Watchman Nee Libro Book cap.13 Libro de lecciones nivel 5: La iglesia

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LA EDIFICACIÓN INDIRECTA DEL CUERPO DE CRISTO EFECTUADA POR MEDIO DE LOS DONES DADOS AL CUERPO

Lección trece

LA EDIFICACIÓN INDIRECTA DEL CUERPO DE CRISTO EFECTUADA POR MEDIO DE LOS DONES DADOS AL CUERPO

Lectura bíblica

Mt. 16:16-18; Ef. 4:8-14

Bosquejo

  1. La profecía de Cristo respecto a la edificación de la iglesia:
    1. Sobre esta roca edificaré Mi iglesia.
    2. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia.
  2. La manera en que Cristo edifica la iglesia:
    1. Mediante las personas dotadas y los santos perfeccionados.
    2. Al dar El, como Cabeza ascendida, dones a Su Cuerpo.
    3. Los dones dados a la iglesia: algunos apóstoles.
    4. Los dones dados a la iglesia: algunos profetas.
    5. Los dones dados a la iglesia: algunos evangelistas.
    6. Los dones dados a la iglesia: algunos pastores y maestros.
    7. A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo.

Texto

En las primeras doce lecciones se ha presentado la visión concerniente a la iglesia. Ahora, en las doce lecciones restantes se presentará la edificación de la iglesia y nuestra participación en dicha edificación. No sólo queremos mostrar la visión celestial de la iglesia, sino también la manera en que esta visión puede llevarse a cabo. Esta lección tratará sobre el primer tema: la edificación de la iglesia universal, el Cuerpo de Cristo, y no de las iglesias locales. [Las iglesias locales existen en diferentes ciudades o localidades, y son plural en número. En la actualidad, en los seis continentes de la tierra, hay cerca de mil cien iglesias en el recobro del Señor. Pero el Cuerpo de Cristo es uno solo en todo el universo. Hay un solo Cuerpo, y todas las iglesias locales de todas partes y de todos los tiempos forman parte de este único Cuerpo.]

I. LA PROFECÍA DE CRISTO RESPECTO A LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA

A. Sobre esta roca edificaré Mi iglesia

[El Señor profetizó en Mateo 16 que sobre esta roca El edificaría Su iglesia, la cual es Su Cuerpo. Por un lado, esta roca representa a Cristo; por otro, representa la revelación que recibieron los apóstoles. La Biblia nos enseña que, por una parte, el Cuerpo de Cristo es edificado sobre Cristo mismo como el fundamento (1 Co. 3:11), y por otra, nos dice que es edificado sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas (Ef. 2:20). El fundamento de los apóstoles y profetas se refiere a la revelación que ellos recibieron, la cual es todo el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalipsis.

En la Biblia, la primera vez que la iglesia se menciona es en Mateo 16. Aunque en el Antiguo Testamento encontramos varios tipos de la iglesia, la palabra “iglesia” no se encuentra allí. Por lo tanto, en el Antiguo Testamento la iglesia era un misterio escondido en Dios. Ni hombres como Adán, Noé, Abraham, Moisés, David o Isaías supieron de ella. Los santos del Antiguo Testamento no sabían por qué temían y adoraban a Dios, ni por qué Dios cuidaba de ellos; sólo sabían que el Mesías, el Cristo, vendría a establecer el reino de los cielos en la tierra, y ellos lo esperaban fervorosamente. Pero no sabían que Dios deseaba obtener una iglesia, a saber, el Cuerpo de Cristo. En el Nuevo Testamento, Juan el Bautista apareció llamando a las personas al arrepentimiento y a creer en el evangelio. El Señor Jesús dio continuación a lo que Juan había predicado, y como resultado, Pedro, Jacobo, Juan y muchos otros recibieron el evangelio. De estos, el Señor designó a doce como apóstoles y los envió a predicar el evangelio, pero ninguno de ellos supo que todo eso tenía como meta obtener la iglesia. Ya para el tiempo de Mateo 16, los discípulos habían seguido al Señor por un espacio de dos o tres años. En esa ocasión, el Señor los sacó de Jerusalén y de la tierra de Judea; se los llevó lejos de la ciudad santa, del templo santo, donde se ofrecían los sacrificios y se quemaba el incienso, es decir, lejos de los lugares que estaban saturados de la atmósfera religiosa, y los condujo a la región de Cesarea de Filipo, hacia el norte, al pie de una montaña cerca de la frontera con Judea. Allí, el Señor les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?”. Pedro le contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). En esta ocasión Pedro no dijo ningún disparate; él tenía un cielo despejado, sin nubes. Por revelación, Pedro vio que el Señor Jesús, con respecto a Su ministerio, era el Ungido de Dios que daría cumplimiento al propósito divino; y que, con respecto a Su persona, El era el Hijo de Dios, la corporificación de Dios. Las palabras que pronunció Pedro aquí fueron sorprendentes. Inmediatamente, el Señor le contestó que esto no se lo había revelado el hombre, sino Dios el Padre. Luego, el Señor añadió: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Con estas palabras el Señor le dio a entender a Pedro que no era suficiente conocerlo como el Cristo, sino que además debía saber que El edificaría la iglesia sobre Sí mismo. Cristo es solamente la Cabeza; por tanto, El necesita un Cuerpo, la iglesia, que le sirva de complemento. La Cabeza y el Cuerpo no pueden separarse; Cristo y la iglesia es un gran misterio (Ef. 5:32). Por consiguiente, no solamente necesitamos conocer a Cristo, sino también la iglesia.

Han pasado casi dos mil años desde la ascensión de Cristo, y el acontecimiento más grandioso durante este tiempo es que se produjo la iglesia. Nuestra labor hoy simplemente consiste en “despertar” iglesias. Decir que estamos edificando la iglesia simplemente quiere decir que estamos “despertando” iglesias. ¿Qué estaban haciendo Pedro y Pablo? ¡Estaban “despertando” iglesias! ¿Qué estaban haciendo los misioneros occidentales cuando dejaron su país de origen y sus compatriotas, y cruzaron el océano? ¡Estaban “despertando” iglesias! Actualmente, Cristo está en Su trono en el cielo enviando Sus siete Espíritus para avivarnos. ¿Con qué propósito? ¡Con el propósito de que despertemos iglesias en todas partes, hasta que el mundo entero esté tan despierto que se llene de iglesias! El Señor declaró que el evangelio del reino sería predicado en toda la tierra habitada, y que entonces vendría el fin. Hoy, el fin aún no ha llegado porque dicho evangelio todavía no ha sido predicado en toda la tierra habitada, y porque la tierra aún no está llena de iglesias.]

B. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia

[En Mateo 16:18 el Señor dijo también: “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (la iglesia)”. “Las puertas del Hades” se refiere a la potestad de las tinieblas que pertenece a Satanás; también alude a la potestad de la muerte. Pero dicha potestad no puede prevalecer contra la iglesia, porque la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la Cabeza, quien está sentado en el trono en el cielo. Toda autoridad en el cielo y en la tierra ha sido dada a Cristo. Ya que la iglesia es Su Cuerpo, las puertas del Hades no pueden prevalecer contra la iglesia. La Cabeza ascendida ya ha sido coronada de gloria y honor en el trono (He. 2:9). Además, El ha recibido la autoridad de Dios el Padre y ha sido hecho Señor y Cristo (Hch. 2:36) y Soberano de los reyes de la tierra (Ap. 1:5). Ahora, El opera por medio de Su Espíritu, que es el Espíritu siete veces intensificado (Ap. 4:5; 5:6), a fin de aplicar a nosotros todo lo que El ha logrado y obtenido, por el bien de la edificación de Su Cuerpo. Esta es la obra que Cristo lleva a cabo en el cielo. El cielo, donde El está, está unido a nuestro espíritu. Nuestro espíritu humano está conectado con el cielo. El libro de Génesis en el Antiguo Testamento relata la historia de Jacob cuando éste soñó con una escalera celestial mientras estaba en el desierto. Sobre dicha escalera habían ángeles de Dios que ascendían y descendían (Gn. 28:12). La escalera celestial tipifica al Cristo ascendido. El lugar donde se hallaba dicha escalera fue llamado Bet-el, el cual era la puerta del cielo (Gn. 28:18-19). En Hebreos 4:16 dice que podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia. Pero si vivimos en la tierra, ¿cómo entonces podemos acercarnos al trono de Dios que está en el cielo? La clave es nuestro espíritu, el cual se menciona en Hebreos 4:12. El Cristo que está sentado en el trono, en el cielo, ahora también está en nosotros (Ro. 8:10), esto es, en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Nuestro espíritu es la morada de Dios. Bet-el es la casa de Dios, la morada de Dios, y la puerta del cielo. Allí, Cristo es la escalera, que une la tierra con el cielo y trae el cielo a la tierra. Ya que nuestro espíritu es ahora la morada de Dios, nuestro espíritu es la puerta del cielo. Allí, Cristo es la escalera que nos une a nosotros, quienes estamos en la tierra, con el cielo, y trae el cielo a nosotros.

A veces, cuando despertamos en la mañana, nos sentimos muy débiles. Pero cuando invocamos: “Oh, Señor Jesús”, inmediatamente el Cristo ascendido se transmite a nuestro ser como la electricidad, y somos fortalecidos interiormente. En otras ocasiones nos sentimos cansados, sin deseos de ir a las reuniones. Pero tan pronto como decimos suave e interiormente “Señor”, algo comienza a moverse dentro de nuestro ser, y terminamos yendo a la reunión. Cuanto más acudamos a las reuniones, más seremos unidos al cielo y más fuerza tendremos. Todo cansancio desaparecerá. Este es Cristo quien trae el cielo a nosotros y nos capacita para vencer el imperio de muerte de Satanás.]

II. LA MANERA EN QUE CRISTO EDIFICA LA IGLESIA

A. Mediante las personas dotadas y los santos perfeccionados

[Hay dos clases de edificación: la que llevan a cabo las personas dotadas y la que realizan los santos perfeccionados. La edificación del Cuerpo de Cristo mediante las personas dotadas está bajo la suministración de la Cabeza y se lleva a cabo indirectamente. Las personas dotadas no edifican el Cuerpo directamente; ni siquiera Cristo, quien es Cabeza de la iglesia, edifica la iglesia directamente. En Mateo 16:18 el Señor declaró que El edificaría Su iglesia; no obstante, El la edifica indirectamente, mediante los dones que El mismo da a Su Cuerpo. Luego, estos dones perfeccionan a los santos, y los santos perfeccionados son los que realizan la obra de edificación directamente. La edificación del Cuerpo de Cristo llevada a cabo por los santos perfeccionados está bajo el perfeccionamiento de las personas dotadas, pero son los santos quienes realizan la obra directamente. Efesios 4:16 dice que el Cuerpo se edifica a sí mismo en amor, porque todos los miembros edifican el Cuerpo de Cristo. Ellos edifican el Cuerpo al crecer en todo en aquel que es la Cabeza (Ef. 4:15). El crecimiento en vida de cada miembro del Cuerpo, en conjunto, equivale a la edificación del Cuerpo. Los santos perfeccionados también edifican el Cuerpo cuando su funcionamiento procede de la Cabeza, lo cual causa el crecimiento del Cuerpo para que éste pueda edificarse a sí mismo en amor (4:16).]

B. Al dar El, como la Cabeza ascendida, dones a Su Cuerpo

[La edificación intrínseca de la iglesia se lleva a cabo por medio de Cristo, quien, como Cabeza ascendida, da dones a Su Cuerpo (Ef. 4:8-11). Efesios 4:8 dice: “Por lo cual la Escritura dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres’”. Posiblemente apreciemos que el Señor hubiera descendido de los cielos, pero también necesitamos tener un alto aprecio por Su ascensión. En Efesios 4:8 Pablo afirma que el Cristo ascendido es quien da los dones.

Cuando Pablo dijo que Cristo subió a lo alto, él estaba citando Salmos 68:18. En dicho versículo, “lo alto” se refiere al monte de Sion (Sal. 68:15-16), el cual simboliza el tercer cielo, donde Dios mora (1 R. 8:30). Salmos 68 implica que fue en el arca donde Dios ascendió al monte de Sion después de que el arca había ganado la victoria. El versículo 1 del salmo 68 es tomado de Números 10:35, lo cual indica que el trasfondo del salmo 68 es el mover de Dios en el tabernáculo con el arca como su centro. Adondequiera que iba el arca, un tipo de Cristo, se ganaba la victoria. Con el tiempo, el arca ascendió triunfalmente a la cima del monte de Sion. Esto muestra cómo Cristo ganó la victoria y ascendió triunfalmente a los cielos.

En Su ascensión, Cristo “llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio”. Antes de que los santos redimidos fueran salvos mediante la muerte y la resurrección de Cristo, eran cautivos de Satanás. A causa del pecado y de la muerte, nosotros estábamos cautivos en las manos de Satanás. Sin embargo, Cristo derrotó a Satanás, resolvió el problema del pecado y de la muerte, y nos rescató de las manos del enemigo. Después de esto, nos llevó a los cielos como Sus cautivos. El tomó a estos cautivos e hizo de ellos dones para los hombres.

Uno de estos dones fue Saulo de Tarso, quien más tarde llegó a ser el apóstol Pablo. El había sido un cautivo de Satanás y un gran pecador. En 1 Timoteo 1:15 Pablo dijo que entre los pecadores él era el primero. El era un gran cautivo de Satanás y se hallaba bajo el pecado y la muerte, pero un día Cristo lo rescató. Mientras él iba camino a Damasco con la intención de arrestar a aquellos que invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:1-2, 14), el Señor Jesús lo atrapó y lo rescató de las manos de Satanás. Saulo, quien era un cautivo de Satanás, ese día llegó a ser un cautivo de Cristo.

Saulo de Tarso había estado persiguiendo a Cristo y asolando la iglesia, pero repentinamente se convirtió en un don. Cristo lo tomó e hizo de él un don llamado Pablo. El llegó a ser un don que podía disertar sobre el Antiguo Testamento, predicar el evangelio, enseñar a los santos y profetizar. ¿Cómo pudo Pablo llegar a ser tal don? El mismo nos lo dice en la sección parentética de Efesios 4:9-10: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”.

Pablo era un escritor maravilloso. El escribió este pasaje para describir la muerte y la resurrección de Cristo, con las cuales El obtuvo completa redención e impartió Su vida en nosotros. Cristo primero descendió a la tierra desde Su trono celestial, el cual se hallaba en el tercer cielo. El hizo esto mediante el proceso de la encarnación. Luego, El vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, entró en la muerte, y allí descendió aún más. En el segundo paso de Su descenso El bajó a las partes más bajas de la tierra. Esto se refiere al Hades, que se encuentra debajo de la tierra, adonde Cristo fue después de Su muerte (Hch. 2:27). El primer paso del descenso de Cristo tenía como fin efectuar Su encarnación, y el segundo paso, obtener la redención. El descenso de Cristo fue el medio por el cual El pudo realizar Su redención completa y todo-inclusiva, la cual nos salvó del pecado, de la muerte, de Satanás y del lago de fuego. En el primer paso de Su ascensión, El ascendió en resurrección del Hades a la tierra. En Su resurrección, El nos impartió vida. Su descenso efectuó la redención, y Su ascensión logró la impartición de Su vida. En el segundo paso de Su ascensión, El nos llevó al Padre en el tercer cielo.

Cuando el Señor ascendió a los cielos ante Sus discípulos (Lc. 24:51; Hch. 1:9-11), ellos no entendieron plenamente lo que estaba sucediendo. Simplemente vieron a Jesús ascender. Pero las Escrituras revelan que cuando Jesús ascendió, lo hizo con un séquito de enemigos derrotados. Una versión en inglés traduce la frase “llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio”, como “El llevó un séquito de enemigos vencidos” (The Amplified New Testament). Cuando Cristo ascendió, El era como un General que regresaba después de obtener la victoria sobre Satanás, el pecado y la muerte. El había derrotado a todos Sus enemigos y había tomado a muchos cautivos. El se llevó consigo a estos cautivos en un desfile triunfal, para celebrar Su victoria.

Pedro y Juan no percibieron esto cuando el Señor ascendió ante sus ojos, pero los ángeles sí vieron el asombroso y numeroso séquito de enemigos conquistados, que iban en un desfile para la celebración de la victoria de Cristo. Nosotros estábamos en ese desfile; Satanás y la muerte también estaban allí. ¡Qué procesión! Luego, el Señor presentó a todos los santos redimidos, o sea a Sus enemigos derrotados y conquistados, como un regalo al Padre. Era como si El estuviera diciendo: “Padre, aquí están las personas que Tú me entregaste. Ellos estaban muertos y cautivos en las manos de Satanás. Pero ahora Yo los he capturado; los rescaté de las manos de Satanás, sacándolos del pecado y de la muerte. También les he impartido Mi vida mediante Mi resurrección, que fue el primer paso de Mi ascensión del Hades a la tierra. Ahora, ellos ya no están muertos, sino que son regalos vivos. Así que aquí te los entrego como un gran regalo colectivo”.

Este regalo incluía a todos los santos redimidos. Incluía a Pedro, a Pablo, a Martín Lutero, a John Nelson Darby y a Watchman Nee. Yo me siento honrado de ser parte de este gran regalo corporativo. Todos nosotros estábamos incluidos allí en la ascensión de Cristo como un gran regalo viviente ofrecido al Padre. El Padre, sin duda, estaba muy feliz. Es probable que hubiera dicho: “Me siento muy feliz por Mi pueblo redimido. Todos estaban muertos y cautivos en las manos de Satanás. Pero Mi Hijo, mediante Su muerte y Su resurrección, los rescató y les impartió vida, haciéndolos vivientes”.

Todos debemos darnos cuenta de que ya hemos estado en los cielos. Estuvimos allí con Cristo porque El nos llevó como un regalo al Padre. El no fue al Padre con las manos vacías, sino que ascendió con todos Sus redimidos, incluyéndonos a usted y a mí, como un regalo colectivo para el Padre. Después, el Padre nos devolvió al Hijo como dones para Su Cuerpo (Sal. 68:18). Así, mediante Su descenso y Su ascensión, Cristo nos rescató, nos vivificó y nos hizo dones con Su vida de resurrección.

Pablo fue uno de estos dones. Algunas veces me he preguntado cómo Pablo recibió revelaciones tan grandes, como la de Efesios 4. Indudablemente, Cristo pasó algún tiempo particular con Pablo. Después de ser salvo, Pablo fue a Arabia y permaneció allí por un lapso de tiempo (Gá. 1:17). Nadie sabe lo que hizo allí, pero sin duda, durante ese tiempo hubo mucho contacto entre él y Cristo. Estoy seguro de que el Señor usó ese tiempo para constituir a Pablo en un gran don para Su Cuerpo. Cuando Pablo regresó de Arabia, pudo predicar y hablar cosas maravillosas. Esto significa que llegó a ser un gran don para la iglesia dentro de la categoría de las personas dotadas que se mencionan en Efesios 4:11. Fue por eso que en los versículos del 8 al 10 él pudo describir la muerte y la resurrección de Cristo de una forma tan maravillosa.

Todos debemos aprender a predicar el evangelio de una manera tan rica como lo hizo Pablo en Efesios 4. Podríamos hablar de la siguiente manera a los incrédulos con quienes tengamos contacto: “Me gustaría decirles que el descenso de nuestro Salvador se llevó a cabo en dos etapas. El descendió de los cielos a la tierra y luego, de la tierra al Hades. En la primera etapa de Su descenso, El se encarnó, se hizo hombre; y en la segunda etapa de Su descenso, El entró en la muerte y fue incluso hasta el Hades, muriendo por nosotros a fin de salvarnos del pecado, de la muerte y de Satanás. Como pecadores, éramos cautivos de Satanás, pero mediante la muerte de Cristo fuimos perdonados y rescatados de las manos de Satanás. Después, en la primera etapa de Su ascensión, el Señor ascendió del Hades a la tierra, en resurrección. En Su resurrección, El se impartió como vida en nosotros. Por medio de Su muerte Cristo efectuó la redención, y mediante Su resurrección se impartió como vida en nuestro ser. De este modo, fuimos vivificados. Luego, en la segunda etapa de Su ascensión, El nos llevó al tercer cielo como un séquito de enemigos conquistados, para entregarnos como regalo a Su Padre”. A veces deberíamos predicar el evangelio así cuando salimos a visitar a la gente.

Durante la época del Imperio Romano, cuando un general obtenía la victoria, todos sus cautivos tenían que desfilar durante la celebración de su victoria. Finalmente, algunos de esos cautivos eran ejecutados, y a otros les era concedido vivir (2 Co. 2:15-16). En el desfile de la victoria de Cristo, los ejecutados fueron Satanás y sus ángeles caídos, y los que fueron vivificados fuimos nosotros, los santos redimidos. Después de que fuimos presentados al Padre como un regalo y el Padre nos devolvió al Hijo como dones, el Hijo a su vez nos dio como dones para Su Cuerpo a fin de que éste fuera edificado.

[En 1977 animé a nuestros jóvenes a que hicieran lo posible por obtener una educación apropiada. Un hermano joven de entre nosotros tomó en serio mi comunión y regresó a la universidad. Después de un tiempo, se graduó con un doctorado en lingüística, con una especialización en el idioma griego. En estos últimos años, él ha sido de gran ayuda para mejorar, revisar y actualizar la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Yo sentía una gran urgencia por revisar esta versión, pero mi conocimiento del idioma griego era insuficiente para esta tarea. Pero este hermano joven, quien hace doce años escuchó mi comunión acerca de regresar a la universidad, ha llegado a ser un gran don para mí. El ha sido como un brazo o un hombro para mí. Todos podemos ser tales dones. Agradezco al Señor por los dones dados por la Cabeza ascendida a Su Cuerpo, para la edificación intrínseca del mismo.]

C. Los dones dados a la iglesia: algunos apóstoles

[La Cabeza ascendida dio cuatro categorías de dones a la iglesia. La primera categoría son los apóstoles (Ef. 4:11). Ellos son los que reciben la revelación de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a Cristo y la iglesia (Mt. 16:16-18; Gá. 1:11-12, 15-16; Ef. 3:3-4, 8-11; 5:32). Primero, reciben la revelación, y luego la revelación hace que su espíritu arda y que se olviden de sí mismos. Después, ellos salen a predicar la revelación, a fin de que otros también lleguen a estar ardientes. Dichos apóstoles también predican el evangelio de Cristo para salvar a los pecadores que fueron llamados y escogidos por Dios, trayéndolos a Cristo (Gá. 1:16a; Ef. 3:8, 2 Co. 11:2). Ellos no predican un evangelio superficial que promete a la gente ir al cielo en vez del infierno; más bien, predican al Cristo todo-inclusivo como evangelio. Además, los apóstoles son aptos para establecer iglesias locales y designar ancianos en ellas a fin de que guíen, pastoreen, enseñen y vigilen (Hch. 14:23; 1 Ti. 5:17; 1 P. 5:2). También están capacitados para definir las doctrinas, proclamar la verdad, perfeccionar a los santos y edificar el Cuerpo de Cristo (1 Ti. 2:7; Ef. 4:11-12). Estas son las cuatro funciones de un apóstol.]

D. Los dones dados a la iglesia: algunos profetas

[Los profetas son la segunda categoría de dones dados por el Cristo ascendido (Ef. 4:11). Son ellos quienes, por revelación de Dios, hablan por el Señor, proclamando e impartiendo al Señor en otros. En ocasiones, también son movidos a pronunciar algunas predicciones. Ellos son la categoría de dones que vienen después de los apóstoles y su don es muy importante para el perfeccionamiento de los santos y la edificación del Cuerpo de Cristo.]

E. Los dones dados a la iglesia: algunos evangelistas

[Los evangelistas son la tercera categoría de personas dadas como dones por la Cabeza ascendida. Ellos tienen la capacidad de predicar a Cristo y Sus inescrutables riquezas como el evangelio que salva a pecadores desconsolados, trayéndolos a Cristo.]

F. Los dones dados a la iglesia: algunos pastores y maestros

[Los pastores y maestros son la cuarta categoría de dones dados por la Cabeza ascendida. Según la estructura gramatical en el idioma griego, aquí “pastores y maestros” se refiere a una sola clase de personas dotadas. Por ende, los pastores deben saber cómo enseñar a otros, y los maestros deben saber cómo alimentar a otros. Ellos están capacitados para pastorear y enseñar a los creyentes, y también pueden alimentar a los nuevos creyentes, de la misma manera en que una madre nutre, pastorea, guía y enseña a sus niños.]

G. A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo

[Las cuatro categorías de personas dotadas —los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros— por una parte predican el evangelio para salvar a las personas, y por otra, levantan iglesias en diferentes localidades. También alimentan, pastorean y enseñan a los santos. Además, hablan por el Señor e infunden al Señor en otros. De esta manera, todos los santos son perfeccionados. Podemos ejemplificar el significado de perfeccionar tomando como ejemplo a los estudiantes universitarios que son enseñados en diferentes materias por varios profesores. Después de cuatro años de estudio, los estudiantes se gradúan y pueden hacer lo mismo que sus profesores, pues ya han sido perfeccionados. Cristo, como Cabeza, dio estas cuatro clases de dones a la iglesia, a fin de perfeccionar a los santos para que éstos también lleguen a ser apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Desafortunadamente, esto no sucede en el sistema actual del cristianismo, donde sólo entrenan a algunos predicadores para que reúnan a una congregación los domingos y tengan un “culto” en el que uno habla y los demás escuchan. La mayoría de las personas, aun después de escuchar por décadas, todavía no han recibido el suficiente perfeccionamiento.

En el recobro del Señor, todos los dones —tales como los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros— deben realizar una obra de perfeccionamiento. En otras palabras, todos deben llevar a cabo la labor de perfeccionar a otros. Deben ser como los profesores que perfeccionan a los estudiantes. De esta manera, después de varios años, los santos serán perfeccionados y podrán hacer el mismo trabajo que ellos hacen. Al presente, las publicaciones que tenemos son muy ricas y numerosas. Hay por lo menos cuatro mil mensajes diferentes. Si dedican el debido tiempo para leerlos, dicho material les ayudará a ser perfeccionados.] [Si invierten dos horas diarias durante dos años para leer los mensajes de los Estudios-vida, serán equipados. En cuatro años alcanzarán a leer todos estos mensajes.

Al mismo tiempo, ustedes están en la iglesia observando cómo los apóstoles levantan iglesias, cómo designan a los ancianos, cómo predican el evangelio elevado, cómo traen a las personas a Cristo para que disfruten de Sus riquezas y cómo enseñan las verdades. Por ejemplo, esta mañana alguien me preguntó sobre la diferencia que hay entre las denominaciones y la iglesia. En palabras sencillas, primero, las denominaciones usan nombres para denominarse; ellas han dividido el Cuerpo de Cristo. La iglesia no usa ningún nombre, pues es una sola. Todos los creyentes, ya sea que hayan sido bautizados por inmersión o por aspersión —siempre y cuando sean salvos—, pertenecen a la iglesia. En segundo lugar, las denominaciones no tienen el terreno apropiado de unidad; sin embargo, la iglesia sí tiene un terreno definitivo, el cual es el único terreno de unidad. El terreno de unidad de la iglesia es la localidad, y estamos firmes en él para adorar a Dios juntos y edificar el Cuerpo de Cristo. Creo que en unos cinco años muchos de ustedes podrán ser apóstoles que predicarán el evangelio de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, estableciendo iglesias, enseñando las verdades y edificando el Cuerpo de Cristo.

Después de los apóstoles vienen los profetas. La atmósfera actual en nuestras reuniones permite que ustedes sean entrenados para hablar por el Señor. Por ejemplo, lo que ustedes comparten después de un mensaje es principalmente una repetición de lo que acaban de escuchar. Después de hablar de esta manera por un tiempo, ustedes podrán hablar por el Señor en cualquier lugar. Tal vez tengan temor la primera vez que se levanten a hablar; pero, mientras sigan practicando, aumentará su denuedo y su voz se fortalecerá. Gradualmente, no sólo podrán hablar por el Señor, sino que también proclamarán al Señor y lo infundirán en otros. Puede ser que no se acuerden mucho de los mensajes que escucharon en las reuniones, pero sentirán que hay una Persona que los acompaña todo el tiempo. Esto se debe a que alguien les infundió a Cristo en su ser. Cuando regresen a sus casas, en lugar de charlar con su familia, aprendan a hablarles la palabra del Señor, a proclamar e infundir al Señor en ellos. Así, ellos se darán cuenta de que ustedes han cambiado, y ellos también cambiarán como resultado del hablar de ustedes. Esto es profetizar. Pablo dijo en 1 Corintios 14 que todos podemos profetizar uno por uno (v. 31).

El perfeccionamiento que llevan a cabo los evangelistas transmite a los santos la carga por el evangelio, y produce en ellos un espíritu ferviente por el evangelio. Dicho perfeccionamiento fomenta una atmósfera del evangelio cálida y agradable, para que los santos ardan por la predicación del evangelio. También les ayuda a hablar sin rodeos y a no desviarse del tema cuando se trata de predicar el evangelio. Mientras ellos comparten, se abrirá el corazón, la boca y el espíritu de los oyentes y, como resultado, recibirán al Señor y serán salvos. Por otra parte, el perfeccionamiento que realizan los pastores y maestros es semejante a perfeccionar a las personas para que sean madres. Muchos hermanos y hermanas no saben cómo alimentar a las personas después de haberlas ayudado a ser salvas. Son como una madre que no sabe cómo amamantar a su hijo; debido a esto, los nuevos creyentes no reciben mucha suministración ni enseñanza. Por lo tanto, todos tenemos que ser pastores que perfeccionan a otros, y todos debemos aprender. Mientras más practiquemos estas cosas, mejor las haremos.

Finalmente, después de esta clase de perfeccionamiento, los santos podrán ser los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. Cada miembro podrá funcionar apropiadamente y participar en la obra del ministerio del Nuevo Testamento, que es la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. De esta manera, ya no seremos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de doctrina. Toda la iglesia crecerá para llegar a ser un hombre de plena madurez que tiene la medida de la estatura de Cristo. Esta es la edificación del Cuerpo de Cristo.]

Preguntas

  1. ¿Cómo puede Cristo edificar la iglesia?
  2. ¿Cómo recibe la iglesia los dones?
  3. Describa lo que hace cada uno de los siguientes dones:
  4. Los apóstoles.
  5. Los profetas.
  6. Los evangelistas.
  7. Los pastores y maestros.

Pasajes citados

  1. La edificación del Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 61-65.
  2. Luz adicional con respecto a la edificación del Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), pág. 51.
  3. La edificación orgánica de la iglesia como Cuerpo de Cristo para ser el organismo del Dios Triuno procesado y dispensador (Lee/LSM), págs. 42-48.
  4. La edificación del Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 66-68.

Referencias adicionales

  1. El Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 45-46.
  2. La edificación del Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 14-22, 41.
  3. Los asuntos de la iglesia (Nee/LSM), págs. 153, 156, 167.
  4. The Economy of God and the Building Up of the Body of Christ [La economía de Dios y la edificación del Cuerpo de Cristo] (Lee/LSM), págs. 38, 41, 59-60.
  5. The Excelling Gift for the Building Up of the Church [El don más sobresaliente para la edificación del Cuerpo de Cristo] (Lee/LSM), págs. 48, 68-70.
  6. Luz adicional con respecto a la edificación del Cuerpo de Cristo (Lee/LSM), págs. 27, 44, 50.