Watchman Nee Libro Book cap.19 Libro de lecciones nivel 5: La iglesia

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EL MINISTERIO DE ORACIÓN DE LA IGLESIA

Lección diecinueve

EL SACERDOCIO SANTO, REAL Y DEL EVANGELIO EDIFICA LA IGLESIA

Lectura bíblica

1 P. 2:5, 9; Ro. 15:16; He. 9:14; 1 Jn. 1:9; Jn. 1:29; Ef. 2:14; Ef. 5:26; Col. 2:9; He. 4:16; Ro. 10:17; Sal. 119:147-148

Bosquejo

  1. La definición de un sacerdote.
  2. El sacerdocio santo.
  3. El sacerdocio real.
  4. El sacerdocio del evangelio.
  5. Cómo ejercer el sacerdocio:
    1. Ser avivados cada mañana para ser saturados del Señor.
    2. Llevar a las personas en nuestro corazón delante del Señor en oración.
    3. Engendrar mediante visitas del evangelio.
    4. Nutrir mediante el pastoreo.
    5. Enseñar en los grupos pequeños.
    6. Edificar por medio del profetizar.

Texto

El sacerdocio es crucial en la edificación de la iglesia. Dicho sacerdocio tiene tres aspectos: la santidad, la realeza y el evangelio. Pero aunque existen tres aspectos, sólo hay un sacerdocio. Debemos ser sacerdotes que sirven en el sacerdocio con estos tres aspectos. La palabra sacerdocio se refiere a la edificación de los sacerdotes. Cuando tenemos el “sacerdocio”, se obtiene la edificación.

I. LA DEFINICIÓN DE UN SACERDOTE

[El diccionario nos dice que un sacerdote es una persona que sirve a Dios profesionalmente. La mayoría de los cristianos diría simplemente que un sacerdote es alguien que sirve a Dios. Esto es correcto, pero ¿qué significa servir a Dios? Los cristianos de hoy dirían que servir a Dios es trabajar para Dios. ¡Esta respuesta es incorrecta! Decir que un sacerdote sirve a Dios es correcto, pero decir que servir a Dios es meramente trabajar para El, es incorrecto.

Para entender lo que es un sacerdote, primero tenemos que conocer el plan eterno de Dios. Dios es un Dios de propósito. El tiene un propósito que desea llevar a cabo. Conforme a la revelación hallada en las Escrituras, el plan de Dios consiste en forjarse en un grupo de personas, a fin de ser la vida de ellas, y que ellas lleguen a ser Su expresión. Conforme a este plan, Dios creó al hombre.

El hombre fue creado para recibir a Dios, para ser lleno, saturado y empapado de El, y para que Dios pudiera fluir desde su interior, con el fin de que él sea una expresión viva de Dios. Esta es una breve definición de lo que es un sacerdote. El sacerdote debe tener contacto con Dios, ser lleno de El y estar poseído completamente por El, a fin de ser edificado con otros en el fluir de la vida divina. De esta manera, el sacerdocio podrá ser la expresión corporativa y viviente de Dios.

El concepto general que persiste en el cristianismo es que si amamos al Señor, debemos trabajar para El. Pero éste es un concepto natural y religioso, y no es lo que la Biblia revela. Dios no nos llamó con la simple intención de que trabajáramos para El. Más bien, Su deseo es primeramente que abramos nuestro ser a El, a fin de que El pueda entrar en nosotros y llenarnos hasta tomar posesión de cada parte de nuestro ser. Todo nuestro ser debe ser empapado y saturado de El. Entonces seremos verdaderamente uno con El. No sólo nos vestiremos exteriormente de El como nuestro poder, sino que seremos empapados de El interiormente, y El será nuestro todo. De esta manera, Dios fluirá espontáneamente de nosotros, y seremos edificados con otros en el fluir de vida.

Repito que un sacerdote no es alguien que simplemente trabaja para Dios. Dios no nos llamó a fin de que hiciéramos algo para El; más bien, Su deseo es que respondamos a Su llamado abriendo nuestro ser a El y diciéndole: “Señor, heme aquí; estoy listo, no para trabajar para Ti, sino para ser lleno y saturado de Ti, y para ser uno contigo”. Es solamente cuando somos uno con el Señor que podemos laborar y ser verdaderos sacerdotes. La función principal de un sacerdote no es trabajar, sino pasar tiempo en la presencia del Señor hasta ser uno con El en el espíritu. El sacerdocio que Dios desea obtener es un hombre corporativo que esté lleno y saturado de Dios mismo.]

II. EL SACERDOCIO SANTO

En 1 Pedro 2:5 dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. El sacerdocio santo es tipificado por el sacerdocio conforme al orden de Aarón. Ser santo significa ser separado de las cosas comunes y mundanas, y vivir para el Dios santo. Debemos ser separados objetivamente, en cuanto a posición, para ser llenos subjetivamente del Dios santo en nuestra manera de ser. Si no hemos sido apartados para Dios en cuanto a posición, no podemos acercarnos al Dios santo. Luego, después que nos hayamos acercado a Dios, seremos llenos de El y de Su naturaleza santa; entonces, en nuestra manera de ser, llegaremos a ser santos como El es santo.

¿De qué forma podemos venir a Dios como sacerdotes santos? El tabernáculo y su mobiliario es un cuadro que nos muestra cuál debe ser nuestra experiencia. El primer mueble en el atrio del tabernáculo es el altar. El altar representa la cruz, donde Cristo fue sacrificado por nosotros (He. 9:14). Cada vez que venimos ante Dios, necesitamos primeramente ofrecer a Cristo como nuestro sacrificio espiritual, según lo tipifican las cinco ofrendas básicas: la ofrenda por la transgresión, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz, la ofrenda de harina y el holocausto (He. 9:14). Al venir al Señor, quizás El nos muestre que le hablamos a nuestra madre con rebeldía. Entonces, tal vez oremos: “Señor, perdóname por hablarle a mi madre de un modo tan rebelde”. Al orar de esta manera, tomaremos al Señor como nuestra ofrenda por la transgresión. Si hacemos esto, el Señor perdonará nuestra transgresión (1 Co. 15:3; 1 Jn. 1:9). Tal vez continuemos orando: “Oh Señor, hablé de esta forma debido a mi naturaleza rebelde y pecaminosa. Gracias, Señor, por haber crucificado mi naturaleza pecaminosa y por haberte hecho pecado por mí”. Aquí, ofrecemos al Señor como ofrenda por el pecado (Jn. 1:29; 2 Co. 5:21). Después de esto, nos sentiremos en paz y tendremos la sensación de que el Señor nos ha perdonado y limpiado. Entonces podremos orar más: “Oh Señor, gracias; debido a que eres mi ofrenda por la transgresión y mi ofrenda por el pecado, ahora tengo paz con Dios y con mi madre”. De este modo habremos ofrecido a Cristo como nuestra ofrenda de paz (Jn. 14:27; 20:21; Ef. 2:14). Luego, tal vez oremos: “Señor, no soy una persona apropiada ni equilibrada, por eso siempre discuto con mi madre. Pero te alabo Señor, porque Tú eres tan fino, equilibrado y puro. Te doy gracias porque vives en mí y porque puedo tomarte como mi persona”. Así habremos ofrecido a Cristo como nuestra ofrenda de harina (Jn. 11:15, 35; Mt. 21:12-13; 23:33). Finalmente, quizás oremos: “Señor, de hecho, discuto mucho porque vivo para mí mismo. Si estuviera plenamente entregado a Dios y Sus intereses, jamás discutiría con mi madre de una manera tan rebelde. Pero Señor, Tú sí vives absolutamente para Dios y Su economía. Señor, soy uno contigo, y Tú eres uno conmigo por causa de Dios y Su economía”. Al hacer esta oración, habremos ofrecido a Cristo como nuestro holocausto (Jn. 7:16-18).

El segundo mueble en el atrio del tabernáculo es el lavacro. El lavacro tipifica el lavamiento del agua en la Palabra (Ef. 5:26). Dicha agua es el Espíritu de vida. Mediante la Palabra somos limpiados de la contaminación del mundo (Jn. 15:3). La primera pieza del mobiliario que encontramos al entrar en el Lugar Santo, es la mesa de los panes de la proposición. El pan representa la Palabra como nuestro alimento (Mt. 4:4). La segunda pieza del mobiliario que se halla en el Lugar Santo, es el candelero. El candelero alude a la luz que recibimos al leer la Palabra (Jn. 8:12; Sal. 119:130). Estas tres experiencias son obtenidas por medio de la Palabra. Cuando usamos nuestro espíritu para leer la Palabra, el Espíritu nos lava, nos alimenta y nos alumbra.

El tercer mueble en el Lugar Santo es el altar del incienso. El altar del incienso representa nuestra oración (Ap. 5:8). Cuando usamos la Palabra para orar, entramos en el Lugar Santísimo.

El mueble principal del Lugar Santísimo es el arca. El arca representa a Cristo como corporificación de Dios (Col. 2:9). Cuando llegamos al arca, hemos llegado al “trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:16). Es allí donde tenemos comunión con Dios y donde El nos llena consigo mismo para transformarnos. Este es el lugar donde debemos permanecer. Al permanecer en el Lugar Santísimo, sabremos lo que el Señor desea y cuál es Su carga, y entonces oraremos conforme a ello.

Aunque hemos descrito todo el proceso paso a paso, en nuestra experiencia tal vez no sigamos siempre esta secuencia. No debemos preocuparnos demasiado por esto; simplemente acudamos al Señor orando y tomando Su Palabra. El Señor seguramente nos guiará en nuestra experiencia de El, hasta que seamos saturados de El.

III. EL SACERDOCIO REAL

En 1 Pedro 2:9 dice: “Mas vosotros sois un linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable”. El sacerdocio real es tipificado por el sacerdocio según el orden de Melquisedec. En Génesis 14:18-20 leemos que Melquisedec vino de Dios para bendecir a Abraham con pan y vino. En otras palabras, Melquisedec vino de Dios para bendecir al hombre con la mesa del Señor. Una vez acudimos a Dios como sacerdotes santos, que han sido apartados para El, somos impregnados y saturados de Su persona. Después de esto, debemos ir al pueblo de Dios y bendecirlo con Dios mismo como pan y vino. La mesa del Señor representa la muerte y la resurrección de Cristo, las cuales fueron efectuadas para que el hombre sea salvo y disfrute a Dios. Esto es el evangelio, las buenas nuevas para el hombre caído y pecador. Además, esto es lo que compartimos en las reuniones a fin de edificar la iglesia.

IV. EL SACERDOCIO DEL EVANGELIO

Romanos 15:16 dice: “Para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo”. El sacerdocio del evangelio que aquí se menciona, no es un sacerdocio distinto del sacerdocio real o del sacerdocio santo. Estos tres términos se refieren a tres aspectos del mismo sacerdocio neotestamentario. Somos sacerdotes y estamos siendo edificados como un solo sacerdocio, teniendo a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote.

La función principal del sacerdocio del evangelio es la predicación del evangelio para salvar pecadores, a fin de que éstos sean ofrecidos a Dios como un sacrificio agradable. Romanos 15:16 habla acerca del ministro de Cristo Jesús que labora para presentar a las naciones como una ofrenda agradable. En 1 Pedro 2:9 se habla de las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable, y en 2:5 se habla de ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Las funciones de estas tres clases de sacerdocio son una sola. En realidad, el sacerdocio del evangelio incluye el sacerdocio santo y el sacerdocio real. Como sacerdotes del evangelio, primero tenemos que acercarnos a Dios para ser llenos de El. Luego, el Señor pone en nosotros la carga de orar por algún amigo nuestro. Después, como sacerdotes reales, impartimos a Dios en dicho amigo nuestro. ¿Cómo le llevamos Dios a nuestro amigo? Al hablarle de las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. La expresión “las virtudes de Aquel” alude a Su excelencia, Su poder, Su energía, que constituyen la fuerza de la vida que recibimos mediante el evangelio, la cual nos sacó de las tinieblas. Mientras le hablamos a nuestro amigo acerca de Sus virtudes, nuestras palabras le infundirán fe (Ro. 10:17). Tal palabra tiene el poder para librarlo de las tinieblas. Entonces él orará con nosotros para recibir al Espíritu (Gá. 3:5); y después, dicha persona será bautizada en el Dios Triuno. Esta experiencia del evangelio explica cómo nosotros, siendo sacerdotes santos, ofrecemos las personas como un sacrificio espiritual a Dios.

Necesitamos ser el sacerdocio santo, el sacerdocio real y el sacerdocio del evangelio. Debemos acudir siempre a Dios a fin de ser llenos de El, impartir a Dios en las personas al hablarles de Sus virtudes, y ofrecer a Dios —como sacrificios espirituales— los pecadores que se arrepienten. Debemos hacer esto no de manera individual, sino con otros. A medida que cumplimos nuestros deberes como sacerdotes, somos edificados. Mientras más somos edificados, más personas son salvas y añadidas al sacerdocio para ser edificadas juntamente con nosotros. Esta es la manera en que Dios edifica la iglesia.

V. CÓMO EJERCER EL SACERDOCIO

A. Ser avivados cada mañana para ser saturados del Señor

En el Antiguo Testamento los sacerdotes ofrecían sacrificios a Dios comenzando desde la mañana. Por tanto, [nosotros también debemos disfrutar al Señor en la Palabra cada día por la mañana, a fin de tener un nuevo comienzo todos los días (Sal. 119:147-148). Conforme al principio que Dios estableció en Su creación, siempre hay un nuevo año, un nuevo mes o una nueva luna y un nuevo día. Cada año tenemos trescientos sesenta y cinco nuevos comienzos. Si hemos fallado por trescientos sesenta y cuatro días, aún tenemos una oportunidad más de tener un día exitoso. Quizás fallemos hoy, pero el Señor estará aquí mañana esperándonos. Mañana por la mañana tendremos otra oportunidad para tener un nuevo comienzo. Cada veinticuatro horas hay una nueva oportunidad para tener un nuevo comienzo y ser renovados.

Tener un nuevo comienzo no es difícil; de hecho, es bastante fácil. Simplemente levántese temprano y diga: “Oh Señor Jesús, Oh Señor Jesús”. No tiene que gritar, pues esto puede molestar a otros. Solamente diga: “Oh Señor Jesús”. Estas palabras hacen una gran diferencia. En ocasiones se me olvida invocar el nombre del Señor cuando me despierto, y esto viene a ser una gran pérdida. Pero tan pronto me doy cuenta de ello, digo: “Señor Jesús, perdóname por olvidarme de Ti”.

Después de invocar el nombre del Señor, debemos orar-leer algunos versículos. La palabra santa para el avivamiento matutino puede resultar muy útil para esto. Le animo a que lea y ore-lea una o dos páginas al día. Use su espíritu junto con la Palabra para tocar al Señor. Memorice el versículo que más le haya gustado, y luego escriba lo que haya disfrutado para compartirlo después con otros santos. Es recomendable que dejemos el material para el avivamiento matutino cerca de nuestra cama antes de acostarnos, para que así no tengamos que buscarlo por la mañana.

Al tener un tiempo de avivamiento cada mañana, seremos llenos de Dios y podremos cumplir nuestros deberes sacerdotales.

B. Llevar a las personas en nuestro corazón delante del Señor en oración

Debemos orar sin cesar para tener comunión con el Señor, invocando Su nombre y recordando el versículo que memorizamos en la mañana. También debemos fijar un tiempo para orar de una manera específica —a solas y junto con otros—, por la salvación de nuestros amigos. La oración nos refresca, nos fortalece y nos lleva a ejercer nuestra función sacerdotal. Juan 15:16 dice: “No me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, El os lo dé”. Aquí no se refiere a pedir algo que necesitemos, sino a pedir específicamente por fruto. Jacobo 4:2b dice: “No tenéis, porque no pedís”. Tomando como base estos dos versículos, si pedimos, tendremos. Cuanto más pidamos, más tendremos.

C. Engendrar mediante visitas del evangelio

A veces los creyentes piensan que la oración no funciona. Después que oran, se quedan en su casa esperando a que el Señor haga algo. Tal vez otros dicen que no son tan exitosos en el evangelio, pero no oran. Orar y salir son dos aspectos de nuestra cooperación con Dios. Por un lado, tenemos que orar, y por otro, tenemos que ir. No deberíamos orar sin ir, ni tampoco ir sin antes orar. Y si no oramos ni salimos, con el tiempo nos desanimaremos, y desistiremos completamente de la idea de orar y de ir. Según Juan 15:16, el Señor nos escogió para llevar fruto. Para llevar fruto necesitamos ser podados por el Padre, ser limpiados por la palabra del Señor, permanecer en el Señor, permitirle que El y Sus palabras permanezcan en nosotros, pedirle al Padre por fruto que permanezca, amarnos los unos a los otros y, finalmente, ir. Si hacemos todo lo anterior, pero no salimos, será insuficiente. Debemos salir a visitar a las personas donde ellas estén, y también debemos invitarlas a que vengan. A veces nos damos por vencidos si ellas no vienen. La manera más adecuada es ir a ellas. Vayamos y visitemos a las personas así como Dios nos visitó a nosotros. Vayamos y hablémosles la palabra para que se conviertan al Señor. El folleto titulado “El misterio de la vida humana” es muy útil en la predicación del evangelio, porque resume la Biblia en cuanto a la economía de Dios, la condición del hombre y la salvación que Dios efectúa. Después que nuestros amigos hayan orado para recibir al Señor, debemos bautizarlos. Esta es la manera que Dios ha ordenado con relación a nuestra función como sacerdotes del evangelio, y también es una experiencia maravillosa que todos debemos tener.

D. Nutrir mediante el pastoreo

Después que nuestros amigos reciban al Señor, debemos seguir orando por ellos y pastorearlos en vida, para que puedan ser establecidos en la fe. Por lo general, es más efectivo hacer esto uno a uno. Debemos enseñarles a orar y a orar-leer la Palabra, haciéndolo con ellos. También debemos ayudarles a leer la Palabra todos los días. Debemos tener comunión con ellos acerca de lo que han leído para motivarlos a seguir leyendo la Palabra. Otro asunto crucial es ayudarles a vivir de acuerdo con el sentir del espíritu en ellos. Siempre que pensemos, hablemos o hagamos cosas que no sean del Señor, tendremos un sentir de muerte. La tristeza, el vacío y la intranquilidad son ejemplos de esto. En cambio, cuando tenemos el sentir de vida experimentamos gozo, paz, reposo, etc. (Ro. 8:6, 13). Si vivimos conforme a este sentir, estaremos viviendo por el espíritu. Orar, leer la Palabra y vivir conforme al espíritu, son tres prácticas fundamentales en nuestra vida cristiana. Usted debe ayudar a sus amigos que recientemente han creído a que oren, lean la Palabra y vivan por el espíritu.

E. Enseñar en los grupos pequeños

En Mateo 28:20 el Señor dijo que después de bautizar a las personas debemos enseñarles a “que guarden todo cuanto os he mandado”. En Hechos 20:27 el apóstol Pablo dice: “Porque no rehuí anunciaros todo el consejo de Dios”. Por lo tanto, debemos enseñarles a los nuevos creyentes todo lo que nosotros sabemos acerca del Señor, Su economía, Su recobro, Su iglesia, etc. La mejor manera de enseñar la verdad es hacerlo en grupos pequeños. Cuando un pequeño grupo de hermanos se reúne, hay más riquezas de Cristo para disfrutar. Si uno de los creyentes nuevos hace una pregunta que usted no sabe contestar adecuadamente, quizás otros estén mejor preparados para contestarla con precisión. Este es un ejemplo de lo que es el sacerdocio.

F. Edificar por medio del profetizar

El último punto respecto a la práctica del sacerdocio consiste en profetizar en las reuniones para edificar la iglesia. La práctica de profetizar, mencionada en 1 Corintios 14, se refiere principalmente al hecho de hablar por Dios y de proclamarlo. Después de haber sido avivados por seis días, orando y leyendo la Palabra, y después de haber salido con el propósito de llevar fruto, tendremos mucho de qué hablar en el día del Señor con miras a edificar la iglesia. El sábado podríamos preparar una profecía basándonos en toda la luz y disfrute que obtuvimos durante la semana. En las reuniones, nosotros nos ejercitamos como sacerdotes reales para hablar por Dios y para infundirlo en todos los santos. Tal vez ustedes piensen que son muy jóvenes y que no saben mucho. Sin embargo, el conocimiento que ustedes tengan al presente y lo que hayan disfrutado, es su porción para edificar la iglesia. Si ustedes no profetizan, los santos se perderán la porción que ustedes recibieron del Señor esa semana, y la edificación de la iglesia se verá afectada. Por otro lado, no sólo deben profetizar, sino que también deben entrenar a los nuevos creyentes a que hagan lo mismo. De esta manera, la iglesia será edificada gradualmente a medida que usted y los creyentes nuevos que están bajo su cuidado, profeticen en las reuniones.

CONCLUSIÓN

Debemos esforzarnos por ser los sacerdotes santos, reales y del evangelio, quienes están en el sacerdocio único. Si somos fieles como sacerdotes, la iglesia crecerá en vida y en número, y el Señor podrá edificar Su iglesia por medio de nosotros. No digan que son muy jóvenes, y que van a esperar a madurar más para tomar esto en serio. Ahora es el mejor momento en que deben comenzar a ejercer su función como sacerdotes. A medida que crezcan, ustedes aprenderán y llegarán a ser más experimentados, maduros y perfeccionados en su función como sacerdotes. Y cuando el Señor venga, ustedes recibirán una gran recompensa.

Preguntas

  1. Con la ayuda del maestro y otros estudiantes de su clase, dibujen el tabernáculo incluyendo todo su mobiliario. Luego, comenten sobre el significado del tabernáculo y su mobiliario.
  2. Dialogue con otros sobre las funciones, las semejanzas y las diferencias de cada uno de los tres aspectos del sacerdocio (santo, real y del evangelio).
  3. Describa detalladamente la clase de vida que debemos llevar para ser sacerdotes apropiados.

Pasajes citados

  1. Speaking Christ for the Building Up of the Body of Christ [Hablar Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo] (Lee/LSM), págs. 36-37.

Referencias adicionales

  1. The New Testament Priests of the Gospel [Los sacerdotes neotestamentarios del evangelio] (Lee/LSM), págs. 75-79; 95-110.