Neil T. Anderson Libro Book Cap. 1 Victoria sobre la Oscuridad

Neil T. Anderson Libro Book Cap. 1 Victoria sobre la Oscuridad

¿Quién eres?

Capítulo 1

¿Quién eres?

Realmente, me agrada preguntarle a la gente «¿quiénes son?» Parece ser una pregunta sencilla que requiere de una fácil respuesta, pero en el fondo no es así. Por ejemplo, si alguien me preguntara:

-¿Quién eres? -Yo debería responder «Neil Anderson». – No , ese es tu nombre. ¿Quién eres?

– Oh , soy profesor del seminario.

-No, ese es tu trabajo.

-Soy norteamericano.

-Ese es el lugar donde vives.

-Soy evangélico.

-Esa es tu denominación.

También podría decir que mido 5 pies y 9 pulgadas y que, actualmente, peso 150 libras, honestamente, un poquito más de 150 libras. De todas maneras, mis medidas y mi apariencia física tampoco responden a quién soy. Si amputaran mis brazos y mis piernas ‘seguiría siendo yo? Si transplantan mi corazón, riñones o hígado, seguiría siendo yo? Por supuesto que sí. Incluso si siguen amputando partes de mi cuerpo aún estaré allí en algún lugar. Pero insisto, ¿quién soy? La respuesta va más allá de lo que parece.

El apóstol Pablo dijo: «De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne» (2 Corintios 5:16) Puede ser que la Iglesia Primitiva no hiciera esto, pero nosotros, por lo general, sí lo hacemos. Esto sucede porque tendemos a identificar nos a nosotros mismos y a los demás por lo que somos físicamente (alto, bajo, robusto, esbelto) o también por lo que hacemos (plomero, carpintero, enfermera, ingeniero, oficinista).

Incluso, cuando como cristianos nos piden nuestra identificación con relación a nuestra fe, casi siempre respondemos cual es nuestra posición doctrinal (protestante, evangélico, calvinista, carismático), o respondemos cual es nuestra denominación (bautista, presbiteriano, metodista, independiente) o nuestro trabajo en la iglesia (profesor de la escuela dominical, miembro del coro, diácono, ujier).

¿Será que lo que hacemos determina quiénes somos? o ¿lo que somos determina lo que hacemos? Esta pregunta es muy importante, en especial cuando se trata de la madurez de un cristiano. Me atengo a esta última. Creo que la esperanza de crecer, siendo y cumpliendo los requisitos de un cristiano, se basan en entender quiénes realmente somos, específicamente, nuestro ser en Cristo como hijos de Dios. La comprensión de quién es Dios y quién eres tú en relación a Él es el fundamento más importante para tu estructura de creencia y tus patrones de comportamiento como cristiano.

ECUACIONES FALSAS EN LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD

Hace algunos años, una joven de 17 años vino desde muy lejos para conversar conmigo. Nunca he conocido a una muchacha que tuviera tantas ventajas. Era tan hermosa como una modelo.

Impecablemente vestida. Había terminado 12 años de estudios en tan sólo 11 y fue una de las mejores graduadas de su clase; tenía un talento único para la música y manejaba un auto deportivo nuevo que sus padres le habían regalado el día de su graduación. Al verla, me impresionaba pensar que una sola persona pudiera poseer tanto.

Conversamos alrededor de una hora y media y, durante ese lapso de tiempo, comencé a darme cuenta de que lo que veía en su exterior no concordaba con lo que lograba ver en su interior.

-María -le dije finalmente-, ¿alguna vez, has llorado mientras estás sola o antes de quedarte dormida, debido a que te sientes mal contigo misma y quisieras ser otra persona?

María comenzó a llorar y me preguntó que cómo sabía lo que le estaba pasando.

-Para ser sincero -le dije- He aprendido que la gente que parece tenerlo todo exteriormente, en realidad se encuentran vacíos en su interior. Podría hacerle la misma pregunta a cualquier persona en algún momento de su vida y sé que voy a obtener la misma respuesta.

Muchas veces, los seres humanos mostramos una máscara, la que nos sirve para ocultar los verdaderos sentimientos sobre nosotros mismos. El mundo sólo nos toma en cuenta si somos personas atractivas, si nos va bien en lo que hacemos o si gozamos de un nivel social elevado. De esta forma, en nuestro exterior, tendríamos todo lo que deseáramos, pero lamentablemente, esto no refleja siempre la realidad, ya que la apariencia exterior no refleja, ni produce, paz ni madurez en nuestro ser interior.

En su libro La sensación de ser alguien, Maurice Wagner, escribe sobre esta falsa creencia, utilizando una forma muy simple de comparación matemática. Nos dice que las personas creemos que una buena apariencia, más la admiración de los demás nos da como resultado una persona feliz, también dice, que pensamos que un buen rendimiento, más el cumplimiento de nuestras tareas también da como resultado una persona feliz y que creemos que un nivel social elevado más el reconocimiento de otros da el mismo resultado anterior. Pero, lamentablemente, esto no es más real que 2 + 2 son 6.

Wagner escribe:

Si tratamos de encontrar, por nuestros propios medios, la sensación de ser alguien, por nuestra apariencia física, nuestro actuar, o nivel social, siempre nos sentiríamos poco satisfechos. Cualquiera que sea la cumbre de nuestra propia identidad, conseguiremos derrumbarla rápidamente, dado que somos presionados por la hostilidad, el rechazo o la crítica, por ser examinados o por la culpabilidad, los temores y ansiedades. No podemos hacer absolutamente nada para ser amados y aceptados en forma inmediata e incondicional.

Si esto sirviera para alguien, podría haber servido para el rey Salomón, rey de Israel durante los años más prósperos de su historia. Salomón gozaba de poder, rango, riqueza, bienes y mujeres. Si una vida significativa es el resultado de una buena apariencia, la admiración, el talento, el nivel social y el reconocimiento, Salomón debería haber sido el hombre más completo que jamás haya existido.

Este rey no sólo poseía todo lo que una humanidad perdida podría esperar, también Dios le concedió más sabiduría que a cualquier otro mortal. ¿Cuál fue su final? «Vanidad de vanidades…todo es vanidad» (Eclesiastés 1:2.) Salomón deseaba encontrar el propósito y el significado de una vida sin Dios, entonces escribió un libro sobre esto. El libro de Eclesiastés nos describe lo inútil del ser humano cuando desea encontrar una vida significativa en un mundo perdido y sin Dios. Millones de personas escalan los peldaños del «éxito» y, cuando llegan a la cima, descubren que los peldaños se desviaban hacia una vía equivocada.

También tendemos a aceptar el lado negativo de la ecuación, que el éxito es igual a la satisfacción, y pensamos que si alguien no tiene nada, esta persona no tiene ninguna esperanza de ser feliz.

Aprovecho para dar un ejemplo que utilicé hace años con un estudiante:

«Imagina que a tu universidad asiste una joven con cuerpo de papá, pelo hebroso, tropieza cuando camina y tartamudea cuando habla. Tiene una fea apariencia y se esfuerza mucho en estudiar para sacar sólo notas que, en realidad, no sobresalen. ¿Tendría ella alguna esperanza de alcanzar la felicidad?»

Pensó durante un momento y me respondió que lo más probable era que ella no tuviera ninguna esperanza. Es posible que su respuesta sea correcta para el reino en la tierra, donde la gente vive sólo pensando en el plano exterior y la felicidad sólo se relaciona con una linda apariencia, relacionarse con gente importante, tener un buen trabajo y una cuenta abundante en el banco. La vida carente de estos «beneficios», frecuentemente, es igual a desesperanza.

Pero ¿qué sucede en el Reino de Dios? Las ecuaciones que dicen que el éxito es igual a la felicidad y que el fracaso es igual a la inutilidad, no existen. En el Reino de Dios todos tenemos exactamente las mismas oportunidades de tener una vida feliz, debido a que una vida significativa no es el producto de lo que tenemos o no tenemos, de lo que hemos hecho o no hemos hecho. Tú, ya eres toda una persona que tiene una vida de inmenso significado y propósito, tan sólo por lo que eres, un hijo de Dios. Lo único que existe y funciona en el Reino de Dios eres tú más Cristo que nos da como resultado la aceptación y el sentido del ser.

Si nuestra relación con Dios es la llave para la propia aceptación, ¿por qué tantos creyentes luchan contra su propia identidad, seguridad, significado, sentido de lo que vale la pena y madurez espiritual? Probablemente la primera razón sea por ignorancia. El profeta Oseas dice: «Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento» (Oseas 4:6). Pero para otras personas la razón se atribuye a la carne, la falta de arrepentimiento y fe en Dios y para otros es que han sido engañados por el padre de las mentiras. Este engaño llegó a mí hace algunos años, cuando orientaba a una joven cristiana que estaba siendo víctima de una opresión satánica:

-¿Quién eres? -le pregunté.

-Soy malvada -respondió ella 

-No eres mala, ¿cómo podría una hija de DIOS ser malvada? 

¿Te ves a ti misma como una mala persona? 

Entonces ella asintió con la cabeza.

Posiblemente, había hecho cosas malas, pero en el fondo de su ser, no era una persona malvada y esto lo comprobé por el profundo arrepentimiento que demostró después de haber pecado. Esta joven estaba basando su identidad en una ecuación equivoca­da. En vez de ver la verdad, estaba dejando que las acusaciones de Satanás la influenciaran en la percepción de sí misma.

Lamentablemente, muchos cristianos se ven envueltos en el mismo problema. Nosotros, como seres humanos, fallamos y, por lo tanto nos vemos a nosotros mismos como personas fracasadas, que sólo somos capaces de seguir fracasando durante nuestras vidas. También pecamos, y nos vemos como pecadores que solo agregan más pecado.

Hemos sido inducidos a creer que lo que hacemos determina lo que somos. Este pensamiento erróneo nos lleva a sentirnos rodeados por desesperanza y más derrota.

LO ÚNICO QUE EXISTE Y FUNCIONA

EN EL REINO DE DIOS ERES TÚ MÁS CRISTO, QUE NOS DA CÓMO RESULTADO LA ACEPTACIÓN Y EL SENTIDO DEL SER.

Pero, por otro lado, »El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16). Dios quiere que sepamos quiénes somos para comenzar a vivir en consecuencia. Ser un hijo de Dios, o sea, estar vivo y libre en Cristo, debería determinar lo que hacemos. Estamos ocupados en nuestra salvación (Filipenses 2:12), no trabajando por ella.

LA CREACIÓN ORIGINAL

Para comprender el Evangelio y quiénes somos en Cristo, necesitamos tomar en cuenta la importancia de la Creación y la subsiguiente caída de la humanidad (Ver la figura 1-A). En Génesis 2:7 leemos: »Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente». Esta combinación de polvo de tierra y aliento de vida es lo que forma al ser humano.

Muchos teólogos han discutido acerca de los miembros de la raza de Adán. Algunos sostienen que esta raza está constituida de 2 ó 3 partes. Esta tricotomía sería: cuerpo, alma (que incluye la mente, emociones y voluntad) y espíritu. Por otro lado, hay otros que creen en la dicotomía del ser humano, y esta estaría constituida por una parte material y una parte no material, o sea, una identidad exterior y otra interna. Dicen que el alma y el espíritu son exactamente lo mismo.

Para terminar con el problema, describiremos quiénes somos desde una perspectiva realmente eficaz. Basta con decir que contamos con una parte externa, es decir, con un cuerpo, el que se relaciona con el mundo a través de sus cinco sentidos, y por último, contamos con una parte interna, la que se relaciona con Dios y está hecha conforme a Su imagen (Génesis 1:26,27). Ser creados conforme a la imagen de Dios nos da la capacidad de elegir, de pensar y de sentir. Una vez que Dios sopló en su nariz aliento de vida, Adán estuvo física y espiritualmente vivo.

Físicamente vivo

La vida física que hemos heredado de Adán la podemos encontrar descrita en el Nuevo Testamento, por el vocablo bios. Bias describe la unión de tu cuerpo físico con tu parte no materialmente, emociones y voluntad. Estar vivos físicamente significa que el alma o el alma/espíritu se encuentra en unión con el cuerpo y, la muerte física significa su separación del cuerpo transitorio.

En la Biblia, morir significa «ser separado de» y vivir, «estar en unión con». Pablo dice que estar ausente del cuerpo es estar presente en el Señor (ver 2 Corintios 5:8). Obviamente, lo que somos abarca mucho más que nuestro cuerpo material, ya que, este es dejado atrás cuando morimos físicamente, pero de todas maneras estaremos presentes en el Señor. 

A pesar de que nuestra identidad va más allá de lo físico, no podríamos vivir sin el cuerpo, es decir, nuestra parte no material necesita de la material para sobrevivir en este mundo. 

Podríamos decir, como ejemplo, que nuestro cerebro es como e! hardware de una computadora y nuestra mente, no material, es como e! software. Un computador necesita el software para funcionar y, a su vez, e! software necesita de la computadora. Necesitamos de nuestro cerebro físico para controlar movimientos y reacciones, pero también necesitamos de nuestra mente no material para razonar y realizar juicios valorativos. Nuestro cerebro no podría funcionar independientemente a como ha sido programado. El más fino cerebro humano no puede lograr nada dentro de un cuerpo que no posee la mente. Nuestra mente puede puede estar perfectamente programada, pero si nuestro cerebro sufre alguna enfermedad como la de Alzheimer, no podríamos desarrollarnos bien como personas.

Durante el tiempo que vivamos en el mundo, tendremos que hacerlo en un cuerpo físico. Por tanto, cuidaremos de nuestros cuerpos lo mejor que podamos ejercitándonos, comiendo correctamente, etc. Pero la verdad es que nuestro físico, a medida que el tiempo pasa, se deteriora y decae. No luzco igual a como lucía 20 años atrás, y no tengo gran expectativa para los próximos 20 años. En 2 Corintios 5:1-4, Pablo dice que el cuerpo de un creyente es un tabernáculo temporal donde mora nuestra alma. Usando esta ilustración, tengo que confesar que ¡los soportes de mi tabernáculo se están cayendo, y mis costuras se están deshaciendo! A mi edad, estoy contento de saber que soy más que este simple traje desechable que uso aquí en la tierra.

Espiritualmente vivo

También hemos heredado de Adán la capacidad de una vida espiritual. Pablo escribe: «Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2 Corintios 4:16). Aquí, él se refiere a la vida espiritual de! creyente, la que no envejece ni se deteriora como la cáscara del exterior. Estar espiritualmente vivo -definido en el Nuevo Testamento por el vocablo zoe — significa que el alma o el alma/espíritu está viva en unión con Dios. Esa es la condición en que fue creado Adán, física y espiritualmente vivo, en unión perfecta con Dios.

Para los cristianos, estar espiritualmente vivos es estar en unión con Dios. La vida espiritual se refleja más en el Nuevo Testamento como «estar en Cristo» o «en Él». Como Adán, fuimos creados para estar en unión con Dios. Como veremos en los próximos capítulos, Adán pecó y, por eso, esta unión se rompió. Por esto, el plan eterno de Dios fue tener a la humanidad consigo nuevamente y, restaurar la unión que Él compartía con Adán en el tiempo de la Creación. Esta restauración de la unión con Dios, la encontramos «en Cristo» y esto es lo que nos define como hijos de Dios.

Significado

Durante la creación original, la humanidad tenía un propósito divino. El hombre tenía dominio sobre todas las criaturas: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1:26,27).

Adán no tenía que buscar un significado, todo eso era resultado de la creación misma. Satanás debió arrastrarse sobre su vientre como una serpiente ante la presencia de Dios, entonces, después que Adán pecó y perdió la relación que sostenía con Dios, usurpó la autoridad entregada a Adán y a sus descendientes.

Protección y seguridad

Adán no sólo tenía sentido de significado, también disfrutaba de protección y seguridad. Todas sus necesidades eran satisfechas.

Génesis 1:29,30 dice: «Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, ya todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así’. Todo lo que Adán necesitaba se encontraba en el Huerto. Todas sus necesidades estaban provistas. Él podría comer del árbol de la vida y vivir para siempre. Se encontraba protegido y seguro en la presencia de Dios.

Pertenencia

Adán aparentemente disfrutaba de una comunión íntima, uno a uno, con Dios, pero algo sucedió. «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que e! hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él» (Génesis 2:18). Adán y Eva, no solamente pertenecían a Dios, a su vez, se pertenecían el uno al otro. Cuando Dios crea a Eva se consolida una relación humana de gran significado entre ella y Adán, una relación abierta y compartida el uno con el otro. Ambos se encontraban desnudos y no sentían vergüenza, ya que no tenían nada que esconder, porque sus cuerpos eran limpios. Dios creó al hombre ya la mujer y les dijo que fructificaran y se multiplicaran. Ellos podrían, abiertamente, haber tenido una relación sexual en la presencia de Dios.

LOS EFECTOS DE LA CAÍDA

Lamentablemente, el marco ideal que se vivía en el Jardín del Edén fue quebrantado. Génesis 3 nos lleva a la triste historia que Adán y Eva tuvieron que vivir al perder su relación con Dios debido al pecado. Los efectos de su caída fueron dramáticos inmediatos y de largo alcance. Efectos que provocaron consecuencias para todos los miembros del género humano.

Muerte espiritual

¿Qué sucedió con Adán y Eva espiritualmente luego de su caída? Murieron. Su unión con Dios fue dañada y fueron separados de Él. Dios específicamente había dicho: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2:17). Así, en cuanto comieron, murieron.

¿Murieron físicamente? No de forma inmediata, a pesar de que la muerte física debería ser, también, consecuencia de la Caída. Adán y Eva murieron espiritualmente, fueron separados de la presencia de Dios Físicamente, fueron echados del Jardín del Edén: «Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:24). Algunos creen que este acto conserva un camino de regreso como plan de Dios para una salvación revelada.

LOS EFECTOS DE LA CAÍDA 

Génesis 3:8-4:9

Así como nosotros heredamos la vida física de nuestros primeros padres, también heredamos su muerte espiritual (Romanos 5:12; 1 Corintios 15:21,22). Por lo tanto, todo ser humano venido a este mundo, nace físicamente vivo, pero espiritualmente muerto y separado de Dios (ver Efesios 2:1).

Pérdida del conocimiento de quién es Dios

¿Qué efectos produjo la Caída en la mente de Adán? Él y Eva perdieron la verdadera percepción de lo real y perdieron también el conocimiento de quién es Dios. Leemos en Génesis 3:7,8 que ellos trataron de esconderse de Dios. Esto nos revela que ya no sabían quién era Dios, porque ¿cómo podemos escondernos de su omnipresencia? Pablo nos describe el pensamiento errado de quienes no le conocen «teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón» (Efesios 4:18).

En esencia, cuando Adán y Eva pecaron perdieron el verdadero conocimiento de Dios. En el designio original de Dios, el conocimiento era una relación. Para los hebreos, el conocimiento de Dios, implica una relación íntima y personal con Él. Por ejemplo, »Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió» (Génesis 4:1). Sin embargo, nosotros, por lo general, no comparamos un conocimiento de alguien con la intimidad personal. Cuando ellos pecaron y fueron desterrados del Jardín, Adán y Eva perdieron su relación con Dios y el conocimiento de Él, lo que había sido intrínseco a la relación.

En nuestro estado no regenerado, quizá sabemos algo acerca de Dios, pero en realidad no le conocemos, ya que no tenemos ninguna relación con Él. «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Corintios 2:14).

La necesidad de tener una relación con Dios para poder conocerlo, está claramente expuesto en el anuncio de Juan: «Y aquel Verbo» lLagas en griego) «fue hecho carne» (Juan 1:14). Este anuncio tiene un gran significado en un mundo profundamente influenciado por la antigua filosofía griega. Para los filósofos griegos, lagos representa la forma más alta de conocimiento filosófico. Al decir que el Verbo fue hecho carne significa que lagos es encarnado, ese conocimiento definitivo llega a ser personal y relacional. Jesús encarna la verdad, porque Él es la verdad. No podemos separar su Palabra de lo que Él es. En hebreo dabar, significa «palabra», que, también, expresa la indiscutible sabiduría de Dios.

En el Evangelio de Juan, podemos encontrar estas dos culturas y estos dos conceptos juntos en Cristo.

LA VERDAD (CRISTO y SU PALABRA) DEBERÍA HACERNOS LIBRES Y PERMITIRNOS

SER CONFORME A LA IMAGEN DE DIOS.

Dios nos dice, por medio de Juan, que el verdadero conocimiento de Dios, el conocimiento que sólo se descubre a través de una relación personal con Él, lo podemos alcanzar, ahora, en la tierra, ya que Dios se hizo carne –Cristo Jesús. Con Cristo, podemos conocer a Dios en forma personal, porque hemos recibido «La mente de Cristo» en nuestro ser interior para salvación (1 Corintios 2:16).

Esta verdad tiene una profunda importancia en la educación cristiana. Por ejemplo, el conocimiento del mundo occidental no es más que una recopilación de datos. Esta clase de conocimiento nos envanece, pero el amor nos edifica (1 Corintios 8:1). Pablo dice: «Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida» (1 Timoteo 1:5). La verdad (Cristo y su Palabra) debería hacernos libres y permitirnos ser conforme a la imagen de Dios. «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35).

Emociones negativas que nos dominan

Adán y Eva, aparte de estar enceguecidos con relación a su entendimiento, también llegaron a ser personas temerosas y angustiadas. Miedo, es el primer sentimiento que aparece luego de la caída de la humanidad (Génesis 3:10). El temor a nadie más que a Dios, es reacíprocamente, exclusivo de la fe en Él. ¿Por qué el temor a Dios es el primer paso para alcanzar sabiduría y cómo este temor echa fuera todos los demás temores? (Ver Proverbios 9:10.)

Mientras escribía el libro «Libre del miedo», con mi colega Rich Miller, me di cuenta que vivimos en una «era de angustia». En el mundo, la gente se encuentra paralizada por el miedo a todo y a todos, excepto a Dios. Chuck Colson dijo: «Para que la iglesia de occidente viva, debe resolver sus crisis de identidad, quedarse en la verdad, renovar su visión… y, más que cualquier otra cosa, necesita recobrar el temor a Dios».2

Otros sentimientos que provienen del pecado son la vergüenza y la culpabilidad. Antes que Adán y Eva desobedecieran a Dios, estaban desnudos y no sentían vergüenza (Génesis 2:25). Dios los había creado como seres sexuales. Sus órganos sexuales y su actividad sexual eran sagrados. Pero, cuando pecaron sintieron vergüenza de estar desnudos y tuvieron que cubrirse (ver 3:7). La mayoría de las personas usan máscaras para ocultar lo que en realidad hay en su interior y viven con el miedo de que alguien los descubra. Cuando a una persona la dominan la culpabilidad y la vergüenza, es poco probable que se revele ante los demás.

Asimismo, la depresión y la ira en el ser humano son resultados de la Caída. Cuando Caín presenta su ofrenda, por alguna razón Dios no miró con agrado a él ni a su ofrenda. «Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él» (Génesis 4:5,7).

¿Por qué Caín sentía ira y depresión? Porque no había hecho lo correcto. En otras palabras Dios dice: »Si sientes que no vas por un buen camino, conduce tu camino a los buenos sentimientos», y Jesús dijo: »Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis» (Juan 13:17).

Mientras investigaba y escribía el libro «Reencuentro con la esperanza», noté que la gente sufre una «epidemia de melancolía» durante esta «era de angustia». La depresión es un mal tan común que, en el ambiente médico, le llaman el «resfrío común» de las enfermedades mentales. Incluso, en Estados Unidos el número de visitas a doctores, con un diagnóstico que resulta ser depresión, llegó a aumentar al doble entre 1985 y 1995, también adquiere un incremento aún mayor en el siglo veinte.

Demasiadas posibilidades de elección

El pecado de Adán y Eva, también afectó su capacidad de elección. Ambos tenían solo una posibilidad de hacer una mala elección en el Jardín del Edén. Todo lo que hicieran estaba correcto, excepto comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:16,17). Ellos tenían la posibilidad de tomar una miríada de buenas elecciones y, sólo una de tomar una mala -¡Tan sólo una mala decisión!

Finalmente, sin embargo tomaron esa elección equivocada. Debido a esa mala elección, todos estamos enfrentados, día a día, a millones de buenas y malas elecciones. Aparte del poder del Espíritu Santo en nuestras vidas, el poder más grande que poseemos es el poder de elección. Podemos elegir orar o no orar, leer nuestra Biblia o no leerla, asistir a la iglesia o no asistir, es decir, podemos elegir andar en la carne o en el Espíritu.

Los atributos se vuelven necesidades

Otra gran consecuencia del pecado es que los atributos de la humanidad, antes de la Caída, llegan a ser grandes necesidades después de ella. Esto, específicamente, ocurre en 3 áreas, que hasta el día de hoy están vigentes en nuestras vidas.

  1. La aceptación fue reemplazada por el rechazo; por eso, tenemos la necesidad de pertenencia. Incluso, antes de la Caída, Adán sentía la necesidad de pertenencia. Su necesidad de pertenecer a Dios estaba satisfecha con su compañía en el Jardín. Pero de todas las cosas que eran buenas en ese Jardín la única «no buena» era que Adán se encontraba solo (Génesis 2:18). Así es como Dios crea a Eva y satisface la necesidad de Adán.

Aunque el pecado de Adán y Eva los alejó de Dios y, también, trajo conflictos dentro de las relaciones humanas, aún experimentamos una necesidad de pertenencia. Aunque la gente tenga un encuentro verdadero con Cristo y satisfaga su necesidad de pertenecer a Él, necesitan sentirse aceptadas en el círculo social del pueblo de Dios.

Si la iglesia no da la oportunidad de fortalecer la amistad entre sus miembros, terminarán buscándola fuera de la iglesia. Quienes han estudiado las tendencias de crecimiento de la iglesia, aseguran que pueden hacer que la gente encuentre a Cristo, pero si no logran que nazca una amistad entre sus miembros, lamentablemente, la iglesia los perderá en poco tiempo. La unión espiritual en Cristo -llamada koinonia en el Nuevo Testamento- no es sólo algo bonito que la iglesia debe proveer; sino que es una necesidad que tiene que proveer.

Nadie entenderá el poder de las presiones sociales en nuestra cultura, hasta que comprenda la necesidad legítima de pertenencia y el temor al rechazo que todos compartimos.

  1. La inocencia fue reemplazada por la culpabilidad y la vergüenza, de ahí nace la necesidad de reconstruir el sentimiento de merecer. Los expertos que trabajan ayudando a otras personas a resolver sus problemas, concuerdan que la humanidad sufre y lucha con la sensación de que no vale la pena. La crisis de identidad y la imagen negativa de sí mismo ha sido el drama de la humanidad desde la Caída. El consejo del mundo secular de elevarnos mutuamente el ego y de levantarnos a nosotros mismos por nuestros propios medios, no es una respuesta satisfactoria. Nuestro sentido del valor no es algo relacionado con dotación, talentos, inteligencia o belleza. El sentido del valor personal proviene de entender que somos hijos de Dios y del crecimiento de nuestro carácter. Hablaremos sobre la dimensión de nuestra identidad en Cristo y cómo esto ayuda a nuestro sentido del valor personal en los capítulos siguientes.
  2. El dominio fue reemplazado por la debilidad y la falta de ayuda, por eso necesitamos fuerza y autocontrol. La gente tiende a controlar estas necesidades disciplinándose a sí mismas, o bien, buscan controlar y manipular a otros. Pero nadie está más inseguro y enfermo que los mismos controladores, ya que, erróneamente creen que pueden controlar y manipular situaciones e incluso personas. En otras palabras, juegan a ser Dios. El fruto del Espíritu no es controlar situaciones, en realidad es e! propio control (Gálatas 5:23).

Por otro lado, los esfuerzos extremos por alcanzar el dominio propio sin la gracia de Dios, siempre, terminan en intentos de perfección o legalismo, con el resultado de la autodestrucción. El mundo nos hace pensar que «somos amos de nuestro destino y capitanes de nuestra alma», pero esto no es cierto. El alma humana no está hecha para funcionar como un amo. No podemos servir a Dios y a las riquezas a la vez, si lo hacemos nos engañamos y nos servimos a nosotros mismos (Mateo 6:24).

Toda tentación es un intento de Satanás para hacer que vivamos separados de Dios, nos tienta como lo hizo con Jesús y lo hace apelando a nuestras necesidades básicas y elementales. La pregunta es: ¿Serán estas necesidades satisfechas por el mundo, la carne y el diablo; o serán satisfechas por Dios, quien prometió suplirlas todas «conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús?» (Filipenses 4:19). Nuestra necesidad más importante es la de sentirnos necesarios y esta necesidad es la más maravillosamente satisfecha cuando estamos en Cristo. 

QUIÉN SOY EN CRISTO

Soy aceptado: 

Juan 1:12                    Soy hijo de Dios.

Juan 15:15                  Soy amigo de Cristo.

Romanos 5:1              He sido justificado.

1 Corintios 6:17          Estoy unido al Señor y en espíritu soy uno con ÉL

1 Corintios 6:20         He sido comprado con precio. Pertenezco a Dios.    

1 Corintios 12:27        Soy miembro del cuerpo de Cristo.

Efesios 1:1                   Soy santo.

Efesios 1:5                  Fui adoptado como hijo de Dios. 

Efesios 2:18                Tengo directo acceso a Dios por medio del Espíritu Santo.

Colosenses 1:14          He sido redimido y perdonado de todos mis pecados.

Colosenses 2:10          Estoy completo en Cristo.

Me siento seguro: 

Romanos 8:1,2               Estoy libre de condenación.

Romanos 8:28               Estoy seguro que las cosas resultarán para bien. 

Romanos 8:31-34         No me pueden separar del amor de Dios.

Romanos 8:35-39        No me pueden separar del amor de Dios.

2 Corintios 1:21,22      He sido creado, ungido y sellado por Dios. 

Filipenses 1:6             Estoy persuadido que la buena obra que Dios comenzó en mí será perfeccionada.

Filipenses 3:20           Soy ciudadano del cielo.

Colosenses 3:3           Estoy escondido con Cristo en Dios. 

2 Timoteo 1:7             No tengo un espíritu temeroso, sino de poder, amor y dominio propio.

Hebreos 4:16            Puedo encontrar gracia y misericordia en tiempo de angustia.

1 Juan 5:18             Soy hijo de Dios y el diablo no puede alcanzarme

Soy importante: 

Mateo 5:13,14                 Soy la sal y la luz de la tierra.

Juan 15:1,5                      Soy rama de la verdadera vid, un canal de su vida.

Juan 15:16                       Fui elegido para ser fruto.

Hechos 1:8                       Soy testigo personal de Cristo

1 Corintios 3:16               Soy templo de Dios.

2 Corintios 5:17-21        Soy ministro de reconciliación de Dios.

2 Corintios 6: l               Soy colaborador de Cristo (Ver l Corintios 3:9). 

Efesios 2:6                      Estoy sentado con Cristo en lugares celestiales.

Efesios 2:10                    Soy un trabajador de Cristo.

Efesios 3:12                    Tengo acceso a Dios con seguridad y confianza. 

Filipenses 4:13               Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

 

NOTAS:

  1. Maurice Wagner, The Sensation ofBeingSomebody (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1975), p. 163.
  2. Neil T. Anderson y Rich Miller, Freedom From Fear, (Eugene, Oreg.: Harvest House, 1m). Publicado en español por Editorial Unilit con el título «Libre del miedo».
  3. Neil T. Anderson, Finding Hope Again (Regal Books, 1999, Ventura, CaliE Publicado en español por Editorial Unilit con el título «Reencuentro con la esperanza»