El nuevo pacto 1952 PDF capitulo 5 Watchman Nee Audiolibro Book
EL NUEVO PACTO Y EL TESTAMENTO
CAPÍTULO CINCO
EL NUEVO PACTO Y EL TESTAMENTO
En el capítulo 3 indicamos que en el nuevo pacto existen tanto promesas como hechos. También indicamos que la palabra testamento en Hebreos 9:16 es la misma palabra que se tradujo “pacto” en el texto original. El libro de Hebreos hace referencia varias veces al pacto. De hecho, podemos decir que Hebreos tiene este propósito específico, es decir, decirnos en qué consiste este nuevo pacto. Hebreos, especialmente los capítulos del 6 al 13, presta especial atención a este asunto. Ahora en este capítulo llegamos al tema del nuevo pacto y del testamento, o última voluntad.
Hebreos 9:15-17 dice: “Por eso es Mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo una muerte para remisión por las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que conste la muerte del testador. Porque el testamento se confirma sólo en caso de muerte; pues no es válido mientras el testador vive”. La palabra Mediador en el versículo 15 tiene el significado de uno que actúa como garantía para asegurar algo que de otra manera no se podría obtener. En este sentido, por tanto, el “Mediador” también puede ser traducido como “Ejecutor”. La palabra testamento en los versículos 16 y 17 es la misma que se tradujo “pacto”. En estos versículos vemos cuatro cosas importantes: (1) un pacto como también un testamento, (2) el que hizo el testamento, o el testador, (3) el ejecutor del testamento y (4) la eficacia del testamento.
UN PACTO COMO TAMBIÉN UN TESTAMENTO
¿Por qué decimos que el pacto también es el testamento? ¿Es Dios o el Señor Jesús que hizo el pacto con nosotros? Según la Palabra de Dios, es Dios el que ha hecho el pacto con nosotros y no el Señor Jesús. Dios es la parte que hace el pacto, al lado opuesto a nosotros. Pero es el Señor Jesús quien ha cumplido el pacto, puesto que este pacto se hizo con la sangre del Señor. En cuanto a Dios se refiere, Él hizo un pacto con nosotros; pero en cuanto al Señor Jesús se refiere, fue por medio de Su muerte que Él nos legó una herencia eterna (He. 9:15). Por tanto, es un testamento, o última voluntad. Para que un pacto sea vigente no se requiere la muerte del que hace el pacto, pero para que un testamento entre en vigencia se requiere de la muerte del testador. Con esto vemos que Dios fue el que hizo el pacto con nosotros, pero es el Señor Jesús que por medio de Su muerte nos legó el testamento, el legado a nosotros.
Con respecto al contenido, el nuevo pacto es igual que el testamento. También son iguales en lo que concierne a nuestra herencia, excepto que en cuanto a la expresión existen dos lados: el lado de Dios y el lado del Señor. En cuanto a Dios se refiere, Él ha hecho un pacto con nosotros; pero en cuanto al Señor Jesús se refiere, Él nos ha dejado un testamento. Hemos dicho que el nuevo pacto incluye tres componentes principales: el lavamiento, la vida y el poder, y el conocimiento interior. En cuanto al hecho de que Dios hiciera un pacto con nosotros, fue Dios quien prometió perdonarnos de nuestros pecados y limpiarnos; fue Dios quien prometió impartir vida y poder en nosotros; y también fue Dios quien prometió darnos el conocimiento interior, el conocimiento más profundo de Sí mismo. Pero en cuanto al Señor Jesús que nos dejó Su testamento, es Él quien nos ha dejado con el lavamiento que proviene del perdón de los pecados; es Él quien nos ha dejado con vida y poder; y también es Él quien nos ha dejado con el conocimiento de Dios mismo.
EL SEÑOR JESÚS ES EL TESTADOR
Hemos indicado anteriormente que el nuevo pacto se mencionó desde la época de Jeremías. Sin embargo, no se le prestó ninguna atención a este asunto por cientos de años. Luego un día repentinamente volvió a surgir este asunto. Según 1 Corintios 11:23-25, la noche que el Señor fue traicionado Él “tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Esto es Mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí. Asimismo tomó también la copa, después de que hubieron cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto establecido en Mi sangre”. El nuevo pacto aquí es el mismo nuevo pacto glorioso que se menciona en el libro de Jeremías. Ahora, por medio de la sangre del Señor Jesús, este pacto ha llegado a ser nuestra herencia de modo que podamos disfrutar de todo su contenido. Esto nos muestra que el nuevo pacto es el testamento del Señor, o Su voluntad. Nuestro Señor es el Testador. Él nos ha dado la herencia espiritual en Su testamento. Lo que Él nos ha dado son los elementos incluidos en el nuevo pacto e indicados en Hebreos 8:10-12. Éstas son las cosas que el Señor nos ha legado en Su voluntad. Cuando nosotros heredamos algo por medio de un testamento, recibimos lo que no teníamos originalmente. Por medio del nuevo pacto recibimos algo por lo cual no trabajamos, pero que nos ha sido legado por el Señor Jesús.
EL SEÑOR JESÚS ES EL EJECUTOR DEL TESTAMENTO
Nuestro Señor no sólo es el Testador, sino también el Ejecutor del testamento, o voluntad, porque Él “es Mediador de un nuevo pacto” (He. 9:15). Dijimos antes que, como el Mediador del nuevo pacto, Él también es el Ejecutor. Sabemos que cuando se escribe un testamento es importante que haya testigos, pero aún es más importante que alguien ejecute el testamento. Cuando no hay un ejecutor, el testamento permanece inactivo. Alabamos a Dios que el Señor Jesús no sólo es el que hizo el testamento, sino también es Él quién lo ejecuta. En cuanto a la muerte se refiere, el Señor Jesús es el Testador; pero en cuanto a la resurrección se refiere, Él es el Ejecutor del testamento. El Señor Jesús introdujo la sangre en el Lugar Santísimo (He. 9:12), lo cual indica que el Testador había muerto; después el Señor Jesús llegó a ser el Mediador del nuevo pacto en los cielos, lo cual indica que Él es quién tiene el poder para ejecutar el testamento. ¡Nuestro Señor es realmente digno de alabanza! Tanto más excelente ministerio ha obtenido, cuanto es el Ejecutor de un mejor pacto (He. 8:6).
Se nos dice en Hebreos 12:22-24 que “os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea universal, a la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. Este pasaje nos dice que no nos hemos acercado al monte que se podía palpar (v. 18), sino al monte de Sión, donde se reúnen Dios, los ángeles, los hombres justos resucitados y los primogénitos. Éste es también el lugar donde está el Señor Jesús, quien es el Mediador del nuevo pacto. En los cielos el Señor no sólo es el Sumo Sacerdote, sino también el Mediador, el Ejecutor, del nuevo pacto, para que llegue a ser eficaz en nosotros. El Señor asegurará que la eficacia de este pacto establecido con Su sangre se lleve a cabo en nosotros, lo cual permite que tengamos la vida y el poder para someternos a Dios, para tener un conocimiento más profundo de Dios, y para tener el perdón de pecados sin ninguna acusación en nuestra conciencia. Él es el Mediador de estas cosas. Según la fidelidad y la justicia de Dios, este pacto es inviolable e irrevocable. Según el poder de la resurrección del Señor, este pacto es por siempre eficaz. Debemos decir: “¡Aleluya! ¡El Señor es el que nos ha dejado con tal testamento tan rico! ¡Él es también el que tiene el poder para ejecutar el testamento!”.
LA EFICACIA DEL TESTAMENTO
Hebreos 9:16-17 nos dice que “donde hay testamento, es necesario que conste la muerte del testador. Porque el testamento se confirma sólo en caso de muerte; pues no es válido mientras el testador vive”. Un día nuestro Señor les dijo a Sus discípulos: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre” (Lc. 22:20). Esto significa que el que hizo la voluntad ha muerto y que el pacto ha entrado en vigencia Cuando el Señor Jesús introdujo la sangre en el Lugar Santísimo (He. 9:12), Él le estaba diciendo a Dios que el que hizo el testamento había muerto. Incluso aquellos de nosotros que estamos vivos nos damos cuenta de que la persona que hizo el testamento murió, porque siempre que comemos el pan y bebemos la copa exhibimos la muerte del Señor (1 Co. 11:26). La palabra traducida “exhibimos” también se puede traducir “anunciamos”. Siempre que comemos el pan y bebemos la copa, anunciamos que el Señor ha muerto. El Testador ha muerto, y ahora el testamento ha entrado en vigencia.
La responsabilidad del Ejecutor es hacer que el testamento sea vigente. Nosotros tenemos derecho a todos los legados del testamento. Si el Ejecutor es fiel, recibiremos todos los legados incluidos en el testamento; pero si el Ejecutor no es fiel, es posible que no recibamos los legados a los cuales tenemos derecho. Puesto que nuestro Señor es un Ejecutor responsable, recibiremos todos los legados incluidos en el testamento. Como hemos mencionado anteriormente, lo que el Señor nos ha legado en Su testamento incluye tres elementos importantes: (1) el lavamiento que proviene del perdón de pecados, (2) vida y poder, y (3) un conocimiento interno de Dios. Estos tres elementos abarcan todas las necesidades de nuestra vida espiritual. El Señor Jesús ha muerto y resucitado por nosotros. Él no solamente nos dejó un testamento, sino que también es el Ejecutor del testamento. Por tanto, ya no debemos llevar una vida de pobreza, sequedad e impotencia. Debemos recibir por fe todo lo que se incluye en el testamento.
¿Alguna vez ha considerado usted que es suficiente ser bautizado una sola vez en la vida, pero que necesitamos partir el pan con frecuencia en memoria del Señor? Durante el tiempo de los apóstoles, los creyentes partieron el pan en memoria del Señor el primer día de la semana, debido a que la copa es la copa del nuevo pacto (Lc. 22:20; 1 Co. 11:25). Cada día del Señor cuando bebemos la copa, sabemos que nuestra base es un pacto. El Señor dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre”; por tanto, cuando la bebemos, lo que vemos no es el jugo de uva o el vino mismo, sino un nuevo pacto que el Señor estableció con Su sangre. El Señor desea que nosotros bebamos todo lo que Él nos ha dado. Cada día del Señor estamos repasando este nuevo pacto de modo que podamos recordar al Señor y recibir todo lo que está incluido en esta copa. El Señor desea que recordemos, cada vez que la bebemos, que Dios está atado por este pacto y que a Él le agrada darnos todo lo que se promete en el pacto. El Señor desea que nos acordemos que podemos disfrutar continuamente de todo lo que está incluido en el nuevo pacto. Siempre que nos acordamos del Señor delante de Dios, esto es lo que Él desea que veamos. Tanto el pan como la copa tienen como objetivo que nos acordemos del Señor. El Señor nos trata según los términos incluidos en el pacto. Por tanto, cuando recordamos al Señor, estamos recordándolo a Él en el pacto.
Si el testamento tiene eficacia o no, no depende de nuestros esfuerzos; pero si tiene mucho que ver con el hecho de si conocemos o no cuáles son las riquezas incluidas en el testamento y si podemos creer o no en la eficacia del testamento y en el hecho de que el Señor Jesús es el Ejecutor del testamento. Ahora daremos algunos ejemplos.
El perdón de pecados
Tomemos por ejemplo, el perdón de pecados. Algunos pueden pensar: “Yo he pecado; debo hacer todo lo posible por hacer el bien hasta que mis pecados puedan ser perdonados. Pero no sé cuánto tiempo tome antes de que mis pecados puedan ser perdonados”. Otros pueden pensar: “Yo he pecado; debo orar una y otra vez hasta que un día pueda sentir paz. Entonces mis pecados serán perdonados”. Pero en ambos casos debemos darnos cuenta de que eso es algo que ellos están intentando hacer por sí mismos; esto no es algo que el Señor nos ha legado en Su testamento.
Debemos comprender que nuestros pecados son limpiados y perdonados, pero no al acumular buenas obras, porque hacer el bien es simplemente nuestro deber; tampoco depende de nuestras oraciones hasta que Dios se olvide de nuestros pecados, porque nuestros pecados nunca pueden ser borrados con nuestra oraciones; ni tampoco se soluciona todo el asunto si oramos hasta que nos olvidemos de nuestros pecados. Debemos comprender que el lavamiento y el perdón de nuestros pecados no se lleva a cabo de ninguna otra manera, sino por la sangre, porque “sin derramamiento de sangre no hay perdón” de pecados (He. 9:22). Es la sangre del Señor Jesús la que ha solucionado el problema de nuestros pecados, y es la sangre del Señor Jesús que nos limpia de todos nuestros pecados (1 Jn. 1:7). “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia” (v. 9). Éste es el testamento y éste es el nuevo pacto. ¿Podemos creer esto?
Ser liberados del pecado
En cuanto al asunto de ser liberados del pecado, Romanos 6:14 dice: “El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Algunas personas dicen: “Aunque las Escrituras dicen eso, aun así me siento tan débil como el agua. Cuando le hago frente a alguna tentación, siempre fracaso”. Personas como éstas continuamente intentan hacer algo por ellas mismas y siempre están luchando. Este no es un legado que ellos encuentran en el testamento; éste no es el nuevo pacto. Si viesen lo que es el nuevo pacto, dirían: “¡Alabado sea Dios, el poder no procede de mí; el poder es un legado que el Señor me da a mí!”. Éste es el testamento y éste es el nuevo pacto. ¿Podemos creer esto?
Conocer y hacer la voluntad de Dios
Algunos pueden decir: “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios, y cómo puedo hacer la voluntad de Dios?”. La respuesta es que tanto la capacidad de conocer la voluntad de Dios como el poder de hacer la voluntad de Dios son legados incluidos en el testamento del Señor Jesús. Todos los que pertenecen al Señor deben obedecer la voluntad de Dios. Todos los que pertenecen al Señor no sólo tienen la capacidad de conocer la voluntad de Dios, sino que también tienen la capacidad de hacer la voluntad de Dios, porque el Señor nos ha legado en Su testamento la capacidad de conocer a Dios y también nos ha legado el poder para hacer la voluntad de Dios (He. 13:20-21). Éste es el testamento y éste es el nuevo pacto. ¿Podemos creerlo?
La herencia eterna que el Señor nos ha legado es espiritual y no se puede agotar en toda nuestra vida. Pero hoy en día, ¿cuántos de los que pertenecen al Señor pueden decir que han sido purificados y que ya no tienen ninguna conciencia de pecado? (10:2). ¿Cuántos pueden decir que la ley del Señor ha sido puesta en su mente y ha sido escrita en su corazón, y que por la vida y el poder interiores ellos pueden hacer la voluntad de Dios y agradarle? ¿Cuántos pueden decir hoy que, debido a la unción del Señor en nosotros, no necesitamos en nada la enseñanza del hombre para conocer a Dios? Hermanos y hermanas, todos debemos darnos cuenta de que el Señor, por medio de Su sangre, estableció el nuevo pacto y legó el rico testamento, el legado, a nosotros. Él también es el Ejecutor de este testamento. Por tanto, si podemos recibirlo por fe, llegaremos a ser ricos y libres.
“Oh Señor, haz que cada uno de nosotros veamos en qué consiste el testamento, el nuevo pacto, a fin de que Tú estés completamente satisfecho cuando veas la eficacia del pacto hecho con Tu sangre”.