Watchman Nee Libro Book cap. 7 Mensaje para Edificar a los creyentes nuevos

Watchman Nee Libro Book cap.7 Mensaje para edificar a los creyentes nuevos ​

LA IMPOSICIÓN DE MANOS

CAPÍTULO SIETE

LA IMPOSICIÓN DE MANOS

Lectura bíblica: He. 6:1-2; Hch. 8:14-17; 19:5-6; Sal. 133; Lv. 1:4; 3:2, 8, 13; 4:4, 15, 24, 29, 33

La Biblia nos muestra claramente que es necesario bautizar a las personas y también nos indica claramente que es necesario que tales personas reciban la imposición de manos. En el libro de Hechos podemos ver esto en dos ocasiones: una vez en Samaria y la otra en Éfeso. En ambos casos, al bautismo le siguió la imposición de las manos. Es evidente que tal era la práctica de los apóstoles en aquellos días. Hoy en día, si los hijos de Dios solamente son bautizados pero no reciben la imposición de las manos, su experiencia no es completa. La Biblia contiene claramente tanto la enseñanza como el modelo a seguir a este respecto.

I. LA IMPOSICIÓN DE MANOS

ES UNA VERDAD FUNDAMENTAL

Hebreos 6:1 nos dice que debemos dejar la palabra de los comienzos de Cristo para avanzar hacia la madurez. En la vida cristiana existe un número de diversas verdades, las cuales jamás debemos transigir. Ellas son verdades fundamentales. No es necesario que un creyente ponga tales fundamentos una y otra vez. Sin embargo, es necesario que tal fundamento esté establecido. ¿En qué consiste la palabra de los comienzos de Cristo? Esta palabra se refiere al arrepentimiento, la fe, el bautismo, la imposición de manos, la resurrección y el juicio. La Biblia nos muestra claramente que el fundamento de la palabra de Cristo incluye el bautismo y la imposición de manos. Si hemos recibido el bautismo sin haber recibido la imposición de manos, carecemos de tal fundamento para poder ir en pos de Cristo.

El error de la iglesia hoy es completamente distinto del error que cometieron los creyentes hebreos en aquellos tiempos. Los creyentes hebreos ya habían puesto el fundamento y, a pesar de ello, querían volver a poner el mismo fundamento una y otra vez, con lo cual estaban dando vueltas en círculos. ¿Qué acerca de la iglesia hoy? Si bien ha avanzado, sus fundamentos no están bien establecidos. El apóstol les dijo a los creyentes hebreos que dejaran la palabra de los comienzos de Cristo y se esforzaran por alcanzar la madurez. En el caso de los cristianos de hoy, ellos procuran avanzar demasiado rápido sin haber establecido tal fundamento. Son demasiado apresurados. Ustedes tienen que comprender que la imposición de manos forma parte del fundamento de la palabra de Cristo. Quienes ya hayan puesto tal fundamento deben avanzar, mientras que aquellos que no hayan echado tales cimientos, tienen que establecerlos. Así pues, la enseñanza que nos ocupa hoy difiere de la enseñanza del apóstol de aquel entonces en esto: él exhortaba a las personas que dejaran algo atrás, mientras que nosotros estamos exhortándolos a que se vuelvan hacia atrás a fin de recuperar tales cosas.

Si usted tiene que edificar una casa que requiere de seis piedras como fundamento, no puede descuidarse y perder una. Si falta una, habrá problemas en algún momento. Todo lo que sirve de fundamento es indispensable. Si el bautismo, que forma parte de tal fundamento, es omitido, esto generará problemas en el futuro. Si la imposición de manos, como otra de las partes que conforma el fundamento, no se ha hecho, esto igualmente generará problemas en el futuro. No podemos permitirnos ser descuidados con respecto a los fundamentos. Uno no puede edificar una casa sobre fundamentos que no están bien establecidos. Si se omite parte de tales fundamentos, tales fundamentos tienen que ser completados antes de proceder con el resto de la edificación.

II. EL SIGNIFICADO DE LA IMPOSICIÓN DE MANOS

Ya tratamos acerca del bautismo y lo que éste realiza en nuestro beneficio. El bautismo nos rescata del mundo. Por medio del bautismo, uno es salvo del mundo y hecho libre del mismo. A la vez, el bautismo nos pone en Cristo y nos da derecho a participar de Su resurrección. Pero, ¿qué es lo que hace la imposición de las manos por nosotros? ¿Qué significado tiene la imposición de manos?

Las respuestas a estas preguntas pueden ser halladas en Levítico 1, 3 y 4. Estos son los capítulos que con mayor frecuencia hacen referencia a la imposición de manos en el Antiguo Testamento. ¿Qué significado encierra el que una persona imponga sus manos sobre la cabeza de un animal en el Antiguo Testamento? Tal acto encierra dos significados.

A. La identificación

El primer significado es la identificación. En el primer capítulo de Levítico, imponer las manos sobre la cabeza de un animal significaba que el oferente y la ofrenda eran hechos uno, a raíz de esto surge la siguiente pregunta: ¿Por qué una persona que acudía al Señor a fin de ofrecer algo, ya sea que se trate de una ofrenda por el pecado o un holocausto, no se ofrecía a sí misma en lugar de un buey o una cabra? Dios es dueño de todos los bueyes y cabras que hay en el mundo. ¿Acaso Dios necesita que le ofrezcan bueyes y cabras? Si un hombre se presenta delante del Señor, primero deberá ofrecerse a sí mismo. Si se carece de esto, ninguna otra ofrenda podrá satisfacer a Dios. Así pues, una ofrenda significa la consagración del oferente, y no el mero sacrificio de un buey o una cabra.

Sin embargo, si voy al altar y me sacrifico a mí mismo al entregar mi cuerpo para ser sacrificado e incinerado como holocausto, ¿no estaría actuando igual que los adoradores de Moloc mencionados en el Antiguo Testamento? Aquellos que adoraban a Moloc no le sacrificaban bueyes y cabras, sino a sus propios hijos. Si nuestro Dios exigiera que nosotros mismos nos ofreciéramos en sacrificio a Él, ¿no sería nuestro Dios igual a Moloc? Moloc exige la sangre de nuestros hijos, mientras que Dos exige que nos ofrezcamos como ofrendas. Si nosotros tuviéramos que ser incinerados, ¿acaso no significaría esto que las exigencias de nuestro Dios son más severas que las de Moloc?

En cierto sentido, es cierto que las exigencias de Dios son más severas que las de Moloc. Pero, al mismo tiempo, Dios ha provisto una manera en la que podemos ofrecernos nosotros mismos sin tener que ser incinerados. ¿En qué consiste tal manera? Consiste en tomar un buey e imponer nuestras manos sobre él. La parte más importante de un buey es su cabeza. Uno también puede tomar un macho cabrío e imponer sus manos sobre él. Así pues, uno pone ambas manos sobre el buey o el cabrito y, delante de Dios, ya sea audiblemente o en silencio, uno ora: “Este soy yo. Yo soy el que debiera estar en el altar y yo soy el que debiera ser incinerado en sacrificio. Yo debiera ser el sacrificio y el que haga remisión por mis propios pecados. Merezco la muerte. Me ofrezco a Ti como holocausto de olor grato para Ti. ¡Oh Señor! Traigo delante de Ti este buey e impongo mis manos sobre su cabeza. Con esto quiero decir que yo y este animal somos una sola entidad y que somos iguales. El hecho de que yo pida al sacerdote que mate a este animal equivale a que soy yo el que está siendo inmolado. Cuando la sangre de este animal sea derramada, será mi sangre la que se derrame. Cuando este animal sea puesto en el altar, seré yo quien esté sobre el altar”.

¿Acaso no fue esto lo que sucedió con nosotros cuando fuimos bautizados? Cuando nos sumergimos en el agua, dijimos: “Esta es mi sepultura. Aquí estoy siendo enterrado por el Señor”. Tomamos el agua como nuestra sepultura. Ahora, al imponer nuestras manos sobre la cabeza del buey, nos identificamos con dicho buey y, al ofrecerlo, en realidad nos estamos ofreciendo nosotros mismos a Dios, pues el buey nos representa.

Por tanto, la imposición de manos significa identificación. En el Antiguo Testamento, el principal significado de la imposición de manos es el de identificarse con la ofrenda. Es decir, yo y la ofrenda somos una sola entidad y compartimos la misma posición. Así, cuando la ofrenda es elevada delante de Dios, yo también estoy siendo elevado a Dios en calidad de ofrenda.

B. Trasmite bendiciones

La imposición de manos tiene otro significado según el Antiguo Testamento. Según Génesis, Isaac impuso sus manos sobre sus dos hijos. Jacob hizo lo mismo con sus dos nietos, Efraín y Manasés. Cuando Jacob les impuso las manos a sus dos nietos, él puso cada una de sus manos sobre la cabeza de cada uno de sus nietos y los bendijo. Así, él transmitió sus bendiciones a sus dos nietos. Él los bendijo y pidió bendiciones para ellos. Como resultado de ello, las bendiciones fueron derramadas sobre ellos.

Tenemos que comprender el significado de la imposición de manos en estos dos aspectos. Uno es la unión o identificación, y el otro es la transmisión. Ambas constituyen una especie de comunión. La comunión nos une a otros y nos hace uno con ellos. La comunión también transmite nuestra fortaleza a otros.

III. EL CUERPO DE CRISTO Y LA UNCIÓN

Debemos comprender por qué los cristianos deben recibir la imposición de manos. Después que creímos en el Señor y fuimos bautizados, ¿por qué es necesario que los apóstoles, en su calidad de representantes del Cuerpo, vengan y nos impongan las manos?

A. Dios derrama el óleo sobre

todo el Cuerpo de Cristo

Primero, permítanme explicar brevemente la relación que existe entre el Cuerpo de Cristo y la unción. Por favor, leamos 1 Corintios 12:12-13 y Salmos 133. El cristianismo es verdaderamente muy particular. ¿Qué es tan especial al respecto? Tiene que ver con el hecho de que Dios obtuvo un hombre en la tierra. Este hombre se sujetó perfectamente a Dios, representó a Dios y vivió la vida de Dios con absoluta integridad. Hoy en día, Dios lo ha hecho tanto Señor como Cristo. Dios ha derramado Su Espíritu sobre este hombre, Jesús el nazareno. Cuando Dios derramó Su Espíritu sobre Él y lo invistió del mismo, Dios no estaba derramando Su Espíritu sobre Él como individuo, sino que derramó Su Espíritu sobre Él en Su calidad de Cabeza del Cuerpo. Así pues, la unción de Dios recae sobre la Cabeza. El Señor Jesús no estaba recibiendo la unción de parte de Dios en calidad de individuo, sino que estaba ocupando la posición de Cabeza del Cuerpo cuando recibió el Espíritu sobre Sí. En otras palabras, Él fue ungido por Dios en beneficio de todo el Cuerpo.

Por eso a Él se le llama “el Ungido” y a nosotros también nos llaman “los ungidos”. Su nombre es Christos y nuestro nombre es Christoi, o sea, cristianos, hombres de Cristo. Él es la Cabeza y la iglesia es el Cuerpo. Dios no desea obtener simplemente un individuo en la tierra. Más bien, Él está en procura de un hombre colectivo: la iglesia. Por sí misma, la iglesia en la tierra no es capaz de satisfacer a Dios; no puede llevar a cabo lo que tiene que ser llevado a cabo y tampoco es capaz de sostener el testimonio de Dios, debido a que no posee el poder de Dios. Por tanto, es necesario que Dios unja a la iglesia. Al recibir la unción de Dios, la iglesia es capaz de satisfacer las exigencias de Dios. La unción implica la autoridad de Dios. La autoridad de Dios se ha derramado sobre la iglesia por medio de Su unción.

Sin embargo, Dios no unge a uno o dos miembros, ni tampoco unge a todos los miembros. Dios únicamente unge a la Cabeza. Si los hijos de Dios han de conocer el Espíritu Santo, primero tienen que conocer el Cuerpo. El Espíritu Santo no le es dado primero al Cuerpo, sino a la Cabeza. El Cuerpo entero recibe la unción porque Dios ha ungido a la Cabeza. ¿Está esto claro? No es cuestión de que un miembro reciba individualmente el Espíritu Santo, ni tampoco se trata de que todos los miembros lleguen a recibir el Espíritu Santo. Es la Cabeza la que recibe la unción.

B. Recibimos la unción al permanecer

en la posición del Cuerpo

¿Cómo entonces, podemos recibir el aceite de la unción? Debemos permanecer en el Cuerpo a fin de recibir la unción. Si permanezco en el Cuerpo y asumo la posición que me corresponde en el Cuerpo, la unción descenderá sobre mí espontáneamente cuando ésta sea derramada sobre la Cabeza. La unción no me es dada solamente a mí. Es inconcebible que yo pretenda pedir la unción solamente para mí. Hay muchos que son privados de toda bendición debido a que acuden a Dios solos, esperando obtener por sí mismos tanto el Espíritu Santo como la unción.

Por favor, recuerden que el óleo fue derramado sobre la cabeza de Aarón. Dicho óleo descendió hasta la barba de Aarón y hasta el borde de sus vestiduras. Las vestiduras de Aarón llegaban hasta sus pies y cubrían todo su cuerpo. A medida que era derramado sobre su cabeza, el óleo descendía hasta el extremo inferior de su cuerpo. Hoy en día, si alguien disfruta de la unción, se debe su posición en el Cuerpo y no a causa de su condición personal delante de Dios. Si usted permanece bajo la Cabeza, la unción llegará hasta usted. Pero si usted no permanece bajo la Cabeza, la unción no llegará hasta usted. Recibir la unción no es una cuestión personal, ni algo que solamente atañe a todo el Cuerpo. Es cuestión de estar en el Cuerpo y bajo la Cabeza. Si el Cuerpo se sujeta a la Cabeza y permanece en la posición apropiada, recibirá la unción.

Nosotros necesitamos el poder del Espíritu Santo para nuestro andar espiritual. Dejaremos de andar conforme a la carne únicamente cuando la unción ha llegado a ser nuestro poder. La unción no es derramada sobre la carne del hombre. Debemos recordar esto. No podemos actuar conforme a nuestras propias ideas. Necesitamos la unción, pero no podremos recibirla por medio de ruegos u oraciones hechas por cuenta propia. Únicamente si permanecemos en una relación normal con el Cuerpo podremos recibir la unción.

Es imprescindible que entendamos que la Biblia nunca habla de ungir al Cuerpo. Únicamente la Cabeza es ungida. Pero, cuando la Cabeza es ungida, nosotros también, por ser Su Cuerpo, recibimos la unción. La unción no fue derramada sobre el cuerpo de Aarón, sino sobre su cabeza. No obstante, la unción descendió desde la cabeza de Aarón hasta el borde de sus vestiduras y sobre todo su cuerpo. Solamente los necios procuran una unción individual o una unción únicamente para el Cuerpo. Todos nosotros debemos sujetarnos a la Cabeza y permanecer en aquella posición que la Cabeza desea que asumamos. Solamente entonces habremos de recibir la unción.

C. La imposición de manos se realiza

por medio de los representantes de Cristo y Su Cuerpo: los apóstoles

La Palabra de Dios nos muestra que cada vez que una persona es bautizada en Cristo, la autoridad delegada establecida por Dios, como son los apóstoles y, en nombre de la Cabeza y el Cuerpo, deben imponer las manos sobre aquel que se bautizó. Esto nos muestra el significado de la imposición de manos. Cuando una persona la recibe, inclina su cabeza. Esto significa que a partir de ese momento, dicha persona no volverá a poner al descubierto su propia cabeza, sino que su cabeza estará sujeta a la autoridad. En vez de ponerse al descubierto, dicha persona permanecerá bajo autoridad.

Si un apóstol, un representante del Cuerpo, me impone las manos, esto quiere decir que él y yo tenemos comunión y que hemos llegado a ser uno. Los apóstoles representan al Cuerpo porque Dios primero colocó apóstoles en la iglesia. Por eso ellos representan a la iglesia. Si un apóstol, que representa a la iglesia, le impone las manos diciendo: “Hermano, eres uno con el Cuerpo de Cristo”, entonces la unción que proviene de la Cabeza llegará hasta usted. Debido a que es uno con el Cuerpo, la unción llega a usted. Esta es la razón por la cual el apóstol le impone las manos. La imposición de manos hace que nos identifiquemos con el Cuerpo de Cristo.

El apóstol no solamente representa a la iglesia, sino también a Cristo. Dios primero puso apóstoles en la iglesia. Ser primero implica poseer autoridad. En otras palabras, los apóstoles son la autoridad delegada. Por tanto, si la mano de un apóstol está sobre su cabeza, no solamente la iglesia le está imponiendo las manos, sino también Cristo mismo. Esto significa ser traídos por el Señor bajo Su autoridad. Desde ese momento, usted está bajo la cabeza de Cristo.

IV. CÓMO DEBEMOS RECIBIR LA IMPOSICIÓN DE MANOS

A. Debemos estar sujetos

a la autoridad de la Cabeza

Tenemos que estar sujetos a la autoridad de la Cabeza y tenemos que actuar como miembros del Cuerpo de Cristo. Nunca debiéramos presumir de poder avanzar por nosotros mismos. La propia naturaleza de la cual fuimos hechos partícipes cuando fuimos salvos, hace de nosotros miembros del Cuerpo. Esta misma naturaleza no permite que permanezcamos solos. Una vez que nos encontramos solos, moriremos. Podemos vivir únicamente si estamos ligados al Cuerpo.

B. Debemos comprender

la importancia de la identificación

Tenemos que comprender la importancia que tiene la identificación. Sólo después de que hayamos comprendido lo importante que es la identificación, nos podrá ser transmitida la bendición. Si no comprendemos la importancia de la identificación, nos será imposible recibir la bendición de la transmisión. La idea central subyacente a la imposición de manos es la identificación. Si bien la imposición de manos también cumple la función de transmitir, su significado fundamental es la identificación.

C. Debemos comprender que

vivimos por medio de todo el Cuerpo

En la actualidad, si los hermanos le imponen las manos, no se trata de un acto vano o irreflexivo. Sus ojos deben ser abiertos para comprender que, desde ese día, usted llegó a ser uno de los muchos hijos, una de las muchas células y uno de los muchos miembros del Cuerpo. Así pues, por ser usted un miembro, vive por medio de todo el Cuerpo. Por tanto, si vive como si fuera un cristiano solitario, estará acabado y será inútil. En cuanto usted deje de tener comunión con otros hijos de Dios, surgirán problemas. No importa cuán fuerte sea, le será imposible sobrevivir por sí mismo. No importa cuán grande y maravilloso sea, si se separa del Cuerpo usted morirá. Usted no puede jactarse de su poder, pues usted es poderoso únicamente debido a que está en el Cuerpo. Este es el beneficio que le fue otorgado mediante la imposición de manos. En cuanto usted se aparte del Cuerpo, estará acabado.

En el momento en que otros le impongan las manos, usted deberá tener la siguiente convicción interna: “Señor, yo no puedo vivir por mí mismo. Confieso que soy un miembro del Cuerpo y que sin el Cuerpo no puedo vivir. Sin el Cuerpo no puedo recibir la unción”. ¿Entienden esto claramente? La unción es aplicada a la Cabeza. Por tanto, usted tiene que ponerse bajo autoridad; es decir, junto a los otros hijos de Dios tiene que sujetarse a la autoridad de la Cabeza. Tiene que sujetarse a la Cabeza, tanto a nivel individual como en unidad con los demás. Usted tiene que sujetarse directamente a la Cabeza así como sujetarse a la Cabeza de manera indirecta al hacerlo junto con todo el Cuerpo. Si hace esto, la unción descenderá sobre usted. Si usted permanece en esta posición, de manera espontánea la unción fluirá hacia usted.

V. LOS DOS CASOS DE IMPOSICIÓN DE MANOS

MENCIONADOS EN EL LIBRO DE HECHOS

A. El caso ocurrido en Samaria

Para finalizar, examinaremos los casos que tuvieron lugar en Samaria y en Éfeso. Como resultado de la visita evangelizadora de Felipe a Samaria, un grupo de personas creyó y fue bautizada; sin embargo, no recibieron al Espíritu Santo. Los apóstoles en Jerusalén se enteraron de esto y enviaron a Pedro y a Juan a Samaria para que ellos orasen pidiendo que el Espíritu Santo descienda sobre los nuevos creyentes. Mientras oraban, les impusieron las manos. Como resultado de ello, el Espíritu Santo vino sobre ellos y los ungió.

El bautismo es una declaración pública de que hemos abandonado el mundo, mientras que la imposición de manos es una declaración pública de que hemos pasado a formar parte del Cuerpo. Se trata de dos facetas de una misma realidad. Por un lado, somos bautizados y abandonamos el mundo, esto tiene un sentido negativo. Por otro, pasamos a formar parte del Cuerpo en el momento mismo en el que alguien nos impuso las manos. Puesto que formamos parte del Cuerpo, debemos identificarnos con todos los hijos de Dios y debemos sujetarnos a la autoridad de la Cabeza. Si posicionamos todo nuestro ser bajo la autoridad de la Cabeza, experimentaremos que la unción fluye en nuestro interior. Una vez que nuestra posición es la correcta, la unción fluirá hacia nosotros. Si estamos en la posición errada, la unción no fluirá hacia nosotros. Los samaritanos creyeron en el Señor y fueron salvos, sin embargo, se encontraban en una situación muy particular: el Espíritu Santo no había sido derramado sobre ellos. Los apóstoles vinieron y les impusieron las manos, con lo cual los pusieron bajo la autoridad de la Cabeza al unirlos a todo el Cuerpo. En ese momento algo maravilloso sucedió: el Espíritu Santo descendió sobre ellos y la unción fluyó hacia ellos.

B. El caso ocurrido en Éfeso

Examinemos ahora lo ocurrido en Éfeso. Durante uno de sus viajes evangelizadores, Pablo llegó a Éfeso, en donde conoció a doce discípulos que solamente habían recibido el bautismo de Juan. Pablo les preguntó: “¿Recibisteis al Espíritu Santo cuando creísteis?”. A lo cual ellos contestaron: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”. Pablo les preguntó entonces: “¿En qué, pues, fuisteis bautizados?” (Hch. 19:2-3). Pablo reconoció el problema: ellos no poseían el fundamento apropiado.

¿Cómo es posible que algunas personas no tengan el Espíritu Santo si ya han creído en Jesús? Definitivamente sus cimientos no estaban bien establecidos. ¿En qué habían sido bautizados? Es fácil hallar la respuesta. Ellos únicamente habían recibido el bautismo de Juan, pero no habían sido bautizados en Cristo. Por tanto, Pablo les dijo que necesitaban bautizarse nuevamente, esta vez en el nombre de Cristo. Luego Pablo les impuso las manos. La imposición de las manos sigue al bautismo. Es necesario que uno pase a formar parte del Cuerpo y se sujete a la autoridad de la Cabeza. Este es el significado de la imposición de las manos.

Si una persona no es bautizada, no puede recibir la imposición de manos. Primero tiene que ser bautizada, dejar el mundo y unirse a Cristo, habiendo muerto y resucitado. Después, uno tiene que comprender que debe vivir en virtud del Cuerpo y que debe permanecer bajo la autoridad de la Cabeza. Entonces, cuando reciba la imposición de manos, el Espíritu Santo será derramado sobre él. La manifestación externa del Espíritu no constituye el enfoque central de lo que uno recibe. Más bien, uno debe poner el énfasis en el fluir interno de la unción.

El salmo 133 nos muestra que fue la Cabeza la que fue ungida. La unción de la Cabeza equivale a la unción del Cuerpo, lo cual es igual a la unción de todos los miembros. Damos gracias a Dios y le alabamos, porque cuando el aceite de la unción descendió desde la Cabeza, nosotros pudimos recibirlo por estar en el Cuerpo. Si poseemos la unción, es de poca importancia si el Señor nos confiere o no ciertas señales externas. Les ruego que se percaten del hecho de que las señales externas correspondientes al día de Pentecostés son cosas demasiado externas; se trata de cosas que no son muy cruciales. Creemos que el Espíritu Santo sigue siendo derramado sobre los hombres en la actualidad. Las señales externas constituyen una mera manifestación de tal unción. Siempre y cuando la unción haya sido derramada, no importa mucho si hay o no señales externas de la misma. Lo que importa es el origen de la unción. La unción es derramada cuando la unción de la Cabeza llega a convertirse en la unción sobre todos los miembros. Por este motivo, las oraciones que acompañan a la imposición de manos revisten inmenso significado.

VI. UNA EXCEPCIÓN QUE APARECE EN LA BIBLIA

Con respecto a la imposición de manos, la Biblia registra una única excepción. Sucedió en la casa de Cornelio. El Espíritu Santo fue derramado sobre la casa de Cornelio antes de cualquier bautismo o imposición de manos. La casa de Cornelio constituyó una excepción porque, después del Pentecostés, todos los apóstoles pensaban que la gracia del Señor era solamente para los judíos. Ellos estaban muy conscientes de que ellos eran judíos y que el Señor Jesús también era un judío, y que el Espíritu Santo fue derramado únicamente sobre judíos el día de Pentecostés. Las tres mil personas que fueron salvas así como el posterior grupo de cinco mil, estaba constituido exclusivamente por judíos. Aquellos que recibieron la gracia del Señor eran judíos que estaban dispersos en otras regiones y que habían retornado a Jerusalén. Hasta ese momento, la gracia del Señor había sido experimentada únicamente por los judíos. Ellos no estaban seguros si los extranjeros, los gentiles, pudieran ser partícipes de esta gracia. En China, algunos todavía llaman a los extranjeros “demonios extranjeros”. Los judíos maldecían a los extranjeros aún más, y los consideraban como bestias o animales. Inclusive Pedro no pudo dejar tal postura y compartía el mismo punto de vista que los demás.

No es fácil superar las barreras de la oscuridad del hombre. Es por ello que fue muy importante que el Señor enviase a Pedro a la casa de Cornelio a fin de abrir puerta a los gentiles para que ellos creyesen en Él. El Señor primero le dio a Pedro una visión: un objeto semejante a un gran lienzo que descendía del cielo conteniendo muchas cosas. El Señor le dijo a Pedro: “Mata y come” (Hch. 10:13). En cuanto Pedro vio el lienzo, de inmediato respondió: “Señor, de ninguna manera; porque ninguna cosa profana e inmunda he comido jamás” (v. 14). Esto quiere decir que él nunca antes se había relacionado con los gentiles. ¿Qué debería hacer ahora? El lienzo descendió una vez, otra vez y una tercera vez. Para entonces, Pedro había comprendido claramente. Si no hubiera sido por esta visión, Pedro nunca habría comprendido claramente. ¡Nuestros conceptos viejos son muy fuertes! Este objeto descendió de los cielos y el Señor mismo le habló a Pedro, y aun así, Pedro tenía sus dudas. Todo lo que pudo hacer el Señor fue retirar el lienzo; cuando éste descendió la segunda vez, el Señor le habló a Pedro nuevamente, pero Pedro todavía no podía entender. El lienzo fue retirado otra vez. La tercera vez, el Señor hizo descender nuevamente el lienzo, le mostró a Pedro la visión una vez más y le habló nuevamente. En la tercera ocasión, Pedro comprendió con claridad. Para entonces, Pedro ya no podía decir: “No vi bien”, ni: “Olvidé lo que vi, me es difícil recordarlo”.

Después que esta visión le fuera revelada, vinieron hombres de Cesarea. Sólo entonces Pedro se dio cuenta de que los gentiles también podían recibir la salvación de Dios. Los perritos podían comer las migajas debajo de la mesa. Entonces Pedro fue; pero, aun así, al llegar a la casa de Cornelio, él no osaba bautizar a ninguno. La casa de Cornelio realmente creyó, pero Pedro no se atrevía a bautizar a ninguno de ellos por temor a que los hermanos que estaban con él lo rechazaran. Quizás ellos le dirían: “Pedro, estás actuando de manera independiente”. En tales momentos, Pedro se encontró en una situación incómoda. Él había entendido claramente, pero los hermanos no.

Fue en ese momento que el Señor derramó el Espíritu sobre los gentiles; es decir, antes de que ellos fueran bautizados y antes de haber recibido la imposición de manos. Cuando Pedro regresó, él pudo afirmar con toda confianza: “Yo apenas les dije unas cuantas palabras, ni siquiera el evangelio les había sido presentado claramente, pero, aun así, el Espíritu Santo fue derramado sobre ellos. No me quedó otra alternativa que suplir lo que hacía falta y bautizarlos”. El bautismo tiene como propósito dejar el mundo y entrar a Cristo, mientras que la imposición de manos es para recibir la unción. La casa de Cornelio ya había recibido la unción. Por ende, ya no había necesidad de imponerles las manos. Por esto Pedro se limitó a bautizarlos.

Más tarde, cuando Pablo regresó a Jerusalén procedente de regiones gentiles, hubo cierta discusión con respecto a los gentiles. Entonces, Pedro sacó nuevamente a colación aquel incidente y, con ello, rompió el impedimento, a partir de entonces, la puerta les fue abierta a los gentiles.

En Samaria hubo la imposición de manos, pero no en Cesarea. Sin embargo, Dios usó el caso de Cesarea para confirmar la obra de Pablo y resolver el caso del capítulo 15. En el capítulo 19 esta práctica continuó cuando Pablo llegó a Efeso, y allí de nuevo él practicó el imponer las manos. Desde ese tiempo esta práctica no ha sufrido interrupción.

VII. AVANZANDO CON OTROS HIJOS DE DIOS

Los nuevos creyentes deben saber que los creyentes no podemos vivir solos. No podemos ser cristianos solitarios, sino que debemos ser miembros junto con los otros hijos de Dios. También debemos someternos a la autoridad de la Cabeza. No podemos ser rebeldes. Debemos someternos junto con los otros hijos de Dios. Si hacemos esto, la unción será manifestada en forma espontánea en nuestra vida y obra, y así tendremos un camino recto para avanzar delante del Señor.