Watchman Nee Libro Book cap.2 La Iglesia gloriosa

Watchman Nee Libro Book cap.2 La Iglesia gloriosa

LO QUE TIPIFICA EVA

CAPÍTULO DOS

LO QUE EVA TIPIFICA

En la obra de la creación, fueron creadas dos personas: la primera fue Adán y la otra, Eva. Ambas eran seres humanos creados, pero cada una tipifica algo diferente. En 1 Corintios 15 se afirma que Adán tipificaba al Señor Jesús, y Romanos 5 dice que Adán era la figura del hombre que había de venir. Entonces, Adán prefiguraba a Cristo; él representaba a Cristo en figura. En otras palabras, todo lo que Dios se propuso en Adán había de cumplirse en Cristo.

Pero en la creación, aparte de Adán, también estaba Eva, la mujer. Con esmero Dios dejó constancia en Génesis 2 de la creación de esta mujer, y cuando llegamos a Efesios 5, vemos claramente que Eva tipifica a la iglesia. Por consiguiente, podemos ver que el propósito eterno de Dios se cumple parcialmente por medio de Cristo y parcialmente por medio de la iglesia. Si queremos entender cómo la iglesia puede cumplir el propósito de Dios en la tierra, debemos aprender de Eva. El propósito de este libro no consiste en explicar el tipo de Adán. Por lo tanto, no consideraremos este asunto aquí; por el contrario, el énfasis está sobre Eva. No estamos centrando nuestros pensamientos en la obra de Cristo, sino en la posición que ocupa la iglesia en relación con esta obra.

Cuando leemos Génesis 2:18-24 y Efesios 5:22-32 descubrimos que una mujer es mencionada en ambas partes. En Génesis 2 vemos una mujer, y Efesios 5 presenta también una mujer. La primera mujer es una señal que tipifica a la iglesia; la segunda mujer es la primera mujer. La primera mujer fue planeada por Dios antes de la fundación del mundo y apareció antes de la caída. La segunda mujer también fue planeada antes de la fundación del mundo, pero fue revelada después de la caída. Aunque una apareció antes de la caída y la otra después, no existe ninguna diferencia a los ojos de Dios: la iglesia es la Eva de Génesis 2. Dios creó a Adán para que tipificara a Cristo; Dios también creó a Eva para que tipificara a la iglesia. El propósito de Dios no es cumplido solamente por Cristo, sino también por la iglesia. En Génesis 2:18, Jehová Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea”. El propósito de Dios al crear la iglesia es éste: que ella sea la ayuda idónea de Cristo. Cristo en Sí mismo es solamente una mitad; debe de haber otra mitad, la cual es la iglesia. Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Esto significa que a los ojos de Dios Cristo solo no es suficiente. Génesis 2:18-24 reitera los acontecimientos del sexto día de la creación. En el sexto día, Dios creó a Adán, pero después, parece que reflexionó y dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Por consiguiente, creó a Eva para Adán. Para aquel entonces, todo estaba terminado, y vemos que Génesis 1 acaba con este relato: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (v. 31). Con eso vemos que tener únicamente a Adán, o podríamos decir, tener únicamente a Cristo, no es suficiente para satisfacer el corazón de Dios. Para Dios, se necesita también Eva, es decir, se necesita también la iglesia. Entonces Su corazón quedará satisfecho.

Jehová Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. En otras palabras, Dios deseaba tener a Adán y también a Eva. Su propósito consiste en tener a un Cristo victorioso y una iglesia victoriosa, un Cristo que venció la obra del diablo y una iglesia que ha vencido la obra del diablo. Este es Su propósito: hacer que Cristo gobierne y que la iglesia gobierne. Esto es lo que Dios planeó para Su propio placer, y El lo ha hecho para Su propia satisfacción. Esto se realizó porque Dios lo deseaba. Dios deseaba tener a Cristo, y Dios también deseaba tener una iglesia que fuese exactamente como Cristo. Dios no deseaba solamente que Cristo tuviese dominio, sino que El quiere también que la iglesia tenga dominio. Dios permite que el diablo esté sobre la tierra porque dijo: “Que ellos”, Cristo y la iglesia, “tengan dominio”. Dios propuso que la iglesia, como complemento de Cristo, participara en la victoria sobre Satanás. Si la iglesia no corresponde a Cristo, no se cumplirá el propósito de Dios. En la batalla, Cristo necesita una ayuda idónea, y aún en gloria, también necesita una ayuda idónea. Dios exige que la iglesia sea la misma que Cristo en cada aspecto. Dios desea que Cristo tenga una ayuda idónea.

EVA SALIÓ DE ADÁN

Adán necesitaba una ayuda idónea. ¿Qué hizo Dios para satisfacer esta necesidad? Génesis 2:19-20 dice: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él”.

Entonces “Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (vs. 21-23). Esta era la ayuda idónea de Adán y la figura de la iglesia en Efesios 5. La Biblia enseña claramente que todas las cosas hechas de la tierra pero no sacadas del cuerpo de Adán no podían ser su ayuda idónea. Todas las bestias del campo, o sea el ganado, y las aves de los cielos fueron hechas de la tierra. No fueron tomadas de Adán; por consiguiente, no podían ser la ayuda idónea de Adán. Debemos recordar que Eva fue formada de la costilla de Adán; por tanto, Eva era el constituyente de Adán. Esto significa que la iglesia procede de Cristo. Lo que sale de Cristo es lo único que puede constituir la iglesia. Todo lo que no es de Cristo no puede ser la iglesia.

Debemos considerar unas palabras más en Génesis 1:26 y 27. El versículo 26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ellos…” (heb.) En el idioma hebreo, la palabra traducida “hombre” es singular, pero inmediatamente después viene el pronombre plural “ellos”. Vemos el mismo caso en el versículo 27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. El sustantivo “hombre” es singular, pero el complemento que precede “creó” en la última cláusula es plural. ¡Dios creó un solo hombre; pero podemos decir también que El creó dos! Uno es dos, y no obstante, los dos son uno porque Eva estaba en Adán.

Observe también que el versículo 27 dice: “Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. La manera en que Dios creó al “hombre” es idéntica a la manera en que El “los” creó. Adán no fue el único en ser creado; Eva estuvo incluida también en él. “Dios creó al hombre a su propia imagen”. Este “hombre” es singular y tipifica a Cristo. “A la imagen de Dios los creó…”. “Los” es plural y tipifica a Cristo y la iglesia. Dios no sólo desea un Hijo unigénito, sino que también quiere muchos hijos. Los muchos hijos deben ser idénticos a este Hijo único. En estos versículos, vemos que si la iglesia no está en una condición que corresponda con Cristo, Dios no descansará y Su obra no será terminada. Adán no es el único ser hecho a la imagen de Dios; Eva lo es también. No sólo Cristo tiene la vida de Dios, sino que también la iglesia la tiene.

LA IGLESIA PROCEDE DE CRISTO

Entonces, deberíamos preguntar: “¿Qué es la iglesia?” La iglesia es esa parte que fue sacada de Cristo. Debemos ver los dos aspectos de Adán, y entonces nos resultará fácil entender. Por una parte, Adán es simplemente él mismo; por otra, él tipifica algo. En cuanto a Adán mismo, él fue hecho del barro. Todos los hombres naturales fueron hechos del barro, pero Adán también tipificaba a Cristo. El hecho de que Eva procedió de Adán significa que la iglesia es hecha con Cristo. Eva fue hecha con la costilla de Adán. Puesto que Eva salió de Adán, era todavía Adán. Entonces ¿qué es la iglesia? La iglesia es otra forma de Cristo, así como Eva era otra forma de Adán.

La iglesia es solamente Cristo. Oh, son muchas las personas que piensan que la iglesia es la congregación de la gente que cree en el Señor y que es salva. No, ¡eso no es cierto! Entonces, ¿quién constituye la iglesia? La iglesia es solamente esa porción que fue sacada de Cristo. En otras palabras, es el hombre que Dios hizo usando a Cristo como material. No es un hombre hecho de barro. El material de la iglesia es Cristo. Sin Cristo, la iglesia no tendría ninguna posición, ninguna vida, ningún vivir, ni existencia. La iglesia procede de Cristo.

En 1 Corintios 10:17 dice: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo”. Este versículo significa que a pesar de que somos muchos, el pan que partimos es uno; por consiguiente, el Cuerpo también es uno. El apóstol Pablo afirmaba claramente que el único pan representa el Cuerpo de Cristo, es decir, toda la iglesia. Aunque somos muchos, el Cuerpo es uno. Cuando recordamos al Señor, yo tomo un pedacito de pan, usted toma otro pedacito de pan, y otros hacen lo mismo. Durante siglos y en todas partes del mundo, ¡todos los cristianos han tomado una pequeña porción de este pan y la han comido! Si usted tomara todos los pedazos que ellos comieron y los juntara, se convertirían en toda la iglesia. La iglesia no es un “yo” individual más un “usted” individual. No es el señor Smith más el señor Jones ni tampoco todos los cristianos del mundo entero reunidos juntos. La iglesia es Cristo en usted, Cristo en él, y Cristo en todos los cristianos alrededor del mundo en el transcurso de todos los siglos, y reunidos juntos. Nuestro hombre natural no tiene nada que ver con la iglesia. La única parte nuestra relacionada con la iglesia es la porción del pan que hemos comido. Esto se ve especialmente en el Evangelio de Juan, el cual revela que todos los que creen en el Señor tienen a Cristo morando en ellos y, por consiguiente, son uno en el Espíritu.

La iglesia está compuesta de lo que procede de Cristo. Los talentos del hombre, sus habilidades, pensamientos, fuerza y todo lo que le pertenece se encuentran fuera de la iglesia. Todo lo que viene de la vida natural está fuera de la iglesia, y todo lo natural que es introducido en la iglesia llevará a un derrumbamiento, y no a una edificación. Sólo lo que procede de Cristo se encuentra en la iglesia. Eva no fue hecha de barro, sino de Adán, aquel que tipificaba a Cristo. Lo precioso es esto: Dios tomó una costilla de Adán e hizo a Eva. Lo que salió de Adán, y no del barro, puede ser llamada “Eva”, y sólo lo que procede de Cristo puede llamarse la iglesia. Todo lo que no es de Cristo no tiene nada que ver con la iglesia.

Algunas personas eran muy francas antes de creer en el Señor. Después de ser salvas, usaron su franqueza para servir a Dios. Consideraron que su franqueza natural era algo bastante útil, y estaban orgullosas de ella. ¿Pero de dónde viene esta franqueza? ¿Procede de Cristo? ¿Pasó por la cruz? Oh, si no viene de Cristo, si no ha pasado por la cruz, ¡no es de ninguna utilidad para la iglesia! Eva fue constituida solamente con lo que salió de Adán, y la iglesia está constituida de lo que procede de Cristo. Todo lo que viene del hombre no puede ser la iglesia.

Algunas personas eran muy elocuentes antes de creer. Les resultaba tan fácil narrar y describir algo a los demás. Después de ser salvos, todo lo que hicieron fue cambiar de tema y empezaron a predicar. Pero no debemos pensar que el hecho de dar buenas predicaciones es suficiente. Por el contrario, debemos preguntar: “¿De qué fuente procede su elocuencia? ¿Pasó por la cruz?” Si su elocuencia es la que tenían originalmente y no pasó por el trato de la cruz, entonces es algo que sale enteramente de la propia naturaleza de ellas. La elocuencia que introducen en la iglesia es algo del Adán terrenal. En realidad, la iglesia será debilitada por estas personas. Solamente lo que sale de Cristo es la iglesia; nada de lo que pertenece a la naturaleza humana puede ser la iglesia.

También podemos encontrar personas muy inteligentes. Su mente es excepcionalmente aguda. Antes de ser salvas, usaban su mente para estudiar la filosofía, la ciencia, y la literatura. Después de ser salvas, simplemente usan su mente para estudiar la Palabra de Dios. Pero debemos preguntar: “¿De dónde viene esta mente aguda? ¿Ha pasado por la obra de la cruz? ¿Se encuentra bajo el control del Espíritu Santo? ¿O es simplemente la mente que tenían originalmente?” Si éste es el caso, es simplemente algo que proviene del Adán terrenal, del hombre mismo, de la naturaleza humana; es algo de la carne. Aunque estas personas han cambiado de tema, ¡su mente sigue siendo la misma mente vieja! Y cuando usan su mente para estudiar la Biblia, en vez de ayudar a la iglesia, la perjudicarán. Solamente lo que procede de Cristo puede constituir la iglesia. Todo lo que viene del hombre no puede formar parte de la iglesia.

Dios debe despojarnos de toda nuestra naturaleza humana y someterla. Nuestra fuerza natural debe pasar por la obra de la cruz y ser sometida al dominio del Espíritu Santo. Entonces, y no antes, dejaremos de perjudicar a la iglesia. Todo lo que procede de la vida natural y adámica que está en nosotros es de la tierra; Dios no la quiere. Lo que salió de la costilla de Adán era Eva. (El hueso alude a la vida de resurrección. Cuando el Señor estaba en la cruz, ninguno de Sus huesos fue quebrado.) Solamente lo que es formado a partir de la vida de resurrección de Cristo, es la iglesia.

Eva tenía que ser hecha del hueso de Adán. Sin el hueso de Adán, Eva no habría podido existir. La ayuda idónea de Adán es también el cuerpo de Adán, puesto que la fuente de la vida de Eva era el hueso mismo de Adán. Adán era la base de su existencia. Existía por el mero hecho de que una parte de Adán estaba en ella. Pasa lo mismo con la iglesia. Debemos declarar continuamente al Señor: “Te debemos todo. Sin Ti, no tenemos nada de vida, ninguna existencia, ¡nada! ¡Procedemos de Ti!”

Este es el resultado vital de nuestro nuevo nacimiento: el arrepentimiento no hace de nosotros una parte de la iglesia, ni tampoco la confesión de nuestros pecados, ni nuestra fe. La vida que Cristo nos ha impartido es lo único que hace de nosotros una parte de la iglesia. La base sobre la cual formamos parte de la iglesia es nuestro nuevo nacimiento, puesto que Cristo se imparte en nosotros desde aquel entonces. Por consiguiente, sentimos la necesidad de vivir y actuar conforme a esta vida, la vida de Cristo. Todo lo que puede hacer Dios por nosotros es impartir a Su Hijo en nosotros a fin de que participemos de la vida de Cristo. Aunque somos meras vasijas terrenales, hay un gran tesoro en nuestro interior. ¿Qué, pues, nos puede sacudir? No obstante, si actuamos conforme a lo que decidimos nosotros, nos encontraremos fuera de la iglesia. Todo lo que no sea la porción de Cristo en nosotros no podrá ser la iglesia; es simplemente nosotros mismos. Si trabajamos según nosotros mismos, no hacemos la obra del Señor. Debemos preguntarnos sobre qué base y de qué fuente servimos al Señor, hacemos Su obra, buscamos lo espiritual, y caminamos según el Espíritu. Lo que hacemos, ¿está basado en Cristo o en nosotros mismos? Si todo lo hacemos por Cristo, podemos realizar el propósito de Dios, pero si hacemos algo por nosotros mismos, aunque llevemos a cabo algo, será solamente de naturaleza terrenal y no podrá cumplir la voluntad eterna de Dios.

El propósito eterno de Dios consiste en ganar a un hombre. Este hombre es un hombre corporativo que procede de Cristo. Es la iglesia. La iglesia no es la congregación de varios cristianos. No es un asunto de tener muchos “hombres”; se trata de una vida. La iglesia es lo que es únicamente porque hay muchas personas que tienen la misma vida, el mismo Cristo. Usted tiene una porción de Cristo, y otra persona también tiene una porción de Cristo; cada uno de nosotros tiene una porción de Cristo. Cuando juntamos todas estas porciones de Cristo, tenemos la iglesia.

Debemos ver claramente que Dios no quiere individuos, Dios creó el hombre, varón y hembra. El varón es singular, y la hembra también. Cristo es singular, y la iglesia también. A los ojos de Dios, existe un solo Cristo y una sola iglesia. En el futuro veremos que está un solo hombre en el Hades y un solo hombre en los cielos; no existe ningún tercer hombre. Dios ve solamente a dos hombres en todo el mundo. En 1 Corintios 15 se revela que Adán es el primer hombre y Cristo es el postrero. No hay otros hombres. Así como Eva, el Cuerpo de Cristo es uno, ¡y no son varios!

Por consiguiente, aunque tenemos la vida de Dios dentro de nosotros, todavía necesitamos que trabaje en nosotros para quebrantar nuestro individualismo. Dios tiene que librarme y echar abajo el concepto de que yo mismo soy suficiente. Debemos ser uno con los demás hijos de Dios. Existe una sola Eva; del mismo modo, hay un solo Cuerpo de Cristo. Todos los hijos de Dios, los que tienen la vida de Cristo, no son hombres y mujeres individuales; son todos un solo hombre. Dios debe acabar con nuestro individualismo. El tiene que quebrantarnos día tras día hasta que lleguemos a conocer la vida del Cuerpo.

¡Son muchos los que piensan que pueden ser cristianos individuales! Pero Dios no lo permitirá. A menudo sus oraciones individuales no son contestadas, su estudio personal de las Escrituras no los ilumina, y su búsqueda individual no los conduce a la voluntad de Dios. Si tal persona dijera a otro hermano o hermana: “No puedo lograr eso por mí mismo, ¿me puede ayudar usted?”, y si oraran juntos, finalmente esta persona entendería. Todo lo que no entendía por sí mismo, lo entendería claramente al buscar una respuesta con un hermano. A menudo una persona así sigue siendo orgullosa, pensando que puede lograr algo por sí misma la mayor parte del tiempo, y que en muy pocas ocasiones no puede conseguir nada individualmente. Esto se llama individualismo. En la iglesia debe ser quebrantado el individualismo. Debemos permitir que el Cristo que mora en nosotros y el Cristo que vive en los demás hermanos y hermanas se entrelace en un solo Cuerpo.

Muchos cristianos conocen la vida que tenemos en Cristo, pero lamentamos decir que no conocen la vida en el Cuerpo de Cristo. Así como la vida de Cristo es una realidad, la vida del Cuerpo de Cristo también es una realidad. Los cristianos no son individuos, son uno. El apóstol Pablo dijo que a pesar de ser muchos, seguimos siendo un solo pan y un solo Cuerpo. Si vivimos conforme a Cristo, somos uno con los demás cristianos. Pero si vivimos conforme a nosotros mismos, nos separamos de los hijos de Dios.

Por consiguiente, si la iglesia ha de ser una verdadera iglesia, debe pasar por dos etapas: la extensión o aumento de Cristo y la consumición de nuestro ego. La extensión de Cristo empezó cuando fuimos regenerados, y desde que fuimos salvos, el Señor ha trabajado en nosotros día tras día para consumir nuestro ego. El Señor seguirá obrando hasta que un día delante de Dios, digamos: “No puedo hacer absolutamente nada por mí mismo. Todo lo que hago es conforme al principio de ayuda mutua entre los miembros. Todo lo que hago es conforme al principio de la comunión, el cual es el principio del Cuerpo”. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. Lo que procede de Cristo es lo único que constituye la iglesia; todo lo que viene del hombre no puede ser la iglesia.

Debemos entender que Dios toma en cuenta el origen de las cosas, y no el hecho de que sean buenas o malas. Los hombres siempre preguntan: “¿Es bueno o es malo?” Pero Dios pregunta: “¿De donde procede?” Lo que salió de Adán fue llamado Eva; del mismo modo, lo que procede de Cristo es llamado la iglesia. Lo que no viene de Cristo no puede ser la iglesia. Los hombres preguntan: “¿Tiene usted amor?” Pero Dios pregunta: “¿De dónde viene su amor?” Los hombres preguntan: “¿Tiene usted celos?” pero Dios pregunta: “¿Cuál es la fuente de su celo?” Debemos solucionar el asunto del origen, y no el asunto del bien o del mal. La cuestión del bien o del mal surgió después de Génesis 3. Quizás alguien pregunte: “¿No tengo ninguna habilidad? ¿No soy celoso de Dios?” Pero el problema es éste: ¿De dónde proceden su habilidad y celos?

A menudo sentimos que nosotros mismos podemos amar y ayudar a los demás. Por supuesto, amar y ayudar a los demás es algo bueno, pero: “si entregase mi cuerpo para gloriarme, y no tengo amor”, el amor de Cristo, “nada me aprovecha” (1 Co. 13:3). ¿Es erróneo ayudar a los demás? La pregunta es la misma: ¿De dónde viene? Lo que viene de Cristo es lo único que constituye la iglesia. Lo que no procede de Cristo no tiene nada que ver con la iglesia.

En nuestra vida cristiana, la primera y la última lección que debemos aprender es discernir el origen de las cosas. La primera lección consiste en rechazar todo lo que viene de nosotros mismos, y la última lección sigue siendo el rechazo de todo lo que proviene de nosotros mismos. Esto no significa que no debemos intentar tener celos, pero el punto es el siguiente: nuestros esfuerzos y celos deben proceder del Señor. No estamos diciendo que no debemos trabajar, sino que queremos un trabajo que el Señor inicie. No estamos diciendo que no debemos buscar poder, sino que debemos buscar el poder que viene del Señor. Este es el punto clave: ¿De dónde se origina?

En el Evangelio de Juan, el Señor Jesús dijo una vez: “No puede el Hijo hacer nada por Sí mismo” (Jn. 5:19). Según el texto griego, la palabra traducida “por” puede traducirse “procedente de”. Esto significa que el Hijo no puede hacer nada que proceda de Sí mismo. Puesto que éste fue el caso del Señor, ¡con más razón debería ser el nuestro también! ¿Cómo podríamos hacer algo por nosotros mismos? Debemos entender delante de Dios que no podemos hacer nada por nosotros mismos. El debe traernos al lugar donde entendamos que verdaderamente no podemos hacer nada por nosotros mismos; todo debe ser por El y de El.

Cuando servimos al Señor, tener celos no es suficiente. No, debemos hacer la obra que el Señor nos ha asignado. En Colosenses 1:29, Pablo dijo: “para lo cual trabajo, luchando según la operación de El, la cual actúa en mí con poder”. Dios está actuando dentro de nosotros para que nosotros podamos obrar. A menudo actuamos exteriormente, sin que mucho sea hecho interiormente. Dios no ha hecho tanto en nuestro interior; la mayor parte lo hacemos por nosotros mismos. Esta clase de trabajo, aunque pueda ser considerable, no es de ninguna utilidad. En lo tocante a servir al Señor, es menester que Dios nos lleve al lugar donde no queramos nada que no venga del Señor. Si el Señor no se mueve, entonces no nos atreveremos a movernos.

Eva fue hueso de Adán y carne de su carne. Esto significa que los huesos en el interior y la carne encima proceden de Cristo. Todo lo que está adentro y todo lo que está afuera son de El; nada debe venir de nosotros. Eva en su totalidad salía de Adán, y la iglesia en su totalidad sale de Cristo. Aunque hagamos algo bueno, no tendrá ninguna utilidad para el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Por muy bueno que sea algo, no puede glorificar a Dios si proviene de nosotros.

La primera mujer representa a la mujer que busca el corazón de Dios. No sólo había un hombre que expresaba el corazón de Dios, sino que también una mujer lo expresaba. Cristo no es el único en satisfacer el corazón de Dios, la iglesia también lo satisface. Cristo satisface el corazón de Dios, porque le permite ser Su Cabeza. Debe pasar lo mismo con la iglesia. Ella también debe permitir que Dios sea su Cabeza. Cuando la iglesia alcance esta posición, se cumplirá la voluntad de Dios. Dios quiere tener esta clase de gente sobre la tierra, y cuando la tenga, el deseo de Su corazón será satisfecho. Recordemos que todo lo que sale del hombre es polvo y es indigno de formar el material de la ayuda idónea. Solamente lo que procede de Cristo constituye la iglesia.

EVA ES HECHA DURANTE EL SUEÑO DE ADÁN: LA IGLESIA ES PRODUCIDA POR MEDIO DE LA “MUERTE NO-REDENTORA” DE CRISTO

Ya vimos que Eva no fue hecha del polvo, sino de Adán; Adán fue el material con el cual Eva fue hecha. Del mismo modo, Cristo es el material de la iglesia. Dios usó a Cristo para formar la iglesia. Ahora veremos cómo Eva fue hecha, y cómo la iglesia fue formada.

Leamos Génesis 2:21-23: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.

Dios produjo la iglesia por la muerte de Cristo. En cuanto a la muerte de Cristo, Génesis 2 contiene palabras muy especiales: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán” (v. 21). Este versículo no dice que Dios hizo morir a Adán, sino que hizo caer sueño profundo sobre Adán. Si se hubiese mencionado la muerte, entonces el pecado estaría involucrado, porque el versículo 17 en el pasaje anterior afirma que la muerte y el pecado están relacionados. El sueño de Adán representa el aspecto de la muerte de Cristo que no estaba relacionado con la redención. En la muerte de Cristo había un aspecto que no estaba relacionado con la redención, sino con la liberación de Sí mismo. No estamos diciendo que la muerte de Cristo no está destinada a redimirnos (eso lo creemos firmemente), sino que Su muerte incluía un aspecto que no estaba relacionado con la redención. Este aspecto es la liberación de Sí mismo para crear la iglesia. No tiene nada que ver con el pecado. Dios está tomando algo de Cristo y lo usa para crear la iglesia. Por consiguiente, el “sueño” es usado aquí para tipificar Su muerte por medio de la cual el hombre recibe vida.

La redención y el hecho de recibir vida son dos cosas distintas. La redención tiene que ver con un aspecto negativo, el de llevar por nosotros nuestros pecados. Hemos pecado y merecemos morir; por consiguiente, Cristo vino para llevar nuestros pecados. Su muerte cumplió la redención por nosotros. Este aspecto de Su muerte está relacionado con el pecado. Pero existe otro aspecto de Su muerte que no está relacionado con la redención: es la impartición de Sí mismo dentro de nosotros para que recibamos vida por medio de Su muerte.

El sueño de Adán no se produjo con miras a la redención de Eva; se produjo a fin de que una costilla fuera sacada para la creación de Eva. (El pecado todavía no había entrado en el escenario; ese relato se encuentra en Génesis 3.) Eva llegó a existir por medio de Adán. Eva pudo recibir vida porque Adán durmió. Del mismo modo, un aspecto de la muerte de Cristo tiene que ver con la impartición de la vida a la iglesia.

Cuando Adán cayó en un sueño profundo, Dios sacó de él una costilla. Del mismo modo, cuando Cristo murió, algo sucedió a Su costilla, Su costado (véase Jn. 19:31-37). Su costado no fue traspasado para la redención, porque esto sucedió después de Su muerte. El problema de la muerte ya estaba solucionado. Según la costumbre judía, cada crucificado debía ser retirado de la cruz antes de la puesta del sol. Si no eran muertos, los soldados les quebraban los huesos para acelerar su muerte. Los dos ladrones crucificados con el Señor no habían muerto; por lo tanto, sus huesos fueron quebrados. Pero cuando los soldados miraron al Señor Jesús y vieron que ya había muerto, no le quebraron los huesos. Más bien, abrieron Su costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Esto significa que cuando Su costado fue traspasado, la obra de redención ya estaba cumplida. Además revela que la obra de Cristo no incluía solamente el derramamiento de Su sangre para redimirnos de los pecados, sino también el agua que fluyó del costado, lo cual tipifica la impartición de Su vida en nosotros. Este aspecto no tiene relación con el pecado ni con la redención. La sangre acaba con los pecados, mientras que el agua nos hace recibir Su vida. Esto es lo que nos indica Su costado herido.

Todos debemos distinguir claramente entre estos dos aspectos de la muerte de Cristo. Un aspecto está relacionado con la redención, mientras que el otro no. El primer aspecto de Su muerte soluciona todo lo sucedido después de la caída del hombre en Génesis 3. Puesto que el hombre cayó, Cristo vino a redimirlo para volverlo al propósito original que Dios tenía al crear al hombre. Pero el otro aspecto de Su muerte no tiene nada que ver con los pecados. Sirve enteramente para liberar Su vida, para que Su vida sea impartida en nosotros.

Debido a estos dos aspectos distintos de la muerte de Cristo, la Biblia usa dos substancias diferentes para tipificarlos. Se usa la sangre para la redención, y se usa el agua para el aspecto no-redentor. Que Dios nos abra los ojos para que veamos la importancia de este asunto. La sangre sirve para la redención, y el agua para impartir Su vida. Debido a que nosotros hemos pecado y somos pecaminosos ante Dios, la sangre está delante de El, y habla por nuestros pecados. Pero el agua tipifica al Señor mismo como vida. En Juan 19:34 vemos que el agua salió de El, y en el capítulo 20, el Señor mostró Su costado a Sus discípulos. Juan 20 no es un capítulo sobre la redención. El Señor dijo: “Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (v. 17). Este es un asunto de impartir vida.

Esto no es todo. Leamos nuevamente Génesis 2:22 y 23: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Una parte de las Escrituras nos describe como “carne y sangre” (1 Co. 15:50), pero cuando en las Escrituras se refiere al hombre en resurrección, se describe solamente como “carne y huesos”; no se menciona la sangre (véase Lc. 24:39). Dios usó la costilla de Adán para hacer a Eva; no usó la sangre de Adán. En toda la Biblia, la palabra “sangre” se menciona más de cuatro cientas veces, pero Génesis 2 no menciona la sangre porque no era una cuestión de redención. Cada vez que se menciona la sangre, la redención está incluida. La sangre sirve para la redención. El Antiguo Testamento relata cómo el hombre usaba la sangre de los animales para expiar los pecados. En el Nuevo Testamento, Hebreos 9:22 dice: “Sin derramamiento de sangre, no hay redención”. Tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo, vemos que la sangre está relacionada con la redención. Pero en la creación de Eva, la sangre no fue mencionada porque no existía el pecado; Dios no vio ningún pecado allí.

LA IGLESIA EN EL PLAN DE DIOS: SIN PECADO

Cuando leemos Efesios 5:25, encontramos el mismo significado. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella”. En este pasaje debemos observar tres puntos:

Primero, Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros, porque somos la iglesia. Romanos 5, que habla de la muerte de Cristo por los pecadores, tiene que ver con la redención. Sin embargo, Efesios 5 no trata del problema de los pecadores, sino de la iglesia. El contexto de Efesios 5 no trata de que Cristo vino con el fin de morir por nosotros porque éramos pecadores, sino que El se dio a Sí mismo por nosotros porque somos la iglesia.

En segundo lugar, Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros porque El nos ama, y no porque hemos pecado. Según 1 Corintios 15, Cristo murió por nuestros pecados, pero Efesios 5 declara que Cristo amaba a la iglesia y se entregó por ella. El se entregó por amor, y no por nuestros pecados. Una cosa es morir por el pecado, y otra muy distinta es morir por amor. Morir por el pecado soluciona el problema del pecado: esto es la redención. Pero la entrega de Cristo por nosotros es un asunto de amor. El pecado no está incluido en Efesios 5. Este aspecto de Su muerte está relacionado con el amor y no tiene nada que ver con el pecado.

En tercer lugar, Cristo se entregó por nosotros para darse a nosotros, y nuestros pecados no tienen nada que ver con eso. Podemos traducir este versículo así: “Cristo amó también a la iglesia y se dio a la iglesia”. Adán impartió su hueso a Eva; igualmente, Cristo se impartió a Sí mismo en nosotros. Lo tenemos dentro de nosotros porque El murió; El ya entró en nosotros. Puesto que El murió, ahora llevamos Su vida adentro. El mismo se impartió dentro de nosotros.

Considerémoslo por un momento. ¿No es algo maravilloso? Desde el punto de vista de Dios, la iglesia nunca pecó y jamás estuvo relacionada con el pecado. Es cierto que Dios conocía la caída del hombre y su necesidad de ser redimido, pero ¡qué maravilloso es!, por otro lado El no miró el pecado en absoluto. En otras palabras, dentro de nosotros existe una porción que no tiene ninguna necesidad de redención. Esta es la porción que hemos recibido de Cristo. No necesita ser redimido porque trasciende el pecado. (Por supuesto, logramos esta porción después de ser redimidos.) Esta porción es la iglesia.

Las Escrituras revelan cómo Dios usó muchas mujeres para tipificar a la iglesia. Aparte de la historia de Eva, Génesis contiene la historia de Rebeca y Asenat. El matrimonio de Rebeca con Isaac representa a la iglesia ofrecida a Cristo. El matrimonio de Asenat con José y el hecho de que ella dio a luz hijos en Egipto tipifica a la iglesia escogida de entre el mundo y apartada para Dios. Exodo habla del matrimonio de Séfora con Moisés en el desierto. Esto tipifica a la iglesia en el desierto. Josué habla de Asa, quien pidió, después de casada, los ríos altos y bajos. Esto tipifica la adición de la herencia por parte de la iglesia. El matrimonio de Rut con Booz tipifica la redención de la iglesia. El matrimonio de Abigail con David tipifica a la iglesia como ejército que se prepara a pelear.

El Antiguo Testamento habla de muchas mujeres que tipificaban los varios aspectos de la iglesia; la iglesia fue escogida de entre el mundo, fue redimida, llevada por el desierto, reclutada para la guerra, hecha heredera, y ofrecida a Cristo. Todos estos tipos en las Escrituras aluden a la iglesia, pero entre todos ellos, el tipo en Génesis 2 es único. Ningún otro tipo se parece a éste porque aquí Eva representa la iglesia como es realmente en la mente de Dios y muestra el lugar que la iglesia ocupa en Su plan eterno. Todos los demás tipos aparecen después de la caída del hombre; el tipo de Eva es el único que precede la caída. Todos los demás tipos están relacionados con la responsabilidad moral, pero éste no.

La Eva que Dios hizo salió de Adán, y no de un pecador redimido. Fue hecha antes de que se produjera el pecado. Del mismo modo, la iglesia sale de Cristo; no tiene nada que ver con el hecho de que los pecadores reciban gracia o sean salvos. Eva salió de Adán y era totalmente para Adán; y también, la iglesia sale de Cristo y está totalmente destinada a Cristo.

Podemos considerar que la iglesia se compone de muchas personas salvas, como Rut. Rut estaba totalmente involucrada en el pecado, y Booz vino a redimirla. Pero éste no es el cuadro de la iglesia que nos presenta Génesis 2. En el tiempo de Rut, el pecado ya había entrado, pero en Génesis 2 no había ningún problema de pecado. Allí tenemos la iglesia que estaba en el principio; no estaba relacionada con el pecado. ¡Oh, esto es un asunto tremendo, y son palabras con un significado muy importante! En el pensamiento de Dios desde el principio, ¡la iglesia no tiene ninguna historia de pecado!

Cuando la gente pregunta por la historia de nuestra salvación, siempre empezamos con la caída, es decir, cómo pecamos y erramos en el pecado, cómo fuimos tan malos, cómo oímos el evangelio, creímos en el Señor Jesús, y fuimos salvos. Siempre empezamos por la caída. Pero a los ojos de Dios, la iglesia nunca fue tocada por el pecado. La iglesia salió de Cristo y nunca fue tocada por el pecado y nunca conoció el pecado. Lo que está exento de pecado se llama Eva, y lo que procede completamente de Cristo se llama la iglesia. Eva, la iglesia, es lo que viene exclusivamente de Cristo y todo lo que es y tiene será para Cristo. Eva tipifica un hombre corporativo hecho por Dios, la iglesia que totalmente procede de Cristo. La iglesia no es la composición de seres humanos procedentes de toda nación, raza, y pueblo. ¡No! Sólo lo que viene de Cristo puede llamarse la iglesia. El punto no reside en el hecho de que mucha gente crea en Jesús y se convierta en la iglesia. La iglesia es la porción que procede solamente de Cristo. Debemos ver que la iglesia es la vasija que Dios ha escogido para manifestar a Su Hijo, Cristo, y para cumplir Su propósito eterno. No tiene nada que ver con el pecado y nunca fue tocado por el pecado.

Nuestros pensamientos deben ser renovados y debemos entrar en lo que Dios considera más importante. Muchos hijos de Dios relacionan todo con el problema del pecado y con la salvación. Siempre piensan en el estado pecaminoso en el cual se encontraban y en la manera en que fueron salvos. Parece que siempre adoptamos la perspectiva del pecado. Este asunto siempre está con nosotros, pero Dios intenta cambiar radicalmente nuestro modo de pensar. El desea que tengamos una visión totalmente nueva de la iglesia; El quiere que veamos que ella en nada está relacionada con el pecado. Desde el principio y hasta el final, la iglesia procede de Dios, es para Dios y nunca ha tocado el pecado. En nuestro interior se encuentra una porción que procede de Cristo y que es Cristo mismo. Esta porción nunca ha estado relacionada con el pecado y nunca lo será; el pecado no puede entrar en contacto con ella. Ciertamente podemos decir que dentro de nosotros hay algo santo. Oh, ¡que todos entremos en la visión que tiene Dios de la iglesia! Desde este punto de vista parece que El ha borrado toda la historia del pecado.

Cuando lo alabemos en la eternidad, no necesitaremos mencionar la clase de pecadores que fuimos. Dios desea llevarnos a un nivel donde toda la historia que sigue Génesis 3 desaparecerá y donde se le presentará únicamente lo que es de Cristo. ¡Este es el propósito eterno de Dios! Dios desea obtener una iglesia, un hombre corporativo, en el cual todo procede de Cristo y es para Cristo, una iglesia en la cual no existe ninguna historia de pecado.

Regresemos a Génesis 2:18 “Y dijo Jehová Dios: no es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. La creación de Eva fue hecha para satisfacer el deseo del corazón de Dios. Por tener tal deseo El lo realizó. Debemos observar que la creación de Eva viene relatada en Génesis 2, antes de que se produjeran los acontecimientos en Génesis 3. No hubo problema de responsabilidad moral entre Dios y el hombre porque el pecado todavía no había entrado. El hombre no tenía problemas con Dios; por consiguiente, todos los acontecimientos relatados en Génesis 2 cumplían el propósito de satisfacer las necesidades de Dios mismo, no el de resolver los defectos del hombre. La creación de Eva en Génesis 2 muestra cómo Dios se propuso tener Su iglesia desde la eternidad y por toda la eternidad. Lo primero que vio Dios no fue la caída del hombre, sino el plan que El se propuso en la eternidad pasada. El plan de Dios en la eternidad consistía en que el hombre ejerciera la autoridad de Dios y desbaratara toda la obra de Satanás. Este es el propósito de Dios para la iglesia, y se cumplirá completamente en la eternidad venidera. Dios busca dicha iglesia para que satisfaga Su corazón. Después de crear el varón y la hembra, El descansó. Dios estaba satisfecho porque obtuvo tal iglesia.