Watchman Nee Libro Book cap.19 Libro de lecciones nivel 3: Los dos espíritus
EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
Lección diecinueve
EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
Lectura bíblica
1 Ti. 4:7; 2 Ti. 1:7; 4:22; 1 Ti. 1:5; He. 10:22; 1 Jn. 1:7; Ef. 6:18; 1 Ts. 5:17
Bosquejo
- Ejercitarnos para la piedad
- El ejercicio del espíritu
- Más provechoso que el ejercicio corporal
- Cuidar de nuestra conciencia
- Una buena conciencia
- Aplicar la sangre que limpia
- Ejercitarnos orando
- Orar sin cesar al invocar el nombre del Señor
- Orar-leer la Palabra
- Ejercitar nuestro espíritu en las reuniones
Texto
I. EJERCITARNOS PARA LA PIEDAD
A. El ejercicio del espíritu
[En 1 Timoteo 4:7 leemos: “Ejercítate para la piedad”. Después, 2 Timoteo 1:7 dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura”. Luego, 2 Timoteo 4:22 añade: “El Señor esté con tu espíritu”. Si juntamos todos estos versículos, vemos que ejercitarnos para la piedad depende del ejercicio de nuestro espíritu, donde el Señor está. Ejercitarnos para la piedad requiere que sepamos cómo ejercitar nuestro espíritu, ya que Dios mismo está en él. Estos versículos son la base bíblica sobre la cual enseñamos que debemos ejercitar el espíritu.]
B. Más provechoso que el ejercicio corporal
[En el texto griego del Nuevo Testamento, la palabra traducida “ejercicio” es semejante a la palabra “gimnasia”. Durante la época en que el apóstol Pablo escribió estas epístolas, los griegos practicaban mucho los ejercicios de gimnasia. Así que, el trasfondo histórico del uso de esta palabra era el ejercicio de la gimnasia corporal. Aun en la actualidad, la gente se dedica cada vez más al ejercicio corporal para mejorar su salud física. Sin embargo, el apóstol Pablo utilizó esta palabra para dar énfasis a la necesidad vital de otra clase de gimnasia, otra clase de ejercicio no relacionado con el cuerpo físico. Esta gimnasia tiene qué ver con la piedad.
Tal vez algunos hermanos diariamente hagan ejercicio o practican gimnasia para mantener su cuerpo sano. Eso está bien, pues Pablo dice que el ejercicio corporal tiene cierto provecho. Es bueno, pero sólo hasta cierto grado. Sin embargo, Pablo describe aquí otra clase de gimnasia, la cual aprovecha para siempre. ¡Tanto para hoy como para la eternidad! El dice que esta clase de gimnasia es provechosa para la vida presente y para la vida eterna. Así que, debemos prestar más atención a esta gimnasia, el ejercicio de nuestro espíritu.]
II. CUIDAR DE NUESTRA CONCIENCIA
A. Una buena conciencia
Para ejercitar nuestro espíritu es vital que cuidemos de nuestra conciencia. [La conciencia es la parte principal de nuestro espíritu. Si nuestra conciencia está contaminada, nunca tendremos un espíritu apropiado, ni siquiera podremos ejercitarlo. De hecho, si nuestra conciencia está mal, ¡nuestro espíritu estará en una condición de muerte! Por lo tanto, a fin de ejercitar nuestro espíritu apropiadamente, debemos tener primero una buena conciencia.]
[Si usted se contamina viendo cierta clase de fotografías, su espíritu se ensuciará, se contaminará y caerá en una condición de muerte. La consecuencia de esto es que no podrá orar, a menos que primero le pida al Señor que lo limpie de toda contaminación. Este es un ejemplo de cuánto necesitamos cooperar con el Dios Triuno que santifica, para que nuestro espíritu no sea afectado por la muerte y la contaminación.]
B. Aplicar la sangre que limpia
[Por lo tanto, cuando ejercitamos nuestro espíritu para tener contacto con el Señor, necesitamos la sangre que limpia. Si no sabemos cómo aplicar la sangre, no sabremos realmente cómo ejercitar nuestro espíritu. Cada vez que ejercitemos nuestro espíritu, sentiremos que necesitamos la sangre. La sangre que limpia es indispensable, vital. Tan pronto empecemos a ejercitar nuestro espíritu para tocar al Señor, quien es justo y santo, sentiremos la necesidad de aplicar la sangre para limpiar nuestra conciencia. ¡El Señor está en la gloria, pero nosotros somos pecadores, malignos, sucios, mundanos y carnales, y no estamos al nivel de Su gloria! Por ende, la sangre debe llenar la brecha que existe entre nosotros y el Señor. Tenemos que aprender a aplicar la sangre constantemente.]
III. EJERCITARNOS ORANDO
[Tenemos que comenzar a ejercitar nuestro espíritu orando, porque en principio, orar es algo que se efectúa en el espíritu (Ef. 6:18). Si vamos a ejercitar los ojos, lo hacemos mirando. Si vamos a ejercitar los pies, tenemos que caminar. Cuanto más caminemos, más ejercitamos los pies. Del mismo modo, la mejor forma de ejercitar el espíritu es orar.] Sin embargo, en nuestra experiencia, orar tal vez no nos parezca tan fácil.
[Una razón por la que en ocasiones no podemos orar, es que no usamos nuestro espíritu regularmente; éste no funciona por falta de ejercicio. En una ocasión, un médico me dijo que si cubríamos nuestros ojos por tres meses, perderíamos la práctica de ver. Aunque abriéramos nuestros ojos, no tendríamos la visión, porque no habríamos ejercitado nuestros ojos por bastante tiempo. Si no usamos nuestros ojos, éstos dejarán de funcionar. Del mismo modo, muchos hermanos y hermanas sencillamente dejan de usar su espíritu. Usan constantemente la mente, la parte emotiva, la voluntad, o el cuerpo físico, pero no su espíritu. Por lo tanto, el espíritu deja de funcionar y como consecuencia se atrofia.]
[La mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es orar. Al ejercitar nuestro espíritu en oración, nuestra meta debe ser tener contacto con el Señor, y no simplemente orar por ciertas personas o cosas. Sencillamente establezca contacto con el Señor y permítale que El le dé la carga de orar por alguien. No vaya al Señor con la mente llena de peticiones. Si trata de establecer contacto con el Señor de esta manera, su espíritu se cerrará. Debemos ir al Señor con un espíritu completamente abierto, adorándole, alabándole y dándole gracias. Entonces sabremos por qué orar y tendremos mucho que decir al Señor en oración.]
A. Orar sin cesar al invocar el nombre del Señor
[En 1 Tesalonicenses 5:17 Pablo nos exhorta a orar sin cesar. ¿Qué significa orar sin cesar? Aunque podamos comer y beber varias veces al día, nadie puede hacerlo sin cesar. Lo que sí podemos hacer es respirar sin cesar. El mandato de Pablo es que oremos sin cesar, e implica que el orar sin cesar es semejante a respirar. ¿Pero de qué manera nuestra oración se convierte en nuestra respiración espiritual? ¿Cómo podemos lograr esto? La forma es invocar el nombre del Señor. Debemos invocar al Señor Jesús continuamente. Así respiramos, es decir, oramos sin cesar. Debido a que no estamos acostumbrados a ello, debemos practicarlo todo el tiempo, debemos invocar el nombre del Señor. Vivir es respirar. Hablando espiritualmente, respirar es invocar el nombre del Señor y orar a El. Invocando el nombre del Señor Jesús, respiramos al Espíritu.]
B. Orar-leer la Palabra
Como vimos en la lección doce, el Espíritu está corporificado en la Palabra. A fin de experimentar el suministro del Espíritu que se halla en la Palabra, tenemos que ejercitar nuestro espíritu, y orar-leer es una de las mejores formas de hacerlo.
[Usemos el salmo 133 para mostrar la diferencia entre analizar la Biblia y disfrutar el alimento que ella contiene al orar-leer. Durante el tiempo devocional, algunos cristianos leen el salmo 133. Mientras lo hacen, quizás comiencen a analizar y preguntarse acerca del ungüento, la barba, el borde de las vestiduras, el rocío y el monte de Hermón. En lugar de recibir el suministro abundante, se distraen con muchas preguntas sin respuesta. Pero si en vez de eso, oramos-leemos el salmo 133, tomaremos este salmo de una manera viviente. Mientras oramos-leemos, podríamos decir: “¡Mirad, amén! Cuán bueno y cuán delicioso, amén”. Al tomar la Palabra de esta manera, aplicamos el Espíritu todo-inclusivo a nuestro ser interior. Al orar-leer, ejercitamos nuestro espíritu para recibir el alimento espiritual de la Palabra. Mediante esta nutrición, crecemos en vida, somos nutridos con las palabras de fe y con la sana enseñanza. Si invertimos tan sólo diez minutos para orar-leer un pasaje de la Palabra, seremos nutridos ricamente. Mas aún, experimentaremos los numerosos elementos de las riquezas de Cristo.]
IV. EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU EN LAS REUNIONES
Finalmente, debemos ver que es crucial que ejercitemos nuestro espíritu en las reuniones de la iglesia. [Cada vez que nos congreguemos, debemos funcionar. Podemos orar, alabar, o compartir un testimonio. Esto es ejercitar nuestro espíritu y no permitir que permanezca en una condición de muerte ni aletargamiento. Pero siento decir que muchos santos no ejercitan su espíritu. En lugar de esto, permiten que su espíritu permanezca adormecido. Tal pareciera que dejan su espíritu en una tumba.]
[Cuando en una reunión todos ejercitan su espíritu, el Espíritu Santo tiene la libertad para moverse y fluir. Esto constituye una verdadera batalla, pues Satanás sabe que si todos liberan su espíritu, él será derrotado; así que, sutilmente ataca este blanco estratégico, y ahoga el espíritu de los santos. En tanto que él logre ahogar nuestro espíritu, nosotros seremos derrotados, y él saldrá ganando. Por lo tanto, tenemos que pelear la batalla; tenemos que aprender a liberar nuestro espíritu todo el tiempo, y estar siempre preparados para orar. Siempre que asistamos a una reunión, inmediatamente debemos ejercitar y liberar nuestro espíritu para orar.]
[Todos nuestros problemas pueden ser resueltos y todas nuestras necesidades satisfechas si ejercitamos nuestro espíritu. Todo lo que Dios es y todo lo que El ha logrado y obtenido se halla en el Espíritu que incluye todos los elementos divinos, el cual fue instalado en nuestro espíritu. Por consiguiente, al volvernos a nuestro espíritu y ejercitarlo, obtenemos el rico suministro que satisface toda necesidad.]
RESUMEN
Todos los creyentes debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para entablar contacto con el Señor. Al ejercitar nuestro espíritu, debemos cuidar también de nuestra conciencia, aplicando la preciosa sangre de Cristo, la cual nos limpia. La mejor forma de ejercitar nuestro espíritu es orar. Todos podemos orar sin cesar invocando el nombre del Señor. Ejercitamos nuestro espíritu para recibir la nutrición espiritual de la Palabra, al orar-leer. Debemos ejercitar nuestro espíritu en las reuniones de la iglesia, orando, alabando o dando testimonio.
Preguntas
- ¿Cómo relaciona Pablo el ejercicio corporal con nuestro espíritu? ¿En qué versículo encontramos esto?
- ¿Por qué ejercitar nuestro espíritu es más provechoso que ejercitar nuestro cuerpo?
- En el ejercicio de nuestro espíritu, ¿por qué necesitamos cuidar primeramente de nuestra conciencia?
- ¿Cuál es la mejor forma de ejercitar nuestro espíritu?
- ¿De qué manera podemos orar sin cesar?
Citas tomadas de las publicaciones de Lee y LSM
- Nuestro espíritu humano, pág. 79.
- The Stream [El manantial], tomo 5, núm. 1, 1 de febrero de 1967, págs. 3, 10-11.
- Life-study of First Thessalonians [Estudio-vida de 1 Tesalonicenses], pág. 208.
- The Stream [El manantial], vol. 5, núm. 1, 1 de febrero de 1967, pág. 22.
- Nuestro espíritu humano, pág. 81.
- The Stream [El manantial], tomo 5, núm. 1, 1 de febrero de 1967, pág. 33.
- Life-study of Colossians [Estudio-vida de Colosenses], pág. 423.
- Life-study of Philippians [Estudio-vida de Filipenses], págs. 298, 319-320.
- Life-study of First Thessalonians [Estudio-vida de 1 Tesalonicenses], pág. 204.
- The Stream [El manantial], tomo 5, núm. 1, 1 de febrero de 1967, pág. 27.
- Estudio-vida de Romanos, pág. 639.