Neil T. Anderson Libro Book Cap. 5 Victoria sobre la Oscuridad
CÓMO SER LA PERSONA ESPIRITUAL QUE DESEAS SER
Capítulo 5
Cómo ser la persona espiritual que deseas ser
A principios del siglo veinte, un asilo en las afueras de Bastan albergaba a individuos gravemente retardados y perturbados. Uno de los pacientes era una niña que la llamaban simplemente Anita. No se daba con nadie en el asilo. El personal trató todos los medios posibles para ayudarla, pero sin éxito. Finalmente fue encerrada en una celda en el sótano y fue desechada como incurable.
En el asilo trabajaba una cristiana que creía que una criatura de Dios necesita amor, preocupación y cuidado. Entonces decidió dedicar el tiempo del almuerzo para estar con Anita, leerle y oraba a Dios que la aliviara de la prisión del silencio. Todos los días esta cristiana llegaba a la puerta de Anita y leía. Pero la pequeña nada respondía. Pasaron meses. La mujer trataba de hablar con Anita, pero era como hablarle a un cuarto vacío. Le llevaba algunas golosinas, pero no recibía nada a cambio.
Un día faltaba una galleta del plato que la amable mujer recibió de vuelta de la celda de Anita. Animada, la mujer continuó su lectura y oración por ella. Con el tiempo, la pequeña comenzó a responder a través de los barrotes de su celda. Pronto la cristiana convenció al doctor que Anita necesitaba una segunda oportunidad para su tratamiento. La sacaron del sótano y se continuó el trabajo con ella. Dos años después se le dijo que Anita podía dejar el asilo y llevar una vida normal.
Sin embargo, ella prefirió no salir. Estaba muy agradecida por el amor y la atención que recibió de la cristiana que decidió quedarse y dar amor a otros como ella había sido amada. Anita permaneció en la institución para trabajar con otros pacientes que sufrían como ella había sufrido.
Casi medio siglo más tarde, la reina de Inglaterra celebró una ceremonia especial para honrar a una de las mujeres más inspiradoras de los Estados Unidos, a Hellen Keller. Cuando se le preguntó a qué atribuía su éxito al vencer su ceguera y sordera, Hellen Keller respondió: «Si no hubiera sido por Ana Sullivan, hoy yo no estaría aquí”.
Ana Sullivan, que amó tenazmente y creyó en una niña incorregible, ciega y sorda llamada Hellen Keller, era Anita. Debido a una generosa cristiana que en la mazmorra del asilo para enfermos mentales creyó que una niña incurable necesitaba el amor de Dios, el mundo recibió el maravilloso don de Hellen Keller.
¿Qué se necesita para ser ese tipo de cristiano? ¿Qué se necesita para que pasemos la barrera de nuestro egoísmo inconsecuente, nuestros deseos carnales para prestar un servicio de amor a Dios y al prójimo? ¿En qué consistió la esencia de la madurez cristiana que motivo a la benefactora de Ana Sullivan para un ministerio tan significativo?
Primero, se necesita una firme comprensión de lo que eres en Cristo. No puedes llegar a ser como Jesús a menos que seas su retoño. Tienes que ser injertado en la vid porque sin Cristo nada puedes hacer (Juan 15:5).
Segundo, debes crucificar la carne enseñada largo tiempo por el pecado y andar en conformidad con lo que eres en Cristo y ser «transformado conforme a la renovación de tu entendimiento» (Romanos 12:2).
Tercero, se requiere la gracia de Dios. «Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (Romanos 6:14). No podemos tener una vida justa mediante el esfuerzo humano sobre la base de normas externas. Bajo el pacto de gracia, vivimos por la fe consecuentes con que lo que Dios dice es verdad en el poder del Espíritu.
Para vivir bajo la gracia necesitamos aprender a andar por el Espíritu (Gálatas 5:16-18). ¿Cómo andar en el Espíritu? Si respondiera esa pregunta ofreciendo tres pasos y una fórmula, volvería a ponerte bajo la ley. El Espíritu Santo es una persona con quien nos relacionamos como nuestro guía divino, y no un aquello que puede ponerse en una caja y cuantificarse. Hablamos de andar con Dios, lo que es una relación de Padre a hijo.
El apóstol Juan dice acerca del Espíritu: »El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3:8). Al ser lleno del Espíritu y guiado por Él te puede llevar a lugares nunca imaginados; pero la voluntad de Dios nunca te llevará donde la gracia de Dios no te pueda guardar. Creo que necesitamos «remar y desplegar las velas». Examinemos algunas de las directrices bíblicas para andar por el Espíritu.
TRES PERSONAS Y EL ESPÍRITU
En 1 Corintios 2:14-3:3, Pablo distingue tres tipos de personas en relación con la vida en el Espíritu: personas naturales, personas espirituales y personas carnales. El sencillo diagrama de este capítulo le ayudará a visualizar las diferencias que corresponden a la vida espiritual que existe entre estas tres clases de individuos.
LA PERSONA NATURAL
Vida «en la carne»
1 Corintios 2:14
CARNE (Romanos 8:8)
Aunque la carne puede referirse al cuerpo, es la independencia aprendida que le da oportunidad al pecado. El hombre natural que intenta encontrar propósito y significado en la vida independiente de Dios, va a luchar con la inferioridad, inseguridad, insuficiencia, culpabilidad, preocupación y dudas.
MENTE
Pensamientos obsesivos, fantasías, etc.
VOLUNTAD (Gálatas 5:16-21)
Caminar según la carne:
inmoralidad celos
impureza disputas
Sensualidad disensiones
idolatría facciones
Hechicería envidias
enemistades borracheras
contiendas parrandas
explosiones de ira
CUERPO
Tensiones, jaquecas, estómago nervioso, urticaria, salpullido en el cutis, alergias, asma, algunos tipos de artritis, colón espástico, palpitaciones cardíacas, males respiratorios, etc.
EMOCIONES
Amargura, ansiedad, depresión, etc.
ESPÍRITU
El espíritu del hombre está muerto a Dios (Efesios 2:1-3); así que el hombre natural no puede cumplir él propósito para el cual fue creado. Sin la vida de Dios, el pecado es inevitable.
Efesios 2:1-3 contiene una descripción concisa de la persona natural que Pablo identifica en 1 Corintios 2:14 (véase figura S-A). Esta persona está espiritualmente muerta, separada de Dios. Al vivir completamente independiente de Dios, la persona natural peca como cosa corriente.
El hombre natural tiene un alma, con la que puede pensar, sentir y escoger. Sin embargo, como muestran las flechas del diagrama, su mente y subsecuentemente sus emociones y su voluntad son dirigidas por su carne, la cual actúa completamente separada de Dios que lo creó. El hombre natural puede pensar que puede elegir libremente su conducta. Sin embargo, dado que vive en la carne, invariablemente anda según la carne y sus decisiones reflejan las «obras de la carne» de la lista de Gálatas 5:19-21.
Puesto que vive en la era del estrés y carece de una base espiritual para enfrentar la vida y tomar decisiones positivas, la persona natural puede caer víctima de una o más de las dolencias físicas que aparecen en el diagrama. Los médicos nos dicen que cincuenta por ciento de la población está fisicamente enferma por razones psicosomáticas. La paz mental y la serena seguridad de la presencia de Dios en nuestra vida afecta positivamente nuestra salud corporal. »El que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros» (Romanos 8:11).
Las acciones, reacciones, hábitos, recuerdos y respuestas de la persona natural las gobierna la carne. ‘Todo lo que no proviene de fe, es pecado» (Romanos 14:23). El hombre natural no puede evitar la lucha con complejos de inferioridad, inseguridad, incapacidad, culpa, preocupaciones y dudas.
El alma del hombre espiritual además refleja un cambio generado por el nacimiento espiritual. Ahora recibe el impulso del Espíritu, no de la carne. Su mente ha sido renovada y transformada. Sus emociones se caracterizan por la paz y el gozo en lugar de
LA PERSONA ESPIRITUAL VIDA
«En el Espíritu»
1 Corintios 2:15
CARNE (Romanos 8: 8)
Crucificar la carne es responsabilidad del creyente de una manera diaria al considerarse muerto al pecado
MENTE
Transformada (Romanos 12:2) de una sola mentalidad (Filipenses 4:6-8) Ceñidos para acción (1 Pedro 1:13)
VOLUNTAD (Gálatas 5:22,23)
Andar según el Espíritu:
Amor bondad
gozo mansedumbre
paz templanza
paciencia fe
benignidad
CUERPO
Templo de Dios (1 Corintios 6:19,20) Presentado como un sacrificio vivo y santo (Romanos 12:1)
EMOCIONES
Gozo (Filipenses 4:4)
Paz (Colosenses 3:15)
ESPÍRITU
(Romanos 8:9)
Salvación (Juan 3:3; I Juan 3:9)
Perdón (Hechos 2:38; Hebreos 8:12)
Conflanza (Romanos 8:16)
Seguridad (Efesios 1:13, 14)
Aeeptación (1 Juan 3:1)
Valor (Efesios 2:10)
la turbulencia. También tiene la libertad de elegir no andar en la carne, sino andar según el Espíritu. Cuando el hombre espiritual ejerce su decisión de vivir en e! Espíritu, su vida muestra el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23).
El cuerpo de la persona espiritual ha sido transformado. Ahora es la morada del Espíritu Santo, y se ofrece como sacrificio vivo de culto y servicio a Dios. La carne, condicionada a vivir independientemente de Dios bajo el viejo hombre, todavía está presente en el hombre espiritual, pero responsablemente crucifica la carne y sus deseos diariamente, puesto que se considera vivo en Cristo y muerto al pecado.
-Pero eso se ve y suena maravilloso -podrías decir-. Pero soy cristiano y todavía tengo problemas. Sé que estoy espiritualmente vivo, pero a veces mi mente se llena de pensamientos incorrectos. A veces caigo en conductas de la lista mala: las obras de la carne en lugar del fruto del Espíritu. A veces acaricio los deseos de la carne en lugar de crucificarlos.
La descripción de la persona espiritual es el ideal. Es el modelo de madurez hacia el cual todos crecemos. Dios ha hecho provisión para que experimentemos personalmente la descripción de la persona espiritual dada en su Palabra (2 Pedro 1:3). Sin embargo, la mayoría de nosotros vive en algún punto de la ladera entre la cumbre de esta montaña de la madurez espiritual y las profundidades de la conducta carnal descrita en la figura 5-C Mientras andas en el Espíritu, ten la seguridad que tu crecimiento, madurez y santificación hacia el modelo ideal están en proceso.
Nótese que el espíritu de la persona carnal es idéntico al de la persona espiritual El hombre carnal es un cristiano, espiritualmente vivo en Cristo y declarado justo por Dios; pero allí es donde se acaba la similitud. En vez de ser dirigido por el Espíritu, este creyente prefiere seguir los impulsos de la carne. Como resultado, su mente la ocupan los pensamientos carnales y sus emociones están plagadas de sentimientos negativos. Aunque tiene la libertad para andar según el Espíritu y para producir fruto para el Espíritu, sigue involucrado en actividad pecaminosa puesto que anda voluntariamente según la carne.
El cuerpo del hombre carnal es templo de Dios, pero está contaminado. Su cuerpo fisico suele presentar los mismos síntomas
LA PERSONA CARNAL VIDA
«Según la carne»
1 Corintios 3:3
CARNE (Romanos 8:8)
Las costumbres arraigadas siguen atrayendo a la mente a vivir independiente de Dios.
MENTE
De doble mentalidad
VOLUNTAD (Gal. 5:16-18)
Caminar según la carne (frecuentemente)
Inmoralidad Enemistades disensiones
Impureza Contiendas facciones
Sensualidad explosiones de ira envidias
Idolatría celos borracheras
Hechicerías disputas parrandas
CUERPO
Tensiones, jaquecas, estómago nervioso, urticaria, salpullido en el cutis, asma, alergias, algunos tipos de artritis, colón espástico, palpitaciones cardíacas, males respiratorios, etc...
EMOCIONES
Inestables
ESPÍRITU (Romanos 8:9)
Vivo pero apagado (1 Tesalonicenses 5:19)
Caminar según el Espíritu (pocas veces)
Amor Bondad Mansedumbre
Gozo Fe
Paz Paciencia
Benignidad Templanza
perturbadores experimentados por el hombre natural, dado que no obra de la manera que Dios lo creó. No presenta su cuerpo en sacrificio vivo a Dios, pero es indulgente con sus apetitos carnales según los caprichos de su carne adiestrada en el pecado. Puesto que cede a la carne en lugar de crucificarla, el hombre carnal está sujeto a los sentimientos de inferioridad, a la inseguridad, la incapacidad, la culpa, la preocupación y las dudas.
Hace varios años, hice una pequeña investigación para descubrir cuántos cristianos todavía son víctimas de su carne. Les presenté la misma pregunta a 50 cristianos que consecutivamente conversaron conmigo sobre los problemas de su vida:
«¿Cuántas de estas características describen tu vida: inferioridad, inseguridad, incompetencia, culpa, preocupación y duda?» Cada uno de los cincuenta respondió: «Las seis». Aquí tenemos 50 hijos de Dios, nacidos de nuevo que estaban de tal manera empantanados por la carne que lidiaban con los mismos problemas que abruman a los que viven sólo en la carne.
Si te planteo la misma pregunta, ¿cómo responderías? Con mi experiencia como consejero, imagino que muchos de ustedes reconocerían que algunas o todas estas seis características los describirían. Me resulta evidente que un número asombroso de creyentes no sabe vivir por la fe en el poder del Espíritu Santo.
¿Luchas con sentimientos de inferioridad? ¿A quién o a qué eres inferior? Eres hijo de Dios sentado con Cristo en los lugares celestiales (Efesios 2:6). ¿Te sientes inseguro? Tu Dios nunca te dejará ni te abandonará (Hebreos 13:5). ¿Incompetente? Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (Filipenses 4:13). ¿Culpable? Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1) ¿Preocupado? Puedes tener paz con Dios y aprender poner tu ansiedad sobre Cristo (Filipenses 4:6; 1 Pedro 5:7; Juan. 14:27). ¿Dudas? Dios da sabiduría a quien la pide (Santiago 1:5).
¿Por qué suele haber una disparidad tan grande ente las dos clases de cristianos, espiritual y carnal? ¿Por qué tantos cristianos viven tan lejos de su potencial en Cristo? ¿Por qué tan pocos de nosotros disfruta la vida abundante, productiva que ya hemos heredado? Cada año deberíamos ser capaces de decir: «Ahora soy más amante, apacible, gozoso, paciente, amable y gentil que lo que era el año pasado». Si no podemos decir honestamente eso, no estamos creciendo.
«Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia» (2 Pedro 1:3). Sin embargo, un sinnúmero de cristianos han estado nacidos de nuevo durante años –aun décadas–pero todavía les falta experimentar una medida significativa de victoria sobre el pecado. La ignorancia, la falta de arrepentimiento y de fe en Dios y los conflictos no resueltos impiden que la persona crezca.
CAMINAR POR EL ESPÍRITU ES UNA RELACIÓN NO UNA REGLAMENTACIÓN
El mundo y la carne no son los únicos enemigos de nuestra santificación. Tenemos un enemigo vivo, personal, Satanás, que trata de acusar, tentar y engañar a los hijos de Dios. Pablo escribe acerca de Satanás: «No ignoramos sus maquinaciones» (2 Corintios 2:11). Quizás Pablo y los corintios no las ignoraran, pero muchos de los cristianos del presente las ignoran. Vivimos como si no existiese el reino de las tinieblas. Nuestra ingenuidad en esta área es un tributo agobiante que impide a los cristianos experimentar su libertad en Cristo.
PARÁMETROS DEL ANDAR LLENO DEL ESPÍRITU
Cuando nos convertimos éramos como una cortadora de pasto con motor de un tercio de caballo de fuerza. Podíamos hacer algo, pero no mucho porque no éramos maduros. Nuestra meta como cristianos es llegar a ser un motor Caterpillar DC9 – una verdadera usina eléctrica para el Señor. Sin embargo, sin combustible nada pueden lograr ni una cortadora de pasto ni un tractor nivelador. Sin Cristo nosotros nada podemos hacer (Juan 15:5). No importa cuán maduro seas, no puedes producir si no andas por la fe en el poder del Espíritu Santo.
Cuando se llega a decidir entre andar en la carne y andar en el Espíritu, nuestra voluntad es como un conmutador de dos sentidos. La voluntad del nuevo cristiano parece un resorte cargado hacia la conducta carnal. Los nuevos creyentes van a vivir según lo que saben, y no saben mucho acerca de la vida llena del Espíritu. La voluntad del cristiano maduro está cargada hacia el Espíritu. Hacen malas decisiones ocasionales, pero aprenden diariamente a crucificar la carne por la fe en el poder del Espíritu Santo.
Andar en el Espíritu es relación, no es estricta disciplina. A modo de ilustración, piensa en tu matrimonio. Quizás hayas comenzado tu matrimonio apoyado en reglas para una comunicación efectiva, satisfaciendo uno las necesidades sexuales del otro y así sucesivamente. Sin embargo, si después de varios años ni siquiera pueden hablarse o hacer el amor sin seguir un patrón o lista de pasos, su relación matrimonial está aún en la infancia. En un matrimonio maduro la comunicación fluye en forma natural entre dos que se aman mutuamente.
Otro ejemplo es la oración. Quizás hayas aprendido a orar usando una clave: adoración, confesión, acción de gracias, suplicación. Sin embargo, si has sido creyente durante años y tu vida de oración no es mucho más profunda que eso, no has aprendido a orar en el Espíritu (Efesios 6:18). La oración es un camino de ida y regreso con Dios que requiere escuchar además de pedir.
Pablo define lo que significa andar en el Espíritu en Gálatas 5:16-18: «Andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley». Realmente este pasaje nos dice más acerca de lo que no es andar en el Espíritu, pero es útil porque nos da dos parámetros dentro de los cuales podemos vivir libres.
Lo que no es andar lleno del Espíritu
Primero, Pablo dice que andar en el Espíritu no es licencia. Licencia es desconsideración hacia las reglas o reglamentos y constituyen el abuso de un privilegio. Algunos cristianos afirman erróneamente que andar en el Espíritu y vivir bajo la gracia significa: «yo puedo hacer los que quiera». Andar en el Espíritu quiere decir «no puedes hacer lo que se te antoje». Vivir por el Espíritu no es tener libertad para hacer lo que quieras. Eso sería licencia. Significa que eres libre para vivir libre, responsable y moralmente, algo que no podías hacer cuando eras esclavo del pecado.
Se me invitó a hablar en una clase de religión en un colegio ca- tólico sobre el cristianismo protestante. Al final de la charla un estudiante de aspecto atlético, avispado levantó la mano y preguntó:
-¿Hay muchos noes en su religión?
Le respondí.:
–Creo que no tengo otros que los que Dios no tenga; pero creo que tu pregunta en realidad es: «¿tengo alguna libertad»—él asintió.
– Por cierto, tengo libertad para hacer lo que quiero – respondí.
Reveló en su rostro que no me había creído:
-Por favor, hable en serio -dijo.
Le respondí: –Soy libre de tomar la decisión de asaltar un banco. Pero soy suficientemente maduro para comprender que sería esclavo de ese acto por el resto de mi vida. Siempre andaría mirando que no me descubrieran. Tendría que ocultar mi delito, posiblemente me escondería y a la larga tendría que pagar por lo que hice. También soy libre de decir una mentira. Pero si miento, tendría que recordar la mentira que dije y a quién se la dije.
Lo que algunos piensan que es libertad sólo es licencia que conduce a la esclavitud. La libertad no está en el ejercicio de la decisión; en último análisis está en sus consecuencias. El Espíritu de verdad siempre nos guiará a la libertad, pero los deseos de la carne nos llevarán al pecado y la esclavitud. Los mandamientos de Dios no son restrictivos; protegen. Nuestra verdadera libertad está en la capacidad de decidir vivir responsablemente dentro de las directrices protectoras que Dios ha establecido para nuestra vida.
Segundo, andar en el Espíritu tampoco es legalismo. «Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gálatas 5:18). Si quieres relacionarte con Dios sobre la base de la ley moral, necesitas oír las palabras de Pablo en Gálatas 3:10: «porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición». Tú serás una persona guiada o serás un marginado presa de la culpa. «¿Luego la leyes contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia sería verdaderamente por la ley» (Gálatas 3:21). La ley no tiene poder para dar vida.
Decirle a la gente que lo que hacen está mal no les da vida para dejar de hacerlo. Los cristianos han sido notables en sus esfuerzos por legislar la espiritualidad con noes: El cristiano no bebe, no fuma, no baila, no va al cine, no juega a las cartas, no usa maquillaje, y así sucesivamente. Otros pretenden que no son legalistas, pero todo lo que han hecho es pasar de un legalismo negativo (no hacer esto ni aquello) al legalismo positivo (hazlo de esta y de esta otra manera). Somos «siervos de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica» (2 Corintios 3:6).
La ley también tiene la capacidad de estimular el deseo de hacer lo que intentaba prohibir (véase Romanos 7:5, 8). Permíteme ilustrar esto. ¿Qué ocurre cuando le dices a un niño: «Puedes ir allá, pero no a este otro lado»? En el momento que le dices esto, ¿a dónde quiere ir el niño? Allá. Probablemente no tenía intenciones de ir hasta que le dijiste que no podía ir. Un colegio cristiano publicó una lista de películas que los estudiantes no podían ver.
¿Adivinas cuáles querían ver? ¿Por qué el fruto prohibido es el más deseable. Aparentemente esto ocurrió también en el Huerto de Edén
El cristianismo es una relación, no un ritual ni un código de ética religiosa. No podemos observar los mandamientos. por medio del esfuerzo humano viviendo bajo la ley. La ley ha sido nuestro «ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe» (Gálatas 3:24). En Cristo podemos vivir realmente por la fe conforme las justas leyes de Dios en el poder del Espíritu Santo.
Supón que caminas por un camino muy estrecho en la montaña. A la derecha hay un precipicio demasiado escarpado para trepar y demasiado ancho para saltar. En el otro lado del camino hay un rugiente incendio forestal. Adelante hay una Iglesia y un león rugiente detrás de ti. ¿Hacia dónde corres? Tu derecha es una opción. Te alejas del precipicio. ¿Puedes Imaginarte la emoción Inicial? Sin embargo, esa decisión trae graves consecuencias, como la repentina detención al final. Esa es la naturaleza de la tentación. Si no parece inicialmente buena, nadie sería tentado. Ceder a la tentación trae graves consecuencias. Cuando la gente defiende la libertad sexual, abogan por una licencia que tiene consecuencias mortales para las relaciones significativas y aun para la vida.
A la izquierda hay otra opción, pero te podría quemar el legalismo. El acusador no te dará paz cuando trates de vivir bajo la ley. El único camino hacia la libertad está adelante, pero ningún templo ni grupo de personas proveerá un santuario adecuado. El diablo, como león rugiente busca a quien devorar (1 Pedro 5:8), y tu único escondite está «en Cristo”. Ningún lugar físico puede ser un santuario espiritual para ti en el planeta tierra.
Lo que es andar en la plenitud del Espíritu
Si andar en la plenitud del Espíritu no es licencia ni legalismo, entonces ¿qué es? Es libertad. «Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2 Corintios 3:17).
Nuestra libertad en Cristo es uno de los bienes más preciados que hemos recibido de nuestra unión espiritual con Dios. Puesto que el Espíritu del Señor está en ti, eres libre para llegar a ser la persona que quería que fueras al crearte. Ya no estás obligado a andar según la carne como antes de tu conversión. Ni siquiera estás obligado a andar según el Espíritu, pero interiormente estás inclinado en esa dirección. Tienes que decidir entre andar según el Espíritu o andar según la carne.
Andar según el Espíritu implica dos cosas. Primero, no es sentarse en el Espíritu. Andar en el Espíritu no consiste en sentarse por ahí esperando en santa piedad que Dios lo haga todo. Segundo, no es correr en el Espíritu. La vida llena del Espíritu no es una ronda sin fin de actividades agotadoras en que tratamos de hacerlo todo por nosotros mismos. El error típico de muchos creyentes es creer que serán más espirituales si se esfuerzan mucho. Si Satanás no puede tentarnos para llevarnos a la inmoralidad, sencillamente tratará de que nos llenemos de ocupaciones.
¿Cuánto fruto podemos llevar si tratamos de hacerlo todo por nuestro propio esfuerzo? ¡Ninguno! Sin Cristo nada podemos hacer (Juan 15:5). ¿Cuánto se logra hacer en el reino de Dios si esperamos que Dios lo haga todo personalmente? ¡No mucho! Dios ha encargado a la iglesia su obra durante esta era (Efesios 3:10). Tenemos el privilegio de plantar y regar, y Dios da el crecimiento (1 Corintios 3:6-9). Si no plantamos y regamos, nada crece.
Un pastor trabajaba en su jardín cuando recibió la visita de uno de sus diáconos. -¡Caramba! Dios le ha dado un hermoso jardín -dijo el diácono.
-Debería haberlo visto cuando Dios lo cuidaba él solo -le contestó el pastor.
Esta verdad la ilustra Jesús En Mateo 11:28-30: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga».
En su juventud, Jesús era carpintero. En aquél tiempo, los carpinteros no construían casas; hacían puertas y yugos de madera. Jesús usó esos productos para describir metafóricamente la vida espiritual. Por ejemplo, Jesús es la puerta hacia la vida espiritual (Juan 10:9), y el yugo es una viga de madera que se coloca sobre la cabeza de dos bueyes. ¿Para qué sirve el yugo sobre una sola cabeza? Mejor sería no llevarlo. Sólo sirve si dos van enyugados y tiran en la misma dirección.
El buey joven aprende cuando se le pone en un yugo con un buey que ya conoce el oficio, «que por lo que padeció, aprendió la obediencia» (Hebreos 5:8). La naturaleza típica del buey joven le lleva a creer que el paso es muy lento, y trata de correr, pero todo lo que consigue es que le duela el cuello. «Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes se fatigan y caen; pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán» (Isaías 40:30-31). Algunos bueyes jóvenes se sienten tentados a abandonar, pero la vida sigue y las deudas se acumulan. Otros se sentirán tentados a desviarse a la izquierda o a la derecha. Entonces llega el día en que el buey joven se dice: Este buey viejo sabe de qué habla, y sabe andar, creo que aprenderé de él.
Una vez tuve un perro mudo llamado Buster. Compré una cadena y mandé a Buster a una escuela para perros con mi hijo. No resultó. Un día quise sacar a Buster a caminar. Dije «caminar», no «correr». Le puse la cadena y salimos. Yo era el amo y sabía a dónde quería ir en esta caminata. Buster casi se estranguló tratando de correr adelante, pero yo estaba decidido a ser el amo y mantener mi paso. Luego se detenía a olfatear una flor o cualquier cosa, pero yo seguía caminando.
-¿Aprendió ese perro mudo a caminar con su amo? -preguntarás-. No, nunca. He conocido una gran cantidad de cristianos que tampoco han aprendido. Algunos tratan de correr delante de Dios y se queman. Otros caen en la tentación y se desvían a la izquierda o a la derecha. Algunos simplemente se echan cuando su Amo les dice: «Venid a mí todos los trabajados y cargados y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Podemos hallar descanso para nuestra alma si aprendemos a vivir por la fe en el poder del Espíritu Santo.
Guiados por el Espíritu
También somos «guiados por el Espíritu» (Romanos 8 :l4). El Señor usa otra metáfora para describir nuestra relación con Él. Él es nuestro pastor y nosotros somos ovejas de su prado. Las ovejas necesitan ser apacentadas. Lo sé porque en mi juventud en la granja de Minnesota, tuve el privilegio de ser pastor de ovejas. En la primavera, cuando se producía el deshielo, pastoreábamos las ovejas cerca del camino para que comieran hierba fresca. Teníamos que mantenerlas en movimiento o comían hasta atragantarse y morir. La arriábamos desde atrás, como lo hace un perro ovejero australiano.
Mientras estudiaba en Israel, observé a un pastor que cuidaba sus ovejas en una ladera en las afueras de Belén. El pastor, sentado en una piedra miraba a las ovejas mientras pacían. Luego se paró, dijo una pocas palabras a las ovejas y comenzó a caminar. Las ovejas lo miraron y le siguieron. Al contrario de mi experiencia de llevar las ovejas desde atrás, los pastores de Israel la guían caminando delante de ellas hasta el día de hoy. De pronto las palabras de Jesús en Juan 10:27 tuvieron para mí un nuevo sentido: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen». Pablo dice: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Romanos 8.14).
La prueba es el fruto
¿Cómo puedes saber si estás caminando según la carne o según el Espíritu? Mira tu vida. «Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias… y cosas semejantes a estas» (Gálatas 5:19-21). Las obras son actos espiritualmente muertos y no reflejan la vida de Cristo. Si una persona tiene un acceso de ira, ¿vive según e! Espíritu? ¿Pueden culpar a alguien por su acceso de rabia? No, esa es una obra de su carne. Jesús dice: «Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre» (Marcos 7:20).
Debemos aprender a tener suficiente conciencia personal para saber cuando vivimos según la carne y asumir la responsabilidad por nuestras actitudes y acciones. Necesitamos caminar en la luz y aprender a confesar nuestros pecados, lo que significa concordar conscientemente con Dios. Cuando se hace evidente una obra de la carne, reconoce mentalmente eso delante de Dios y pídele que te llene de su Espíritu Santo. Mientras más practiques esa sencilla disciplina, más vivirás según el Espíritu.
«El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (Gálatas 5:22, 23). Nótese que dice fruto, no frutos del Espíritu. El fruto viene de algo que vive. Es el resultado de estar en Cristo y su expresión fundamental es el amor, que es el carácter de Dios. «Hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 4:16).