Watchman Nee Libro Book cap.3 El hombre espiritual

Watchman nee Libro Book cap.3 El hombre espiritual

LA CAÍDA DEL HOMBRE

PRIMERA SECCIÓN.

 

CAPÍTULO TRES.

LA CAÍDA DEL HOMBRE.

El hombre que Dios creó es muy diferente al resto de la creación. El hombre, igual que los ángeles, tiene espíritu y, al igual que los animales, también tiene alma. Cuando Dios creó al hombre le dio libre albedrío. No lo hizo como una máquina que sólo pudiese obrar de acuerdo a ciertas instrucciones. Cuando observamos en Génesis 2 la orden que Dios dio al hombre con respecto a lo que debía y lo que no debía comer, notamos que el hombre no es una máquina inerte accionada por Dios, sino que posee libre albedrío. Si queremos obedecer a Dios, podemos hacerlo. Si queremos desobedecerlo, también podemos. El hombre tiene poder absoluto sobre sí mismo. Tanto la obediencia como la desobediencia están a su discreción; puede escoger obedecer o desobedecer según su voluntad. Esto es muy importante. Tenemos que darnos cuenta de que en nuestra vida espiritual, Dios nunca nos priva de nuestra libertad. Por lo tanto, sin nuestra participación activa, Él no hará nada por nosotros. Ni Dios ni el diablo pueden obrar en nosotros sin el consentimiento de nuestra voluntad, debido a que el hombre tiene libre albedrío.

El espíritu era originalmente la parte más elevada del hombre, y el alma y el cuerpo estaban sujetos a él. En condiciones normales, el espíritu es como la señora de la casa, el alma es como el mayordomo, y el cuerpo es como los sirvientes. Cuando la señora de la casa necesita hacer algo, lo comunica al mayordomo, y éste a los sirvientes, quienes lo lleven a cabo. La señora da la orden en privado, mientras que los sirvientes reciben la orden del mayordomo. Aparentemente el mayordomo es el amo, pero el verdadero amo es la señora de la casa. Desafortunadamente, el hombre cayó, fracasó y pecó, así que el orden original de espíritu, alma y cuerpo se trastornó.

Dios le dio al hombre completo poder sobre sí mismo. De hecho, el alma del hombre fue provista de muchos dones que provienen de Dios, de los cuales los más importantes son la mente y la voluntad, o sea las facultades con las cuales está consciente de sí mismo y toma decisiones. La meta original de Dios era que el hombre le recibiera y dirigiera su vida espiritual con la verdad y la realidad contenida en ella. Dios le dio estas capacidades al hombre a fin de que viviera para Él según el conocimiento de Dios y según Su voluntad. Si el espíritu y el alma del hombre fueran tan perfectos, sanos, vivientes y normales como cuando fueron creados, su cuerpo habría permanecido inmutable durante el tiempo. Si él hubiera utilizado la voluntad de su alma para tomar el fruto del árbol de la vida, la misma vida de Dios habría entrado en su espíritu y habría invadido su alma y cambiado su cuerpo, de modo que jamás habría muerto ni habría visto corrupción; además habría recibido la vida eterna. Si ése hubiera sido el caso, la vida anímica habría sido llena plenamente de la vida del espíritu, y todo el ser del hombre habría llegado a ser espiritual. Pero, cuando el orden del espíritu y el alma se trastornó, el hombre interior quedó en tinieblas, y el cuerpo mortal del hombre dejó de ser perpetuo. Pronto todo lo que pertenecía al cuerpo entró en la destrucción y la corrupción.

Sabemos que el alma del hombre no escogió el árbol de la vida, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. En Génesis 2.17. Dios le prohibió a Adán comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y le dijo que el día que de él comiera ciertamente moriría. Sin embargo, en el versículo anterior Dios le había prometido que los frutos de todos los otros árboles podían comerse. Vemos en este capítulo que Dios mencionó intencionalmente el árbol de la vida primero, y después el del conocimiento del bien y del mal. También declaró que podían comer del fruto de todos los árboles, excepto el árbol del conocimiento del bien y del mal. ¿No era acaso el propósito de Dios que Adán comiera el fruto del árbol de la vida?. Este hecho es innegable.

El fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal es el fruto que eleva el alma del hombre y ahoga el espíritu. El conocimiento del bien y del mal constituye la obra del alma en este mundo. Dios le prohibió al hombre que comiera de ese fruto, no sólo con el fin de probar al hombre, sino porque sabía que dentro de él estaba la vida espiritual y la vida anímica y que si el hombre comía de ese fruto, la vida anímica se desarrollaría y su vida espiritual moriría. Esto significa que perdería el conocimiento con respecto a Dios y moriría para Él. En esto vemos el amor de Dios. El conocimiento del bien y del mal es maligno, es de este mundo y se fija en la parte intelectual del alma. Cuando el hombre comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de su alma se desarrolló y se elevó. Cuando la vida anímica se desarrolla, la vida espiritual es suprimida, pierde el conocimiento de Dios y queda como muerta.

Muchos siervos de Dios están de acuerdo en que el árbol de la vida es la vida que Dios da al hombre en Su Hijo Jesucristo, es decir, la vida eterna, la vida increada de Dios. Vemos dos árboles, uno para desarrollar la vida espiritual y el otro para desarrollar la vida anímica. Aunque el hombre no tenía pecado, tampoco era santo ni justo. Se hallaba en una posición neutral; podía recibir la vida de Dios y llegar a ser una persona espiritual, participando la naturaleza de Dios, o podía desarrollar su vida anímica, haciéndose un ser centrado en el alma y dando muerte a su espíritu. La naturaleza tripartita del hombre fue creada por Dios completamente equilibrada, pero si alguna de sus tres partes experimenta un desarrollo anormal, las otras partes inevitablemente sufren pérdida.

Si entendemos el origen del alma y el principio de su vida, recibiremos una gran ayuda en nuestra vida espiritual. El espíritu proviene de Dios y es dado por El (Números. 16.22), pero el alma no tiene una relación directa con Dios. El alma fue producida cuando el espíritu entró en el cuerpo. El alma se caracteriza por su asociación con la creación. Es una vida creada y se halla en la esfera natural. Si la vida anímica permanece en el lugar de mayordomo y permite que el espíritu sea el amo, su utilidad será muy grande, porque por sus decisiones, el hombre puede recibir la vida de Dios y relacionarse con El en vida. Pero si la vida anímica se desarrolla, suprimirá al espíritu y someterá la conducta del hombre a la esfera natural de la creación, incapacitándolo así para que se una con la vida sobrenatural e increada de Dios. Cuando el hombre comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, su vida anímica se desarrolló y cayó en la muerte.

La tentación de Satanás empezó con una pregunta. Él sabía que una vez que sugiriera un interrogante, Eva tendría que ejercitar su mente para pensar. Si Eva hubiera estado dispuesta a sujetarse al control del espíritu, habría rechazado esa pregunta. Pero cuando decidió responder la pregunta, tuvo que utilizar su mente, y su alma tuvo que actuar independiente de su espíritu, fuera de su propio límite. Además, la pregunta de Satanás estaba llena de errores. El formuló la pregunta de modo capcioso para que Eva corrigiera los errores. De esta manera, su mente se activó más. Pero Eva fue aún más allá; en su respuesta alteró la palabra de Dios. El enemigo la tentó diciéndole que si comía, sus ojos se abrirían, y ella sería como Dios, conociendo el bien y el mal. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría” (Génesis. 3.6). Este fue el razonamiento de Eva. Al principio Satanás comenzó a estimular la mente, la cual está en el alma. Después dio otro paso y sedujo la voluntad de Eva, y ella pecó.

La obra del enemigo comienza con una necesidad física. Primero le dijo que comiera del fruto, lo cual estaba relacionado con el cuerpo. Después avanzó y la tentó en su alma al decirle que si su cuerpo tomaba el fruto, sus ojos se abrirían, y ella conocería el bien y el mal. Le indicó que su búsqueda de conocimiento era legítima. Como resultado, su espíritu se rebeló contra Dios, pues puso en duda la intención que Dios tuvo al prohibirle que comiera. La tentación de Satanás viene primero al cuerpo, después al alma y por último llega al espíritu.

Después de que Eva fue tentada, determinó en su voluntad: (1) “que el árbol era bueno para comer”, lo cual atañe a “los deseos de la carne”; su carne fue estimulada primero; (2) que “era agradable a los ojos”, lo cual se relaciona con “los deseos de los ojos”; su cuerpo y su alma también fueron engañados; que (3) el árbol era “codiciable para alcanzar la sabiduría”, lo cual tiene que ver con “la vanagloria de la vida”. La palabra “codiciable” indica que la parte emotiva y la voluntad, las cuales yacen en el alma, se activaron. La función del alma había sido puesta en movimiento, y no había forma de detenerla. Ella dejó de ser un espectador, y su inclinación y su deseo por el fruto despertaron. De hecho, la parte emotiva es un amo peligroso para el hombre.

¿Por qué surgió el deseo? No sólo los deseos de la carne y los deseos de los ojos empezaron a hacer exigencias, sino que la curiosidad del alma la incitó a aspirar a ir más lejos. Aquello le haría sabía. La actividad del alma muchas veces puede ser detectada, cuando descubrimos que aspiramos a adquirir sabiduría y conocimiento, incluyendo el conocimiento espiritual. No esperar a Dios, no tener confianza en la guía del Espíritu Santo y tratar de incrementar el conocimiento con la ayuda de la mente y los libros, son actividades de la carne y traerán perjuicio a la vida espiritual. Ya que la caída del hombre vino por anhelar conocimiento, Dios usó la insensatez de la cruz para destruir la sabiduría de los sabios. El origen de la caída fue el poder intelectual. Por lo tanto, si un hombre quiere ser salvo, tiene que acogerse a la locura de la cruz a fin de no confiar en el poder de su intelecto. El árbol del conocimiento condujo al hombre a la caída, pero Dios usó la locura de la cruz (1 Pedro. 2.24) para salvar al hombre. Por lo tanto, “si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase necio, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios” (1 Corintios. 3.18 al 19; y 1.18 al 25).

Después de leer cuidadosamente la historia de la tentación y la caída, podemos ver cómo la rebelión de Adán y Eva los condujo a desarrollar sus almas, y como resultado el espíritu perdió su posición y cayó en las tinieblas. Las partes más importantes del alma son su mente, su voluntad y su parte emotiva. La voluntad es el amo del hombre, ya que es el órgano que decide. La mente es el órgano pensante, y la parte emotiva es el órgano que puede amar. El apóstol nos dijo que “Adán no fue engañado” (1 Timoteo. 2.14). Esto nos muestra que la mente de Adán no estaba confundida; pero Eva sí fue débil en su mente e intelecto. “Sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (2 Timoteo. 2.14). El relato de Génesis dice: “Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí” (Génesis. 3.13). Adán dijo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí [no dice me engañó]” (v. 12). Adán no fue engañado, así que su mente estaba todavía lúcida. Sabía que el fruto les estaba prohibido, y aún así comió, debido a su parte afectiva. Adán sabía que todas las palabras de la serpiente eran ardides del enemigo. Cuando leemos las palabras del apóstol, nos damos cuenta de que Adán pecó deliberadamente, y no como Eva, que pecó haber sido engañada. El amaba a Eva más que a sí mismo. La idolatró y amó tanto que se rebeló contra el mandamiento del Señor por causa de ella. Qué lamentable fue esto. Su cabeza fue controlada por su corazón, y su razón fue vencida por su amor. ¿Por qué los hombres “no han creído a la verdad”? Porque “se han complacido en la injusticia” (2 Tesalonicenses. 2.12). No es por falta de razón, sino por falta de deseo. Por lo tanto, cuando un hombre verdaderamente se vuelve al Señor “con el corazón [no con la cabeza,] cree para justicia” (Romanos. 10.10).

Satanás sedujo la voluntad de Adán utilizando sus sentimientos y lo hizo pecar. A Eva la engañó confundiendo su mente, ganando su voluntad y haciéndola pecar. Cuando la voluntad, la mente y la parte emotiva del hombre fueron envenenadas por la serpiente para que siguiera a Satanás y se rebelara contra Dios, el espíritu, con el cual el hombre se comunica con Dios, recibió un golpe fatal. Aquí vemos el principio de la obra de Satanás. El engaño al alma del hombre para que pecara por medio de cosas de la carne (comer del fruto). Una vez que el alma peca, el espíritu cae en oscuridad y degradación. En ese orden efectúa sus acciones, de afuera hacia adentro. Ya sea que obre usando el cuerpo del hombre o su mente o sus sentimientos con el propósito de ganarse su voluntad, si el hombre le rinde su voluntad, él se apodera de todo su ser y sumerge en muerte su espíritu. La manera en que Satanás actuó la primera vez, es la manera en que obra de ahí en adelante. Pero Dios siempre actúa de adentro hacia afuera. El primero obra en el espíritu del hombre, después alumbra su mente, conmueve su parte emotiva y, finalmente, hace que use su voluntad para que active su cuerpo y lleve a cabo la voluntad de Dios. Todas las obras del diablo van de afuera hacia adentro, mientras que las del Espíritu de Dios se extienden de adentro hacia afuera. De esta manera podemos diferenciar lo que es de Dios y lo que es de Satanás. Esto nos muestra que una vez que Satanás gana la voluntad del hombre, lo controla.

Debemos tener presente que el alma es el órgano de la personalidad del hombre, expresa su libre albedrío y es su amo. Por eso la Biblia a menudo nos dice que es el alma la que peca. Miqueas 6:7 menciona “el pecado de mi alma”. Ezequiel 18.4, 20 habla de “el alma que pecare”. En Levítico y Números, algunas versiones usan la expresión “si un alma peca”. La intención de pecar proviene del alma. El pecado se puede definir como la respuesta de la voluntad a la tentación. Por lo tanto, el pecado depende de la voluntad, la cual pertenece al alma. Por esta razón, la expiación está dirigida al alma. “Haced expiación por vuestras personas” [o almas] (Éxodo. 30.15). “Para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas” (Levíticos. 17.11). “Para hacer expiación por vuestras almas delante de Jehová” (Números. 31.50). Ya que la que peca es el alma, es ella la que requiere expiación. Por la misma razón solamente

un alma puede expiar los pecados. “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya puesto su vida [o alma] en expiación por el pecado … Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por Su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías. 53.10 al 12).

Si estudiamos el carácter del pecado de Adán, encontraremos que además de la rebelión también existe la independencia. Debemos tener presente lo que es el libre albedrío. El árbol de la vida denota dependencia. En el principio, el hombre no había recibido la vida de Dios. Si la hubiera recibido, habría obtenido la vida eterna. Esto nos muestra que era posible que el hombre obtuviera la forma de vida más elevada, y también nos muestra que no la obtuvo. El hombre sólo llega a poseer la vida más elevada cuando adquiere la vida de Dios. Esto es lo que significa la dependencia. El árbol del conocimiento del bien y del mal crea independencia. El hombre quiere tener el conocimiento que Dios no le ha dado y trata de obtener las cosas aparte de Él, valiéndose de su propia voluntad, lo cual muestra su independencia. La rebelión del hombre contra Dios fue una señal de independencia porque indica que ya no necesita a Dios. La búsqueda del conocimiento del bien y el mal también es una señal de independencia, pues muestra que no está satisfecho con lo que Dios le dio. Queda clara la diferencia entre ser espiritual y ser anímico. Ser espiritual significa confiar plenamente en Dios y estar satisfecho con lo que Él nos da. Ser anímico es volverle la espalda y deliberadamente buscar lo que Él no nos ha otorgado, en particular, buscar conocimiento. La independencia es una característica del alma. No importa cuán bueno sea un asunto, aún si se trata de la adoración, si no existe una dependencia total de Dios y si existe algún rastro de seguridad o confianza propia, entonces el alma está de por medio. Dentro del hombre, el árbol de la vida no puede crecer vigorosamente al lado del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esta rebelión e independencia es el principio de la transgresión tanto para los incrédulos como para los creyentes.

EL ESPÍRITU, EL ALMA Y EL CUERPO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA CAÍDA.

Adán llegó a existir por el aliento de vida, el espíritu. El espíritu es el órgano que conoce a Dios, oye Su voz, tiene comunión con Él y puede conocerle bien. Después de que Adán cayó, su espíritu se adormeció.

Al principio, Dios le dijo a Adán: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis. 2.17). Después de que Adán y Eva comieron del fruto, vivieron algunos cientos de años. Esto muestra que la muerte de la que Dios habló no era sólo la muerte física. La muerte de Adán comenzó en su espíritu. ¿Qué clase de muerte era? La definición científica de la muerte, es la finalización de toda comunicación con el medio ambiente. Cuando el espíritu muere, pierde su comunión con Dios. Cuando el cuerpo muere, el espíritu deja de tener comunicación con el cuerpo. Por lo tanto, el hecho de que el espíritu haya entrado en un estado de muerte no significa que haya abandonado el cuerpo; simplemente significa que perdió su conocimiento de Dios y que estaba muerto para Él. La muerte espiritual significa que la comunión con Dios cesa. Por ejemplo, tomemos el caso de una persona muda. Tiene boca y pulmones, pero no puede hablar por algún problema con el sistema del habla. Se puede decir que su boca está muerta para el lenguaje humano. Cuando Adán desobedeció a Dios, su espíritu murió. El espíritu seguía en él, pero estaba muerto para Dios y había perdido sus facultades. El conocimiento intuitivo que el hombre tenía de Dios en su espíritu, se corrompió por el pecado, y el espíritu quedó muerto para las cosas de la esfera espiritual. A partir de entonces, el hombre puede tener religión, moral, educación, aptitud, poder y salud física y mental, pero está muerto para Dios. Puede hablar acerca de Dios, hacer conjeturas acerca de El, y hasta predicar; sin embargo, para Dios está muerto. No puede oír la voz del Espíritu de Dios. Es por eso que muchas veces en el Nuevo Testamento Dios se refiere a quienes viven en la carne como personas muertas.

La muerte espiritual del primer hombre se extendió gradualmente al cuerpo. Aunque después de que el espíritu murió, el hombre siguió vivo por un tiempo largo, durante ese lapso la muerte estaba operando en él hasta que su espíritu, alma y cuerpo quedaron embargados por la muerte. En ese entonces, aquel cuerpo que podía haber sido transformado y glorificado regresó al polvo. Cuando el hombre interior dentro del hombre quedó en caos y caído, su cuerpo físico estaba destinado a la muerte y la destrucción.

De ahí en adelante, el espíritu de Adán (así como el de todos sus descendientes) quedó bajo el dominio del alma. Poco después, el espíritu fue absorbido por el alma, se fusionó con ella, y las dos partes quedaron entretejidas. Por eso el autor de Hebreos dice en 4.12 que la palabra de Dios tiene que penetrar y dividir el espíritu del alma, lo cual es necesario por haberse hecho uno solo. Después de que el espíritu quedó entretejido con el alma, el hombre comenzó a vivir en un mundo conceptual. Empezó a actuar de acuerdo con su intelecto y con sus sentimientos. Para entonces, el espíritu había perdido todo su poder y sus sentidos, y había quedado embotado. Originalmente, el espíritu tenía la facultad de conocer a Dios y servirle. Ahora había perdido sus funciones y había caído en un estado comatoso. Aunque todavía estaba allí, era como si no estuviese. Este es el significado de la expresión que leemos en Judas: “Los anímicos, que no tienen espíritu” (v. 19). (En este versículo no se alude al Espíritu Santo, sino al espíritu humano, ya que la expresión anterior dice “anímicos”. Si el alma es humana, el “espíritu” mencionado a continuación también debe de ser humano. La posición del artículo en el griego también confirma esto). Esto no significa que el espíritu del hombre ya no exista, pues Números 16.22. claramente dice que Dios es “el Dios de los espíritus de toda carne”. Todas las personas del mundo tienen espíritu. Pero éste se halla cubierto completamente por los pecados y no puede tener comunión con Dios.

Aunque este espíritu está muerto para Dios, todavía obra tan activamente como la mente y el cuerpo. De hecho está muerto para Dios, pero sigue activo en otras áreas. En algunos casos un hombre caído puede tener un espíritu más fuerte que su alma y su cuerpo, y puede todavía gobernar sobre todo su ser, pero la mayoría de las personas son anímicas o carnales. No obstante, las personas anteriormente mencionadas son “espirituales”, ya que sus espíritus son más desarrollados que los de otros. Podemos encontrar esa clase de personas entre los que practican el espiritismo, la adivinación, la brujería, etc. Ellos se comunican con la esfera espiritual, no por medio del Espíritu Santo, sino de los espíritus malignos. Los espíritus de los hombres pecaminosos están unidos a Satanás y a los espíritus malignos. Sus espíritus están muertos para Dios, pero vivos para Satanás y receptivos a la operación de los espíritus malignos dentro de ellos.

El alma se sujeta a las exigencias de los sentidos y se convierte en su esclava, así que aun cuando el Espíritu Santo luchará por darle lugar a Dios, el esfuerzo sería inútil. Por eso las Escrituras dicen: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne” (Génesis. 6.3). En la Biblia, la carne se refiere a la vida y la naturaleza del alma y del cuerpo del hombre no regenerado. A menudo se refiere a la naturaleza pecaminosa que se halla en el cuerpo. Esta carne es la naturaleza común al hombre y a los animales. Ahora el hombre está completamente bajo el control de la carne y no le es posible escapar. El alma reemplazó al espíritu, que era el que gobernaba, y ahora todo es independiente y centrado en el yo. Ahora el hombre se conduce según los deseos del corazón. Aun en asuntos religiosos y en la búsqueda más celosa de Dios, el hombre se vale del poder de su alma y toma decisiones independientes para buscar a Dios a fin de agradarle, sin la revelación del Espíritu Santo. El alma no sólo se desarrolla de esta manera, sino que además es controlada por el cuerpo. Los deseos del cuerpo, sus sensaciones y exigencias, reclaman la obediencia del alma, para que lleve a cabo sus órdenes y los satisfaga. No sólo están todos los descendientes de Adán muertos en sus espíritus, sino que son “de la tierra, terrenales” (1 Corintios. 15.47). Están completamente bajo el control de la carne y andan de acuerdo con la vida del alma y en la naturaleza carnal. Tales personas no pueden tener comunión con Dios. Algunas veces expresan su fuerza intelectual, y otras, su lujuria; y frecuentemente expresan las dos cosas. La carne controla todo su ser sin ninguna restricción.

Esta es la clase de personas a las que se alude en Judas 18 y 19: “Burladores, que andarán según sus impías concupiscencias. Estos son los que causan divisiones; los anímicos, que no tienen espíritu”. Ser anímico es lo opuesto a tienen espíritu. El espíritu, que era el más elevado y debía estar unido a Dios y debía gobernar el alma y el cuerpo, quedó rodeado por el alma, cuyos motivos e intenciones son totalmente terrenales. El espíritu perdió su posición original y quedó en una condición anormal. Por eso la Biblia dice que tales personas no tienen espíritu. El resultado de esta condición completamente anímica es que se burlan, actúan de acuerdo con sus propias lujurias y causan divisiones.

En 1 Corintios 2.14 también se habla de las personas anímicas no regeneradas: “Pero el hombre anímico no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son necedad, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Ellas son controladas por sus almas, las cuales dominan sus espíritus; son lo opuesto al hombre espiritual. Aunque puedan ser muy inteligentes y tengan ideas y teorías maravillosas, no pueden decir nada acerca de las cosas del Espíritu de Dios. No pueden recibir la revelación del Espíritu Santo. ¡Qué diferente es esta perspectiva de la del mundo! El mundo piensa que el poder intelectual y la razón del hombre son omnipotentes, y que el hombre puede descubrir toda clase de verdades en el mundo por medio de su mente. Pero la Palabra de Dios considera todo eso como vanidad.

Aunque el hombre sea anímico, se da cuenta de la incertidumbre de esta vida y busca vida eterna en la era venidera. Sin embargo, el hombre nunca encuentra la verdad relacionada con la vida por medio de su mente ni de teorías, ya que éstas no son medios fidedignos. Muchas veces las personas inteligentes sostienen puntos de vista divergentes. Las teorías llevan al hombre al error. Son castillos en el aire y no conducen a nada, salvo a la oscuridad eterna.

De hecho, a menos que el poder intelectual sea dirigido por el Espíritu Santo, no es confiable y es muy peligroso. Puede juzgar correcto lo que en realidad está equivocado, y lo erróneo como correcto. Si no tenemos cuidado, no sólo sufriremos pérdida temporal, sino que también podemos sufrir un daño permanente. Los pensamientos oscuros del hombre generalmente lo llevan a la muerte eterna. Sería bueno que el hombre anímico no regenerado tenga esto presente.

Además, cuando un hombre es carnal, no sólo está bajo el gobierno del alma, sino que su alma está íntimamente ligada a su cuerpo. Muchas veces el cuerpo induce al alma a cometer los pecados más viles. El cuerpo de pecado está lleno de deseos y concupiscencias, y sus inclinaciones y motivos son terrenales, lo cual obedece a que fue creado del polvo de la tierra. Desde que el veneno de la serpiente entró en el cuerpo del hombre, sus deseos legítimos se convirtieron en lujuria. Desde que el alma obedeció al cuerpo y se rebeló contra lo ordenado por Dios, quedó sujeta al cuerpo y le obedece. En tales circunstancias, la concupiscencia del cuerpo se expresa en diferentes formas de pecado por medio del alma. La autoridad del cuerpo es tan grande que hace que el alma sea incapaz de resistir y sea una esclava obediente.

El hombre consta de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. La intención original de Dios era que el espíritu mantuviera la preeminencia y gobernará el alma. Después de que el hombre se hizo anímico, el espíritu fue subyugado y se convirtió en siervo del alma. Después de que el hombre se hizo carnal, la carne, que ocupaba el lugar más bajo, comenzó a reinar. El hombre dejó de ser gobernado por el espíritu y pasó a ser gobernado por el alma, y ésta a su vez fue regida por el cuerpo. Paso a paso fue cayendo, y la carne tomó el control. ¡Qué lamentable fue esto!

El pecado dio muerte al espíritu, y la muerte espiritual pasó a todos los hombres; de modo que todos están muertos en pecado y en transgresiones. El pecado también hizo que el alma se independizara, de tal manera que la vida anímica se convirtió en una vida independiente y egocéntrica. Además, el pecado le dio al cuerpo poder para que la naturaleza pecaminosa reinase por medio de él.