La ortodoxia de la iglesia PDF capitulo 6 Watchman Nee Audiolibro Book
LA IGLESIA EN SARDIS
CAPÍTULO SEIS
LA IGLESIA EN SARDIS
Lectura bíblica: Ap. 3:1-6
Hemos visto que en las postrimerías de la era apostólica se percibe cierta manera de conducirse que es propia de los nicolaítas. Una vez establecido el proceder de los nicolaítas, vimos que Pérgamo pecó grandemente al introducir el mundo en la iglesia. Después de los nicolaítas vino Jezabel y, al mismo tiempo, se infiltraron los ídolos en la iglesia. Pero he aquí algo que vale la pena destacar: en Tiatira vemos el juicio que es ejecutado sobre Jezabel, pues ella es arrojada en una cama de la que no se puede mover; también vemos que sus seguidores serán muertos a su debido tiempo. Estas profecías, sin embargo, todavía no se han cumplido, pero lo serán cuando caiga Babilonia tal como se describe en Apocalipsis 17. Así pues, la historia de Tiatira comenzó cuando Jezabel introdujo ídolos en la iglesia y concluirá cuando ella sea juzgada en el futuro. Ahora tenemos que ver una cosa: una vez que la iglesia llega a la etapa de Jezabel, en el proceso de degradación continua que se inició con los nicolaítas, Dios ya no puede tolerarla más; entonces, surge Sardis. “Sardis” significa “un remanente”. La iglesia en Sardis es, pues, la reacción de Dios a Tiatira. La historia del avivamiento de las iglesias en todo el mundo indica una reacción de parte de Dios. Siempre que el Señor da inicio a una obra de avivamiento espiritual, Él está reaccionando. En este sentido, la reacción de Dios equivale a que el hombre sea recobrado. Quisiera pedirles que siempre recuerden este principio. Sardis surge porque el Señor ha visto la condición en la que se encuentra Tiatira.
En Apocalipsis, varias de estas iglesias están en pares. Sardis está vinculada a Éfeso, Filadelfia a Esmirna y Laodicea a Pérgamo. Únicamente Tiatira permanece sola. Al dirigirse a Sardis, el Señor declara Su nombre: “El que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto” (Ap. 3:1). En la epístola dirigida a Éfeso el Señor dice que Su diestra sostiene a las siete estrellas, mientras que aquí, en la epístola a Sardis, Él declara que tiene las siete estrellas. Éfeso representa la decadencia que ocurrió después de los apóstoles, es decir, representa la transición de algo bueno a algo malo; mientras que Sardis representa el recobro efectuado a partir de Tiatira, es decir, la transición de algo malo a algo bueno. Éfeso abunda en obras, pero carece de amor; Sardis tiene nombre de que vive, pero en realidad está muerta. Así pues, estas dos iglesias forman un par. El Señor se presenta como Aquel que tiene los siete Espíritus. Los siete Espíritus de Dios son enviados al mundo por Dios para llevar a cabo Su obra, con lo cual se hace referencia a la obra que realiza la vida divina. En Éfeso las siete estrellas se refieren a los mensajeros, mientras que aquí aluden al resplandor mismo. Así pues, la obra de recobro se realiza una mitad en el Espíritu y la otra mitad en la luz.
Sardis se parece a Tiatira en el hecho de que abarca un extenso período de tiempo: desde el surgimiento de las iglesias de la Reforma hasta la segunda venida del Señor. Si bien el período que corresponde a Sardis no es tan prolongado como el de Tiatira, dicho período no sólo abarca la iglesia en los tiempos de la Reforma, sino también la historia de la iglesia posterior a la Reforma.
“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.” Tengo la certeza de que nadie negaría que Martín Lutero ha sido un siervo del Señor y que la Reforma ha sido obra de Dios. La Reforma fue una gran obra y representa la reacción divina a la situación que imperaba entonces. Ciertamente el Señor usó a Lutero como Su portavoz; él fue una persona especialmente elegida por Dios. Cuando surge Lutero, la Reforma era simple y completamente Sardis. Su propósito era únicamente llevar a cabo un recobro. El Señor no dice que la obra de Lutero no haya sido buena; más bien, Él afirma que fue incompleta. Fue una obra buena, pero no lo suficientemente buena. A los ojos del Señor, Él no pudo encontrar en ella nada que fuese completo: todo en ella es una obra inconclusa. Pero el Señor es un Señor que culmina lo que emprende, por lo cual Él requiere que haya compleción. Por este motivo, tenemos que pedirle revelación.
La cuestión de la justificación fue resuelta a raíz de Lutero. La justificación es por la fe, y tenemos paz con Dios en virtud de la fe. Lutero no solamente trajo a la luz la justificación por la fe, sino que también hizo que hubiera libre acceso a la Biblia. En Tiatira, la autoridad se halla en manos de Jezabel, o sea, en manos de la iglesia, ya que la autoridad estriba en aquello que la iglesia declara y no en la palabra del Señor. Todo depende de lo que la madre iglesia dice: todos los miembros de la Iglesia Católica Romana hacen caso a la madre iglesia. Así que el Señor afirma que aniquilará a tales “hijos”. Ustedes se fijan en la madre, pero el Señor habla de los hijos. Lutero sacó a la luz lo que el Señor dice y lo que la Biblia dice. A raíz de ello, ahora los hombres tienen acceso a la palabra de Dios y pueden entender lo que Dios mismo, no Roma, dice al respecto. Cuando tenemos libre acceso a la Biblia, toda la iglesia es iluminada.
Sin embargo, existe un problema: el protestantismo no nos legó una iglesia apropiada. Como resultado de ello, siempre que la doctrina de la justificación por la fe y el libre acceso a la Biblia eran adoptados en algún país, surgía allí una iglesia oficial bajo los auspicios del Estado. Así pues, los luteranos se convirtieron en la iglesia nacional en muchos países. Después, en Inglaterra surgió la Iglesia Anglicana como iglesia nacional. A raíz de lo sucedido en Roma, la naturaleza misma de la iglesia fue alterada. A pesar de la difusión de la doctrina de la justificación por la fe y el libre acceso a la Biblia, las iglesias protestantes todavía seguían sin comprender lo que la iglesia debía ser. Si bien las iglesias protestantes propugnaban la doctrina de la justificación por la fe y el libre acceso a la Biblia, ellas todavía seguían el ejemplo dejado por Roma y no retornaron a la iglesia de los comienzos. Así que, durante el tiempo de la Reforma la cuestión de la iglesia aún quedaba sin resolverse. Lutero no emprendió la reforma de la iglesia. El propio Lutero dijo que no debíamos pensar que bastaba con predicar la doctrina de la justificación por la fe, sino que aún había muchas otras cosas que necesitaban ser cambiadas. A pesar de ello, los miembros de las iglesias protestantes se detuvieron allí. Lutero no se detuvo, pero las iglesias protestantes se detuvieron en tales asuntos y afirmaron que eso era todo lo que necesitaba ser reformado. Si bien ellos retornaron a la fe de los comienzos de la iglesia, la iglesia misma permaneció igual. Antes de ellos sólo existía la iglesia internacional de Roma, ahora existía también la iglesia nacional de Inglaterra o la iglesia nacional de Alemania: eso era todo.
Hermanos, ¿se habían percatado de esto? La Reforma no hizo que la iglesia volviese a su condición inicial; más bien, simplemente hizo que la iglesia mundial se convirtiera en varias iglesias nacionales. Así como Tiatira es condenada por crear una iglesia mundial, Sardis es condenada por crear iglesias nacionales o estatales. “Tienes nombre de que vives, y estás muerto.” La Reforma fue un movimiento lleno de vida, pero allí todavía se alojaban muchas cosas muertas.
Posteriormente, surgieron varios grupos “disidentes”, tales como la Iglesia Presbiteriana y otros grupos parecidos. Por un lado estaba la Iglesia Católica Romana, y por otro, las iglesias protestantes. Entre las iglesias protestantes, además de aquellas establecidas en función de una determinada nación, existían también las iglesias establecidas en función de una determinada doctrina o corriente de opinión. Estos disidentes no fijan sus límites basados en la nación a la que pertenecen, sino que delimitan sus propias “fronteras” basados en ciertas doctrinas. Por ende, son dos las categorías en las que se puede clasificar a las iglesias protestantes: las iglesias de índole nacional y las iglesias de índole privada. En la actualidad resulta evidente la unión entre la iglesia y el Estado que existe en países como Alemania, Inglaterra y otros. Desde Roma se administra una iglesia que abarca el mundo entero, mientras que Gran Bretaña, Alemania, etc. son la sede de iglesias nacionales. Los reyes y jefes de estado de diversas naciones se rehúsan a acatar lo que les dice el papa de Roma, pero ellos mismos quieren que los demás los escuchen. En lo que respecta a la política, ellos quieren ser reyes; y en lo que respecta a la religión, también quieren ser reyes. Como resultado de ello surgieron las iglesias nacionales auspiciadas por sus respectivos Estados; ante lo cual, la gente jamás se preguntó cómo la Biblia describe a la iglesia. La gente, pues, no acudió a la Biblia para determinar si era bíblico o no la existencia de las iglesias nacionales. Después, también surgieron las iglesias privadas. Las iglesias privadas se establecieron a raíz de que se quiso ensalzar una determinada doctrina, al punto de que algunos se separaron de todos aquellos que no estuviesen de acuerdo con la misma. La Iglesia Bautista surgió a raíz de que alguien comprendió la doctrina concerniente al bautismo apropiado; la Iglesia Presbiteriana surgió a raíz de que alguien comprendió la doctrina concerniente al cuerpo de ancianos en la iglesia. Así pues, dichas iglesias no fueron establecidas a raíz de que alguien supiera qué es la iglesia, sino que surgieron en conformidad con un determinado sistema. Según lo que el Señor nos dice, ninguna de estas dos clases de iglesias protestantes —la nacional y la privada— ha retomado el propósito de la iglesia en sus orígenes. Esta afirmación hecha por el Señor tiene repercusiones muy significativas.
“Sé vigilante, y afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir” (v. 2). Estas palabras hacen referencia a la justificación por la fe y al libre acceso a la Biblia, así como a la medida de vida divina que la iglesia obtuvo a raíz de tales avances. Considerando toda la historia de Sardis, el Señor vio que tales cosas estaban a punto de morir y, por tanto, le dijo a Sardis: “Afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir”. Hoy en las iglesias protestantes, aun cuando se tiene libre acceso a la Biblia, los preceptos establecidos por los hombres todavía siguen vigentes. Por tanto, el Señor dijo: “No he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Mi Dios” (v. 2). Incluso lo que ellos ya han logrado es incompleto. Algunas de sus obras simplemente no han sido acabadas; eran incompletas desde un comienzo. “Acuérdate, pues, de cómo las has recibido y oído; y guárdalas, y arrepiéntete” (v. 3).
¿Acaba así la historia de las iglesias protestantes? ¡No! La historia de las iglesias protestantes es una historia de avivamientos. Cuando Lutero dio inicio a la Reforma, muchos fueron salvos, avivados y recobrados en gran manera. Una de las características de las iglesias protestantes es el “recobro” que ocurre en ellas. Ciertamente desconocemos la extensión que alcanzará la operación del Espíritu Santo. Cuando Lutero logró algunas reformas, surgió la Iglesia Luterana. Cuando salió a la luz la verdad concerniente a un cuerpo de ancianos, surgió la Iglesia Presbiteriana. Y cuando surgió el ministerio de John Wesley, fue establecida la Iglesia Metodista. Hoy en día en el mundo todavía hay infinidad de pequeñas iglesias. Ya en 1914 se podía enumerar más de mil quinientas iglesias.
Damos gracias al Señor que la iglesia en Sardis recibió frecuentemente la bendición de Dios; pero después que dicha bendición era otorgada, los hombres siempre organizaban algo que sirviera como recipiente de tal bendición. Y aunque ellos seguían gozando la bendición del Señor, la esfera de dicha bendición sólo abarcaba una extensión limitada. Las iglesias protestantes, pues, son como una copa. Al inicio de los avivamientos, la gente va donde hay agua viva. Si el Espíritu Santo se mueve en cierta dirección, las personas también van en aquella misma dirección. Ante ello, los hombres crean una copa con la esperanza de poder conservar el agua viva sin pérdida alguna. La ventaja de hacer esto es que permite que se mantenga dicha gracia, pero ello tiene como desventaja que sólo haya una copa de bendición. Esta copa estaba llena para los de la primera generación; pero para los de la segunda generación esta copa estaba llena sólo hasta la mitad, y comenzaba la confusión. Cuando surgía la tercera, la cuarta o la quinta generación, ya no había agua viva y sólo quedaba una copa vacía. Ante tal situación, entre las diversas denominaciones empezaban las discusiones con respecto a cuál copa era la mejor, aun cuando ya ninguna de ellas servía para quienes quisieran beber. ¿Cuál era el resultado? Que Dios reaccionaba nuevamente y surgía otra Sardis. Ésta es la historia de los avivamientos. Cuando la gracia de Dios se manifiesta, de inmediato los hombres establecen una organización a fin de conservar tal gracia. Después de algún tiempo, tal organización permanece, pero lo que era su contenido se ha desvanecido. Sin embargo, la copa es inquebrantable, pues siempre hay alguien que continua y celosamente intenta conservarla intacta. He aquí un principio: que los discípulos de Wesley jamás lograrán igualar a Wesley, ni los discípulos de Calvino podrán igualar a Calvino. Las escuelas de los profetas rara vez produjeron profetas: todos los grandes profetas fueron elegidos por Dios, quien los trajo desde el desierto. El Espíritu de Dios desciende sobre el que le plazca. Él es la cabeza de la iglesia, no los hombres. Los hombres siempre piensan que el agua viva, por ser muy valiosa, requiere de una organización para su conservación; pero el hecho es que tal agua viva va mermando a través de las generaciones hasta que se agota por completo. Pero después que ésta se ha desvanecido, el Señor nuevamente nos provee de agua viva en el desierto.
Por un lado, hay un avivamiento: ¡alabado sea el Señor!; pero por otro, delante del Señor, es necesario reprender a la iglesia porque no ha retornado a los orígenes. Las iglesias protestantes experimentan avivamientos continuamente, pero el Señor afirma que ellas no son perfectas, pues no han retornado a los orígenes. Tenemos que recordar qué era lo que existía en los comienzos. El problema no radica en cómo recibimos y oímos actualmente, sino cómo recibimos y oímos en los comienzos. En el segundo capítulo de Hechos muchos fueron salvos, y el Señor dijo que ellos perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones. No dice que ellos perseveraban en el partimiento del pan y en las oraciones de los apóstoles, sino en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles. La comunión de Cristo es la comunión de los apóstoles; la enseñanza de Cristo es la enseñanza de los apóstoles. Dios considera que únicamente la comunión de los apóstoles es verdadera comunión, y que solamente la enseñanza de los apóstoles es verdadera enseñanza. Nosotros no podemos inventar otra comunión ni otra enseñanza. El error de Tiatira consistió en manufacturar su propia enseñanza, puesto que Jezabel estaba allí. Dios no quiere que inventemos nada; Él sólo quiere que recibamos. En el siglo veinte todo puede inventarse, menos la enseñanza. En la esfera del Espíritu, ciertamente podemos hablar de descubrimientos, pero en cuanto a la enseñanza no debe haber invención alguna. Tenemos que tomar en cuenta lo que hemos recibido, lo que hemos oído, y debemos aferrarnos a ello y arrepentirnos.
“Vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (v. 3). De acuerdo al griego original, aquí “vendré” implica descender, y la palabra que se tradujo “sobre” en “sobre ti” es la palabra griega epi, la cual significa “descenderé a tu lado”, no encima de ti, sino a tu lado. Así pues, la manera en que este ladrón desciende implica que vendrá epi es decir, mientras nosotros estamos aquí, nos acecha estando a nuestro lado. El Señor elige muy sabiamente las palabras que se usan en este versículo, el cual podríamos traducir como diciendo: “Vendré y pasaré a tu lado, pero tú no lo notarás”.
El ladrón no viene a hurtar objetos sin valor, sino que él siempre hurta lo que es valioso, lo mejor. El Señor también sustraerá lo más valioso que hay en la tierra, lo mejor; y ello está en Sus manos, no es ajeno a Él. Nosotros estamos en la casa: uno será tomado, y el otro será dejado. Así pues, el Señor dice que cuando uno menos se lo espere, Él vendrá. El Señor Jesús regresará pronto. Ese día se acerca. Quiera Él que seamos lo suficientemente preciosos como para ser “hurtados” por el Señor.
“Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han contaminado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (v. 4). Jacob trajo setenta almas a Egipto (Éx. 1:5). Por lo general, la Escritura hace referencia a determinado número de hombres o almas. Pero aquí, el Señor dice “unas pocas personas” [lit., unos pocos nombres]; vemos pues que el Señor da importancia a nuestros nombres. Él afirma que unas cuantas personas conocidas por Él no han contaminado sus vestiduras. Estas vestiduras representan nuestras obras justas. Al comparecer ante Dios, nos revestimos de Cristo, pues Cristo es nuestra vestidura blanca. Sin embargo, aquí no comparecemos directamente ante Dios, sino ante el tribunal de Cristo (Ro. 14:10). Por tanto, aquí no nos revestimos de Cristo, sino que nos vestimos de “lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8). Hay unos pocos nombres que no han contaminado sus vestiduras; esto equivale a decir que tales personas manifiestan un comportamiento limpio y puro. Ellas andarán con el Señor, quien las considera dignas.
“El que venza será vestido de vestiduras blancas; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de Mi Padre, y delante de Sus ángeles” (3:5). La cuestión aquí no es si el nombre se halla escrito en el libro de la vida, sino si dicho nombre será confesado delante del Padre. Aquellos cuyo nombre sea confesado por el Señor, serán partícipes de algo; mientras que aquellos cuyo nombre no sea confesado por el Señor, no podrán participar de ello. Los nombres están escritos en el libro de la vida, pero el nombre que no sea confesado por el Señor es como aquel que ha sido marcado en la lista. Tal persona no podrá ser partícipe. El problema aquí no radica en si uno posee la vida eterna por la eternidad, sino en si uno podrá reinar con el Señor. Ciertamente sería muy lamentable estar en la lista pero no poder participar. Quiera el Señor manifestar Su gracia sobre nosotros para que podamos vestir vestiduras blancas delante de Él. Ciertamente tenemos la vestidura blanca con la cual nos podremos presentar delante de Dios, pero ¿qué acerca de las vestiduras blancas para comparecer ante el tribunal de Cristo?