El Evangelio de Dios | Watchman Nee | 5 de 26 | LA JUSTICIA DE DIOS

El Evangelio de Dios | Watchman nee

LA JUSTICIA DE DIOS

CAPÍTULO CINCO

LA JUSTICIA DE DIOS

En las reuniones anteriores vimos que el hombre pecó y que la obra salvadora de Dios está basada en el hecho de que el hombre ha pecado. Si el hombre no hubiera pecado, no habría necesidad de salvación. Pero puesto que el hombre pecó, Dios dio la ley para mostrarle que pecó. La ley de Dios vino al mundo para que las transgresiones del hombre abundaran. Originalmente, el hombre sólo tenía pecado; no tenía transgresiones. Pero cuando la ley vino, el hombre no sólo tenía pecado, sino también transgresiones. Después de transgredir, el hombre se da cuenta de que es pecador. Gracias al Señor que aunque tenemos pecado y hemos transgredido, Dios, quien es amor, se propuso darnos gracia y misericordia. El se propuso hacer algo por nosotros para resolver los problemas que no podemos resolver por nuestra propia cuenta.

Sin embargo, en esta reunión debemos ver algo más. Aunque Dios nos ama, nos muestra misericordia, y desea concedernos gracia, hay una cosa que le impide hacerlo. El no puede otorgarnos gracia inmediatamente; no puede darnos vida eterna en forma directa. Hay un dilema que Dios debe resolver antes de concedernos gracia. El problema, el cual la Biblia menciona frecuentemente, es la justicia de Dios.

La frase la justicia de Dios ha confundido a muchos teólogos durante los siglos. Si leemos la Biblia sin prejuicios e ideas preconcebidas, Dios nos muestra lo que significa Su justicia. Podemos ver esto clara y fácilmente. Esta noche esperamos ver, por la gracia de Dios, lo que es Su justicia. En otras palabras, esperamos ver la dificultad que Dios encuentra al salvarnos.

SU SALVACIÓN CORRESPONDE A SU JUSTICIA

Si Dios ha de salvarnos, El debe salvarnos y ponernos en una condición que corresponda, o se iguale a El. Si Dios ha de darnos la salvación, El no puede darla en una forma que contradiga Su naturaleza, Su método y Su manera. Somos pecadores llenos de transgresiones y, por lo tanto, no hay justicia en nosotros. Si quisiéramos ser salvos, usaríamos cualquier medio, fuese recto o erróneo, bueno o malo. Trataríamos de ser salvos de mil maneras. Con tal de que fuésemos salvos, cualquier medio estaría bien. No nos importaría si el procedimiento fuese apropiado o si el método es el correcto. En tanto que fuésemos salvos, estaríamos satisfechos. No nos importaría mucho de dónde viniera la salvación, y si es correcta o no. En este sentido, somos como los ladrones. Lo único que a un ladrón le importa es llevarse el dinero; no le importa de dónde venga. Mientras consiga el dinero, estará satisfecho. El no sabe lo que es correcto o incorrecto; no sabe lo que es justicia o injusticia. Pero nosotros debemos ver que la salvación no es sólo un asunto de llegar a ser salvos, sino que Dios nos salve. Aunque nos baste ser salvos sin importar cómo, Dios no puede decir que la salvación consiste en salvarnos, sin importar si está bien o mal la manera en que somos salvos. Sin ninguna duda Dios desea darnos gracia y salvarnos. Indudablemente, El quiere darnos Su vida. Dios está lleno de amor, y quiere que seamos salvos. Pero si Dios ha de salvarnos, El tiene que salvarnos con excelencia. Por lo tanto, esto representa un gran problema. Dios desea salvar a los hombres. Pero ¿qué método puede usar para que el hombre pueda ser salvo de la manera más justa? ¿Qué método es el más razonable? ¿Qué método corresponderá a Su dignidad? Es fácil ser salvo, pero es difícil ser salvo justamente. Debido a esto la Biblia habla mucho de la justicia de Dios. Nos dice una y otra vez que Dios salva al hombre en una manera que corresponde a Su justicia.

¿Qué es la justicia de Dios? La justicia de Dios es la manera en que El hace las cosas. El amor es la naturaleza de Dios, la santidad es la disposición de Dios y la gloria es Dios mismo. Sin embargo, la justicia es el procedimiento de Dios, Su manera y Su método. Puesto que Dios es justo, El no puede amar al hombre sólo con Su amor. El no puede conceder gracia al hombre sólo porque quiere. El no puede salvar al hombre por lo que Su corazón le dicte. Es verdad que Dios salva al hombre porque lo ama. Pero El debe hacerlo conforme a Su justicia, Su procedimiento, Su nivel moral, Su manera, Su método, Su dignidad y Su majestad.

Sabemos que para Dios es fácil salvar al hombre. Pero no es tan fácil salvar al hombre en una manera justa. Sólo imagine lo fácil que le sería a Dios salvarnos si el asunto de la justicia no estuviese de por medio. No habría ningún problema. Si Dios no nos hubiera amado, no se podría haber hecho nada por nosotros y no habría esperanza. Pero Dios nos ama y ha tenido misericordia de nosotros. Además, El desea darnos gracia. Si la cuestión de la justicia no existiera, Dios podría haber dicho: “¿Has pecado? Bueno, no lo vuelvas a hacer”. Así, El pasaría por alto nuestros pecados. Nos dejaría libres. Si Dios perdona descuidadamente sin juzgar el pecado del pecador y sin tratar con los pecados conforme a la ley, ¿dónde está Su justicia? En esto radica el problema.

Hace tiempo un hermano se metió en un asunto complicado y fue puesto en la cárcel por las autoridades. Yo sabía que aunque el no era del todo inocente, la culpa en realidad la tenían otros. Por esta razón, yo quise ayudarlo a salir. Fui a Nanking y hablé con algunos de los que tenían relación con el caso. Les hablé de la situación y les pedí si podían ayudar un poco. Eramos nueve, y todos ocupados. Tuvimos nueve reuniones por once días, tratando de encontrar una solución para este hombre. Finalmente, todos admitieron que tenían la manera y la autoridad para liberar al hombre, pero no podrían liberarlo a menos que se incriminaran a sí mismos. Así que, tuvimos que encontrar una manera de liberar al hombre por medios legales.

Sin lugar a dudas, Dios está lleno de amor y nos quiere salvar. Pero El lo debe hacer legalmente. Si El no nos salva legalmente, no podrá salvarnos. El amor de Dios está limitado por Su justicia. Dios no puede actuar en Su contra y declarar irresponsablemente que nuestros pecados son borrados, que todo está bien y que podemos salir libres. Si Dios nos perdonara irresponsablemente, ¿qué ley, cuál justicia y qué verdad quedaría en el universo? Todo se terminaría.

Dios quiere salvarnos, y nosotros queremos ser salvos. La cuestión radica en el hecho de si habrá injusticia en nuestra salvación. En la actualidad hay muchos que aceptan sobornos y son parcializados por afectos personales. Estos a menudo ayudan a otros, y los benefician; así que, todos estamos de acuerdo en que estas personas no son rectas. No son justas sino corruptas. Dios no nos puede salvar a costa de cometer injusticia. Dios debe salvarnos preservando Su justicia. Es importante que Dios nos salve, pero El lo debe hacer conforme a Su justicia. Dios nos podría salvar inmediatamente con Su amor. Pero también debe salvarnos justamente.

¿Cómo es esto? A Dios no le es fácil salvarnos sin violar Su justicia. ¿Cómo podría Dios justificar a los pecadores sin incurrir en injusticia? ¿Cómo podría Dios perdonar los pecados en una manera justa? El desea salvarnos, pero quiere que digamos, cuando recibimos Su vida y somos salvos, que El nos ha justificado de la manera más recta.

LA OBRA SALVADORA DE DIOS MANIFIESTA LA JUSTICIA DE DIOS

Hay un libro en la Biblia, Romanos, que nos dice cómo trata Dios en forma específica este problema. Leamos Romanos 3:25-26, comenzando con la segunda parte del versículo 25: “Para la demostración de Su justicia, a causa de haber pasado por alto, en Su paciencia, los pecados pasados, con la mira de demostrar Su justicia en este tiempo, a fin de que El sea justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Aquí debo añadir algo. Algunas versiones se equivocan al traducir el versículo 25. Traducen: “Para declarar Su justicia para la remisión de los pecados pasados, por medio de Su paciencia”. Pero la palabra “para” no se debería usar en este versículo. Por el contrario debería ser: “Para manifestar Su justicia, a causa de haber pasado por alto, en Su paciencia, los pecados pasados”. Además, en el versículo 26 la palabra “y” se debe entender como la unión de dos cosas que ocurren al mismo tiempo. Entonces esta cláusula se debería entender así: “A fin de que El sea justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Mientras Dios justifica a aquellos que creen en Jesús, El es visto como justo, y el hombre lo reconoce como tal.

El versículo 25 trata los problemas del pasado, y el versículo 26, los del presente. Los problemas del pasado están relacionados con las personas del Antiguo Testamento. Los problemas del presente están relacionados con las personas de los tiempos del Nuevo Testamento. El versículo 25 trata un asunto del Antiguo Testamento. El versículo 26 trata un asunto del Nuevo Testamento. Los del Antiguo Testamento transgredieron la ley durante cuatro mil años. Estaban llenos de pecados y de transgresiones. Pero Dios no los envió a perdición o a destrucción inmediatamente. Durante esos cuatro mil años, día tras día Dios pacientemente pasó por alto los pecados cometidos en el pasado. No vemos el lago de fuego inmediatamente después del huerto de Edén. Aunque Dios le dijo al hombre que el día en que comiera del árbol del conocimiento del bien y del mal moriría (Gn. 2:17), cuando Adán comió el fruto, no fue inmediatamente al lago de fuego. ¿Por qué no? Porque Dios pasó por alto los pecados de los tiempos del Antiguo Testamento; El ejerció Su paciencia para con ellos. Dios ejerció la paciencia y pasó por alto los pecados cometidos por el hombre en el pasado. Pero surge una pregunta. ¿Fue Dios justo al usar Su paciencia y al pasar por alto los pecados del hombre en el Antiguo Testamento? ¿Cuál era el propósito de Dios al hacer esto? En realidad, al pasar por alto los pecados del hombre y al ejercer Su paciencia, Dios manifestaba Su justicia.

Dios no quiere que pensemos que después de ser salvos nuestra salvación es ilegal. Dios no permitirá que el hombre llegue a tal conclusión. Dios quiere mostrarnos que no hay nada ilegal ni injusto en Su manera de salvar. En cuanto a los pecados de los tiempos del Antiguo Testamento, El dice que tuvo paciencia y pasó por alto los pecados para manifestar Su justicia. En cuanto a los pecados del presente, El dice que lo que hace también manifiesta Su justicia. El desea que al justificar a los que creen en Jesús El sea hallado justo.

La obra salvadora de Dios no viene por la “puerta trasera”. El quiere que nuestra salvación llegue por la “puerta principal”. Nuestra salvación debe ser correcta y apropiada. El no permitirá que nadie diga que nuestra salvación es inapropiada. El no ofrece una salvación fraudulenta. El rechaza una salvación fraudulenta. Su intención es salvarnos, pero El lo hará de una manera que concuerde con Su naturaleza, Su nivel moral, Su dignidad, Su ley y Su justicia. Dios no nos puede salvar ilegalmente.

Aquí tenemos un problema. Si Dios quisiera usar cualquier medio posible para salvarnos y si ignorara totalmente el asunto de la justicia, El le podría decir a cualquiera: “Ve en libertad”. Hay hombres que son neciamente buenos. Si Dios dijera esto, El sería un Dios bueno e insensato. Dios nunca sería así. Si Dios no lo amara a usted, le sería fácil dejar que usted muriera y pereciera cuando pecara. Pero El no puede permitir que esto suceda porque El lo ama. El problema es que el pecado del hombre y el amor de Dios se encuentran. Cuando la justicia de Dios se suma a estos dos, la salvación se convierte en la cosa más difícil de la tierra. Si el hombre no hubiese pecado, todo estaría bien; y si Dios no hubiese amado, tampoco habría problema. Si alguien comete un crimen y merece morir, a mí no me importa esa persona si yo no la amo. En la actualidad muchos presos son ejecutados. Me importa poco el asunto si no los amo. Es un problema sólo si los amo y quiero rescatarlos. Si ellos no han pecado, será fácil tratar el asunto. Y si no los amo, el asunto también es fácil de tratar. Además, si ellos han pecado y yo los amo pero no tengo justicia, el asunto aún puede resolverse fácilmente; puedo tratar el asunto irresponsablemente y aceptar soborno. Pero si soy una persona justa, no puedo recurrir a un método fraudulento e impropio. Yo no los dejaré libres ilegalmente. Si los he de rescatar, debo hacerlo justamente. Llevar a cabo tal salvación se convierte en la tarea más difícil de toda la tierra. Estos tres asuntos: el amor, el pecado y la justicia, no pueden existir lado a lado fácilmente. El amor es un hecho; el pecado también es un hecho, y la justicia es una necesidad. Debido a que estos tres están juntos, Dios debe encontrar la manera de salvarnos y de satisfacer el amor de Su corazón, y al mismo tiempo preservar Su justicia. Lograr tal obra sería sin duda una obra maestra. ¡Aleluya! La salvación que Dios ha preparado para nosotros en Su Hijo Jesús es una obra maestra. El puede salvarnos de nuestros pecados y mostrar Su amor, y El lo puede hacer de la manera más justa. Esto lo hace mediante la obra redentora del Señor Jesús.

LA VENIDA DE CRISTO

ES LO QUE DIOS REQUIERE EN JUSTICIA

La venida del Señor Jesucristo a la tierra era lo que Dios requería en Su justicia; no era el requisito de Dios en Su gracia. Este es un asunto muy serio. Si hubiese existido amor sin justicia, el Señor Jesús no habría tenido que venir a la tierra, y la cruz habría sido innecesaria. Pero por el problema de la justicia, el Señor Jesús tuvo que venir. Sin justicia, Dios podría salvarnos de cualquier manera. El podría pasar por alto nuestros pecados, o podría perdonarlos a la ligera. El podría tomar una actitud tolerante para con nuestros pecados, o podría despreocuparse totalmente de ellos. Si Dios dijera: “Ya que todos pecaron, esta vez los dejo libres; simplemente no pequen de nuevo”, no se necesitaría en lo absoluto a Jesús de Nazaret. Aparte de los requisitos de la justicia, no había necesidad de que Jesús de Nazaret viniera. La venida de Jesús de Nazaret era una exigencia de la justicia.

Cuando el pecado entró en el mundo, el gobierno de Dios fue dañado. El orden que El estableció en el universo fue trastornado; Su gloria fue pisoteada; Su santidad fue profanada; Su autoridad fue rechazada; y Su verdad fue entendida mal. Cuando el pecado entró al mundo, Satanás se rió y los ángeles testificaron que el hombre había fallado y caído. Si Dios juzgara el pecado sin misericordia, no tendría amor. Pero si pasara por alto los pecados del hombre sin juzgarlos, no tendría justicia. Puesto que Dios ama al mundo y al mismo tiempo es justo, El tenía que enviar al Señor Jesús. Por ser justo, El tenía que juzgar el pecado. Debido a que El es amor, tuvo que cargar con los pecados del hombre. Debo recalcar estas dos cosas: Dios debe juzgar porque es justo, y Dios sufre el juicio y castigo del hombre porque El es amor. Sin juicio, no vemos justicia; en el juicio, no vemos amor. Sin embargo, lo que El hizo fue cargar con el juicio en nuestro lugar. De esta manera, El manifiesta tanto Su amor como Su justicia en Jesucristo.

LA CRUZ MANIFIESTA

LA JUSTICIA Y EL AMOR DE DIOS

Por lo tanto, la cruz es donde la justicia de Dios se manifiesta. La cruz nos muestra cuánto odia Dios el pecado. El está determinado a juzgar el pecado. El estaba tan dispuesto a pagar el precio que hasta dejó que Su Hijo fuese clavado en la cruz. Dios no estaba dispuesto a renunciar a Su justicia. Si Dios estuviese dispuesto a renunciar a Su justicia, la cruz no habría sido necesaria. Por cuanto Dios no estaba dispuesto a renunciar a Su justicia, El prefirió dejar que Su Hijo muriera antes que renunciar a Su justicia.

La cruz también es el lugar donde el amor de Dios se manifiesta. La carga de nuestros pecados debería estar sobre nosotros. Si no la llevamos, es injusto. Pero llevar tal carga es demasiado para nosotros. Por esta razón, El vino y la llevó en nuestro lugar. Dios muestra Su amor al estar dispuesto a llevar nuestra carga. Dios muestra Su justicia al llevar nuestra carga. Si Dios nos deja recibir el castigo sería justo y sin amor. Si El no nos deja llevar el castigo nos amaría sin ser justo. Por cuanto El quita el castigo y lo lleva por nosotros, muestra tanto justicia como amor. ¡Aleluya! La cruz cumple los requisitos de la justicia y los requisitos del amor. Nuestra salvación hoy no la recibimos por la “puerta trasera”; no la hemos recibido fraudulenta ni impropiamente. No hemos sido salvados ilegalmente. Hemos sido salvos en una manera clara y definida por medio del juicio.

Para nosotros el perdón es gratuito, pero para Dios no existe perdón gratuito. Para El, el perdón viene sólo después de la redención de los pecados. Por ejemplo, si usted viola la ley y el juez le dice que debe pagar una multa de mil dólares, usted debe pagar la multa antes de ser exonerado. De la misma manera, somos salvos sólo después de ser juzgados en la cruz. Nuestra salvación viene después de que sufrimos el juicio por el pecado que se llevó a cabo en Cristo. Es una salvación que sólo viene por medio del juicio. ¡Aleluya! Somos juzgados y entonces somos salvos. El amor de Dios está aquí, y también la justicia de Dios.

Déjenme darles un ejemplo. Supongamos que hay un hermano que es millonario, y que yo soy uno de sus deudores. Digamos que le debo una suma considerable de dinero, tanto como los diez mil talentos mencionados en el libro de Mateo (18:24). Cuando le pedí prestado el dinero, firmé un pagaré. En el pagaré aparece la cantidad que le debo y la fecha en que esa cantidad debe ser devuelta, junto con los términos y condiciones que penalizan. Supongamos que ahora voy a visitarlo y le digo: “Gasté todo el dinero que usted me prestó, y me es imposible conseguir este dinero para devolvérselo en la fecha convenida, puesto que tenemos una depresión económica. Hasta tengo dificultad para comer y vivir. Por favor tenga misericordia y perdóneme la deuda. Devuélvame el pagaré”. Si yo le imploro así, ¿puede devolverme el pagaré? El pagaré describe claramente la cantidad que él me prestó y la fecha en que debo pagar. Este es un contrato que no solamente yo debo cumplir, sino también él. Como deudor, tengo la responsabilidad de devolverle el dinero dentro del tiempo acordado. Como acreedor, él también tiene una responsabilidad que cumplir, que es devolverme el pagaré sólo al recibir el dinero. Si él me devuelve el pagaré antes de recibir el dinero, aunque haga esto por amor y preocupación por mí, él no es justo. Nosotros, los seres humanos, somos simplemente injustos y estamos acostumbrados a cometer injusticias; raras veces se nos ocurre que el perdón gratuito es una injusticia. Pero Dios no puede hacer nada injusto. Si Dios nos perdonara gratuitamente, El sería injusto. Además, volviendo al ejemplo, supongamos que este hermano me devuelve el pagaré sin haber recibido el dinero. Esto me afectará en una manera negativa. La próxima vez que tenga dinero seré indiscreto al usarlo. He descubierto que puedo usar el dinero de otros fácil y despreocupadamente. Así, el perdón gratuito que recibo de este hermano es injusto para con él y una mala influencia de mi parte.

Ahora supongamos que este hermano es justo, pero no quiere que le pague. ¿Qué es lo que él puede hacer? Les voy a contar lo que hice en una situación similar. Una vez vino alguien a mi casa para pedirme dinero prestado. El era un cristiano nominal, así que le dije que según la Biblia los cristianos no deberían pedir prestado. De todos modos él me imploró que le prestara dinero. Al principio pensé simplemente regalarle el dinero. Pero sabía que él era irresponsable con el dinero de los demás porque algunos hermanos antes me habían dicho que esta persona solía pedir prestado a los hermanos, y me advirtieron que no le prestara nada. Luego pensándolo bien, decidí que no le regalaría el dinero, sino que se lo prestaría. Cuando le di la cantidad que él había pedido, le pregunté cuándo me lo devolvería. Insistí en que fijara una fecha límite, aunque yo sabía que nunca me pagaría. Pedir prestado era su costumbre; era su vida. Pero yo no le podía decir que no esperaba que me devolviera el dinero, porque eso habría sido una invitación a que pidiera más préstamos. Por lo tanto, insistí en que fijara una fecha límite. Cuando el día llegó, le escribí intencionalmente una carta, recordándole el vencimiento del pago. Después de que recibió mi carta, él vino a verme. Pero antes de que me diera explicaciones, lo interrumpí y le dije que fuera a su casa para ver a su esposa porque ella tenía algo que decirle. Entonces, fue a su casa. En realidad, antes de que me viniera a ver, tomé exactamente la misma cantidad de dinero que debía a su casa y se lo di a su esposa. Le dije que cuando su esposo volviera, ella debía decirle que yo había enviado esta suma de dinero para el pago de la deuda. Cuando el esposo llegó a la casa, la esposa le repitió lo que yo le dije. Luego él abrió el paquete y halló exactamente la misma suma de su deuda. El entendió lo que tenía que hacer. El volvió a mi casa y me devolvió el dinero. En este hecho, ustedes pueden ver amor y justicia. Si le hubiera obligado a pagar, no habría tenido amor. Pero si yo le hubiera permitido que no pagara, yo habría sido injusto, porque había dicho claramente que el dinero era un préstamo. No sólo habría sido injusto yo mismo, sino que también habría ejercido una mala influencia en él, y la próxima vez él habría sido más irresponsable. Por eso, hice lo que hice.

A Dios le debemos “diez mil talentos de plata”, pero nosotros no podemos pagar. Ahora Dios está haciendo lo mismo por nosotros. Debido a que nos ama, El no nos puede pedir que le paguemos. Pero por ser justo, El no nos dirá que no tenemos que pagar. Es imposible que le paguemos. Sin embargo es injusto que Dios nos libere de nuestra obligación. Gracias a que El vino a darnos el “dinero”, podemos pagar lo que le debemos. Dios es el cobrador y el pagador. Si no cobra, no tendría justicia; pero si nos obliga a pagar, no tendría amor. Ahora bien, Dios mismo es el cobrador; por consiguiente, la justicia se mantiene. Y Dios mismo es el pagador; así que, el amor se mantiene. ¡Aleluya! El cobrador es el pagador. Este es el significado bíblico de la redención de los pecados.

Por lo tanto, Jesús el nazareno vino y llevó nuestros pecados en Su cuerpo en la cruz. Dios mismo vino para llevar nuestros pecados. Nuestros pecados fueron juzgados por Dios en la persona de Jesucristo. La sangre del Señor Jesús derramada en la cruz es la prueba de este juicio. Nos acercamos a Dios por medio de esta sangre. A través de la sangre del Señor Jesús le decimos a Dios que hemos sido juzgados. Ahora le devolvemos a El lo que el Señor Jesús pagó por nosotros. Es verdad que hemos pecado. Pero no somos irresponsables; hubo un juicio. Es verdad que teníamos una deuda. Pero no la evitamos; la deuda ya ha sido pagada. Tenemos la sangre, que representa la salvación cumplida por el Señor Jesús, como el recibo para probar que Dios se pagó a Sí mismo nuestra deuda. Por eso es que la sangre en el Antiguo Testamento era rociada siete veces dentro del velo. Por eso es que debía llevarse al propiciatorio del arca. Dios tiene que perdonar a cada pecador que acude a El por medio de la sangre del Señor Jesús. El no puede hacer otra cosa que perdonarnos.

Volvamos al ejemplo anterior. Supongamos que le pido prestado diez mil talentos de plata a cierto hermano y no tengo dinero para pagarle. Un día él viene a mi casa y me dice: “Tú me debes diez mil talentos de plata. Ahora debes pagarme. Yo no soy una persona irresponsable ni despreocupada. Todo lo que hago, lo hago seriamente. Me tienes que pagar. Aquí hay diez mil talentos de plata. Mañana trae esto a mi casa y paga tu deuda. Luego puedes tomar tu pagaré”. Cuando vaya al día siguiente a su casa esperaré poder redimir el pagaré. Pero supongamos que después de que le doy el dinero, él dice que puesto que él me dio el dinero el día anterior, él no me devolverá el pagaré. ¿Puede él hacer tal cosa? Cuando le doy el dinero, ¿tiene el derecho de no devolverme el pagaré? No. El tenía el derecho de no darme el dinero el día anterior. Si él no me hubiera dado el dinero el día anterior, cuando mucho podría decir que él no me ama, y nada más. Pero si él me dio el dinero y yo le pagué, él sería injusto si conservara el pagaré; no es un asunto simplemente de que él no me ama. Si él es justo, él tiene que darme el pagaré cuando yo le doy el dinero.

DIOS ESTA COMPROMETIDO A PERDONARNOS POR CAUSA DE LA JUSTICIA

Por lo tanto, antes de que el Señor Jesús viniera a la tierra y fuera crucificado, si Dios quería, nos salvaba. Dios nos podría haber dejado sin salvación. Si Dios no nos hubiera dado a Su Hijo, lo único que podríamos decir es que Dios no nos ama. Y no podríamos decir nada más. Pero debido a que Dios nos dio a Su Hijo y puso nuestros pecados sobre El para que fuésemos redimidos de nuestros pecados, Dios no puede hacer otra cosa que perdonar nuestros pecados cuando venimos a El por medio de la sangre del Señor Jesús y de Su obra. ¡Aleluya! ¡Dios debe perdonar nuestros pecados! ¿Se dan cuenta ustedes de que Dios está comprometido a perdonar nuestros pecados? Si usted viene a Dios por medio de Jesucristo, Dios está comprometido a perdonar sus pecados. Fue el amor lo que llevó al Hijo a la cruz, pero fue la justicia la que hizo que Dios perdonara nuestros pecados.

Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito”. Dios nos dio a Su Hijo unigénito por amor. Pero 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. La obra de la cruz se cumplió para nosotros por el amor de Dios. Pero cuando hoy venimos a Dios por medio de la obra que Jesucristo efectuó, Dios tiene que perdonarnos basado en Su fidelidad y justicia.

Por lo tanto, si el Señor Jesús no hubiera venido, Dios tendría la opción de no salvarnos. Pero ya que el Señor Jesús murió, aun si a Dios no le agradara salvarnos, estrictamente hablando, de todos modos tiene que hacerlo. Si Dios recibió el dinero ¿podría rehusarnos el pagaré? Dios no puede ser injusto, porque si así fuera, El mismo sería un pecador. Por lo tanto, Dios está comprometido a perdonar a todos aquellos que se acercan a El por medio de la sangre del Señor Jesús. ¡Aleluya! Dios no puede rehusarles el perdón. Quiero gritar que este es el evangelio. Ya que Dios nos ha dado a Su Hijo, El está comprometido. ¿Podemos ahora pagarle a Dios? Hoy por medio del Señor Jesús, no solamente le podemos pagar a Dios, sino que tenemos más de lo necesario. Tenemos abundancia. Pues donde el pecado abunda, la gracia abunda mucho más. El pecado es abundante. Pero la gracia que hay en el Hijo de Dios es más abundante, es superabundante. Por esta razón, solamente por medio del Señor Jesús uno puede ser salvo.

Todos tenemos que admitir que no hay nada injusto en Dios cuando venimos a El por medio del Señor Jesús y cuando El nos vivifica y nos perdona. Nuestro corazón nunca puede decir que Dios, al perdonar nuestros pecados, nos salvó ilegalmente, pues tuvo paciencia para con nosotros, y justificó a los que creemos en Jesús. Nunca podremos decir que Dios ha tratado irresponsablemente con nuestros pecados. Por el contrario, debemos decir que Dios nos ha salvado de la manera más justa. Nuestra salvación es recta y apropiada. Nuestros pecados fueron juzgados; por lo tanto, somos salvos. Nadie puede decir que Dios nos ha salvado usando procedimientos injustos. Por el contrario, debemos decir que Dios nos ha salvado por medio de los procedimientos más justos.

LA JUSTICIA DE DIOS

SE MANIFIESTA APARTE DE LA LEY

Ahora volvamos a Romanos 3. Los versículos del 19 al 26 son un pasaje muy difícil en la Biblia. Pero después de lo que vimos acerca de la justicia de Dios y la justicia que el Señor Jesús ha cumplido, Romanos 3:19-26 es un pasaje maravilloso. El versículo 19 dice: “Ahora bien sabemos que todo lo que la ley dice, lo dirige a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. ¿Por qué Dios le dio la ley al hombre? Para que el hombre no tuviera nada que decir ante Dios, y para que toda boca se cierre. Dios le quiere mostrar al hombre que todos son pecadores y que todos han pecado. No hay ni uno solo que haga el bien. El versículo 20 dice: “Ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El; porque por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado”. El propósito final de la ley de Dios era mostrarle al hombre su condición de pecador. La ley no fue dada para que el hombre fuese salvo por ella. El tono de la ley es exclusivamente de condenación. La ley dice que el hombre debe ser condenado, que debe morir y que debe perecer.

Si el asunto se detuviera aquí, no habría evangelio y todo estaría acabado. Pero el asunto no termina aquí. El hombre no puede vivir por la ley, pero Dios tiene otras maneras. Si usted no puede pagar, Dios tiene otras maneras de pagar por usted. Las primeras dos palabras del versículo 21 son maravillosas; marcan un gran giro en este asunto. “Pero ahora”. ¡Gracias al Señor que hay un giro! “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios”. La justicia de Dios se manifestó originalmente en la ley. Pero si ahora ese fuera el caso, estaríamos perdidos. ¿Qué significa que la justicia de Dios se manifestase en la ley? Significa que todo lo que usted le debía a Dios, lo tenía que pagar. Si usted pecó, tenía que perecer. Si usted transgredió, tenía que ir a la perdición. Por lo tanto, la ley manifestaba la justicia de Dios. Lo más justo para Dios era castigar a los pecadores. Pero, gracias al Señor, la justicia de Dios ya no se manifiesta en la ley. Si Su justicia se manifestara en la ley, Dios tendría que juzgar a los pecadores. Pero la justicia de Dios está manifestada aparte de la ley, y en este caso, el juicio recae en Dios mismo. La parte final del versículo 21 dice: “Atestiguada por la ley y por los profetas”. Aun los profetas del Antiguo Testamento, incluyendo a David, testificaron lo mismo.

¿Cómo se manifiesta la justicia de Dios? El versículo 22 dice: “La justicia de Dios por medio de la fe de Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay distinción”. Puesto que todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (v. 23), ¿cómo podemos obtener la gracia de Dios? Los versículos 24 y 25 dicen que somos “justificados gratuitamente … mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios ha presentado como propiciatorio”. Dios envió a Jesús para redimirnos de nuestros pecados y lo puso como propiciatorio. Creo que todos sabemos lo que es el propiciatorio. Es la cubierta del arca que está en el tabernáculo del Antiguo Testamento; era el lugar donde Dios concedía gracia al hombre. Toda la tierra está contaminada por el pecado. Pero solamente este lugar no tiene pecado. Jesús ahora se ha convertido en el propiciatorio. ¿Cómo se convirtió en el propiciatorio? Por medio de dar Su sangre como fianza. Dios puso a Jesús como propiciatorio, y ahora por medio de la sangre de Jesús puedo venir por fe a Dios. Dios no puede hacer otra cosa que concedernos gracia. Solamente después que Dios hace esto, podemos decir que Su paciencia y el hecho de pasar por alto los pecados en el Antiguo Testamento era justo; y sólo después que Dios hace esto podemos decir que al justificar a aquellos que creen en Jesús en el Nuevo Testamento, también es justo. Hoy somos salvos no porque Dios haya pasado por alto nuestros pecados, sino porque Dios ha resuelto el asunto de nuestros pecados. Ante Dios no somos deudores perdonados, sino deudores cuya deuda fue pagada y se les perdonó.

Esto es algo sumamente precioso en la Biblia. Esta es la única manera en que nosotros los cristianos podemos tener confianza ante Dios. ¿Se ha dado cuenta alguna vez de que aunque el amor es precioso, no es de fiar? Usted no puede llevar a una persona ante el tribunal simplemente porque no lo ha amado por algunos días. No existe amor en la corte. Pero si se comete una injusticia o si surge un pecado, la ley hablará. Dios nos tiende una mano de donde asirnos. De tal mano, nuestra fe puede ser fortalecida y las promesas de Dios se pueden cumplir en nosotros. Esta mano es el Señor Jesucristo. Dios sabe que tal vez dudemos, así que El produce fe en nosotros por medio de Su Hijo. Entonces, podemos decirle: “Dios, puesto que Tú me has dado Tu Hijo y le has inmolado, debes perdonar mis pecados”.

A veces escuchamos a algunos decir: “Oh Dios, quiero ser salvo. ¡Por favor sálvame! He pecado, pero me he propuesto ser salvo. Por favor ten misericordia de mí y deja que el Señor Jesús muera por mí”. Cuando tales personas oran, quizás lloren amargamente. Actúan como si el corazón de Dios fuera muy duro y creen que antes de que Dios los perdone o vuelva Su corazón hacia ellos, tienen que llorar mucho. Aquellos que oran así no conocen el evangelio. Si el Hijo de Dios no hubiera venido a la tierra, tal vez ayudaría el llanto y la súplica de esta gente ante Dios. Pero el Hijo de Dios vino, y el problema del pecado fue resuelto. La obra redentora de la cruz fue cumplida. Cuando el hombre viene a Dios, ya no se necesita una pobre súplica. Puesto que Dios nos ha dado a Su Hijo, El puede perdonar los pecados por medio de Su Hijo. El es fiel para hacerlo; El no es mentiroso. Y El es justo al hacerlo; no hay nada injusto en Su perdón. Cuando se habla de justicia, se habla de la fidelidad.

Mucha gente en la actualidad ignora, primero, la justicia de Dios y después el hecho de que el Señor Jesús llevó a cabo la justicia de Dios. La gente no sabe que la justicia de Dios se manifiesta aparte de la ley. Ellos todavía tratan de obtener justicia ante Dios. Son como el hombre que debe diez mil talentos de plata. Simplemente no puede pagar la deuda. Pero este hombre con tal de ahorrar seis centavos se baja del tren una estación antes, esperando así poder pagar su deuda. Sigue calculando, espera ahorrar un poco aquí y otro poco allí, hacer esto o aquello, y producir un poquito de dinero para pagar la deuda. Con esto quiere decirle a su acreedor que aunque debe diez mil talentos, él tiene unos pocos centavos. No se da cuenta de que la suma total ya ha sido enviada a su casa.

El hombre ni se imagina lo que Dios ha hecho en el Hijo. Por esto el apóstol Pablo nos dice qué actitud debe tener el hombre. En cuanto a la justicia de Dios, tenemos que ver dos pasajes de la Biblia. El primer pasaje está en Romanos 10. Los versículos 3 y 4 dicen: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. Me gustan estos dos versículos. Cuando leemos estos versículos con relación al evangelio, nuestros corazones deben ser profundamente conmovidos. Estos versículos dicen que los judíos no sabían que la justicia de Dios había sido establecida; aún buscaban establecer la suya propia. Hicieron lo posible por practicar el bien, intercambiar sus obras por salvación, e intercambiar su justicia por vida y todo lo que Dios les ha dado. Pero Pablo dijo que quienes buscan establecer su propia justicia no están sujetos a la justicia de Dios. No estar sujeto a la justicia de Dios significa no estar sujeto a la obra que Dios cumplió en Su Hijo Jesús. La justicia de Dios se realiza en Su hijo Jesús. La cruz de Jesús es tanto la manifestación del amor de Dios como el cumplimiento de la justicia de Dios. En la cruz de Jesús, la justicia de Dios fue cumplida. Si un hombre quiere establecer su propia justicia hoy día, está negando la eficacia de la obra del Señor en la cruz. Nunca piensen que podemos agregar algo a la obra que el Señor Jesús concluyó. Nunca piensen que podemos ayudar o remendar un poco la obra del Señor. Los que buscan establecer su propia justicia no están sujetos en ninguna manera a la justicia de Dios. Si alguien envía una suma de dinero a mi casa para que yo pague el préstamo que me dio y yo aún trato de ahorrar unos centavitos para pagarle, en realidad estoy despreciando lo que él me ha dado. Todos los que buscan establecer su propia justicia están blasfemando a Dios.

¿Por qué es Cristo “el fin de la ley”? Decir que Cristo es el fin de la ley significa que Cristo incluye todo lo que tiene la ley. En otras palabras, Dios no solamente le ha dado a usted diez mil talentos de plata; El le ha dado todo el dinero del mundo. ¿Por qué ahorrar unos centavitos? Si un hombre es muy grande, y ocupa toda la silla, ¿puede usted meterse en la misma silla? El fin de la ley es Cristo. ¿Cómo va a establecer su propia justicia? ¡Gracias a Dios que El nos ha dado lo mejor! Yo diría algo enfático de una manera muy reverente: Dios ha “agotado” Su omnipotencia en Su Hijo Jesús. Cristo es el fin de la ley. Todos los que creen en El deben recibir justicia. Los que creen en Jesús están comprometidos a recibir. No es posible que no reciban. Me gusta este pensamiento. Es imposible que no seamos salvos. Dios nos ha dado Su Hijo, que no sólo tiene lo poco que usted necesita, sino que, más aún, lo tiene todo. Dios nunca puede abandonar a los que creyeron en Su Hijo. Dios no puede rechazarnos. Todos los que vienen a Dios por medio del Hijo deben recibir justicia. No hay que luchar; la garantía está asegurada.

El otro pasaje de la Escritura es 2 Corintios 5:21. Hemos sido salvos, pero aún somos humanos. Es verdad que ahora somos salvos, y que nuestros pecados han sido perdonados, pero ¿qué hacemos mientras vivimos en la tierra? Todos somos cristianos, y somos los hijos del Señor. Dios declara algo asombroso aquí en cuanto a Sus hijos: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. Dios hizo al Señor Jesús pecado. Originalmente el Señor Jesús era inmaculado; El no tenía nada que ver con el pecado. Ahora Dios lo ha juzgado como si juzgase al pecado mismo. Dios lo juzgó así “para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Hoy día, en el Señor Jesucristo usted y yo somos la obra maestra de la justicia de Dios. Cuando la gente nos ve, ve la justicia de Dios. Debido a que el Señor Jesús fue hecho pecado por nosotros los pecadores y llevó nuestros pecados para perdonarnos, nos hemos convertido en la justicia de Dios en el Señor Jesucristo. Somos la justicia viviente de Dios que camina en la tierra. En Cristo somos los representantes de la justicia de Dios.

Si usted no sabe lo que es la justicia de Dios, todo lo que debe hacer es encontrar una persona salva y mirarla bien. Entonces sabrá lo que es la justicia de Dios. Si usted quiere saber lo que es la justicia de Dios, sólo busque a un cristiano y sabrá que El no ha tratado con nuestros pecados irresponsablemente. Dios hizo pecado al que no conoció pecado. Puesto que el Señor Jesús ya murió, la obra de redención ya está cumplida. Estar en el Señor Jesús hoy es una expresión de la justicia de Dios. Cuando una persona ve que alguien cree en el Señor Jesús, esa persona ve la justicia de Dios. Si alguien quiere saber lo que es la justicia de Dios, yo le diría: “Simplemente míreme. Dios me ama mucho. El nos ama. El no es irresponsable con el pecado. Por esta razón el Señor Jesús murió en la cruz. Míreme, soy un pecador salvo. Soy la obra maestra de la justicia de Dios en Cristo”.

Hoy declaramos dos grandes cosas que el mundo necesita desesperadamente. Primero, Dios ama al hombre. Este es el hecho más maravilloso. Pero eso no es todo. En segundo lugar, Dios en Su justicia ha perdonado el pecado del hombre. Ahora el hombre puede acudir a Dios con toda confianza y plena fe, recordándole que El ha perdonado sus pecados.

Finalmente quisiera hacerles una pregunta. ¿Por qué está la parábola del hijo pródigo en Lucas 15? Parece que falta algo en esta parábola. El hijo pródigo despilfarró sus bienes y volvió a su casa; aunque el padre indudablemente lo amaba, él debería haber dicho por lo menos unas pocas palabras de reprensión, tal vez algo como: “Tú has tomado todos tus bienes y lo has gastado todo; hasta tu estómago está vació ahora”. Pero el padre no habló así. No es de extrañar que el hijo mayor tuviera algo que decir. Incluso nosotros tenemos algo que decir. ¿Acaso la injusticia no es un pecado que no ha sido tratado? Si Lucas 15 tuviera solamente la parábola del hijo pródigo, concluiríamos que Dios no es justo, que Dios no juzgó el pecado, y que lo pasó por alto. En la parábola del hijo pródigo no hay reproche alguno. Pero gracias al Señor que hay tres parábolas en Lucas 15. La primera es la parábola del pastor que rescata la oveja. La segunda es la parábola de la mujer que busca la moneda perdida. La tercera es la parábola del padre que recibe al hijo pródigo. En la primera parábola tenemos al buen pastor que da su vida por las ovejas. El Señor Jesús ya vino y murió. El pecado del hijo pródigo ya había sido juzgado en la primera parábola. Debido a lo que ocurrió en la primera parábola, tenemos una segunda, donde una mujer enciende una lámpara para buscar una moneda perdida. Puesto que el Señor Jesús efectuó la salvación, el Espíritu Santo puede venir para iluminar con Su luz. Después el Padre ya no ve el problema del pecado. El problema del pecado ha sido aclarado en la parábola del pastor que da su vida por las ovejas. Además, el sentir interior ha sido iluminado en la parábola de la mujer que enciende una lámpara. Ya se han visto los errores. El padre sólo necesita recibir al hijo pródigo. El Señor Jesús perdonó nuestros pecados. El Espíritu Santo nos ha iluminado y nos ha convencido de pecado, de justicia y de juicio. Por lo tanto, cuando viene el Padre, ya no se necesita mencionar el problema del pecado; lo único que hace es recibirnos. En las dos parábolas anteriores, la justicia de Dios y Su amor ya se habían manifestado.

Supongamos que una persona aún no ha venido a Dios, pero reconoce que es pecadora y se da cuenta de que el Señor Jesús ha juzgado sus pecados. El Buen Pastor ha llevado sus pecados y el Espíritu Santo lo ha iluminado en cuanto a sus pecados. Cuando tal persona vuelve a la casa, debe darse cuenta que el problema del pecado ha desaparecido para siempre; ya ha sido resuelto en la cruz. Recuerden que la casa del Padre no es lugar para hablar del pecado. No es el lugar para hablar de nuestro despilfarro. La cruz es el lugar para hablar del pecado; es el lugar para hablar del despilfarro. Si usted está en la casa, Dios tiene el derecho de no hablar de los pecados que usted cometió. Podemos comer y beber a gusto. Podemos vivir, vestir las mejores ropas, descansar y alegrar nuestros corazones. Dios dijo que antes estábamos perdidos, pero fuimos hallados, antes estábamos muertos, pero revivimos. Ya no hay más problemas. ¡Aleluya! La gracia de Dios es suficiente para nosotros. Así que, nos damos cuenta de que la gracia de Dios es una gracia fiel y justa.

LA JUSTICIA DE LA SALVACIÓN

Debemos saber que antes de la muerte del Señor Jesús, era injusto que Dios perdonara nuestros pecados, pero después de la muerte del Señor Jesús, sería igualmente injusto si no perdonara nuestros pecados. Sin la muerte del Señor Jesús, Dios sería injusto al perdonar; nunca podría hacerlo. Con la muerte del Señor Jesús, El sería igualmente injusto si no perdonara. Por favor recuerden, una redención sin sangre es injusta. Por otro lado, si uno tiene la sangre y la salvación le es negada, esto también es injusto.

Una vez fui con un hermano a Kiukiang. Mientras íbamos en el barco navegando y compartiendo la palabra con otros, le hablé a una persona acerca de nuestra fe. Al mismo tiempo este hermano le hablaba a otro, que era musulmán. Durante la conversación, el hermano le preguntó al hombre si tenía algún pecado. El hombre trató de decirle lo bueno que era el Islam y lo grande que era Mahoma. Pero el hermano le dijo: “Esa no fue mi pregunta. Mi pregunta es: ¿Tiene usted algún pecado?” El confesó que sí. Luego nuestro hermano le preguntó: “¿Qué va a hacer entonces? ¿Existe alguna manera para que usted sea perdonado?” El hombre respondió que si quería ser perdonado, tendría que sentir un remordimiento de corazón y hacer el bien; hacer esto, aquello y muchas otras cosas. Después de que el hombre enumeró todo lo que se debían hacer, este hermano le dijo: “Este es precisamente el punto de controversia. Usted ha dicho que cuando uno peca, el remordimiento puede traer perdón. Pero yo digo que cuando uno peca, debe ser castigado. Sin castigo, no puede haber perdón. ¿Cree usted que con sentir remordimiento será perdonado? Yo digo que el perdón sólo viene por el juicio. Si yo pequé en esta ciudad y escapé a un país lejano, puedo sentir remordimiento allí y hacer muchas caridades. Puedo ser un buen hombre allí. Pero nada de esto revocará mi pecado. Su Dios es un Dios que perdona sin juicio. Pero mi Dios es un Dios que perdona sólo después de castigar”. El musulmán después preguntó: “Entonces, ¿cómo puedo ser perdonado?” “De la siguiente manera”, dijo el hermano: “Usted debe creer en el Señor Jesús. Solamente así será perdonado. Sus pecados han sido perdonados en el Señor Jesús, y cuando cree en El, usted es perdonado”. Así es la justicia de Dios. En la actualidad los hombres argumentan si Dios es amor o no. Ellos no se dan cuenta que Dios no solamente es amor, sino también justicia. Dios no solamente quiere perdonar los pecados del hombre. El tiene que perdonarlos de una manera que no contradiga Su naturaleza y Su justicia.

LA APLICACIÓN DE LA JUSTICIA DE DIOS

Ahora tenemos que preguntar, ¿cómo se aplica a nosotros la justicia de Dios? La justicia de Dios se aplica a nosotros de dos maneras. Primero puede ser aplicada al traer paz a nuestro corazón. Los sentimientos no son de fiar; por lo tanto, no tenemos que confiar en los sentimientos de Dios. Lo mismo sucede con el amor. Si el amor de alguien cambia, nadie lo puede penalizar por eso. Pero podemos aferrarnos a la justicia y hacer reclamos basados en ella. Si Dios sólo nos amara, El podría salvarnos del juicio de los pecados, o podría dejarnos perder, si quisiera. ¿Qué sucedería si Dios ya no estuviera contento con nosotros? Si Dios no nos amara más y estuviera descontento y enojado con nosotros, sufriríamos. Bajo tales circunstancias, no habría garantías con respecto a Dios, y nuestros corazones nunca estarían en paz. Pero puesto que Dios nos ha dado Su justicia, estamos en paz, pues sabemos que nuestros pecados han sido juzgados en la persona de Cristo. Así, podemos tener una conciencia confiada y segura, y nuestros corazones tienen paz cuando venimos a Dios. La paz no se obtiene por medio del amor; la paz sólo se obtiene por medio de la justicia. Aunque en realidad el amor de Dios es de fiar; desde el punto de vista del hombre no es tan confiable como la justicia de Dios. Cuando una persona confía en Dios, debe aprender a confiar más en Su justicia que en Su amor. Luego, mientras progresa, debe aprender a confiar más en el amor de Dios que en Su justicia. Tal confianza pertenece a un estado avanzado de la vida cristiana. Esta es la vida de personas como Madame Guyón. Pero al principio, debemos tomar la justicia como la base de nuestra fe. Gracias a Dios que nuestros pecados han sido perdonados. Gracias a El que nunca más nos juzgará. Como dice el himno:

Dios no condenará a dos por un delito A Su Hijo, mi seguridad, Y luego también a mí.

Nuestros corazones pueden descansar, pues nuestros pecados fueron juzgados.

La justicia de Dios tiene otra aplicación: nos hace ver lo detestable que es el pecado. Dios, a fin de preservar Su justicia, estuvo dispuesto aun a crucificar a Su Hijo. Dios prefirió sacrificar a Su Hijo antes que sacrificar Su justicia, Su verdad y Su ley. Dios no hará nada contra Su naturaleza. Por lo tanto, podemos ver lo detestable que es el pecado. Si Dios no puede ser descuidado en cuanto al pecado y prefiere juzgar a Su Hijo a fin de tratar con el pecado, nosotros tampoco podemos ser descuidados para con el pecado. Según Dios, Su Hijo puede ser sacrificado, pero no se puede dejar el pecado impune. Todo aquel que cree en el Señor Jesús debe ver entonces que no se puede pasar por alto ningún pecado. La actitud de Dios para con el pecado es muy estricta.

Ahora todos nuestros pecados son perdonados. El Señor Jesús murió, nosotros fuimos perdonados, y todo ha sido solucionado. Me gustaría ponerles otro ejemplo. Un día estaba en la plaza Hsiao-feng leyendo mi Biblia. De repente, el cielo se oscureció y empezó a tronar, y me pareció que ya estaba por llover. Rápidamente cerré mi Biblia y corrí a una casilla del otro lado de la plaza. Pero después de esperar un rato, no llovió, así que caminé de prisa hacia mi casa. Mientras me dirigía a casa el cielo aún seguía oscuro; aún tronaba, y las nubes eran muy espesas. Sin embargo, no llovió, ni siquiera una gota me tocó en todo el camino a mi casa. En otra ocasión, cierto tiempo después, fui a la misma plaza para leer de nuevo, y otra vez el cielo oscureció como la vez pasada, pero esta vez estaba tranquilo y no me apresuré. Lamentablemente, esta vez sí llovió, y por consiguiente me mojé. No pude hacer otra cosa que correr hacia la casilla de nuevo. Cuando llegué a la casilla, llovía copiosamente. Pero, al fin, el cielo se aclaró, las nubes se dispersaron, los truenos cesaron, y volví de nuevo a mi casa. Esta vez, como la vez anterior, no hubo ni una gota de lluvia en mi camino a casa. Ahora les pregunto: ¿En qué ocasión mi corazón tuvo más paz? En ambas ocasiones no llovió mientras iba rumbo a mi casa. Pero ¿en qué caso tuve más paz? ¿en la primera ocasión, o en la segunda? Aunque en la primera no llovió en el camino a casa, en realidad no sabía cuándo llovería; como resultado, mi corazón estaba en suspenso. En la segunda ocasión tampoco hubo lluvia en el camino a casa, pero mi corazón estaba en paz porque la lluvia ya había pasado y el cielo estaba claro. Mucha gente cree que Dios pasará por alto sus pecados. Están como yo en mi primera caminata a casa. Aunque no llueve, la oscuridad aún se cierne sobre ellos; sigue tronando y aún las nubes los cubren. Sus corazones están en suspenso. No saben lo que les sucederá. Pero gracias al Señor, la salvación que hemos recibido es una salvación por la que ya “pasó por la lluvia”. Es una salvación que ya “pasó por los truenos”. Nuestra “lluvia” ya cayó en el Calvario, y nuestro “trueno” ya resonó en el Calvario. Ahora ya pasó todo. Nos regocijamos no sólo porque nuestros pecados han sido perdonados, sino también porque han sido perdonados después de ser ajusticiados. No fueron pasados por alto. Dios trató el problema de nuestros pecados. La resurrección de Su Hijo es la evidencia de esta obra.

Hoy es el día de la gracia. Pero debemos recordar que la gracia reina mediante la justicia (Ro. 5:21). La gracia no viene directamente; tiene que venir a través de la justicia. La gracia de Dios no viene a nosotros directamente; viene a nosotros a través del Calvario. Hoy día algunos dicen que si Dios nos ama, El nos puede perdonar sin previo juicio. Eso sería la obra de la gracia sin la justicia. Pero la gracia reina a través de la justicia. La gracia necesita la justicia del Calvario antes de poder reinar. Recibir la gracia hoy se basa únicamente en la justicia de Dios. Nuestros pecados son perdonados después de ser tratados. Cuando vemos la cruz, podemos decir que ésta es la justicia de Dios. También podemos decir que ésta es la gracia de Dios. La cruz es la justicia, y la gracia de Dios. Para Dios, la cruz es justicia; para nosotros, es gracia. Cuando contemplamos la cruz hoy día, nuestro corazón está en total paz porque sabemos que la gracia que hemos recibido fue obtenida de la manera justa que Dios usa. Sabemos que nuestra salvación es clara, completa, apropiada y correcta. Nuestra salvación no es de contrabando, ni es un fraude, sino que viene por medio del juicio del pecado. ¡Gracias al Señor! La cruz ha resuelto el problema del pecado, y la resurrección ha confirmado que la solución es una realidad.