Watchman Nee Libro Book cap.11 La fe cristiana normal

Watchman Nee Libro Book cap.11 La fe cristiana normal

CRISTO COMO VIDA EN EL ESPÍRITU

CAPÍTULO ONCE

CRISTO COMO VIDA EN EL ESPÍRITU

Hemos visto que al incluirnos en Cristo, Dios consumó la redención. Esta identificación con Cristo es la obra de Dios solo. La presente pregunta es: ¿Cómo puede Cristo ser forjado dentro de nosotros? En otras palabras, ¿cómo puede El relacionarse con nosotros personal y subjetivamente?

La esencia de la vida cristiana consiste en la obra de Cristo de forjarse en nosotros y en la relación vital que tenemos con El. En el Evangelio de Juan, Cristo repitió una y otra vez la frase: “Vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Siendo uno mutuamente, el uno dentro del otro, es la realidad y la esencia de la unión. Solamente en esta unión puede Dios consumar lo que se ha propuesto para nosotros.

LA UNION MAS COMPLETA

Dios ya nos ha incluido en Cristo. Ahora tenemos que ver cómo Cristo puede ser forjado en nosotros. Sólo cuando Cristo está en nosotros nuestra unión puede ser real y completa, y sólo entonces todo lo que El tiene será forjado en nosotros. La relación que tenemos con Cristo es la unión en su sentido último y más pleno.

Un día estaba observando a un herrero que estaba trabajando. Al colocar un gran pedazo de hierro dentro del fuego, encendió la llama y empezó a martillar sobre el metal rojo ardiente. Un aprendiz estaba junto a él tratando de agarrar algo del fuego. Enrolló un pedazo de papel y en lugar de meterlo dentro del fuego tocó el hierro candente con la orilla del papel. En un instante, ardió. Yo estaba sumamente sorprendido de ver el fuego salir del hierro. Este pedazo de hierro ahora era diferente del otro hierro. Se podía decir que era hierro, pero también se le podría considerar como una bola de fuego. El fuego estaba dentro del hierro y el hierro dentro del fuego. Tenía la naturaleza del hierro y la apariencia del fuego. Cuando se le acercó un pedazo de papel, el papel ardió. Dios quiere que nuestra unión con Cristo sea íntima como la del fuego y el hierro. Dios ha perdonado nuestros pecados y dio fin a nuestro viejo hombre en Cristo. Mas El no se detuvo allí. El quiere que seamos completamente uno con Cristo al igual que el hierro era uno con el fuego. Cada molécula del hierro estaba mezclada con el fuego, y cada rasgo del fuego estaba manifestado en el hierro. Este es el grado al que Dios quiere forjar a Cristo dentro de nosotros.

Aún tenemos que examinar el papel de Dios en esta obra. Por el momento, no diremos lo que tenemos que hacer de nuestra parte. Queremos ver cómo Dios ha forjado a nosotros y a Cristo en un pieza. Lo que vimos hasta ahora fue la obra de Dios poniéndonos en Cristo y Su obra de redimirnos. A fin de que Cristo sea forjado dentro de nosotros en una unión que se asemeje a la del hierro y el fuego, Dios ha dado un paso muy importante en Cristo. Este paso es lo que estamos por explicar en este capítulo.

EL JESÚS LIMITADO

Todos sabemos que Jesús de Nazaret es Dios encarnado. En otras palabras El es Dios vestido con humanidad. Si Dios no se hubiera vestido con la carne, nunca hubiera podido consumar la redención. Por esta razón El se encarnó. Pero al momento que se vistió con carne, se limitó en dos formas. El se limitó en tiempo y espacio. Si hubiera permanecido simplemente como Dios, no hubiera estado dentro de los límites del tiempo y el espacio. Mas en el momento que El entró en la humanidad, fue atrapado por estos dos factores. Se hizo lo mismo que nosotros.

¿Cómo está la carne atada al tiempo y al espacio? Si uno está en Tientsin, no puede estar en Pekín al mismo tiempo. Si se aparece en China no puede aparecer simultáneamente en Inglaterra. Mientras que usted tenga un cuerpo, está confinado por la distancia. Puede estar sólo en un lugar a la vez. Los seres humanos están atados al cuerpo.

Aún más, usted está limitado por el tiempo. No puede existir simultáneamente en dos ocasiones diferentes. Yo sólo puedo saber cómo usted es. No puedo ver lo que llegará a ser mañana o el año que viene. Con frecuencia hablo con alguien momentáneamente. Al siguiente instante él ya no está accesible a mí. Esa persona con la que estaba hablando estaba limitada; sólo se me puede aparecer en una ocasión pero no en otra. Este es el límite que pone el tiempo a nuestra carne. Podemos estar juntos, pero no para siempre. El tiempo pone un fin a todas las relaciones humanas.

Jesús de Nazaret, el Cristo que se vistió con la carne humana, también estuvo confinado por las dos condiciones de tiempo y de espacio. Todo lo que Dios pudo hacer entonces era aceptarnos como apegados a Cristo y consumar de esta manera la redención. Hasta entonces no había manera de que nosotros estuviéramos realmente en El, porque no podíamos introducirnos en otro cuerpo de carne. Para estar nosotros en Cristo o Cristo en nosotros, era necesario que El llegara a ser algo más que mera carne. El tenía que venir en otra forma antes de que pudiera ser uno con nosotros. El fuego llega a ser uno con el hierro porque es algo que ha “procedido hacia adelante”. Es imposible mezclar un pedazo de madera en el hierro. El tuvo que aparecer en otra forma antes que pudiera entrar en nosotros.

YA NO MÁS SEGÚN LA CARNE

En 2 Corintios 5:16 dice: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. Aquí el apóstol reveló una de las doctrinas más elementales del cristianismo. El Cristo que predicamos ya no es más el Cristo en la carne. El es muy diferente de Aquel que los doce discípulos conocieron en Galilea. En aquel entonces Cristo anduvo con ellos, comió con ellos, vivió con ellos y viajó con ellos. Vieron Su rostro y tocaron Sus manos; oyeron Su voz y vieron Sus milagros. Todo lo que ellos conocieron acerca de El fue en la carne. Pero este asombroso pasaje nos dice que ya no le conocemos más según la carne. La relación carnal ya no es válida.

¿Por qué existe la necesidad de ese versículo? Hay una razón muy importante para ello. Si Cristo estuviera aún en Su carne, todavía sería impedido por el tiempo y el espacio. Podríamos tener contacto con El algunas veces. Estaría accesible solamente en un lugar. Todo el que no estuviera en el mismo lugar ni en el mismo tiempo que El, no podría tocarle.

Por favor pongan plena atención a esta parte más crucial de nuestra fe. Si el Cristo que predicamos hoy aún estuviera en la carne, ¡imaginen lo que pasaría! Si en este momento El estuviera en Jerusalén, no podría estar accesible aquí en Tientsin. Si viniera a Tientsin, aquellos en Jerusalén no le verían. Entonces sería un prisionero del espacio como nosotros.

¿Supongamos que El quisiera quedarse en Jerusalén permanentemente? ¿Cómo podríamos nosotros verle? Quizás de vez en cuando podríamos tener el gasto de viajar a Jerusalén para visitarle. A lo menos tendríamos que hacer este peregrinaje una vez al año para contemplar al Dios encarnado. En Jerusalén quizás podríamos estar muy cerca de El. Mas al momento que dejáramos Jerusalén, estaríamos de nuevo separados de El. Así que, si Cristo estuviera aún en la carne, nuestra fe sería una religión materialista. El cristianismo tendría un centro universal en la tierra que controlaría y dirigiría a todos los cristianos.

Cuando los doce discípulos estuvieron con Cristo, El aún tenía Su carne. Cuando les habló a los tres discípulos, los otros nueve perdieron su hablar. Cuando anduvo con los once, uno estaba fuera. Aun cuando comieron todos juntos, unos estaban más cerca de El que otros. No todos podían reclinarse en Su seno como lo hizo Juan. El estaba limitado por el tiempo y el espacio.

CRISTO TUVO QUE DESPOJARSE DE SU CARNE

Si usted me preguntara si hoy me gustaría ver a Cristo caminando en la carne, en la forma en que los doce discípulos le conocieron, le diría fuertemente: ¡No! ¡Eso sería absolutamente inútil para mí! Si Jesús de Nazaret estuviera aquí hoy, estaría aislado. El no podría entrar en mí. Tampoco yo podría entrar en El. Aún El estaría en Su carne. Su carne no podría ser parte mía, ni mi carne parte de la Suya. Por lo tanto, ¡había una necesidad crucial! Cristo tuvo que quitarse Su carne.

MEDIANTE LA MUERTE

¡Cristo se quitó Su carne mediante la muerte! Por favor recuerden que la muerte de Cristo no fue solamente por nuestros pecados y el viejo hombre. También fue para quitarse Su propia carne. Así pues, El ya no está en la carne. Mediante la muerte El se quitó Su carne y ahora está en el Espíritu. No digo que el Cristo resucitado no tiene un cuerpo. Digo que Cristo ha llegado a ser el Espíritu en la resurrección. El aún posee un espíritu, alma y cuerpo, pero todo es espiritual.

EN EL ESPÍRITU

¿Cuál es la diferencia entre estar en la carne y estar en el espíritu? Estar en la carne es como ponerse un vestido. Cuando Cristo estuvo en la tierra, tenía la vestidura de la carne sobre El. En Su muerte El se quitó ese vestido, y en la resurrección tomó un cuerpo nuevo con una vestidura diferente, el Espíritu. El Cristo presente se ha vestido con el Espíritu exactamente en el mismo sentido que cuando se vistió con la carne humana.

Así que, podemos conocer a Cristo en una de las dos formas. Podemos conocer a Cristo en la carne, o podemos conocerle en el Espíritu. Algunos atesoran al Cristo en la carne. Pero más precioso que eso es el Cristo en el Espíritu. Cristo en el Espíritu ahora puede entrar en nosotros y permitirnos estar en El. Ahora El y nosotros podemos estar en una unión insoluble.

EN NOSOTROS

La Biblia nos muestra una y otra vez que Dios es triuno. Una vez Dios se puso la carne para llegar a ser Cristo. Ahora El se ha puesto el Espíritu. Dios, Cristo y el Espíritu Santo son una sola entidad. El Cristo que se vistió con la carne se limitó en muchos aspectos. El Cristo que se vistió con el Espíritu es omnipresente. El puede residir aun en usted. Todo aquel que le desea le puede obtener, y todo aquel que cree en El puede recibirle. Ya no está más confinado por el tiempo ni por el espacio. Nosotros podemos ser uno con El dondequiera que estemos y cuando queramos.

Si Cristo no está viviendo en el Espíritu Santo, nuestra fe estaría muerta, y el cristianismo sería una religión muerta. Si Cristo no está en el Espíritu, nuestras creencias serían simples enseñanzas y teorías, y en realidad no poseeríamos nada, porque nada podría entrar en nosotros de Cristo en la carne.

LA MANO QUE ESCRIBE

Yo escribo bastante, pero mi escritura no es muy buena. La razón probablemente se debe a que no aprendí adecuadamente el arte de escribir en los primeros años. Cuando era joven, mi padre ocupó un viejo tutor para que me enseñara a escribir. Durante el tiempo que estuvo conmigo, siempre estuve en contra de él; nunca me sentaba apropiadamente para aprender. Como resultado él se disgustaba bastante conmigo. Una vez él dijo: “Mira a tus hermanos y hermanas. Todos ellos escriben bellamente. Tú eres el único que no escribes bien. Mira, déjame sostener tu mano y escribir contigo”. Su amplia mano agarró la mía y empezó a moverse por las páginas. Yo estaba rebelde y no cooperaba. Cuando él pausaba, a propósito trataba de salirme de la línea, y cuando él trataba de escribir derecho, torcía mi mano a la derecha y a la izquierda. Nunca pudo obtener una buena escritura de mí.

Un día él hizo una declaración conmovedora que nunca olvidaré. Dijo: “Me gustaría poder deslizarme dentro de ti para escribir por ti. No veo de qué otra manera pudieras escribir bien”.

Dios nos salva entrando en nosotros. Esta es la solución efectiva y única. No es una enseñanza externa. El no sostiene nuestras manos para moverlas de aquí para allá. No es un conjunto de sí puede o no. Cuando El se despojó de Su carne, se hizo el Espíritu y ahora puede entrar en nosotros para ser nuestra vida y vivir mediante nosotros. Lo que el viejo tutor nunca pudo hacer ahora es realizado por Dios en el Espíritu.

EL CONSOLADOR

¿Cómo está Cristo en el Espíritu Santo? Tenemos que leer un pasaje del Evangelio de Juan en detalle. Juan 14:16 dice: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”.

Se entiende que este Consolador es el Espíritu Santo. La palabra original es paracletos. Está formada de dos raíces. La primera parte para significa al lado de. La segunda parte cletos presenta la idea de ayudar y socorrer. Así pues, esta palabra significa ayudarle a uno a su lado. Consolador da el sentido de alguien que está cerca de uno, ayudándole, velando y sosteniéndole. Aquí el Señor está orando al Padre para que envíe un Consolador que nos ayude y nos sostenga.

EL ESPÍRITU DE REALIDAD

El versículo 17 dice: “El Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Este Consolador es el Espíritu de realidad. Todas las realidades espirituales están en el Espíritu Santo. Cuando tenemos al Espíritu Santo, tenemos la realidad. Por consiguiente, el Consolador es también el Espíritu de realidad.

El Espíritu de realidad está relacionado sólo con los creyentes. No tiene ninguna relación con el mundo. ¿Por qué el mundo no le recibe? Primero, es porque ellos no le ven. Cuando la gente en el mundo no ve algo, naturalmente no lo recibe. Segundo, ellos no le conocen. Algo desconocido usualmente es difícil de aceptar también. El Señor, sin embargo, dice: “Pero vosotros le conocéis”. Los cristianos conocen al Espíritu Santo porque “El permanece con vosotros”.

Aun hoy, el Espíritu Santo constantemente está con los creyentes. Esto es un hecho. Pero noten la frase después de esto: “Y estará en vosotros”. “Estará” señala a un tiempo futuro. El Señor estaba diciendo: “Este Espíritu Santo está actualmente con ustedes. Mas vendrá el día cuando entrará dentro de vosotros”. Sigamos leyendo más sobre este punto.

El versículo 18 dice: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. ¿Qué es un huérfano? Es un niño que es dejado sin el cuidado de un padre. Un hijo tiene todo su vivir, alimento, libros, etc., provistos por el padre. El padre prepara todo y lo hace todo por él. Un hijo sin padre, por otra parte, tiene que preparar todo por sí mismo. El Señor está diciendo que El no nos dejará huérfanos para que manejemos todos nuestros asuntos espirituales solos. En vez de eso, El vendrá para ser nuestro Padre, para cuidarnos y velar por nosotros.

DOS PRONOMBRES

Por favor noten los pronombres en los versículos 17 y 18. El versículo 17 dice que “El” estará en vosotros, mientras que el versículo 18 dice que “Yo” vendré a vosotros. ¿Cuál es la relación entre el El en el versículo 17 y el Yo en el versículo 18? ¿Son dos personas o una? Es mejor que leamos los dos versículos otra vez para averiguar quién es el “El” y el “Yo” que están en los versículos 17 y 18.

Si les dijera algo así: “Un hombre acaba de detener un taxi junto a la alcaldía de la ciudad. Pagó cinco dólares y le pidió al chofer traerlo hasta aquí. Cuando llegué, entré corriendo y vi a todos ustedes sentados aquí, y empecé a predicar”. Por favor díganme, ¿cuál sería la relación entre ese hombre y yo? Por supuesto, ese hombre soy yo y yo soy ese hombre. Simplemente es una forma diferente de mencionar a la misma persona. De igual modo el “Yo” en el versículo 18 es el mismo que el “El” en el versículo 17. El significado de este pasaje es claro; el Señor le pedirá al Padre, y el Padre enviará al Consolador entre nosotros. Este Consolador, quien es el Espíritu Santo, es simplemente el Cristo que morará en ustedes. De esta manera los discípulos ya no permanecerán huérfanos.

YO EN EL

Esta es una porción de lo más preciosa en la Biblia. Cuando Cristo estuvo en la tierra, el Espíritu Santo, quien es el Consolador, vivía dentro de El. Después de Su muerte, resurrección y ascensión, El vive dentro del Espíritu. Cuando Cristo estuvo con los discípulos en la tierra, el Espíritu Santo ya estaba con los discípulos, porque el Espíritu estaba dentro de Cristo. Pero, ¿qué pasó después de aquellos días? Mediante Su muerte y resurrección, Cristo ahora está en el Espíritu. Por consiguiente, El viene a Sus discípulos mediante el Espíritu, a través del Espíritu y en el Espíritu. Se puede decir que el Espíritu Santo ahora está en los discípulos. Mas en realidad es Cristo el que está en los discípulos. Debido a eso la primera parte de esta porción dice: “El … estará en vosotros”, pero en la parte posterior cambia a “[Yo] vengo a vosotros”. El “Yo” está en el “El”.

LA MANO EN EL GUANTE

Una vez estaba hablando con un amigo en Kaifeng acerca del hecho de que Cristo está en el Espíritu Santo. Una dama extranjera pasaba por allí. Me saludó y estaba por quitarse sus guantes para darme la mano. Me apresuré hacia ella y le dije: “No hay necesidad de que se quite los guantes”. Levanté la mano con el guante y me volví a mi amigo, preguntando: “¿Tengo el guante o la mano? Quizás alguien diga que tengo su guante, pero realmente tengo su mano. La relación entre Cristo y el Espíritu Santo es exactamente la misma. Cuando uno exteriormente posee al Espíritu, en realidad está poseyendo a Cristo interiormente. Recibir al Espíritu Santo es lo mismo que recibir a Cristo”. Mi amigo asintió con su cabeza y dijo: “¡Ahora veo!”.

Esto es similar a lo que dijimos antes acerca de la divinidad de Jesús de Nazaret. Uno puede decir que El es Dios y también que es hombre. Cuando se toca Su divinidad, también se toca Su humanidad. Cuando Su humanidad se manifiesta, simultáneamente se manifiesta Su divinidad. De la misma manera, Cristo y el Espíritu son una entidad inseparable. Uno puede intercambiar los dos términos como sinónimos. El Espíritu está en El, y El está en el Espíritu.

EN AQUEL DIA

Leamos los versículos 19 y 20: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”.

Aquí el Señor nos dice por qué se despoja de Su carne y viene como el Espíritu. Esto tiene como meta que los creyentes sepan que “Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”, para que una unión perfecta y plena pueda realizarse. Este hecho vendrá solamente “en aquel día”, el día en que Cristo en el Espíritu entró en nosotros. Sólo en ese día conoceremos la unidad de tener a Cristo en el Padre, nosotros en Cristo y Cristo en nosotros.

Esta unión además nos trasmite, mediante Cristo, todo lo que Dios hizo en Cristo y todo lo que Dios es. Todo lo Suyo llega a ser todo lo nuestro. Dios y el hombre, el hombre y Dios, llegan a mezclarse plenamente en uno.

UN ESPÍRITU CON CRISTO

Cristo murió y resucitó por nosotros. Mas si no hubiera venido a nosotros en el Espíritu Santo, la salvación no podría consumarse. Cristo no podría unirse a nosotros. Sería como el viejo tutor mío, deseando que de algún modo pudiera entrar en mí.

Pero ahora Cristo se ha puesto una forma espiritual. El entró libremente en nosotros. Tenemos la posibilidad de recibirle porque ahora El está en el Espíritu. La Biblia también dice que “el que se une al Señor es con El un solo espíritu” (1 Co. 6:17). Cristo está en el Espíritu. Todos nosotros también tenemos un espíritu. Cuando nuestro espíritu recibe a este Cristo que está en el Espíritu, los dos se hacen un espíritu. Esta es la gema de nuestra fe. Sin ésta, nuestra creencia es una religión común que no tiene relación alguna con nuestra vida. Sin ésta, no puede haber una salvación interior.

UN CRISTO MÁS CERCANO

Leamos de nuevo Juan 16:7: “Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré”. Aquí el Señor nos está diciendo la verdad de Su muerte. Mientras que El estuviera en Su carne, el Consolador no vendría. Cuando Cristo estaba en la carne, no podía estar en el Espíritu. Por eso Su muerte era conveniente para nosotros.

Cuando yo estaba en Shangai, un amigo dijo: “Qué lástima que Cristo ascendió a los cielos. Si El estuviera todavía en la tierra hoy, definitivamente iría y le buscaría no importa qué tan lejos pudiera estar de mí. Cómo deseo que yo pudiera ser como los discípulos de Su día, que tuvieron el privilegio de andar, vivir y comer juntos con el Maestro”. Al estar yo escuchando, le miré atentamente a los ojos y le dije: “¡A mí nunca me gustaría ser como Pedro y Juan y todos los demás!”. El me preguntó: “¿Qué quieres decir?”. Le dije: “¿Sabes que el Cristo que yo conozco está mucho más cercano a mí que Aquel a quien Pedro conoció en la tierra? Todo aquel que ha recibido a Cristo debería poder decir que nuestro Cristo no es meramente el Cristo en la carne a quien Pedro tocó; nuestro Cristo es el Cristo en el Espíritu. Su Cristo era Aquel que podía separarse de ellos. El podía estar con ellos un día e irse al siguiente. Nuestro Cristo, sin embargo, habita con nosotros para siempre. Donde quiera que estemos, allí también está El. No tengo miedo aun de ir al infierno, porque si es que voy, Dios en mí irá conmigo”.

EL CRISTO EN EL ESPÍRITU

¿Cuándo empezó Pedro a conocer a Cristo de esa forma tan clara? No durante los tres años que siguió al Señor de un lado a otro. Aquel a quien él conoció entonces era solamente Jesús de Nazaret. Después de la resurrección y en el Espíritu empezó a conocer a Cristo en la forma en que le conocemos ahora. Si Cristo no está en el Espíritu Santo y no entra en nosotros, nunca le podremos conocer verdaderamente.

Hace algunos años pasé por el país de Egipto. Había algunos misioneros en nuestro grupo que trataron de persuadirme de hacer un recorrido por Palestina y quedarme allí dos meses. Me decían: “Ve a visitar a Jerusalén, Belén, y el Monte del Gólgota. Ve a ver todos los lugares por donde pisaron los pies de Jesús. Fortalecerá tu fe”.

En ese tiempo yo tenía ambas cosas, el tiempo y el dinero para viajar. Mas les dije: “No tengo ningún deseo de ir allí. No fortalecerá mi fe, ni me ayudará a conocer más a Cristo. El Cristo en quien yo creo nunca será afectado por Jerusalén. Aun si Jerusalén, Galilea y Nazaret desaparecieran, mi conocimiento de El permanecerá. Yo soy uno con El, y la experiencia que yo tengo de El nunca puede ser afectada por ningún factor externo. No tengo interés en lo absoluto en el llamado pesebre, en la madera y en los clavos de la cruz, u otras reliquias. Esas cosas al máximo sólo me pueden ayudar a conocer al Cristo en la carne. Lo que yo más atesoro es el Cristo en el Espíritu. El es más verdadero y mi conocimiento de El es más sólido que nuestra presencia física”.

EL CRISTO QUE ESTÁ VIVIENDO EN NOSOTROS

Un pasaje que leímos antes dice que ya no conocemos más a Cristo según la carne. Si en lo que creemos es simplemente una religión externa, entonces necesitamos una tierra santa, una meca o una Roma para que sea el centro a donde vayamos a adorar y servir. Mas nosotros creemos en un Cristo que está dentro de nosotros. Sabemos que El es ambos, el Dios que está en los cielos y a la vez el Señor que está en nosotros.

El no sólo es el mismo Creador, sino que también fue el Cristo que se puso carne. Y ahora está en nosotros como el Espíritu Santo. El Cristo en la carne se terminó. El Cristo en el Espíritu vive para siempre en nosotros.

EN LA CARNE O EN EL ESPÍRITU

Queridos amigos, déjenme hacerles una pregunta. El Cristo que ustedes conocen, ¿está en la carne o está en el Espíritu? Poniéndolo de otra manera, es su Cristo el de los evangelios o el de las epístolas? No les estoy diciendo que no deben creer en el Cristo de los cuatro evangelios. Está bien creer en El. No obstante, eso es sólo la primera mitad. La segunda mitad es conocer y experimentar al Cristo en el Espíritu.

Hemos visto tres aspectos de lo que Dios es. Primero, El es el Dios que está en los cielos; segundo, El es el Dios que vino a la tierra a hacerse hombre; y tercero, El es el Dios en el Espíritu Santo. Estos tres aspectos constituyen los tres pasos de la experiencia que tenemos de Dios.