela son muchos los estudiantes que se gradúan, pero sólo unos cuantos reciben un premio o galardón. Si en esta época somos fieles en llevar estas dos clases de fruto, tendremos una vida de iglesia renovada en esta era, y en la era venidera del reino disfrutaremos al Señor como nuestra recompensa.]

Preguntas

  1. La vida es activa y viviente. Cuando usted fue salvo, recibió la vida de Dios. Explique brevemente cuál es el primer propósito y resultado de la vida que Dios ha depositado en usted.
  2. Escriba las citas bíblicas que hablan de las dos clases de fruto que la vida divina produce.
  3. ¿Ha experimentado el crecimiento de la vida divina? ¿Ha experimentado las virtudes de la vida divina en su vida?
  4. ¿Ha compartido acerca del Señor recientemente con alguien? ¿Fue salva esta persona a través de su predicación?
  5. Explique brevemente por qué debemos llevar fruto.

Citas tomadas de la publicaciones de Lee y del LSM

  1. Nuestra urgente necesidad: Espíritu y vida, págs. 31-40.