Genesis NTV Nueva Traduccion Viviente

Capitulo 1

En el principio, Dios creó los cielos y la tierra.  La tierra no tenía forma y estaba vacía, y la oscuridad cubría las aguas profundas; y el Espíritu de Dios se movía en el aire sobre la superficie de las aguas.

Entonces Dios dijo: «Que haya luz»; y hubo luz. Y Dios vio que la luz era buena. Luego separó la luz de la oscuridad. Dios llamó a la luz «día» y a la oscuridad «noche».

Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el primer día.

Entonces Dios dijo: «Que haya un espacio entre las aguas, para separar las aguas de los cielos de las aguas de la tierra»; y eso fue lo que sucedió. Dios formó ese espacio para separar las aguas de la tierra de las aguas de los cielos y Dios llamó al espacio «cielo».

Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el segundo día.

Entonces Dios dijo: «Que las aguas debajo del cielo se junten en un solo lugar, para que aparezca la tierra seca»; y eso fue lo que sucedió. 10 Dios llamó a lo seco «tierra» y a las aguas «mares». Y Dios vio que esto era bueno. 11 Después Dios dijo: «Que de la tierra brote vegetación: toda clase de plantas con semillas y árboles que den frutos con semillas. Estas semillas producirán, a su vez, las mismas clases de plantas y árboles de los que provinieron»; y eso fue lo que sucedió. 12 La tierra produjo vegetación: toda clase de plantas con semillas y árboles que dan frutos con semillas. Las semillas produjeron plantas y árboles de la misma clase. Y Dios vio que esto era bueno.

13 Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el tercer día.

14 Entonces Dios dijo: «Que aparezcan luces en el cielo para separar el día de la noche; que sean señales para que marquen las estaciones, los días y los años. 15 Que esas luces en el cielo brillen sobre la tierra»; y eso fue lo que sucedió. 16 Dios hizo dos grandes luces: la más grande para que gobernara el día, y la más pequeña para que gobernara la noche. También hizo las estrellas. 17 Dios puso esas luces en el cielo para iluminar la tierra, 18 para que gobernaran el día y la noche, y para separar la luz de la oscuridad. Y Dios vio que esto era bueno.

19 Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el cuarto día.

20 Entonces Dios dijo: «Que las aguas se colmen de peces y de otras formas de vida. Que los cielos se llenen de aves de toda clase». 21 Así que Dios creó grandes criaturas marinas y todos los seres vivientes que se mueven y se agitan en el agua y aves de todo tipo, cada uno produciendo crías de la misma especie. Y Dios vio que esto era bueno. 22 Entonces Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Que los peces llenen los mares y las aves se multipliquen sobre la tierra».

23 Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el quinto día.

24 Entonces Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de animales, que cada uno produzca crías de la misma especie: animales domésticos, animales pequeños que corran por el suelo y animales salvajes»; y eso fue lo que sucedió. 25 Dios hizo toda clase de animales salvajes, animales domésticos y animales pequeños; cada uno con la capacidad de producir crías de la misma especie. Y Dios vio que esto era bueno.

26 Entonces Dios dijo: «Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, para que sean como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los animales pequeños que corren por el suelo».

27 Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen.
    A imagen de Dios los creó;
    hombre y mujer los creó.

28 Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo».

29 Entonces Dios dijo: «¡Miren! Les he dado todas las plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los árboles frutales para que les sirvan de alimento. 30 Y he dado toda planta verde como alimento para todos los animales salvajes, para las aves del cielo y para los animales pequeños que corren por el suelo, es decir, para todo lo que tiene vida»; y eso fue lo que sucedió.

31 Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!

Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el sexto día.

Capitulo 2

1 Así quedó terminada la creación de los cielos y de la tierra, y de todo lo que hay en ellos. Cuando llegó el séptimo día, Dios ya había terminado su obra de creación, y descansó de toda su labor. Dios bendijo el séptimo día y lo declaró santo, porque ese fue el día en que descansó de toda su obra de creación.

Este es el relato de la creación de los cielos y la tierra.

Cuando el Señor Dios hizo la tierra y los cielos, no crecían en ella plantas salvajes ni grano porque el Señor Dios aún no había enviado lluvia para regar la tierra, ni había personas que la cultivaran. En cambio, del suelo brotaban manantiales que regaban toda la tierra. Luego el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló aliento de vida en la nariz del hombre, y el hombre se convirtió en un ser viviente.

Después, el Señor Dios plantó un huerto en Edén, en el oriente, y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo que crecieran del suelo toda clase de árboles: árboles hermosos y que daban frutos deliciosos. En medio del huerto puso el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

10 Un río salía de la tierra del Edén que regaba el huerto y después se dividía en cuatro ramales. 11 El primero, llamado Pisón, rodeaba toda la tierra de Havila, donde hay oro. 12 El oro de esa tierra es excepcionalmente puro; también se encuentran allí resinas aromáticas y piedras de ónice. 13 El segundo, llamado Gihón, rodeaba toda la tierra de Cus. 14 El tercero, llamado Tigris, corría al oriente de la tierra de Asiria. El cuarto se llama Éufrates.

15 El Señor Dios puso al hombre en el jardín de Edén para que se ocupara de él y lo custodiara; 16 pero el Señor Dios le advirtió: «Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, 17 excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si comes de su fruto, sin duda morirás».

18 Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él». 19 Entonces el Señor Dios formó de la tierra todos los animales salvajes y todas las aves del cielo. Los puso frente al hombre para ver cómo los llamaría, y el hombre escogió un nombre para cada uno de ellos. 20 Puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales salvajes; pero aún no había una ayuda ideal para él.

21 Entonces el Señor Dios hizo que el hombre cayera en un profundo sueño. Mientras el hombre dormía, el Señor Dios le sacó una de sus costillas y cerró la abertura. 22 Entonces el Señor Dios hizo de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre.

23 «¡Al fin!—exclamó el hombre—.

¡Esta es hueso de mis huesos
    y carne de mi carne!
Ella será llamada “mujer”
    porque fue tomada del hombre».

24 Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.

25 Ahora bien, el hombre y su esposa estaban desnudos, pero no sentían vergüenza.

Capitulo 3

La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer:

—¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?

—Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto—contestó la mujer—. Es solo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán”.

—¡No morirán!—respondió la serpiente a la mujer—. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal.

La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió. En ese momento, se les abrieron los ojos, y de pronto sintieron vergüenza por su desnudez. Entonces cosieron hojas de higuera para cubrirse.

Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles. Entonces el Señor Dios llamó al hombre:

—¿Dónde estás?

10 El hombre contestó:

—Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.

11 —¿Quién te dijo que estabas desnudo?—le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras?

12 El hombre contestó:

—La mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí.

13 Entonces el Señor Dios le preguntó a la mujer:

—¿Qué has hecho?

—La serpiente me engañó—contestó ella—. Por eso comí.

14 Entonces el Señor Dios le dijo a la serpiente:

«Por lo que has hecho, eres maldita
    más que todos los animales, tanto domésticos como salvajes.
Andarás sobre tu vientre,
    arrastrándote por el polvo durante toda tu vida.
15 Y pondré hostilidad entre tú y la mujer,
    y entre tu descendencia y la descendencia de ella.
Su descendiente te golpeará la cabeza,
    y tú le golpearás el talón».

16 Luego le dijo a la mujer:

«Haré más agudo el dolor de tu embarazo,
    y con dolor darás a luz.
Y desearás controlar a tu marido,
    pero él gobernará sobre ti».

17 Y al hombre le dijo:

«Dado que hiciste caso a tu esposa y comiste del fruto del árbol
    del que te ordené que no comieras,
la tierra es maldita por tu culpa.
    Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella.
18 Te producirá espinos y cardos,
    aunque comerás de sus granos.
19 Con el sudor de tu frente
    obtendrás alimento para comer
hasta que vuelvas a la tierra
    de la que fuiste formado.
Pues fuiste hecho del polvo,
    y al polvo volverás».

20 Después, el hombre—Adán—le puso a su esposa el nombre Eva, porque ella sería la madre de todos los que viven. 21 Y el Señor Dios hizo ropa de pieles de animales para Adán y su esposa.

22 Luego el Señor Dios dijo: «Miren, los seres humanos se han vuelto como nosotros, con conocimiento del bien y del mal. ¿Y qué ocurrirá si toman el fruto del árbol de la vida y lo comen? ¡Entonces vivirán para siempre!». 23 Así que el Señor Dios los expulsó del jardín de Edén y envió a Adán a cultivar la tierra de la cual él había sido formado. 24 Después de expulsarlos, el Señor Dios puso querubines poderosos al oriente del jardín de Edén; y colocó una espada de fuego ardiente—que destellaba al moverse de un lado a otro—a fin de custodiar el camino hacia el árbol de la vida.

Capitulo 4

Ahora bien, Adán tuvo relaciones sexuales con su esposa, Eva, y ella quedó embarazada. Cuando dio a luz a Caín, dijo: «¡Con la ayuda del Señor, he tenido un varón!». Tiempo después, dio a luz al hermano de Caín y le puso por nombre Abel.

Cuando crecieron, Abel se hizo pastor de ovejas, mientras que Caín se dedicó a cultivar la tierra. Al llegar el tiempo de la cosecha, Caín presentó algunos de sus cultivos como ofrenda para el Señor. Abel también presentó una ofrenda: las mejores partes de algunos de los corderos que eran primeras crías de su rebaño. El Señor aceptó a Abel y a su ofrenda, pero no aceptó a Caín ni a su ofrenda. Esto hizo que Caín se enojara mucho, y se veía decaído.

«¿Por qué estás tan enojado?—preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo».

Cierto día Caín dijo a su hermano: «Salgamos al campo». Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.

Luego el Señor le preguntó a Caín:

—¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está Abel?

—No lo sé—contestó Caín—. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?

10 Pero el Señor le dijo:

—¿Qué has hecho? ¡Escucha! ¡La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra! 11 Ahora eres maldito y serás expulsado de la tierra que se ha tragado la sangre de tu hermano. 12 La tierra ya no te dará buenas cosechas, ¡por mucho que la trabajes! De ahora en adelante, serás un vagabundo sin hogar sobre la tierra.

13 Caín respondió al Señor:

—¡Mi castigo es demasiado grande para soportarlo! 14 Me has expulsado de la tierra y de tu presencia; me has hecho un vagabundo sin hogar. ¡Cualquiera que me encuentre me matará!

15 El Señor respondió:

—No, porque yo castigaré siete veces a cualquiera que te mate.

Entonces el Señor le puso una marca a Caín como advertencia para cualquiera que intentara matarlo. 16 Luego, Caín salió de la presencia del Señor y se estableció en la tierra de Nod, al oriente de Edén.

17 Caín tuvo relaciones sexuales con su esposa, y ella quedó embarazada y dio a luz a Enoc. Luego Caín fundó una ciudad, que llevaba el nombre de su hijo Enoc. 18 Enoc tuvo un hijo llamado Irad, Irad fue el padre de Mehujael. Mehujael fue el padre de Metusael, Metusael fue el padre de Lamec.

19 Lamec se casó con dos mujeres. La primera se llamaba Ada y la segunda, Zila. 20 Ada dio a luz a Jabal, quien fue el primero de los que crían animales y viven en carpas. 21 El nombre de su hermano fue Jubal, el primero de todos los que tocan el arpa y la flauta. 22 La otra esposa de Lamec, Zila, dio a luz un hijo llamado Tubal-caín, el cual se hizo experto en forjar herramientas de bronce y de hierro. Tubal-caín tuvo una hermana llamada Naama. 23 Cierto día Lamec dijo a sus esposas:

«Ada y Zila, oigan mi voz;
    escúchenme, esposas de Lamec.
Maté a un hombre que me atacó,
    a un joven que me hirió.
24 Si se castiga siete veces a quien mate a Caín,
    ¡el que me mate a mí será castigado setenta y siete veces!».

25 Adán volvió a tener relaciones sexuales con su esposa, y ella dio a luz otro hijo, al cual llamó Set, porque dijo: «Dios me ha concedido otro hijo en lugar de Abel, a quien Caín mató». 26 Cuando Set creció, tuvo un hijo y lo llamó Enós. Fue en aquel tiempo que la gente por primera vez comenzó a adorar al Señor usando su nombre.

Capitulo 5

1 Este es el relato escrito de los descendientes de Adán. Cuando Dios creó a los seres humanos, los hizo para que fueran semejantes a él mismo. Los creó hombre y mujer, y los bendijo y los llamó «humanos».

Cuando Adán tenía ciento treinta años, fue padre de un hijo que era igual a él, su viva imagen, y lo llamó Set. Después del nacimiento de Set, Adán vivió ochocientos años más y tuvo otros hijos e hijas. Adán vivió novecientos treinta años y después murió.

Cuando Set tenía ciento cinco años, fue padre de Enós. Después del nacimiento de Enós, Set vivió ochocientos siete años más y tuvo otros hijos e hijas. Set vivió novecientos doce años y después murió.

Cuando Enós tenía noventa años, fue padre de Cainán. 10 Después del nacimiento de Cainán, Enós vivió ochocientos quince años más y tuvo otros hijos e hijas. 11 Enós vivió novecientos cinco años y después murió.

12 Cuando Cainán tenía setenta años, fue padre de Mahalaleel. 13 Después del nacimiento de Mahalaleel, Cainán vivió ochocientos cuarenta años más y tuvo otros hijos e hijas. 14 Cainán vivió novecientos diez años y después murió.

15 Cuando Mahalaleel tenía sesenta y cinco años, fue padre de Jared. 16 Después del nacimiento de Jared, Mahalaleel vivió ochocientos treinta años más y tuvo otros hijos e hijas. 17 Mahalaleel vivió ochocientos noventa y cinco años y después murió.

18 Cuando Jared tenía ciento sesenta y dos años, fue padre de Enoc. 19 Después del nacimiento de Enoc, Jared vivió ochocientos años más y tuvo otros hijos e hijas. 20 Jared vivió novecientos sesenta y dos años y después murió.

21 Cuando Enoc tenía sesenta y cinco años, fue padre de Matusalén. 22 Después del nacimiento de Matusalén, Enoc vivió en íntima comunión con Dios trescientos años más y tuvo otros hijos e hijas. 23 Enoc vivió trescientos sesenta y cinco años 24 andando en íntima comunión con Dios. Y un día desapareció, porque Dios se lo llevó.

25 Cuando Matusalén tenía ciento ochenta y siete años, fue padre de Lamec. 26 Después del nacimiento de Lamec, Matusalén vivió setecientos ochenta y dos años más y tuvo otros hijos e hijas. 27 Matusalén vivió novecientos sesenta y nueve años y después murió.

28 Cuando Lamec tenía ciento ochenta y dos años, fue padre de un hijo varón. 29 Lamec le puso por nombre a su hijo Noé, porque dijo: «Que él nos traiga alivio de nuestro trabajo y de la penosa labor de cultivar esta tierra que el Señor ha maldecido». 30 Después del nacimiento de Noé, Lamec vivió quinientos noventa y cinco años más y tuvo otros hijos e hijas. 31 Lamec vivió setecientos setenta y siete años y después murió.

32 Cuando Noé tenía quinientos años, fue padre de Sem, Cam y Jafet.

Capitulo 6

Luego los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra, y les nacieron hijas. Los hijos de Dios vieron a las hermosas mujeres y tomaron como esposas a todas las que quisieron. Entonces el Señor dijo: «Mi Espíritu no tolerará a los humanos durante mucho tiempo, porque solo son carne mortal. En el futuro, la duración de la vida no pasará de ciento veinte años».

En esos días y durante algún tiempo después, vivían en la tierra gigantes nefilitas, pues siempre que los hijos de Dios tenían relaciones sexuales con las mujeres, ellas daban a luz hijos que luego se convirtieron en los héroes y en los famosos guerreros de la antigüedad.

El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el Señor lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón. Entonces el Señor dijo: «Borraré de la faz de la tierra a esta raza humana que he creado. Así es, y destruiré a todo ser viviente: a todos los seres humanos, a los animales grandes, a los animales pequeños que corren por el suelo y aun a las aves del cielo. Lamento haberlos creado». Pero Noé encontró favor delante del Señor.

Este es el relato de Noé y su familia. Noé era un hombre justo, la única persona intachable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima comunión con Dios. 10 Noé fue padre de tres hijos: Sem, Cam y Jafet.

11 Ahora bien, Dios vio que la tierra se había corrompido y estaba llena de violencia. 12 Dios observó toda la corrupción que había en el mundo, porque todos en la tierra eran corruptos. 13 Entonces Dios le dijo a Noé: «He decidido destruir a todas las criaturas vivientes, porque han llenado la tierra de violencia. Así es, ¡los borraré a todos y también destruiré la tierra!

14 »Construye un gran barco de madera de ciprés y recúbrelo con brea por dentro y por fuera para que no le entre agua. Luego construye pisos y establos por todo su interior. 15 Haz el barco de ciento treinta y ocho metros de longitud, veintitrés metros de anchura y catorce metros de altura. 16 Deja una abertura de cuarenta y seis centímetros por debajo del techo, alrededor de todo el barco. Pon la puerta en uno de los costados y construye tres pisos dentro del barco: inferior, medio y superior.

17 »¡Mira! Estoy a punto de cubrir la tierra con un diluvio que destruirá a todo ser vivo que respira. Todo lo que hay en la tierra morirá, 18 pero confirmaré mi pacto contigo. Así que entren en el barco tú y tu mujer, y tus hijos y sus esposas. 19 Mete en el barco junto contigo a una pareja—macho y hembra—de cada especie animal a fin de mantenerlos vivos durante el diluvio. 20 Una pareja de cada especie de ave, de animal, y de animal pequeño que corre por el suelo vendrá a ti para mantenerse con vida. 21 Y asegúrate de llevar a bordo suficiente alimento para tu familia y para todos los animales».

22 Entonces Noé hizo todo exactamente como Dios se lo había ordenado.

Capitulo 7

Cuando todo estuvo preparado, el Señor le dijo a Noé: «Entra en el barco con toda tu familia, porque puedo ver que, entre todas las personas de la tierra, solo tú eres justo. Toma contigo siete parejas—macho y hembra—de cada animal que yo he aprobado para comer y para el sacrificio, y toma una pareja de cada uno de los demás. Toma también siete parejas de cada especie de ave. Tiene que haber un macho y una hembra en cada pareja para asegurar que sobrevivan todas las especies en la tierra después del diluvio. Dentro de siete días, haré que descienda la lluvia sobre la tierra; y lloverá durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que yo haya borrado de la tierra a todos los seres vivos que he creado».

Así que Noé hizo todo tal como el Señor le había ordenado.

Noé tenía seiscientos años cuando el diluvio cubrió la tierra. Subió a bordo del barco para escapar del diluvio junto con su esposa, sus hijos y las esposas de ellos. Con ellos estaban todas las diferentes especies de animales—los aprobados para comer y para el sacrificio, y los no aprobados—junto con todas las aves y los animales pequeños que corren por el suelo. Entraron en el barco por parejas—macho y hembra—tal como Dios había ordenado a Noé. 10 Después de siete días, las aguas del diluvio descendieron y cubrieron la tierra.

11 Cuando Noé tenía seiscientos años, el día diecisiete del segundo mes, todas las aguas subterráneas entraron en erupción, y la lluvia cayó en grandes torrentes desde el cielo. 12 La lluvia continuó cayendo durante cuarenta días y cuarenta noches.

13 Ese mismo día Noé había entrado en el barco con su esposa y sus hijos—Sem, Cam y Jafet—y las esposas de ellos. 14 Con ellos en el barco había parejas de cada especie animal—domésticos y salvajes, grandes y pequeños—junto con aves de cada especie. 15 De dos en dos entraron en el barco, en representación de todo ser vivo que respira. 16 Entraron un macho y una hembra de cada especie, tal como Dios había ordenado a Noé. Luego el Señor cerró la puerta detrás de ellos.

17 Durante cuarenta días, las aguas del diluvio crecieron hasta que cubrieron la tierra y elevaron el barco por encima de la tierra. 18 Mientras el nivel del agua subía más y más por encima del suelo, el barco flotaba a salvo sobre la superficie. 19 Finalmente, el agua cubrió hasta las montañas más altas de la tierra 20 elevándose casi siete metros por encima de las cumbres más altas. 21 Murieron todos los seres vivos que había sobre la tierra: las aves, los animales domésticos, los animales salvajes, los animales pequeños que corren por el suelo y todas las personas. 22 Todo lo que respiraba y vivía sobre tierra firme murió. 23 Dios borró de la tierra a todo ser vivo: las personas, los animales, los animales pequeños que corren por el suelo y las aves del cielo. Todos fueron destruidos. Las únicas personas que sobrevivieron fueron Noé y los que estaban con él en el barco. 24 Y las aguas del diluvio cubrieron la tierra durante ciento cincuenta días.

Capitulo 8

1 Entonces Dios se acordó de Noé y de todos los animales salvajes y domésticos que estaban con él en el barco. Envió un viento que soplara sobre la tierra, y las aguas del diluvio comenzaron a retirarse. Las aguas subterráneas dejaron de fluir y se detuvieron las lluvias torrenciales que caían del cielo. Entonces las aguas del diluvio se retiraron de la tierra en forma gradual. Después de ciento cincuenta días, exactamente cinco meses después de que comenzó el diluvio, el barco se detuvo sobre las montañas de Ararat. Dos meses y medio más tarde,mientras las aguas seguían bajando, otras cumbres se hicieron visibles.

Pasados otros cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el barco y soltó un cuervo. El pájaro voló ida y vuelta hasta que las aguas del diluvio terminaron de secarse sobre la tierra. También soltó una paloma para ver si el agua se había retirado y si la paloma podía encontrar suelo seco; pero la paloma no pudo encontrar ningún lugar donde posarse, porque el agua aún cubría la tierra. Así que volvió al barco, y Noé extendió su mano y metió la paloma adentro. 10 Después de esperar otros siete días, Noé volvió a soltar la paloma; 11 esta vez la paloma regresó a él por la tarde con una hoja de olivo fresca en su pico. Entonces Noé supo que las aguas del diluvio se habían retirado casi por completo. 12 Esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma. Esta vez el ave no regresó.

13 Ahora Noé tenía seiscientos un años de edad. El primer día del nuevo año, diez meses y medio después del comienzo del diluvio, las aguas del diluvio se habían secado de la tierra casi por completo. Noé levantó la cubierta del barco y vio que la superficie de la tierra se estaba secando. 14 Pasaron otros dos meses, ¡y por fin la tierra quedó seca!

15 Entonces Dios le dijo a Noé: 16 «Todos ustedes—tú y tu esposa, y tus hijos y sus esposas—salgan del barco. 17 Suelta a todos los animales—las aves, los animales y los animales pequeños que corren por el suelo—para que puedan ser fructíferos y se multipliquen por toda la tierra».

18 Entonces Noé, su esposa, sus hijos y las esposas de sus hijos salieron del barco; 19 y todos los animales, grandes y pequeños, y las aves salieron del barco, pareja por pareja.

20 Luego Noé construyó un altar al Señor y allí sacrificó como ofrendas quemadas los animales y las aves que habían sido aprobados para ese propósito.21 Al Señor le agradó el aroma del sacrificio y se dijo a sí mismo: «Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa de los seres humanos, aun cuando todo lo que ellos piensen o imaginen se incline al mal desde su niñez. Nunca más volveré a destruir a todos los seres vivos. 22 Mientras la tierra permanezca, habrá cultivos y cosechas, frío y calor, verano e invierno, día y noche».

Capitulo 9

Después Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra. Todos los animales de la tierra, todas las aves del cielo, todos los animales pequeños que corren por el suelo y todos los peces del mar tendrán temor y terror de ustedes. Yo los he puesto bajo su autoridad. Se los he dado a ustedes como alimento, como les he dado también los granos y las verduras; pero nunca deben comer de ninguna carne con su vida, es decir, que aún tenga sangre.

»Yo exigiré la sangre de cualquiera que le quite la vida a otra persona. Si un animal salvaje mata a una persona, ese animal debe morir; y cualquiera que asesine a otro ser humano debe morir. Si alguien quita una vida humana, la vida de esa persona también será quitada por manos humanas. Pues Dios hizo a los seres humanos a su propia imagen. Ahora sean fructíferos y multiplíquense, y vuelvan a poblar la tierra».

Entonces Dios les dijo a Noé y a sus hijos: «Ahora mismo, yo confirmo mi pacto con ustedes y con sus descendientes, 10 y con todos los animales que estuvieron en el barco con ustedes—las aves, los animales domésticos y todos los animales salvajes—, con toda criatura viviente sobre la tierra. 11 Sí, yo confirmo mi pacto con ustedes. Nunca más las aguas de un diluvio matarán a todas las criaturas vivientes; nunca más un diluvio destruirá la tierra».

12 Entonces Dios dijo: «Les doy una señal de mi pacto con ustedes y con todas las criaturas vivientes, para todas las generaciones futuras. 13 He puesto mi arco iris en las nubes. Esa es la señal de mi pacto con ustedes y con toda la tierra. 14 Cuando envíe nubes sobre la tierra, el arco iris aparecerá en las nubes 15 y yo me acordaré de mi pacto con ustedes y con todas las criaturas vivientes. Nunca más las aguas de un diluvio volverán a destruir a todos los seres vivos. 16 Cuando yo vea el arco iris en las nubes, me acordaré del pacto eterno entre Dios y toda criatura viviente sobre la tierra». 17 Entonces Dios le dijo a Noé: «Este arco iris es la señal del pacto que yo confirmo con todas las criaturas de la tierra».

18 Los hijos de Noé que salieron del barco con su padre fueron Sem, Cam y Jafet. (Cam es el padre de Canaán). 19 De estos tres hijos de Noé provienen todas las personas que ahora pueblan la tierra.

20 Después del diluvio, Noé comenzó a cultivar la tierra y plantó un viñedo. 21 Cierto día, bebió del vino que había hecho y se emborrachó, y estaba recostado y desnudo dentro de su carpa. 22 Cam, el padre de Canaán, vio que su padre estaba desnudo y salió a contárselo a sus hermanos. 23 Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, se lo pusieron sobre los hombros y entraron de espaldas a la carpa para cubrir a su padre. Mientras lo hacían, miraban para otro lado a fin de no ver a su padre desnudo.

24 Cuando Noé despertó de su estupor, se enteró de lo que había hecho Cam, su hijo menor. 25 Entonces maldijo a Canaán, el hijo de Cam:

«¡Maldito sea Canaán!
    ¡Que sea el más inferior de los siervos para con sus familiares!».

26 Entonces dijo Noé:

«¡Bendito sea el Señor, Dios de Sem,
    y sea Canaán su siervo!
27 ¡Que Dios extienda el territorio de Jafet!
Que Jafet comparta la prosperidad de Sem,
    y sea Canaán su siervo».

28 Noé vivió trescientos cincuenta años más después del gran diluvio. 29 Vivió novecientos cincuenta años y luego murió.

Capitulo 10

Este es el relato de las familias de Sem, Cam y Jafet, los tres hijos de Noé, a quienes les nacieron muchos hijos después del gran diluvio.

Los descendientes de Jafet fueron Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras.

Los descendientes de Gomer fueron Askenaz, Rifat y Togarmá.

Los descendientes de Javán fueron Elisa, Tarsis, Quitim y Rodanim.Los descendientes de ellos llegaron a ser los pueblos marineros que se dispersaron por diversas tierras, cada uno identificado por su propio idioma, clan e identidad nacional.

Los descendientes de Cam fueron Cus, Mizraim, Fut y Canaán.

Los descendientes de Cus fueron Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Los descendientes de Raama fueron Seba y Dedán.

Cus también fue antepasado de Nimrod, el primer guerrero heroico de la tierra. Ya que Nimrod fue el mejor cazador del mundo,su nombre llegó a ser proverbial; la gente decía: «Este hombre es como Nimrod, el mejor cazador del mundo». 10 Él construyó su reino en la tierra de Babilonia, con las ciudades de Babel, Erec, Acad y Calne. 11 Desde allí extendió su territorio a Asiria y construyó las ciudades de Nínive, Rehobot-ir, Cala, 12 y Resén (la gran ciudad situada entre Nínive y Cala).

13 Mizraim fue antepasado de los ludeos, los anameos, los lehabitas, los naftujitas, 14 los patruseos, los caslujitas y los caftoritas, de los cuales descendieron los filisteos.

15 El hijo mayor de Canaán fue Sidón, antepasado de los sidonios. Canaán también fue antepasado de los hititas,[f] 16 los jebuseos, los amorreos, los gergeseos, 17 los heveos, los araceos, los sineos, 18 los arvadeos, los zemareos y los hamateos. Con el tiempo, los clanes cananeos se dispersaron 19 y el territorio de Canaán se extendió desde Sidón, en el norte, hasta Gerar y Gaza, en el sur, y por el oriente tan lejos como Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, cerca de Lasa.

20 Ellos fueron los descendientes de Cam, identificados por clan, idioma, territorio e identidad nacional.

21 También le nacieron hijos a Sem, el hermano mayor de Jafet. Sem fue antepasado de todos los descendientes de Heber.

22 Los descendientes de Sem fueron Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram.

23 Los descendientes de Aram fueron Uz, Hul, Geter y Mas.

24 Arfaxad fue el padre de Sala, y Sala fue el padre de Heber.

25 Heber tuvo dos hijos. El primero se llamó Peleg (que significa «división»), porque durante su vida los habitantes del mundo estaban divididos en diferentes grupos según su idioma. Su hermano se llamó Joctán.

26 Joctán fue el antepasado de Almodad, Selef, Hazar-mavet, Jera, 27 Adoram, Uzal, Dicla, 28 Obal, Abimael, Seba, 29 Ofir, Havila y Jobab. Todos ellos fueron descendientes de Joctán. 30 El territorio que ocupaban se extendía desde Mesa hasta Sefar, en las montañas orientales.

31 Ellos fueron los descendientes de Sem, identificados por clan, idioma, territorio e identidad nacional.

32 Esos son los clanes que descendieron de los hijos de Noé, ordenados por nación, de acuerdo con la línea de descendencia correspondiente. Todas las naciones de la tierra descendieron de esos clanes después del gran diluvio.

Capitulo 11

1 Hubo un tiempo en que todos los habitantes del mundo hablaban el mismo idioma y usaban las mismas palabras. Al emigrar hacia el oriente, encontraron una llanura en la tierra de Babilonia y se establecieron allí.

Comenzaron a decirse unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y endurecerlos con fuego». (En esa región, se usaban ladrillos en lugar de piedra y la brea se usaba como mezcla). Entonces dijeron: «Vamos, construyamos una gran ciudad para nosotros con una torre que llegue hasta el cielo. Eso nos hará famosos y evitará que nos dispersemos por todo el mundo».

Pero el Señor descendió para ver la ciudad y la torre que estaban construyendo, y dijo: «¡Miren! La gente está unida, y todos hablan el mismo idioma. Después de esto, ¡nada de lo que se propongan hacer les será imposible! Vamos a bajar a confundirlos con diferentes idiomas; así no podrán entenderse unos a otros».

De esa manera, el Señor los dispersó por todo el mundo, y ellos dejaron de construir la ciudad. Por eso la ciudad se llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió a la gente con distintos idiomas. Así los dispersó por todo el mundo.

10 Este es el relato de la familia de Sem.

Dos años después del gran diluvio, cuando Sem tenía cien años de edad, tuvo a su hijo Arfaxad. 11 Después del nacimiento de Arfaxad, Sem vivió quinientos años más y tuvo otros hijos e hijas.

12 Cuando Arfaxad tenía treinta y cinco años de edad, tuvo a su hijo Sala. 13 Después del nacimiento de Sala, Arfaxad vivió cuatrocientos tres años más y tuvo otros hijos e hijas.

14 Cuando Sala tenía treinta años de edad, tuvo a su hijo Heber. 15 Después del nacimiento de Heber, Sala vivió cuatrocientos tres años más y tuvo otros hijos e hijas.

16 Cuando Heber tenía treinta y cuatro años de edad, tuvo a su hijo Peleg. 17 Después del nacimiento de Peleg, Heber vivió cuatrocientos treinta años más y tuvo otros hijos e hijas.

18 Cuando Peleg tenía treinta años de edad, tuvo a su hijo Reu. 19 Después del nacimiento de Reu, Peleg vivió doscientos nueve años más y tuvo otros hijos e hijas.

20 Cuando Reu tenía treinta y dos años de edad, tuvo a su hijo Serug. 21 Después del nacimiento de Serug, Reu vivió doscientos siete años más y tuvo otros hijos e hijas.

22 Cuando Serug tenía treinta años de edad, tuvo a su hijo Nacor. 23 Después del nacimiento de Nacor, Serug vivió doscientos años más y tuvo otros hijos e hijas.

24 Cuando Nacor tenía veintinueve años de edad, tuvo a su hijo Taré. 25 Después del nacimiento de Taré, Nacor vivió ciento diecinueve años más y tuvo otros hijos e hijas.

26 Después de que Taré cumpliera setenta años de edad, tuvo a Abram, a Nacor y a Harán.

27 Este es el relato de la familia de Taré. Taré fue el padre de Abram, Nacor y Harán; y Harán fue el padre de Lot. 28 Pero Harán murió en Ur de los caldeos—su tierra natal—mientras su padre Taré aún vivía. 29 Durante ese tiempo, tanto Abram como Nacor se casaron. El nombre de la esposa de Abram era Sarai, y el nombre de la esposa de Nacor era Milca. (Milca y su hermana Isca eran hijas de Harán, el hermano de Nacor). 30 Pero Sarai no podía quedar embarazada y no tenía hijos.

31 Cierto día, Taré tomó a su hijo Abram, a su nuera Sarai (la esposa de su hijo Abram) y a su nieto Lot (el hijo de su hijo Harán) y salieron de Ur de los caldeos. Taré se dirigía a la tierra de Canaán, pero se detuvieron en Harán y se establecieron allí. 32 Taré vivió doscientos cinco años y murió mientras aún estaba en Harán.

Capitulo 12

El Señor le había dicho a Abram: «Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación; te bendeciré y te haré famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te traten con desprecio. Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti».

Entonces Abram partió como el Señor le había ordenado, y Lot fue con él. Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó a su esposa Sarai, a su sobrino Lot, y todas sus posesiones—sus animales y todas las personas que había incorporado a los de su casa en Harán—y se dirigió a la tierra de Canaán. Cuando llegaron a Canaán, Abram atravesó la tierra hasta llegar a Siquem. Allí estableció el campamento, junto al roble de More. En aquel tiempo, los cananeos habitaban esa región.

Entonces el Señor se le apareció a Abram y le dijo: «Daré esta tierra a tu descendencia». Y Abram edificó allí un altar y lo dedicó al Señor, quien se le había aparecido. Después Abram viajó hacia el sur y estableció el campamento en la zona montañosa, situada entre Betel al occidente, y Hai al oriente. Allí edificó otro altar y lo dedicó al Señor, y adoró al Señor. Entonces Abram continuó viajando por tramos en dirección sur, hacia el Neguev.

10 En aquel tiempo, un hambre terrible azotó la tierra de Canaán y obligó a Abram a descender a Egipto, donde vivió como extranjero. 11 Al acercarse a la frontera de Egipto, Abram le dijo a su esposa Sarai: «Mira, tú eres una mujer hermosa. 12 Cuando los egipcios te vean, dirán: “Ella es su esposa. ¡Matémoslo y entonces podremos tomarla!”. 13 Así que, por favor, diles que eres mi hermana. Entonces me perdonarán la vida y me tratarán bien debido al interés que tienen en ti».

14 Efectivamente, cuando Abram llegó a Egipto, todos notaron la belleza de Sarai. 15 Cuando los funcionarios del palacio la vieron, hablaron maravillas de ella al faraón, su rey, y llevaron a Sarai al palacio. 16 Entonces el faraón le dio a Abram muchos regalos a causa de ella: ovejas, cabras, ganado, asnos y asnas, siervos y siervas, y camellos.

17 Pero el Señor envió plagas terribles sobre el faraón y sobre todos los de su casa debido a Sarai, la esposa de Abram. 18 Así que el faraón mandó llamar a Abram y lo reprendió severamente: «¿Qué me has hecho?—preguntó—. ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? 19 ¿Por qué dijiste: “Es mi hermana” y con esto me permitiste tomarla como esposa? Ahora bien, aquí tienes a tu esposa. ¡Tómala y vete de aquí!». 20 Entonces el faraón ordenó a algunos de sus hombres que los escoltaran, y expulsó a Abram de su territorio junto con su esposa y todas sus pertenencias.

Capitulo 13

Entonces Abram salió de Egipto junto con su esposa, con Lot y con todo lo que poseían, y viajó hacia el norte, al Neguev. (Abram era muy rico en ganado, plata y oro). Desde el Neguev, continuaron viajando por tramos hacia Betel y armaron sus carpas entre Betel y Hai, donde habían acampado antes. Era el mismo lugar donde Abram había construido el altar, y allí volvió a adorar al Señor.

Lot, quien viajaba con Abram, también se había enriquecido mucho con rebaños de ovejas y de cabras, manadas de ganado y muchas carpas. Pero la tierra no era suficiente para sustentar a Abram y a Lot si ambos vivían tan cerca el uno del otro con todos sus rebaños y manadas. Entonces surgieron disputas entre los que cuidaban los animales de Abram y los que cuidaban los de Lot. (En aquel tiempo, también vivían en la tierra los cananeos y los ferezeos).

Finalmente, Abram le dijo a Lot: «No permitamos que este conflicto se interponga entre nosotros o entre los que cuidan nuestros animales. Después de todo, ¡somos parientes cercanos! Toda la región está a tu disposición. Escoge la parte de la tierra que prefieras, y nos separaremos. Si tú quieres la tierra a la izquierda, entonces yo tomaré la tierra de la derecha. Si tú prefieres la tierra de la derecha, yo me iré a la izquierda».

10 Lot miró con detenimiento las fértiles llanuras del valle del Jordán en dirección a Zoar. Toda esa región tenía abundancia de agua, como el jardín del Señor o la hermosa tierra de Egipto. (Esto ocurrió antes de que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra). 11 Lot escogió para sí todo el valle del Jordán, que estaba situado al oriente. Se separó de su tío Abram y se mudó allí con sus rebaños y sus siervos. 12 Entonces Abram se estableció en la tierra de Canaán, y Lot movió sus carpas a un lugar cerca de Sodoma y se estableció entre las ciudades de la llanura. 13 Pero los habitantes de esa región eran sumamente perversos y no dejaban de pecar contra el Señor.

14 Después de que Lot se fue, el Señor le dijo a Abram: «Mira lo más lejos que puedas en todas las direcciones: al norte y al sur, al oriente y al occidente. 15 Yo te doy toda esta tierra, tan lejos como alcances a ver, a ti y a tu descendencia como posesión permanente. 16 ¡Y te daré tantos descendientes que, como el polvo de la tierra, será imposible contarlos! 17 Recorre toda la tierra en cada dirección, pues yo te la entrego».

18 Entonces Abram mudó su campamento a Hebrón y se estableció cerca del robledo que pertenecía a Mamre, y allí construyó otro altar al Señor.

Capitulo 14

En esos días, estalló la guerra en la región. Amrafel, rey de Babilonia; Arioc, rey de Elasar; Quedorlaomer, rey de Elam; y Tidal, rey de Goim, lucharon contra Bera, rey de Sodoma; Birsa, rey de Gomorra; Sinab, rey de Adma; Semeber, rey de Zeboim, y el rey de Bela (también llamada Zoar).

Este segundo grupo de reyes unieron sus ejércitos en el valle de Sidim (que es el valle del mar Muerto). Durante doce años, habían estado sometidos al rey Quedorlaomer pero, en el año trece, se rebelaron contra él.

Un año después, Quedorlaomer y sus aliados llegaron y derrotaron a los refaítas en Astarot-karnaim, a los zuzitas en Ham, a los emitas en Save-quiriataim y a los horeos en el monte Seir, hasta El-parán, al borde del desierto. Luego dieron la vuelta y llegaron a En-mispat (que ahora se llama Cades) y conquistaron todo el territorio de los amalecitas y también a los amorreos que vivían en Hazezon-tamar.

Entonces los reyes rebeldes de Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela (también llamada Zoar) se prepararon para la batalla en el valle del mar Muerto. Lucharon contra Quedorlaomer, rey de Elam; Tidal, rey de Goim; Amrafel, rey de Babilonia; y Arioc, rey de Elasar. Eran cuatro reyes contra cinco. 10 Resulta que el valle del mar Muerto estaba lleno de pozos de brea. Así que cuando el ejército de los reyes de Sodoma y Gomorra huía, algunos de ellos cayeron en los pozos de brea, mientras que el resto escapó a las montañas. 11 Entonces los invasores victoriosos saquearon Sodoma y Gomorra y emprendieron el regreso a su tierra con el botín de guerra y los alimentos. 12 También capturaron a Lot—el sobrino de Abram que vivía en Sodoma—y se llevaron todas sus pertenencias.

13 Uno de los hombres de Lot escapó y le contó todo a Abram, el hebreo, que vivía cerca del robledo que pertenecía a Mamre, el amorreo. Mamre y sus parientes, Escol y Aner, eran aliados de Abram.

14 Cuando Abram se enteró de que su sobrino Lot había sido capturado, movilizó a los trescientos dieciocho hombres adiestrados que habían nacido en su casa. Entonces persiguió al ejército de Quedorlaomer hasta que lo alcanzó en Dan. 15 Allí dividió a sus hombres en grupos y atacó durante la noche. El ejército de Quedorlaomer huyó, pero Abram lo persiguió hasta Hoba, al norte de Damasco. 16 Abram recuperó todos los bienes que habían sido tomados, y trajo de regreso a su sobrino Lot junto con sus pertenencias, las mujeres y los demás cautivos.

17 Después de que Abram regresó de su victoria sobre el rey Quedorlaomer y todos sus aliados, el rey de Sodoma salió a encontrarse con él en el valle de Save (que es el valle del Rey).

18 Y Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, le llevó pan y vino a Abram. 19 Melquisedec bendijo a Abram con la siguiente bendición:

«Bendito sea Abram por Dios Altísimo,
    Creador de los cielos y la tierra.
20 Y bendito sea Dios Altísimo,
    que derrotó a tus enemigos por ti».

Luego Abram dio a Melquisedec una décima parte de todos los bienes que había recuperado.

21 El rey de Sodoma le dijo a Abram:

—Devuélveme a mi pueblo, el cual fue capturado; pero puedes quedarte con todos los bienes que recuperaste.

22 Abram le respondió al rey de Sodoma:

—Juro solemnemente ante el Señor, Dios Altísimo, Creador de los cielos y la tierra, 23 que no tomaré nada de lo que a ti te pertenece, ni un simple hilo ni la correa de una sandalia. De otro modo, podrías decir: “Yo soy quien enriqueció a Abram”. 24 Aceptaré solamente lo que mis jóvenes guerreros ya han comido, y pido que tú entregues una porción justa de los bienes a mis aliados: Aner, Escol y Mamre.

Capitulo 15

Tiempo después, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo:

—No temas, Abram, porque yo te protegeré, y tu recompensa será grande.

Abram le respondió:

—Oh Señor Soberano, ¿de qué sirven todas tus bendiciones si ni siquiera tengo un hijo? Ya que tú no me has dado hijos, Eliezer de Damasco, un siervo de los de mi casa, heredará toda mi riqueza. Tú no me has dado descendientes propios, así que uno de mis siervos será mi heredero.

Después el Señor le dijo:

—No, tu siervo no será tu heredero, porque tendrás un hijo propio, quien será tu heredero.

Entonces el Señor llevó a Abram afuera y le dijo:

—Mira al cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. ¡Esa es la cantidad de descendientes que tendrás!

Y Abram creyó al Señor, y el Señor lo consideró justo debido a su fe.

Entonces el Señor le dijo:

—Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra como posesión.

Pero Abram respondió:

—Oh Señor Soberano, ¿cómo puedo estar seguro de que realmente voy a poseerla?

Y el Señor le dijo:

—Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón de paloma.

10 Entonces Abram le presentó todos esos animales y los mató. Luego partió a cada animal por la mitad y puso las mitades una al lado de la otra; sin embargo, no partió a las aves por la mitad. 11 Algunos buitres se lanzaron en picada para comerse a los animales muertos, pero Abram los espantó.

12 Al ponerse el sol, Abram se durmió profundamente, y descendió sobre él una oscuridad aterradora. 13 Después el Señor dijo a Abram: «Ten por seguro que tus descendientes serán extranjeros en una tierra ajena, donde los oprimirán como esclavos durante cuatrocientos años; 14 pero yo castigaré a la nación que los esclavice, y al final saldrán con muchas riquezas. 15 (En cuanto a ti, morirás en paz y serás enterrado en buena vejez). 16 Cuando hayan pasado cuatro generaciones, tus descendientes regresarán aquí, a esta tierra, porque los pecados de los amorreos no ameritan aún su destrucción».

17 Después de que el sol se puso y cayó la oscuridad, Abram vio un horno humeante y una antorcha ardiente que pasaban entre las mitades de los animales muertos. 18 Entonces el Señor hizo un pacto con Abram aquel día y dijo: «Yo he entregado esta tierra a tus descendientes, desde la frontera de Egipto hasta el gran río Éufrates, 19 la tierra que ahora ocupan los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, 20 los hititas, los ferezeos, los refaítas, 21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos».

Capitulo 16

Ahora bien, Sarai, la esposa de Abram, no había podido darle hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Agar. Entonces Sarai le dijo a Abram: «El Señor no me ha permitido tener hijos. Ve y acuéstate con mi sierva; quizá yo pueda tener hijos por medio de ella». Y Abram aceptó la propuesta de Sarai. Entonces Sarai, la esposa de Abram, tomó a Agar, la sierva egipcia, y la entregó a Abram como mujer. (Esto ocurrió diez años después de que Abram se estableció en la tierra de Canaán).

Así que Abram tuvo relaciones sexuales con Agar, y ella quedó embarazada; pero cuando Agar supo que estaba embarazada, comenzó a tratar con desprecio a su señora, Sarai. Entonces Sarai le dijo a Abram:

—¡Todo esto es culpa tuya! Puse a mi sierva en tus brazos pero, ahora que está embarazada, me trata con desprecio. El Señor mostrará quién está equivocado, ¡tú o yo!

Abram respondió:

—Mira, ella es tu sierva, así que haz con ella como mejor te parezca.

Entonces Sarai comenzó a tratar a Agar con tanta dureza que al final ella huyó.

El ángel del Señor encontró a Agar en el desierto junto a un manantial de agua, en el camino que lleva a Shur. El ángel le dijo:

—Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes y hacia dónde vas?

—Estoy huyendo de mi señora, Sarai—contestó ella.

El ángel del Señor le dijo:

—Regresa a tu señora y sométete a su autoridad.

10 Después añadió:

—Yo te daré más descendientes de los que puedas contar.

11 El ángel también dijo:

—Ahora estás embarazada y darás a luz un hijo. Lo llamarás Ismael (que significa “Dios oye”), porque el Señor ha oído tu clamor de angustia. 12 Este hijo tuyo será un hombre indomable, ¡tan indomable como un burro salvaje! Levantará su puño contra todos, y todos estarán en su contra. Así es, vivirá en franca oposición con todos sus familiares.

13 A partir de entonces, Agar utilizó otro nombre para referirse al Señor, quien le había hablado. Ella dijo: «Tú eres el Dios que me ve». También dijo: «¿De verdad he visto a Aquel que me ve?». 14 Así que ese pozo fue llamado Beer-lajai-roi (que significa «pozo del Viviente que me ve»). Aún se encuentra entre Cades y Bered.

15 Entonces Agar le dio un hijo a Abram, y Abram lo llamó Ismael. 16 Abram tenía ochenta y seis años cuando nació Ismael.

Capitulo 17

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo soy El-Shaddai, “Dios Todopoderoso”. Sírveme con fidelidad y lleva una vida intachable. Yo haré un pacto contigo, por medio del cual garantizo darte una descendencia incontable».

Al oír eso, Abram cayó rostro en tierra. Después Dios le dijo: «Este es mi pacto contigo: ¡te haré el padre de una multitud de naciones! Además, cambiaré tu nombre. Ya no será Abram, sino que te llamarás Abraham, porque serás el padre de muchas naciones. Te haré sumamente fructífero. Tus descendientes llegarán a ser muchas naciones, ¡y de ellos surgirán reyes!

»Yo confirmaré mi pacto contigo y con tus descendientes después de ti, de generación en generación. Este es el pacto eterno: yo siempre seré tu Dios y el Dios de todos tus descendientes, y les daré a ti y a tus descendientes toda la tierra de Canaán, donde ahora vives como extranjero. Será posesión de ellos para siempre, y yo seré su Dios».

Entonces Dios le dijo a Abraham: «Es tu responsabilidad obedecer las condiciones del pacto. Tanto tú como todos tus descendientes tendrán esta responsabilidad de por vida. 10 Este es el pacto que tú y tus descendientes deben cumplir: todo varón entre ustedes debe ser circuncidado. 11 Debes cortar la carne del prepucio como señal del pacto entre tú y yo. 12 De generación en generación, todo varón debe ser circuncidado al octavo día de su nacimiento. Esto incluye no solamente a los miembros de tu familia, sino también a los siervos nacidos en tu casa y a los siervos extranjeros que hayas comprado. 13 Todos deben ser circuncidados. Llevarán en su cuerpo la marca de mi pacto eterno. 14 Todo varón que no sea circuncidado será excluido de la familia del pacto por romper el pacto».

15 Entonces Dios le dijo a Abraham: «Con respecto a Sarai, tu esposa, su nombre no será más Sarai. A partir de ahora, se llamará Sara. 16 Y yo la bendeciré, ¡y te daré un hijo varón por medio de ella! Sí, la bendeciré en abundancia, y llegará a ser la madre de muchas naciones. Entre sus descendientes, habrá reyes de naciones».

17 Entonces Abraham se postró hasta el suelo, pero se rio por dentro, incrédulo. «¿Cómo podría yo ser padre a la edad de cien años?—pensó—. ¿Y cómo podrá Sara tener un bebé a los noventa años?». 18 Así que Abraham le dijo a Dios:

—¡Que Ismael viva bajo tu bendición especial!

19 Pero Dios le respondió:

—No. Sara, tu esposa, te dará a luz un hijo. Le pondrás por nombre Isaac, y yo confirmaré mi pacto con él y con sus descendientes como pacto eterno. 20 Con respecto a Ismael, también a él lo bendeciré, tal como me has pedido. Haré que sea muy fructífero y multiplicaré su descendencia. Llegará a ser padre de doce príncipes, y haré de él una gran nación; 21 pero mi pacto se confirmará con Isaac, quien nacerá de ti y de Sara dentro de un año.

22 Cuando Dios terminó de hablar, dejó a Abraham.

23 Ese mismo día, Abraham tomó a su hijo Ismael, y a todos los varones de su casa, tanto los que habían nacido allí como los que había comprado; y los circuncidó cortándoles el prepucio, tal como Dios le había dicho. 24 Abraham tenía noventa y nueve años cuando fue circuncidado, 25 y su hijo Ismael tenía trece. 26 Tanto Abraham como su hijo Ismael fueron circuncidados ese mismo día, 27 y también los demás varones de la casa, los nacidos allí y los comprados como siervos. Todos fueron circuncidados junto con él.

Capitulo 18

El Señor se le apareció otra vez a Abraham cerca del robledo que pertenecía a Mamre. Un día, Abraham estaba sentado en la entrada de su carpa a la hora más calurosa del día. Entonces levantó la vista y vio a tres hombres de pie cerca de allí. Cuando los vio, corrió a recibirlos, y se inclinó hasta el suelo en señal de bienvenida.

—Mi señor—dijo él—, si le agrada, deténgase aquí un rato. Descansen bajo la sombra de este árbol mientras les traen agua para lavarse los pies. Ya que han honrado a su siervo con esta visita, permítanme prepararles comida para que recobren fuerzas antes de continuar su viaje.

—Está bien—dijeron ellos—. Haz lo que dijiste.

Entonces Abraham volvió corriendo a la carpa y le dijo a Sara: «¡Apresúrate! Toma tres medidas abundantes de la mejor harina que tengas, amásala y hornea pan». Luego Abraham corrió hacia el rebaño, escogió un becerro tierno y se lo dio a su siervo, quien lo preparó con rapidez. Cuando la comida estuvo lista, Abraham tomó yogur y leche junto con la carne asada, y sirvió la comida a los hombres. Mientras ellos comían, Abraham los atendía bajo la sombra de los árboles.

—¿Dónde está Sara, tu esposa?—preguntaron los visitantes.

—Está dentro de la carpa—contestó Abraham.

10 Entonces uno de ellos dijo:

—Yo volveré a verte dentro de un año, ¡y tu esposa, Sara, tendrá un hijo!

Sara escuchaba la conversación desde la carpa. 11 Abraham y Sara eran muy ancianos en ese tiempo, y hacía mucho que Sara había pasado la edad de tener hijos. 12 Así que se rio en silencio dentro de sí misma, y dijo: «¿Cómo podría una mujer acabada como yo disfrutar semejante placer, sobre todo cuando mi señor—mi esposo—también es muy viejo?».

13 Entonces el Señor le dijo a Abraham:

—¿Por qué se rio Sara y dijo: “¿Acaso puede una mujer vieja como yo tener un bebé?”? 14 ¿Existe algo demasiado difícil para el Señor? Regresaré dentro de un año, y Sara tendrá un hijo.

15 Sara tuvo miedo, por eso lo negó:

—Yo no me reí.

Pero el Señor dijo:

—No es cierto, sí te reíste.

16 Después de haber comido, los hombres se levantaron y miraron hacia Sodoma. Cuando salieron, Abraham caminó un tramo con ellos para despedirlos.

17 «¿Ocultaré mis planes a Abraham?—preguntó el Señor—. 18 Pues Abraham sin duda llegará a formar una nación grande y poderosa, y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de él. 19 Yo lo escogí a fin de que él ordene a sus hijos y a sus familias que se mantengan en el camino del Señor haciendo lo que es correcto y justo. Entonces yo haré para Abraham todo lo que he prometido».

20 Así que el Señor le dijo a Abraham:

—He oído un gran clamor desde Sodoma y Gomorra, porque su pecado es muy grave. 21 Bajaré para ver si sus acciones son tan perversas como he oído. Si no es así, quiero saberlo.

22 Los otros hombres se dieron la vuelta y se dirigieron a Sodoma, pero el Señor se quedó con Abraham. 23 Abraham se le acercó y dijo:

—¿Destruirás tanto al justo como al malvado? 24 Supongamos que encuentras cincuenta personas justas en la ciudad, ¿aun así la destruirás y no la perdonarás por causa de los justos? 25 Seguro que tú no harías semejante cosa: destruir al justo junto con el malvado. ¡Pues estarías tratando al justo y al malvado exactamente de la misma manera! ¡Sin duda, tú no harías eso! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no haría lo que es correcto?

26 Y el Señor contestó:

—Si encuentro cincuenta personas justas en Sodoma, perdonaré a toda la ciudad por causa de ellos.

27 Entonces Abraham volvió a hablar:

—Ya que he comenzado, permíteme decir algo más a mi Señor, aunque no soy más que polvo y cenizas. 28 Supongamos que hubiera solo cuarenta y cinco justos en vez de cincuenta. ¿Destruirás toda la ciudad aunque falten cinco?

El Señor le dijo:

—No la destruiré si encuentro cuarenta y cinco justos allí.

29 Entonces Abraham insistió en su petición:

—¿Supongamos que hubiera solamente cuarenta?

El Señor le contestó:

—No la destruiré por causa de esos cuarenta.

30 —Por favor, no te enojes, mi Señor—rogó Abraham—. Permíteme seguir hablando. ¿Supongamos que se encontraran solamente treinta justos?

El Señor le contestó:

—No la destruiré si encuentro treinta.

31 Entonces Abraham dijo:

—Dado que me he atrevido a hablar al Señor, permíteme continuar. ¿Supongamos que hay solamente veinte?

El Señor le contestó:

—Entonces no la destruiré por causa de esos veinte.

32 Finalmente, Abraham dijo:

—Señor, por favor, no te enojes conmigo si hablo una vez más. ¿Y si hubiera tan solo diez?

Y el Señor contestó:

—Entonces no la destruiré por causa de esos diez.

33 Cuando el Señor terminó la conversación con Abraham, siguió su camino, y Abraham regresó a su carpa.

Capitulo 19

Al anochecer, los dos ángeles llegaron a la entrada de la ciudad de Sodoma. Lot estaba allí sentado y, cuando los vio, se puso de pie para recibirlos. Entonces les dio la bienvenida y se inclinó rostro en tierra.

—Señores míos—dijo él—, vengan a mi casa para lavarse los pies, y sean mis huéspedes esta noche. Entonces mañana podrán levantarse temprano y seguir su camino.

—Oh, no—respondieron ellos—. Pasaremos la noche aquí, en la plaza de la ciudad.

Pero Lot insistió, y finalmente ellos fueron con él a su casa. Lot preparó un banquete para ellos, con pan sin levadura recién horneado, y ellos comieron; pero antes de que se fueran a dormir, todos los hombres de Sodoma, tanto jóvenes como mayores, llegaron de todas partes de la ciudad y rodearon la casa. Y le gritaron a Lot:

—¿Dónde están los hombres que llegaron para pasar la noche contigo? ¡Haz que salgan para que podamos tener sexo con ellos!

Entonces Lot salió de la casa para hablar con ellos y cerró la puerta detrás de sí.

—Por favor, hermanos míos—suplicó—, no hagan una cosa tan perversa. Miren, tengo dos hijas vírgenes. Déjenme traerlas, y podrán hacer con ellas lo que quieran. Pero les ruego que dejen en paz a estos hombres, porque son mis huéspedes y están bajo mi protección.

—¡Hazte a un lado!—gritaron ellos—. Este tipo llegó a la ciudad como forastero, ¡y ahora actúa como si fuera nuestro juez! ¡Te trataremos mucho peor que a esos hombres!

Y se lanzaron contra Lot para tirar la puerta abajo.

10 Pero los dos ángeles extendieron la mano, metieron a Lot dentro de la casa y pusieron el cerrojo a la puerta. 11 Luego dejaron ciegos a todos los hombres que estaban en la puerta de la casa, tanto jóvenes como mayores, los cuales abandonaron su intento de entrar.

12 Mientras tanto, los ángeles le preguntaron a Lot:

—¿Tienes otros familiares en esta ciudad? Sácalos de aquí, a tus yernos, hijos, hijas o cualquier otro, 13 porque estamos a punto de destruir este lugar por completo. El clamor contra esta ciudad es tan grande que ha llegado hasta el Señor, y él nos ha enviado para destruirla.

14 Entonces Lot salió con prisa a contarles a los prometidos de sus hijas: «¡Rápido, salgan de la ciudad! El Señor está a punto de destruirla»; pero los jóvenes pensaron que lo decía en broma.

15 Al amanecer de la mañana siguiente, los ángeles insistieron:

—Apresúrate—le dijeron a Lot—. Toma a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí. ¡Vete ahora mismo, o serás arrastrado en la destrucción de la ciudad!

16 Como Lot todavía titubeaba, los ángeles lo agarraron de la mano, y también a su esposa y a sus dos hijas, y los llevaron enseguida a un lugar seguro fuera de la ciudad, porque el Señor tuvo misericordia de ellos. 17 Cuando quedaron a salvo fuera de la ciudad, uno de los ángeles ordenó:

—¡Corran y salven sus vidas! ¡No miren hacia atrás ni se detengan en ningún lugar del valle! ¡Escapen a las montañas, o serán destruidos!

18 —¡Oh, no, mi señor!—suplicó Lot—. 19 Ustedes fueron tan amables conmigo y me salvaron la vida, y han mostrado una gran bondad; pero no puedo ir a las montañas. La destrucción me alcanzaría allí también, y pronto moriría. 20 Miren, hay una pequeña aldea cerca. Por favor, déjenme ir allá; ¿no ven lo pequeña que es? Así no perderé la vida.

21 —Está bien—dijo el ángel—, concederé tu petición. No destruiré la pequeña aldea. 22 ¡Pero apresúrate! Escapa a la aldea, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí.

(Esto explica por qué aquella aldea se conocía como Zoar, que significa «lugar pequeño»).

23 Lot llegó a la aldea justo cuando el sol salía en el horizonte. 24 Enseguida el Señor hizo llover de los cielos fuego y azufre ardiente sobre Sodoma y Gomorra. 25 Las destruyó por completo, junto con las demás ciudades y aldeas de la llanura. Así arrasó a todas las personas y a toda la vegetación; 26 pero la esposa de Lot miró hacia atrás mientras lo seguía y quedó convertida en una estatua de sal.

27 Abraham se levantó temprano esa mañana y salió de prisa al lugar donde había estado en la presencia del Señor. 28 Miró al otro lado de la llanura, hacia Sodoma y Gomorra, y vio que subían columnas de humo desde las ciudades como si fuera el humo de un horno.

29 Pero Dios había escuchado la petición de Abraham y salvó la vida de Lot, a quien sacó del desastre que se tragó a las ciudades de la llanura.

30 Tiempo después, Lot abandonó Zoar porque tenía miedo de la gente de allí y fue a vivir a una cueva en las montañas junto con sus dos hijas. 31 Cierto día, la hija mayor le dijo a su hermana: «No quedan hombres en ningún lugar de esta región, así que no podemos casarnos como todas las demás; y nuestro padre pronto será demasiado viejo para tener hijos. 32 Ven, vamos a emborracharlo con vino, y después tendremos sexo con él. De esa forma preservaremos nuestra descendencia por medio de nuestro padre».

33 Así que aquella noche lo emborracharon con vino, y la hija mayor entró y tuvo relaciones sexuales con su padre. Él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

34 A la mañana siguiente, la hermana mayor le dijo a la menor: «Anoche tuve sexo con nuestro padre. Volvamos a emborracharlo con vino esta noche, y tú entrarás y tendrás sexo con él. De esa forma preservaremos nuestra descendencia por medio de nuestro padre». 35 Así que aquella noche ellas volvieron a emborracharlo con vino, y la hija menor entró y tuvo relaciones sexuales con él. Igual que antes, él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

36 Como resultado, las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su propio padre. 37 Cuando la hija mayor dio a luz un hijo, le puso por nombre Moab. Él llegó a ser padre de la nación conocida ahora como los moabitas. 38 Cuando la hija menor dio a luz un hijo, le puso por nombre Ben-ammi. Él llegó a ser padre de la nación conocida ahora como los amonitas.

Capitulo 20

Abraham se trasladó hacia el sur, al Neguev, y vivió un tiempo entre Cades y Shur; luego siguió hasta Gerar. Mientras vivía allí como extranjero, Abraham presentó a su esposa, Sara, diciendo: «Ella es mi hermana». Entonces el rey Abimelec de Gerar mandó llamar a Sara e hizo que la trajeran ante él a su palacio.

Esa noche Dios se le apareció a Abimelec en un sueño y le dijo:

—Eres hombre muerto, porque esa mujer que has tomado ¡ya está casada!

Sin embargo, Abimelec todavía no había dormido con ella, así que dijo:

—Señor, ¿destruirás a una nación inocente? ¿Acaso no me dijo Abraham: “Ella es mi hermana”? Y ella misma dijo: “Sí, él es mi hermano”. ¡Yo he actuado con total inocencia! Mis manos están limpias.

En el sueño, Dios respondió:

—Sí, yo sé que tú eres inocente. Por eso no permití que pecaras contra mí ni dejé que la tocaras. Ahora devuelve la mujer a su esposo; y él orará por ti, porque es profeta. Entonces vivirás; pero si no la devuelves, puedes estar seguro de que tú y todo tu pueblo morirán.

A la mañana siguiente, Abimelec se levantó temprano y enseguida reunió a todos sus siervos. Cuando les dijo a sus hombres lo que había ocurrido, ellos quedaron aterrados. Entonces Abimelec mandó llamar a Abraham.

—¿Qué nos has hecho?—preguntó—. ¿Qué delito he cometido que merezca un trato como este, que nos haces culpables a mí y a mi reino de este gran pecado? ¡Nadie debería hacer jamás lo que tú has hecho! 10 ¿Qué te llevó a cometer semejante acto?

11 Abraham contestó:

—Yo pensé: “Este es un lugar donde no hay temor de Dios. Ellos querrán tener a mi esposa y me matarán para conseguirla”. 12 Ella de verdad es mi hermana, pues ambos tenemos el mismo padre, aunque diferentes madres; y yo me casé con ella. 13 Cuando Dios me llamó a abandonar la casa de mi padre y a viajar de lugar en lugar, le dije a ella: “Hazme un favor, por donde vayamos, dile a la gente que yo soy tu hermano”.

14 Entonces Abimelec tomó algunas de sus ovejas y cabras, ganado y también siervos y siervas, y entregó todo a Abraham. Además le devolvió a su esposa, Sara. 15 Después Abimelec le dijo:

—Revisa mis tierras y escoge cualquier lugar donde te gustaría vivir.

16 Y le dijo a Sara:

—Mira, le entrego a tu “hermano” mil piezas de plata en presencia de todos estos testigos, para compensarte por cualquier daño que pudiera haberte causado. Esto resolverá todo reclamo contra mí, y tu reputación quedará limpia.

17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec, a su esposa y a sus siervas para que pudieran tener hijos. 18 Pues el Señor había hecho que todas las mujeres quedaran estériles debido a lo que pasó con Sara, la esposa de Abraham.

Capitulo 21

El Señor cumplió su palabra e hizo con Sara exactamente lo que había prometido. Ella quedó embarazada y dio a luz un hijo a Abraham en su vejez. Esto ocurrió justo en el tiempo que Dios dijo que pasaría. Y Abraham le puso por nombre a su hijo, Isaac. Ocho días después del nacimiento, Abraham circuncidó a Isaac, tal como Dios había ordenado. Abraham tenía cien años de edad cuando nació Isaac.

Sara declaró: «Dios me hizo reír. Todos los que se enteren de lo que sucedió se reirán conmigo. ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría a un bebé? Sin embargo, ¡le he dado a Abraham un hijo en su vejez!».

Cuando Isaac creció y estaba a punto de ser destetado, Abraham preparó una gran fiesta para celebrar la ocasión. Pero Sara vio que Ismael—el hijo de Abraham y de su sierva egipcia Agar—se burlaba de su hijo Isaac. 10 Entonces ella se dirigió a Abraham y le exigió: «Echa fuera a esa esclava y a su hijo. Él no compartirá la herencia con mi hijo Isaac. ¡No lo permitiré!».

11 Esto disgustó mucho a Abraham, porque Ismael era su hijo; 12 pero Dios le dijo a Abraham: «No te alteres por el muchacho y tu sierva. Haz todo lo que Sara te diga, porque Isaac es el hijo mediante el cual procederán tus descendientes. 13 Yo también haré una nación de los descendientes del hijo de Agar, porque él también es hijo tuyo».

14 Así que a la mañana siguiente Abraham se levantó temprano, preparó comida y un recipiente de agua, y amarró todo a los hombros de Agar. Luego la despidió junto con su hijo, y ella anduvo errante por el desierto de Beerseba.

15 Cuando se acabó el agua, Agar puso al muchacho a la sombra de un arbusto. 16 Entonces se alejó y se sentó sola a unos cien metros de distancia. Se echó a llorar y dijo: «No quiero ver morir al muchacho».

17 Pero Dios escuchó llorar al muchacho, y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo: «Agar, ¿qué pasa? ¡No tengas miedo! Dios ha oído llorar al muchacho, allí tendido en el suelo. 18 Ve a consolarlo, porque yo haré de su descendencia una gran nación».

19 Entonces Dios abrió los ojos de Agar, y ella vio un pozo lleno de agua. Enseguida llenó su recipiente con agua y dio de beber al niño.

20 El muchacho creció en el desierto, y Dios estaba con él. Llegó a ser un hábil arquero, 21 se estableció en el desierto de Parán, y su madre arregló que se casara con una mujer de la tierra de Egipto.

22 En esos días, Abimelec fue con Ficol, el comandante de su ejército, a visitar a Abraham.

—Es obvio que Dios está contigo, ayudándote en todo lo que haces—dijo Abimelec—. 23 Júrame en nombre de Dios que nunca me engañarás ni a mí, ni a mis hijos, ni a ninguno de mis descendientes. Yo te he sido leal, así que ahora jura que tú me serás leal a mí y a esta nación donde vives como extranjero.

24 Abraham respondió:

—¡Sí, lo juro!

25 Entonces Abraham se quejó con Abimelec por un pozo que los siervos de Abimelec habían quitado por la fuerza a los siervos de Abraham.

26 —No sabía nada—respondió Abimelec—. No tengo idea de quién es el responsable. Nunca antes te has quejado de este asunto.

27 Entonces Abraham le dio a Abimelec algunas de sus ovejas y cabras, y cabezas de ganado, y los dos hicieron un tratado. 28 Pero Abraham además tomó otras siete corderas y las puso aparte. 29 Y Abimelec preguntó:

—¿Por qué has puesto estas siete separadas de los demás?

30 Abraham respondió:

—Por favor, recibe estas siete corderas en señal de que aceptas que yo cavé este pozo.

31 Luego Abraham puso por nombre a ese lugar Beerseba (que significa «pozo del juramento»), porque fue allí donde ambos hicieron el juramento.

32 Después de haber hecho el pacto en Beerseba, Abimelec partió junto con Ficol, el comandante de su ejército, y los dos regresaron a su hogar, en tierra de los filisteos. 33 Luego Abraham plantó un tamarisco en Beerseba, y allí adoró al Señor, Dios Eterno. 34 Y Abraham vivió como extranjero en la tierra de los filisteos durante mucho tiempo.

Capitulo 22

Tiempo después, Dios probó la fe de Abraham.

—¡Abraham!—lo llamó Dios.

—Sí—respondió él—, aquí estoy.

—Toma a tu hijo, tu único hijo—sí, a Isaac, a quien tanto amas—y vete a la tierra de Moriah. Allí lo sacrificarás como ofrenda quemada sobre uno de los montes, uno que yo te mostraré.

A la mañana siguiente, Abraham se levantó temprano. Ensilló su burro y llevó con él a dos de sus siervos, junto con su hijo Isaac. Después cortó leña para el fuego de la ofrenda y salió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día de viaje, Abraham levantó la vista y vio el lugar a la distancia. «Quédense aquí con el burro—dijo Abraham a los siervos—. El muchacho y yo seguiremos un poco más adelante. Allí adoraremos y volveremos enseguida».

Entonces Abraham puso la leña para la ofrenda sobre los hombros de Isaac, mientras que él llevó el fuego y el cuchillo. Mientras caminaban juntos, Isaac se dio vuelta y le dijo a Abraham:

—¿Padre?

—Sí, hijo mío—contestó Abraham.

—Tenemos el fuego y la leña—dijo el muchacho—, ¿pero dónde está el cordero para la ofrenda quemada?

—Dios proveerá un cordero para la ofrenda quemada, hijo mío—contestó Abraham.

Así que ambos siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al lugar indicado por Dios, Abraham construyó un altar y colocó la leña encima. Luego ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 10 Y Abraham tomó el cuchillo para matar a su hijo en sacrificio. 11 En ese momento, el ángel del Señor lo llamó desde el cielo:

—¡Abraham! ¡Abraham!

—Sí—respondió Abraham—, ¡aquí estoy!

12 —¡No pongas tu mano sobre el muchacho!—dijo el ángel—. No le hagas ningún daño, porque ahora sé que de verdad temes a Dios. No me has negado ni siquiera a tu hijo, tu único hijo.

13 Entonces Abraham levantó los ojos y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos en un matorral. Así que tomó el carnero y lo sacrificó como ofrenda quemada en lugar de su hijo. 14 Abraham llamó a aquel lugar Yahveh-jireh (que significa «el Señor proveerá»). Hasta el día de hoy, la gente todavía usa ese nombre como proverbio: «En el monte del Señor será provisto».

15 Luego el ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo.

16 —El Señor dice: Ya que me has obedecido y no me has negado ni siquiera a tu hijo, tu único hijo, juro por mi nombre que 17 ciertamente te bendeciré. Multiplicaré tu descendencia hasta que sea incontable, como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos; 18 y mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Todo eso, porque me has obedecido.

19 Luego volvieron al lugar donde estaban los siervos y viajaron de regreso a Beerseba, donde Abraham siguió habitando.

20 Poco tiempo después, Abraham oyó que Milca, la esposa de su hermano Nacor, le había dado a Nacor ocho hijos. 21 El mayor se llamaba Uz, el siguiente era Buz, seguido por Kemuel (antepasado de los arameos), 22 Quésed, Hazó, Pildás, Jidlaf y Betuel. 23 (Betuel fue el padre de Rebeca). Además de esos ocho hijos de Milca, 24 Nacor tuvo otros cuatro hijos con su concubina Reúma. Sus nombres eran Teba, Gahán, Tahás y Maaca.

Capitulo 23

A la edad de ciento veintisiete años, Sara murió en Quiriat-arba (actualmente se llama Hebrón), en la tierra de Canaán. Allí Abraham hizo duelo y lloró por ella.

Luego, se apartó del cuerpo de su esposa y dijo a los ancianos hititas:

—Aquí estoy, vivo entre ustedes como forastero y extranjero. Por favor, véndanme una parcela de terreno para darle un entierro apropiado a mi esposa.

—Escúchenos, señor—respondieron los hititas a Abraham—, usted es un príncipe de honor entre nosotros. Escoja la mejor de nuestras tumbas y entiérrela allí. Ninguno de nosotros se negará a ayudarle en ese sentido.

Entonces Abraham se inclinó hasta el suelo ante los hititas y dijo:

—Ya que ustedes están dispuestos a brindarme esa ayuda, sean tan amables de pedir a Efrón, hijo de Zohar, que me permita comprar su cueva en Macpela, que está al final de su campo. Yo pagaré el precio total en presencia de testigos, a fin de tener un lugar permanente donde enterrar a mi familia.

10 Efrón estaba sentado allí entre los demás y respondió a Abraham mientras los demás escuchaban. Habló públicamente delante de todos los ancianos hititas de la ciudad.

11 —No, mi señor—le dijo a Abraham—, por favor, escúcheme. Yo le regalaré el campo y la cueva. Aquí mismo, en presencia de mi pueblo, se lo regalo. Vaya y entierre a su esposa.

12 Abraham volvió a inclinarse hasta el suelo ante los ciudadanos del lugar 13 y respondió a Efrón a oídos de todos.

—No, escúcheme. Yo se lo compraré. Permítame pagar el precio total del campo, para poder enterrar allí a mi esposa.

14 Efrón respondió a Abraham:

15 —Mi señor, por favor, escúcheme. El campo vale cuatrocientas monedas de plata, ¿pero qué es eso entre amigos? Vaya y entierre a su esposa.

16 Abraham estuvo de acuerdo con el precio sugerido por Efrón y pagó la cantidad total: cuatrocientas monedas de plata, pesadas según la norma de los comerciantes; y los ancianos hititas presenciaron la transacción.

17 Así fue que Abraham compró la parcela que pertenecía a Efrón en Macpela, cerca de Mamre. La parcela constaba del campo, la cueva y todos los árboles que la rodeaban. 18 Se transfirió a Abraham como posesión permanente en presencia de los ancianos hititas, en la puerta de la ciudad. 19 Después Abraham enterró a su esposa, Sara, allí en Canaán, en la cueva de Macpela, cerca de Mamre (también llamado Hebrón). 20 Así que el campo y la cueva de los hititas pasaron a manos de Abraham, para ser usados como lugar de sepultura permanente.

Capitulo 24

Abraham ya era un hombre muy anciano, y el Señor lo había bendecido en todo. Cierto día Abraham le dijo a su siervo más antiguo, el hombre que estaba a cargo de su casa:

—Haz un juramento poniendo tu mano debajo de mi muslo. Jura por el Señor, Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una de esas mujeres cananeas. En cambio, vuelve a mi tierra natal, donde están mis parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo Isaac.

El siervo preguntó:

—¿Pero qué pasaría si no puedo encontrar una joven que esté dispuesta a viajar tan lejos de su casa? ¿Debería, entonces, llevar allí a Isaac para que viva entre sus parientes, en la tierra de donde usted proviene?

—¡No!—contestó Abraham—. Procura no llevar nunca a mi hijo allí. Pues el Señor, Dios del cielo, quien me sacó de la casa de mi padre y de mi tierra natal, prometió solemnemente dar esta tierra a mis descendientes. Él enviará a su ángel delante de ti y se encargará de que encuentres allí una esposa para mi hijo. Si ella no está dispuesta a regresar contigo, entonces quedarás libre de este juramento que haces conmigo; pero bajo ninguna circunstancia, llevarás a mi hijo allí.

Entonces el siervo hizo un juramento poniendo su mano debajo del muslo de su señor, Abraham, y juró seguir sus instrucciones. 10 Después tomó diez de los camellos de Abraham y los cargó con toda clase de regalos valiosos de parte de su señor, y viajó hasta la lejana tierra de Aram-naharaim. Una vez allí, se dirigió a la ciudad donde se había establecido Nacor, hermano de Abraham. 11 Hizo que los camellos se arrodillaran junto a un pozo justo a las afueras de la ciudad. Era la caída de la tarde, y las mujeres salían a sacar agua.

12 «Oh Señor, Dios de mi amo, Abraham—oró—. Te ruego que hoy me des éxito y muestres amor inagotable a mi amo, Abraham. 13 Aquí me encuentro junto a este manantial, y las jóvenes de la ciudad vienen a sacar agua. 14 Mi petición es la siguiente: yo le diré a una de ellas: “Por favor, deme de beber de su cántaro”; si ella dice: “Sí, beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”, que sea ella la que has elegido como esposa para Isaac. De esa forma sabré que has mostrado amor inagotable a mi amo».

15 Entonces, antes de terminar su oración, vio a una joven llamada Rebeca, que salía con su cántaro al hombro. Ella era hija de Betuel, quien era hijo de Nacor—hermano de Abraham—y de Milca, su esposa. 16 Rebeca era muy hermosa y tenía edad suficiente para estar casada, pero aún era virgen. Ella descendió hasta el manantial, llenó su cántaro y volvió a subir. 17 Entonces el siervo corrió hasta alcanzarla y le dijo:

—Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro.

18 —Sí, mi señor, beba—respondió ella.

Enseguida bajó su cántaro del hombro y le dio de beber. 19 Después de darle de beber, dijo:

—También sacaré agua para sus camellos y les daré de beber hasta que se sacien.

20 Así que, de inmediato, vació su cántaro en el bebedero y volvió corriendo al pozo a sacar agua para todos los camellos.

21 El siervo la observaba en silencio mientras se preguntaba si el Señor le había dado éxito en la misión. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos pulseras grandes de oro para sus muñecas.

23 —¿De quién es hija usted?—le preguntó—, y dígame, por favor, ¿tendría su padre algún lugar para hospedarnos esta noche?

24 —Soy hija de Betuel—contestó ella—, y mis abuelos son Nacor y Milca. 25 Sí, tenemos más que suficiente paja y alimento para los camellos, y también tenemos lugar para huéspedes.

26 El hombre se inclinó hasta el suelo y adoró al Señor.

27 —Alabado sea el Señor, Dios de mi amo, Abraham—dijo—. El Señor ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado directamente a los parientes de mi señor.

28 La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que había ocurrido. 29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo al manantial para encontrarse con el hombre. 30 Había visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos. 31 Entonces Labán le dijo: «¡Ven y quédate con nosotros, hombre bendecido por el Señor! ¿Por qué estás aquí, fuera de la ciudad, cuando yo tengo un cuarto preparado para ti y un lugar para los camellos?».

32 Entonces el hombre fue con Labán a su casa, y Labán descargó los camellos, y para que se tendieran les proveyó paja, los alimentó, y también trajo agua para que el hombre y los camelleros se lavaran los pies. 33 Luego sirvieron la comida, pero el siervo de Abraham dijo:

—No quiero comer hasta que les haya dicho la razón por la que vine.

—Muy bien—respondió Labán—, dinos.

34 —Yo soy siervo de Abraham—explicó—. 35 Y el Señor ha bendecido mucho a mi amo; y él se ha enriquecido. El Señor le ha dado rebaños de ovejas y cabras, manadas de ganado, una fortuna en plata y en oro, y muchos siervos y siervas, camellos y burros.

36 »Cuando Sara, la esposa de mi amo, era ya muy anciana, le dio un hijo a mi amo, y mi amo le ha dado a él todo lo que posee. 37 Mi amo me hizo jurar, y me dijo: “No dejes que mi hijo se case con una de esas mujeres cananeas. 38 En cambio, vuelve a la casa de mi padre, a mis parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo”.

39 »Pero yo le dije a mi amo: “¿Y si no encuentro una joven que esté dispuesta a regresar conmigo?”. 40 Y él contestó: “El Señor, en cuya presencia he vivido, enviará a su ángel contigo y hará que tu misión tenga éxito. Es verdad, debes encontrar una esposa para mi hijo entre mis parientes, en la familia de mi padre. 41 Entonces habrás cumplido tu obligación; pero si vas a mis parientes y ellos se niegan a dejarla ir contigo, quedarás libre de mi juramento”.

42 »Así que cuando llegué al manantial, hice esta oración: “Oh Señor, Dios de mi amo, Abraham, te ruego que me des éxito en esta misión. 43 Mira, aquí estoy, parado junto a este manantial, y esta es mi petición: cuando venga una joven a sacar agua, yo le diré: ‘Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro’; 44 si ella dice: ‘Sí, beba usted, y también sacaré agua para sus camellos’, que sea ella la que has elegido para ser la esposa del hijo de mi amo”.

45 »Antes de terminar de orar en mi corazón, vi a Rebeca saliendo con un cántaro de agua al hombro. Ella descendió hasta el manantial y sacó agua. Entonces yo le dije: “Por favor, deme de beber”. 46 Enseguida ella bajó el cántaro del hombro y dijo: “Sí, beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”. Así que bebí, y después ella dio de beber a los camellos.

47 »Entonces le pregunté: “¿De quién es hija usted?”, y ella contestó: “Soy hija de Betuel, y mis abuelos son Nacor y Milca”. Así que puse el anillo en su nariz y las pulseras en sus muñecas.

48 »Después me incliné hasta el suelo y adoré al Señor. Alabé al Señor, Dios de mi amo, Abraham, porque me había guiado directamente a la sobrina de mi amo, para que ella sea la esposa de su hijo. 49 Así que díganme: ¿quieren o no mostrar amor inagotable y fidelidad a mi amo? Por favor, respóndanme “sí” o “no”, y de esa manera sabré qué hacer después.

50 Entonces Betuel y Labán respondieron:

—Es evidente que el Señor te trajo hasta aquí, así que no hay nada que podamos decir. 51 Aquí está Rebeca; tómala y vete. Efectivamente, que ella sea la esposa del hijo de tu amo, tal como el Señor lo ha dispuesto.

52 Cuando el siervo de Abraham oyó la respuesta, se postró hasta el suelo y adoró al Señor. 53 Después sacó joyas de plata y de oro, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También entregó valiosos regalos a su hermano y a su madre. 54 Luego comieron, y el siervo y los hombres que lo acompañaban pasaron allí la noche.

Pero temprano a la mañana siguiente, el siervo de Abraham dijo:

—Envíenme de regreso a mi amo.

55 —Queremos que Rebeca se quede con nosotros al menos diez días—dijeron su madre y su hermano—, y luego podrá irse.

56 Pero él dijo:

—No me retrasen. El Señor hizo que mi misión tuviera éxito; ahora envíenme, para que pueda regresar a la casa de mi amo.

57 —Bien—dijeron ellos—, llamaremos a Rebeca y le preguntaremos qué le parece a ella.

58 Entonces llamaron a Rebeca.

—¿Estás dispuesta a irte con este hombre?—le preguntaron.

—Sí—contestó—, iré.

59 Entonces se despidieron de Rebeca y la enviaron con el siervo de Abraham y sus hombres. La mujer que había sido niñera de Rebeca la acompañó. 60 Cuando Rebeca partía le dieron la siguiente bendición:

«Hermana nuestra, ¡que llegues a ser
    la madre de muchos millones!
Que tus descendientes sean fuertes
    y conquisten las ciudades de sus enemigos».

61 Después Rebeca y sus siervas montaron en los camellos y siguieron al hombre. Así que el siervo de Abraham se llevó a Rebeca y emprendió el viaje.

62 Mientras tanto, Isaac, que vivía en el Neguev, había regresado de Beer-lajai-roi. 63 Una tarde, mientras caminaba por los campos y meditaba, levantó la vista y vio que se acercaban los camellos. 64 Cuando Rebeca levantó la vista y vio a Isaac, se bajó enseguida del camello.

65 —¿Quién es ese hombre que viene a nuestro encuentro caminando por los campos?—preguntó al siervo.

Y él contestó:

—Es mi amo.

Entonces Rebeca se cubrió el rostro con el velo, 66 y el siervo le contó a Isaac todo lo que había hecho.

67 Luego Isaac la llevó a la carpa de Sara, su madre, y Rebeca fue su esposa. Él la amó profundamente, y ella fue para él un consuelo especial después de la muerte de su madre.

Capitulo 25

Abraham volvió a casarse, con una mujer llamada Cetura. Ella dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. Jocsán fue el padre de Seba y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos. Los hijos de Madián fueron Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda. Todos ellos fueron descendientes de Abraham por medio de Cetura.

Abraham le dio todo lo que poseía a su hijo Isaac; pero antes de morir, les dio regalos a los hijos de sus concubinas y los separó de su hijo Isaac, enviándolos a una tierra en el oriente.

Abraham vivió ciento setenta y cinco años, y murió en buena vejez, luego de una vida larga y satisfactoria. Dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir. Sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en la cueva de Macpela, cerca de Mamre, en el campo de Efrón, hijo de Zohar el hitita. 10 Ese era el campo que Abraham había comprado a los hititas y donde había enterrado a su esposa Sara. 11 Después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a su hijo Isaac, quien se estableció cerca de Beer-lajai-roi, en el Neguev.

12 Este es el relato de la familia de Ismael, el hijo de Abraham por medio de Agar, la sierva egipcia de Sara. 13 La siguiente lista corresponde a los descendientes de Ismael por nombres y clanes: el hijo mayor fue Nebaiot, seguido por Cedar, Adbeel, Mibsam, 14 Misma, Duma, Massa, 15 Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Cedema. 16 Estos doce hijos de Ismael fueron los fundadores de doce tribus—cada una llevaba el nombre de su fundador—, registradas según los lugares donde se establecieron y acamparon. 17 Ismael vivió ciento treinta y siete años. Después dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir. 18 Los descendientes de Ismael ocuparon la región que va desde Havila hasta Shur, que está al oriente de Egipto, en dirección a Asiria. Allí vivieron en franca oposición con todos sus parientes.

19 Este es el relato de la familia de Isaac, hijo de Abraham. 20 Cuando Isaac tenía cuarenta años, se casó con Rebeca, hija de Betuel el arameo, de Padán-aram, y hermana de Labán el arameo.

21 Isaac rogó al Señor a favor de su esposa, porque ella no podía tener hijos. El Señor contestó la oración de Isaac, y Rebeca quedó embarazada de mellizos. 22 Pero los dos niños luchaban entre sí dentro de su vientre. Así que ella consultó al Señor:

—¿Por qué me pasa esto?—preguntó.

23 Y el Señor le dijo:

—Los hijos que llevas en tu vientre llegarán a ser dos naciones, y desde el principio las dos naciones serán rivales. Una nación será más fuerte que la otra; y tu hijo mayor servirá a tu hijo menor.

24 Cuando le llegó el momento de dar a luz, ¡Rebeca comprobó que de verdad tenía mellizos! 25 El primero en nacer era muy rojizo y estaba cubierto de mucho vello, como con un abrigo de piel; por eso lo llamaron Esaú. 26 Después nació el otro mellizo, agarrando con la mano el talón de Esaú; por eso lo llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando nacieron los mellizos.

27 Los muchachos fueron creciendo, y Esaú se convirtió en un hábil cazador. Él era un hombre de campo, pero Jacob tenía un temperamento tranquilo y prefería quedarse en casa. 28 Isaac amaba a Esaú porque le gustaba comer los animales que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob.

29 Cierto día, mientras Jacob preparaba un guiso, Esaú regresó del desierto, agotado y hambriento. 30 Esaú le dijo a Jacob:

—¡Me muero de hambre! ¡Dame un poco de ese guiso rojo!

(Así es como Esaú obtuvo su otro nombre, Edom, que significa «rojo»).

31 —Muy bien—respondió Jacob—, pero dame a cambio tus derechos de hijo mayor.

32 —Mira, ¡me estoy muriendo de hambre!—dijo Esaú—. ¿De qué me sirven ahora los derechos de hijo mayor?

33 Pero Jacob dijo:

—Primero tienes que jurar que los derechos de hijo mayor me pertenecen a mí.

Así que Esaú hizo un juramento, mediante el cual vendía todos sus derechos de hijo mayor a su hermano Jacob.

34 Entonces Jacob le dio a Esaú guiso de lentejas y algo de pan. Esaú comió, y luego se levantó y se fue. Así mostró desprecio por sus derechos de hijo mayor.

Capitulo 26

Un hambre terrible azotó la tierra, como había ocurrido antes en tiempos de Abraham. Así que Isaac se trasladó a Gerar, donde vivía Abimelec, rey de los filisteos.

El Señor se le apareció a Isaac y le dijo: «No desciendas a Egipto, sino haz lo que yo te digo. Vive aquí como extranjero en esta tierra, y yo estaré contigo y te bendeciré. Yo, con estas palabras, confirmo que te daré todas estas tierras a ti y a tu descendencia, tal como le prometí solemnemente a Abraham, tu padre. Haré que tus descendientes sean tan numerosos como las estrellas de los cielos, y les daré todas estas tierras. Y mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Yo haré esto porque Abraham me escuchó y obedeció todos mis requisitos, mandatos, decretos e instrucciones». Entonces Isaac se quedó en Gerar.

Cuando los hombres que vivían allí le preguntaron a Isaac acerca de Rebeca, su esposa, él dijo: «Es mi hermana». Tenía temor de decir: «Ella es mi esposa» porque pensó: «Me matarán para conseguirla, pues es muy hermosa»; pero tiempo después, Abimelec, rey de los filisteos, miró por la ventana y vio a Isaac acariciando a Rebeca.

Al instante, Abimelec mandó llamar a Isaac y exclamó:

—¡Es evidente que ella es tu esposa! ¿Por qué dijiste: “Es mi hermana”?

—Porque tuve temor de que alguien me matara para quitármela—contestó Isaac.

10 —¿Cómo pudiste hacernos semejante cosa?—exclamó Abimelec—. Uno de mis hombres bien podría haber tomado a tu esposa para dormir con ella, y tú nos habrías hecho culpables de un gran pecado.

11 Entonces Abimelec dio esta orden a todo el pueblo: «Cualquiera que toque a este hombre o a su esposa ¡será ejecutado!».

12 Cuando Isaac sembró sus cultivos ese año, cosechó cien veces más grano del que había plantado, porque el Señor lo bendijo. 13 Se hizo muy rico, y su riqueza siguió aumentando. 14 Adquirió tantos rebaños de ovejas y de cabras, manadas de ganado, y siervos, que los filisteos comenzaron a tenerle envidia. 15 Así que los filisteos taparon con tierra todos los pozos de Isaac. Eran los pozos que habían cavado los siervos de su padre Abraham.

16 Por último, Abimelec ordenó a Isaac que se fuera de la región. «Vete a algún otro lugar—le dijo—, porque te has hecho demasiado poderoso para nosotros».

17 Así que Isaac se mudó al valle de Gerar y allí armó sus carpas y se estableció. 18 También reabrió los pozos que su padre Abraham había cavado, porque los filisteos los habían tapado después de su muerte, y les puso nuevamente los nombres que Abraham les había dado.

19 Los siervos de Isaac también cavaron en el valle de Gerar y descubrieron un pozo de agua fresca; 20 pero después, los pastores de Gerar llegaron y reclamaron el manantial. «Esta agua es nuestra», dijeron ellos, y discutieron sobre el pozo con los pastores de Isaac. Por eso Isaac llamó a aquel pozo Esek (que significa «disputa»). 21 Luego los hombres de Isaac cavaron otro pozo, pero de nuevo hubo conflicto. Por eso Isaac lo llamó Sitna (que significa «hostilidad»). 22 Isaac abandonó ese pozo, siguió adelante y cavó otro. Esta vez no hubo ningún conflicto, entonces Isaac llamó a aquel lugar Rehobot (que significa «espacio abierto»), porque dijo: «Al fin el Señor ha creado espacio suficiente para que prosperemos en esta tierra».

23 De allí Isaac se mudó a Beerseba, 24 donde el Señor se le apareció la noche de su llegada. «Yo soy el Dios de tu padre Abraham—dijo—. No tengas miedo, porque yo estoy contigo y te bendeciré. Multiplicaré a tus descendientes, y se convertirán en una gran nación. Lo haré a causa de la promesa que hice a Abraham, mi siervo». 25 Luego Isaac construyó allí un altar y adoró al Señor. Estableció su campamento en ese lugar, y sus siervos cavaron otro pozo.

26 Cierto día, el rey Abimelec llegó desde Gerar con su consejero, Ahuzat, y también con Ficol, el comandante de su ejército.

27 —¿Por qué han venido aquí?—preguntó Isaac—. Es evidente que ustedes me odian, ya que me echaron de su tierra.

28 —Podemos ver claramente que el Señor está contigo—respondieron ellos—. Por eso queremos hacer un tratado contigo bajo juramento. 29 Jura que no nos harás daño, ya que nosotros nunca te hemos causado problemas a ti. Siempre te hemos tratado bien, y te despedimos en paz. ¡Y mira ahora cómo el Señor te ha bendecido!

30 Entonces Isaac preparó un banquete para celebrar el tratado, y comieron y bebieron juntos. 31 Temprano a la mañana siguiente, cada uno hizo el solemne juramento de no interferir con el otro. Luego Isaac los envió de regreso a su tierra, y ellos se fueron en paz.

32 Ese mismo día, los siervos de Isaac llegaron y le contaron acerca de un nuevo pozo que habían cavado. «¡Hemos encontrado agua!», exclamaron ellos. 33 Por eso Isaac llamó al pozo Seba (que significa «juramento»). Hasta el día de hoy, la ciudad que surgió allí se llama Beerseba (que significa «pozo del juramento»).

34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con dos mujeres hititas: Judit, hija de Beeri, y Basemat, hija de Elón; 35 pero las esposas de Esaú amargaron la vida de Isaac y Rebeca.

Capitulo 27

Cierto día, cuando Isaac ya era viejo y se estaba quedando ciego, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

—Hijo mío.

—¿Sí, padre?—respondió Esaú.

—Yo ya soy un hombre viejo—dijo Isaac—, y no sé cuándo moriré. Toma tu arco y una aljaba llena de flechas, y sal a campo abierto a cazar un animal para mí. Prepara mi comida preferida y tráemela aquí para que la coma. Entonces pronunciaré la bendición que te pertenece a ti, mi primer hijo varón, antes de que yo muera.

Rebeca oyó lo que Isaac le había dicho a su hijo Esaú. Entonces, cuando Esaú salió a cazar un animal, ella le dijo a su hijo Jacob:

—Escucha. Oí a tu padre decirle a Esaú: “Caza un animal y prepárame una comida deliciosa. Entonces te bendeciré en presencia del Señor antes de morir”. Ahora, hijo mío, escúchame. Haz exactamente lo que yo te diga. Vete a los rebaños y tráeme dos de los mejores cabritos. Con ellos prepararé el plato favorito de tu padre. 10 Después lleva la comida a tu padre para que se la coma y te bendiga antes de morir.

11 —Pero mira—respondió Jacob a Rebeca—, mi hermano Esaú es muy velludo; en cambio, mi piel es suave. 12 ¿Y si mi padre me toca? Entonces se dará cuenta de que intento engañarlo, y en lugar de bendecirme, me maldecirá.

13 Pero su madre respondió:

—¡Entonces que la maldición caiga sobre mí, hijo mío! Tú simplemente haz lo que te digo. ¡Sal y tráeme los cabritos!

14 Así que Jacob salió y consiguió los cabritos para su madre. Rebeca preparó con ellos un plato delicioso, tal como le gustaba a Isaac. 15 Después tomó las ropas favoritas de Esaú, que estaban allí en casa, y se las dio a su hijo menor, Jacob. 16 Con la piel de los cabritos, ella le cubrió los brazos y la parte del cuello donde él no tenía vello. 17 Luego le entregó a Jacob el plato delicioso y el pan recién horneado.

18 Entonces Jacob llevó la comida a su padre.

—¿Padre?—dijo.

—Sí, hijo mío—respondió Isaac—. ¿Quién eres, Esaú o Jacob?

19 —Soy Esaú, tu hijo mayor—contestó Jacob—. Hice tal como me pediste; aquí está lo que cacé. Ahora levántate y come, para que puedas darme tu bendición.

20 —¿Cómo es que encontraste la presa tan pronto, hijo mío?

—¡El Señor tu Dios la puso en mi camino!—contestó Jacob.

21 Entonces Isaac le dijo a Jacob:

—Acércate para que pueda tocarte y asegurarme de que de verdad eres Esaú.

22 Entonces Jacob se acercó a su padre, e Isaac lo tocó.

—La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú—dijo Isaac.

23 Sin embargo, no reconoció a Jacob porque, cuando tocó las manos de Jacob, estaban velludas como las de Esaú. Así que Isaac se preparó para bendecir a Jacob.

24 —¿De verdad eres mi hijo Esaú?—preguntó.

—Sí, lo soy—contestó Jacob.

25 Entonces Isaac dijo:

—Ahora, hijo mío, tráeme lo que cazaste. Primero comeré y después te daré mi bendición.

Entonces Jacob llevó la comida a su padre, e Isaac la comió. También bebió el vino que Jacob le sirvió. 26 Luego Isaac le dijo a Jacob:

—Acércate un poco más y dame un beso, hijo mío.

27 Así que Jacob se le acercó y le dio un beso. Entonces Isaac, al sentir el olor de la ropa, finalmente se convenció y bendijo a su hijo diciendo: «¡Ah! ¡El olor de mi hijo es como el olor del campo, que el Señor ha bendecido!

28 »Del rocío de los cielos
    y la riqueza de la tierra,
que Dios te conceda siempre abundantes cosechas de grano
    y vino nuevo en cantidad.
29 Que muchas naciones sean tus servidoras
    y se inclinen ante ti.
Que seas el amo de tus hermanos,
    y que los hijos de tu madre se inclinen ante ti.
Todos los que te maldigan serán malditos,
    y todos los que te bendigan serán bendecidos».

30 En cuanto Isaac terminó de bendecir a Jacob y casi antes de que Jacob saliera de la presencia de su padre, Esaú regresó de cazar. 31 Preparó una comida deliciosa y se la llevó a su padre. Entonces dijo:

—Levántate, padre mío, y come de lo que he cazado, para que puedas darme tu bendición.

32 Pero Isaac le preguntó:

—¿Quién eres tú?

—Soy tu hijo, tu hijo mayor, Esaú—contestó.

33 Isaac comenzó a temblar de manera incontrolable y dijo:

—¿Entonces quién me acaba de servir lo que cazó? Ya he comido, y lo bendije a él poco antes de que llegaras, ¡y esa bendición quedará en pie!

34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y lleno de amargura.

—Oh padre mío, ¿y yo? ¡Bendíceme también a mí!—le suplicó.

35 Pero Isaac le dijo:

—Tu hermano estuvo aquí y me engañó. Él se ha llevado tu bendición.

36 —Con razón su nombre es Jacob—exclamó Esaú—, porque ahora ya me ha engañado dos veces. Primero tomó mis derechos de hijo mayor, y ahora me robó la bendición. ¿No has guardado ni una bendición para mí?

37 —He puesto a Jacob como tu amo—dijo Isaac a Esaú—, y he declarado que todos sus hermanos serán sus siervos. Le he garantizado abundancia de grano y de vino; ¿qué me queda para darte a ti, hijo mío?

38 —¿Pero acaso tienes una sola bendición? Oh padre mío, ¡bendíceme también a mí!—le rogó Esaú.

Entonces Esaú perdió el control y se echó a llorar.

39 Finalmente su padre Isaac le dijo:

«Tú vivirás lejos de las riquezas de la tierra
    y lejos del rocío que desciende de los cielos.
40 Vivirás de la espada
    y servirás a tu hermano.
Sin embargo, cuando decidas liberarte,
    te sacudirás su yugo del cuello».

41 Desde ese momento, Esaú odió a Jacob, porque su padre le había dado la bendición a él. Entonces Esaú comenzó a tramar: «Pronto haré duelo por la muerte de mi padre y después mataré a mi hermano Jacob».

42 Entonces Rebeca se enteró de los planes de Esaú y llamó a Jacob y le dijo:

—Escucha, Esaú se consuela haciendo planes para matarte. 43 Así que, hijo mío, presta mucha atención. Prepárate y huye a casa de mi hermano Labán, en Harán. 44 Quédate allí con él hasta que tu hermano se calme. 45 Cuando él se haya calmado y olvide lo que le hiciste, mandaré a buscarte para que regreses. ¿Por qué tendría que perder a los dos hijos en un solo día?

46 Luego Rebeca le dijo a Isaac:

—¡Estoy harta de estas mujeres hititas de aquí! Preferiría morir antes que ver a Jacob casado con una de ellas.

Capitulo 28

1 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó:

—No te cases con ninguna de estas mujeres cananeas. En cambio, vete de inmediato a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate con una de las hijas de tu tío Labán. Que el Dios Todopoderoso te bendiga y te conceda muchos hijos. ¡Y que tus descendientes se multipliquen y formen numerosas naciones! Que Dios te dé a ti y a tu descendencia las bendiciones que prometió a Abraham. Que llegues a ser dueño de esta tierra donde ahora vives como extranjero, porque Dios le entregó esta tierra a Abraham.

Así que Isaac despidió a Jacob, y él se fue a Padán-aram a quedarse con su tío Labán, hermano de su madre, hijo de Betuel el arameo.

Esaú se enteró de que su padre Isaac había bendecido a Jacob y lo había enviado a Padán-aram para que encontrara una esposa, y que le había advertido a Jacob: «No te cases con una mujer cananea». También supo que Jacob había obedecido a sus padres y se había ido a Padán-aram. A Esaú ya no le quedaban dudas de que a su padre no le agradaban las mujeres cananeas del lugar. Por lo tanto, fue a visitar a la familia de su tío Ismael y se casó con una de las hijas de Ismael, además de las esposas que ya tenía. Su nueva esposa se llamaba Mahalat. Era hermana de Nebaiot e hija de Ismael, el hijo de Abraham.

10 Mientras tanto, Jacob salió de Beerseba y viajó hacia Harán. 11 A la caída del sol, llegó a un buen lugar para acampar, y se quedó allí a pasar la noche. Jacob encontró una piedra donde reposar su cabeza y se acostó a dormir. 12 Mientras dormía, soñó con una escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo, y vio a los ángeles de Dios que subían y bajaban por ella.

13 En la parte superior de la escalera estaba el Señor, quien le dijo: «Yo soy el Señor, Dios de tu abuelo Abraham, y Dios de tu padre Isaac. La tierra en la que estás acostado te pertenece. Te la entrego a ti y a tu descendencia. 14 ¡Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra! Se esparcirán en todas las direcciones: hacia el oriente y el occidente, hacia el norte y el sur; y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. 15 Además, yo estoy contigo y te protegeré dondequiera que vayas. Llegará el día en que te traeré de regreso a esta tierra. No te dejaré hasta que haya terminado de darte todo lo que te he prometido».

16 Entonces Jacob se despertó del sueño y dijo: «¡Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo ni me di cuenta!»; 17 pero también tuvo temor y dijo: «¡Qué temible es este lugar! No es ni más ni menos que la casa de Dios, ¡la puerta misma del cielo!».

18 A la mañana siguiente, Jacob despertó muy temprano y erigió como columna conmemorativa la piedra en la que había reposado la cabeza y después derramó aceite de oliva sobre ella. 19 Llamó a aquel lugar Betel (que significa «casa de Dios»), aunque antes se llamaba Luz.

20 Luego Jacob hizo el siguiente voto: «Si Dios en verdad está conmigo y me protege en este viaje, y si él me provee de comida y de ropa, 21 y si yo regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor ciertamente será mi Dios. 22 Y esta piedra que levanté como columna conmemorativa será un lugar de adoración a Dios, y yo le daré a Dios una décima parte de todo lo que él me dé».

Capitulo 29

1 Entonces Jacob se apresuró y por fin llegó a la tierra del oriente. A la distancia vio un pozo. Junto al pozo, en campo abierto, había tres rebaños de ovejas y de cabras esperando a que les dieran de beber; pero una pesada piedra tapaba la boca del pozo.

Era costumbre del lugar esperar a que llegaran todos los rebaños antes de quitar la piedra y dar de beber a los animales. Después se volvía a tapar la boca del pozo con la piedra. Jacob se acercó a los pastores y preguntó:

—¿De dónde son ustedes, amigos?

—Somos de Harán—contestaron ellos.

—¿Conocen allí a un hombre llamado Labán, el nieto de Nacor?—les preguntó.

—Sí, lo conocemos—contestaron.

—¿Y él está bien?—preguntó Jacob.

—Sí, está bien—contestaron—. Mire, ahí viene su hija Raquel con los rebaños.

—Todavía estamos a plena luz del día—dijo Jacob—, por lo que es demasiado temprano para reunir a los animales. ¿Por qué no dan ustedes de beber a las ovejas y a las cabras para que así puedan volver a pastar?

—No podemos dar de beber a los animales hasta que hayan llegado todos los rebaños—contestaron—. Entonces los pastores quitan la piedra de la boca del pozo y damos de beber a todas las ovejas y las cabras.

Todavía estaba Jacob hablando con ellos cuando llegó Raquel con los rebaños de su padre, porque ella era pastora. 10 Ya que Raquel era su prima—la hija de Labán, el hermano de su madre—, y como las ovejas y las cabras eran de su tío Labán, Jacob fue al pozo, quitó la piedra que tapaba la boca y dio de beber al rebaño de su tío. 11 Luego Jacob besó a Raquel y lloró en voz alta. 12 Le explicó a Raquel que él era su primo por parte de su padre, el hijo de su tía Rebeca. Enseguida Raquel salió corriendo y se lo contó a su padre Labán.

13 En cuanto Labán oyó que su sobrino Jacob había llegado, corrió a encontrarse con él. Lo abrazó y lo besó, y lo llevó a su casa. Cuando Jacob le contó su historia, 14 Labán exclamó: «¡Verdaderamente eres de mi misma sangre!».

Jacob se quedó con Labán alrededor de un mes, y después 15 Labán le dijo:

—No deberías trabajar para mí sin recibir pago, solo porque somos parientes. Dime cuánto debería ser tu salario.

16 Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea, y la menor se llamaba Raquel. 17 No había brillo en los ojos de Lea, pero Raquel tenía una hermosa figura y una cara bonita. 18 Ya que Jacob estaba enamorado de Raquel, le dijo a su padre:

—Trabajaré para ti siete años si me entregas como esposa a Raquel, tu hija menor.

19 —¡De acuerdo!—respondió Labán—. Prefiero entregártela a ti que a cualquier otro. Quédate y trabaja para mí.

20 Así que Jacob trabajó siete años para obtener a Raquel; pero su amor por ella era tan fuerte que le parecieron unos pocos días.

21 Finalmente llegó el momento de casarse con ella. «He cumplido mi parte del acuerdo—le dijo Jacob a Labán—. Ahora entrégame a mi esposa para acostarme con ella».

22 Entonces Labán invitó a toda la gente de los alrededores y preparó una fiesta de bodas; 23 pero aquella noche, cuando estaba oscuro, Labán tomó a Lea y se la entregó a Jacob, y él durmió con ella. 24 (Labán le había dado a Lea una sierva, Zilpa, para que la atendiera).

25 A la mañana siguiente, cuando Jacob se despertó, ¡vio que era Lea!

—¿Qué me has hecho?—le dijo a Labán con furia—. ¡He trabajado siete años por Raquel! ¿Por qué me has engañado?

26 —Aquí no es nuestra costumbre casar a la hija menor antes que a la mayor—contestó Labán—, 27 pero espera hasta que termine la semana nupcial y entonces te daré también a Raquel, siempre y cuando prometas trabajar para mí otros siete años.

28 Así que Jacob aceptó trabajar siete años más. Una semana después de casarse con Lea, Labán también le entregó a Raquel. 29 (Labán le dio a Raquel una sierva, Bilha, para que la atendiera). 30 Entonces Jacob durmió también con Raquel, y la amó mucho más que a Lea. Y se quedó allí y trabajó para Labán los siete años adicionales.

31 Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió que tuviera hijos, pero Raquel no podía concebir. 32 Así que Lea quedó embarazada y dio a luz un hijo, a quien llamó Rubén, porque dijo: «El Señor se ha dado cuenta de mi sufrimiento, y ahora mi esposo me amará».

33 Al poco tiempo, volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, a quien llamó Simeón, porque dijo: «El Señor oyó que yo no era amada y me ha dado otro hijo».

34 Después quedó embarazada por tercera vez y dio a luz otro hijo. Lo llamaron Leví, porque ella dijo: «Ciertamente esta vez mi esposo sentirá cariño por mí, ya que le he dado tres hijos».

35 Una vez más Lea quedó embarazada y dio a luz otro hijo, a quien llamó Judá, porque dijo: «¡Ahora alabaré al Señor!». Y entonces dejó de tener hijos.

Capitulo 30

1 Cuando Raquel vio que no podía darle hijos a Jacob, tuvo celos de su hermana. Le rogaba a Jacob:

—¡Dame hijos o moriré!

Entonces Jacob se puso furioso con Raquel.

—¿Acaso yo soy Dios?—le dijo—. ¡Él es el que no te ha permitido tener hijos!

Entonces Raquel le dijo:

—Toma a mi sierva, Bilha, y duerme con ella. Ella dará a luz hijos por mí, y a través de ella yo también podré tener una familia.

Entonces Raquel entregó a su sierva Bilha como esposa para Jacob, y él durmió con ella. Bilha quedó embarazada y le dio a Jacob un hijo. Raquel le puso por nombre Dan, porque dijo: «¡Dios me ha hecho justicia! Oyó mi petición y me dio un hijo». Luego Bilha volvió a embarazarse y dio a Jacob un segundo hijo. Raquel le puso por nombre Neftalí, porque dijo: «He luchado mucho con mi hermana, ¡y estoy ganando!».

Mientras tanto, Lea se dio cuenta de que ya no quedaba embarazada, entonces tomó a su sierva, Zilpa, y la entregó a Jacob como esposa. 10 Pronto Zilpa le dio un hijo a Jacob. 11 Lea le puso por nombre Gad, porque dijo: «¡Qué afortunada soy!». 12 Entonces Zilpa dio a Jacob un segundo hijo, 13 y Lea le puso por nombre Aser, porque dijo: «¡Qué alegría que tengo! Ahora las demás mujeres celebrarán conmigo».

14 Cierto día, durante la cosecha de trigo, Rubén encontró algunas mandrágoras que crecían en el campo y se las llevó a su madre, Lea. Raquel le suplicó a Lea:

—Por favor, dame algunas de las mandrágoras que te trajo tu hijo.

15 —¿No fue suficiente que me robaras a mi marido? ¿Ahora también te robarás las mandrágoras de mi hijo?—le respondió Lea con enojo.

Raquel contestó:

—Dejaré que Jacob duerma contigo esta noche si me das algunas mandrágoras.

16 Así que, al atardecer, cuando Jacob regresaba de los campos, Lea salió a su encuentro. «¡Debes venir a dormir conmigo esta noche!—le dijo ella—. Pagué por ti con algunas mandrágoras que encontró mi hijo». Por lo tanto, esa noche él durmió con Lea; 17 y Dios contestó las oraciones de Lea, y ella volvió a quedar embarazada y dio a luz un quinto hijo a Jacob. 18 Ella le puso por nombre Isacar, porque dijo: «Dios me ha recompensado por haber dado a mi sierva como esposa a mi marido». 19 Luego Lea quedó embarazada de nuevo y dio a luz un sexto hijo a Jacob. 20 Le puso por nombre Zabulón, porque dijo: «Dios me ha dado una buena recompensa. Ahora mi marido me tratará con respeto, porque le he dado seis hijos». 21 Más adelante, ella dio a luz una hija y le puso por nombre Dina.

22 Después Dios se acordó de la dificultad de Raquel y contestó sus oraciones permitiéndole tener hijos. 23 Ella quedó embarazada y dio a luz un hijo. «Dios ha quitado mi deshonra», dijo ella. 24 Y le puso por nombre José, porque dijo: «Que el Señor añada aún otro hijo a mi familia».

25 Poco tiempo después de que Raquel dio a luz a José, Jacob le dijo a Labán:

—Por favor, libérame para que regrese a mi hogar en mi propia tierra. 26 Permíteme llevar a mis esposas y a mis hijos, porque me los he ganado sirviéndote a ti, y déjame ir. Tú sabes con cuánto esfuerzo he trabajado para ti.

27 —Por favor, escúchame—respondió Labán—. Me he enriquecido, porque el Señor me ha bendecido por causa de ti. 28 Dime cuánto te debo. Sea lo que fuere, yo te lo pagaré.

29 —Tú sabes con cuánto esfuerzo he trabajado para ti—respondió Jacob—, y cómo tus rebaños y tus manadas han aumentado a mi cuidado. 30 En verdad tenías muy poco antes de que yo llegara, pero tu riqueza aumentó enormemente. El Señor te ha bendecido mediante todo lo que he hecho. ¿Pero y yo, qué? ¿Cuándo podré comenzar a mantener a mi propia familia?

31 —¿Qué salario quieres que te pague?—volvió a preguntar Labán.

—No me des nada. Haz una sola cosa, y yo seguiré ocupándome de tus rebaños y cuidando de ellos. 32 Déjame inspeccionar hoy tus rebaños y separar todas las ovejas y las cabras que estén manchadas o moteadas, junto con todas las ovejas negras. Dame esas a modo de salario. 33 En el futuro, cuando revises los animales que me hayas dado como salario, verás que he sido honesto contigo: si encuentras en mi rebaño alguna cabra que no esté manchada o moteada, o alguna oveja que no sea negra, sabrás que te la he robado.

34 —De acuerdo—respondió Labán—, será tal como has dicho.

35 Ese mismo día, Labán salió y sacó los chivos rayados y moteados, todas las cabras manchadas y moteadas o que tuvieran manchas blancas, y todas las ovejas negras. Puso los animales al cuidado de sus propios hijos, 36 quienes se los llevaron a una distancia de tres días de camino del lugar donde estaba Jacob. Mientras tanto, Jacob se quedó y cuidó del resto del rebaño de Labán.

37 Luego Jacob tomó algunas ramas verdes de álamo, de almendro y de plátano oriental, y las peló quitándoles tiras de la corteza, de modo que quedaran con rayas blancas. 38 Después puso esas ramas peladas en los bebederos donde los rebaños iban a tomar agua, porque era allí donde se apareaban; 39 y cuando se apareaban frente a las ramas peladas con rayas blancas, tenían crías rayadas, manchadas y moteadas. 40 Jacob separaba esos corderos del rebaño de Labán. En la época de celo, los ponía frente a los animales de Labán que fueran rayados o negros. Así es como él aumentaba su propio rebaño en lugar de incrementar el de Labán.

41 Cada vez que las hembras más fuertes estaban listas para aparearse, Jacob ponía las ramas peladas en los bebederos frente a ellas. Entonces se apareaban frente a las ramas; 42 pero no lo hacía con las hembras más débiles, de modo que los animales más débiles pertenecían a Labán y los más fuertes, a Jacob. 43 Como resultado, Jacob se hizo muy rico, con grandes rebaños de ovejas y cabras, siervas y siervos, y muchos camellos y burros.

Capitulo 31

Entonces Jacob se enteró de que los hijos de Labán se quejaban de él, y decían: «¡Jacob le robó todo a nuestro padre! Logró toda su riqueza a costa de nuestro padre». Y Jacob comenzó a notar un cambio en la actitud de Labán hacia él.

Entonces el Señor le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tu padre y de tu abuelo, y a tus parientes de allí y yo estaré contigo».

Entonces Jacob mandó llamar a Raquel y a Lea al campo donde él cuidaba el rebaño y les dijo:

—Noto un cambio en la actitud de su padre hacia mí, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo. Ustedes saben con cuánto esfuerzo trabajé para su padre; sin embargo, me ha estafado, cambiando mi salario diez veces. Pero Dios no le ha permitido que me haga ningún daño. Pues, si él decía: “Los animales manchados serán tu salario”, todo el rebaño comenzaba a dar crías manchadas. Y cuando él cambiaba de opinión y decía: “Los animales rayados serán tu salario”, entonces todo el rebaño producía crías rayadas. De esa manera, Dios ha tomado los animales de su padre y me los ha entregado a mí.

10 »En una ocasión, durante la época de apareamiento, tuve un sueño y vi que los chivos que se apareaban con las hembras eran rayados, manchados y moteados. 11 Y en mi sueño, el ángel de Dios me dijo: “¡Jacob!”. Y yo respondí: “Sí, aquí estoy”.

12 »El ángel dijo: “Levanta la vista, y verás que solamente los machos rayados, manchados y moteados se aparean con las hembras de tu rebaño. Pues he visto el modo en que Labán te ha tratado. 13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, el lugar donde ungiste la columna de piedra y me hiciste el voto. Ahora prepárate, sal de este país y regresa a la tierra donde naciste”.

14 Raquel y Lea respondieron:

—¡Por nuestra parte está bien! De todos modos, nosotras no heredaremos nada de las riquezas de nuestro padre. 15 Él ha reducido nuestros derechos a los mismos que tienen las mujeres extranjeras, y después de habernos vendido, derrochó el dinero que tú le pagaste por nosotras. 16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre y te ha dado a ti nos pertenece legalmente a nosotras y a nuestros hijos. Así que, adelante, haz todo lo que Dios te ha dicho.

17 Entonces Jacob hizo que sus esposas y sus hijos subieran a los camellos 18 y puso en marcha a todos sus animales. Reunió todas las pertenencias que había adquirido en Padán-aram y salió hacia la tierra de Canaán, donde vivía su padre Isaac. 19 En el momento de partir, Labán estaba lejos, esquilando sus ovejas. Así que Raquel robó los ídolos de familia de su padre y los llevó consigo. 20 Jacob fue más listo que Labán el arameo, porque salieron en secreto y nunca le dijeron que se iban. 21 De ese modo Jacob se llevó todas sus pertenencias y cruzó el río Éufrates en dirección a la zona montañosa de Galaad.

22 Tres días después, le avisaron a Labán que Jacob había huido. 23 Entonces él reunió a un grupo de sus parientes y emprendió la búsqueda. Alcanzó a Jacob siete días después en la zona montañosa de Galaad; 24 pero la noche anterior, Dios se le había aparecido a Labán el arameo en un sueño y le había dicho: «Te advierto que dejes en paz a Jacob».

25 Labán alcanzó a Jacob, quien acampaba en la zona montañosa de Galaad, y armó su campamento no muy lejos del campamento de Jacob.

26 —¿Qué pretendes engañándome de esa manera?—preguntó Labán—. ¿Cómo te atreves a llevarte a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra? 27 ¿Por qué huiste en secreto? ¿Por qué me engañaste? ¿Y por qué no me dijiste que querías marcharte? Yo te habría hecho una fiesta de despedida con cánticos y música, al son de panderetas y arpas. 28 ¿Por qué no me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos, y despedirme de ellos? ¡Has actuado como un necio! 29 Yo podría destruirte, pero el Dios de tu padre se me apareció anoche y me advirtió: “¡Deja en paz a Jacob!”. 30 Puedo entender que sientas que debes irte y anhelas intensamente la casa de tu padre, pero ¿por qué robaste mis dioses?

31 —Me apresuré a irme porque tuve miedo—contestó Jacob—. Pensé que me quitarías a tus hijas por la fuerza. 32 Ahora, en cuanto a tus dioses, si puedes encontrarlos, ¡que muera la persona que los haya tomado! Si encuentras alguna otra cosa que te pertenezca, identifícala delante de estos parientes nuestros, y yo te la devolveré.

Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos de familia.

33 Labán fue a buscar primero en la carpa de Jacob, luego entró en la de Lea y después buscó en las carpas de las dos esposas esclavas, pero no encontró nada. Por último fue a la carpa de Raquel, 34 pero Raquel había tomado los ídolos y los había escondido en la montura de su camello, y estaba sentada encima de ellos. Cuando Labán terminó de buscar en cada rincón de la carpa sin encontrarlos, 35 ella le dijo a su padre: «Por favor, perdone, mi señor, si no me levanto ante usted. Es que estoy con mi período menstrual». Labán, pues, continuó su búsqueda, pero no pudo encontrar los ídolos de familia.

36 Entonces Jacob se enojó mucho y desafió a Labán.

—¿Cuál es mi delito?—preguntó él—. ¿Qué mal he hecho para que me persigas como si fuera un criminal? 37 Has registrado todas mis pertenencias. ¡Muéstrame ahora lo que hayas encontrado que sea tuyo! Ponlo aquí delante de nosotros, a la vista de nuestros parientes, para que todos lo vean. ¡Que ellos juzguen entre nosotros!

38 »Durante veinte años he estado contigo, cuidando de tus rebaños. En todo ese tiempo, tus ovejas y tus cabras nunca abortaron. En todos esos años, nunca tomé ni un solo carnero tuyo para comérmelo. 39 Si alguno de ellos era atacado por animales salvajes y moría, yo nunca te mostraba el cadáver ni te pedía que lo descontaras de tu rebaño. No, ¡yo mismo me hacía cargo de la pérdida! Tú me hacías pagar por cada animal robado, ya fuera a plena luz del día o en la oscuridad de la noche.

40 »Trabajé para ti bajo el sofocante calor del día y en el frío de la noche, sin dormir. 41 Sí, ¡durante veinte años trabajé como un esclavo en tu casa! Trabajé catorce años para ganarme a tus dos hijas y, después, seis años más por tu rebaño. ¡Y cambiaste mi salario diez veces! 42 En realidad, si el Dios de mi padre no hubiera estado de mi parte—el Dios de Abraham y el temible Dios de Isaac—, tú me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto tu abuso y mi arduo trabajo. ¡Por eso se te apareció anoche y te reprendió!

43 Entonces Labán respondió a Jacob:

—Esas mujeres son mis hijas, esos niños son mis nietos, y esos rebaños son mis rebaños; de hecho, todo lo que ves es mío; pero ¿qué puedo hacer ahora respecto a mis hijas y a mis nietos? 44 Así que hagamos un pacto tú y yo, y ese pacto será un testimonio de nuestro compromiso.

45 Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como columna conmemorativa. 46 Y dijo a los miembros de su familia: «Recojan algunas piedras». Entonces ellos juntaron piedras y las apilaron. Luego Jacob y Labán se sentaron junto al montículo de piedras y compartieron una comida para celebrar el pacto. 47 Con el fin de conmemorar el suceso, Labán llamó a aquel lugar Jegar-sahaduta (que significa «montículo del testimonio» en arameo), y Jacob lo llamó Galaad (que significa «montículo del testimonio» en hebreo).

48 Entonces Labán declaró: «Este montículo de piedras quedará como testimonio para recordarnos el pacto que hemos hecho hoy». Esto explica por qué ese lugar fue llamado Galaad: «montículo del testimonio», 49 pero también se le llamó Mizpa (que significa «torre de vigilancia»), pues Labán dijo: «Que el Señor nos vigile a los dos para cerciorarse de que guardemos este pacto cuando estemos lejos el uno del otro. 50 Si tú maltratas a mis hijas o te casas con otras mujeres, Dios lo verá aunque nadie más lo vea. Él es testigo de este pacto entre nosotros.

51 »Mira este montículo de piedras—continuó Labán—y mira esta columna conmemorativa que he levantado entre nosotros. 52 Están entre tú y yo como testigos de nuestros votos. Yo nunca cruzaré este montículo de piedras para hacerte daño, y tú nunca debes cruzar estas piedras o esta columna conmemorativa para hacerme daño. 53 Invoco al Dios de nuestros antepasados—el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de mi abuelo Nacor—para que sea juez entre nosotros».

Entonces Jacob juró, delante del temible Dios de su padre Isaac, respetar la línea fronteriza. 54 Luego Jacob ofreció un sacrificio a Dios allí en el monte e invitó a todos a un banquete para celebrar el pacto. Después de comer, pasaron la noche en el monte.

55 Labán se levantó temprano a la mañana siguiente, besó a sus nietos y a sus hijas, y los bendijo. Después se marchó y regresó a su casa.

Capitulo 32

1 Cuando Jacob emprendió nuevamente su viaje, llegaron ángeles de Dios a encontrarse con él. Al verlos, Jacob exclamó: «¡Este es el campamento de Dios!». Por eso llamaron a aquel lugar Mahanaim.

Entonces Jacob envió mensajeros por delante a su hermano Esaú, quien vivía en la región de Seir, en la tierra de Edom. Y les dijo: «Den este mensaje a mi señor Esaú: “Humildes saludos de tu siervo Jacob. Hasta el momento, estuve viviendo con el tío Labán, y ahora soy dueño de ganado, burros, rebaños de ovejas y de cabras, y muchos siervos, tanto varones como mujeres. He enviado a estos mensajeros por delante para informar a mi señor de mi llegada, con la esperanza de que me recibas con bondad”».

Después de transmitir el mensaje, los mensajeros regresaron y le informaron a Jacob: «Nos encontramos con su hermano Esaú y ya viene en camino a su encuentro, ¡con un ejército de cuatrocientos hombres!». Jacob quedó aterrado con la noticia. Entonces separó a los miembros de su casa en dos grupos, y también a los rebaños, a las manadas y a los camellos, pues pensó: «Si Esaú encuentra a uno de los grupos y lo ataca, quizá el otro grupo pueda escapar».

Entonces Jacob oró: «Oh Dios de mi abuelo Abraham y Dios de mi padre Isaac; oh Señor, tú me dijiste: “Regresa a tu tierra y a tus parientes”. Y me prometiste: “Te trataré con bondad”. 10 No soy digno de todo el amor inagotable y de la fidelidad que has mostrado a mí, tu siervo. Cuando salí de mi hogar y crucé el río Jordán, no poseía más que mi bastón, ¡pero ahora todos los de mi casa ocupan dos grandes campamentos! 11 Oh Señor, te ruego que me rescates de la mano de mi hermano Esaú. Tengo miedo de que venga para atacarme a mí y también a mis esposas y a mis hijos. 12 Pero tú me prometiste: “Ciertamente te trataré con bondad y multiplicaré tus descendientes hasta que lleguen a ser tan numerosos como la arena a la orilla del mar, imposibles de contar”».

13 Así que Jacob pasó la noche en aquel lugar. Luego escogió de sus pertenencias los siguientes regalos para entregar a su hermano Esaú: 14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros, 15 treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas, diez toros, veinte burras y diez burros. 16 Separó esos animales en manadas y asignó cada manada a un siervo distinto. Luego dijo a estos siervos: «Vayan delante de mí con los animales, pero guarden una buena distancia entre las manadas».

17 A los hombres que dirigían el primer grupo les dio las siguientes instrucciones: «Cuando mi hermano Esaú se encuentre con ustedes, él les preguntará: “¿De quién son siervos? ¿Adónde van? ¿Quién es el dueño de estos animales?”. 18 Entonces deben contestar: “Pertenecen a su servidor Jacob, pero son un regalo para su señor Esaú. Mire, él viene detrás de nosotros”».

19 Jacob dio las mismas instrucciones a los siervos a cargo del segundo y tercer grupo, y a todos los que iban detrás de las manadas: «Cuando se encuentren con Esaú, deben responder lo mismo, 20 y asegúrense de decirle: “Mire, su servidor Jacob viene detrás de nosotros”».

Jacob pensó: «Intentaré apaciguarlo enviando regalos antes de mi llegada, y cuando me encuentre con él en persona, quizá me reciba con bondad». 21 Así que los regalos fueron enviados por delante, y Jacob pasó la noche en el campamento.

22 Durante la noche, Jacob se levantó y tomó a sus dos esposas, a sus dos mujeres esclavas y a sus once hijos, y cruzó el río Jaboc con ellos. 23 Después de llevarlos a la otra orilla, hizo pasar todas sus pertenencias.

24 Entonces Jacob se quedó solo en el campamento, y llegó un hombre y luchó con él hasta el amanecer. 25 Cuando el hombre vio que no ganaría el combate, tocó la cadera de Jacob y la dislocó. 26 Luego el hombre le dijo:

—¡Déjame ir, pues ya amanece!

—No te dejaré ir a menos que me bendigas—le dijo Jacob.

27 —¿Cómo te llamas?—preguntó el hombre.

—Jacob—contestó él.

28 —Tu nombre ya no será Jacob—le dijo el hombre—. De ahora en adelante, serás llamado Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

29 —Por favor, dime cuál es tu nombre—le dijo Jacob.

—¿Por qué quieres saber mi nombre?—respondió el hombre. Entonces bendijo a Jacob allí.

30 Jacob llamó a aquel lugar Peniel (que significa «rostro de Dios»), porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo, conservo la vida». 31 El sol salía cuando Jacob dejó Peniel  y se fue cojeando debido a su cadera dislocada. 32 (Hasta el día de hoy, el pueblo de Israel no come del tendón que está cerca de la articulación de la cadera, debido a lo que ocurrió aquella noche cuando el hombre torció el tendón de la cadera de Jacob).

Capitulo 33

1 Entonces Jacob levantó la vista y vio a Esaú, quien se acercaba con sus cuatrocientos hombres. Por eso, repartió a los niños entre Lea, Raquel y sus dos esposas esclavas. Colocó en el frente a sus dos esposas esclavas con sus respectivos hijos, después a Lea con sus hijos, y por último a Raquel y a José. Entonces Jacob se adelantó a todos ellos. Cuando se aproximó a su hermano, se inclinó hasta el suelo siete veces delante de él. Entonces Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó, puso los brazos alrededor de su cuello y lo besó. Y ambos lloraron.

Después Esaú miró a las mujeres y a los niños, y preguntó:

—¿Quiénes son esas personas que vienen contigo?

—Son los hijos que Dios, en su misericordia, me ha dado a mí, tu siervo—contestó Jacob.

Después las esposas esclavas se presentaron con sus hijos y se inclinaron ante él. Luego se presentó Lea con sus hijos, quienes también se inclinaron ante él. Finalmente se presentaron José y Raquel, y ambos se inclinaron ante él.

—¿Y qué eran todos esos rebaños y esas manadas que encontré en el camino?—preguntó Esaú.

—Son un regalo, mi señor, para asegurar tu amistad—contestó Jacob.

—Hermano mío, yo tengo más que suficiente—dijo Esaú—. Guarda para ti lo que tienes.

10 —No—insistió Jacob—, si he logrado tu favor, te ruego que aceptes este regalo de mi parte. ¡Y qué alivio es ver tu amigable sonrisa! ¡Es como ver el rostro de Dios! 11 Por favor, acepta este regalo que te traje, porque Dios ha sido muy generoso conmigo. Yo tengo más que suficiente.

Debido a la insistencia de Jacob, Esaú finalmente aceptó el regalo.

12 —Bien—dijo Esaú—, vamos. Yo iré delante de ti.

13 Pero Jacob respondió:

—Tú mismo puedes ver, mi señor, que algunos de los niños son muy pequeños, y los rebaños y las manadas también tienen sus crías. Si se les hace caminar mucho, aunque fuera un solo día, todos los animales podrían morir. 14 Por favor, mi señor, ve tú primero. Nosotros iremos detrás más lento, a un ritmo que sea cómodo para los animales y para los niños. Nos encontraremos en Seir.

15 —De acuerdo—dijo Esaú—, pero déjame al menos asignarte a algunos de mis hombres para que los guíen y los protejan.

—No es necesario—respondió Jacob—. ¡Basta que me hayas recibido amigablemente, mi señor!

16 Entonces Esaú se dio la vuelta y emprendió el camino de regreso a Seir ese mismo día. 17 Jacob, en cambio, viajó hasta Sucot. Allí se construyó una casa e hizo cobertizos para su ganado. Por eso aquel lugar se llamó Sucot (que significa «cobertizos»).

18 Después de viajar todo el trayecto desde Padán-aram, Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, en la tierra de Canaán. Una vez allí, estableció su campamento fuera de la ciudad. 19 La parcela donde acampó la compró a la familia de Hamor, el padre de Siquem, por cien monedas de plata. 20 Y allí edificó un altar y le puso por nombre El-Elohe-Israel.

Capitulo 34

1 Cierto día, Dina, la hija de Jacob y Lea, fue a visitar a unas jóvenes que vivían en la región. Cuando el príncipe del lugar, Siquem, hijo de Hamor el heveo, vio a Dina, la tomó a la fuerza y la violó. Sin embargo, luego se enamoró de ella e intentó ganarse su cariño con palabras tiernas. Le dijo a su padre Hamor: «Consígueme a esta joven pues quiero casarme con ella».

Entonces Jacob se enteró de que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo cuidando sus animales, él no dijo nada hasta que regresaron. Hamor, el padre de Siquem, fue a hablar del asunto con Jacob. Mientras tanto, los hijos de Jacob, al enterarse de lo ocurrido, regresaron del campo de inmediato. Quedaron horrorizados y llenos de furia cuando supieron que su hermana había sido violada. Siquem había cometido un acto vergonzoso contra la familia de Jacob, algo que nunca debió haber hecho.

Hamor habló con Jacob y con sus hijos:

—Mi hijo Siquem está verdaderamente enamorado de su hija—dijo—. Por favor, permítanle casarse con ella. De hecho, formemos también otros matrimonios: ustedes nos entregan a sus hijas para nuestros hijos, y nosotros les entregaremos a nuestras hijas para los hijos de ustedes. 10 Todos ustedes pueden vivir entre nosotros; ¡la tierra está a su disposición! Establézcanse aquí y comercien con nosotros, y siéntanse en libertad de comprar propiedades en la región.

11 El propio Siquem también habló con el padre de Dina y con sus hermanos:

—Por favor, sean bondadosos conmigo y permitan que me case con ella—les suplicó—. Yo les daré cualquier cosa que me pidan. 12 Sea cual fuere la dote o el regalo que exijan, lo pagaré de buena gana; solo les pido que me entreguen a la muchacha como esposa.

13 Pero como Siquem había deshonrado a la hermana de ellos, Dina, los hijos de Jacob respondieron con engaño a Siquem y a Hamor, su padre. 14 Les dijeron:

—De ninguna manera podemos permitirlo, porque tú no has sido circuncidado. ¡Sería una vergüenza para nuestra hermana casarse con un hombre como tú! 15 Pero hay una solución. Si todos los varones entre ustedes se circuncidan, como lo hicimos nosotros, 16 entonces les entregaremos a nuestras hijas y tomaremos a las hijas de ustedes para nosotros. Viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo; 17 pero si no aceptan circuncidarse, tomaremos a nuestra hermana y nos marcharemos.

18 Hamor y su hijo Siquem aceptaron la propuesta. 19 Siquem no demoró en cumplir con el requisito, porque deseaba con desesperación a la hija de Jacob. Siquem era un miembro muy respetado de su familia, 20 y acompañó a su padre, Hamor, a presentar la propuesta a los líderes que estaban a las puertas de la ciudad.

21 Les dijeron: «Esos hombres son nuestros amigos. Invitémoslos a vivir entre nosotros y comerciemos libremente. Miren, hay suficiente tierra para mantenerlos. Podemos tomar a sus hijas como esposas y permitir que ellos se casen con las nuestras. 22 Pero ellos aceptarán quedarse aquí y formar un solo pueblo con nosotros únicamente si nuestros hombres se circuncidan, como lo hicieron ellos. 23 Además, si nosotros lo hacemos, todos sus animales y sus posesiones con el tiempo serán nuestros. Vamos, aceptemos sus condiciones y dejemos que se establezcan entre nosotros».

24 Todos los hombres del consejo estuvieron de acuerdo con Hamor y Siquem, y todos los varones de la ciudad fueron circuncidados. 25 Sin embargo, tres días después, cuando aún estaban adoloridos, dos de los hijos de Jacob—Simeón y Leví—, que eran hermanos de Dina por parte de padre y de madre, tomaron sus espadas y entraron en la ciudad sin encontrar resistencia. Entonces masacraron a todos los varones, 26 entre ellos Hamor y su hijo Siquem. Los mataron a espada, y después sacaron a Dina de la casa de Siquem y regresaron a su campamento.

27 Mientras tanto, los demás hijos de Jacob llegaron a la ciudad. Al encontrar masacrados a los hombres, saquearon la ciudad, porque allí habían deshonrado a su hermana. 28 Se apoderaron de todos los rebaños, las manadas y los burros; se llevaron todo lo que pudieron, tanto de adentro de la ciudad como de los campos. 29 Robaron todas las riquezas y saquearon las casas. También tomaron a todos los niños y a las mujeres, y se los llevaron cautivos.

30 Después, Jacob les dijo a Simeón y a Leví:

—¡Ustedes me han arruinado! Me han hecho despreciable ante todos los pueblos de esta tierra: los cananeos y los ferezeos. Nosotros somos tan pocos que ellos se unirán y nos aplastarán. ¡Me destruirán, y toda mi familia será aniquilada!

31 —¿Pero cómo íbamos a permitir que él tratara a nuestra hermana como a una prostituta?—replicaron ellos, enojados.

Capitulo 35

1 Entonces Dios le dijo a Jacob: «¡Prepárate! Múdate a Betel, establécete allí y edifica un altar a Dios, quien se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú».

Entonces Jacob les dijo a todos los de su casa: «Desháganse de todos sus ídolos paganos, purifíquense y pónganse ropas limpias. Ahora vamos a Betel, donde edificaré un altar al Dios que respondió a mis oraciones cuando yo estaba angustiado. Él ha estado conmigo en todos los lugares por donde anduve».

Entonces le entregaron a Jacob todos los ídolos paganos que conservaban y también los aretes, y él los enterró bajo el gran árbol que está cerca de Siquem. Cuando salían, Dios mandó terror sobre los habitantes de todas las ciudades de aquella región, así que nadie atacó a la familia de Jacob.

Finalmente Jacob y todos los de su casa llegaron a Luz (también llamada Betel), en Canaán. Allí Jacob edificó un altar y llamó al lugar El-betel (que significa «Dios de Betel»), porque Dios se le había aparecido allí cuando huía de su hermano Esaú.

Poco tiempo después murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca desde niña, y fue enterrada bajo el roble que está en el valle de Betel. Desde entonces ese lugar fue llamado Alón-bacut (que significa «roble del llanto»).

Ahora que Jacob había regresado de Padán-aram, Dios se le apareció de nuevo en Betel. Y Dios lo bendijo 10 diciéndole: «Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob. A partir de ahora tu nombre será Israel». Así que Dios le cambió el nombre y lo llamó Israel.

11 Entonces Dios dijo: «Yo soy El-Shaddai, “Dios Todopoderoso”. Sé fructífero y multiplícate. Llegarás a formar una gran nación; incluso, de ti saldrán muchas naciones. ¡Habrá reyes entre tus descendientes! 12 Y te entregaré la tierra que les di a Abraham y a Isaac. Así es, te la daré a ti y a tus descendientes». 13 Luego Dios ascendió desde el lugar donde le había hablado a Jacob.

14 Jacob levantó una columna conmemorativa para marcar el lugar donde Dios le había hablado. Luego derramó vino sobre la columna como sacrificio a Dios y la ungió con aceite de oliva. 15 Jacob llamó a aquel lugar Betel (que significa «casa de Dios»), porque allí Dios le había hablado.

16 Una vez que salieron de Betel, Jacob y su clan avanzaron hacia Efrata; pero Raquel entró en trabajo de parto mientras aún estaban lejos de allí, y sus dolores eran intensos. 17 Luego de un parto muy difícil, la partera finalmente exclamó: «¡No temas; tienes otro varón!». 18 Raquel estaba a punto de morir, pero con su último suspiro puso por nombre al niño Benoni (que significa «hijo de mi tristeza»). Sin embargo, el padre del niño lo llamó Benjamín (que significa «hijo de mi mano derecha»). 19 Así que Raquel murió y fue enterrada en el camino a Efrata (es decir, Belén). 20 Jacob levantó una columna conmemorativa sobre la tumba de Raquel, la cual puede verse hasta el día de hoy.

21 Entonces Jacob siguió su viaje y acampó más allá de Migdal-edar. 22 Mientras vivía allí, Rubén tuvo relaciones sexuales con Bilha, la concubina de su padre, y Jacob se enteró enseguida.

Estos son los nombres de los doce hijos de Jacob:

23 Los hijos de Lea fueron Rubén (el hijo mayor de Jacob), Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.

24 Los hijos de Raquel fueron José y Benjamín.

25 Los hijos de Bilha, la sierva de Raquel, fueron Dan y Neftalí.

26 Los hijos de Zilpa, la sierva de Lea, fueron Gad y Aser.

Estos son los nombres de los hijos que le nacieron a Jacob en Padán-aram.

27 Entonces Jacob regresó a la casa de su padre Isaac en Mamre, que está cerca de Quiriat-arba (actualmente llamada Hebrón), donde Abraham e Isaac vivieron como extranjeros. 28 Isaac vivió ciento ochenta años. 29 Después dio su último suspiro y murió en buena vejez, y se reunió con sus antepasados al morir. Y lo enterraron sus hijos Esaú y Jacob.

Capitulo 36

1 Este es el relato de los descendientes de Esaú (también conocido como Edom). Esaú se casó con dos mujeres jóvenes de Canaán: Ada, hija de Elón el hitita, y Aholibama, hija de Aná y nieta de Zibeón el heveo. También se casó con su prima Basemat, que era hija de Ismael y hermana de Nebaiot. Ada dio a luz un hijo, a quien llamaron Elifaz. Basemat dio a luz un hijo llamado Reuel. Aholibama dio a luz varones: Jeús, Jaalam y Coré. Todos esos hijos le nacieron a Esaú en la tierra de Canaán.

Esaú tomó a sus esposas, a sus hijos y a los de su casa, junto con sus animales y su ganado—toda la riqueza que había adquirido en la tierra de Canaán—y se mudó para alejarse de su hermano Jacob. No había tierra suficiente para sustentar a ambos, debido a la cantidad de animales y posesiones que habían adquirido. Por eso, Esaú (también conocido como Edom) se estableció en la zona montañosa de Seir.

Este es el relato de los descendientes de Esaú, los edomitas, que habitaron en la zona montañosa de Seir.

10 Estos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Ada, esposa de Esaú; y Reuel, hijo de Basemat, esposa de Esaú.

11 Los descendientes de Elifaz fueron Temán, Omar, Zefo, Gatam y Cenaz. 12 Timna, la concubina de Elifaz, hijo de Esaú, dio a luz un hijo llamado Amalec. Estos fueron los descendientes de Ada, esposa de Esaú.

13 Los descendientes de Reuel fueron Nahat, Zera, Sama y Miza. Estos fueron los descendientes de Basemat, esposa de Esaú.

14 Esaú también tuvo hijos con Aholibama, hija de Aná y nieta de Zibeón. Sus nombres fueron Jeús, Jaalam y Coré.

15 Estos son los descendientes de Esaú que llegaron a ser jefes de varios clanes:

Los descendientes del hijo mayor de Esaú, Elifaz, llegaron a ser jefes de los clanes de Temán, Omar, Zefo, Cenaz, 16 Coré, Gatam y Amalec. Ellos son los jefes de los clanes en la tierra de Edom que descendieron de Elifaz. Todos fueron descendientes de Ada, esposa de Esaú.

17 Los descendientes de Reuel, hijo de Esaú, se convirtieron en los jefes de los clanes de Nahat, Zera, Sama y Miza. Esos son los jefes de los clanes en la tierra de Edom que descendieron de Reuel. Todos fueron descendientes de Basemat, esposa de Esaú.

18 Los descendientes de Esaú con su esposa Aholibama llegaron a ser jefes de los clanes de Jeús, Jaalam y Coré. Ellos son los jefes de los clanes que descendieron de Aholibama, esposa de Esaú e hija de Aná.

19 Esos son los clanes que descendieron de Esaú (también conocido como Edom), cada uno identificado por el nombre del jefe de su clan.

20 Estos son los nombres de las tribus que descendieron de Seir el horeo, las cuales habitaron en la tierra de Edom: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 21 Disón, Ezer y Disán. Estos fueron los jefes de los clanes horeos, descendientes de Seir, que habitaron en la tierra de Edom.

22 Los descendientes de Lotán fueron Hori y Hemam. La hermana de Lotán se llamaba Timna.

23 Los descendientes de Sobal fueron Alván, Manahat, Ebal, Sefo y Onam.

24 Los descendientes de Zibeón fueron Aja y Aná. (Este Aná fue el que descubrió las aguas termales en el desierto mientras cuidaba los burros de su padre).

25 Los descendientes de Aná fueron su hijo Disón, y su hija Aholibama.

26 Los descendientes de Disón fueron Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.

27 Los descendientes de Ezer fueron Bilhán, Zaaván y Acán.

28 Los descendientes de Disán fueron Uz y Arán.

29 Así que los jefes de los clanes horeos fueron Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 30 Disón, Ezer y Disán. Los clanes horeos llevan el nombre de sus jefes de clan, los cuales habitaron en la tierra de Seir.

31 Estos son los reyes que gobernaron en la tierra de Edom antes de que los israelitas tuvieran rey:

32 Bela, hijo de Beor, quien reinó en Edom desde su ciudad de Dinaba.

33 Cuando Bela murió, reinó en su lugar Jobab, hijo de Zera, quien era de Bosra.

34 Cuando Jobab murió, reinó en su lugar Husam, quien era de la región de Temán.

35 Cuando Husam murió, reinó en su lugar Hadad, hijo de Bedad; y gobernó desde la ciudad de Avit. Él fue quien derrotó a los madianitas en la tierra de Moab.

36 Cuando Hadad murió, reinó en su lugar Samla, quien era de la ciudad de Masreca.

37 Cuando Samla murió, reinó en su lugar Saúl, quien era de la ciudad de Rehobot del Río.

38 Cuando Saúl murió, reinó en su lugar Baal-hanán, hijo de Acbor.

39 Cuando Baal-hanán, hijo de Acbor, murió, reinó en su lugar Hadad y gobernó desde la ciudad de Pau. Su esposa fue Mehetabel, hija de Matred y nieta de Mezaab.

40 Estos son los nombres de los jefes de los clanes descendientes de Esaú, los cuales habitaron en los lugares que llevan sus mismos nombres: Timna, Alva, Jetet, 41 Aholibama, Ela, Pinón, 42 Cenaz, Temán, Mibzar, 43 Magdiel e Iram. Esos son los jefes de los clanes de Edom, registrados según los asentamientos en la tierra que ocuparon. Todos ellos descendieron de Esaú, el antepasado de los edomitas.

Capitulo 37

1 Entonces Jacob volvió a establecerse en la tierra de Canaán, donde su padre había vivido como extranjero.

Este es el relato de Jacob y su familia. Cuando José tenía diecisiete años de edad, a menudo cuidaba los rebaños de su padre. Trabajaba para sus medios hermanos, los hijos de Bilha y Zilpa, dos de las esposas de su padre, así que le contaba a su padre acerca de las fechorías que hacían sus hermanos.

Jacob amaba a José más que a sus otros hijos porque le había nacido en su vejez. Por eso, un día, Jacob mandó a hacer un regalo especial para José: una hermosa túnica.Pero sus hermanos lo odiaban porque su padre lo amaba más que a ellos. No dirigían ni una sola palabra amable hacia José.

Una noche José tuvo un sueño, y cuando se lo contó a sus hermanos, lo odiaron más que nunca.

—Escuchen este sueño—les dijo—. Resulta que estábamos en el campo atando gavillas de grano. De repente, mi gavilla se levantó, y las gavillas de ustedes se juntaron alrededor de la mía, ¡y se inclinaron ante ella!

Sus hermanos respondieron:

—Así que crees que serás nuestro rey, ¿no es verdad? ¿De veras piensas que reinarás sobre nosotros?

Así que lo odiaron aún más debido a sus sueños y a la forma en que los contaba.

Al poco tiempo José tuvo otro sueño y de nuevo se lo contó a sus hermanos.

—Escuchen, tuve otro sueño—les dijo—. ¡El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí!

10 Esta vez le contó el sueño a su padre además de a sus hermanos, pero su padre lo reprendió.

—¿Qué clase de sueño es ese?—le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo llegaremos a postrarnos delante de ti?

11 Sin embargo, mientras los hermanos de José tenían celos de él, su padre estaba intrigado por el significado de los sueños.

12 Poco tiempo después, los hermanos de José fueron hasta Siquem para apacentar los rebaños de su padre. 13 Cuando ya llevaban un buen tiempo allí, Jacob le dijo a José:

—Tus hermanos están en Siquem apacentando las ovejas. Prepárate, porque te enviaré a verlos.

—Estoy listo para ir—respondió José.

14 —Ve a ver cómo están tus hermanos y los rebaños—dijo Jacob—. Luego vuelve aquí y tráeme noticias de ellos.

Así que Jacob despidió a José, y él viajó hasta Siquem desde su casa, en el valle de Hebrón.

15 Cuando José llegó a Siquem, un hombre de esa zona lo encontró dando vueltas por el campo.

—¿Qué buscas?—le preguntó.

16 —Busco a mis hermanos—contestó José—. ¿Sabe usted dónde están apacentando sus rebaños?

17 —Sí—le dijo el hombre—. Se han ido de aquí, pero les oí decir: “Vayamos a Dotán”.

Entonces José siguió a sus hermanos hasta Dotán y allí los encontró.

18 Cuando los hermanos de José lo vieron acercarse, lo reconocieron desde lejos. Mientras llegaba, tramaron un plan para matarlo.

19 —¡Aquí viene el soñador!—dijeron—. 20 Vamos, matémoslo y tirémoslo en una de esas cisternas. Podemos decirle a nuestro padre: “Un animal salvaje se lo comió”. ¡Entonces veremos en qué quedan sus sueños!

21 Pero cuando Rubén oyó el plan, trató de salvar a José.

—No lo matemos—dijo—. 22 ¿Para qué derramar sangre? Solo tirémoslo en esta cisterna vacía, aquí en el desierto. Entonces morirá sin que le pongamos una mano encima.

Rubén tenía pensado rescatar a José y devolverlo a su padre.

23 Entonces, cuando llegó José, sus hermanos le quitaron la hermosa túnica que llevaba puesta. 24 Después lo agarraron y lo tiraron en la cisterna. Resulta que la cisterna estaba vacía; no tenía nada de agua adentro. 25 Luego, justo cuando se sentaron a comer, levantaron la vista y vieron a la distancia una caravana de camellos que venía acercándose. Era un grupo de mercaderes ismaelitas que transportaban goma de resina, bálsamo y resinas aromáticas desde Galaad hasta Egipto.

26 Judá dijo a sus hermanos: «¿Qué ganaremos con matar a nuestro hermano? Tendríamos que encubrir el crimen. 27 En lugar de hacerle daño, vendámoslo a esos mercaderes ismaelitas. Después de todo, es nuestro hermano, ¡de nuestra misma sangre!». Así que sus hermanos estuvieron de acuerdo. 28 Entonces, cuando se acercaron los ismaelitas, que eran mercaderes madianitas, los hermanos de José lo sacaron de la cisterna y se lo vendieron por veinte monedas de plata. Y los mercaderes lo llevaron a Egipto.

29 Tiempo después, Rubén regresó para sacar a José de la cisterna. Cuando descubrió que José no estaba allí, se rasgó la ropa en señal de lamento. 30 Luego regresó a donde estaban sus hermanos y dijo lamentándose: «¡El muchacho desapareció! ¿Qué voy a hacer ahora?».

31 Entonces los hermanos mataron un cabrito y mojaron la túnica de José con la sangre. 32 Luego enviaron la hermosa túnica a su padre con el siguiente mensaje: «Mira lo que encontramos. Esta túnica, ¿no es la de tu hijo?».

33 Su padre la reconoció de inmediato. «Sí—dijo él—, es la túnica de mi hijo. Seguro que algún animal salvaje se lo comió. ¡Sin duda despedazó a José!». 34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de tela áspera, e hizo duelo por su hijo durante mucho tiempo. 35 Toda su familia intentó consolarlo, pero él no quiso ser consolado. A menudo decía: «Me iré a la tumba llorando a mi hijo», y entonces sollozaba.

36 Mientras tanto, los mercaderes madianitas llegaron a Egipto, y allí le vendieron a José a Potifar, quien era un oficial del faraón, rey de Egipto. Potifar era capitán de la guardia del palacio.

Capitulo 38

1 En esos días, Judá dejó su casa y se fue a Adulam, donde se quedó con un hombre llamado Hira. Allí vio a una mujer cananea, la hija de Súa, y se casó con ella. Cuando se acostaron, ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Er. Después volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, y le puso por nombre Onán. Además, dio a luz un tercer hijo y lo llamó Sela. Cuando nació Sela, ellos vivían en Quezib.

Con el transcurso del tiempo, Judá arregló que Er, su hijo mayor, se casara con una joven llamada Tamar. Pero Er era un hombre perverso ante los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán, hermano de Er: «Cásate con Tamar, como nuestra ley exige al hermano de un hombre que haya muerto. Tú debes darle un heredero a tu hermano».

Pero Onán no estaba dispuesto a tener un hijo que no fuera su propio heredero. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con la mujer de su hermano, derramaba el semen en el suelo. Esto evitaba que ella tuviera un hijo de su hermano. 10 Así que el Señor consideró una maldad que Onán negara un hijo a su hermano muerto, y el Señor también le quitó la vida a Onán.

11 Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: «Vuelve a la casa de tus padres y permanece viuda hasta que mi hijo Sela tenga edad suficiente para casarse contigo». (Pero en realidad, Judá no pensaba hacerlo porque temía que Sela también muriera, igual que sus dos hermanos). Entonces Tamar regresó a vivir a la casa de sus padres.

12 Unos años después, murió la esposa de Judá. Cumplido el período de luto, Judá y su amigo Hira el adulamita subieron a Timna para supervisar la esquila de sus ovejas. 13 Alguien le dijo a Tamar: «Mira, tu suegro sube a Timna para esquilar sus ovejas».

14 Tamar ya sabía que Sela había crecido, pero aún no se había arreglado nada para que ella se casara con él. Así que se quitó la ropa de viuda y se cubrió con un velo para disfrazarse. Luego se sentó junto al camino, a la entrada de la aldea de Enaim, la cual está rumbo a Timna. 15 Judá la vio y creyó que era una prostituta, porque ella tenía el rostro cubierto. 16 Entonces se detuvo y le hizo una propuesta indecente:

—Déjame tener sexo contigo—le dijo, sin darse cuenta de que era su propia nuera.

—¿Cuánto me pagarás por tener sexo contigo?—preguntó Tamar.

17 —Te enviaré un cabrito de mi rebaño—prometió Judá.

—¿Pero qué me darás como garantía de que enviarás el cabrito?—preguntó ella.

18 —¿Qué clase de garantía quieres?—respondió él.

Ella contestó:

—Déjame tu sello de identidad junto con su cordón, y el bastón que llevas.

Entonces Judá se los entregó. Después tuvo relaciones sexuales con ella, y Tamar quedó embarazada. 19 Luego ella regresó a su casa, se quitó el velo y se puso la ropa de viuda como de costumbre.

20 Más tarde Judá le pidió a su amigo Hira el adulamita que llevara el cabrito a la mujer y recogiera las cosas que le había dejado como garantía, pero Hira no pudo encontrarla. 21 Entonces preguntó a los hombres de ese lugar:

—¿Dónde puedo encontrar a la prostituta del templo local que se sentaba junto al camino, a la entrada de Enaim?

—Nunca hemos tenido una prostituta del templo aquí—contestaron ellos.

22 Entonces Hira regresó a donde estaba Judá y le dijo:

—No pude encontrarla por ninguna parte, y los hombres de la aldea afirman que nunca ha habido una prostituta del templo pagano en ese lugar.

23 —Entonces deja que se quede con las cosas que le di—dijo Judá—. Envié el cabrito, tal como acordamos, pero tú no pudiste encontrarla. Si regresamos a buscarla, seremos el hazmerreír del pueblo.

24 Unos tres meses después, le dijeron a Judá:

—Tu nuera Tamar se ha comportado como una prostituta y ahora, como consecuencia, está embarazada.

—¡Sáquenla y quémenla!—ordenó Judá.

25 Pero cuando la sacaban para matarla, ella envió el siguiente mensaje a su suegro: «El dueño de estas cosas fue quien me dejó embarazada. Fíjese bien. ¿De quién son este sello, este cordón y este bastón?».

26 Judá los reconoció enseguida y dijo:

—Ella es más justa que yo, porque no arreglé que ella se casara con mi hijo Sela.

Y Judá nunca más volvió a acostarse con Tamar.

27 Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, se descubrió que esperaba gemelos. 28 Durante el parto, uno de los niños sacó la mano, entonces la partera le ató un hilo rojo en la muñeca y anunció: «Este salió primero». 29 Pero luego el niño metió la mano de vuelta, ¡y salió primero su hermano! Entonces la partera exclamó: «¡Vaya! ¿Cómo hiciste para abrirte brecha y salir primero?». Y lo llamaron Fares. 30 Luego nació el niño que llevaba el hilo rojo en la muñeca, y lo llamaron Zera.

Capitulo 39

1 Cuando los mercaderes ismaelitas llevaron a José a Egipto, lo vendieron a Potifar, un oficial egipcio. Potifar era capitán de la guardia del faraón, rey de Egipto.

El Señor estaba con José, por eso tenía éxito en todo mientras servía en la casa de su amo egipcio. Potifar lo notó y se dio cuenta de que el Señor estaba con José, y le daba éxito en todo lo que hacía. Eso agradó a Potifar, quien pronto nombró a José su asistente personal. Lo puso a cargo de toda su casa y de todas sus posesiones. Desde el día en que José quedó encargado de la casa y de las propiedades de su amo, el Señor comenzó a bendecir la casa de Potifar por causa de José. Todos los asuntos de la casa marchaban bien, y las cosechas y los animales prosperaron. Pues Potifar le dio a José total y completa responsabilidad administrativa sobre todas sus posesiones. Con José a cargo, Potifar no se preocupaba por nada, ¡excepto qué iba a comer!

José era un joven muy apuesto y bien fornido, y la esposa de Potifar pronto comenzó a mirarlo con deseos sexuales.

—Ven y acuéstate conmigo—le ordenó ella.

Pero José se negó:

—Mire—le contestó—, mi amo confía en mí y me puso a cargo de todo lo que hay en su casa. Nadie aquí tiene más autoridad que yo. Él no me ha negado nada, con excepción de usted, porque es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer semejante maldad? Sería un gran pecado contra Dios.

10 Día tras día, ella seguía presionando a José, pero él se negaba a acostarse con ella y la evitaba tanto como podía. 11 Cierto día, sin embargo, José entró a hacer su trabajo y no había nadie más allí. 12 Ella llegó, lo agarró del manto y le ordenó: «¡Vamos, acuéstate conmigo!». José se zafó de un tirón, pero dejó su manto en manos de ella al salir corriendo de la casa.

13 Cuando ella vio que tenía el manto en las manos y que él había huido, 14 llamó a sus siervos. Enseguida todos los hombres llegaron corriendo. «¡Miren!—dijo ella—. ¡Mi esposo ha traído aquí a este esclavo hebreo para que nos deje en ridículo! Él entró en mi cuarto para violarme, pero yo grité. 15 Cuando me oyó gritar, salió corriendo y se escapó, pero dejó su manto en mis manos».

16 Ella se quedó con el manto hasta que su esposo regresó a la casa. 17 Luego le contó su versión de lo sucedido: «Ese esclavo hebreo que trajiste a nuestra casa intentó entrar y aprovecharse de mí; 18 pero, cuando grité, ¡salió corriendo y dejó su manto en mis manos!».

19 Potifar se enfureció cuando oyó el relato de su esposa acerca de cómo José la había tratado. 20 Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel donde estaban los presos del rey. José quedó allí, 21 pero el Señor estaba con José en la cárcel y le mostró su fiel amor. El Señor hizo que José fuera el preferido del encargado de la cárcel. 22 Poco después el director puso a José a cargo de los demás presos y de todo lo que ocurría en la cárcel. 23 El encargado no tenía de qué preocuparse, porque José se ocupaba de todo. El Señor estaba con él y lo prosperaba en todo lo que hacía.

Capitulo 40

1 Pasado un tiempo, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos del faraón ofendieron a su señor, el rey. El faraón se enojó con esos dos funcionarios y los puso en la cárcel donde estaba José, en el palacio del capitán de la guardia. Ellos permanecieron en la cárcel durante mucho tiempo, y el capitán de la guardia los asignó a José, quien se ocupaba de ellos.

Una noche, mientras estaban en la cárcel, el copero y el panadero del faraón tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado. Cuando José los vio a la mañana siguiente, notó que los dos parecían preocupados.

—¿Por qué se ven tan preocupados hoy?—les preguntó.

—Anoche los dos tuvimos sueños—contestaron ellos—, pero nadie puede decirnos lo que significan.

—La interpretación de los sueños es asunto de Dios—respondió José—. Vamos, cuéntenme lo que soñaron.

Entonces el jefe de los coperos fue el primero en contarle su sueño a José.

—En mi sueño—dijo él—, vi una vid delante de mí. 10 La vid tenía tres ramas, las cuales comenzaron a brotar y a florecer y, en poco tiempo, produjo racimos de uvas maduras. 11 Yo tenía la copa del faraón en mi mano, entonces tomé un racimo de uvas y exprimí el jugo en la copa. Después puse la copa en la mano del faraón.

12 —El sueño significa lo siguiente—dijo José—: las tres ramas representan tres días; 13 dentro de tres días, el faraón te levantará y te pondrá nuevamente en tu puesto como jefe de sus coperos. 14 Te pido que te acuerdes de mí y me hagas un favor cuando las cosas te vayan bien. Háblale de mí al faraón, para que me saque de este lugar. 15 Pues me trajeron secuestrado desde mi tierra, la tierra de los hebreos, y ahora estoy aquí en la cárcel, aunque no hice nada para merecerlo.

16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José había dado una interpretación tan positiva del primer sueño, le dijo a José:

—Yo también tuve un sueño. En mi sueño, había tres canastas de pasteles blancos sobre mi cabeza. 17 En la canasta de arriba había todo tipo de pasteles para el faraón, pero llegaron las aves y se los comieron de la canasta que estaba sobre mi cabeza.

18 —El sueño significa lo siguiente—le dijo José—: las tres canastas también representan tres días. 19 En tres días, el faraón te levantará y atravesará tu cuerpo con un poste; luego las aves llegarán y picotearán tu carne.

20 Tres días después era el cumpleaños del faraón, quien preparó un banquete para todos sus funcionarios y su personal. Así que llamó al jefe de sus coperos y al jefe de sus panaderos para que se unieran a los demás funcionarios. 21 Entonces restituyó al jefe de los coperos a su cargo anterior, para que volviera a entregar al faraón su copa. 22 Pero el faraón atravesó al jefe de los panaderos con un poste, tal como José había predicho cuando le interpretó el sueño. 23 Sin embargo, el jefe de los coperos del faraón se olvidó de José por completo y nunca más volvió a pensar en él.

Capitulo 41

Dos años después, el faraón soñó que estaba de pie a la orilla del río Nilo. En su sueño, vio siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos. Luego vio otras siete vacas que salían del Nilo detrás de ellas, pero eran flacas y raquíticas. Esas vacas se pusieron junto a las vacas gordas, en la ribera del río. ¡Entonces las vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas y sanas! En ese momento del sueño, el faraón se despertó.

Después volvió a dormirse y tuvo un segundo sueño. Esta vez vio siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo. Luego aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban resecas y marchitadas por el viento oriental. ¡Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas y bien formadas! El faraón volvió a despertarse y se dio cuenta de que era un sueño.

A la mañana siguiente, el faraón estaba muy perturbado por los sueños. Entonces llamó a todos los magos y a los sabios de Egipto. Cuando el faraón les contó sus sueños, ninguno de ellos pudo decirle lo que significaban.

Finalmente habló el jefe de los coperos del rey: «Hoy he recordado mi falla—le dijo al faraón—. 10 Hace un tiempo, usted se enojó con el jefe de los panaderos y conmigo, y nos encarceló en el palacio del capitán de la guardia. 11 Una noche, el jefe de los panaderos y yo tuvimos cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado. 12 Con nosotros, en la cárcel, había un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia. Nosotros le contamos nuestros sueños, y él nos explicó el significado de cada sueño. 13 Y todo sucedió tal como él lo había predicho. Yo fui restituido a mi puesto de copero, y el jefe de los panaderos fue ejecutado y atravesado con un poste».

14 El faraón mandó llamar a José de inmediato, y enseguida lo trajeron de la cárcel. Después de afeitarse y cambiarse de ropa, José se presentó ante el faraón. 15 Entonces el faraón le dijo:

—Anoche tuve un sueño, y nadie aquí puede decirme lo que significa; pero me enteré de que cuando tú oyes un sueño puedes interpretarlo.

16 —No está en mis manos el poder para hacerlo—respondió José—, pero Dios puede decirle lo que su sueño significa y darle tranquilidad.

17 Entonces el faraón le contó su sueño a José.

—En mi sueño—le dijo—, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo 18 y vi siete vacas gordas y sanas que salían del río y comenzaban a pastar entre los juncos. 19 Luego vi siete vacas flacas y raquíticas con aspecto enfermizo que salían después de las primeras. Jamás había visto unos animales tan lamentables en toda la tierra de Egipto. 20 Entonces esas vacas flacas y raquíticas se comieron a las siete vacas gordas, 21 pero nadie lo hubiera creído, ¡porque después seguían siendo tan flacas y raquíticas como antes! Luego me desperté.

22 »En mi sueño también vi siete espigas llenas de grano, robustas y hermosas, que crecían de un solo tallo. 23 Después aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban infestadas, resecas y marchitadas por el viento oriental. 24 Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas. Les conté esos sueños a los magos, pero ninguno pudo decirme lo que significan.

25 José respondió:

—Ambos sueños del faraón significan lo mismo. Dios le da a conocer de antemano al faraón lo que está por hacer. 26 Las siete vacas sanas y las siete espigas robustas representan siete años de prosperidad. 27 Las siete vacas flacas y raquíticas que salieron después, y las siete espigas resecas y marchitadas por el viento oriental representan siete años de hambre.

28 »Esto sucederá tal como lo he descrito, pues Dios ha revelado de antemano al faraón lo que está por hacer. 29 Los próximos siete años serán un período de gran prosperidad en toda la tierra de Egipto, 30 pero después llegarán siete años de un hambre tan intensa que hará olvidar toda esa prosperidad de Egipto. El hambre destruirá la tierra. 31 La hambruna será tan grave que borrará hasta el recuerdo de los años buenos. 32 El haber tenido dos sueños similares significa que esos acontecimientos fueron decretados por Dios, y él hará que ocurran pronto.

33 »Por lo tanto, el faraón debería encontrar a un hombre inteligente y sabio, y ponerlo a cargo de toda la tierra de Egipto. 34 Después el faraón debería nombrar supervisores de la tierra, a fin de que almacenen una quinta parte de las cosechas durante los siete años buenos. 35 Haga que ellos reúnan toda la producción de alimentos en los años buenos que vienen y la lleven a los graneros del faraón. Almacene bien el grano y vigílelo para que haya alimento en las ciudades. 36 De esa manera, habrá suficiente para comer cuando lleguen los siete años de hambre sobre la tierra de Egipto. De lo contrario, el hambre destruirá la tierra.

37 Las sugerencias de José fueron bien recibidas por el faraón y sus funcionarios. 38 Entonces el faraón preguntó a sus funcionarios: «¿Acaso encontraremos a alguien como este hombre, tan claramente lleno del espíritu de Dios?». 39 Así que el faraón dijo a José: «Como Dios te ha revelado el significado de los sueños a ti, es obvio que no hay nadie más sabio e inteligente que tú. 40 Quedarás a cargo de mi palacio, y toda mi gente recibirá órdenes de ti. Solo yo, sentado en mi trono, tendré un rango superior al tuyo».

41 El faraón dijo a José: «Yo, aquí en persona, te pongo a cargo de toda la tierra de Egipto». 42 Luego el faraón se quitó de la mano el anillo con su sello oficial y lo puso en el dedo de José; lo vistió con ropas de lino de la mejor calidad y le puso un collar de oro. 43 Después hizo que José subiera al carro de guerra reservado para su segundo en autoridad, y dondequiera que iba José, se gritaba la orden: «¡Arrodíllense!». Así que el faraón puso a José a cargo de todo Egipto, 44 y le dijo: «Yo soy el faraón, pero nadie levantará una mano ni un pie en toda la tierra de Egipto sin tu aprobación».

45 Luego el faraón le puso un nuevo nombre a José, un nombre egipcio: Zafnat-panea. También le dio una esposa, quien se llamaba Asenat y era hija de Potifera, el sacerdote de On. Entonces José se hizo cargo de toda la tierra de Egipto. 46 Tenía treinta años cuando comenzó a servir en el palacio del faraón, rey de Egipto. Después, cuando José salió de la presencia del faraón, inspeccionó toda la tierra de Egipto.

47 Tal como se había predicho, la tierra produjo cosechas abundantes durante siete años. 48 Todos esos años, José recogió todas las cosechas que crecieron en Egipto y guardó en las ciudades el grano de los campos aledaños. 49 Acumuló grandes cantidades de grano, tanto como si fuera arena a la orilla del mar. Al final, dejó de registrar las cantidades porque había tanto que resultaba imposible medirlo.

50 Durante ese tiempo, antes del primer año de hambre, les nacieron dos hijos a José y su esposa Asenat, hija de Potifera, el sacerdote de On. 51 José llamó a su hijo mayor Manasés, porque dijo: «Dios me hizo olvidar todas mis angustias y a todos los de la familia de mi padre». 52 José llamó a su segundo hijo Efraín, porque dijo: «Dios me hizo fructífero en esta tierra de mi aflicción».

53 Finalmente acabaron los siete años de cosechas abundantes en toda la tierra de Egipto. 54 Después comenzaron los siete años de hambre, tal como José había predicho. El hambre también azotó a todas las regiones vecinas, pero en todo Egipto había alimento de sobra. 55 Con el tiempo, sin embargo, el hambre se extendió por toda la tierra de Egipto también. Cuando la gente reclamó alimento al faraón, él les dijo: «Vayan a ver a José y hagan todo lo que les diga». 56 Entonces, dada la gravedad del hambre en todas partes, José abrió los graneros y distribuyó grano a los egipcios, porque el hambre era intensa en toda la tierra de Egipto. 57 Y llegaba a Egipto gente de todas partes para comprarle grano a José, porque el hambre era intensa en todo el mundo.

Capitulo 42

1 Cuando Jacob oyó que había grano en Egipto, les dijo a sus hijos: «¿Por qué están ahí sin hacer nada, mirándose uno a otro? He oído que hay grano en Egipto. Desciendan a Egipto y compren suficiente grano para que sigamos con vida. De no ser así, moriremos».

Entonces los diez hermanos mayores de José descendieron a Egipto a comprar grano; pero Jacob no dejó que el hermano menor de José, Benjamín, fuera con ellos, por temor a que pudiera sufrir algún daño. Así que los hijos de Jacob llegaron a Egipto junto con otras personas para comprar alimento, porque el hambre también había llegado a Canaán.

Como José era gobernador de Egipto y estaba encargado de vender el grano a todas las personas, sus hermanos tuvieron que acudir a él. Cuando llegaron, se inclinaron delante de él, con el rostro en tierra. José reconoció a sus hermanos enseguida, pero fingió no conocerlos y les habló con dureza.

—Ustedes, ¿de dónde vienen?—les preguntó.

—De la tierra de Canaán—contestaron—. Venimos a comprar alimento.

Aunque José reconoció a sus hermanos, ellos no lo reconocieron a él. Entonces recordó los sueños que había tenido acerca de ellos hacía muchos años atrás, y les dijo:

—¡Ustedes son espías! Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.

10 —¡No, mi señor!—exclamaron—. Sus siervos han venido simplemente a comprar alimento. 11 Todos nosotros somos hermanos, miembros de la misma familia. ¡Somos hombres honrados, señor! ¡No somos espías!

12 —¡Sí, lo son!—insistió José—. Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.

13 —Señor—dijeron ellos—, en realidad somos doce en total. Nosotros, sus siervos, somos todos hermanos, hijos de un hombre que vive en la tierra de Canaán. Nuestro hermano menor quedó con nuestro padre, y uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros.

14 Pero José insistió:

—Como dije, ¡ustedes son espías! 15 Voy a comprobar su historia de la siguiente manera: ¡Juro por la vida del faraón que ustedes nunca se irán de Egipto a menos que su hermano menor venga hasta aquí! 16 Uno de ustedes irá a traer a su hermano. Los demás se quedarán aquí, en la cárcel. Así sabremos si su historia es cierta o no. Por la vida del faraón, si resulta que ustedes no tienen un hermano menor, entonces confirmaré que son espías.

17 Entonces José los metió en la cárcel por tres días. 18 Al tercer día, José les dijo:

—Yo soy un hombre temeroso de Dios. Si hacen lo que les digo, vivirán. 19 Si de verdad son hombres honrados, escojan a uno de sus hermanos para que se quede en la cárcel. Los demás podrán regresar a casa con el grano para sus familias que mueren de hambre. 20 Pero deben traerme a su hermano menor. Eso demostrará que dicen la verdad, y no morirán.

Ellos estuvieron de acuerdo. 21 Y hablando entre ellos, dijeron: «Es obvio que estamos pagando por lo que le hicimos hace tiempo a José. Vimos su angustia cuando rogaba por su vida, pero no quisimos escucharlo. Por eso ahora tenemos este problema».

22 «¿No les dije yo que no pecaran contra el muchacho?—preguntó Rubén—. Pero ustedes no me hicieron caso, ¡y ahora tenemos que responder por su sangre!».

23 Obviamente ellos no sabían que José entendía lo que decían, pues él les hablaba mediante un intérprete. 24 Entonces José se apartó de ellos y comenzó a llorar. Cuando recuperó la compostura, volvió a hablarles. Entonces escogió a Simeón e hizo que lo ataran a la vista de los demás hermanos.

25 Después José ordenó a sus siervos que llenaran de grano los costales de los hombres, pero también les dio instrucciones secretas de que devolvieran el dinero del pago y lo pusieran en la parte superior del costal de cada uno de ellos. Además les dio provisiones para el viaje. 26 Así que los hermanos cargaron sus burros con el grano y emprendieron el regreso a casa.

27 Cuando se detuvieron a pasar la noche y uno de ellos abrió su costal a fin de sacar grano para su burro, encontró su dinero en la abertura del costal. 28 «¡Miren!—exclamó a sus hermanos—. Me devolvieron el dinero. ¡Aquí está en mi costal!». Entonces se les desplomó el corazón y, temblando, se decían unos a otros: «¿Qué nos ha hecho Dios?».

29 Cuando los hermanos llegaron a donde estaba su padre Jacob, en la tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había sucedido. 30 «El hombre que gobierna la nación nos habló con mucha dureza—le dijeron—. Nos acusó de ser espías en su tierra, 31 pero nosotros le dijimos: “Somos hombres honrados, no espías. 32 Somos doce hermanos, hijos del mismo padre. Uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros, y el menor está en casa con nuestro padre, en la tierra de Canaán”.

33 »Entonces el hombre que gobierna la nación nos dijo: “Comprobaré si ustedes son hombres honrados de la siguiente manera: dejen a uno de sus hermanos aquí conmigo, tomen grano para sus familias hambrientas y regresen a casa; 34 pero deben traerme a su hermano menor. Entonces sabré que ustedes son hombres honrados y no espías. Después les entregaré a su hermano, y podrán comerciar libremente en la tierra”».

35 Luego, al vaciar cada uno su costal, ¡encontraron las bolsas con el dinero que habían pagado por el grano! Los hermanos y su padre quedaron aterrados cuando vieron las bolsas con el dinero, 36 y Jacob exclamó:

—¡Ustedes me están robando a mis hijos! ¡José ya no está! ¡Simeón tampoco! Y ahora quieren llevarse también a Benjamín. ¡Todo está en mi contra!

37 Entonces Rubén dijo a su padre:

—Puedes matar a mis dos hijos si no te traigo de regreso a Benjamín. Yo me hago responsable de él y prometo traerlo a casa.

38 Pero Jacob le respondió:

—Mi hijo no irá con ustedes. Su hermano José está muerto, y él es todo lo que me queda. Si algo le ocurriera en el camino, ustedes mandarían a la tumba a este hombre entristecido y canoso.

Capitulo 43

El hambre seguía azotando la tierra de Canaán. Cuando el grano que habían traído de Egipto estaba por acabarse, Jacob dijo a sus hijos:

—Vuelvan y compren un poco más de alimento para nosotros.

Pero Judá dijo:

—El hombre hablaba en serio cuando nos advirtió: “No volverán a ver mi rostro a menos que su hermano venga con ustedes”. Si envías a Benjamín con nosotros, descenderemos y compraremos más alimento, pero si no dejas que Benjamín vaya, nosotros tampoco iremos. Recuerda que el hombre dijo: “No volverán a ver mi rostro a menos que su hermano venga con ustedes”.

—¿Por qué fueron ustedes tan crueles conmigo?—se lamentó Jacob—. ¿Por qué le dijeron que tenían otro hermano?

—El hombre no dejaba de hacernos preguntas sobre nuestra familia—respondieron ellos—. Nos preguntó: “¿Su padre todavía vive? ¿Tienen ustedes otro hermano?”. Y nosotros contestamos sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos diría: “Traigan aquí a su hermano”?

Judá le dijo a su padre:

—Envía al muchacho conmigo, y nos iremos ahora mismo. De no ser así, todos moriremos de hambre, y no solamente nosotros, sino tú y nuestros hijos. Yo garantizo personalmente su seguridad. Puedes hacerme responsable a mí si no te lo traigo de regreso. Entonces cargaré con la culpa para siempre. 10 Si no hubiéramos perdido todo este tiempo, ya habríamos ido y vuelto dos veces.

11 Entonces su padre Jacob finalmente les dijo:

—Si no queda otro remedio, entonces al menos hagan esto: carguen sus costales con los mejores productos de esta tierra—bálsamo, miel, resinas aromáticas, pistachos y almendras—; llévenselos al hombre como regalo. 12 Tomen también el doble del dinero que les devolvieron, ya que probablemente alguien se equivocó. 13 Después tomen a su hermano y regresen a ver al hombre. 14 Que el Dios Todopoderoso les muestre misericordia cuando estén delante del hombre, para que ponga a Simeón en libertad y permita que Benjamín regrese. Pero si tengo que perder a mis hijos, que así sea.

15 Así que los hombres cargaron los regalos de Jacob, tomaron el doble de dinero y emprendieron el viaje con Benjamín. Finalmente llegaron a Egipto y se presentaron ante José. 16 Cuando José vio a Benjamín con ellos, le dijo al administrador de su casa: «Esos hombres comerán conmigo hoy al mediodía. Llévalos dentro del palacio. Luego mata un animal y prepara un gran banquete». 17 El hombre hizo conforme a lo que José le dijo y los llevó al palacio de José.

18 Los hermanos estaban aterrados al ver que los llevaban a la casa de José, y decían: «Es por el dinero que alguien puso en nuestros costales la última vez que estuvimos aquí. Él piensa hacer como que nosotros lo robamos. Luego nos apresará, nos hará esclavos y se llevará nuestros burros».

19 Los hermanos se acercaron al administrador de la casa de José y hablaron con él en la entrada del palacio.

20 —Señor—le dijeron—, ya vinimos a Egipto una vez a comprar alimento; 21 pero cuando íbamos de regreso a nuestra casa, nos detuvimos a pasar la noche y abrimos nuestros costales. Entonces descubrimos que el dinero de cada uno de nosotros—la cantidad exacta que habíamos pagado—¡estaba en la parte superior de cada costal! Aquí está, lo hemos traído con nosotros. 22 También trajimos más dinero para comprar más alimento. No tenemos idea de quién puso el dinero en nuestros costales.

23 —Tranquilos, no tengan miedo—les dijo el administrador—. El Dios de ustedes, el Dios de su padre, debe de haber puesto ese tesoro en sus costales. Me consta que recibí el pago que hicieron.

Después soltó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos.

24 Luego el administrador acompañó a los hombres hasta el palacio de José. Les dio agua para que se lavaran los pies y alimento para sus burros. 25 Ellos prepararon sus regalos para la llegada de José a mediodía, porque les dijeron que comerían allí.

26 Cuando José volvió a casa, le entregaron los regalos que le habían traído y luego se postraron hasta el suelo delante de él. 27 Después de saludarlos, él les preguntó:

—¿Cómo está su padre, el anciano del que me hablaron? ¿Todavía vive?

28 —Sí—contestaron—. Nuestro padre, siervo de usted, sigue con vida y está bien.

Y volvieron a postrarse.

29 Entonces José miró a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre.

—¿Es este su hermano menor del que me hablaron?—preguntó José—. Que Dios te bendiga, hijo mío.

30 Entonces José se apresuró a salir de la habitación porque la emoción de ver a su hermano lo había vencido. Entró en su cuarto privado, donde perdió el control y se echó a llorar. 31 Después de lavarse la cara, volvió a salir, ya más controlado. Entonces ordenó: «Traigan la comida».

32 Los camareros sirvieron a José en su propia mesa, y sus hermanos fueron servidos en una mesa aparte. Los egipcios que comían con José se sentaron en su propia mesa, porque los egipcios desprecian a los hebreos y se niegan a comer con ellos. 33 José indicó a cada uno de sus hermanos dónde sentarse y, para sorpresa de ellos, los sentó según sus edades, desde el mayor hasta el menor. 34 También llenó sus platos con comida de su propia mesa, y le dio a Benjamín cinco veces más que a los demás. Entonces festejaron y bebieron libremente con José.

Capitulo 44

1 Cuando los hermanos estuvieron listos para marcharse, José dio las siguientes instrucciones al administrador del palacio: «Llena sus costales con todo el grano que puedan llevar y pon el dinero de cada uno nuevamente en su costal. Luego pon mi copa personal de plata en la abertura del costal del menor de los hermanos, junto con el dinero de su grano». Y el administrador hizo tal como José le indicó.

Los hermanos se levantaron al amanecer y emprendieron el viaje con sus burros cargados. Cuando habían recorrido solo una corta distancia y apenas habían llegado a las afueras de la ciudad, José le dijo al administrador del palacio: «Sal tras ellos y detenlos; y cuando los alcances, pregúntales: “¿Por qué han pagado mi bondad con semejante malicia? ¿Por qué han robado la copa de plata de mi amo, la que usa para predecir el futuro? ¡Qué maldad tan grande han cometido!”».

Cuando el administrador del palacio alcanzó a los hombres, les habló tal como José le había indicado.

—¿De qué habla usted?—respondieron los hermanos—. Nosotros somos sus siervos y nunca haríamos semejante cosa. ¿Acaso no devolvimos el dinero que encontramos en nuestros costales? Lo trajimos de vuelta desde la tierra de Canaán. ¿Por qué robaríamos oro o plata de la casa de su amo? Si usted encuentra la copa en poder de uno de nosotros, que muera el hombre que la tenga. Y el resto de nosotros, mi señor, seremos sus esclavos.

10 —Eso es justo—respondió el hombre—, pero solo el hombre que haya robado la copa será mi esclavo. Los demás quedarán libres.

11 Ellos bajaron rápidamente sus costales de los lomos de sus burros y los abrieron. 12 El administrador del palacio revisó los costales de cada uno de los hermanos, desde el mayor hasta el menor, ¡y encontró la copa en el costal de Benjamín! 13 Al ver eso, los hermanos se rasgaron la ropa en señal de desesperación. Luego volvieron a cargar sus burros y regresaron a la ciudad.

14 José todavía estaba en su palacio cuando Judá y sus hermanos llegaron. Entonces se postraron en el suelo delante de él.

15 —¿Qué han hecho ustedes?—reclamó José—. ¿No saben que un hombre como yo puede predecir el futuro?

16 —Oh, mi señor—contestó Judá—, ¿qué podemos responderle? ¿Cómo podemos explicar esto? ¿Cómo podemos probar nuestra inocencia? Dios nos está castigando por nuestros pecados. Mi señor, todos hemos regresado para ser sus esclavos, todos nosotros, y no solo nuestro hermano que tenía la copa en su costal.

17 —No—dijo José—. ¡Yo jamás haría algo así! Solo el hombre que robó la copa será mi esclavo. Los demás pueden volver en paz a la casa de su padre.

18 Entonces Judá dio un paso adelante y dijo:

—Por favor, mi señor, permita que su siervo le hable tan solo unas palabras. Le ruego que no se enoje conmigo, a pesar de ser usted tan poderoso como el faraón mismo.

19 »Mi señor, anteriormente nos preguntó a nosotros, sus siervos: “¿Tienen un padre o un hermano?”. 20 Y nosotros respondimos: “Sí, mi señor, tenemos un padre que ya es anciano, y su hijo menor le nació en la vejez. Su hermano de padre y madre murió y él es el único hijo que queda de su madre, y su padre lo ama mucho”.

21 »Usted nos dijo: “Tráiganlo aquí para que lo vea con mis propios ojos”. 22 Pero nosotros le dijimos a usted: “Mi señor, el muchacho no puede dejar a su padre, porque su padre moriría”. 23 Pero usted nos dijo: “A menos que su hermano menor venga con ustedes, nunca más volverán a ver mi rostro”.

24 »Entonces regresamos a la casa de su siervo, nuestro padre, y le dijimos lo que usted nos había dicho. 25 Tiempo después, cuando él nos dijo que regresáramos a comprar más alimento, 26 le respondimos: “No podemos ir a menos que permitas que nuestro hermano menor nos acompañe. Nunca llegaremos a ver el rostro del hombre a menos que nuestro hermano menor esté con nosotros”.

27 »Entonces mi padre nos dijo: “Como ya saben, mi esposa tuvo dos hijos, 28 y uno de ellos se fue y nunca más regresó. Sin duda, fue despedazado por algún animal salvaje, y no he vuelto a verlo. 29 Si ahora alejan de mí a su hermano y él sufre algún daño, ustedes mandarán a la tumba a este hombre entristecido y canoso”.

30 »Y ahora, mi señor, no puedo regresar a la casa de mi padre sin el muchacho. La vida de nuestro padre está ligada a la vida del muchacho. 31 Si nuestro padre ve que el muchacho no está con nosotros, morirá. Nosotros, sus siervos, ciertamente seremos responsables de haber enviado a la tumba a ese hombre entristecido y canoso. 32 Mi señor, yo le garanticé a mi padre que me haría cargo del muchacho. Le dije que, si no lo llevaba de regreso, yo cargaría con la culpa para siempre.

33 »Por favor, mi señor, permita que yo me quede aquí como esclavo en lugar del muchacho, y deje que el muchacho regrese con sus hermanos. 34 Pues, ¿cómo podré regresar y ver a mi padre si el muchacho no está conmigo? ¡No podría soportar ver la angustia que le provocaría a mi padre!

Capitulo 45

José ya no pudo contenerse. Había mucha gente en la sala, y él les dijo a sus asistentes: «¡Salgan todos de aquí!». Así que estuvo a solas con sus hermanos en el momento de decirles quién era. Entonces perdió el control y se echó a llorar. Lloraba con tanta fuerza que los egipcios podían oírlo, y la noticia pronto llegó hasta el palacio del faraón.

«¡Soy José!—dijo a sus hermanos—. ¿Vive mi padre todavía?». ¡Pero sus hermanos se quedaron mudos! Estaban atónitos al darse cuenta de que tenían a José frente a ellos. «Por favor, acérquense», les dijo. Entonces ellos se acercaron, y él volvió a decirles: «Soy José, su hermano, a quien ustedes vendieron como esclavo en Egipto. Pero no se inquieten ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido. Fue Dios quien me envió a este lugar antes que ustedes, a fin de preservarles la vida. El hambre que ha azotado la tierra estos dos últimos años durará otros cinco años más, y no habrá ni siembra ni siega. Dios me hizo llegar antes que ustedes para salvarles la vida a ustedes y a sus familias, y preservar la vida de muchos más. Por lo tanto, fue Dios quien me envió a este lugar, ¡y no ustedes! Y fue él quien me hizo consejero del faraón, administrador de todo su palacio y gobernador de todo Egipto.

»Ahora, ¡apresúrense! Regresen a donde está mi padre y díganle: “Tu hijo José dice: ‘Dios me ha hecho señor de toda la tierra de Egipto. ¡Así que ven a verme de inmediato! 10 Podrás vivir en la región de Gosén, donde estarás cerca de mí, junto con tus hijos y tus nietos, tus rebaños y tus manadas, y todas tus posesiones. 11 Allí te cuidaré, porque aún quedan cinco años de hambre. De lo contrario, tú, los de tu casa y todos tus animales morirán de hambre’”.

12 »¡Miren!—agregó José—. Pueden comprobarlo con sus propios ojos, y también puede hacerlo mi hermano Benjamín, ¡que de veras soy José! 13 Díganle a mi padre acerca de la posición de honor que tengo aquí en Egipto. Descríbanle todo lo que han visto y, después, traigan a mi padre aquí lo más pronto posible». 14 Llorando de alegría, José abrazó a Benjamín, y Benjamín hizo lo mismo. 15 Luego José besó a cada uno de sus hermanos y lloró sobre ellos, y después comenzaron a hablar libremente con él.

16 La noticia pronto llegó al palacio del faraón: «¡Han llegado los hermanos de José!». El faraón y sus funcionarios se alegraron mucho al saberlo.

17 El faraón le dijo a José: «Diles a tus hermanos: “Esto es lo que deben hacer: ¡Apúrense! Carguen sus animales y regresen a la tierra de Canaán. 18 Luego vayan a buscar a su padre y a sus familias y vuelvan aquí. Yo les daré la mejor tierra en Egipto, y comerán de lo mejor que esa tierra produce”».

19 Después el faraón le dijo a José: «Diles a tus hermanos: “Lleven carros de Egipto para transportar a sus niños y a sus esposas, y traigan a su padre aquí. 20 No se preocupen por sus bienes personales, pues lo mejor de la tierra de Egipto será de ustedes”».

21 Así que los hijos de Jacob hicieron lo que se les dijo. José les proporcionó carros, tal como el faraón había ordenado, y les dio provisiones para el viaje. 22 A cada uno le dio ropa nueva, pero a Benjamín le dio cinco mudas de ropa y trescientas monedas de plata. 23 También le envió a su padre diez burros cargados con los mejores productos de Egipto, y diez burras cargadas con grano, pan y otras provisiones que necesitaría para el viaje.

24 Entonces José despidió a sus hermanos y, cuando se iban, les dijo: «¡No se peleen por todo esto en el camino!». 25 Y ellos salieron de Egipto y regresaron donde vivía su padre Jacob, en la tierra de Canaán.

26 «¡José todavía vive!—le dijeron a su padre—. ¡Y es el gobernador de toda la tierra de Egipto!». Jacob se quedó atónito al oír la noticia, y no podía creerlo. 27 Sin embargo, cuando le repitieron todo lo que José les había dicho y cuando vio los carros que había enviado para llevarlo, su alma se reanimó.

28 Entonces Jacob exclamó: «¡Debe ser verdad! ¡Mi hijo José está vivo! Tengo que ir y verlo antes de morir».

Capitulo 46

1 Entonces Jacob emprendió el viaje a Egipto con todas sus posesiones. Y cuando llegó a Beerseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Durante la noche, Dios le habló en una visión.

—¡Jacob! ¡Jacob!—lo llamó.

—Aquí estoy—respondió Jacob.

—Yo soy Dios, el Dios de tu padre—dijo la voz—. No tengas temor de descender a Egipto, porque allí haré de tu familia una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto y te volveré a traer. Morirás en Egipto, pero José estará contigo para cerrar tus ojos.

Entonces Jacob salió de Beerseba, y sus hijos lo llevaron a Egipto. Lo transportaron a él, junto con los pequeños y las esposas, en los carros que el faraón les había provisto. También se llevaron todos los animales y los bienes personales que habían adquirido en la tierra de Canaán. Así que Jacob partió hacia Egipto con toda su familia —hijos y nietos, hijas y nietas—; se fue con todos sus descendientes.

Estos son los nombres de los descendientes de Israel—los hijos de Jacob—que fueron a Egipto:

Rubén fue el hijo mayor de Jacob. Los hijos de Rubén fueron Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi.

10 Los hijos de Simeón fueron Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar y Saúl. (La madre de Saúl fue una mujer cananea).

11 Los hijos de Leví fueron Gersón, Coat y Merari.

12 Los hijos de Judá fueron Er, Onán, Sela, Fares y Zera (aunque Er y Onán habían muerto en la tierra de Canaán). Los hijos de Fares fueron Hezrón y Hamul.

13 Los hijos de Isacar fueron Tola, Púa, Jasub y Simrón.

14 Los hijos de Zabulón fueron Sered, Elón y Jahleel.

15 Esos fueron los hijos de Lea y Jacob que nacieron en Padán-aram, además de su hija Dina. Los descendientes de Jacob por medio de Lea (tanto hombres como mujeres) fueron treinta y tres.

16 Los hijos de Gad fueron Zefón, Hagui, Suni, Ezbón, Eri, Arodi y Areli.

17 Los hijos de Aser fueron Imna, Isúa, Isúi y Bería. La hermana de ellos se llamaba Sera. Los hijos de Bería fueron Heber y Malquiel.

18 Esos fueron los hijos de Zilpa, la sierva que Lea recibió de su padre Labán. Los descendientes de Jacob por medio de Zilpa fueron dieciséis.

19 Los hijos de Raquel, esposa de Jacob, fueron José y Benjamín.

20 Los hijos de José que nacieron en la tierra de Egipto fueron Manasés y Efraín. La madre de ellos fue Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.

21 Los hijos de Benjamín fueron Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard.

22 Esos fueron los hijos de Raquel y Jacob. Los descendientes de Jacob por medio de Raquel fueron catorce.

23 El hijo de Dan fue Husim.

24 Los hijos de Neftalí fueron Jahzeel, Guni, Jezer y Silem.

25 Esos fueron los hijos de Bilha, la sierva que Raquel recibió de su padre Labán. Los descendientes de Jacob por medio de Bilha fueron siete.

26 Todos los descendientes directos de Jacob que partieron con él a Egipto, sin contar a las esposas de sus hijos, fueron sesenta y seis. 27 Además, José tuvo dos hijos que nacieron en Egipto. Así que, en total, había setenta miembros de la familia de Jacob en la tierra de Egipto.

28 Cuando ya estaban cerca de llegar, Jacob mandó que Judá se adelantara a fin de encontrarse con José y averiguar el camino a la región de Gosén. Cuando por fin llegaron, 29 José preparó su carro de guerra y viajó hasta Gosén para recibir a su padre Jacob. Cuando José llegó, corrió a los brazos de su padre y lloró sobre su hombro un largo rato. 30 Finalmente, Jacob le dijo a José: «Ahora estoy listo para morir porque he vuelto a ver tu rostro y sé que aún vives».

31 Entonces José dijo a sus hermanos y a toda la familia de su padre: «Iré al faraón y le diré: “Mis hermanos y toda la familia de mi padre han venido a verme desde la tierra de Canaán. 32 Son pastores y crían animales. Han traído sus rebaños y sus manadas y todo lo que poseen”».

33 Después dijo: «Cuando el faraón los llame y les pregunte a qué se dedican, 34 ustedes deben decirle: “Nosotros, sus siervos, hemos criado ganado toda nuestra vida, igual que nuestros antepasados”. Cuando le digan eso, él los dejará vivir aquí en la región de Gosén, porque los egipcios desprecian a los pastores».

Capitulo 47

1 Entonces José fue a ver al faraón y le dijo: «Mi padre y mis hermanos han llegado desde la tierra de Canaán. Vinieron con todos sus rebaños, sus manadas y sus posesiones, y ahora están en la región de Gosén».

José llevó con él a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón. El faraón preguntó a los hermanos:

—¿A qué se dedican?

—Nosotros, sus siervos—contestaron ellos—, somos pastores, al igual que nuestros antepasados. Hemos venido a vivir a Egipto por un tiempo, debido a que en Canaán no hay pastos para nuestros rebaños, porque el hambre es muy intensa allí. Por lo tanto, le rogamos que nos permita vivir en la región de Gosén.

Entonces el faraón le dijo a José: «Ahora que tu padre y tus hermanos han venido a estar aquí contigo, escoge el lugar que quieras en toda la tierra de Egipto para que ellos vivan. Dales la mejor tierra de Egipto. Que vivan en la región de Gosén, y si alguno de ellos tiene alguna destreza especial, ponlo a cargo de mis rebaños también».

Entonces José hizo entrar a su padre Jacob y se lo presentó al faraón. Entonces Jacob bendijo al faraón.

—¿Cuántos años tienes?—le preguntó el faraón.

Jacob respondió:

—He andado por este mundo ya ciento treinta arduos años; pero mi vida ha sido corta en comparación con la de mis antepasados.

10 Entonces Jacob volvió a bendecir al faraón antes de salir del palacio.

11 Por lo tanto, José asignó la mejor tierra de Egipto—la región de Ramsés—a su padre y a sus hermanos, y los estableció allí, tal como el faraón había ordenado. 12 Y José proveyó alimentos a su padre y a sus hermanos en cantidades proporcionadas al número de familiares, incluidos los niños más pequeños.

13 Mientras tanto, el hambre se hizo tan intensa que se acabó todo el alimento, y la gente por toda la tierra de Egipto y la de Canaán se moría de hambre. 14 José, al vender el grano a la población, con el tiempo, obtuvo todo el dinero que había en Egipto y en Canaán, y lo depositó en la tesorería del faraón. 15 Cuando los habitantes de Egipto y de Canaán se quedaron sin dinero, todos los egipcios acudieron a José.

—¡Ya no tenemos dinero!—clamaron—. Por favor, denos alimentos, ¡o moriremos ante sus propios ojos!

16 José respondió:

—Ya que no tienen dinero, tráiganme sus animales. Yo les daré alimentos a cambio de sus animales.

17 Entonces llevaron sus animales a José a cambio de alimentos. A cambio de sus caballos, rebaños de ovejas y cabras, manadas de ganado y burros, José les proveyó alimentos para un año más.

18 Entonces ese año llegó a su fin. Al año siguiente, ellos acudieron nuevamente a José y le dijeron: «No podemos ocultarle la verdad, señor. Se nos acabó el dinero, y todas nuestras manadas de animales son suyas. Ya no nos queda nada para entregarle, excepto nuestro cuerpo y nuestras tierras. 19 ¿Por qué morir delante de sus propios ojos? Cómprenos a nosotros y también a nuestras tierras a cambio de alimentos; ofrecemos nuestras tierras y nos ofrecemos nosotros mismos como esclavos para el faraón. Solamente provéanos de grano para que podamos vivir y no muramos, y para que la tierra no quede vacía y desolada».

20 José, pues, compró toda la tierra de Egipto para el faraón. Todos los egipcios le vendieron sus campos debido a que el hambre era severa. Así que pronto toda la tierra pasó a ser posesión del faraón. 21 Y en cuanto a los habitantes, los hizo esclavos a todos, desde un extremo de Egipto hasta el otro. 22 Las únicas tierras que no compró fueron las que pertenecían a los sacerdotes. Ellos recibían una ración de alimentos directamente del faraón, por lo cual no tuvieron que vender sus tierras.

23 Entonces José le dijo al pueblo:

—Miren, hoy los he comprado a ustedes y a sus tierras para el faraón. Les proporcionaré semillas para que puedan sembrar los campos. 24 Después, cuando llegue el tiempo de la cosecha, una quinta parte de los cultivos será del faraón. Ustedes podrán quedarse con las otras cuatro quintas partes como semilla para sus campos y alimento para ustedes, los de su casa y sus niños.

25 —¡Usted nos ha salvado la vida!—exclamaron ellos—. Permítanos, señor nuestro, ser los esclavos del faraón.

26 Entonces José emitió un decreto, aún vigente en la tierra de Egipto, según el cual el faraón recibiría una quinta parte de todas las cosechas cultivadas en su tierra. Solo la región perteneciente a los sacerdotes no fue entregada al faraón.

27 Mientras tanto, el pueblo de Israel se estableció en la región de Gosén, en Egipto. Allí adquirieron propiedades, y fueron prósperos y la población creció con rapidez. 28 Jacob vivió diecisiete años después de haber llegado a Egipto, así que en total vivió ciento cuarenta y siete años.

29 Cuando se acercaba el momento de su muerte, Jacob llamó a su hijo José, y le dijo:

—Te ruego que me hagas un favor. Pon tu mano debajo de mi muslo y jura que me tratarás con amor inagotable al hacer honor a esta última petición: no me entierres en Egipto; 30 cuando muera, llévate mi cuerpo de Egipto y entiérrame con mis antepasados.

Entonces José prometió:

—Haré lo que me pides.

31 —Jura que lo harás—insistió Jacob.

Así que José hizo juramento, y Jacob se inclinó con humildad en la cabecera de su cama.

Capitulo 48

1 Cierto día, no mucho tiempo después, le avisaron a José: «A tu padre ya le queda muy poco tiempo de vida». Entonces José fue a visitarlo, y llevó con él a sus dos hijos, Manasés y Efraín.

Cuando José llegó, le dijeron a Jacob que su hijo José había venido a verlo. Entonces Jacob cobró fuerzas y se incorporó en su cama.

Jacob le dijo a José:

—El Dios Todopoderoso se me apareció en la aldea de Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo con estas palabras: “Te haré fructífero y multiplicaré tu descendencia. Haré de ti una multitud de naciones, y daré esta tierra de Canaán a tus descendientes como posesión perpetua”.

»Ahora reclamo como hijos míos a estos dos muchachos tuyos, Efraín y Manasés, quienes nacieron aquí en la tierra de Egipto antes de que yo llegara. Ellos serán mis hijos, como lo son Rubén y Simeón. Pero cualquier otro hijo que te nazca en el futuro será tuyo, y heredará tierra dentro de los límites de los territorios de sus hermanos Efraín y Manasés.

»Hace mucho tiempo, cuando yo regresaba de Padán-aram, Raquel murió en la tierra de Canaán. Todavía íbamos en viaje y bastante lejos de Efrata (es decir, Belén). Con mucha tristeza, la enterré allí, junto al camino que va a Efrata.

Entonces Jacob miró a los dos muchachos.

—¿Son estos tus hijos?—preguntó.

—Sí—le dijo José—, estos son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto.

Y Jacob dijo:

—Acércalos más a mí, para que pueda bendecirlos.

10 Jacob casi había perdido la vista debido a su avanzada edad y apenas podía ver. Entonces José le acercó a los muchachos, y Jacob los besó y los abrazó. 11 Entonces Jacob le dijo a José:

—Nunca pensé que volvería a ver tu rostro, ¡pero ahora Dios me ha permitido ver también a tus hijos!

12 José retiró a los muchachos de las rodillas de su abuelo, y se inclinó con el rostro hacia el suelo. 13 Después puso a los muchachos delante de Jacob. Con su mano derecha dirigió a Efraín hacia la mano izquierda de Jacob, y con su mano izquierda puso a Manasés a la mano derecha de Jacob. 14 Pero Jacob cruzó sus brazos cuando los extendió para poner sus manos sobre la cabeza de los muchachos: es decir, puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín—aunque él era el menor—y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, que era el hijo mayor. 15 Luego bendijo a José con las siguientes palabras:

«Que el Dios delante del cual caminaron
    mi abuelo Abraham y mi padre Isaac
—el Dios que ha sido mi pastor
    toda mi vida, hasta el día de hoy,
16 el Ángel que me ha salvado de todo mal—
    bendiga a estos muchachos.
Que ellos preserven mi nombre
    y el nombre de Abraham y de Isaac.
Y que su descendencia se multiplique en gran manera
    por toda la tierra».

17 Pero José se molestó cuando vio que su padre puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín. Entonces José se la levantó para pasarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés.

18 —No, padre mío—le dijo—. Este es el hijo mayor; pon tu mano derecha sobre su cabeza.

19 Pero su padre se negó a hacerlo.

—Ya lo sé, hijo mío, lo sé—respondió él—. Manasés también llegará a ser un gran pueblo, pero su hermano menor será aún más grande y de su descendencia se formarán una multitud de naciones.

20 Así que, aquel día, Jacob bendijo a los muchachos con esta bendición: «El pueblo de Israel usará el nombre de ustedes cuando impartan una bendición. Dirán: “Que Dios los haga tan prósperos como a Efraín y a Manasés”». De esta manera, Jacob puso a Efraín antes de Manasés.

21 Entonces Jacob le dijo a José:

—Mira, yo estoy a punto de morir, pero Dios estará contigo y te llevará de regreso a Canaán, la tierra de tus antepasados. 22 Y además de lo que les he dado a tus hermanos, te doy a ti una porción adicional de la tierra que tomé de los amorreos con mi espada y con mi arco.

Capitulo 49

1 Entonces Jacob hizo llamar a todos sus hijos y les dijo: «Júntense alrededor de mí, y les diré lo que le ocurrirá a cada uno de ustedes en los días venideros.

»Acérquense y escuchen, hijos de Jacob;
    escuchen a Israel, su padre.

»Rubén, tú eres mi hijo mayor, mi fuerza,
    el hijo de mi juventud vigorosa.
    Tú eres el primero en rango y el primero en potencia.
Pero eres tan impetuoso como una inundación,
    y ya no serás más el primero.
Pues te acostaste con mi esposa;
    deshonraste mi cama matrimonial.

»Simeón y Leví son tal para cual;
    sus armas son instrumentos de violencia.
Que jamás tome parte yo en sus reuniones;
    que nunca tenga nada que ver con sus planes.
Pues en su enojo asesinaron hombres,
    y por diversión mutilaron bueyes.
Maldito sea su enojo, porque es feroz;
    maldita sea su ira, porque es cruel.
Los esparciré entre los descendientes de Jacob;
    los dispersaré por todo Israel.

»Judá, tus hermanos te alabarán.
    Agarrarás a tus enemigos por el cuello.
    Todos tus parientes se inclinarán ante ti.
Judá, mi hijo, es un león joven
    que ha terminado de comerse a su presa.
Se agazapa como un león y se tiende;
    como a una leona, ¿quién se atreverá a despertarlo?
10 El cetro no se apartará de Judá,
    ni la vara de mando de sus descendientes,
hasta que venga aquel a quien le pertenece,
    aquel a quien todas las naciones honrarán.
11 Él ata su potro a una vid,
    la cría de su burro a una vid escogida.
Lava sus ropas en vino,
    sus vestidos, con el jugo de las uvas.
12 Sus ojos son más oscuros que el vino,
    y sus dientes, más blancos que la leche.

13 »Zabulón se asentará junto a la costa
    y será un puerto para los barcos;
    sus fronteras se extenderán hasta Sidón.

14 »Isacar es un burro robusto
    que descansa entre dos alforjas.
15 Cuando vea lo bueno que es el campo
    y lo agradable del terreno,
doblará su hombro para llevar la carga
    y se someterá al arduo trabajo.

16 »Dan gobernará a su pueblo
    como cualquier otra tribu de Israel.
17 Dan será una serpiente junto al camino,
    una víbora venenosa en el sendero,
que muerde los talones del caballo
    para que caiga el jinete.
18 ¡Oh Señor, confío en ti para la salvación!

19 »Gad será atacado por bandas saqueadoras,
    pero él las atacará cuando ellas se batan en retirada.

20 »Aser cenará manjares deliciosos
    y producirá comida digna de reyes.

21 »Neftalí es una cierva en libertad
    que tiene hermosos cervatillos.

22 »José es la cría de un burro salvaje,
    la cría de un burro salvaje junto a un manantial,
    uno de los burros salvajes sobre la cresta de la tierra.
23 Los arqueros lo atacaron ferozmente;
    le dispararon y lo hostigaron.
24 Pero su arco permaneció tenso,
    y sus brazos fueron fortalecidos
por las manos del Poderoso de Jacob,
    por el Pastor, la Roca de Israel.
25 Que el Dios de tu padre te ayude;
    que el Todopoderoso te bendiga
con bendiciones de los cielos de arriba,
    y con bendiciones de las aguas profundas de abajo,
    y con bendiciones de los pechos y del vientre.
26 Que mis bendiciones paternas sobre ti
    superen las bendiciones de mis antepasados,
    y alcancen las alturas de los montes eternos.
Que estas bendiciones descansen sobre la cabeza de José,
    quien es príncipe entre sus hermanos.

27 »Benjamín es un lobo rapaz,
    que devora a sus enemigos por la mañana
    y reparte su botín por la tarde».

28 Estas son las doce tribus de Israel, y esto es lo que su padre dijo a sus hijos al despedirse de ellos. Los bendijo con un mensaje apropiado para cada uno.

29 Entonces Jacob les dio las siguientes instrucciones: «Yo moriré pronto y me uniré con mis antepasados. Entiérrenme junto con mi padre y mi abuelo en la cueva que está en el campo de Efrón el hitita. 30 Es la cueva del campo de Macpela, cerca de Mamre, en Canaán, la cual Abraham compró a Efrón el hitita como lugar de sepultura permanente. 31 Allí están enterrados Abraham y su esposa Sara; allí también están enterrados Isaac y su esposa Rebeca; y allí enterré a Lea. 32 Es la parcela de tierra y la cueva que mi abuelo Abraham les compró a los hititas».

33 Cuando Jacob terminó de dar este encargo a sus hijos, metió los pies en la cama, dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir.

Capitulo 50

1 José se abrazó al cuerpo de su padre, y lloró y lo besó. Después ordenó a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre, y Jacob fue embalsamado. El proceso para embalsamarlo llevó cuarenta días, que es el tiempo habitual. Y los egipcios guardaron luto por Jacob durante setenta días.

Cumplido el período del luto, José se acercó a los consejeros del faraón y les dijo: «Les ruego que me hagan el favor de hablar al faraón por mí. Díganle que mi padre me hizo pronunciar un juramento. Me dijo: “Escucha, yo estoy a punto de morir. Lleva mi cuerpo de regreso a la tierra de Canaán y entiérrame en la tumba que preparé para mí mismo”. Por lo tanto, le ruego que me permita ir a enterrar a mi padre. Y después del entierro, regresaré sin demora».

El faraón concedió la petición de José y le dijo: «Ve y entierra a tu padre, tal como él te hizo prometer». Entonces José partió para enterrar a su padre. Lo acompañaron todos los funcionarios del faraón, todos los ancianos de la casa del faraón, y todos los oficiales de alto rango de Egipto. José llevó a los de su propia casa y a sus hermanos y a los de sus casas, pero dejó en la tierra de Gosén a los niños pequeños y a los rebaños y a las manadas. Una gran cantidad de carros de guerra con sus conductores acompañaron a José.

10 Cuando llegaron al campo de trillar de Atad, cerca del río Jordán, llevaron a cabo un gran servicio conmemorativo muy solemne, con un período de siete días de luto por el padre de José. 11 Los cananeos que vivían en ese lugar los observaron lamentarse en el campo de trillar de Atad, y luego cambiaron el nombre del lugar (situado cerca del Jordán); lo llamaron Abel-mizraim, porque dijeron: «Este es un lugar de gran lamento para estos egipcios».

12 Así que los hijos de Jacob hicieron tal como él les había ordenado. 13 Llevaron su cuerpo a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva que está en el campo de Macpela, cerca de Mamre. Esa es la cueva que Abraham le había comprado a Efrón el hitita como lugar de sepultura permanente.

14 Después de haber enterrado a Jacob, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y todos los que lo habían acompañado al entierro de su padre. 15 Pero ahora que su padre había muerto, los hermanos de José tuvieron temor, y se decían: «Ahora José mostrará su enojo y se vengará por todo el mal que le hicimos».

16 Entonces enviaron a José un mensaje que decía: «Antes de morir, tu padre nos mandó que 17 te dijéramos: “Por favor, perdona a tus hermanos por el gran mal que te hicieron, por el pecado de haberte tratado con tanta crueldad”. Por eso nosotros, los siervos del Dios de tu padre, te suplicamos que perdones nuestro pecado». Cuando José recibió el mensaje, perdió el control y se echó a llorar. 18 Entonces sus hermanos llegaron, y se arrojaron al suelo delante de José y dijeron:

—Mira, ¡somos tus esclavos!

19 Pero José les respondió:

—No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos? 20 Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas. 21 No, no tengan miedo. Yo seguiré cuidando de ustedes y de sus hijos.

Así que hablándoles con ternura y bondad, los reconfortó.

22 José y sus hermanos con sus familias siguieron viviendo en Egipto. José vivió hasta los ciento diez años de edad. 23 Alcanzó a ver a tres generaciones de los descendientes de su hijo Efraín, y vivió lo suficiente para ver el nacimiento de los hijos de Maquir, el hijo de Manasés, a quienes recibió como suyos.

24 José les dijo a sus hermanos: «Yo pronto moriré pero ciertamente Dios los ayudará y los sacará de esta tierra de Egipto. Él los hará volver a la tierra que solemnemente prometió dar a Abraham, a Isaac y a Jacob».

25 Entonces José hizo jurar a los hijos de Israel y les dijo: «Cuando Dios venga a ayudarlos y los lleve de regreso, deben llevarse mis huesos con ustedes». 26 José murió a los ciento diez años de edad y los egipcios lo embalsamaron, y pusieron su cuerpo en un ataúd en Egipto.