El Evangelio de Dios | Watchman nee
LA SALVACIÓN ES ETERNA RAZONES POSITIVAS
CAPÍTULO QUINCE
LA SALVACIÓN ES ETERNA: RAZONES POSITIVAS
(1)
En los últimos mensajes, primeramente vimos que existe una diferencia entre el pecado y los pecados en el hombre. Vimos la manera en que Dios nos ama y nos da Su gracia, la manera en que Su gracia se manifiesta en Su justicia, la manera en que el Señor Jesús llevó a cabo toda la obra por nosotros y lo que cumplieron Su muerte y Su resurrección. Además, vimos cómo el hombre puede recibir la salvación de Dios. El hombre no recibe la salvación de Dios por medio de la ley, las buenas obras, la confesión, la oración ni por medio de ninguna otra cosa. En el último mensaje vimos la manera de creer y lo que es la fe. En este mensaje continuaremos con nuestro estudio.
La Biblia nos muestra que la duración de la salvación de Dios es eterna, no es temporal. En otras palabras, la salvación de Dios es dada al hombre eternamente, en vez de temporalmente. Una vez que un cristiano es salvo no existe la posibilidad de que perezca. No digo que no haya castigo para un cristiano una vez que es salvo. Tampoco estoy diciendo que no habrá juicio o pérdida de la recompensa si un cristiano no es fiel en la obra del Señor después de ser salvo. Un cristiano puede recibir la disciplina del Señor en esta era y también puede ser castigado en el milenio. No estoy diciendo que un pecador será disciplinado. Lo que digo es que un creyente cuya obra no es aprobada por el Señor perderá su recompensa en el momento del tribunal de Cristo. Si un creyente hoy en día tiene pecados de los cuales no se ha arrepentido en esta era, es seguro que recibirá un castigo en el reino venidero. Todas éstas son verdades mencionadas en la Biblia.
Por el otro lado, la Biblia nos muestra que después de que un cristiano es salvo, no hay posibilidad de que se pierda de nuevo. En otras palabras, una vez que hemos sido salvos delante de Dios somos salvos eternamente. El hombre siempre ha pensado que aunque es salvo, no sabe si en determinado momento llegará a perder la salvación. Dios dice que hemos pasado de muerte a vida (Jn. 5:24). Sin embargo, nos preguntamos qué posibilidad hay de pasar de nuevo a la muerte estando en la vida. Dios dice que no pereceremos, sino que tenemos vida eterna (3:16). Nos preguntamos si pereceremos y no tenemos vida eterna. No sabemos si nuestra salvación delante de Dios puede perderse. Sin embargo, después de leer cuidadosamente la Palabra de Dios, vemos que una vez que una persona es salva, es eternamente salva. Queremos considerar este asunto desde dos lados. Primero, queremos considerarlo desde el lado positivo. Más adelante, lo consideraremos desde el lado negativo.
En este mensaje queremos ver en la Biblia cómo es que la salvación de Dios es eterna. Si la salvación de Dios se pudiera perder, ¿qué sucedería con el hombre? Después consideraremos este asunto desde el punto de vista negativo. Analizaremos versículo por versículo todas las porciones de la Escritura que aparentemente hablan de que la salvación no es eterna y de que se puede perderla. Veremos si la salvación que hemos obtenido de Dios puede perderse o no. En este mensaje consideraremos lo que se menciona en el aspecto positivo. Debemos ver claramente si la Biblia dice o no, que podemos perder la salvación que hemos recibido.
LA GRACIA Y EL AMOR DE DIOS
Ya hemos mencionado anteriormente lo que es la gracia. Todos los lectores del Nuevo Testamento saben que somos salvos por la gracia. Nadie se equivocaría tanto para decir que la salvación viene por medio de la ley y no por medio de la gracia. Si un hombre dice que una persona es salva por medio de la ley y no por gracia, él nunca ha leído el Nuevo Testamento. Esta luz es muy grande en el Nuevo Testamento. Hay algunas cosas que podemos dejar pasar fácilmente. Pero, por la importancia que tiene este asunto, nunca lo podríamos dejar pasar. Si es gracia, entonces nunca podemos ser deudores delante de Dios. Si a otros les muestro gracia no puedo esperar ningún pago. Si existe el pensamiento de un pago, o si espero que en algún momento se me pague esto, sería entonces un préstamo y no gracia. Si a usted le doy algo con la esperanza de que algún día me lo regrese, esto no es gracia. Si Dios nos da Su gracia hoy en día, con la esperanza de que más adelante le hagamos buenas obras, tampoco es gracia. Con respecto a la gracia no existe devolución en lo absoluto.
¿Qué dice la Biblia acerca de la manera de recibir vida eterna? El don de Dios es vida eterna en Cristo (Ro. 6:23). Por lo tanto, la vida eterna que hemos recibido no puede perderse. ¿Qué es un don? Un don es un regalo de Dios. Es algo que Dios nos da. Si alguien le da algo a usted, ¿puede pedirle que se lo devuelva? No somos niños del jardín de la infancia, que hoy dan a otros un dulce y mañana piden que se lo regrese. Un don es algo que se da gratuitamente. Si nuestra salvación puede perderse, Romanos 6:23 tendría que decir: “El préstamo de Dios es vida eterna en Cristo”. Un préstamo puede ser reclamado, sin embargo, algo que se regala no puede ser reclamado. Una vez que se regala, se regala para siempre. Si se nos da la vida eterna en Cristo, entonces ésta no puede ser reclamada. La palabra dádiva, en el idioma original claramente indica que es algo que se da gratuitamente; ésta no puede ser reclamada. Si no puede ser reclamada, entonces no hay posibilidad de que perdamos el don.
La Biblia claramente nos muestra que el don de Dios es sin arrepentimiento. La vida eterna es un punto importante del don de Dios. La salvación es también un punto importante del don de Dios. Aparte de esto hay muchas otras cosas incluidas en el don de Dios. El don de Dios se da sin arrepentimiento. Si no hay arrepentimiento ¿cómo puede Dios reclamarlo? Para reclamarlo primero debe haber arrepentimiento. Sin ningún arrepentimiento, nunca puede haber ningún reclamo. Al mismo tiempo, si hay alguna reclamación, deja de ser un don. Con respecto a la dádiva, no existe la reclamación. ¿Puedo decir que doy algo a alguien y luego mañana le pido que me lo devuelva? No puedo hacer eso. Si se da algo, entonces no puede reclamarse.
Dios no es como nosotros, quienes nos tambaleamos y cambiamos frecuentemente. El no es de una manera hoy y de otra mañana. Una vez que Dios nos dé algo, El nunca nos pedirá que lo devolvamos. Por lo tanto, con respecto al carácter de Dios, puesto que la salvación se nos da como un don y no como un préstamo, tenemos que admitir que ésta es eterna. Damos gracias al Señor y le alabamos porque Dios nunca toma prestado ni nunca presta. Él nunca espera que se le pague, El simplemente da. Dios es grandioso. No solamente nunca toma prestado o presta, El tampoco vende. Dios nos salvó por gracia. Dios es tan grande que El no puede vender, tomar prestado o prestar nada. El es tan grande que El simplemente puede dar. Así que, vemos que el don de Dios es vida eterna.
¿Por qué Dios tiene que darnos vida eterna? ¿Por qué El tiene que darnos el don en Su Hijo? La mayoría de los cristianos probablemente ha leído Juan 3:16 que dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. ¿Por qué Dios dio a Su Hijo al mundo? Es porque nos ama. ¿Por qué Dios nos dio vida eterna? También es porque nos ama. Si cuando aún éramos pecadores, Dios nos amó a tal grado que nos dio la vida de Su Hijo, ¿es posible que después de haber llegado a ser cristianos y nos encontramos debilitados y privados de la gloria de Dios, El nos rechace? Si el Hijo de Dios puedo morir por nosotros en la cruz mientras todavía éramos pecadores, ¿puede El rechazar amarnos hoy en día después de que hemos creído en El simplemente porque estemos un poco débiles? Si el amor de Dios no puede cambiar, entonces tampoco existe la posibilidad de que Su gracia cambie. Anteriormente, El estuvo dispuesto a dar a Su Hijo unigénito para que muriera por nuestros pecados y también tuvo un amor tan grande por nosotros. ¿Significa esto que desde que El mostró tal amor por nosotros, El ha cambiado completamente? ¿Significa esto que ahora que hemos llegado a ser cristianos, El ha decidido arrojarnos al infierno y no amarnos más? Desde el punto de vista humano, si El previamente nos amó tanto que murió en la cruz por nosotros, ¿cómo puede El cambiar así hoy en día? ¿Cómo podemos dejar de ser salvos? Esto es imposible.
Esto no sólo es imposible según la lógica humana, sino que la Palabra de Dios también dice lo mismo. Juan 13:1 dice: “Jesús … habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Así que, no existe variación en el amor con que Dios ama al hombre. Así como Su corazón estaba lleno de amor por nosotros cuando fue a la cruz, de la misma manera, Dios todavía nos ama hoy en día. Su amor no ha cambiado. Su gracia tampoco ha cambiado. Si nosotros pensamos que existe la posibilidad de que la salvación y la vida eterna se pierdan, entonces tenemos que llegar a la conclusión de que existe la posibilidad de que el amor de Dios cambie. Sin embargo, ¡esto es imposible! Si la fuente no cambia, entonces el fluir nunca cambiará. Si la vida no cambia, entonces el fruto producido no puede cambiar. Debemos conocer el corazón de Dios. Debemos comprender que Dios no puede pedir que se le devuelva a Su Hijo. Romanos 8:22 indica que puesto que Dios nos dio gratuitamente Su Hijo, no puede reclamarlo. ¿Qué piensa usted que es más grande, el Hijo de Dios o nuestra salvación? ¿Tiene más valor el Hijo de Dios o tiene más la vida que hemos recibido? Debido a que somos carnales, pensamos que el Salvador no es tan importante. Mientras tengamos vida, todo está bien. No estemos tan preocupados con respecto al Salvador. Sin embargo, a los ojos de Dios, el Salvador tiene más valor. El es más precioso que nuestra vida. El Hijo de Dios es más precioso que la vida que hemos recibido. Por lo tanto, Romanos 8:32 nos dice que si Dios no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con El todas las cosas? Si Dios está dispuesto a dar a Su propio Hijo por nuestros pecados y si El está dispuesto a darnos a Su Hijo gratuitamente, ¿consideraría El quitarnos la vida eterna después de cierta consideración? Supongamos que un hermano me debe diez mil dólares y no puede pagar esa cantidad. Si soy un hombre rico, tal vez le diga: “Usted no puede pagar su deuda. Sin embargo, tengo gracia. Aquí están diez mil dólares. Tómelos para que pague su deuda”. Después de esto, tenemos que tomar un tranvía para ir al muelle. El boleto del tranvía cuesta ocho centavos por persona, sin embargo, él solamente tiene siete centavos. Quizá él me diga: “¿Puede usted darme el centavo que me falta?” Yo no sólo tengo muchos más centavos, sino también cheques y dinero en efectivo. Sin embargo, le pido que me regrese el dinero y le digo que él debe pagar primero el centavo. ¿No le extrañaría si yo hiciera esto? Ayer, le di diez mil dólares. Ahora no le dejo ir por un centavo. ¿Qué es esto? Usted tal vez diría que tengo fiebre y que estoy enfermo. ¿Por qué no me preocupo por los diez mil dólares y sin embargo, estoy preocupado por un centavo? Si Dios nos ha dado a Su Hijo unigénito mediante Su gran amor, ¿argumentará con nosotros acerca de la salvación que hemos recibido? Debemos recordar que la diferencia entre un centavo y diez mil dólares es mucho menos que la diferencia entre la vida y el Salvador, entre la vida y el Señor de la vida, y entre la salvación que hemos recibido y el Hijo unigénito de Dios. Puesto que Dios nos ha dado a Su Hijo unigénito, ¿cómo puede pedir que se le devuelva la salvación? El hecho de que el hombre tenga tal pensamiento no solamente es ignorancia y falta de entendimiento acerca de la gracia y el amor de Dios, sino una completa locura. Solamente los que no están claros o que están dementes dirían tal cosa.
Gracias a Dios que El nos ha dado a Su Hijo, El no lo reclamará. Además de Su Hijo, El nos ha dado muchas otras cosas, tales como la vida eterna y la salvación. Dios nos ha dado a Su Hijo y también nos ha dado la vida eterna. Si El no puede reclamar a Su Hijo, entonces tampoco puede reclamar la vida eterna que hemos recibido. Así que, según la gracia de Dios, es imposible perder la salvación y la vida que hemos recibido. Esta es la palabra clara de Dios dada a nosotros.
DIOS NOS SALVA CON UN PLAN
En segundo lugar, ¿fue nuestra salvación un accidente o una acción deliberada por parte de Dios? ¿Es la salvación de Dios como los dos centavos que un hombre da a un mendigo, cuando cruza con éste en la calle? o ¿Dios a propósito trata de hallar un hombre a quien El puede darle dinero? ¿Es la salvación de Dios un accidente o concuerda con un plan definido? Los que no entienden la salvación, quizá piensen que la salvación de Dios es un accidente. Sin embargo, todos aquellos que entienden la Biblia y que conocen a Dios comprenden que la salvación no es un accidente. Más bien, fue planeada hace mucho según un plan definido. Romanos 8:29 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo”. El versículo 30, una sección parentética, dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. La salvación de la cual estamos hablando involucra todas las cosas mencionadas en los versículos 29 y 30. La historia de nuestra salvación comienza con la justificación mencionada en el versículo 30. Fuimos salvos en el momento en que fuimos justificados. Solamente sabemos que hemos creído en Jesús y que hemos sido salvos y justificados. Pensamos que la justificación es nuestro primer encuentro con Dios. Pensamos que la primera vez que tocamos a Dios en nuestra vida fue cuando fuimos justificados. Sin embargo, la Biblia dice que Dios nos tocó hace mucho tiempo. El nos conoció hace mucho. Nuestra justificación viene después. Dios nos conoció primero.
Algunos han dicho que Romanos 8:29-30 es la única cadena mencionada en toda la Biblia. Es una cadena de diferentes eslabones unidos. Es una cadena muy preciosa y completa. El primer eslabón de esta cadena es la presciencia de Dios con respecto al hombre. El segundo eslabón es la predestinación para ser conformado a la imagen de Su Hijo. El tercer eslabón es el llamamiento de aquellos que han sido predestinados. El cuarto eslabón es la justificación de aquellos que han sido llamados. El quinto eslabón es la glorificación de aquellos que han sido justificados. Esta es una serie de eslabones entrelazados unos con los otros. Pensamos que primero conocimos a Dios cuando fuimos salvos y justificados. Sin embargo, la Biblia nos dice que antes de que fuéramos salvos y justificados, Dios ya nos conocía. A los que Dios conoció hace mucho, los marcó. Ser marcado significa tener una marca de aprobación junto a nuestro nombre, lo cual indica que El nos ha reclamado para Sí mismo. Fuimos marcados así para que fuéramos como Su Hijo unigénito, Jesucristo. Dios no solamente quiere un Hijo, Jesucristo; El vino para marcarnos, para que fuéramos idénticos a Su Hijo. Los que fueron marcados, son llamados. Los que son llamados, son los conocidos por El. Dios llamó a quienes conoció y marcó. Después de llamarlos, los justificó.
Si la justificación es la primera etapa de la relación de un cristiano con Dios, entonces no importa mucho si no es justificado en el futuro. Si tomo dos centavos hoy y mañana los arrojo al fuego, no me importa mucho. Por supuesto, no ser justificado es una pérdida por parte del hombre. Sin embargo, Dios no pierde nada. No obstante, tenemos que saber que la historia de nuestra relación con Dios no empieza con la justificación y la salvación. Más bien, comienza con la presciencia de Dios. La presciencia de Dios es el comienzo de todo. Ser marcados es el segundo paso. Luego, ser llamados es el tercer paso. Solamente después del tercer paso tenemos justificación. Si fuésemos a perder nuestra justificación y venir a ser pecadores de nuevo, pondríamos en duda la omnisciencia de Dios. Puesto que Dios nos conoció de antemano y nos marcó, ¿cómo podemos todavía perecer después de que somos salvos? Una persona predestinada por Dios nunca puede ser arrojada al lago de fuego y quemarse como un pedazo de madera.
Para nosotros es muy sencillo hacer una decisión ya que cambiamos con facilidad. Podemos estar un minuto en el cielo y el siguiente minuto en el infierno. Es posible que cambiemos una vez al día durante los 365 días del año. Pero, puesto que Dios es Dios, Su presciencia y Su predestinación no pueden cambiar. El Dios que conocemos y a quien adoramos no puede cambiar lo que ha decidido. Puesto que El tiene la presciencia, la predestinación, y el llamamiento, nuestra justificación es eterna. Es algo insignificante que perdamos nuestra justificación. Sin embargo, para Dios es algo muy grande que pierda Su presciencia. Que nosotros perdamos nuestra justificación, no significa mucho. Sin embargo, que Dios tenga un error en conocernos de antemano y llamarnos es un asunto muy serio. Dios no puede anular la justificación sin afectar Su presciencia, predestinación y llamamiento. Si usted quita un eslabón, los otros tres eslabones no se sostendrán. Si nuestra salvación se pierde, la presciencia de Dios, la predestinación y el llamamiento son negados.
Además, hay otra cosa. El Señor dice: “y a los que justificó, a éstos también glorificó” (v. 30). A menos que Dios traiga a la gloria a los que justificó, Su obra es incompleta. Si no podemos entrar en el cielo nuevo y en la tierra nueva y si no podemos entrar en la gloria eterna, la obra de Dios no es completa. El último eslabón de la obra de Dios es la gloria. Hasta que estemos en la gloria, la obra de Dios no será completa. Esta es la Palabra de Dios. ¿Qué va usted a hacer con ella? No podemos hacerla a un lado. Dios dice que los justificados entrarán en la gloria incondicionalmente. No dice que los justificados entrarán en la gloria si hacen buenas obras. El no dice que aquellos cuyas obras son aprobadas pueden entrar en la gloria. Tampoco dice Dios que a los que justificó también deben ser considerados salvos por el hombre antes de que puedan entrar en la gloria. No existen tales condiciones. Todas las cosas que se mencionan aquí están relacionadas con Dios. Dios es Aquel que nos conoció de antemano, nos predestinó, nos destinó para que fuéramos como Su Hijo y hechos conforme a la imagen del Hijo de Dios, y Aquel que nos llamó y nos justificó. También es Aquel que nos introducirá a nosotros, los que hemos sido justificados, en la gloria. De nuevo digo, Dios es Aquel que nos introducirá en el cielo nuevo y la tierra nueva para que heredemos la gloria eterna.
En la Biblia, ¿cuál eslabón es el más grande? Algunos dicen que la gloria es el más grande. Otros dicen que la presencia es el más grande. En realidad no existe diferencia entre ellos, cada uno es igual. No podemos decir que uno es más importante que otro. Todos los que Dios conoció de antemano, los marcó. Todos los que Dios marcó, los llamó. Todos los que Dios llamó, los justificó, y todos los que han sido justificados entrarán en la gloria. ¡Aleluya! ¿Puede Dios conocer de antemano a cien para que sean salvos y sin embargo, marcar sólo a noventa, llamar sólo a ochenta, justificar sólo a cincuenta e introducir a la gloria sólo a diez? Dios no puede cambiar. Es imposible marcar a muchos y llamar sólo unos cuántos. Recordemos que las palabras “a los que”, mencionadas en estos versículos conllevan este significado. “A los que” antes conoció, a éstos también predestinó. “A los que” predestinó, a éstos también justificó. “A los que” justificó, a éstos también glorificó. La expresión “a los que” une a los cinco eslabones. En el idioma original, las palabras “a éstos” significa “a éstas personas”. Así que, a los que antes conoció, a éstas personas también marcó. A los que marcó, a éstas mismas personas también llamó. A los que llamó, a éstas personas también justificó. A los que justificó, a éstas personas también glorificó. No podemos carecer de ninguno de estos puntos. Todos estos son obras de Dios. Si fueran nuestras obras, salvaríamos a algunos por error ya que no sabemos quienes deberían ser salvos. Sin embargo, si son obras de Dios, no puede haber error. Si no conocemos a Dios y Sus obras, quizás pensemos que aún existe la posibilidad de perder a algunas personas. Pero si conocemos a Dios y Sus obras, comprenderemos que nadie puede ser quitado o añadido.
La Biblia dice que Dios es eterno; El no es como nosotros, quienes tenemos principio pero carecemos de un final. Dios dice que El es el principio y el fin, el Alfa y la Omega (Ap. 22:13). Con respecto a nosotros, a veces tenemos un principio sin fin. En otras ocasiones tenemos un buen fin, sin embargo, no sabemos cómo tener un buen principio. Pero Dios es el principio y el fin. La obra de Dios no puede detenerse a la mitad. Si la salvación es solamente el resultado de nuestra obra, entonces fallar con respecto a la salvación simplemente significa que nos hemos detenido a medio camino. Sin embargo, sabemos que la salvación es la obra de Dios. Dios es quien nos ha salvado. Por lo tanto, si no podemos ser salvos al máximo, esto no significa que nos hemos detenido a medio camino, sino que Dios lo ha hecho. Indudablemente, nunca podríamos imaginarnos que Dios pueda detenerse a medio camino.
Filipenses 1:6 dice que Dios comenzó una buena obra en nosotros. Puesto que Dios la ha iniciado y El mismo nos ha dado la salvación, El tiene que completar esta obra hasta el día de Cristo Jesús. Debemos recordar que la obra de Dios nunca se queda a medias. El completará esta obra hasta el día de Cristo Jesús, es decir, hasta que Dios nos glorifique. Con esto podemos ver el alcance que tiene la Palabra de Dios, cuán amplia es, cuánto dura y cuán profundas son sus raíces. El versículo 6 dice: “Confiando en esto, que el que comenzó en vosotros una buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. Si Dios inicia algo, tiene que terminarlo. Si Dios no estuviera dispuesto a salvarnos, allí terminaría todo. Sin embargo, si el deseo de Dios es salvarnos, no habrá manera de que no seamos salvos. Por lo tanto podemos decir: “Dios, te agradecemos y te alabamos, ya que nuestra salvación es eternamente segura”. Si de nosotros depende seguirla, fallaremos. La obra de seguirla es llevada a cabo por El, la obra de preservación también es llevada a cabo por El. Nosotros nunca podemos seguir lo que El ha iniciado.
Cuando estuve en la escuela, tenía que practicar caligrafía china. En muchas ocasiones no lo hacía por perezoso, así que les pedía a algunos de mis compañeros que eran buenos para esto, que lo hicieran por mí. Por supuesto, más tarde confesé este pecado. Cada semana teníamos que hacer cinco páginas de caligrafía. Todas eran hechas por mis compañeros de clases. En una ocasión, después de que mi compañero había terminado un renglón de caligrafía, lo llamaron. Me dijo que estaba muy ocupado y que yo debía terminar lo que él había comenzado. Cuando tomé el pincel, me di cuenta de que nunca podría continuar lo que él había iniciado. Su caligrafía era tan fina que mis caracteres simplemente no podían igualarla. De la misma manera, la obra de salvación fue comenzada por Dios. El debe ser quien la concluya. Si tuviéramos que concluirla, nunca lo lograríamos. Si la obra de salvación fuera iniciada por Dios y nosotros tuviésemos que continuarla, ninguno de nosotros estaría calificado para ser salvo. Los que quieren continuarla no conocen a Dios ni se conocen a sí mismos. Si lo conocemos, comprenderemos que no hay manera de que terminemos lo que El ha comenzado. Y si en realidad nos conocemos a nosotros mismos, comprenderemos que simplemente no podemos continuar esta obra. Toda la obra de salvación es llevada a cabo por Dios. El mismo nos ha dado la salvación y nos salvará al máximo. Nosotros no hacemos nada para preservar nuestra salvación.
Por lo tanto, aquí vemos dos cosas. Primero, debido a que la naturaleza de la salvación de Dios es la gracia, es imposible que nosotros la perdamos. En segundo lugar, puesto que Dios es Aquel que comenzó la obra y que nos conoció de antemano, nos predestinó, nos llamó, nos justificó, nos salvó y nos introducirá en la gloria, el atributo de Dios se pondría en duda si perdiéramos nuestra salvación.
LA REGENERACIÓN Y LA VIDA ETERNA
El tercer punto que necesitamos considerar es la salvación que Dios nos ha dado. ¿Qué ha hecho Dios por nosotros y qué nos ha dado? Todos sabemos que Dios nos ha dado Su vida. El nos ha regenerado. A todos los que creen en El y que lo reciben se les da potestad de ser hijos de Dios (Jn. 1:12). Somos engendrados por Dios y tenemos la potestad de llegar a ser Sus Hijos (vs. 12-13). Juan 3 dice que hemos nacido de nuevo; el Espíritu Santo es quien nos ha regenerado (v. 6). La primera epístola de Juan nos dice cómo puede ser regenerado el hombre. En 1 Juan 5:1 se dice que todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios. ¿Cómo somos regenerados? Somos regenerados al creer en Jesús quien es el Cristo señalado por Dios. Después de leer los tres versículos anteriores podemos comprender quiénes somos nosotros los cristianos. Nosotros somos los hijos de Dios. Cuando un pecador cree en el Señor Jesús y es salvo, Dios le da una nueva vida. Esto es la regeneración. La Biblia nos muestra al menos en tres o cuatro lugares que ser regenerado es recibir la vida eterna. La Biblia repetidas veces nos muestra que los que reciben la vida eterna son aquellos que han creído, y los que creen tienen vida eterna. Esto se nos muestra repetidamente en el Evangelio de Juan.
Aquí tenemos un problema. Dios nos ha dado vida eterna, pero, ¿qué debemos hacer? Debemos comprender que esto es el principio y el fin. Si no deseo tener ninguna relación con alguien, debo enfocar este problema de una manera u otra. Puesto que la relación humana es bilateral, siempre tiene dos lados. Por lo tanto, evitar tener una relación, también comprende dos lados. En primer lugar, no debe haber un comienzo. Si no hay un comienzo, ni siquiera habrá una relación. En segundo lugar, si la relación termina y muere, en tal caso ya no habrá una relación. Por ejemplo, supongamos que soy un hijo muy malo, un pródigo. Hay dos maneras en que mi padre puede evitar una relación conmigo. En primer lugar, no haberme engendrado nunca. Si no existiera un comienzo, no habría relación entre él y yo. Pero, si ya hubo un comienzo, entonces él ya no puede usar la primer manera. En tal caso, él sólo puede esperar cada día hasta que yo muera. Cuando yo muera, mi relación con él se terminará. Si no nazco de él, no tengo nada que ver con él. Si muero tampoco tengo nada que ver con él.
¿Qué sucedió entre Dios y nosotros? Dios nos ha engendrado. En el momento en que creímos en Jesús, Dios nos engendró con Su Espíritu y con Su propia vida. Hemos llegado a ser los hijos de Dios. ¿Puede ser cortada esta relación? Si usted tiene un hijo que es malo, desordenado y rebelde, usted lo puede desheredar legalmente. Sin embargo, el hecho de que usted lo ha engendrado todavía queda. En realidad él todavía es su hijo. Dios nos ha engendrado. ¿Puede El decir que no nos ha engendrado? Aun si volvemos peores que ahora, de todos modos El nos engendró. Aunque nuestro padre humano nos niegue, éste nos engendró. Nadie puede negar el hecho del engendramiento. Un hijo bueno es engendrado por su padre. Un hijo malo es también engendrado por su padre.
Nadie puede anular esta relación. Por lo tanto, cuando Dios nos justificó, no lo hizo como si nos lo hubiera dado algo y luego nos despidiera. El dijo que nos ha engendrado. Dios está en el Espíritu y nosotros también estamos en el espíritu. Dios y nosotros tenemos una relación familiar. El es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos. Esto es lo que Dios mismo ha dicho. El nos ha dado potestad de llegar a ser hijos de Dios. El nos ha dado vida eterna. Somos hijos de Dios por potestad. Ese es el comienzo.
Entonces ¿qué puede hacer Dios ahora? Solamente puede esperar que muramos. Sin embargo, lo extraño es que nuestra relación con El comienza con la regeneración y termina con vida eterna. Dios no solamente nos ha engendrado, El también nos ha dado vida eterna. Si Dios hubiera iniciado la obra pero no hubiera sido capaz de completarla, estaríamos acabados. En tal caso, no podríamos ser salvos. En cuanto a la vida eterna que hemos recibido de Dios, es imposible que Dios no nos salve. Gracias al Señor que El nos ha regenerado y nos ha dado vida eterna, la cual es la vida de Su Hijo. Si hoy en día existe un hombre que piensa que un cristiano puede perecer de nuevo si éste llega a debilitarse y que solamente un buen hijo tendrá vida eterna, mientras que un mal hijo perecerá, este hombre no conoce lo que es la salvación de Dios. Quizá piense que el Señor es un cobrador, que viene a cobrar la vida eterna y la redención. Si hacemos bien, las podemos conservar. Si no hacemos bien, El las recogerá. Esta no es la salvación de Dios. El comienzo tiene que ser de El. La continuación también tiene que ser de El. Ya que Dios nos ha dado la salvación, ¿cómo podemos perderla de nuevo? Puesto que Dios ha iniciado esta relación, y la vida que recibimos es una vida eterna que nunca puede dejar de existir, nunca podemos perecer de nuevo.
Dios nos dio otro tipo en la Biblia para mostrarnos que nunca podemos perder nuestra salvación una vez que la hayamos recibido de Dios. Génesis 3 es un pasaje que nos es muy familiar. Nos dice cómo Adán cometió pecado. Después de que Adán comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, Dios lo echó fuera del huerto de Edén y guardó el camino al árbol de la vida con querubines y con una espada encendida que se revolvía por todos lados (v. 24). ¿Por qué Dios tuvo que guardar la entrada al árbol de la vida con la espada encendida y los querubines? ¿Por qué no permitió que Adán comiera del fruto del árbol de la vida? Génesis 3:22 dice: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”. Aquí vemos un cuadro. Todos sabemos que el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal representa la independencia con respecto a Dios. El fruto del árbol de la vida, por otro lado, representa la vida, es decir, la vida dada a nosotros por el Hijo de Dios. Después de que Adán pecó, Dios tuvo miedo de que Adán comiera del fruto del árbol de la vida, ya que si lo comía, él viviría para siempre. Si Adán todavía pudiera morir después de comer el fruto del árbol de la vida, entonces, ¿por qué Dios tuvo que esforzarse tanto? ¿Por qué tuvo que guardar el camino al árbol de la vida con los querubines y con la espada encendida? Dios hizo esto porque tenía miedo de que Adán viviera para siempre si lo comía.
Nosotros somos los redimidos. Lo que hemos comido no es el fruto del árbol de la vida, el cual solamente es un tipo. Hemos comido la vida misma. ¿Todavía podemos morir? Si Adán no podía morir después de haber comido un fruto simbólico, ¿cómo podemos nosotros morir ya que hemos sido lavados por la sangre del Señor Jesús, ya que hemos comido del árbol de la vida misma y recibido la vida eterna? Adán recibió el árbol de la vida como un tipo, mientras que nosotros hemos recibido lo que el árbol de la vida tipifica. ¿Cómo es posible que podamos morir? Solamente aquellos que no saben lo que es la regeneración y lo que es la vida eterna dicen que se puede perder la salvación. Gracias al Señor que la vida eterna es un hecho que nunca puede ser anulado. Es una historia que nunca puede ser borrada. Es por esto que podemos vivir delante de Dios. ¡Qué gracia Dios nos ha concedido! La relación entre Dios y nosotros es tal que enfáticamente podemos decir que ningún poder sobre la tierra puede separarnos de El. Aun si Dios no estuviera complacido con esto, El no podría anular esta relación.
NOSOTROS SOMOS LOS MIEMBROS DE CRISTO
Veamos ahora el cuarto punto. Cuando fuimos salvos, Dios no solamente nos regeneró y nos dio vida eterna, sino que nos hizo un espíritu con el Señor. En 1 Corintios se nos dice que no solamente hemos llegado a ser un espíritu con Cristo, sino que hemos llegado a ser miembros de Su Cuerpo (12:27). En 1 Corintios 6:15 también dice lo mismo, esto es, que nuestros cuerpos son los miembros de Cristo. Por consiguiente, cuando un incrédulo es salvo, no solamente recibe de Dios la regeneración y la vida eterna, sino que también es unido al Cuerpo de Cristo para ser un miembro del Cuerpo de Cristo. La Biblia dice que somos el Cuerpo de Cristo.
Si Dios nos salva uno por uno en Cristo, y si Cristo murió por nosotros, lavó nuestros pecados, nos dio vida eterna e hizo que tuviéramos una relación de vida con El, para llegar a ser sus miembros, ¿cuál es nuestro fin? La salvación incluye ser un miembro del Cuerpo de Cristo. Si fuésemos a perecer ¿cuál sería el fin? El fin sería que el Cuerpo de Cristo sería mutilado. A este Cuerpo o le faltaría un oído o parte de la nariz. Le faltaría un dedo de las manos o del pie. El Cuerpo de Cristo es una verdad bien definida en la Biblia, es algo concreto. Si hemos llegado a ser un Cuerpo con Cristo después de haber sido salvos, la pérdida de una sola persona significaría que se habría perdido una parte del Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo de Cristo estaría mutilado.
Una vez una mujer negra que era esclava estaba trabajando en la casa de una familia blanca. La señora de la casa era una cristiana nominal, y la mujer negra era una creyente genuina. Durante todo el día la esclava cantaba alegremente. La señora se molestó tanto por el regocijo de la esclava que no pudo contenerse de preguntarle la razón por la cual estaba tan feliz. La mujer le dijo: “¿No sabe usted que Dios ha enviado a Su Hijo, Jesucristo, para lavarnos de nuestros pecados? ¿No sabe usted que estaremos con Dios en el futuro? ¿Por qué, entonces, no debo estar gozosa?” La señora le preguntó: “¿Cómo sabes que estarás con Dios en el futuro? ¿Qué sucede si te pierdes? La esclava le dijo: ”El Señor Jesús nos dijo que el Padre mayor que todos es. Estoy en manos de mi Padre. Estas manos me sostienen y me guardan. ¿Cómo puedo perderme?» La señora pensó por un momento y luego dijo: “¡Eres una insensata! Si Dios es mayor que todo, cuán largas serían Sus manos. Si las cosas pueden resbalarse por tus dedos, entonces también las cosas pueden resbalarse a través de los Suyos. Puesto que Sus manos son tan grandes, el espacio entre Sus dedos también debe ser muy amplio. Si tú te resbalas a través de Sus dedos, El ni siquiera lo notaría. Tú insistes que Sus manos te protegerán. Sin embargo, Dios es tan grande, y tú eres tan pequeña. No existe comparación entre tú y Dios. Si tú te caes de Su mano, El no lo notará”. La mujer contestó: “Señora usted no me entiende. No solamente estoy en Su mano, sino que soy un dedo pequeño de Su mano. Si sólo estuviera en Su mano, El quizá no notaría cuando me cayera. Pero si soy un dedo pequeño de la mano de Dios, ¿cómo podría caerme? Si un hombre ha creído y ha llegado a ser un cristiano, él es un miembro del Cuerpo de Cristo y un dedo pequeño de la mano de Dios. Si yo soy un miembro del Cuerpo de Cristo, Dios nunca permitiría que yo, un miembro Suyo, me caiga. Hoy en día, doy gracias al Señor porque nunca me caeré.
En 1 Corintios 12 dice que si un miembro del Cuerpo padece, todos los miembros se duelen con él (v. 26). No puede dolernos un dedo sin afectar a los otros miembros. Si cada creyente es un miembro del Cuerpo de Cristo, entonces si un día alguno de nosotros sufriera en el infierno, todos los demás en el cielo sentirían el daño. Si una persona perece, entonces todo cristiano tendrá que perecer también. Esta es la unidad del Cuerpo de Cristo.
No sólo 1 Corintios nos dice que somos miembros del Cuerpo de Cristo, sino que también lo dicen otros libros del Nuevo Testamento. El libro de Efesios habla acerca del proceso por el cual pasa el Cuerpo de Cristo. También nos dice que somos miembros de Cristo, pero en una manera diferente. En 1 Corintios se habla acerca de la relación y la esfera de los miembros. Efesios habla acerca del futuro de los miembros. Efesios 5:29-30 dice claramente: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida con ternura, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de Su Cuerpo”. Somos los miembros del Cuerpo de Cristo. Leamos los versículos anteriores. Los versículos del 25 al 27 dicen: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, purificándola por lavamiento del agua en la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin defecto”. Si leemos toda esta sección desde el versículo 25 hasta el 30, descubriremos que la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Cristo está lavando la iglesia mediante el agua que está en la palabra. El la lavará continuamente hasta que llegue a ser santa. El fin es presentársela a Sí mismo una iglesia gloriosa. Si algunos de la iglesia se pierden, tendremos un Cuerpo mutilado y no se presentará una iglesia gloriosa. Las personas no permanecerán, mucho menos la iglesia gloriosa. Esta iglesia no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante. ¿Qué significa esto? Efesios 5 explica: “Sino que fuese santa y sin defecto”. No tener mancha es no tener marcas. Si existe la posibilidad de que los miembros de Cristo perezcan, entonces no solamente habrá manchas, sino también partes mutiladas. Sin embargo, la Biblia dice que este Cuerpo no solamente no tiene miembros mutilados, sino que tampoco tiene ninguna mancha.
Por lo tanto, no podemos perder nuestra salvación. Puesto que Cristo tendrá una iglesia gloriosa sin mancha ni arruga, que le será presentada santa y sin mancha, ninguno de nosotros puede perecer.
SOMOS LA CASA ESPIRITUAL QUE DIOS ESTÁ EDIFICANDO
En quinto lugar, la iglesia no solamente es un Cuerpo. Cuando todos los cristianos son reunidos delante de Dios, llegan a ser un templo. Cada cristiano es una piedra, y la iglesia es la casa espiritual que Dios está edificando. El Señor Jesús es el fundamento de este templo espiritual. El es una gran roca. Cada uno de nosotros los cristianos es una piedra pequeña edificada sobre el Señor Jesús para llegar a ser el templo de Dios y Su habitación. De esto se habla en 1 Pedro 2:5. Si existiera la posibilidad de que un cristiano pereciera, el templo de Dios volvería más desagradable que nuestro ruinoso salón de reunión; en un minuto serían quitadas las piedras y en otro serían puestas de nuevo y las paredes estarían llenas de hoyos. Si ése fuera el caso, ¿por qué Dios no tomaría una decisión antes de salvar al hombre? Dios tiene la intención de que seamos edificados como casa espiritual. Si es una casa espiritual, entonces ninguna piedra puede perderse. Si alguna piedra se pudiera perder, la casa espiritual tendría problemas y no alcanzaría el nivel apropiado.
En 1 Reyes 6:7 del Antiguo Testamento se nos dice cómo fue edificado el templo de Salomón. El capítulo cinco relata cómo Salomón envió hombres a las montañas para cortar piedras. Las piedras se cortaron en el monte. En el capítulo seis se nos dice que las piedras fueron llevadas al monte Moriah para la edificación. Así que, cuando se edificaba el templo no se oía ruido de ningún instrumento de hierro. No hubo necesidad de ningún corte adicional. Antes de que los materiales fueran llevados a la edificación, los artesanos experimentados habían calculado exactamente y lo habían preparado todo en el monte. No era necesario mejorar nada; todo fue hecho de manera apropiada. Si mientras se edificaba el templo terrenal, los hombres expertos de Salomón pudieron cortar las piedras tan bien que fueron exactas en cada lado y no hubo necesidad de mejoramiento, ¿acaso puede Dios cambiarnos, las piedras vivas, cada dos o tres días cuando edifique el templo espiritual? ¿Acaso Dios podrá equivocarse? ¿Acaso no sabrá Dios cómo calcular? ¿Es Dios peor que el hombre? En el Antiguo Testamento, Dios dio al hombre la tarea de edificar. En el Nuevo Testamento, El mismo edifica. ¿Acaso es la propia obra de Dios inferior a la del hombre? Si los creyentes son las piedras para la edificación de la casa espiritual, ¿pueden perderse? Por lo tanto, si estamos en el templo de Dios, nunca podemos perdernos.
TENEMOS AL ESPÍRITU SANTO COMO EL SELLO Y COMO LAS ARRAS
En sexto lugar, hay otra cosa muy importante y maravillosa. En el momento en que cada incrédulo es salvo, no solamente recibe la vida eterna y llega a ser un miembro de Cuerpo de Cristo y una piedra viva del templo, sino que también recibe al Espíritu Santo como sello. Dios ha puesto el sello del Espíritu Santo en él. Efesios 1:13-14 dice: “En El también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación y en El habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. ¿No es ésa nuestra historia? Hemos oído el evangelio de nuestra salvación y hemos creído en Cristo. ¿Qué sucedió después de que creímos? Fuimos sellados con el Espíritu Santo de la promesa. Cada cristiano tiene el sello del Espíritu Santo. Es muy obvio que el Espíritu Santo no pertenece solamente a algunos cristianos especiales, y que no son solamente los cristianos especialmente santificados quienes tienen la vida. El versículo 13 dice que todos los que han oído el evangelio de la salvación y que han creído, han recibido al Espíritu Santo como el sello. Esto prueba que el sello del Espíritu Santo es algo que todos los cristianos tienen en común. Tan pronto como alguien cree, es salvo y tiene al Espíritu Santo como el sello.
¿Qué significa que un cristiano tenga al Espíritu Santo como el sello? ¿Qué es un sello? Hay más de tres millones de personas en Shangái. ¿Cómo sabe Dios quiénes le pertenecen y quiénes no? Si usted me trae una Biblia hoy, ¿cómo sé que es suya? Existen muchísimas Biblias como la suya. La Sociedad Bíblica recientemente publicó un reporte diciendo que el año pasado vendió más de once millones de Biblias. De entre todas esas Biblias, ¿cómo sabe usted cuál es suya? Cuando usted va a casa y sella su Biblia, usted sabe que es suya. Aún si usted mezclara esta Biblia con todas las Biblias del mundo, usted podría identificarla como suya. Hoy en día, debido a que hay tantas personas en el mundo, ¿cómo sabe usted cuáles pertenecen a Dios y cuáles no? Dios ha puesto un sello en usted, el cual demuestra que usted le pertenece. Dios no lo selló a usted en su frente con un gran sello de madera. No es como el anticristo venidero, quien pondrá una marca en la frente de los hombres. Dios puso al Espíritu Santo en usted como un sello. Todos los que tienen al Espíritu Santo, pertenecen a Dios. Todos los que no tienen al Espíritu Santo, no pertenecen a Dios. En el momento en que un hombre es salvo, Dios hace la obra de sellarlo y pone el Espíritu Santo dentro de él para demostrar que éste pertenece a Dios.
Si el sello del Espíritu Santo en nosotros puede ser borrado, entonces sí es posible que perezcamos; podemos decir que no le pertenecemos. Podemos considerarnos como típicas personas del mundo o incluso como enemigos de Dios. Pero, si este sello está dentro de nosotros, entonces sí le pertenecemos a Dios. ¿Cuánto tiempo estará el sello de Dios en nosotros? La última parte de Efesios 4:30 dice: “En el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. Aquí la expresión “el cual” se refiere al Espíritu Santo. La cláusula anterior dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios”. Este sello durará hasta el día de la redención. ¿Cuánto tiempo dice la Biblia que tendremos el sello del Espíritu Santo? No solamente lo tendremos por tres o cinco años o por trescientos o quinientos años, sino hasta el día de la redención. ¿Cuál es el día de la redención? Romanos 8 dice que el día de la redención es el día cuando el Señor Jesús regresará. El día de la redención será el día en que nuestros cuerpos serán redimidos (v. 23). Por lo tanto, éste denota el día cuando el Señor Jesús regrese. El sello del Espíritu Santo permanece en nosotros hasta la segunda venida del Señor Jesús.
Cuando el Señor Jesús regrese de nuevo (no al momento del primer arrebatamiento al principio de la tribulación, sino el tiempo en que todo el Cuerpo sea arrebatado), todos los creyentes serán tomados al aire. El Señor Jesús enviará a los ángeles a reunir a estos creyentes. Los ángeles están limitados. Ellos no son omniscientes, no saben todo. Los ángeles son los siervos enviados a invitar a los invitados. Cuando estos ángeles vean a todos los que tienen el sello del Espíritu Santo, los juntarán. Así que, el Espíritu Santo no está en nosotros por tres o cinco días o por trescientos o quinientos días, sino hasta el día del arrebatamiento. Hoy en día, si un hombre dice que puede perder su salvación y perecer, entonces yo le preguntaría, ¿qué hará con el sello del Espíritu Santo? Puesto que Dios ha dicho que hemos sido sellados por El, no hay nada que podamos hacer para quitar este sello. Dios ha dicho que este sello permanecerá hasta el día de Jesucristo y del arrebatamiento.
En Juan 14 el Señor Jesús dijo que el Espíritu Santo estaría con nosotros para siempre (v. 16). Una vez que el Espíritu Santo del Nuevo Testamento entre en nosotros, nunca nos dejará. Nunca crean en el diagrama que algunos cristianos enseñan, el cual muestra a un hombre que tiene un corazón lleno de serpientes, cerdos, perros y muchos otros animales. Al lado del corazón está una paloma que representa al Espíritu Santo. Cuando el corazón del hombre está limpio, el Espíritu Santo supuestamente entrará en él y permanecerá allí, y todos los otros animales se irán. Pero si su corazón no está limpio, la paloma volará y todas las otras cosas entrarán. ¡Esto es absolutamente incorrecto! El Espíritu Santo nunca puede volar de nosotros.
La Biblia dice que no debemos contristar al Espíritu Santo (Ef. 4:30). La tristeza es la expresión del amor; el enojo es la expresión del odio. Dondequiera que hay odio, hay enojo. Dondequiera que hay amor, hay tristeza. Recordemos que tanto el enojo como la tristeza provienen de los errores. Ambos casos son causados por los errores. Si hay amor, los errores producirán tristeza. Si hay odio, los errores resultarán en enojo. Si usted ama a una persona, se entristecerá por sus errores. Si usted odia a una persona, se enojará de sus errores. Ambos son causados por la misma cosa: los errores. Sin embargo, los resultados son diferentes. Aquí, no hay enojo, sino tristeza. La Palabra no dice que no debemos enojar al Espíritu Santo, sino que no debemos contristar al Espíritu Santo. El no está sobre nosotros, sino dentro de nosotros. Cuando ve nuestras fallas, se contrista dentro de nosotros pero no se va. La razón por la cual El no se va se debe a que El es un sello. Como sello, El estará en nosotros hasta el día de la redención. Si leemos la Palabra de Dios, no podremos negar este hecho.
En el Antiguo Testamento, el salmo 51 presenta una oración muy preciosa. Allí David ora que el Señor no quite de él Su Espíritu de santidad (v. 11). Sin embargo, en el Nuevo Testamento, ningún creyente puede hacer esta oración. Todos los que no conocen la Biblia pueden orar pidiendo que Dios no quite el Espíritu Santo de ellos. Pero todos los que conocen la Palabra de Dios saben que el Espíritu Santo sólo puede ser contristado dentro de nosotros; El no se irá de nosotros. No digo que es del todo correcto que los cristianos pequen. Lo que digo es que cuando fuimos salvos, el Espíritu Santo entró en nosotros para ser nuestro sello. Este hecho no tiene nada que ver con nuestra debilidad o nuestro pecado. Los dos son asuntos completamente diferentes.
Si perecemos, ¿quién sufre verdaderamente? Si pierdo un himnario, por supuesto, el himnario sufre. Pero, el primero que sufre soy yo. He gastado el esfuerzo por obtener el himnario. He pagado el precio por obtenerlo. Por lo tanto, soy yo el que más sufre. ¿Cómo nos ganó Dios? Estábamos muertos en pecados y estábamos caídos. Fue Dios quien hizo que Su Hijo muriera por nosotros y derramara Su sangre para redimirnos con un gran precio. No pensemos que si perdemos nuestra salvación, solamente somos nosotros quienes perdemos y quienes sufrimos. Recordemos que hemos sido comprados por Dios. Si perdemos nuestra salvación, Dios también perderá algo. Hemos sido comprados por Su sangre. ¿Por qué Dios nos preserva? Nos preserva por Su propia causa. Si nos perdemos, quien sufre no es nosotros, sino Dios.
El problema más grande hoy en día es que no creemos cuán importantes somos en las manos de Dios. Al hombre le es difícil creer que Dios lo ame, que Dios lo quiere. Siempre piensa que Dios no lo necesita. Dios ha entregado a Su Hijo por nuestra causa y le ha enviado al mundo para que pasara por todos los sufrimientos por nuestra causa. El fue crucificado en la cruz con el propósito de ganarnos. Si a El no le importa, ¿a quién le importaría? Si no salvaguardo mi himnario, ¿podría cuidarse a sí mismo? Efesios 1:13 dice que el Espíritu Santo está en nosotros como un sello. Después el versículo 14 nos dice que el Espíritu Santo viene para ser el sello porque somos la posesión adquirida de Dios. Por lo tanto, podemos decirle a todo el mundo que somos la posesión de Dios. No es cuestión de que nos perdamos o no, sino de que Dios nos pierda o no. No somos nosotros quienes nos guardamos. No tenemos que agotar nuestra mente pensando en este asunto. Toda la obra es de El. Si no fuera así, ¿por qué El envió a su Hijo unigénito a la cruz? Si El ha hecho un gran esfuerzo y pagado un gran precio para enviar a Su Hijo a la cruz, El debe hacer un gran esfuerzo y pagar un precio aún más grande para guardarnos de perdernos.
Supongamos que tenemos un anillo de diamante muy precioso y muy costoso, una perla muy preciosa o una gema muy costosa. Lo que gastemos para adquirirlos, será la misma cantidad que gastaremos para preservarlo. Si lo compramos con diez mil dólares, no lo perderemos tan fácilmente; indudablemente lo guardaríamos con gran cuidado. Tenemos que darnos cuenta de que hemos sido comprados por Dios con el más grande precio. Somos salvos por el Hijo de Dios. El Hijo de Dios es más grande que todo el mundo y todo el universo. No pensemos que no le importamos a Dios. Dios nos trata de la misma manera en que nosotros tratamos nuestro tesoro. El buen pastor buscó a la oveja (Lc. 15); la oveja no buscó al buen pastor. El Señor Jesús dijo que un día El moriría aún por uno de Sus extraviados. No les toca a las ovejas hacerlo, sino al buen pastor. El es quien murió por las ovejas. Delante de Dios, somos los que han sido comprados por El. Si nos perdemos, Dios es quien sufrirá. Por lo tanto, debemos recordar que no existe la posibilidad de que nos perdamos, debido a que tenemos al Espíritu Santo como un sello.
¿Acaso puede la gracia que Dios da al hombre ser preservada por el hombre? Si fuera preservada por el hombre, ya la hubiéramos perdido hace mucho. No solamente nosotros la hubiéramos perdido, sino incluso Pedro y Pablo la hubieran perdido. Tenemos que darnos cuenta de que Dios ya nos ha apartado completamente. Todo es de Dios. Sólo es Dios quien nos ha salvado. Sólo Dios nos preserva. Que Dios nos muestre claramente cuánto dura nuestra salvación, a fin de que podamos quitar todos los pensamientos carnales y aceptar los pensamientos Suyos.