La ortodoxia de la iglesia PDF capitulo 4 Watchman Nee Audiolibro Book
LA IGLESIA EN PERGAMO
CAPÍTULO CUATRO
LA IGLESIA EN PÉRGAMO
Lectura bíblica: Ap. 2:12-17
La iglesia en Éfeso representa a la iglesia que existió en las postrimerías de la era apostólica, es decir, la iglesia que estaba presente antes que el apóstol Juan falleciera, la iglesia que vivió durante “la última hora” según lo afirma el propio Juan y la iglesia de la cual se habla en 2 Pedro y 2 Timoteo. Ya vimos esto en los dos primeros capítulos. Después, en el capítulo tres, vimos la era en que la iglesia fue perseguida al examinar la profecía sobre la iglesia en Esmirna tal como nos la declaró el propio Señor. Ahora, procederemos a examinar la iglesia en Pérgamo.
El nombre Pérgamo quiere decir “matrimonio” o “unión”. Aquí se nos muestra cómo la iglesia realizó un giro. Me parece que los creyentes que en aquel tiempo leyeron sobre Pérgamo no entendieron completamente el significado de esta epístola. Pero si miramos retrospectivamente y consideramos la historia de la iglesia, el significado de esta epístola es bastante obvio. Un historiador, el Sr. Gibbon, afirma que si hubiesen matado a todos los cristianos que vivían en Roma, esta ciudad se habría quedado despoblada. Puesto que la persecución más intensa que se registra en la historia no pudo destruir a la iglesia, Satanás cambió su estrategia de ataque. Así pues, el mundo no solamente dejó de oponerse a la iglesia, sino que incluso el imperio más dominante de aquel entonces —el Imperio Romano—, designó al cristianismo como la religión oficial del imperio. Se cuenta que el emperador Constantino tuvo un sueño en el que vio una cruz con la siguiente inscripción: “Con este símbolo, conquista”. Al descubrir que este símbolo representaba el cristianismo, Constantino aceptó el cristianismo y lo designó como la religión oficial. El emperador alentó al pueblo a que se bautizase, y todo el que se bautizaba recibía dos túnicas blancas y unas cuantas piezas de plata. A partir de entonces, la iglesia se unió al mundo y, así, cayó en degradación. En el capítulo anterior vimos que la iglesia en Esmirna era la iglesia que padeció tribulaciones y que el Señor no la reprendió. Pero aquí vemos cómo Pérgamo se une al mundo para convertirse en la religión oficial más prominente. A los ojos de los hombres, esto habría representado un progreso significativo; pero el Señor no estaba complacido. Cuando la iglesia se une al mundo, su testimonio es arruinado. La iglesia es peregrina en este mundo. Está bien que la barca esté sobre las aguas, pero no que las aguas estén dentro de la barca.
“El que tiene la espada aguda de dos filos…” (Ap. 2:12). El Señor se refiere a Sí mismo como Aquel que tiene la espada aguda de dos filos. Esto representa el juicio divino.
Si bien la iglesia se degradó, ello no significa que durante esa era la iglesia no tenía testimonio alguno. Independientemente del entorno en que se halle la iglesia, la realidad de la iglesia estará siempre presente. Pérgamo es la iglesia que surge inmediatamente después de Esmirna. ¿En qué situación la encontramos? En el versículo 13 el Señor dijo: “Yo conozco dónde moras, donde está el trono de Satanás”. El Señor reconoce la situación difícil en la que se encuentra la iglesia en Pérgamo. Puesto que ella mora allí donde está el trono de Satanás, le resulta muy difícil mantener su testimonio. Mas he aquí una persona muy especial: “Antipas Mi testigo, Mi siervo fiel, que fue muerto entre vosotros”. No encontramos a este personaje en la historia; por tanto, puesto que este texto es una profecía, tenemos que descubrir el significado de este testigo en el nombre que se le da. Anti significa “en contra de”, y pas significa “todo”. Antipas, pues, es una persona fiel que está en contra de todo, que se opone a todo. Esto no quiere decir que sea una persona que deliberadamente ha decidido generar conflictos, independientemente de cuál sea la situación que enfrente, sino que es una persona que está del lado de Dios y se opone a todo debido a ello. Por supuesto, esta persona tiene que llegar a ser un mártir. La historia no conoce su nombre, pero el Señor sí lo conoce.
Con respecto a este siervo fiel que es inmolado, en el versículo 13 el Señor dijo: “Retienes Mi nombre, y no has negado Mi fe”. Se mencionan, pues, dos cosas: el nombre del Señor y la fe del Señor. Los hijos de Dios son aquellos que Dios ha elegido de entre los gentiles para que permanezcan en el nombre del Señor. Existe, pues, una diferencia esencial entre la iglesia y la religión. En la religión basta con aceptar ciertas enseñanzas, pero en la iglesia ello no tiene valor si uno no cree en el Señor. El nombre del Señor representa al propio Señor. Ésta es una característica muy especial. Además, el hecho de que tengamos Su nombre también nos dice que Él estuvo entre nosotros y retornó, que Él murió y volvió a vivir; por tanto, Él nos ha dejado Su nombre. Si no retenemos el nombre del Señor, ciertamente el testimonio ya no está con nosotros. Pérgamo, pues, recibió el nombre del Señor. Existe una cosa a la que los hijos de Dios deben dar especial importancia: tenemos que poner de manifiesto que somos personas que permanecemos en el nombre del Señor. Este nombre es un nombre especial, un nombre que nos librará de perder el testimonio.
Él también dijo: “No has negado Mi fe”. La palabra griega que aquí se tradujo como “fe” es pistis. El significado de esta palabra es creencia; no es una creencia cualquiera, sino la creencia única, la creencia que es distinta de todas las demás. El Señor estaba diciendo que Pérgamo no había negado la fe única. La iglesia no está en el ámbito de la filosofía, las ciencias naturales, la ética o la psicología. Estos no son los campos a los que corresponde la iglesia. La iglesia existe en el ámbito de la creencia única, en el ámbito de la fe. “No has negado mi fe”. ¿Qué significa esto? Esto significa: “No has negado que crees en Mí”. Los hijos de Dios tienen que mantener esta creencia única, esta fe. Nuestra fe en el Señor Jesús no puede cambiar de manera alguna, no podemos transigir al respecto; esta fe es la que nos separa del mundo. Así pues, “retienes Mi nombre, y no has negado Mi fe”, se refiere a dos aspectos por los cuales el Señor elogia a la iglesia en Pérgamo.
“Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a algunos que retienen la enseñanza de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación” (v. 14). Balaam era un gentil; no sabemos por qué Dios lo llamó profeta. Como en el caso de Saúl, si bien el Espíritu de Dios operó sobre él, no entró en él. Debido a que el pueblo de Israel ganaba una batalla tras otra, Balac tuvo temor y acudió a Balaam diciéndole: “Tú eres un profeta. Por favor maldice al pueblo de Israel”. Balaam codiciaba el dinero que se le ofreció y deseaba ir donde se encontraba Balac; aunque al inicio Dios se lo impidió, finalmente le permitió ir. Al principio Balaam no encontró manera de maldecir al pueblo de Israel y, puesto que había aceptado el dinero de Balac y no pudo hacer nada de lo que éste le había pedido, se sintió muy incómodo. Sin embargo, posteriormente elaboró un plan mediante el cual las mujeres moabitas se acercaran al pueblo de Israel. El pueblo de Israel tomó a estas mujeres moabitas y se unió a ellas. Estas mujeres trajeron consigo sus ídolos, haciendo que el pueblo de Israel, además de cometer fornicación en la carne, adorara a los ídolos. Ante esta situación, el furor de Dios se encendió e hizo morir a 24,000 israelitas, si bien Moab subsistió. En Números 25 vemos que las mujeres moabitas se habían unido a los israelitas, pero no es sino hasta el capítulo treinta y uno del mismo libro que se pone en evidencia la estratagema urdida por Balaam.
Así pues, Dios nos muestra qué es Pérgamo: Pérgamo representa el matrimonio con el mundo. Inicialmente, el mundo estaba en contra de la iglesia; pero ahora, el mundo se ha unido a la iglesia en matrimonio. He dicho muchas veces que el significado de la palabra “iglesia” (gr. ekklesía) es la asamblea de los llamados; la iglesia no está unida al mundo ni forma parte del mismo, sino que se ha separado del mundo por haber sido llamada a salir de él. El método de Balaam consiste en anular la separación que existe entre la iglesia y el mundo, y el resultado es la idolatría.
Aquí debemos prestar atención a dos cosas: la fornicación y la idolatría. Es muy extraño que se pongan estas dos cosas juntas. En 1 Corintios también se mencionan juntas. En cuanto a lo que hacemos en la carne, éstas son las dos cosas que Dios aborrece, y en el ámbito espiritual, éstas son también las dos cosas que Dios aborrece. Leamos lo que Jacobo 4:4 dice al respecto: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?”. Dios aborrece toda unión con este mundo. Asimismo, las riquezas (gr. mamonás) son contrarias a Dios mismo. “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mt. 6:24). Los hombres sirven a uno o al otro. Aquí vemos un asunto de suma importancia: las riquezas son contrarias a Dios. Son muchos los ídolos que existen únicamente debido a las riquezas. En nuestros días, ningún cristiano haría sacrificios humanos ni se postraría ante un ídolo; pero si ambicionamos el dinero y depositamos nuestra confianza en el poder de las riquezas, ello equivale a adorar ídolos. Las riquezas es el principio subyacente a la idolatría, y Dios desea separar al hombre de tales riquezas. Así pues, cometer fornicación está vinculado a la idolatría, y ambicionar riquezas está vinculado a la unión con el mundo. Permítanme mostrarles cuáles son las entidades que se oponen entre sí, tal como aparecen en la Biblia; si vemos el lado negativo, esto nos ayudará a ver el lado positivo. La Biblia siempre nos muestra que Satanás está en contra de Cristo, que la carne está en contra del Espíritu Santo y que el mundo con sus riquezas está en contra de Dios el Padre. El mundo se opone al Padre. Según 1 Juan 2:15: “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Las riquezas, pues, son contrarias a Dios mismo. Todo aquel que esté al servicio de las riquezas, no podrá servir a Dios.
La labor de Balaam consiste en unir al mundo con la iglesia. El anhelo de ser exaltados por el emperador Constantino representa la enseñanza de Balaam. Nada es más difícil que impedir que se infiltre la obra de Balaam. En la actualidad, la mayoría de los hijos de Dios anhelan ser prominentes, disfrutar de abundancia y no tener que seguir la santidad y la pureza. Por tanto, ellos ceden ante los pecados, ceden ante las enseñanzas de Balaam y permiten que el nombre del Señor sea negado.
El Señor específicamente menciona a Balaam en esta epístola. Balaam fue el primero en obtener ganancia monetaria a causa de sus dones. Hay diversos pasajes del Nuevo Testamento que nos hablan sobre Balaam. En 2 Pedro 2:15 dice que Balaam “amó el pago de la injusticia”. Judas 11 nos da a entender que Balaam era una persona motivada por el ansia de lucro. Detengámonos a considerar estos asuntos. ¿Piensan ustedes que habría sido posible que la iglesia en Corinto, antes de invitar a Pablo, negociara con él sobre la recompensa monetaria que habría de recibir? ¿Piensan acaso que la iglesia en Jerusalén firmó un contrato con Pedro fijando cierto monto de remuneración anual? Es imposible concebir que hayan ocurrido tales cosas. Inicialmente, quienes laboraban para Dios dependían de Dios para su subsistencia; ellos no pedían nada a los hombres ni tampoco estaban dispuestos a recibir dinero de los gentiles (3 Juan 7). Pero, en los tiempos de Constantino, todos los que servían a Dios recibían salarios procedentes del tesoro público. Fue poco después del año 300 d. C. que esta práctica comenzó. El método de Balaam se introdujo cuando todos los que servían empezaron a ser remunerados. Pero este método, el método de Balaam, no tiene cabida en los planes de Dios. Si usted les hubiera preguntado a los apóstoles cuál era el monto de sus remuneraciones mensuales, ¿acaso tal pregunta no habría sido considerada como una broma de mal gusto? Sin embargo, en nuestros días, esta situación es muy común y corriente. Si confiamos en Dios, entonces podemos ser partícipes de la obra; pero, si no confiamos en Dios, no podemos dedicarnos a la obra. Tenemos que considerar detenidamente este asunto delante del Señor.
Inmediatamente después de Apocalipsis 2:14 se menciona nuevamente a los nicolaítas. La palabra “asimismo”, al comienzo del versículo 15, conecta con las palabras del versículo anterior. El Señor muestra primero cuánto desaprueba la enseñanza de Balaam; asimismo, Él también aborrece la enseñanza de los nicolaítas. La Biblia nos muestra que Dios mismo dispone lo que debe ser la iglesia. Leamos Mateo 20:25-28: “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos”. ¿Ven esto? La iglesia ha sido establecida por el Señor; en ella no tiene cabida una clase principesca ni tampoco aquellos que quieran enseñorearse de sus hermanos. El Señor dijo que el que quiera hacerse grande entre nosotros deberá ser, más bien, nuestro servidor; es decir, los servidores son los jefes. Así pues, la grandeza de una persona no está determinada por la posición que ella ocupe, sino por el servicio que desempeñe. Si ustedes toman en cuenta Mateo 23:8-11, esto resulta aún más evidente. El principio básico que rige en la iglesia es éste: todos somos hermanos; no hay rabíes, ni instructores ni padres.
Cuando Constantino abrazó el cristianismo, surgió la enseñanza de Balaam y apareció la enseñanza de los nicolaítas. Aquí vemos el sistema de los padres. Entre todos los padres, aquel que destaca por encima de todos ellos es el papa. Aquellos que besan sus pies deben exclamar, cada vez que lo hacen: “Mi Señor”. Además, el Vaticano está lleno de oficiales de alto rango, e incluso muchas naciones tienen allí sus respectivos embajadores y ministros. En tales medios existen reyes y oficiales de alto rango, así como quienes se hacen llamar padres y aquellos que se hacen llamar rabíes. Ésta es la enseñanza de los nicolaítas sobre la cual ya hablamos anteriormente. Aquellos que ocupan alguna posición o poseen reputación en el mundo deben tener cuidado de no introducir las cosas del mundo en la iglesia. Si usted es incapaz de considerar a aquella persona humilde que se sienta a su lado como hermano suyo, hay algo en usted que no está bien. Siempre que usted se reúne con sus hermanos y hermanas y, sin embargo, no puede ser un hermano o hermana para ellos, surgen los nicolaítas. La raíz griega laos, que está en la palabra griega nikolaites, no solamente significa laico (es decir, el común de las gentes), sino que también significa lego o indocto en cierta materia, en contraste con los que son expertos o especialistas. Por ejemplo, los médicos son especialistas, y los que no tienen tal especialidad son considerados legos en esa materia. Cuando un carpintero se reúne con otro carpintero, ambos comparten el mismo oficio y ambos son expertos en dicha materia; pero cuando uno de ellos se reúne con otro que no es carpintero, éste es considerado por aquel un lego en la carpintería, o sea, alguien que no comparte el mismo oficio. Ser un nicolaíta significa ser uno que está por encima de los que son legos en la materia respectiva, lo cual implica que hay un grupo de expertos, es decir, un grupo de personas que tienen el mismo oficio, y que los demás son legos, es decir, no son partícipes del mismo oficio. El Señor dice que Él está en contra de esto.
La condición en la que se encontraba la iglesia en Éfeso difiere de aquella en la que se encontraba la iglesia en Pérgamo. En la iglesia en Éfeso se manifestó solamente la conducta propia de los nicolaítas, mientras que en la iglesia en Pérgamo se ve la enseñanza de los nicolaítas. Para que una determinada manera de comportarse llegue a convertirse en una enseñanza, se requiere que transcurra cierto tiempo. Si se manifiesta cierta clase de comportamiento el cual, después, da lugar a que se enseñe cierta clase de doctrina, ello no solamente implica que de hecho existe un determinado comportamiento, sino que, además, se ha desarrollado cierta ideología tomando como base tal comportamiento. Ésta es una etapa más avanzada. El comportamiento se manifiesta antes de que se haya desarrollado cierta enseñanza; así pues, cuando la enseñanza se pone de manifiesto, la situación ya es bastante grave. Hace algunos años conocí a un miembro de la iglesia que tomó para sí una concubina. Alguien me pidió que le advirtiera en contra de ello; pero este hermano no sólo pensaba que estaba en lo correcto al tomar una concubina para sí, sino que incluso presentó diversos ejemplos bíblicos a fin de cubrir su pecado. Tomar para sí una concubina es una determinada manera de comportarse; pero una vez que se cita la Biblia para justificar tal comportamiento, ello se convierte en una enseñanza. Asimismo, hoy en día, se acepta la enseñanza de los nicolaítas. ¿Cómo es que en Pérgamo se dio lugar a semejante enseñanza? Ya dijimos que cuando Constantino designó al cristianismo como la religión oficial del imperio, la iglesia contrajo matrimonio con el mundo. En aquel entonces, siempre y cuando uno fuese ciudadano romano, podía bautizarse; como consecuencia de ello, la iglesia se llenó de incrédulos. Inicialmente, la iglesia estaba compuesta únicamente de hermanos, y todos ellos ejercían su sacerdocio. Pero después, una multitud diversa pasó oficialmente a formar parte de la iglesia, y era imposible pedir que tales personas sirvieran a Dios. Fue entonces que, para adaptarse a las nuevas circunstancias, se eligió a un grupo de personas a las que se les dijo: “Ustedes encárguense de los asuntos espirituales y dejen que los demás sigan siendo los laicos o legos”. Muchos de los que comenzaron a ser considerados miembros de la iglesia, realmente no conocían al Señor Jesús; por tanto, aquellos que sí conocían al Señor Jesús se convirtieron en los expertos. Como resultado de ello, surgieron los nicolaítas. Éste es el resultado inevitable cuando la iglesia contrae matrimonio con el mundo. Lo que los nicolaítas hicieron constituyó primero, en Éfeso, apenas una manera de comportarse o actuar; pero en Pérgamo, esto se convirtió en una enseñanza. A partir de entonces, la iglesia se convirtió en la tarea de unos cuantos expertos, tarea en la cual los legos no tenían parte alguna. Se empezó a enseñar que estaba bien que ciertas personas no fueran espirituales, que los asuntos espirituales podían ser confiados a los expertos y que el común de las gentes sólo necesitaba preocuparse de los asuntos seculares. De esta manera, surgió la doctrina según la cual en la iglesia pueden existir dos clases de personas: los encargados de asuntos espirituales y los encargados de asuntos seculares. Basta con que el común de las gentes asista a las reuniones; no deben preocuparse por nada más. Si alguno procurase, entonces, aplicar los principios que rigen nuestras reuniones tal como aparecen en 1 Corintios 14, no habría dado buenos resultados. La doctrina de Balaam había introducido la enseñanza de los nicolaítas.
Estoy convencido de que esto es lo que el Señor aborrece más y, por eso mismo, tenemos que darle la debida importancia. Ciertamente sé el papel que cumple el ministerio. Sé también que Pablo se ocupó en fabricar tiendas al mismo tiempo que Pedro, Jacobo y Juan se dedicaron exclusivamente al ministerio de la palabra. Pero hoy, cuando nos referimos a la posición de los hermanos, no lo hacemos en relación con la posición que tiene el ministerio. En la iglesia local, los hermanos de la localidad deben ser los diáconos y los ancianos. Todos los hermanos y hermanas deben ocuparse de los asuntos espirituales, pues ellos son los sacerdotes. Los ancianos no deben hacerlo todo en lugar de los hermanos; ellos sólo “velan” por los santos. En lo que respecta a los obreros o colaboradores, cuando ellos visitan las iglesias, tienen la posición de hermanos solamente. En ello estriba la diferencia entre los nicolaítas y los hermanos. La Biblia nos muestra que todos los hijos del Señor dan testimonio, pero los apóstoles testifican más. Es una diferencia de grado, no de naturaleza. En cuanto a su naturaleza, ambos testimonios son idénticos; ellos únicamente varían en cuanto a su medida. Pero la enseñanza de los nicolaítas altera esto, pues los asuntos espirituales pasan a ser responsabilidad exclusiva de un grupo especial de personas. Esto es algo que Dios rechaza rotundamente, pues si éste fuese el caso, la iglesia podría ser mundana y conformarse con tener unos cuantos diáconos que sean espirituales. Entonces, se seleccionaría un grupo de personas espirituales de entre los miembros de la iglesia a fin de que se encargaran de los asuntos espirituales; tales personas llegarían a convertirse en una clase particular de personas que se encargaría de dichos asuntos. El sistema de “padres” de la iglesia mundana, el sistema clerical de las iglesias estatales y el sistema pastoral de las iglesias independientes son, todos ellos, de la misma índole. Todos estos sistemas son propios de los nicolaítas. Pero en la Biblia únicamente hay hermanos. Ciertamente existe el don pastoral, pero no un sistema pastoral. El sistema pastoral es una tradición humana. Si los hijos de Dios no están dispuestos a asumir la posición que se les otorgó en el principio, no importa lo que hagan, siempre estarán equivocados. La iglesia no debe unirse al mundo ni tampoco debe recibir a incrédulos; de otro modo, fácilmente terminaremos por adoptar la enseñanza de los nicolaítas. Las personas tienen que separarse del mundo antes de poder formar parte de la iglesia. Siempre que permitamos que un incrédulo sea considerado como miembro de la iglesia, la iglesia habrá dejado de ser tal para formar parte del mundo. Así pues, la santidad de la iglesia y su separación del mundo debe ser mantenida a cualquier precio.
“Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y combatiré contra ellos con la espada de Mi boca” (Ap. 2:16). En este versículo el Señor usa palabras muy severas. Si ellos no se arrepienten, Él los castigará con la espada de Su boca; es decir, castigará y juzgará a los que se rebelaron contra Él. ¡Rogamos a Dios que entre nosotros no se halle nicolaíta alguno! Estoy persuadido que si la iglesia es espiritual, entonces los nicolaítas no hallarán cabida entre nosotros. Una vez que la iglesia llegue a ser mundana, surgirán los nicolaítas. En el principio, el requisito de Dios para el pueblo de Israel era que la nación entera estuviese constituida por sacerdotes. Pero más tarde, Dios separó a los levitas para que fuesen sacerdotes debido a que el pueblo de Israel había caído en pecado. Cuando la iglesia se tornó mundana, la comisión de servir a Dios le fue confiada a unas cuantas personas. Ahora, Dios anhela que, en la iglesia, todo el pueblo se encargue de los asuntos espirituales.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (v. 17). A los vencedores se les promete dos cosas: el maná escondido y una piedrecita blanca. El maná escondido difiere del maná en el desierto. Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, el maná descendía del cielo diariamente para que ellos comieran de él. Entonces, Moisés les ordenó que reunieran en una urna de oro un gomer de maná y lo guardaran en el arca. Así, cuando las generaciones venideras preguntaran qué era aquello, ellos podrían relatarles cómo Dios hizo descender maná del cielo a fin de alimentarlos mientras se encontraban en el desierto. Ellos guardaron maná en el arca para que les sirviera como evidencia de lo sucedido (Éx. 16:14-35). Aquellos que pertenecían a las generaciones posteriores y que no conocían lo que era el maná, podrían ver el maná en el arca y, entonces, lo conocerían. Pero en el caso de aquellos que comieron del maná mientras estaban en el desierto, el maná escondido suscitaría sentimientos diferentes, pues habían probado de él y al verlo nuevamente, esto despertaría en ellos gratos recuerdos. Pero aquellos que nunca han gustado el maná, aunque sepan lo qué es el maná, no tendrán esta clase de recuerdos memorables. Así pues, a aquel que venza, el Señor le dará a comer del maná escondido; es decir, ellos podrán disfrutar de tal clase de conmemoración.
Todas las experiencias que tenemos al vivir en presencia de Dios son valiosas y no serán olvidadas. Muchos hermanos me han preguntado si lo que ellos experimentaron en presencia de Dios servirá de algo en la eternidad. Si usted sabe cuál es el significado del maná escondido, entonces sabrá si tales experiencias cumplirán alguna función en la eternidad. Al ver “el maná escondido” podremos recordar el “maná diario”. Así pues, toda adversidad que enfrentamos hoy y toda lágrima que derramemos aquí, constituirán una experiencia memorable. Para mí, el maná escondido es el maná que disfruto a diario. Aquellos que jamás vieron el maná no podrán recordarlo el día que vean el maná escondido. Aunque saben lo que es ser dirigidos por la gracia del Señor, no han comido de este maná. Pero aquellos que han comido de él, tendrán muchos recuerdos gratos. El maná escondido representa un principio muy importante en la Biblia y constituye, además, un gran tesoro. Un día comeremos del maná escondido y celestial. Si no fuimos lastimados aquí, simplemente no somos vencedores. Si no hemos tenido que enfrentar adversidades aquí, no tendremos recuerdos de nuestra experiencia para el futuro, aun cuando se nos dé a comer entonces del maná escondido. Nunca digan que las experiencias por las cuales pasamos hoy carecen de sentido. Ninguna experiencia es en vano. En aquel día todos podremos recordar tales experiencias; no debemos pensar que todo da igual una vez que estemos en el reino. ¡No! ¡No es que todo sea lo mismo! Nuestras experiencias aquí guardan estrecha relación con nuestro disfrute en aquel día. El maná escondido es conocido por quienes lo han probado y es desconocido por aquellos que no lo han probado. Si bien hoy pasamos por adversidades y sufrimientos, en aquel día el Señor enjugará nuestras lágrimas. Aquellos que jamás derramaron lágrimas, ¿cómo podrían conocer cuán precioso es que el Señor enjugue sus lágrimas?
Hay, además, otra recompensa: la piedrecita blanca en la cual está grabado el nuevo nombre de los vencedores. El Señor les dará a los vencedores un nuevo nombre, el mismo que corresponde a su verdadera condición delante del Señor. Un hermano quiere que le cambie de nombre, pero no sé si su nombre deberá ser cambiado nuevamente después de que yo se lo haya cambiado. El Señor inscribirá este nombre en una piedrecita blanca, y sólo usted y el Señor lo conocerán. Aquel que venza no recibirá un nombre especial; más bien, recibirá el nombre que se merece. Es mi esperanza que el Señor abra nuestros ojos y nos permita conocer cuál es el camino que toma un vencedor, y podamos recibir el maná escondido y nuestro nuevo nombre.