La vida cristiana normal de la iglesia capitulo 3 Watchman Nee PDF
LOS ANCIANOS DESIGNADOS POR LOS APOSTOLES
CAPÍTULO TRES
LOS ANCIANOS NOMBRADOS POR LOS APÓSTOLES
La palabra “ancianos” es una designación de origen antiguo testamentario. Encontramos que se hace referencia en el Antiguo Testamento a los ancianos de Israel y también a los ancianos de diferentes ciudades. En los Evangelios encontramos nuevamente el término, pero todavía en relación con los israelitas. Aun los ancianos mencionados en la primera parte de Hechos son del orden del Antiguo Testamento (4:5, 8, 23; 6:12). ¿Cuándo fueron instituidos los ancianos en la iglesia por vez primera? Hechos 11:30 se refiere a ellos en relación con la iglesia en Jerusalén, y ésta es la primera mención de ancianos en relación con alguna iglesia; pero, aunque se menciona su existencia, nada se dice de su origen. No es sino hasta Hechos 14:23, cuando leemos de Pablo y Bernabé que regresaban de su primer viaje misionero, que descubrimos quiénes son, cómo fueron nombrados, y por quién. “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor”.
EL NOMBRAMIENTO
Hemos visto que los apóstoles mismos no podían quedarse con los nuevos creyentes para pastorearlos y tomar la responsabilidad de la obra localmente. Entonces, ¿cómo se cuidaba de los nuevos conversos y cómo se efectuaba la obra? Los apóstoles no pidieron que se enviara hombres desde Antioquía para pastorear los rebaños, ni se quedó uno de ellos para llevar la carga de las iglesias locales. Lo que hicieron fue sencillamente esto: “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído” (v. 23). Dondequiera que fundaron una iglesia en su viaje de ida, nombraron ancianos en su viaje de regreso. Ellos no esperaron hasta que se alcanzara una norma arbitraria antes de nombrar ancianos en una iglesia, sino que “en cada iglesia” escogieron a algunos de los miembros más maduros para cuidar de sus compañeros en la fe. El procedimiento apostólico era muy sencillo. Los apóstoles visitaban un lugar, fundaban una iglesia, dejaban aquella iglesia por un tiempo, y luego regresaban para establecerla. En el intervalo, ciertos desarrollos naturalmente ocurrirían. Al salir los apóstoles, algunos de los creyentes confesos saldrían también. Otros continuarían asistiendo a las reuniones, y se evidenciaría que eran verdaderamente del Señor pero sin lograr ningún progreso apreciable. Otros además proseguirían con ahínco en el conocimiento del Señor y mostrarían consideración verdadera en cuanto a los intereses del Señor. Aquellos que tenían más vida espiritual que otros, espontáneamente vendrían al frente y tomarían responsabilidad por sus hermanos más débiles. Era porque se había evidenciado que ellos eran ancianos que los apóstoles les nombraron para ocupar el oficio de ancianos, y era su deber pastorear e instruir a los otros creyentes, así como dirigir y controlar los asuntos prácticos de la iglesia. Los apóstoles no fijaron residencia en ningún lugar ni asumieron la responsabilidad de la iglesia local, sino que en cada iglesia que fundaron escogieron de entre los creyentes locales personas fíeles a quienes se les pudiera confiar tal responsabilidad. Cuando habían escogido ancianos en cada iglesia, los encomendaban al Señor con oración y ayuno, de la misma manera que, con oración y ayuno, ellos mismos habían sido encomendados al Señor por los profetas y maestros cuando fueron enviados para su ministerio apostólico. Si esta entrega de los ancianos al Señor ha de tener valor espiritual, y no ha de ser una simple ceremonia oficial, se necesitará un conocimiento vital del Señor por parte de los apóstoles. Es fácil llegar a estar tan ocupado con los problemas y necesidades de la situación, que uno por instinto toma la carga sobre sí mismo, aunque reconozca la verdad de que el Señor es responsable de Su iglesia. No debemos conocer en una mera forma intelectual a Cristo como Cabeza de Su iglesia, si es que hemos de dejar que toda su administración pase de nuestras manos desde el mismo principio. Solamente una absoluta desconfianza en sí mismos, y una confianza viva en Dios, podían capacitar a los primeros apóstoles a poner los asuntos de cada iglesia local en manos de hombres locales que apenas recientemente habían llegado a conocer al Señor. Todos aquellos que están ocupados en la obra apostólica y están tratando de seguir el ejemplo que los primeros apóstoles nos dieron de dejar el manejo de las iglesias a los ancianos locales, deben estar equipados espiritualmente para la tarea, porque si las cosas salen de las manos humanas y no son entregadas en fe a las manos divinas, el resultado será un desastre. ¡Cómo necesitamos una fe viva y un conocimiento vivo del Dios vivo! La palabra de Dios aclara el punto de que el cuidado de una iglesia no es tarea de los apóstoles, sino de los ancianos. Aunque Pablo se detuvo en Corinto por más de un año, en Roma por dos, y en Efeso por tres años, con todo, en ninguno de esos lugares asumió él la responsabilidad por la obra de la iglesia local. En las Escrituras leemos acerca de los ancianos de Efeso pero nunca de los apóstoles de Efeso. No encontramos mención alguna de los apóstoles de Filipos, pero sí encontramos referencia a los obispos de Filipos. Los apóstoles son responsables de su propio ministerio, pero no de las iglesias que son el fruto de su ministerio. Todo el fruto de la obra de los apóstoles tenía que ser entregado al cuidado de los ancianos locales. En el plan de Dios se han proporcionado los medios para la edificación de las iglesias locales, y en ese plan los pastores tienen un lugar, pero nunca fue la idea de Dios que los apóstoles asumieran el papel de pastores. Su propósito era que los apóstoles fueran responsables de la obra en diferentes lugares, mientras que los ancianos tendrían la responsabilidad en un lugar. La característica de un apóstol es ir; la característica de un anciano es permanecer. No es necesario que los ancianos renuncien a sus profesiones ordinarias y se entreguen exclusivamente a sus deberes relacionados con la iglesia. Sencillamente son hombres locales que siguen sus ocupaciones cotidianas y al mismo tiempo tienen responsabilidades especiales en la iglesia. Si llegan a aumentar los asuntos locales, pueden dedicarse por completo a la obra espiritual, pero la característica de un anciano no es que sea “un obrero cristiano a tiempo completo”. Simplemente, como hermano local, tiene responsabilidad en la iglesia local. La localidad determina el límite de una iglesia y es por esa razón que los ancianos siempre son escogidos de entre los creyentes más maduros en el lugar y no son trasladados de otros lugares. Así se preserva el carácter local de las iglesias de Dios, y por consecuencia, también su gobierno independiente y su unidad espiritual. En conformidad con la concepción general, uno pensaría que seria necesario que pasara un período considerable de tiempo entre la fundación de una iglesia y el nombramiento de ancianos, pero eso no está de acuerdo con el modelo divino. La primera jira misionera de los apóstoles se llevó a cabo en menos de dos años, y durante ese tiempo los apóstoles predicaron el evangelio, condujeron pecadores al Señor, formaron iglesias y nombraron ancianos dondequiera que se había formado una iglesia. Los ancianos fueron escogidos en el viaje de regreso de los apóstoles, no en su primera visita a ningún lugar; pero el intervalo entre ambas visitas nunca fue largo; cuando mucho fue cuestión de meses. En su viaje de regreso los apóstoles naturalmente encontrarían que algunos lugares habían progresado más favorablemente que otros, pero no razonaron que por causa del estado pobre de alguna iglesia ellos harían una excepción y no nombrarían ancianos. Nombraron ancianos en cada iglesia. Algunos podrían preguntar: “Si todos los miembros de una iglesia están en una pobre condición espiritual, ¿cómo es posible nombrar ancianos de entre ellos?” El problema de muchos tal vez sería resuelto si consideran la implicación del vocablo “anciano”. La existencia de un anciano supone la existencia de uno menor o más joven. La palabra “anciano” es relativa, no absoluta. Entre un grupo de hombres de setenta y nueve años de edad se necesita a un hombre de ochenta para que sea su anciano, pero sólo se necesita a un niño de ocho años para que sea “anciano” de un grupo de niños de siete años. Aun entre los que carecen de madurez espiritual debe de haber aquellos que, en comparación con los otros, tienen más madurez y tienen potencial espiritual, que es el único requisito para ser anciano de ellos. Una iglesia puede estar muy lejos de ser ideal, pero no por eso podemos privarla de su estado de iglesia. Nuestra responsabilidad es ministrarle a ella y así tratar de acercarla más al ideal. Igualmente, aun las personas comparativamente más avanzadas en una localidad quizá no lleguen al ideal de ancianos, pero no por eso podemos privarlos de su estado de ancianos. Comparados con los ancianos en otros lugares ellos pueden parecer muy inmaduros, pero si ellos están más avanzados que los otros creyentes de la misma localidad, entonces, en su propia iglesia, son ancianos. Debemos recordar que conforme a las Escrituras el oficio de anciano está limitado a una localidad. El ser anciano en Nanking no capacita a una persona para que sea anciano en Shangai; pero, aun cuando su estado espiritual diste mucho de lo que debiera ser, siempre que esté más avanzado que sus compañeros en la fe en la misma iglesia, está capacitado para ser un anciano allí. Sólo se puede tener ancianos ejemplares donde se encuentra una iglesia ejemplar. Donde hay una iglesia inmadura, los ancianos naturalmente serán inmaduros; donde hay una iglesia madura también serán maduros los ancianos. Los ancianos modelo del capítulo tres de 1 Timoteo y del primer capítulo de Tito han de encontrarse en las iglesias modelo. El nombramiento de hermanos comparativamente espirituales para ser ancianos es un principio establecido en la Palabra de Dios, aunque va en contra del concepto moderno. Pero aunque reconocemos este principio, no debemos intentar aplicarlo en ninguna forma legal. Eso significaría la muerte. No debemos forzar nada, sino que debemos estar continuamente dispuestos a seguir la dirección del Espíritu. El indicará el momento oportuno para el nombramiento de ancianos en cualquier iglesia. Si no hubiera dirección del Espíritu Santo, y las circunstancias no permitieran un nombramiento inmediato de ancianos en la segunda visita de los apóstoles, entonces se podría dejar a un Tito para que más tarde se encargara de su nombramiento. Este es el primer asunto tratado en el libro de Tito, y es de suma importancia. Pablo le da órdenes a Tito para que establezca ancianos en cada ciudad en Creta (Tit. 1:5). En el nombramiento de ancianos, los apóstoles no siguieron sus preferencias personales: nombraron solamente a aquellos que ya habían sido escogidos por Dios. Por eso Pablo podía decir a los ancianos de Efeso: “El Espíritu Santo os ha puesto por obispos” (Hch. 20:28). Los apóstoles no tomaron la iniciativa en el asunto. Ellos simplemente establecieron como ancianos a aquellos a quienes el Espíritu Santo ya había hecho sobreveedores en la iglesia. En una organización hecha por hombre, el nombramiento de un individuo a un oficio lo autoriza a ocuparlo; pero no es así en la iglesia de Dios. Allí todo está sobre una base espiritual, y es exclusivamente el nombramiento divino lo que capacita a un hombre para ocupar un oficio. Si el Espíritu Santo no hace a los hombres obispos, entonces nunca podrá hacerlo ningún nombramiento apostólico. En la iglesia de Dios todo está bajo la soberanía del Espíritu; el hombre queda eliminado. Los ancianos no son hombres que se creen capaces de controlar los asuntos de la iglesia, ni hombres a quienes los apóstoles consideren apropiados, sino hombres a quienes el Espíritu Santo ha puesto para ser sobreveedores en la iglesia. A aquellos que el Espíritu escoge para ser pastores del rebaño, a ellos también les da la gracia y los dones para capacitarlos para llevar la dirección espiritual. Es su llamamiento espiritual y su equipo espiritual, no su nombramiento oficial, lo que les constituye ancianos. En un sentido espiritual ya son ancianos antes de tener la posición oficialmente, y es porque son en realidad ancianos que son públicamente nombrados para ser ancianos. En la iglesia primitiva era el Espíritu Santo quien primeramente señalaba Su elección de ancianos; luego los apóstoles confirmaban el escogimiento al nombrarlos para el oficio.
APÓSTOLES Y ANCIANOS
Los ancianos eran hombres locales nombrados para cuidar de los asuntos de la iglesia local. Su jurisdicción estaba limitada por la localidad. Un anciano en Efeso no era anciano en Esmirna, y un anciano en Esmirna no era anciano en Efeso. En las Escrituras no hay apóstoles locales, ni tampoco ancianos extralocales; todos los ancianos son locales, y todos los apóstoles son extra-locales. En ningún punto habla la Palabra de Dios de que los apóstoles atendían los negocios de una iglesia local, y en ningún lado nos dice que los ancianos estaban manejando los asuntos de varias iglesias locales. Los apóstoles eran los ministros de todas las iglesias, pero no controlaban ninguna. Los ancianos estaban limitados a una iglesia y ellos controlaban los negocios en ella. El deber de los apóstoles era fundar iglesias. Una vez que era establecida una iglesia, toda la responsabilidad era entregada a los ancianos locales, y desde aquel día los apóstoles no ejercían control alguno en sus asuntos. Toda la administración estaba en manos de los ancianos, y, si lo creían correcto, hasta se podían rehusar a que un apóstol entrara en su iglesia. Si tal cosa ocurriera, el apóstol no tendría autoridad para insistir en ser recibido, puesto que toda la autoridad local ya había pasado de sus manos a las manos de los ancianos. ¿Cómo trató Pablo con el creyente fornicario en Corinto? El no notificó a la iglesia que hubiera excomulgado al hombre. Lo más que podía hacer era instruir a sus miembros con relación a la gravedad de la situación y tratar de amonestarlos para que quitaran al hombre perverso de en medio de ellos (1 Co. 5:13). Si la iglesia estaba espiritualmente sana, ellos le pondrían atención a Pablo; pero si hacían caso omiso de sus exhortaciones, aunque ellos estarían errados espiritualmente, no lo estarían legalmente. En el caso de que ellos menospreciaran su consejo, Pablo sólo podría afirmar su autoridad espiritual en la situación. En el nombre del Señor Jesús él podría hacer que “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne” (v. 5). No tenía él autoridad oficial alguna para disciplinarle, pero tenía autoridad espiritual para enfrentar el caso. Tenía su “vara” espiritual. Los asuntos de la iglesia local son totalmente independientes de los apóstoles. Una vez que los ancianos han sido nombrados, todo control pasa a las manos de ellos, y aunque todavía pueda un apóstol instruir y persuadir, nunca puede intervenir. Mas esto no le impedía a Pablo hablar con autoridad a los corintios. Aun un lector casual ha de notar cuán autoritarias son sus declaraciones en ambas epístolas. Era completamente de su competencia juzgar en cuanto a las cuestiones doctrinales y morales, y al hacerlo Pablo era muy enfático; pero la ejecución de tales juicios no era de su competencia; era completamente un asunto de la iglesia local. Un apóstol puede enfrentarse a los desórdenes en una iglesia siempre que se busque su consejo y ayuda, como fue en el caso de Pablo y la iglesia en Corinto. Fue debido a sus preguntas que él podía decirles: “Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere” (1 Co. 11:34). Pero el punto a notar aquí es que las demás cosas que Pablo se proponía poner en orden a su llegada a Corinto, serían atendidas de la misma forma que las tratadas en su epístola, y éstas habían sido tratadas doctrinalmente. De la misma manera que en su epístola él los había instruido en relación con ciertos asuntos, a su arribo los instruiría sobre los asuntos restantes; pero serían los mismos corintios, y no Pablo, quienes tendrían que enfrentarse con la situación. Puesto que Pedro y Juan eran apóstoles, ¿cómo sucedió que ellos eran ancianos de la iglesia en Jerusalén? (1 P. 5:1; 2 Jn. 1; 3 Jn. 1). Ellos eran ancianos lo mismo que apóstoles porque no sólo eran responsables de la obra en diferentes lugares, sino que también eran responsables de la iglesia en su propio lugar. Cuando salían, ministraban en calidad de apóstoles, teniendo la responsabilidad de la obra en otras partes. Cuando regresaban a casa, ejecutaban las tareas de ancianos, teniendo la responsabilidad de la iglesia local. (Sólo los apóstoles que no viajan mucho pueden ser ancianos de la iglesia en su propia localidad). Cuando Pedro y Juan estaban fuera de su propia iglesia, eran apóstoles, y cuando regresaban, eran ancianos. No era sobre la base de que eran apóstoles que eran ancianos en Jerusalén; eran ancianos allí sólo sobre el fundamento de que ellos eran hombres locales de mayor madurez espiritual que sus hermanos. No hay precedente en las Escrituras para que un apóstol visitante se arraigue como anciano en alguna iglesia que visite; pero si las circunstancias le permiten estar en casa frecuentemente, él podría ser un anciano en su propia localidad, basado en que es un hermano local. Si el carácter local de las iglesias de Dios ha de ser preservado, entonces, el carácter extra-local de los apóstoles también tiene que ser preservado. Pablo fue enviado de Antioquía y fundó una iglesia en Efeso. Sabemos que él no ocupó el oficio de anciano en ninguna iglesia, pero le hubiera sido posible ser anciano en Antioquía, no en Efeso. El estuvo tres años en Efeso, pero allí laboró en calidad de apóstol, no de anciano: es decir, no asumió responsabilidad alguna ni ejerció autoridad alguna en cuestiones locales, sino que, sencillamente, se entregó a su ministerio apostólico. Observemos cuidadosamente el hecho de que no hay ancianos en la iglesia universal ni hay apóstoles en la iglesia local.
SUS RESPONSABILIDADES
La responsabilidad de todo hombre salvo es servir al Señor de acuerdo con su capacidad y en su propia esfera. Dios no nombró a los ancianos para que llevaran a cabo la obra en lugar de sus hermanos. Después del nombramiento de los ancianos, igual que antes, todavía es el deber y el privilegio de los hermanos servir al Señor. Los ancianos también son llamados obispos (Hch. 20:28; Tit. 1:5, 7). El vocablo “anciano” se refiere a su persona; el término “obispo”, a su tarea. Obispo significa sobreveedor, y un sobreveedor no es uno que trabaja en lugar de otros, sino uno que supervisa a otros mientras ellos laboran. La intención de Dios era que cada cristiano fuera un “obrero cristiano”, y El nombró a algunos para que se encargaran de la supervisión de la obra a fin de que ésta se ejecutara eficientemente. Nunca fue Su intención que la mayoría de los creyentes se dedicaran exclusivamente a asuntos seculares y dejaran los negocios de la iglesia en manos de un grupo de especialistas espirituales. Este punto no puede enfatizarse suficientemente. Los ancianos no son un grupo de hombres contratados para realizar la obra de la iglesia a nombre de sus miembros; ellos únicamente son los que vigilan los asuntos. Es su tarea alentar a los retraídos y restringir a los más atrevidos, nunca haciendo el trabajo en lugar de ellos, sino simplemente dirigiéndolos en la ejecución del mismo. La responsabilidad de un anciano se relaciona con los asuntos temporales y los espirituales. Ellos son nombrados para “gobernar”, y también para “instruir” y “pastorear”. “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5:2-3). La Palabra de Dios usa el término “gobernar” con respecto a las responsabilidades de un anciano. El ordenamiento del gobierno de la iglesia, la administración de los asuntos prácticos, y el cuidado de las cosas materiales, están bajo su control. Pero debemos recordar que una iglesia bíblica no consiste en un grupo activo y un grupo pasivo de hermanos, el primero controlando al segundo, y el segundo simplemente sometiéndose a dicho control, o el primero llevando toda la carga mientras que el segundo se sienta con toda comodidad a gozar de los beneficios del trabajo del primero. “Que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” es el propósito de Dios para Su iglesia (1 Co. 12:25). Toda iglesia que sea conforme al corazón mismo de Dios tiene en toda su vida y actividad el sello: “los unos por los otros”. La mutualidad es su característica sobresaliente. Si los ancianos pierden de vista esto, entonces su gobierno de la iglesia pronto cambiará al señorío sobre la iglesia. Aun mientras los ancianos ejerzan control en los asuntos de la iglesia, deben recordar que son solamente co-miembros con los otros creyentes; sólo Cristo es la Cabeza. Ellos no fueron nombrados para ser señores de sus hermanos, sino ejemplos. ¿Qué es un ejemplo? Es un modelo que otros pueden seguir. Puesto que ellos debían ser un modelo para los hermanos, entonces es obvio que no era la intención de Dios que ellos hicieran todo el trabajo y los hermanos ninguno, ni tampoco que los hermanos hicieran el trabajo mientras que ellos simplemente estuvieran al lado y mandaran. Que los ancianos fueran un ejemplo para los hermanos, implicaba que los hermanos trabajaban y que los ancianos también trabajaban. Además, implicaba que los ancianos laboraban con diligencia y cuidado especial, para que los hermanos tuvieran un buen ejemplo a seguir. Ellos eran sobreveedores, pero no eran señores de sus hermanos estando aparte y mandando; y es cierto que dirigían la obra, pero lo hacían más por ejemplo que por mandato. Tal es el concepto bíblico del gobierno de los ancianos. Pero su responsabilidad no se refiere solamente al lado material de los asuntos de la iglesia. Si Dios los ha equipado de dones espirituales, entonces ellos también deberían tener responsabilidad espiritual. Pablo escribió a Timoteo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar” (1 Ti. 5:17). Es responsabilidad de todos los ancianos controlar los asuntos de la iglesia, pero aquellos que tienen dones especiales (como profecía o enseñanza) están libres para ejercitarlos para la edificación espiritual de la iglesia. Pablo escribió a Tito que un anciano debe poder “exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:9). La predicación y la enseñanza en la iglesia local no es tarea de los apóstoles, sino de los hermanos locales que están en el ministerio, especialmente si son ancianos. Como ya hemos visto, la administración de una iglesia es un asunto de responsabilidad local; así también la enseñanza y la predicación. Del lado espiritual de la obra, los ancianos ayudan a edificar la iglesia, no solamente por medio de enseñar y predicar sino por la obra pastoral. Apacentar al rebaño es especialmente la tarea de los ancianos. Pablo dijo a los ancianos de Efeso: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor” (Hch. 20:28). Y Pedro escribió en el mismo tono a los ancianos entre los santos de la dispersión: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros” (1 P. 5:2). El concepto actual de “pastores” está muy lejos del pensamiento de Dios. El pensamiento de Dios era que hombres escogidos de entre los hermanos locales pastorearan el rebaño, no que hombres provenientes de otras partes predicaran el evangelio, fundaran iglesias, y luego se establecieran allí para cuidar de esas iglesias. Un entendimiento claro de las responsabilidades respectivas de los apóstoles y ancianos despejaría muchas de las dificultades que existen en la iglesia hoy en día.
LA PLURALIDAD DE LOS ANCIANOS
Este trabajo que hemos visto de gobernar, enseñar y apacentar la grey, es el deber especial de los ancianos, y no depende de un solo hombre en ningún lugar. Tener pastores en una iglesia es bíblico pero el presente sistema pastoral no es bíblico en absoluto, es una invención del hombre. En las Escrituras vemos que siempre hay más de un anciano u obispo en una iglesia local. No es la voluntad de Dios que un creyente sea apartado de todos los otros para ocupar un lugar de preeminencia especial, mientras que los otros se sujeten pasivamente a su voluntad. Si la administración de toda la iglesia recae sobre un solo hombre, cuán fácil es que él se envanezca, estimándose sobremanera y reprimiendo a los otros hermanos (3 Jn.). Dios ha ordenado que varios ancianos compartan juntamente la obra de la iglesia, a fin de que no pueda una sola persona manejar las cosas a su propio capricho, tratando a la iglesia como su propia posesión especial y dejando impresa su personalidad sobre toda la vida y obra de esa iglesia. El poner la responsabilidad en manos de varios hermanos en vez de en manos de un individuo es la manera de Dios de salvaguardar Su iglesia contra los males que resultan de la dominación de una fuerte personalidad. El propósito de Dios es que varios hermanos juntamente tomen la responsabilidad en la iglesia, de modo que, aun en el control de los asuntos de la misma, ellos tengan que depender el uno del otro y someterse el uno al otro. Así que, en experiencia, ellos descubrirán el significado de llevar la cruz, y tendrán la oportunidad de darle expresión práctica a la verdad del Cuerpo de Cristo. Al honrarse el uno al otro y al encomendarse el uno al otro a la dirección del Espíritu, no ocupando nadie el lugar de la Cabeza, sino cada quien teniendo a los otros como co-miembros, el elemento de mutualidad, que es la característica peculiar de la iglesia, será preservado.