Watchman Nee Libro Book cap. 35 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book cap. 35 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

LA RECREACIÓN

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

LA RECREACIÓN

Lectura bíblica: 1 Co. 10:23; 6:12; 10:31

I. UN REQUISITO PREVIO

Una persona verdaderamente consagrada jamás tendrá problemas con respecto a sus actividades recreativas. Sin embargo, este asunto representa un serio problema para los que no se han consagrado de manera absoluta al Señor. Entre los hijos de Dios, la recreación no existe para los que son consagrados. A fin de que este asunto quede claro, uno primero tendrá que haber resuelto lo relacionado a su consagración. Si nuestra consagración no se ha definido, tampoco podrá ser esclarecido definitivamente el asunto de nuestras actividades recreativas. Una persona que no se ha consagrado podría aprobar aquello que Dios desaprueba. Por esto, primero tenemos que dilucidar definitivamente el asunto de nuestra consagración.

II. EL PROPÓSITO DE LA RECREACIÓN

Después que se ha resuelto el asunto de nuestra consagración, podemos hablar del propósito que tienen nuestras actividades recreativas.

A. Para cuidar de nuestra familia

Queremos abordar el tema de la recreación no debido a nuestra necesidad personal, sino por causa de nuestros niños, es decir, por el bien de las próximas generaciones. Las actividades recreativas no representan un problema para aquel que se ha consagrado, pero en nuestra familia existen, además, otras personas. Así pues, tenemos niños, como tenemos hermanos y hermanas. Si ellos también son personas consagradas al Señor, entonces no tendremos ningún problema. Sin embargo, con frecuencia, ellos no lo son; por lo tanto, la actitud que nosotros adoptemos les afectará mucho. Por ello, la clase de recreación que les permitamos tener y la que no les permitamos, constituirá una gran diferencia para ellos. Así pues, abordamos el tema de la recreación debido a que deseamos guiar a nuestra familia en la dirección correcta.

B. Para nosotros mismos

A veces, nosotros mismos también necesitamos divertirnos. ¿Hasta qué punto podemos considerar apropiada tal clase de diversión? ¿Cuáles son los límites apropiados establecidos para un cristiano? Así pues, es necesario que, delante del Señor, veamos algunos principios fundamentales.

¿Qué clase de recreación debieran permitirles los padres a sus niños? ¿Qué clase de recreación se puede considerar apropiada para los cristianos? Por ser hijos de Dios, todos nosotros deberíamos tener esto bien en claro. Si en lo que concierne a este asunto se produce alguna ruptura, el mundo entrará en nuestra familia, y una vez que haya logrado infiltrarse, será difícil alejar al mundo de nuestros niños. A fin de resguardar a nuestra familia para el Señor, tenemos que darle la debida importancia al asunto de la recreación.

III. LOS PRINCIPIOS SUBYACENTES

AL ASUNTO DE LA RECREACIÓN

A. Una necesidad del ser humano

La recreación es bíblica y es compatible con la voluntad del Señor. En primer lugar, tenemos que reconocer que la distracción es una necesidad para el hombre. Como cristianos, debemos evitar caer en los extremos. Los seres humanos necesitamos recreación. Muchas personas tienen horarios que las mantienen muy ocupadas; si ellas no tuvieran ninguna distracción, serían propensas a enfermarse al punto de que su salud se deteriora rápidamente. El principio básico detrás de toda actividad recreativa es que ésta deberá proveer alguna clase de diversión a nuestra vida. Esta es una necesidad muy sentida especialmente entre los más jóvenes. No deberíamos esperar que nuestros jóvenes estudien desde la mañana hasta la noche; ellos deben tener alguna clase de recreación. No debemos esperar que ellos realicen la misma actividad durante todo el día. Ellos deben tener algunas diversiones. Pero primero tenemos que estar claros acerca de este principio subyacente.

El Señor hizo referencia a los muchachos en la plaza que tocaban flautas y bailaban (Lc. 7:32). Este tipo de baile es distinto del que se practica en un salón de baile. Tanto bailar como tocar la flauta eran el resultado del gozo que estos muchachos experimentaban. No hay nada erróneo en festejar así. De hecho, tales expresiones son necesarias. El principio básico de toda recreación es la diversión. Una persona que ha estado laborando durante cinco, seis u ocho horas y ha estado haciendo lo mismo una y otra vez, fácilmente se cansará. Hacer lo mismo una y otra vez, rápidamente genera en nosotros tensión nerviosa y fatiga física. Por lo tanto, existe la necesidad de experimentar un cambio, un recreo. Este recreo aliviará nuestro cansancio. Un cambio de actividad hace que una persona se recupere de su fatiga.

Después de que un niño ha estado estudiando por ocho horas en la escuela, necesita jugar en su casa; esto le dará un momento de recreación en medio de sus actividades cotidianas. Pero saltar y jugar durante ocho horas no es un recreo. Tenemos que reconocer la necesidad de recreo y diversión en nuestras vidas, pero no podemos convertir nuestras vidas en una vida de diversión y recreo. Una persona puede dejar de trabajar para distraerse cuando se siente agotada, pero no debe procurar divertirse todo el día. A algunos les gusta irse a nadar en el verano, y no me parece que haya nada malo en ello. Me parece que está bien que uno practique la natación durante media hora o una hora cuando se sienta cansado, pero si uno se queda en el agua durante todo el día como si fuera un pato, esto ya deja de ser un recreo. Quisiera hacerles notar que siempre que una persona tiene problemas con el asunto de la recreación, en realidad el problema no es la actividad recreativa en sí, sino que el problema radica en el vivir de dicha persona.

Algunas personas dicen que los cristianos no tienen recreación, pero en realidad no saben lo que dicen. ¿Podría llamarse recreación a algo que uno indulgentemente practica todo el día y toda la noche? Tales actividades esclavizan a la persona; no pueden considerarse una mera diversión. En otras palabras, el problema de muy pocas personas radica en las actividades recreativas en sí. La mayoría de los problemas surgen debido a lo complaciente que es el hombre con respecto a tales actividades. Algunos se dedican a ciertas actividades durante tres días y tres noches seguidas. Tal recreación llega a ser su vida. Únicamente tal clase de persona dirá que es muy difícil ser un cristiano. Todo aquel que tiene problemas con respecto a sus actividades recreativas es una persona que se va a los extremos. Tales personas han hecho de la recreación, su vida. Tenemos que tener bien en claro que todo hombre necesita un recreo, pero no necesita complacerse a sí mismo. Los hombres tienen necesidad de darse una tregua, pero esto no quiere decir que toda su vida deba girar en torno a la necesidad de darse un descanso. Todas las cosas me son lícitas, mas no todas son provechosas; todas las cosas son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. Si practicamos algo dándole rienda suelta día y noche, esto significa que estamos esclavizados a dicha actividad. Cometemos un grave error si nos permitimos practicar cualquier actividad recreativa de esta manera.

B. Cuatro clases de recreación

Hay cuatro clases de recreación. Un cristiano puede hallar esparcimiento en cuatro clases de actividades:

1. El descanso

La mejor actividad recreativa para un cristiano consiste en descansar. Si uno está cansado, debe descansar. Cuando el Señor Jesús y Sus discípulos se hubieron cansado de trabajar, Él les dijo a los discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (Mr. 6:31). Tenemos que comprender que el reposo del Señor era una actividad recreativa. Él no dijo simplemente que descansaran por un momento, sino que fueran a un lugar desierto y descansaran un poco. Con frecuencia, cambiar de atmósfera al ir a un lugar solitario en las montañas o cerca de un río, le permite a uno hallar descanso. Esta es la actividad recreativa más común para un cristiano.

2. Un cambio de actividad

Si una persona se siente cansada después de haber realizado la misma labor por mucho tiempo, después de cierto lapso puede realizar una labor distinta. En lugar de dedicar ocho horas seguidas a una misma labor, puede dedicarse una o dos horas a hacer algo diferente. Quizá esta persona tenga que trabajar sentada la mayor parte del tiempo. Entonces, ella podría darse un recreo al realizar otra labor que le permita estar de pie. Tal vez tenga que efectuar una labor intelectual todo el tiempo, entonces podría hallar esparcimiento al realizar un trabajo manual. En cuanto tal persona haga esto, sentirá que su cansancio se ha desvanecido. Nosotros no procuramos tener la clase de distracción que procura el mundo. Siempre que haya un cambio en la actividad que realizamos, encontraremos una manera de aliviar nuestro cansancio. Para ello, podemos reorganizar un poco nuestra vida. El principio detrás de la recreación es la distracción. Siempre y cuando cambiemos la clase de trabajo que realizamos, obtendremos el recreo que necesitamos.

3. Los pasatiempos

Al mismo tiempo, en nuestra vida cristiana hay cabida para algunos pasatiempos apropiados. A algunos hermanos les gusta tomar fotografías. A otros, les gusta criar pájaros, cultivar flores o pintar. Estos pasatiempos son legítimos dentro del marco de la vida cristiana. A algunos les gusta la música; quizás ellos compongan algunas canciones y las toquen en el piano. A otros les gusta practicar la caligrafía. Todos estos son pasatiempos apropiados.

No importa de qué clase de recreación se trate, ya sea que se trate de descanso, un cambio de actividad o un pasatiempo, tiene que haber algo que una persona pueda practicar y dejar de practicar cuando quiera. Si una persona no puede abandonar alguna actividad, ello denota que algo no marcha bien. Es correcto, por ejemplo, tomar fotografías, examinarlas y aprender algo de las mismas; pero estamos en contra de cualquier actividad que controle la vida de una persona. La recreación debe de ser algo que uno fácilmente realiza y deja de realizar. Es correcto que un joven toque el violín, pero si no puede dejar de tocarlo, ello representa un problema. El problema con muchos creyentes jóvenes es que no son capaces de dejar de practicar ciertas actividades recreativas. Si ellos descubren que están esclavizados por alguna actividad, tienen que tomar medidas al respecto. Estos creyentes tienen que cortar sus vínculos con tales actividades, de lo contrario no serán capaces de seguir avanzando apropiadamente en su vida cristiana y serán esclavizados. La recreación debe de ser una actividad que uno pueda practicar o dejar de practicar con entera libertad. Uno jamás debería ser esclavizado por ella. Este es un principio subyacente. Debemos recordar que a fin de que cierta actividad constituya una diversión apropiada, ya sea que se trate de un pasatiempo, un cambio de actividad o un mero descanso, ésta no debe esclavizar a la persona.

Algunos jóvenes gustan de coleccionar estampillas, y no hay nada de malo en coleccionar estampillas. De hecho, tal pasatiempo puede proporcionarnos muchos beneficios, nos puede enseñar acerca de la geografía y la historia de los países del mundo, pero se convierte en un problema cuando uno está esclavizado a tal afición. Cualquier clase de recreación que nos provee esparcimiento apropiado sin que ésta ejerza dominio sobre nosotros, constituye un recreo legítimo.

Los padres deben de enseñar a sus hijos a divertirse de manera apropiada. Jamás debieran hacer que sus hijos busquen entretenimientos impropios debido a que no se les proveyó la clase de recreación apropiada. He conocido a muchos padres muy estrictos que perjudicaron a sus hijos de esta manera. Sus hogares se parecían más a instituciones que a hogares. Y como resultado de ello, sus hijos se escaparon del hogar para divertirse de modo inapropiado. Tenemos que tener en claro que nuestros hijos necesitan tener recreación. Nosotros mismos podemos proseguir con diversión o sin ella, pero nuestros hijos tienen que tener alguna clase de recreación. Si les privamos de su derecho a jugar, se aburrirán e inquietarán cuando estén en el hogar, y siempre que puedan, se escaparán para hacer otras cosas a nuestras espaldas.

4. Los juegos

Existen muchos juegos, tales como el ajedrez, los juegos de pelota y la equitación, que pueden ser considerados como actividades apropiadas, incluso si tales actividades implican ganar o perder. En tales juegos, ganar o perder depende de la habilidad. Es correcto que los niños jueguen tenis de mesa, básquetbol, voleibol, ajedrez o practiquen la equitación. Todas estas actividades son apropiadas y no hay nada pecaminoso en ellas. Los padres deben ser generosos al respecto y guiar a sus hijos a actividades recreativas apropiadas. Quizás las personas mayores no tengan tiempo para los deportes más exigentes, pero no deberían de prohibir que los más jóvenes los practiquen. Queremos que nuestros hijos separen un tiempo para el Señor, pero también debemos atender a su necesidad de divertirse. Debemos permitir que tengan cierta recreación.

Hemos mencionado cuatro formas de recreación: descansar, cambiar de actividad, los pasatiempos y los juegos. Un cristiano podrá disfrutar de cualquiera de estas actividades recreativas, pero no deberá ser dominado por ninguna. Esto es incorrecto. Cuanto más joven sea un creyente en el Señor, más cuidadoso debe ser en no ser dominado por nada. Quizás este asunto no sea un problema para nosotros en la actualidad. Tal vez a nosotros no nos importe mucho si tocamos el piano o no, pero esto probablemente sí le importa mucho a un nuevo creyente. Y por ello, cada vez que lleva a cabo una de estas actividades, se sentirá inquietado por su conciencia. Al inicio de la vida cristiana, cuanto más se involucra uno en cualquier actividad recreativa, más dominado será por ella. Así pues, en cuanto uno experimente cualquier clase de esclavitud en relación con tales actividades, deberá detenerse inmediatamente.

C. Las actividades recreativas tienen como propósito realzar nuestra labor

En tercer lugar, tenemos que preguntarnos por qué necesitamos la recreación. La recreación tiene como propósito que uno labore mejor. Nuestras actividades recreativas tienen un propósito, no son distracciones por amor a las distracciones. Yo no participo del deporte debido a que ame los deportes, sino que juego porque quiero laborar mejor. No duermo porque me encante dormir, sino porque podré trabajar mejor después de haber dormido. Para mí, cultivar plantas no es un fin en sí mismo, sino que ello me permite laborar mejor después de haberme recreado cultivando mi jardín. El propósito de todas estas actividades recreativas es que yo pueda realzar mi trabajo. Ellas tienen que ayudarnos a servir mejor a Dios. Algunas personas tienen crisis nerviosas o físicas debido a que hacen lo mismo día y noche durante dos o tres semanas seguidas. Tales hermanos y hermanas debieran permitirse cierta clase de diversión. Ellos pueden cambiar de actividad; pueden tocar el piano o practicar algún deporte. Deberían hacer estas cosas únicamente para recuperarse de su fatiga. Todo ello tiene como propósito que sean más eficientes en su labor. Después que ellos se han recreado con tales actividades, podrán laborar y servir al Señor con nuevos bríos.

A veces, una persona debiera darse un descanso saliendo a visitar la campiña, tal como lo hizo el Señor Jesús, o debería viajar o salir de paseo por un corto tiempo. Esto también es muy bueno. O quizás juegue con sus niños en casa. Tales actividades no constituyen enredos para esa persona, sino que cumplen el propósito de ayudarla a laborar mejor. Si alguna actividad resulta en la disminución de nuestro rendimiento laboral, seguramente ésta no corresponde al principio correcto que debe de determinar toda actividad recreativa. Toda recreación debe hacer que laboremos mejor. Nos agotaremos con facilidad si día y noche hacemos lo mismo una y otra vez. Es por ello que deberíamos salir a trotar, a cultivar plantas o jugar por un rato. No es que nosotros fomentemos tales actividades, pero sí consentimos con ellas. El principio básico que debe determinar tales actividades es que las mismas deben hacer que mejore nuestro rendimiento en lugar de frustrar nuestra labor.

Disfrutar de vacaciones después de haber trabajado por dos o tres meses es correcto; pero si tenemos vacaciones todos los días es ociosidad; ya no son vacaciones. Un cristiano tiene que aprender a trabajar mientras esté en la tierra y a no ser perezoso. Es admisible que las personas tengan alguna forma de recreación con el propósito de incrementar su eficiencia laboral, pero por ello no deberíamos dar cabida a las críticas de los demás. No queremos ir al extremo y no queremos traer vergüenza al nombre de Dios.

D. El azar no debe estar involucrado

en nuestras actividades recreativas

En cuarto lugar, toda forma de recreación debe requerir únicamente de cierta habilidad y no debe de involucrar el azar. Podríamos afirmar que la única clase de actividad recreativa apropiada es aquella que requiere sólo de habilidad y nada de suerte. Cualquier actividad recreativa que implique tanto cierta habilidad como la intervención de la suerte, es una especie de juego de azar y no es una actividad recreativa propiamente dicha. Y toda actividad que únicamente implica la intervención del azar y no requiere de habilidad alguna, constituye un juego de azar, y los cristianos deberían evitarla. Así pues, todo cuanto implique la intervención de la suerte es una clase de juego de azar. La recreación cristiana debe implicar únicamente el uso de ciertas habilidades y no la intervención del azar. Un juego de dados depende completamente de la suerte, un cristiano jamás debe involucrarse en tal clase de juego, pues no es sino un juego de azar. Los jóvenes pueden jugar al ajedrez porque éste es un juego que depende de la habilidad de los participantes y no constituye un juego de azar.

Existen dos clases de recreación: las que requieren de habilidad y las que involucran la intervención del azar. En un juego de dados interviene la suerte del participante. Por tanto, se trata de un juego de azar. Un cristiano no debe involucrarse en ninguna clase de juego de azar. A ciertas personas, antes de ser salvas les encantaba jugar al mah jong. Para tal juego se requiere de un poco de habilidad y de mucha suerte. Un cristiano no debiera participar ni siquiera en juegos que requieren tanto de habilidad como de suerte.

El mah jong es un juego de azar, incluso cuando no hay dinero de por medio. Tales juegos suscitan en el jugador cierta clase de esperanza, cierta clase de oración. El jugador tiene la expectativa de que la suerte estará de su lado. Esta clase de esperanza es errónea. Jugar mah jong aún si ello no involucra dinero es incorrecto.

Jugar billar implica cierta habilidad. Aun cuando es un juego en el que se gana o se pierde, no hay nada malo con el juego en sí. Sin embargo, si hay dinero de por medio, está mal; sería erróneo participar de tal juego, pues se ha convertido en una clase de apuesta.

Podríamos afirmar que algunos juegos son de por sí juegos de azar, mientras que otros no lo son. Sin embargo, uno puede hacer que un juego que no implica apuestas, se convierta en un juego en el que se apuesta. Esto ya cambia las cosas. A veces, hasta algo tan inofensivo como salir a comer puede llegar a convertirse en una clase de apuesta. Jugar a los dados es un juego de azar en sí mismo, aun cuando no haya dinero de por medio. Un cristiano no debería participar en esta clase de juego. Por ser cristianos, tenemos ciertos principios que determinan los juicios que emitimos. Cuando afirmamos que podemos hacer algo o que no podemos hacer algo, estamos siguiendo ciertos principios. Es correcto jugar un juego que requiere de cierta habilidad y es incorrecto participar de un juego que requiere de suerte. Cualquier clase de juego que requiere de habilidad es permisible, pero cualquier juego que depende de la intervención del azar no es permisible para un cristiano, pues se trata de un juego de azar.

Más aún, no deberíamos de involucrarnos en nada que el mundo pueda considerar un juego de azar. Tenemos que regirnos por ciertos principios. Tenemos que saber determinar si algún juego es un juego de azar y saber definir lo que es un juego de suerte. Todo lo que requiera la intervención de la suerte es un juego de azar.

Algunos hermanos suelen preguntar si a los cristianos nos es permitido salir a cazar, pescar o apresar aves. En la Biblia, la caza comenzó con Nimrod (Gn. 10:8-9) y tal parece que no fue del agrado del Señor. La pesca es permisible. Una vez que usted tiene bien en claro el principio subyacente, sabrá lo que debe hacer con respecto a muchas otras actividades. En conclusión, es una actividad correcta si implica únicamente la habilidad del participante, y es una actividad incorrecta si requiere de la intervención del azar. Los juegos en los que se apuesta se hallan totalmente descalificados. Un creyente tendría que haberse degradado mucho para tener que preguntar si a los cristianos les es permitido apostar.

Podemos conservar algunas de las aves que han sido domesticadas por muchos años y son como animales domésticos; tales pájaros no podrían sobrevivir en libertad. Pero tenemos que liberar a aquellas aves que son capaces de sobrevivir en su medio natural. Existen tanto palomas domésticas como palomas silvestres. Podemos aplicar los mismos principios a estos asuntos.

E. La recreación debe de satisfacer nuestras necesidades

En quinto lugar, nuestras actividades recreativas tienen que satisfacer nuestras necesidades. No debemos tener recreación si no tenemos necesidad de ella. No deberíamos de involucrarnos en una actividad recreativa que no responda a cierta necesidad. Hay muchos hermanos que están tan ocupados que piensan que no necesitan ninguna actividad recreativa. Otros hermanos, en cambio, no tienen nada que hacer durante todo el día y todo el tiempo piensan en distracciones. Aquellos que verdaderamente necesitan divertirse no sienten tal necesidad, mientras que los que no tienen tal necesidad, piensan que la tienen. No es necesario que hablemos a todos acerca de nuestra necesidad de divertirnos ni es nuestra intención dar licencia a los hijos de Dios. No queremos recomendar a ciegas cualquier clase de actividad recreativa. Lo que verdaderamente queremos decirles a los hijos de Dios, es que deben de ser capaces de juzgar por ellos mismos cuáles son sus necesidades. El principio que nos rige debe ser siempre el de vivir para el Señor y reconocer que todo nuestro tiempo le pertenece a Él.

Nuestra vida está medida por el tiempo. El tiempo no es la vida misma, pero sirve para medir nuestra vida. Un hombre no debiera desperdiciar su tiempo en un sinfín de cosas para luego descubrir que ya no tiene tiempo para Dios. Desperdiciar una hora es desperdiciar una hora de vida. Desperdiciar dos horas es desperdiciar dos horas de nuestra vida. Si dedicamos una hora a recrearnos, esa hora tiene que redundar finalmente en beneficio de nuestra labor. Si no hay necesidad de usar esa hora así, entonces tal actividad será un desperdicio de nuestro tiempo. Desperdiciar nuestro tiempo equivale a desperdiciar nuestra vida. Si podemos usar una hora más para el Señor, podremos cosechar una hora más de resultados concretos. Si gastamos una hora en una actividad recreativa y tal actividad puede hacer que trabajemos mejor, eso será una inversión y no un desperdicio.

Por tanto, la diversión debe estar basada en nuestra necesidad. Esta también puede estar basada en un consejo procedente de los hermanos más maduros en el Señor o de nuestro médico. A veces un hermano más maduro habrá de aconsejarnos que nos distraigamos un poco debido a que él puede percibir que en nuestro ser se está acumulando cierta tensión. Otras veces, tal vez nuestro médico nos aconseje en contra de ciertas actividades y sus serias consecuencias. Nuestras actividades recreativas tienen el propósito de satisfacer ciertas necesidades, no son sólo para divertirse por amor a la diversión. Yo he elegido cierta clase de actividades recreativas y las realizo no solamente por divertirme, sino a fin de laborar mejor. Una persona que trabaja mucho, a veces puede necesitar un tiempo de esparcimiento y otras veces tal vez no. Así pues, la regla general consiste en que las actividades recreativas son para quienes las necesitan. Aquellos que no tienen la necesidad no tienen que realizarlas.

Sabemos que los jóvenes necesitan recreación. Es evidente para nosotros que nuestros adolescentes necesitan divertirse. Algunos padres no necesitan de tales actividades y, por ello, llegan a pensar que sus hijos tampoco las necesitan. Sin embargo, privar a nuestros hijos de las actividades recreativas no hará sino conducirlos hacia la senda del mal. Tenemos que saber reconocer tal necesidad, aun cuando no tengamos la plena certeza de nuestra propia necesidad. El principio de esto es que las actividades recreativas son para aquellos que las necesitan; aquellos que no las necesitan podrán vivir sin tales actividades.

F. Nuestras actividades recreativas deben corresponder a nuestra condición física

En sexto lugar, todas las actividades recreativas deberán corresponder con la condición física de la persona que las practica. Esta debe ser la primera consideración cuando se trata de alguna actividad recreativa. Todos tenemos que tomar esto en cuenta al involucrarnos en cualquier actividad recreativa. Nuestra expectativa es que nuestro cuerpo se beneficie con tal actividad y no sea perjudicado. Si nuestro cuerpo es perjudicado a causa de tal actividad, estaremos violando el principio rector de toda recreación. Estamos aquí para que nuestra aptitud física sea mejorada. Si determinada actividad recreativa perjudica a nuestro cuerpo, tal actividad no es correcta. Supongamos que una persona ha contraído tuberculosis; si desea practicar alguna actividad recreativa, deberá elegir una actividad que no empeore su estado de salud. Una hermana que tenga alguna dolencia cardiaca, probablemente requerirá practicar alguna actividad recreativa en ciertas ocasiones; pero tal actividad tendrá que aliviar su fatiga en vez de empeorar su condición cardiaca.

Durante mi juventud, tenía un amigo que era una persona muy mala. Después de haber creído en el Señor, este amigo mío sufrió un gran cambio y se convirtió en una persona maravillosa. Antes de convertirse, a él le encantaba jugar básquetbol. Después de haberse salvado, comenzó a sentirse culpable cada vez que practicaba este deporte. Así pues, él decidió jugarlo una última vez y luego abandonar tal práctica. Después de su último juego, vomitó sangre y murió. Esto no puede ser considerado como una actividad recreativa. Tal actividad no correspondía a su aptitud física. Este amigo mío creía que podría predicar el evangelio después de haber disfrutado de un último juego. Él nunca pensó que podría morir después de ese juego. ¡Qué gran desperdicio fue eso!

Espero que lleguemos a comprender que nuestro cuerpo es del Señor. Por tanto, si nos divertimos, es para el Señor, y si nos abstenemos de la diversión, también es para el Señor. No hacemos nada para nosotros mismos. Si nos involucramos en cierta clase de actividad recreativa, tenemos que recordar que es para el Señor. Asimismo, si nos abstenemos de divertirnos, no debemos olvidar que lo hacemos para el Señor. Ya sea que uno se divierta o no, el principio detrás de ello es no causarle perjuicio al cuerpo. Siempre será insensato causar daño al cuerpo, pues no solamente es un error causar daño a nuestro cuerpo con actividades inapropiadas, sino que también es erróneo dañarlo con actividades que se consideren apropiadas. Los hijos de Dios no son dueños de sus propios cuerpos. Al realizar cualquier actividad recreativa, debemos preguntarnos primero si ella habrá de causar algún perjuicio a nuestro cuerpo. Debemos practicar únicamente aquellas actividades que son beneficiosas para nuestro cuerpo. No haga algo simplemente porque le gusta hacerlo. Suponga que una hermana padece del corazón y que al ver a su hermano jugando baloncesto, desea unírsele, a raíz de lo cual, ella agrava sus problemas de salud. No está mal que su hermano juegue tal deporte, pero sí es erróneo que la hermana, quien sufre del corazón, esté participando de tal juego. Es nuestra expectativa que los hijos de Dios sepan darle importancia a este asunto. Todo cuanto hacemos, debemos hacerlo como parte de nuestro servicio al Señor. Aun si nos divertimos un poco hoy día, nuestra meta tiene que ser servir mejor al Señor.

No deseo ver que los creyentes mueran jóvenes. Siempre he abrigado la esperanza de que en la iglesia haya más hermanos y hermanas de edad avanzada. Les ruego que no se olviden que ser ancianos en el mundo es muy diferente de ser ancianos en la iglesia. En el mundo, cuanto más uno envejece, más senil se pone. Los más jóvenes son los que más prosperan. Sin embargo, en la iglesia, cuanto más años vive uno, más avanzado está. En el mundo, los jóvenes no pueden avanzar a menos que los de más edad mueran primero, porque los de más edad siempre son un obstáculo para los más jóvenes. Sin embargo, esto no sucede en la iglesia. Cuanto más uno avanza en edad, se pone más fresco y puede captar asuntos más elevados y más profundos. Una iglesia en la que no haya hermanos y hermanas mayores, será una iglesia muy pobre y derrotada. No me gusta ver que en la iglesia un hermano tras otro muera joven por haber descuidado su propio cuerpo. Si esto sucede, en lugar de que tal persona llegue a constituir una fuente de suministro para la iglesia, las lecciones que el Señor le impartió se habrán desperdiciado. La iglesia no debiera sufrir tal pérdida. Simplemente no se puede permitir semejante pérdida.

Si practicamos algún deporte o participamos en algún juego, no podemos esforzarnos por romper récords de competencia como si fuéramos atletas. Los atletas profesionales no están motivados por el deporte en sí, sino por el anhelo de superar ciertos récords. Nosotros debemos practicar cualquier deporte como uno que juega un juego y debemos hacerlo para beneficio de nuestro cuerpo.

G. Debemos elegir la clase de recreación que mejor corresponda a nuestra manera de ser

En séptimo lugar, la recreación no sólo está relacionada con nuestra aptitud física, sino también con nuestra manera de ser. Si uno disfruta de lo que hace, eso tiende a estar más relajado mentalmente así como a estar más contento psicológicamente. Si uno no disfruta de lo que hace, eso se convierte en una labor y deja de ser una recreación. Algunas hermanas aman las flores. Si usted les pide que rieguen las plantas durante media hora, tales hermanas no manifestarán cansancio alguno, aun cuando se trate de una tarea que podría fatigar a otra clase de persona. De hecho, es probable que antes de realizar tal actividad, tales hermanas se hayan sentido tensas o preocupadas; pero después de realizar tal labor, ellas se sienten descansadas. Sin embargo, si usted le pide a una persona que siente aversión hacia las plantas y detesta la jardinería, que riegue las plantas durante media hora, esta tarea sería una carga para tal persona. Por lo tanto, también existe una relación entre nuestras actividades recreativas y nuestra manera de ser. Así pues, al elegir ciertas actividades recreativas, usted tiene que optar por aquella actividad que le permita relajar sus nervios y tranquilizar su mente, como se muestra en los ejemplos que mencionamos anteriormente. Para todas las personas existe una determinada clase de recreación que se adapta mejor a ellos. Para algunos, la jardinería es una recreación, para otros no. A algunos les gustan los perros y los gatos, mientras que otros están nerviosos y asustados cuando tales animales están cerca. Tenemos que encontrar una actividad que sea de nuestro agrado. Esta clase de actividades recreativas hará que trabajemos mejor.

Si me propusieran ir al mar, esto no sería recreación para mí; en cambio, ir a la orilla de un río, sí. Otros hermanos son diferentes. Para ellos, cuanto más fuerte sean las olas, mejor. Les alegra, por ejemplo, ver que un barco es mecido por las olas del mar; estas son las cosas que les agradan y les causan felicidad. Tales actividades refrescan sus mentes. Esto se relaciona con la manera de ser del individuo. Uno tiene que elegir la clase de recreación que corresponde a su propia manera de ser de tal manera que esa actividad restaure su energía física. Si usted elige hacer algo que va en contra de su manera de ser, se sentirá agotado y no querrá continuar con tal actividad.

H. Cuidando de no causar

ningún tropiezo a los demás

En octavo lugar, por ser cristianos, tenemos que ser un ejemplo para los demás en todo asunto. No queremos ser piedra de tropiezo para ninguno, incluso en este asunto de la recreación. Nosotros vivimos para el Señor y para los hermanos; no vivimos para nosotros mismos. No debiéramos preocuparnos únicamente por nosotros mismos e ignorar a los demás. No debemos quejarnos diciendo: “¿Por qué se fijan tanto en lo que yo hago?”. ¿A quién pues habrían de mirar si no es a usted? ¡Por supuesto que los demás lo estarán observando! Si una ciudad está puesta sobre un monte, ¿quién no la vería? ¡Por supuesto que los demás la verán! No importa cuál sea nuestra convicción, tenemos que darle debida importancia a la influencia que ejercemos sobre nuestros hermanos más jóvenes cuando ellos vean lo que hacemos. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si lo que hacemos será causa de tropiezo a los demás. Somos hijos de Dios y hemos creído en el Señor. Por tanto, debemos ser personas sensibles. Tenemos que darnos cuenta de que somos responsables ante Dios y ante los muchos hermanos y hermanas que son más jóvenes que nosotros.

Si uno piensa que puede comer carne, esto no representa problema alguno, pero si al hacerlo está causando tropiezo a su hermano, no debe comer carne. No es incorrecto que uno coma carne, pero está mal si al comerla uno hace tropezar a otros. Del mismo modo, no hay nada de malo en tener recreación, pero es incorrecto hacer tropezar a los hermanos con ello.

Tenemos que tomar en cuenta qué pensarán los más débiles acerca de las muchas cosas que hacemos. No deseo ser una piedra de tropiezo para los más débiles. Al referirse a esto, el Señor no dijo que no seamos piedra de tropiezo para los fuertes. Más bien, Él dijo que no debemos ser piedra de tropiezo para los débiles. Entre nosotros, hay muchos cuya conciencia es débil. Ellos creen que no se debería ir a los templos. Por ello, a fin de cuidar de la conciencia de tales hermanos, yo no iré a ningún templo, aun cuando yo sé que los ídolos nada son. A la luz de este principio, no deberíamos participar de ninguna actividad recreativa que pudiera causar que algún hermano tropiece.

Entonces, ¿qué debe hacer uno si tiene paz en su conciencia para hacer algo, pero otros no? En este caso no basta con preocuparse por tener nuestra conciencia en paz. También debemos recordar que la conciencia de la otra persona será inquietada por nuestras acciones. Por ello, tenemos que evitar aquellas cosas que hagan tropezar a otro. No basta con declarar que uno no tropezará. Recuerden que podrían causar tropiezo a los demás. No basta con decir que su conciencia está en paz; usted debe recordar que quizás la conciencia de otros no tiene paz. No deben decir: “Esto no me hará pecar”. No se olviden que otros podrían caer en pecado a causa de esto. Quizá lo que usted vaya a hacer no represente ningún problema para usted, pero aun así, eso puede ser un problema para otro. ¿Qué hacer? Tenemos que desechar muchas actividades recreativas por el bien de nuestros hermanos.

Tenemos que comprender que muchas cosas son lícitas, mas no todas son provechosas. Por tanto, tenemos que ser cuidadosos en cuanto a nuestra conducta; cuanto más cuidadosos seamos, mejor. Tenemos que aprender a optar siempre por el camino más apropiado. Debemos aprender a conducirnos cuidadosamente. Nosotros permitimos que nuestros hermanos y hermanas disfruten de actividades recreativas y esto es permisible, pero a veces, alguna de estas actividades podría hacer tropezar a otros. Si esto sucede, es mejor dejar de practicar tales actividades. Tenemos que ser cuidadosos especialmente con respecto a quienes con facilidad caen en cautiverio. Hay personas que fácilmente son afectadas y con facilidad caen en tal clase de cautiverio. Tenemos que ser cuidadosos con respecto a ellas. Son muchos los que tropiezan fácilmente. Si somos un poquito negligentes al respecto, ellos tropezarán. Por esto debemos darle a este asunto la debida importancia.

I. No debemos hacer nada que los gentiles consideren inapropiado

En noveno lugar, no deberíamos involucrarnos en ninguna actividad recreativa que a los gentiles les pueda parecer inapropiada. Esto no implica que podamos hacer todo cuanto los gentiles consideren apropiado. Estos son los dos principios que deben regir nuestra conducta con relación a los gentiles. No necesariamente haremos aquello que los gentiles aprueban, pero ciertamente jamás haremos algo que ellos no aprueben. ¿Comprenden esto, verdad? Hay muchas clases de entretenimiento que los gentiles aprueban, pero nosotros no podemos involucrarnos en ellas. Ellos consideran apropiado ir al cine, jugar juegos de azar y salir a bailar. Estos son los entretenimientos básicos que ellos eligen, pero nosotros no los aprobamos. Por supuesto, nosotros jamás haríamos las cosas que los propios gentiles desaprueban.

No vale la pena discutir con la gente acerca de las recreaciones que consideramos apropiadas. En ciertos lugares, hay ciertas personas que consideran que no nos es permitido los juegos de pelota. Nuestro testimonio es para el Señor y no para los juegos de pelota. Nuestra predicación no consiste en dar testimonio a favor de los deportes; por lo que, no es necesario que nosotros testifiquemos a favor de ninguno de ellos. Las normas que nos rigen no deben ser inferiores a las de los gentiles. Quizá en algunos lugares los incrédulos piensen que jugar al ajedrez es una actividad inapropiada. En principio, tanto jugar ajedrez como al “Go” (un juego de salón) es decoroso, pero nosotros no damos testimonio a favor de tales cosas. No es necesario que desperdiciemos nuestro tiempo dando sermones sobre el ajedrez. Así como podemos jugar ajedrez, también podemos dejar de jugar ajedrez. Nosotros damos testimonio del Señor; no estamos aquí para testificar de tales minucias. No debemos discutir con los inconversos acerca de tales cosas. Nosotros, pues, podemos hacer muchas de las cosas que los gentiles aprueban y no haremos nada que ellos consideren inapropiado.

Por ejemplo, en ciertos lugares es probable que se considere inapropiado salir a pescar. Tenemos que aceptar su punto de vista y no salir a pescar. Nosotros damos testimonio a favor de Cristo y no a favor de la pesca recreativa. Nosotros hemos sacrificado todo por el Señor. ¿Qué podría significar ese pasatiempo para nosotros? No debemos permitir que ninguno sea inquietado por alguna actividad recreativa que practiquemos. Dondequiera que estemos, no debiéramos hacer nada que los demás consideran equivocado. Las normas que nos rigen no deben ser inferiores a las normas establecidas entre los gentiles, en especial cuando se trata de un asunto como la recreación.

Es inútil discutir con los demás por causa de este asunto. Conozco ciertos misioneros occidentales que perjudicaron su relación con los nativos sólo por causa de que ellos querían seguir practicando su propia actividad recreativa. Es tonto perjudicar la obra del Señor por causa de un pasatiempo insignificante. Debemos darle importancia a los asuntos más importantes y ser flexibles acerca de los otros asuntos. Por ejemplo, algunos hermanos tienen que laborar entre los musulmanes, los cuales no comen carne de cerdo. Cuando se encuentran entre ellos, quizás traten de comerla públicamente debido a que piensan que, por ser cristianos, está bien que ellos coman carne de cerdo. Pero la carne de cerdo está prohibida en aquel lugar. Si la comen, no podrán laborar entre aquellas personas. Por el bien de la obra, no debemos involucrarnos en conflictos sobre asuntos insignificantes.

En la actualidad, quizás haya algunos que quieran ir a la provincia de Sikang. En Sikang no se practica la pesca. La gente de aquel lugar nunca ha pescado en toda su vida. Sería incorrecto que usted insistiera en que se practique la pesca y, al hacerlo, provoque fricciones entre usted y los santos de esa localidad. Algunos de los misioneros británicos que fueron a la India irritaron a los hindúes con respecto a ciertos asuntos recreativos. No vale la pena hacer tal cosa.

Les he expuesto estos nueve principios. Tenemos que aplicarlos cuidadosamente. Las fuentes de entretenimiento que son comunes entre los gentiles están completamente descartadas para nosotros. Estas actividades recreativas incluyen tres categorías principales: ir a bailar, los juegos de azar e ir al cine. Tales actividades deben ser completamente descartadas por nosotros. Nuestra carga es presentarles únicamente estos nueve principios de una manera constructiva. No debemos sacrificar ninguno de estos nueve principios.

IV. LA RECREACIÓN APROPIADA NO AFECTA LA ESPIRITUALIDAD DE UNA PERSONA

A. Los conejos e ilustraciones del Sr. Hopkins

Finalmente, permítanme contarles un breve relato. La “Conferencia de Keswick” es una especie de conferencia internacional muy importante que se lleva a cabo en Inglaterra. Todos los años, durante una semana se reúnen allí unas cinco o seis mil personas procedentes de todo el mundo. Me parece que Dios ha usado grandemente estas conferencias. Entre sus oradores podemos hallar a Andrew Murray y F.B. Meyer, quienes tenían un profundo conocimiento del Señor. En esa época, el Sr. Stock Meyer estaba en Alemania, el Sr. Melton en Francia, Andrew Murray en Holanda y Evan Hopkins en Inglaterra. El Sr. Hopkins era conocido como el teólogo de Keswick. Él fue la primera persona en comprender la verdad con respecto a la crucifixión de los creyentes juntamente con Cristo. Él era el esposo de Hannah Whitall Smith, quien escribió “El secreto del cristiano para una vida feliz”. Sin la ayuda del Sr. Hopkins, la señora Penn-Lewis no habría podido difundir la verdad de que estamos juntamente crucificados con Cristo, debido a que en Gran Bretaña no se aceptaba que una mujer predicara. El Sr. Hopkins era una persona muy decorosa delante del Señor. Aun así, él tenía un pasatiempo; le encantaba dibujar cuando tenía tiempo para ello. En un principio, hacía dibujos serios, pero después, cuando nació su nietecita, él comenzó a dibujar conejitos por causa de ella. Cada vez que regresaba de dar algún sermón, se ponía a dibujar conejos para su nietecita. Así que, a lo largo de su vida, él dibujó miles de conejos. Después, algunos editores publicaron un libro con los dibujos de los conejos que hizo el Sr. Hopkins. Él era una persona muy inteligente; en sus dibujos, cada conejo tenía un rostro diferente. Además, a él también le gustaba la caligrafía fina. Él transcribió toda la oración del Señor en un chelín inglés. No estoy diciendo que ustedes deben imitarlo. Simplemente les digo esto para mostrarles que las actividades recreativas no afectan la espiritualidad de una persona. Al contrario, uno puede percibir el aspecto humano de una persona por medio de los pasatiempos que ella practica. Por favor recuerden que los siervos de Dios no son formalistas; eso se usa en catolicismo, no en el cristianismo. Los cristianos son personas sencillas, simples y naturales.

B. George Müller oró pidiendo una madeja de lana para una niñita

George Müller era una persona que tenía mucha experiencia en la oración. En cierta ocasión, una niñita llamada Abigail le pidió que orara pidiendo una madeja de lana de colores. El hermano Müller oró pidiendo esto, y la niñita recibió lo que él había pedido. Esta niñita creció hasta convertirse en una de las cristianas más destacadas de Inglaterra. Al leer la biografía de esta hermana podemos asombrarnos de las lecciones que ella pudo aprender del Señor. Si se practica la recreación de una manera apropiada, ésta no debilitará a una persona. Al contrario, si delante del Señor nos regimos por los principios apropiados para las actividades recreativas, éstas nos elevarán y harán que nuestro cuerpo y nuestra mente recuperen su salud.