El Evangelio de Dios | Watchman nee
LA SALVACIÓN ES ETERNA: RAZONES POSITIVAS part.2
CAPÍTULO DIECISÉIS
LA SALVACIÓN ES ETERNA: RAZONES POSITIVAS
(2)
Anoche vimos varias cosas que Dios ya ha hecho. Cuando fuimos salvos, Dios nos dio Su Espíritu Santo como el sello. El Espíritu Santo no sella un sello en nosotros, sino que el Espíritu Santo es un sello sobre nosotros; el Espíritu Santo es el sello de Dios sobre nosotros. Este sello permanecerá hasta el día de la redención. Por lo tanto, ningún cristiano puede perder su salvación. Esta noche continuaremos para ver que el Espíritu Santo no es solamente el sello dado a nosotros por Dios, sino también las arras dadas a nosotros por Dios para asegurarnos de nuestra herencia eterna. El Espíritu Santo es la prueba de que hemos recibido la herencia.
Aquí vemos que hay dos aspectos del Espíritu Santo en nosotros. Por un lado, Dios pone Su Espíritu Santo en nosotros como el sello para probar que le pertenecemos a Dios, por otro, Dios pone Su Espíritu Santo en nosotros como las arras para que sepamos que todo lo que Dios nos dará está garantizado. Uno puede ver que estos dos aspectos son diferentes. Por un lado, el Espíritu Santo hace que Dios sepa que le pertenecemos a El. Ya hemos visto al Espíritu Santo como el sello, ahora queremos ver al Espíritu Santo como las arras.
Leamos Efesios 1:14, que dice: “que es las arras de nuestra herencia”. Cuando creímos en el Señor Jesús, Dios nos prometió que nos daría la herencia incorruptible en los cielos. ¿Cómo podemos saber que Dios no cambiará y la recogerá? Sabemos que Dios no la retendría debido a que Dios dio el Espíritu Santo como prueba o como arras. La palabra “arras” en el idioma original significa un depósito. Originalmente debo pagar a alguien veinte mil dólares, pero ahora primero le pago doscientos como un depósito. Un depósito significa dar un poco a alguien hoy y una cantidad más grande después. ¿Nunca ha pagado o recibido usted un depósito cuando compra o vende algo? Cuando usted alquiló una casa ¿pagó un depósito? Originalmente, uno debe pagar treinta dólares al mes al propietario, pero ahora uno paga cinco dólares de depósito por la casa. Cuando se dan los cinco dólares se le está diciendo al propietario que con seguridad se le pagarán después los veinticinco dólares restantes. Dios dijo que le dará a usted la herencia incorruptible en los cielos. ¿Cómo sabe usted que definitivamente obtendrá esa herencia en el futuro? ¿Cómo sabe que no la perderá? Sabemos esto porque se nos ha dado el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la primera cantidad de dinero, la garantía subsidiaria, las arras y el depósito, la prenda dada a nosotros por Dios. Cuando Dios nos da al Espíritu Santo, El nos dice que toda la herencia en los cielos será nuestra en el futuro.
Si una persona fuera a perder su salvación después de creer en el Señor Jesús, ¿qué haría esta persona con la prenda de garantía dada por Dios? Por ejemplo, tengo una casa que alquilo por cincuenta dólares al mes. Un hermano la alquila y da primero cinco dólares como desembolso inicial. Ahora faltan cuarenta y cinco dólares. El dice que sin duda me dará los cuarenta y cinco dólares restantes. Si después de un poco de tiempo no me da los cuarenta y cinco dólares ¿qué debo hacer? Le confiscaría los cinco dólares. Sin embargo, Dios no puede hacer esto. En primer lugar, la promesa que Dios nos ha dado no puede fallar. Incluso si Dios no nos hubiera dado el depósito, mientras El lo haya dicho, lo cumplirá. Incluso si Dios no nos da arras o depósito, cuando El dice que nos dará una herencia, El indudablemente guardará Su palabra. Debido a que nuestra mente está llena de legalidad, Dios nos dio al Espíritu Santo como una prueba para que supiéramos que Dios nos ha dado el depósito. Puesto que tenemos el depósito ¿no nos dará El la herencia?
Hay una sección maravillosa en el Antiguo Testamento. Génesis 24 nos muestra al criado anciano de Abraham que le buscaba una esposa a Isaac. El criado llevó con él muchas riquezas y cosas preciosas de la casa de Abraham. Después de haberse arreglado con Rebeca acerca del matrimonio con Isaac, le dio todas estas cosas a Rebeca como regalos de compromiso. Por un lado, el criado anciano le dio todo esto a ella, lo que estaba en su nariz, dedos, cabeza, cuello y manos para adornarla. Por otro, todas estas cosas le indicaban a Rebeca que sólo eran una pequeña muestra ya que con el tiempo todas las posesiones de Isaac serían de ella.
Después de que somos salvos, debido a nuestra incredulidad, tal vez pensemos que Dios no tuvo la intención de salvarnos. Nos preguntamos, que sucedería si la salvación solamente fuera un juguete de Dios con respecto a nosotros, el cual después de unos cuantos años o unas cuantas décadas se perdiera y nos perdiéramos de nuevo. A Dios le preocupa que existan dudas en nuestro corazón. El puso el Espíritu Santo dentro de nosotros como prueba para asegurarnos que El definitivamente nos dará la herencia. Mis amigos, cuando vean al Espíritu Santo dentro de ustedes comprenderán que definitivamente ustedes obtendrán la herencia eterna. Si Dios no nos fuera a dar la herencia futura, ¿por qué nos dio al Espíritu Santo? Si Dios no nos va a dar la herencia futura, las arras del Espíritu Santo carecen de significado. Nuestra salvación no puede perderse, debido a que se nos ha dado al Espíritu Santo como las arras. Mientras el Espíritu Santo esté con nosotros, somos salvos. La Biblia dice que El estará con nosotros hasta el día de la redención. Por lo tanto, podemos decir con seguridad y teniendo pruebas concretas que sí obtendremos la herencia futura.
LOS CREYENTES SON LOS DONES DADOS POR DIOS AL SEÑOR JESUS
En séptimo lugar, existe otra razón por la cual no perderemos nuestra salvación. En la Biblia vemos que existe una relación entre el Señor Jesús y Dios y entre el Señor y nosotros. Muchos cristianos no han visto claramente la relación que existe entre Dios, el Señor Jesús y nosotros los pecadores. Por lo tanto, ellos malentienden y piensan que ellos pueden perder su salvación. Existe una palabra maravillosa en la Biblia que dice que nosotros los cristianos, los pecadores salvos, somos los dones dados por Dios al Señor Jesús (Jn. 17:6). El Padre está aquí, y el Hijo también está aquí. El Padre dio a los salvos como dones, al Señor Jesús. Si Dios nos ha dado como dones al Señor Jesús, ¿existe la posibilidad de que perdamos nuestra salvación? Tenemos que considerar el asunto desde dos perspectivas.
Por un lado, Dios nos dio como dones al Señor Jesús. Si pereciéramos y perdiéramos nuestra salvación, si nuestra salvación no fuera eterna, el hecho de que Dios nos diera al Señor Jesús llegaría a ser una broma para el Señor. Esto es como una madre que le da burbujas de agua jabonosa a su hijo. ¿Ha jugado usted alguna vez con burbujas de agua jabonosa? Si introduce un tubo en agua jabonosa y le sopla al tubo, salen burbujas. Sabemos que esas burbujas desaparecerán en unos cuantos minutos. Sin embargo, cuando el hijo las ve, él se emociona, esto se la hace muy divertido. El no sabe que se romperán después de un momento.
Si Dios no fuera omnisciente, sería posible que pereciéramos porque Dios no sabría si nuestra salvación es temporal o permanente. Sin embargo, Dios es omnisciente, El sabe si seremos salvos eterna o temporalmente. Si Dios no fuera omnisciente, sería posible que El nos diera como una burbuja de agua jabonosa al Señor Jesús. Pero, si Dios es omnisciente, El sabe que después de tres o cinco años, esa burbuja se rompe. Si El hiciera eso, El simplemente estaría dando aire al Señor Jesús; no le estaría dando un don. Dios es un Dios eterno; todo lo que hace es eterno. Si Dios nos da como don al Señor Jesús, El no puede considerar eso solamente como un regalo cualquiera.
Segundo, que Dios hiciera esto causaría también un problema al Señor Jesús. Supongamos que Dios nos dio al Señor Jesús, pero tres o cinco años después perecimos y perdimos nuestra salvación. Para nosotros, la hubiéramos perdido. Pero, ¿de quién sería la culpa de perderla? Usted podría culpar al don dado por Dios de ser corruptible. Pero también podría culpar al Señor Jesús por no ser capaz de cuidarlo. Muchas veces las personas me han enviado muy buenos regalos. Cuando me ausenté de la casa, perdí uno de ellos, o lo dañé. Aquí puedo culpar al regalo de ser corriente o culparme a mí mismo por ser descuidado en guardarlo. Dios le dijo al Señor Jesús que El le dio estas personas. ¿Qué sucedería si un día esas personas se perdieran? No podemos culpar solamente a Dios por darle un don al Señor Jesús, sino que también tenemos que culpar al Señor Jesús por no ser capaz de guardar a aquellos que Dios le haya dado.
En Juan 17:6, el Señor Jesús le dijo al Padre: “He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste; Tuyos eran y me los diste, y han guardado Tu palabra”. Todos los cristianos salvos son dados y concedidos por Dios al Señor Jesús. El versículo 9 dice: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo”. El Señor Jesús no oró por el mundo, sino “por los que me diste, porque Tuyos son”. Por lo tanto, los cristianos somos los dones dados por Dios al Señor Jesús. El versículo 12 dice: “Cuando estaba con ellos, Yo los guardaba en Tu nombre, el cual me has dado, y Yo los guardé; ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición”. En la oración del Señor, El dijo que El había guardado a cada uno de los que Dios le había dado. Solamente hubo un hijo de perdición. Fue Judas. Judas nunca creyó; desde el principio fue el hijo del enemigo y nunca fue salvo. El Señor Jesús dijo que con excepción de Judas, ninguno de los que Dios le había dado se perdió.
Mis amigos, tienen que saber que Dios ya los ha dado a ustedes al Señor Jesús; El ya lo ha entregado a usted. Esto es como una joven dada en matrimonio. Cuando fuimos salvos, Dios ya nos había entregado al Señor Jesús. Por lo tanto, todos aquellos a quien Dios ha dado al Señor Jesús, quienes han creído en el Señor Jesús, serán guardados por El. El Señor Jesús dijo: “Yo los guardaba en Tu nombre, a los que me diste”. ¿Cómo puede un cristiano perder su salvación? Después de que Dios lo ha dado a usted al Señor Jesús ¿cómo puede usted desaparecer? La Biblia dice que ninguno de aquellos que Dios le ha dado al Señor Jesús perecerá.
Dios le ha dado tantos de nosotros al Señor Jesús. Consideren esto: Después de que Dios nos ha dado a todos al Señor Jesús, ¿podemos perdernos después de tres o cinco años, simplemente porque no somos buenos? Usted debe escuchar lo que el Señor Jesús dijo en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que a Mi viene, por ningún motivo le echaré fuera”. ¿Por qué creyó usted en el Señor Jesús? ¿Por qué vino a El? Usted vino al Señor Jesús y lo recibió debido a que Dios lo dio a usted al Señor Jesús. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí”. En otras palabras, todos los que vienen al Señor son dados a El por el Padre. La única razón por la que usted viene al Señor Jesús, que usted lo recibe como Señor, que usted confía en Su obra redentora y en Su resurrección como Su prueba de justificación, es que Dios lo ha dado a usted al Señor Jesús. En el cielo Dios lo dio a usted al Señor Jesús y en la tierra usted creyó en El y vino a El. Dios lo entregó para que usted viniera al Señor Jesús. ¿Qué dice después de esto? “Y al que a Mí viene, por ningún motivo le echaré fuera”. No hay manera de que perdamos nuestra salvación debido a que Dios ya nos ha dado al Señor Jesús.
Eso no es todo. Existe otra sección en la Biblia, Juan 10:29, la cual dice: “Mi Padre que me las dio”. ¿Quiénes son las ovejas del Señor Jesús? Nosotros somos las ovejas. En el Evangelio de Juan, se nos muestra muchas veces que somos el don dado al Señor Jesús por Dios. Dios no puede darnos como un don que carece de sustancia y el Señor Jesús simplemente no puede desecharnos después de que nos ha recibido. No piense que nuestra salvación es algo insignificante. Puesto que no somos salvos al hacer esto o aquello, tampoco podemos dejar de ser salvos al hacer esto o aquello.
Doy gracias a Dios que anteriormente era un pecador. Yo, Watchman Nee, no estaba buscando ser salvo. Yo lo rechacé y me le opuse. Pero inesperadamente, Dios me trajo e hizo que aceptara la palabra que anteriormente había rechazado. Dios me tomó y me entregó en manos del Señor Jesús. Una vez que fui dado, ya no tuve ninguna manera de escapar. Cuando Dios me entregó en manos del Señor, lo recibí como el Salvador. Desde ese día, estuve en manos del Señor. Puesto que hemos sido dados por Dios y recibidos por el Señor Jesús, ¿cómo podemos escapar? Si estuviésemos obrando por nosotros mismos y si estuviéramos tratando y luchando por salvarnos a nosotros mismos, una vez que mostráramos negligencia o descuido estaríamos terminados. Sin embargo, debemos comprender que Dios es quien nos ha entregado en manos del Señor Jesús y quien nos ha salvado.
Déjeme darle un ejemplo no muy adecuado. Sabemos que recientemente Szechwan tuvo una hambruna severa. Yo leí muchos reportes acerca de esto. Niños de dos años, que ni siquiera podían hablar todavía, estiraban sus manos pidiendo algo. Ellos pedían alimentos y ropa y mantuvieron sus vidas mendigando en las calles; no tenían otra manera de seguir adelante. Supongamos que había una persona rica que tenía abundante comida y ropa en casa. Si yo le entregara uno de esos niños a esa persona, con respecto a las cosas materiales, se podría decir que el niño era salvo. Una vez que le entrego al niño, él es salvo. De la misma manera, nosotros los pecadores estábamos muertos en pecados y estábamos pereciendo. Pero tan pronto como Dios nos entregó en manos del Señor Jesús, fuimos salvos. Ser salvos significa ser entregados por Dios. Mientras estábamos muertos en pecado y estábamos esperando el juicio bajo condenación, Dios nos entregó. Como resultado fuimos salvos. Esto no tiene nada que ver con usted. Puesto que Dios lo ha recibido a usted, El no puede abandonarlo. Usted era una persona perdida. No tenía alimento ni vestido. Dios lo entregó a usted en manos del Señor Jesús, y El lo recibió a usted. ¿Cómo puede usted ser echado fuera? No existe manera de que esto pueda ser hecho. Dios ha dado y el Señor Jesús ha recibido. El Señor dijo que el que viene a El no será abandonado. Todo el que es dado a El por Dios no será abandonado por El. Por lo tanto, no hay manera de que tal persona perezca. Si usted pudiera perecer, significaría que Dios no es consistente. Dios ya nos ha dado; y el Señor Jesús ya nos ha recibido. ¿Cómo puede usted perecer? Sería un milagro si fuera posible que usted pereciera. Puedo decirle a Dios: “Dios, te agradezco. Era un pecador; estaba muerto en pecado. Mientras todavía era un pecador, no tenía deseos de ser salvo. Pero Tú me entregaste, y el Señor Jesús me recibió. Una vez que Tú me entregaste, y El me recibió, no puedo evitar, sino ser salvo”.
El Señor Jesús dijo: “Y al que a Mí viene, por ningún motivo le echaré fuera”. En el idioma original se pone mucho énfasis a la frase “por ningún motivo”. Significa a pesar de todo. “Por ningún motivo” es una expresión fuerte, pero debido a nuestra familiaridad con las palabras, no le prestamos mucha atención. Significa que sin importar cualquier cosa, el Señor no nos abandonará. Definitivamente no existe ningún cristiano que El haya abandonado. Somos salvos debido al Señor Jesús; también podemos continuar en nuestra salvación y ser preservados en ella debido al Señor Jesús. Si usted piensa que la salvación es del Señor pero que la preservación es de nosotros, descubrirá que nadie puede preservarse a sí mismo ni por siquiera un solo día. Estoy haciendo a un lado al hombre, estoy menospreciando al hombre, pero estoy exaltando al Salvador. Todo se lleva a cabo por El. Esto es un don; es un regalo. Nunca seremos abandonados.
EL SEÑOR JESUS ES NUESTRO SUMO SACERDOTE
Ahora venimos al octavo punto. Es muy precioso saber de la Biblia, que el Señor Jesús es nuestra ofrenda, sin embargo es más precioso saber que El es nuestro Sumo Sacerdote. En muchas ocasiones les he preguntado a los hermanos en diferentes lugares qué haríamos si el Señor Jesús no fuera nuestro Salvador. Muchos han dicho que no tendríamos esperanza. Si el Señor Jesús no fuera nuestro Salvador, estaríamos terminados, no habría manera de que fuésemos salvos. Luego pregunté qué pasaría si el Señor Jesús no fuera nuestro Sumo Sacerdote. Muchos dijeron que no habría mucha diferencia. Ellos piensan que no habría mucha diferencia si el Señor Jesús fuera o no nuestro Sumo Sacerdote. Tenemos que saber que no existe tal cosa. Podemos guardar nuestra salvación solamente porque el Señor Jesús es nuestro Sumo Sacerdote delante de Dios. No hay necesidad de mencionar los pecados anteriores o los pecados de ayer. Simplemente los pecados que hemos cometido hoy son suficientes para que perezcamos. Podemos seguir siendo salvos solamente porque el Señor ora por nosotros. La intercesión del Señor Jesús nos mantiene salvos. Hebreos 7:25 dice: “Por lo cual puede también salvar por completo a los que por El se acercan a Dios”. ¿Por qué El puede hacer esto? “Puesto que vive para siempre para interceder por ellos”. La Biblia claramente nos dice que el Señor Jesús es capaz de salvar a lo sumo, a los que se acercan a Dios por medio de El. Algunas personas tal vez digan que podemos perder nuestra salvación o que todavía podemos perecer. Si este fuera el caso, ¿dónde pondría la oración del Señor Jesús? Dios dice que el Señor Jesús vive siempre para interceder por nosotros. El sigue viviendo para interceder por nosotros.
¿Quién puede comprender toda la eficacia de la intercesión del Señor Jesús por nosotros? Si usted tiene un amigo que no es salvo y ora por él, Dios puede salvarlo. ¡Cuánto más puede el Señor Jesús, que siempre está delante de Dios intercediendo por nosotros, mantenernos salvos por siempre! Supongamos que usted tiene un amigo que cae después de creer en Jesús. Usted ora por él y le escribe cartas esperando que de nuevo él sea un buen cristiano. Dios oye sus oraciones. Después de unos cuantos años él es avivado. Ahora, ¿no sería mucho más eficaz la oración continua, eterna y duradera del Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, quien siempre está delante de El? Debido a que el Señor Jesús es el Sumo Sacerdote perpetuamente vivo, quien intercede por nosotros delante de Dios, indudablemente seremos completamente salvos por El.
Me siento muy feliz de una cosa. Quizás otros se olviden de orar por mí, sin embargo soy una persona por la cual se ora. Es posible que el hombre deje de orar por mí, sin embargo todavía soy una persona por la cual se ora, porque el Señor Jesús siempre ora por mí. Tengo a alguien que es el Sumo Sacerdote delante de Dios. Aunque quizás el hombre se olvide, El nunca se olvida. El vive para siempre como el Sumo Sacerdote para interceder por nosotros.
El Señor Jesús nos dijo que El ora por todos los que creen; por todos los que le pertenecen. No ora por los del mundo. En Juan 17 lo que acabamos de leer es muy claro. El versículo 9 dice: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo”. Aquí, “ellos” se refiere a los que le dio el Padre, como se menciona en los versículos anteriores. “No ruego por el mundo; sino por los que me diste”. Aquí vemos el alcance de la oración del Señor; ora por los que creen en El, y no por el mundo. Existe otro asunto que de paso lo podemos mencionar. El Padre está relacionado con el mundo, y el Hijo está relacionado con la iglesia. El Nuevo Testamento nunca dice que Cristo amó al mundo; uno sólo puede ver que Dios ama al mundo. Por otro lado, uno ve que Cristo ama a la iglesia y que se dio por ella. La esfera del Padre es el mundo y la esfera del Hijo es la iglesia. El dijo que no oró por el mundo. El efecto de Su obra hizo que el mundo fuera salvo, sin embargo Su oración, Su sacerdocio, solamente se aplica a los cristianos. No es para los de afuera.
El ora por nosotros. ¿Cuál es el propósito de que El ore por nosotros? El ora para que Dios nos guarde y nos proteja a fin de que seamos como El, para que podamos ser separados del mundo y para que seamos uno. No importa cuán fuerte sea el mundo, cuán severas sean las tentaciones de Satanás o cuán intensa sea la carne del hombre, la oración del Señor constituye toda la fuerza; El es capaz de guardarnos. Si Dios no fuera un Dios que escucha la oración, no sucedería nada. Pero Dios es un Dios que escucha la oración. En Juan 11 el Señor Jesús dijo: “Padre, gracias … Tú siempre me oyes”. Si Dios sigue escuchando las oraciones, es imposible que nosotros no seamos salvos. Amigos, antes de que puedan perecer, primero tendrían que escapar de la oración del Señor Jesús. La oración del Señor Jesús es la barandilla del infierno. Si usted quiere irse al infierno, primero necesita brincar esta barandilla. Si usted no puede hacer a un lado la oración del Señor Jesús y si no puede deshacerse de la barandilla de la oración, no tiene manera de perecer. Gracias a Dios que la oración del Señor Jesús es confiable.
Déjeme mostrarle un ejemplo muy claro. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Pedro le dijo muy orgullosamente: “Aunque todos se escandalicen de Ti, yo nunca me escandalizaré”. Después de esto, Pedro falló. El Señor Jesús le dijo de antemano: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero Yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc. 22:31-32). Debido a estas palabras, Pedro pudo levantarse de nuevo después de que cayó. No solamente pudo levantarse sino que pudo ayudar a muchos otros. Hoy en día muchas personas se han levantado debido a Pedro. El hecho de que Pedro se volviera de nuevo no procedió de El mismo. Fue el poder de la oración del Señor que lo sostuvo todo el tiempo. Más tarde, cuando él recordó la palabra del Señor, él lloró y se arrepintió. Todo esto provino del poder de la oración del Señor. Dios escucha la oración del Señor.
El Señor Jesús nunca oró por Judas, porque Judas era una persona que estaba pereciendo desde el principio; él no era salvo. Desde el primer día, él estaba pereciendo. El nunca creyó en el Señor Jesús, nunca reconoció al Señor Jesús, como Señor. El simplemente lo llamó Maestro. Judas era una persona que estaba pereciendo. El Señor Jesús no pudo orar por él. Pero, Pedro era una persona salva; él fue salvo definitivamente al final del tiempo de Mateo 16, cuando él confesó que el Señor Jesús era el Hijo del Dios viviente.
No debemos confiar en nuestra propia oración. Más bien debemos confiar en la oración del Señor Jesús. No es un asunto de que oremos fervientemente todos los días. El asunto no es cuántas veces hemos orado en los últimos días. Necesitamos recordar que sin importar cuántas veces oremos, nada será afectado. No es nuestra oración lo que nos mantiene salvos hasta el fin, sino la oración del Señor Jesús. No sé cuántos de los que estamos aquí esta noche creemos en el poder de la oración del Señor Jesús. ¿Puede usted confiarse sin ninguna reserva a la oración del Señor Jesús? Es posible que usted piense que las tentaciones de Satanás son severas, que las tentaciones del mundo son fuertes, que los deseos de la carne son intensos y que los ataques de Satanás son pesados. Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice. Si nos analizamos, a menudo sentiremos que estamos terminados. Después de unas cuantas más tentaciones de Satanás, pensamos que nuestra carne casi no tiene fuerza. Muchas veces nos sentimos desanimados y no podemos seguir orando. En tales momentos necesitamos mirar al Señor Jesús. El es nuestro Sumo Sacerdote. Tenemos que levantar nuestra cabeza y mirarlo. Debemos decir: “No puedo. Ni siquiera puedo orar. Sin embargo, confiaré en El. El es mi Sumo Sacerdote; El puede salvar por completo a los que se acercan a Dios por medio de El porque El vive siempre para interceder por nosotros”. Tenemos que confiar en El. Ya que tenemos tal Sumo Sacerdote que intercede por nosotros, ¿será posible que perdamos nuestra salvación?
DIOS ES EL QUE NOS GUARDA
No estoy diciendo que debemos olvidarnos de los pasajes difíciles en la Biblia. En el siguiente mensaje veremos esos pasajes. Sin embargo, hay muchas cosas positivas que son innegables. No solamente tenemos la oración del Señor Jesús y la función del Señor Jesús como nuestro Sumo Sacerdote; la Biblia menciona muchas otras cosas además de esto. Nuestra salvación no depende meramente de nuestra fe, sino también del poder guardador de Dios. Nosotros no nos guardamos, sino que el poder de Dios lo hace. Así como fuimos salvos, de la misma manera somos guardados. La condición para recibir salvación es la condición para ser guardados. Es imposible tener una condición para recibir y otra para ser guardados. Recibimos la salvación de Dios por la gracia; y también por la gracia disfrutamos la preservación de Dios. Si decimos que nuestra salvación es por la gracia pero que la preservación es por las obras, nunca hemos leído el libro de Gálatas.
Hemos estudiado los libros de Romanos y Gálatas muchas veces. Romanos habla específicamente con respecto a los pecadores; Gálatas habla específicamente con respecto a los creyentes. Romanos dice que un hombre no puede ser justificado por las obras, y Gálatas dice que el hombre no puede guardar su justificación por las obras. Romanos nos dice que un pecador no puede confiar en las obras; Gálatas nos dice que un creyente no puede confiar en las obras. Romanos nos dice que la justificación de los pecadores delante de Dios no tiene nada que ver con la ley y las obras; Gálatas nos dice que la preservación de los creyentes en la gracia, de igual manera, no tiene nada que ver con la ley. Habiendo empezado por el Espíritu, ¿debemos ser perfeccionados por la carne? Habiendo comenzado por la fe, ¿debemos ser perfeccionados por la ley? Por lo tanto, Romanos es para los incrédulos y habla desde el punto de vista de los incrédulos. Gálatas es para los creyentes y habla desde el punto de vista de los creyentes. Si recibir gracia delante de Dios es gratuito, mantener la salvación delante de Dios debe serlo. La Biblia nos muestra muy claramente que es Dios más que nosotros mismos quien nos guarda.
Primera Pedro 1:5 dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. El último paso de la salvación es la redención a la venida del Señor Jesús. La salvación puede dividirse en tres etapas. La salvación de la que se habla aquí se refiere a nuestra redención en el regreso del Señor Jesús. Por medio de la fe estamos siendo guardados por el poder de Dios para la redención. ¿Somos los que nos asimos de Dios o es Dios El que nos sostiene? ¿Nos guardamos nosotros o somos guardados por Dios? La Biblia dice que es Dios quien nos guarda. Aquí el hecho de ser guardados por el poder de Dios implica que si llegáramos a perdernos, la responsabilidad no sería nuestra, sino de Dios. Hablo con reverencia, que si nos perdiéramos, caería más responsabilidad en Dios que en nosotros. Sin embargo, no debemos pensar que los cristianos pueden ser irresponsables. Hablaremos de esto en los siguientes mensajes. Hoy en día, el problema es la salvación. La salvación es algo que tiene que ver completamente con Dios.
Supongan que dejo un sello con el hermano Ma porque tengo que cuidar de algunos asuntos. Si el hermano Ma pierde mi sello, ¿de quién es la responsabilidad?, ¿es mía o del hermano Ma? Es verdad que en parte yo estoy mal por confiar en el hermano Ma; sin embargo la responsabilidad directa está con el hermano Ma ya que yo confié mi sello a él. Si me pongo a mí mismo en las manos de Dios y después perdiera mi salvación, en verdad, yo me hubiera equivocado al confiar en Dios. El error sería directamente de Dios. Sería Dios quien estaría equivocado. Somos preservados por el poder de Dios. Los que no conocen a Dios quizás digan que el poder de Dios podría ser inadecuado para guardarnos. Pero todo aquel que conoce a Dios tiene que inclinarse y decir: “Somos los que estamos siendo guardados por el poder de Dios mediante la fe y definitivamente recibiremos la salvación que está preparada para ser manifestada en el último tiempo”. Pedro estaba seguro de que la recibiremos. No importa que suceda, seremos plenamente salvos.
¿Por qué seremos plenamente salvos? Segunda de Timoteo 1:12 dice: “Yo sé a quien he creído, y estoy persuadido de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. Lo que Pablo depositó en el Señor, el Señor lo guardaría hasta el día de Su regreso. Por lo tanto, somos salvos todo el tiempo hasta ese día. Muchas veces considero qué sucedería si un día, yo, Watchman Nee, fuera a ir al infierno. Mi perdición no sería una gran cosa. Sin embargo, si la gloria de Dios sufriera esta pérdida sería algo muy significativo. Que yo fuera al infierno y perezca no importaría mucho, pero la pérdida de la gloria de Dios importaría mucho. Mi perdición no sería tan importante. Pero si pereciera, seguramente Dios no sería glorificado; Su gloria seguramente sería dañada, porque esto indicaría que Dios no la guardó bien. Si yo pereciera, eso se debería a que Dios no me guardó bien. Por causa de la gloria de Dios, todos los que conocen a Dios y Su poder guardador, dirían que no hay manera para que ellos pierdan la salvación de Dios. ¡Aleluya! No tenemos manera de perderla. La Palabra de Dios es más que clara en este respecto.
Con respecto a los versículos acerca de ser guardados, el que más me gusta es Judas 24-25a. Este pasaje es más peculiar que cualquiera de los otros. El nos dice qué es el nombre de Dios. El nombre de Dios es “Aquel que es poderoso para guardaros de tropiezos, y presentaros sin mancha delante de Su gloria con gran alegría, al único Dios, nuestro Salvador”. ¿Qué es el nombre de Dios? El nombre de Dios es Aquel que es capaz de guardarnos para que no tropecemos; el nombre de Dios es Aquel que es capaz de presentarnos sin mancha y con alegría delante de Su gloria; el nombre de Dios es Aquel que es el único Dios nuestro Salvador. Este es nuestro Dios. ¿Qué significa no tropezar? No dice que Dios nos guardará de caer, sino que El nos guardará de tropezar. Caer es quedar postrado en el piso. Pero tropezar es solamente resbalarse. El dice que Dios nos puede guardar para que no tropecemos. Dios no solamente nos guarda de caer, sino que puede guardarnos de resbalar.
Ninguna enseñanza en la Biblia puede tener a los pecadores como su punto de partida; todas las enseñanzas deben tener al Señor Jesús como el punto de partida. Sería terrible si los pecadores fueran tomados como el punto de partida; pero si el Señor Jesús se toma como el punto de partida, las cosas serán claras. Si tomamos a los pecadores como el punto de partida, el problema del pecado llegará a ser oscuro para nosotros. Habrá muchas cosas que no consideraremos como pecados. Muchos asuntos sucios serán considerados como limpios; muchos asuntos que son débiles serán considerados como fuertes; muchas cosas vergonzosas serán consideradas como gloriosas. Incluso después de que hemos llegado a ser cristianos, todavía consideramos muchas cosas pecaminosas como gloriosas. Con aquellos que conocen a Dios, todavía existen muchos pecados que no han sido juzgados. Todavía existen muchos pecados que para un cristiano son gloriosos. Si un creyente no está claro con respecto al asunto del pecado, ¿cuánto más un pecador? Hay muchos pecados que Dios ya ha juzgado en el Señor Jesús, pero no fueron manifestados como pecados para nosotros cuando éramos pecadores. Solamente después de que creímos en el Señor Jesús supimos que eran pecados. Cuando éramos pecadores, no estábamos claros; solamente después de creer en el Señor Jesús estuvimos claros. Sin embargo, incluso los cristianos no son confiables; todavía hay muchas cosas que no ven. Con respecto a perder la salvación de uno, si consideramos el asunto desde el punto de vista del hombre, nunca veremos nada. Si consideramos las verdades de la Biblia desde nuestro propio punto de vista, todo llegará a estar confuso. Podemos pensar que una cosa es más grande que otra. Solamente cuando consideramos las cosas desde el punto de vista de Dios estaremos claros. La pregunta no es si uno es capaz o no de guardar su salvación. La pregunta es si el Señor Jesús es capaz o no de guardar o no la salvación de uno.
El punto de vista apropiado es el que se origina en el Señor Jesús. Si depende de nosotros guardar nuestra salvación, tal vez no podamos ser capaces de guardarla por dos horas, mucho menos dos días. Pero si el Señor Jesús es quien la guarda, incluso si una persona justa fuera a tropezar siete veces al día, El será capaz de sostenerla. No somos nosotros los capaces, sino Dios es el capaz. Si nos volvemos hacia nosotros mismos, nuestros ojos estarán en la dirección equivocada. La Biblia nos dice que debemos mirar a Jesús, quien es el Autor y Perfeccionador de la fe. El poder que nos guarda es el del Señor y no el nuestro. Podemos confiar en Dios porque es Dios quien nos guarda.
Hoy la pregunta es: ¿Qué método está utilizando Dios para guardarnos? Hoy hemos dado nuestra vida a Dios. ¿Pero cómo nos guardará Dios hasta el día de la venida del Señor Jesús? No hay otra manera sino que Dios esconda nuestra vida juntamente con la vida del Señor en El (Col. 3:3). Mientras leo este versículo me regocijo tanto que puedo reír en voz alta. Nada puede ser mejor que este versículo. No sé si muchos cristianos saben cuán bueno es este versículo. Es imposible perder la vida que Dios nos dio, ya que nuestra vida y la del Señor están escondidas en Dios.
Recuerdo cuando todavía era un incrédulo, como un estudiante, una vez cuando terminé un escrito de algo muy importante, le dije a mi compañero de clases que eso era un asunto muy importante y que no lo vendería ni por cinco mil dólares. Tuve que salir por un momento, y le pedí que me lo guardara en un lugar seguro. Le di la hoja de papel y me fui. Cuando regresé, le pregunté por el papel. Me dijo que no podía dármelo porque después de que le había dicho que era tan importante, él lo remojó en agua y se lo tragó. Se palmeó su estómago y me aseguró que el papel estaba allí y que nunca se perdería. Ese día, no sabía si debía reír o llorar con respecto a eso. La hoja de papel estaba en su estómago; nunca se perdería. Pero ni tampoco la tendría. De verdad estaba muy segura. Lo que Dios ha hecho hoy es algo más seguro. Dios ha escondido nuestra vida juntamente con la de Cristo en El mismo. ¿Dónde podemos encontrarla? ¿Cómo podríamos perderla? Para nosotros la vida de Dios solamente se perdería si Dios mismo se perdiera. Gracias a Dios que Dios nunca se perderá. Como resultado, la vida que El puso dentro de un cristiano tampoco puede perderse. La vida de un cristiano está guardada en un lugar seguro; está guardada en Dios.
LAS PROMESAS DE DIOS
Además de los nueve puntos de que ya hemos hablado, todavía hay otro punto. De los nueve puntos que han sido cubiertos, ninguno puede ser derribado por usted, ni siquiera por Dios. Ningún método ni manera puede derribarlos. Una vez que una persona es salva mediante la gracia de Dios, nadie puede echarlo fuera. Sin embargo, el Señor Jesús consideró esto como insuficiente; a El le preocupaba que dudáramos de Su obra. Por esta razón, nos dio las promesas con el propósito de mostrarnos que no nos perderemos. Todos recordamos Juan 10. Esa porción de la Escritura nos muestra claramente cuál es nuestro destino. Nuestro destino no depende de nosotros mismos; más bien, depende del Señor Jesús y del Padre.
Juan 10:28-30 dice: “Y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre. Yo y el Padre uno somos”. Aquí la palabra del Señor no puede ser más clara: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás”. Estas palabras por sí solas son suficientes. Aquí el Señor habla de una manera muy solemne y definida que “no pereceremos jamás”. Es como decir que jamás seremos echados fuera, como se mencionó anteriormente. También es como decir que no seremos juzgados, sino que hemos pasado de muerte a vida, como se menciona en Juan 5:24. Todas éstas son palabras absolutas: “Y Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás”. Dios es un Dios eterno. Los que no conocen a Dios no saben lo que El ha hecho. Si un hombre conoce a Dios, sabe que todo lo que El hace es eterno. Dios no hace nada que sea temporal. No cambia a cada rato. Lo que Dios hace lo hace de una vez y para siempre. Dios no cambia después de dos días. Una vez que Dios hace algo lo hace para siempre. Dios no lo va a salvar a usted hoy y mañana lo echa al lago de fuego. No lo va a salvar a usted de nuevo al siguiente día y después al otro día echarlo al lago de fuego otra vez. Si así fuera, el libro de la vida no se vería muy bien, habría borrones y correcciones por todos lados. Dios es eterno. Lo que El nos da es vida eterna. Por eso nunca podemos perecer. Necesitamos ver que todo lo que Dios hace es eterno. Dios no cambiará después de un tiempo. El hombre puede cambiar cuando quiera, pero Dios no. Una vez que El nos salva, somos salvos eternamente. Jamás podremos estar de nuevo en peligro de perecer.
¿Qué pruebas tenemos de este asunto? “Nadie las arrebatará de Mi mano”. La palabra “nadie” en el texto original, significa “ninguna cosa creada”. El Señor dice que ninguna cosa creada puede arrebatarnos de Su mano. “Yo soy el buen pastor; Yo les doy vida a Mis ovejas, y Mis ovejas nunca perecerán”. Puesto que el Padre le ha dado las ovejas al Señor, ninguna cosa creada puede arrebatarlas de la mano del Padre. Juan 10:28 habla de que el Señor pastorea. El versículo 29 habla del Padre. El versículo 29 dice: “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”. La mano que se menciona en el versículo 28 es la mano del Pastor, y la mano que se menciona en el versículo 29 es la mano del Padre. ¿Quién es el Padre? El dice que el Padre es mayor que todos. Todas las cosas están incluidas en este “todos”. Todas las cosas creadas, todos los ángeles, todos los espíritus malignos, todos los seres humanos, todas las cosas creadas en el mundo, incluyendo a usted y a mi, están incluidas en este “todos”. El Señor dice que el Padre es mayor que todos. Nadie puede arrebatarnos de Su mano. El tiene una gran mano que guarda a Sus ovejas. ¿Cómo pueden ellos perderse? Solamente uno que fuera mayor que Aquel que es mayor que todos posiblemente pudiera arrebatarnos.
Quizás algunos digan: “Es cierto, otros no pueden arrebatarnos, pero yo mismo puedo zafarme”. Que alguien diga esto prueba que su mente es caída. El no conoce la Palabra de Dios y no se conoce a sí mismo. Después que una persona es salva, si perece, ¿será porque él mismo quiere perecer? o ¿será debido a la tentación del mundo, la seducción del enemigo y el ataque de Satanás? Si un cristiano perece, significa que la lujuria puede arrebatar al hombre de las manos de Dios; significa que el diablo y el mundo pueden arrebatar al hombre de la mano de Dios. El hombre no se va al infierno porque él quiera irse; incluso los pecadores mismos no quieren irse al infierno, sin mencionar los cristianos. Es claro que el hombre está muerto en pecado debido a la obra atadora de los espíritus malignos. Todas las personas del mundo están poseídas por demonios. Todos los pecadores tienen demonios que obran en ellos. Si los creyentes pueden ser arrebatados de la mano del Padre, entonces quiere decir que los espíritus malignos son mayores que el Padre de toda la creación. Aquí tenemos una oveja en la mano del Padre de todos. Si no hay nada que sea mayor que el Padre de todos, entonces no existe la posibilidad de que esta oveja sea arrebatada. Además, es imposible que incluso nosotros escapemos, debido a que nosotros somos parte de todas las cosas. El Señor Jesús dijo: “Mi Padre es mayor que todos”. Usted no puede apartarse de todas las cosas.
Gracias a Dios que el versículo 28 nos muestra la mano del Señor Jesús, y el versículo 29 nos muestra la mano del Padre. El versículo 28 nos habla acerca de la mano del Pastor. Esto no es un asunto de la ley, ni un asunto de maldición, ni un asunto de misericordia, sino un asunto de ser guardados por la mano del Señor. El versículo 29 dice que la mano del Padre es mayor y más poderosa que todo. Debemos considerarnos firmemente sostenidos por las dos manos: la mano del Padre y la mano del Pastor.
No mucho tiempo después de que creí en el Señor, el hermano Leland Wang y yo fuimos a escuchar un mensaje en Jiang Wan. El predicador dijo que los cristianos debemos ser fervientes. Debemos predicar el evangelio y servir al Señor; de otra manera seremos soltados. Después del mensaje, le pregunté al hermano Wang: “Cuándo piensa usted que será soltado?” El dijo: “Me temo que seré soltado en esta noche”. Yo dije: “Sí, yo también me temo que esta noche seré soltado. Si me sueltan, iré al infierno”. Además dije: “Si podemos ser soltados, ¿cuál es la ventaja de exhortar a las personas a que crean en Jesús?” El estuvo de acuerdo y dijo: “Ni siquiera puedo comer esta noche”. Yo dije que no solamente no podríamos comer esa noche, tampoco podríamos dormir. Los del mundo no conocen el peligro de la muerte eterna; ellos aún pueden comer y dormir. Nosotros sí conocemos el peligro de la muerte eterna; sabemos que somos como paja en el viento. ¿Cómo podemos no preocuparnos? Esta fue mi historia antes de que conociera este aspecto de la verdad.
Gracias a Dios que mi Padre es quien guarda mi salvación. Mi Señor es quien guarda mi salvación por mi. Por lo tanto, yo sé que estoy muy seguro. Hace doce años estuve en el sureste de Asia. En una ocasión iba manejando una bicicleta en un gran bosque, en camino para predicar el evangelio. En el bosque vi a una mona que llevaba en su espalda a muchos monos pequeños encimados el uno sobre el otro. Parecían como las pirámides humanas que se ven en los espectáculos acrobáticos. La madre que llevaba a los pequeños corría entre los árboles. A menudo, ella tenía que brincar de un árbol a otro, habiendo gran distancia entre ellos. La madre mona brincaba y se asía de la rama de otro árbol. Después de columpiarse un poco, los pequeños monos se caían de la espalda de la madre al suelo. La madre se bajaba al suelo y permitía que los pequeños monos se subieran y se apilaran de nuevo en su espalda. Ese día los observé por cerca de dos o tres horas. Me intrigaron bastante.
Hace dos meses aproximadamente, estuve en Kunming. Allí estaba el Sr. Lin quien tenía una gata en su casa. La gata dio a luz tres gatitos. Un día fui a la casa del Sr. Lin y no estaban ni el Sr. ni la Sra. Lin. Así que me fui a ver a los gatos. Me puse a jugar con ellos y los acaricié. La gata tomó a los gatitos con su boca y salió corriendo. No soltó a ninguno de ellos. La salvación de Dios con respecto a nosotros no es como la mona que llevaba a sus monitos; no tenemos que asirnos a El como los pequeños monos que se sostenían de su madre en sus fuerzas. Si así fuera y si las ramas fueran un poco suaves, unas cuantas columpiadas y nos caeríamos. La salvación de Dios con respecto a nosotros es como la gata que sostiene a sus gatitos con su boca. No importa cuánto corra El, no nos soltaremos. Así es como Dios nos guarda. Si usted quiere asirse de Dios, se cansará. En tres o cinco años o incluso en menos tiempo, usted será soltado. Agradecemos a Dios porque nos sostiene.
Finalmente, leamos Romanos 8. Anoche leímos el capítulo ocho, versículo 30. Vimos cinco eslabones. No hay diferencia en importancia entre estos cinco eslabones. Vimos que todos los que fueron justificados, serán glorificados. Aquí glorificación, en el idioma original, está en tiempo pasado. Dios es un Dios eterno. Desde la perspectiva de Dios, todos los que son justificados ya han sido glorificados. Quizás, desde la perspectiva de usted, todavía tenga que esperar mil años para su glorificación, pero desde la perspectiva de Dios, en Su propósito y en Su plan, ya es historia. Por lo tanto, El dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó”. Dios ya los ha glorificado y ellos ya han sido glorificados. ¡Aleluya! La historia ya se ha escrito. ¿Cómo puede estar equivocada? Su historia futura ya ha sido escrita y no hay manera de que usted la cambie. Puesto que Dios ha completado el escrito de su historia futura y los eventos futuros, El ha determinado llevarla a cabo por usted.
Debido a esto, el principio del versículo 31 dice: “¿Qué, pues, diremos a esto?” Si todos los que han sido justificados serán glorificados, ¿qué pues, diremos a esto? No debemos decir nada. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Dios ya lo ha decidido. ¿Cómo puede el hombre oponerse a esto? “El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con El todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Aquí Dios está preguntando, gritándole a todo el mundo: “¿Quién lo hará?” Pablo hace la pregunta “¿quién…” cuatro veces. “¿Quién estará en contra de nosotros?” “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” “¿Quién es el que condenará?” y “¿quién nos separará del amor de Cristo?” Pablo sabía que no existe posibilidad para ninguna de estas cosas.
Pablo no dijo: “¿Quién hará que no amemos a Cristo?” A menudo no amamos a Cristo. Muchas veces nuestro amor a Cristo es débil debido a que es distraído por el mundo. Tal vez no amemos a Cristo, pero ¿quién hará que Cristo no nos ame? Ya sea tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada, ninguna de estas cosas puede separarnos del amor de Cristo.
El versículo 37 dice: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. No es por medio de nuestro amor hacia el Señor, sino por medio del amor del Señor hacia nosotros. Si es por medio de nuestro amor hacia El, no tenemos esperanza. Si es por medio de que Dios nos ame, entonces “en todas estas cosas somos más que vencedores … Por lo cual estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni potestades, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Esto clara y definitivamente nos muestra que una vez que Dios nos ha dado Su salvación, es nuestra eternamente. Nadie puede anular este hecho. Estas palabras son demasiado altas, amplias y profundas.
Que Dios nos muestre que todo lo que El hace, lo hace de manera completa. Dios es el Alfa y la Omega. El nunca se detiene hasta que la obra se termine.