Watchman Nee Libro Book cap.10 La autoridad y la sumisión
LA MANIFESTACIÓN DE LA REBELIÓN (2)
CAPÍTULO DIEZ
LA MANIFESTACIÓN DE LA REBELIÓN
(2)
Lectura bíblica: 2ª Corintios. 10: 4-6
LOS PENSAMIENTOS
La relación entre los razonamientos
y los pensamientos
La rebelión del hombre no sólo se manifiesta en palabras y en razonamientos; sino también en pensamientos. El hombre expresa palabras rebeldes porque sus razonamientos son rebeldes. Pero los razonamientos se manifiestan en pensamientos; por lo tanto, el pensamiento es el centro de la rebelión del hombre.
En 2ª Corintios 10: 4-6 tenemos uno de los pasajes más importantes de la Biblia porque indica cuál parte del hombre debe someterse a Cristo. El versículo 5 habla de “llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. La rebelión del hombre se produce en el pensamiento. Pablo dijo que debemos destruir las fortalezas, los razonamientos y todo lo que se levante contra el conocimiento de Dios. El hombre usa sus razonamientos para edificar fortalezas alrededor de sus pensamientos. Debemos derribar tales razonamientos y llevarlos cautivos. Descartamos los razonamientos pero retenemos los pensamientos. Es imposible que los pensamientos del hombre se sometan a Dios sin derribar antes los razonamientos. Todos los razonamientos impiden que el hombre conozca a Dios. Ante Dios las “fortalezas”, los razonamientos del hombre, son como edificios altos, como un gran obstáculo en el camino que conduce al conocimiento de Dios. Una vez que un hombre se encierra en sus razonamientos, sus pensamientos son rodeados y no puede someterse a Dios. La sumisión se relaciona con los pensamientos. Si los razonamientos se manifiestan, lo hacen en palabras. Si se quedan escondidos, rodean los pensamientos y hacen que sea imposible someterse. Pablo no hacía frente a los razonamientos con otros razonamientos. Las razones del hombre son tan graves que sólo pueden ser juzgadas por medio de una batalla. La mente con sus razonamientos puede ser confrontada con la armadura espiritual y con el poder de Dios. Esta es una batalla entre Dios y nosotros. Nos convertimos en opositores de Dios. La mente humana que se centra en las razones es un legado del árbol del conocimiento del bien y del mal. Es difícil concebir cuánto problema le ha causado esta mente a Dios. Satanás nos ata por medio de diferentes tipos de razonamientos, y nos encierra en ellos, lo cual impide que Dios obtenga nuestro ser, de tal modo que llegamos a ser enemigos de Dios.
Génesis 3 es un cuadro de 2ª de Corintios 10. Satanás utilizó la razón al dialogar con Eva. Cuando Ella vio que el fruto del árbol era bueno para comer, ella también razonó, y al hacerlo desobedeció a Dios. Una vez que surgen los razonamientos, los pensamientos del hombre quedan aprisionados en ellos. Los razonamientos y los pensamientos van juntos. Los razonamientos aprisionan los pensamientos. Una vez que éstos son cautivados, el hombre no puede someterse a Cristo. Si queremos someternos a Dios, debemos tocar Su autoridad y derribar todas las fortalezas de los razonamientos.
Llevamos cautivo todo pensamiento
En el Nuevo Testamento en griego, la palabra pensamiento es noema y se usa seis veces en el Nuevo Testamento, en Filipenses 4: 7; 2ª Corintios 2: 11; 3: 14; 4: 4; 10: 5 y 11: 13. Acertadamente se traduce “pensamiento” y denota las intenciones del corazón. El corazón es el órgano, y las intenciones son sus actividades, las cuales son el producto de la mente del hombre. El hombre expresa lo que es por medio de la libertad de opinar y proponer. Para proteger su libertad y justificar sus ideas, debe demostrar que son buenas y que están en lo correcto. Por lo tanto, necesita envolverlas en razonamientos. El hombre usualmente se rehusa a creer en el Señor porque uno o dos de sus razonamientos lo ha rodeado como una muralla. Por ejemplo, algunos dicen que creerán en el Señor cuando sean viejos y que no han visto buen ejemplo en los creyentes. También hay muchas razones por las cuales los creyentes se excusan para no amar al Señor. Los estudiantes dicen que están muy ocupados con sus tareas; los hombres de negocios dicen que están muy ocupados en sus negocios o que no se sienten bien físicamente. Si Dios no rompe esas fortalezas, el hombre nunca podrá ser liberado. Satanás usa los razonamientos como fortalezas para mantener preso al hombre y lo rodea de ellas. Debido a esto, no puede librarse por sí mismo. La sumisión a Cristo es imposible a menos que la autoridad de Dios capture los pensamientos y los lleve cautivos.
Para que el hombre conozca la autoridad, debe primero destruir los razonamientos. Cuando el hombre ve a Dios como es revelado en Romanos 9, todos los razonamientos se rompen en pedazos. Cuando las fortalezas de Satanás son derribadas, no quedan razonamientos y los pensamientos son llevados cautivos a la obediencia a Cristo. No es suficiente encontrarse con la autoridad de Dios sólo en lo que respecta a las palabras, ya que eso no basta para erradicar todos los razonamientos. Pues los pensamientos deben ser llevados cautivos a la obediencia a Cristo. Sólo cuando los pensamientos de uno son llevados cautivos puede uno llegar a someterse verdaderamente a Cristo.
Para discernir si un hombre ha tenido un encuentro con la autoridad, debemos observar si ha sido disciplinado en su modo de hablar, en sus razonamientos y en sus opiniones. Cuando uno es confrontado por la autoridad, la lengua no vuelve a hablar descuidadamente, los razonamientos no serán tan atrevidos y las opiniones no serán defendidas. El hombre común tiene muchas opiniones. Pero el día llegará cuando la autoridad de Dios vendrá a destruir las fortalezas que Satanás había levantado por medio de los razonamientos, de tal manera que Dios capture los pensamientos del hombre y lo haga un siervo Suyo que se somete a Cristo sin opinar. Solamente así, podrá haber una salvación completa.
Una persona que nunca ha tenido un encuentro con la autoridad, por lo general desea ser un consejero de Dios. Dios no ha cautivado sus pensamientos. Cuando va a un lugar, lo primero que piensa es en “mejorarlo”. Cuando los pensamientos no han sido disciplinados, tendrá muchas razones que ofrecer, y no se verá ningún quebrantamiento. Por lo tanto, nuestros pensamientos deben ser cortados tan profundamente que sean cautivados por Dios. Sólo así, podremos ver Su autoridad. Y sólo entonces, no nos atreveremos a escondernos detrás de nuestros razonamientos expresando descuidadamente nuestras opiniones.
Pareciera que en el mundo sólo dos personas lo saben todo: Dios y yo. Yo soy el consejero y lo sé todo. Cuando éste es el caso, se muestra claramente que los pensamientos de uno no han sido cautivados y que desconoce por completo la autoridad. Una persona cuyas fortalezas y razonamientos han sido quebrantados por la autoridad de Dios, tendrá sus pensamientos cautivados por Dios, podrá someterse a Cristo y será librado de sus opiniones. De hecho, ya no le interesará expresar sus opiniones, pues sus pensamientos habrán llegado a ser esclavos de Dios; así que ya no será un hombre libre. La libertad natural es un manjar para Satanás. Por eso, debemos renunciar a tal libertad y ser sencillamente obedientes. Existen sólo dos medios por los cuales los pensamientos del hombre pueden ser usados: bajo el control de nuestros razonamientos o bajo el control de la autoridad de Cristo. En realidad, no existe en el mundo libertad para escoger. Somos cautivos de nuestros razonamientos o del Señor. Somos esclavos de Satanás o de Dios.
Para discernir si una persona ha tenido un encuentro con la autoridad, primero debemos observar si se expresa con palabras rebeldes; segundo, debemos determinar si argumenta con Dios o no; y tercero, si él expresa sus opiniones o no. Debemos destruir nuestras opiniones delante del Señor, pero éste es solamente el aspecto negativo. Debemos destruir los razonamientos para que los pensamientos sean llevados cautivos a la obediencia a Cristo y para que no se atrevan a expresar sus opiniones. Anteriormente, yo ofrecía muchas razones, basado en mis opiniones. Hoy todos mis razonamientos se han ido. Ahora me someto a aquel que me cautivó. Un cautivo no tiene libertad; y aun si expresa su opinión, aquello será inútil. Tampoco puede recibir opiniones. Ocurre lo mismo en nuestro caso cuando somos cautivados por el Señor. No expresaremos ya nuestras opiniones ni sugerencias. Más bien, tomaremos solamente la opinión de Dios.
Una advertencia a los obstinados
Pablo
Pablo era una persona inteligente, competente, sabia y sensible. El era muy competente y confiaba en su obra; además servía a Dios con mucho celo. Cuando él iba camino a Damasco con algunos hombres para prender a los creyentes, se encontró súbitamente con una gran luz que lo derribó. En aquel momento, todas sus opiniones y sus métodos se desvanecieron. Toda su capacidad fue destruida. El no regresó a Tarso ni a Jerusalén. No sólo renunció a su viaje a Damasco, sino también a todos sus razonamientos. Cuando muchas personas se enfrentan a las dificultades, toman otra dirección. Si un camino se les cierra, intentan otro. Pero continúan avanzando según sus propios métodos y opiniones. Muchos son tan necios, que no caen en tierra ni siquiera cuando son golpeados por Dios. Son azotados por Dios en las circunstancias pero no en sus razonamientos, pues sus pensamientos persisten. A muchos se les ha impedido que vayan a Damasco, pero ellos encuentran un camino hacia Tarso o hacia Jerusalén. Una vez que Pablo fue golpeado, todo terminó. No necesitó decir nada más ni cavilar más, pues ya no sabía nada. Por eso le preguntó al Señor: “¿Qué haré, Señor?” He ahí un hombre sumiso de corazón. Sus pensamientos fueron cautivados por el Señor. Saulo era considerado una persona sobresaliente y distinguida en donde quiera que iba, pero cuando él conoció la autoridad de Dios, todas sus opiniones se desvanecieron. La señal más grande de que una persona se ha encontrado con Dios, es la ausencia de prejuicios y de astucia. Debemos pedirle a Dios que tenga misericordia de nosotros para que seamos sencillos cuando recibamos Su luz. Quienes han tenido un encuentro con la autoridad de Dios, caerán delante de El y espontáneamente harán a un lado sus opiniones. Pablo dijo que él había sido capturado por Dios y era Su prisionero. Ahora no es el momento de expresar nuestras opiniones; sólo debemos escuchar y someternos.
El rey Saúl
Dios rechazó a Saúl, no por hurtar, sino por ofrecer sacrificios a Dios del ganado y de las ovejas que él creía que eran las mejores, lo cual fue su opinión. El estaba tratando de agradar a Dios por medio de sus propios pensamientos. Estos no habían sido cautivados, debido a lo cual fueron rechazados por Dios. Nadie puede decir que Saúl no tenía celo en el servicio a Dios. El no mintió cuando dijo que traía las mejores vacas y las mejores ovejas. Sin embargo, el problema fue que él tomó una decisión basado en su propia opinión (1ª Samuel. 15). Un siervo de Dios no puede expresar sus propias opiniones; sólo debe cumplir la voluntad de Dios. Debemos tener un solo deseo: “¿Qué haré, Señor?” Si ésta no es nuestra actitud, estaremos completamente equivocados. La obediencia es mejor que los sacrificios. No hay lugar para que el hombre exprese sus opiniones delante de Dios. Cuando el rey Saúl vio tantas ovejas gordas, quiso guardar algunas para sacrificarlas a Dios. Su corazón estaba inclinado a Dios, pero no obedecía. Tener un corazón inclinado a Dios no puede reemplazar las palabras: “No me atrevo a decir nada”. En verdad las ofrendas no pueden reemplazar una actitud de no tener voz delante del Señor. Dios había ordenado que todos los amalecitas con su ganado y ovejas fueran completamente destruidos, pero Saúl no quiso hacerlo. Más adelante, los amalecitas lo mataron, y su reino se detuvo. Cualquiera que reciba una propuesta de salvar a los amalecitas, será destruido por ellos a la postre.
Nadab y Abiú
Nadab y Abiú también fueron rebeldes con respecto a los sacrificios. Ellos no supieron someterse a la autoridad de su padre; por el contrario, actuaron por iniciativa propia. Ellos pecaron porque ofendieron a Dios. Fue un pecado ofrecer fuego extraño, es decir, se sobrepasaron en el ministerio de Dios. Aunque no dijeron nada, ni argumentaron ni murmuraron, ellos quemaron fuego extraño de acuerdo con sus sentimientos. Ellos pensaron que su servicio era útil para Dios. Pensaban que si se equivocaban, sería simplemente un error en su servicio. Para ellos eso no era un gran pecado, pero fueron inmediatamente rechazados por Dios, y murieron.
El testimonio del Reino se logra sólo por medio de la sumisión
Dios no mira nuestro celo por el evangelio ni nuestra disposición a sufrir; lo que El mira es si somos obedientes o no. Pues el Reino sólo puede establecerse cuando refrenamos nuestra opinión, detenemos nuestros razonamientos, cesamos de hablar mal de otros y nos sometemos a Dios sin reservas. Ese será un día glorioso, un día que Dios ha esperado desde la fundación del mundo. Dios tiene un Hijo primogénito que se sometió como primicias. Pero Dios espera que todos Sus hijos sean conformados a la imagen de Su Hijo primogénito. Si hay una iglesia en la tierra que verdaderamente se someta a la autoridad de Dios, El tendrá el testimonio del reino, y Satanás será derrotado. Satanás no se preocupa por nuestra obra, pues cuando estamos en el principio de la rebelión y actuamos independientemente, él se ríe en secreto.
De acuerdo con la ley de Moisés, los levitas debían llevar el arca. Pero cuando los filisteos enviaron el arca de regreso a los israelitas, la cargaron en un carro tirado por bueyes. Cuando David quiso que el arca fuera llevada a Jerusalén (la ciudad de David), él no buscó la voluntad de Dios, sino que actuó según su deseo y transportó el arca en un carro tirado por bueyes. Cuando los bueyes tropezaron, Uza extendió su mano para impedir que el arca se cayera. Inmediatamente, Dios lo hirió, y murió. Aunque el arca no se hubiera caído, de todos modos estaba en un carro de bueyes, y no en los hombros de los levitas. Cuando los levitas llevaban el arca para atravesar el río Jordán, a pesar de las grandes olas, el arca permanecía imperturbable. Esto nos muestra que Dios no está interesado en los planes del hombre. Este debe siempre someterse a Dios. Sólo cuando Dios nos vacía completamente, Su voluntad puede ser hecha sin ningún obstáculo. Si nos acercamos a El con nuestras opiniones humanas, nunca podremos servirle apropiadamente. Dios gobierna por encima de todo, excepto de las maquinaciones del hombre. Las opiniones del hombre deben ser totalmente deshechas, y sus pensamientos rechazados, de tal manera que no pueda hacer sugerencias. Anteriormente teníamos libertad cuando vivíamos en el yo; pero en el momento en que nuestros pensamientos son capturados, la libertad se acaba. Como resultado, podemos obedecer a Cristo y tener la verdadera libertad, la libertad de estar en el Señor.
En 2 Corintios 10:6 dice: “Y estamos prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”. Sólo cuando los pensamientos son llevados cautivos, la obediencia llega a ser perfecta. La persona que todavía puede realizar actividades y expresar sus opiniones delante del Señor, no tiene una obediencia perfecta. El Señor se está preparando para traer castigo a los desobedientes tan pronto como cuando nuestra obediencia sea perfecta. Si damos giro completo y tenemos temor de expresar nuestras opiniones y propuestas, nuestra obediencia será perfecta, y Dios manifestará Su autoridad en la tierra. Si la iglesia no es sumisa, es imposible que los demás se sometan al evangelio. Todos nosotros debemos aprender a ser restringidos. Nuestra boca necesita ser disciplinada para dejar de hablar, también nuestra mente para dejar de argumentar, y nuestros corazones para dejar de tomar decisiones. Si hacemos esto, se abrirá un camino glorioso delante de nosotros, y Dios manifestará Su autoridad en la tierra.