El Evangelio de Dios | Watchman nee
LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES: LA GEHENA DE FUEGO EN EL REINO
CAPÍTULO VEINTICUATRO
LAS MEDIDAS QUE DIOS HA TOMADO CON RESPECTO A LOS PECADOS DE LOS CREYENTES:
LA GEHENA DE FUEGO EN EL REINO
La Biblia menciona en muchos versículos el juicio que Dios traerá en el reino milenario sobre los cristianos derrotados. Examinemos estos versículos. Luego, llegaremos a una conclusión acerca de ellos.
LA ENTRADA AL REINO
Y LA POSICIÓN EN EL REINO
Primero consideremos a Mateo 18:1-3. “En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. En estos versículos los discípulos preguntaron acerca del reino de los cielos. Es una pregunta acerca de quién sería el mayor en el reino. No es una pregunta acerca de la salvación ni la perdición, sino una pregunta acerca de quién sería el mayor o el menor o el más importante o el menos importante en el reino. El Señor Jesús nos enseña que si no nos volvemos como niños, no entraremos en el reino de los cielos. El versículo 4 añade: “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”. El versículo 3 nos muestra la condición para entrar en el reino, mientras que el versículo 4 nos enseña cómo ser el mayor en el reino. El versículo 3 dice que tenemos que hacernos como niños para entrar en el reino, y el versículo 4 dice que si nos humillamos como niños, seremos el mayor en el reino de los cielos. Esto demuestra que en el reino debemos continuar de la misma manera que comenzamos. En el reino debemos continuar en la misma dirección que comenzamos. Para entrar en el reino de los cielos, tenemos que hacernos como niños; y para ser el mayor en el reino de los cielos, debemos seguir siendo humildes como niños. Aquí el Señor menciona de nuevo el asunto de ser como niños.
Después de esto, el Señor dice: “Y cualquiera que reciba en Mi nombre a un niño como éste, a Mí me recibe” (v. 5). Cualquiera que recibe a un niño en el nombre de Cristo, es decir, alguien que se hace como un niño y continúa humildemente como un niño, recibe a Cristo. “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en Mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (v. 6). Estas palabras indican que hacer tropezar a otros es más serio que sufrir y morir de una manera innoble. Supongamos que alguien lo mata a usted y echa su cuerpo al mar. En tal caso, ni siquiera es sepultado como es debido. En efecto, esto sería una desafortunada tragedia. Sin embargo si usted hace tropezar a otros, su destino será peor. El versículo 7 dice: “¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”
LA GEHENA DEL FUEGO EN EL REINO
Los versículos del 1 al 7 son palabras generales del Señor. Sólo las mencionaremos brevemente. Queremos prestarle más atención a las palabras que empiezan con el versículo 8. Aquí el Señor Jesús señala que no sólo es erróneo hacer tropezar a otros, sino que también es un asunto serio y grave causarnos tropiezo a nosotros mismos. El versículo 8 dice: “Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti”. ¿A quién se refiere cuando dice “tu”? En los versículos del 3 al 7 “tu” se refiere a los discípulos que hicieron la pregunta en el versículo 1. Después que el Señor Jesús les contestó, les dijo que estuvieran alerta y no hicieran tropezar a otros. Las palabras del Señor en el versículo 8 están dirigidas a las mismas personas. Si una mano o un pie te es ocasión de caer, es mejor cortarlo y echarlo. Por supuesto, esto no debe tomarse literalmente. Si sus manos roban y sus pies caminan por senderos impropios, eso es, si hay pecado y lujuria en usted, tiene que resolver tales cosas. “Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno” (v. 8).
El Señor aquí nos enseña que si los cristianos pecan, serán echados en el fuego eterno con ambas manos y ambos pies, o entrarán en la vida con una mano o con un pie. Esto nos demuestra claramente que existen personas que se deshacen de sus pecados y sus lujurias en esta edad y que entrarán en el reino con una mano o con un pie. Hay también personas que no refrenarán sus lujurias y serán echados en el fuego eterno. Este es el fuego eterno, pero no dice que permanecerán en el fuego eterno para siempre. Lo que el Señor Jesús no dijo es tan significativo como lo que dijo. Si una persona se convierte pero sus manos y pies siguen pecando todo el tiempo, sufrirá el castigo del fuego eterno en el reino de los cielos. No sufrirá este castigo eternamente sino que lo sufrirá en la edad del reino.
¿Qué significa cortarse la mano o el pie? Si un hombre se corta una mano o un pie, es posible que siga pecando. Si se corta un pie, puede viajar en carro. Si se corta una mano, puede seguir pecando con la otra mano. La intención del Señor no es necesariamente que nos cortemos un miembro del cuerpo, porque aun si nos cortamos una mano, no podemos quitarnos nuestra lujuria. Por lo tanto, esta palabra no se refiere al cuerpo físico, sino a la lujuria interior. Lo que tenemos que cortar es aquello que nos conduce a pecar.
También tenemos que darnos cuenta de que la persona de quien se habla aquí debe ser un cristiano, porque sólo un cristiano está completamente limpio en su cuerpo y puede entonces entrar en la vida después de haberse deshecho de la lujuria que haya en uno de sus miembros. No sería suficiente que los incrédulos se cortaran una mano o un pie. Aun si se cortaran ambas manos y ambos pies, de todos modos irían al infierno. Para entrar en el reino de los cielos, más le vale a un cristiano tener su cuerpo incompleto que ir al fuego eterno por no haber resuelto completamente sus asuntos.
Según lo anterior, el versículo 9 dice: “Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en la Gehena de fuego”. Esto nos enseña que si una persona salva no se deshace de su lujuria, no podrá entrar en la vida, e irá al fuego eterno. El fuego eterno se refiere a la Gehena de fuego. La Biblia nos enseña que es posible que un cristiano caiga en la Gehena de fuego. Por supuesto, aunque es posible que sea echado en la Gehena de fuego, no la sufrirá para siempre; sólo estará allí durante la edad del reino.
Mateo 18 no es la única porción de las Escrituras que dice esto. Otras porciones de la Biblia también contienen la misma enseñanza. Por ejemplo, el sermón del monte de Mateo 5—7 contiene las mismas palabras. Mateo 5:21-22 dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que mate será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto a la Gehena de fuego”. Al principio del capítulo cinco, leemos que el Señor Jesús vio la multitud. No obstante, El no dirigió Su enseñanza a la multitud, sino a Sus discípulos (v. 1). El sermón del monte está dirigido a los discípulos. Por lo tanto el que se enoja contra otros en el versículo 22 es un hermano. El llama necio a su hermano, es decir, inútil, lo llama fatuo, es decir, tonto. Cuando se dirige a su hermano de esta manera, quedará expuesto a la Gehena del fuego. Esto no se refiere a un incrédulo, porque un incrédulo irá al infierno aunque no le diga fatuo a nadie. Cada vez que la Biblia habla de obras, se refiere sólo a aquellos que pertenecen a Dios. Si la persona no pertenece a Dios, no hay necesidad de mencionar tales cosas. Esta es una persona salva, un hermano, pero por haberse enojado con su hermano, es culpable de la Gehena de fuego.
El versículo 23 dice: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti”. Muchas veces hay personas que guardan resentimientos en contra de nosotros a propósito, y no podemos hacer nada al respecto; pero si otros se quejan debido a nuestra injuria, tenemos que tener cuidado cuando traemos nuestra ofrenda al altar. Si usted piensa mal de un hermano y ha hablado algo en contra de él, tiene que ir a él y resolver el asunto. “Deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (v. 24). Lo importante es reconciliarse con el hermano. El versículo 25 dice: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino”. Su hermano es el demandante y usted es el acusado. Ahora lo lleva al tribunal: “No sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel” (v. 25). Esto sucederá en el reino. El reino es muy estricto.
Esta noche hablaré con franqueza y sobriedad. No podrán aparecer juntos en el reino dos hermanos ni dos hermanas que estén en disputa el uno con el otro. En el reino venidero sólo habrá amor y misericordia; sólo aquellos que se aman y se tienen misericordia podrán estar en el reino de los cielos. Si tengo un pleito con un hermano, y si este asunto no es resuelto en esta edad, entonces en el futuro, tal vez ambos seamos excluidos del reino o sólo uno de nosotros entre. No será posible que ambos entremos. No es posible que nosotros tengamos un problema con otro y aún así reinemos al mismo tiempo en el milenio en el futuro. En el reino todos los creyentes son unánimes. No existe absolutamente ninguna barrera entre dos personas. Mientras estamos en la tierra hoy, si tenemos roces con algún hermano o alguna hermana, o si le causamos un impedimento a algún hermano o hermana, tenemos que tener cuidado. Entraremos nosotros y el otro será excluido, o el otro entrará y nosotros seremos excluidos, o ambos seremos excluidos. El Señor dice que mientras uno vaya con un adversario en el camino uno debe reconciliarse con él. Eso quiere decir que mientras usted y él estén vivos, usted tiene que reconciliarse con él antes que el Señor Jesús regrese. El Señor Jesús no tolerará en el reino a dos enemigos que se quejan el uno del otro. Hoy tal vez sea fácil tener quejas acerca de otros; pero estas quejas nos dejarán fuera, mantendrán a otros fuera, o nos mantendrán a nosotros y a otros fuera del reino. Parece que actualmente la iglesia tiene mucha libertad, pero no será así en aquel día. “Mientras estés con él en el camino”, dice el Señor. Si usted muere, o si él muere, o si el Señor Jesús regresa, este camino terminará. Por lo tanto, usted tiene que solucionar este problema rápidamente antes de que el Señor regrese y mientras que el otro y usted estén en el camino. “No sea que el adversario te entregue al juez”. El juez es el Señor Jesús. “Y el juez al alguacil”. El alguacil es el ángel. “Y seas echado en la cárcel”. Esto nos demuestra claramente que un hermano que ha ofendido a otro hermano sufrirá un castigo severo.
Si usted estudia este pasaje cuidadosamente, verá que esta cárcel es la Gehena de fuego mencionada en el versículo 22, ya que el versículo 23 comienza con “por tanto”. Las palabras de los versículos 23 en adelante son la explicación de lo dicho en el versículo 22. El versículo 22 dice que cualquiera que le diga fatuo a su hermano será sometido a la Gehena de fuego. Los versículos 23-25 dicen que todo aquel que no se reconcilie con su hermano será echado en la cárcel. Por lo tanto, la cárcel del versículo 25 es la Gehena de fuego mencionada en el versículo 22. Estamos seguros de que no existe la posibilidad de que un cristiano perezca eternamente, pero si un cristiano tiene pecados de los que no se ha arrepentido, y que no ha confesado ni han sido perdonados, él sufrirá la Gehena del fuego. Note cuán severas son las palabras del Señor en el versículo 26: “De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”. Existe la posibilidad de salir si uno lo ha pagado todo. En la edad venidera, existe aún la posibilidad de ser perdonado, pero nadie puede salir hasta que haya pagado el último cuadrante y aclare todo con el hermano.
Los versículos del 27 al 30 componen otra sección. Esta sección es semejante a la anterior: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. El mandamiento del Antiguo Testamento dice que no debemos cometer adulterio, pero el mandamiento del Nuevo Testamento dice que ni siquiera podemos tener pensamientos de adulterio. La palabra que aquí se traduce “mujer” en el lenguaje original se refiere a la mujer de otro. Si la mujer no es la esposa de otro hombre, no existe la posibilidad de cometer adulterio, ya que el adulterio es infidelidad en el matrimonio. Si ésta no es la esposa de otro hombre, esto no puede considerarse como adulterio sino fornicación. La Biblia condena la fornicación, pero no tanto como condena el adulterio. Aquí vemos que un pensamiento de adulterio está dirigido a la esposa de otro.
En segundo lugar, el significado de la palabra mirar en el lenguaje original no es tan amplio como nuestra palabra mirar. La palabra mirar lleva a muchos bajo esta categoría de pecado. En el lenguaje original no implica una mirada casual sino una mirada intencionada. Mirar podría ser simplemente echar un vistazo accidental a algo en la calle. Fijarse sería una mejor palabra ya que observar es un mirar intencional. Además, en el lenguaje original observar aquí se hace con un propósito específico. Podríamos traducir esta frase como sigue: “cualquiera que se fija en una mujer con una intención lasciva”. Lo que el Señor condena no son los pensamientos repentinos que entran en la mente. El se refiere a la segunda mirada, que se hace en codicia, después de que entra en nuestra mente un pensamiento repentino. En otras palabras, nuestros pecados no radican en la incitación de nuestra carne por Satanás de poner en nosotros pensamientos sucios. Nuestros pecados radican en esa segunda mirada que echamos después que Satanás nos ha traído un pensamiento repentino. Eso es adulterio. Los pensamientos repentinos proceden de Satanás. Mirar proviene de usted. Los pensamientos repentinos son tentaciones. La mirada es la aceptación de la tentación. Tenemos que saber distinguir entre estas dos cosas.
El versículo 29 dice: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti”. Si tu ojo derecho te hace mirar, sácalo y échalo de ti. “Pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Si la lujuria no es quitada, si no se resuelve ese pecado, la persona será “echada en la Gehena”. Luego el versículo 30 dice: “Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Estas son las palabras que el Señor Jesús habló a los discípulos. Cristo le dijo a los que le pertenecían, los que querían que su justicia sobrepasara a la de los fariseos y de los escribas (v. 20), que tenían que deshacerse de sus pecados. Si permiten que el pecado se desarrolle en ellos, aunque no perecerán eternamente, existe la posibilidad de que sean “echados a la Gehena”. Esto es lo que el Señor nos muestra en el libro de Mateo.
TEMOR A AQUEL QUE TIENE POTESTAD PARA ECHAR EN LA GEHENA
Ahora veamos lo que otros pasajes de la Biblia dicen acerca de este tema. Lucas 12:1 dice: “En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a Sus discípulos, primeramente”. El no se dirigió a la multitud primero sino a los discípulos. “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Lo que dijo el Señor aquí, comprueba que los discípulos son el pueblo del Señor; no son los hipócritas. Luego en los versículos 4 y 5 el Señor dijo: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de eso nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a Aquel que después de haber quitado la vida, tiene potestad para echar en la Gehena”. La Palabra de Dios es suficientemente clara. Nos dice, no una sola vez sino muchas, que es posible que un cristiano sea echado “en la Gehena”. Aquí lo dice claro. El Señor dijo a los discípulos que no temieran a los que matan el cuerpo y después nada más pueden hacer. Ellos no deben temer lo que algunos puedan hacer a sus cuerpos, siempre y cuando esto sea todo lo que les pueden hacer. Ellos deben temer a Aquel que los puede echar en la Gehena.
Los versículos siguientes también demuestran que se habla de los discípulos, los creyentes. Los versículos 6 y 7 dicen: “¿No se venden cinco pajarillos vendidos por dos cuartos? Con todo, ninguno de ellos está olvidado delante de Dios. Pero aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Sólo los cristianos son los pajarillos. Los que no son salvos no son pajarillos sino cuervos. En Mateo los lirios del campo y las aves se refieren a los cristianos. Las aves ni siembran ni cosechan ni almacenan en graneros (Mt. 6:26). Esto se refiere a los cristianos y no a los incrédulos. Aquí se nos dice claramente que es posible que “los pajarillos” de Dios sean “echados en la Gehena”. Note que también dice que los cabellos de ellos están contados. Dios no se preocuparía tanto por los incrédulos. Por lo tanto, esto significa que los que pertenecen al Señor no deben atemorizarse por lo que otros le hagan a sus cuerpos. Al que deben temer es a Dios, porque Dios tiene la potestad de enviarlos “a la Gehena”. Debemos temer a Dios quien tiene autoridad sobre nuestras almas. No tememos a aquellos que sólo pueden matar nuestros cuerpos.
Los próximos dos versículos, los versículos 8 y 9, son muy valiosos. “Os digo que aquel que me confiese delante de los hombres, el Hijo del Hombre también le confesará delante de los ángeles de Dios; mas el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios”. Los cristianos pueden ser divididos en dos clases: los que confiesan el nombre del Señor y los que no lo hacen. Algunos confiesan el nombre del Señor mientras que otros no. Algunos están preparados para ser perseguidos mientras que otros no. Algunos sólo serán cristianos secretamente. Ellos desean la gloria del hombre. Otros confiesan al Señor públicamente y están listos para ser mártires. Por lo tanto, usted puede ver de quién está hablando el Señor en estos versículos de Lucas 12. No debemos atemorizarnos de ningún sufrimiento que nos venga por confesar el nombre del Señor. Si no confesamos Su nombre, nuestro pecado es más serio que todos los demás pecados. Consecuentemente, El no confesará nuestro nombre delante de los ángeles de Dios. Cuando usted considera los versículos del 1 al 9 como un todo, usted puede ver que el “echar en la Gehena” que se menciona en el versículo 5 equivale al hecho de que el Señor no confiese el nombre de uno delante de los ángeles del versículo 9. La confesión delante de los ángeles puede ser explicada con un ejemplo. Suponga que un adolescente ha cometido un error y termina en la cárcel. Sus padres u otros miembros de la familia pueden pagar la fianza por su delito y se lo perdonan. Pero supongamos que el joven es muy malo, y sus padres piensan que él necesita un poco de escarmiento. Como resultado, sus padres no lo sacan de la cárcel. Lo mismo sucede con los creyentes. A menos que el Señor confiese nuestro nombre, seremos castigados.
Hay una palabra maravillosa en Apocalipsis 3:5: “El que venza será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de Mi Padre, y delante de Sus ángeles”. Al comienzo del reino, frente al tribunal, los ángeles de Dios llevarán a los cristianos delante de Dios. El libro de la vida estará allí. En el libro de la vida están escritos todos los nombres de los cristianos. Habrá muchos ángeles y muchos cristianos. El Señor Jesús también estará allí. Uno o más ángeles leerán los nombres del libro de la vida, y el Señor Jesús confesará algunos de los nombres. Aquellos nombres que El confiese entrarán en el reino. Cuando los nombres de otros sean leídos, el Señor no dirá nada. En otras palabras, El no confesará sus nombres. Los ángeles entonces marcarán estos nombres. Por lo tanto, los nombres de los vencedores estarán limpios en el libro de la vida, mientras que los nombres de los derrotados tendrán una marca. Con respecto a los que no son salvos, sus nombres no aparecen en el libro de la vida. Un grupo no tiene sus nombres inscritos en el libro. Otro grupo tiene sus nombres escritos, pero sus nombres están marcados. Y el tercer grupo, en la edad del reino tienen sus nombres preservados en la misma forma en que fueron escritos la primera vez.
Si su nombre es marcado en el tribunal, no significa que usted está terminado y ya no es salvo. Apocalipsis 20:15 dice: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Esto nos muestra que las personas cuyos nombres no están registrados en el libro de la vida estarán por la eternidad en el lago de fuego. Aquellos cuyos nombres no aparezcan en el libro de la vida serán lanzados al lago de fuego. Esto ocurre cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva. No podemos decir que los que están en Apocalipsis 3 no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida. Sólo podemos decir que sus nombres han sido marcados. Para entonces ellos no serán arrojados al lago de fuego porque sus nombres están ya en el libro de la vida. La salvación eterna está asegurada; no se puede perder. Por otro lado, hay un peligro. Si toleramos el pecado, si no perdonamos a otros, si cometemos adulterio, si difamamos a los hermanos, si tenemos miedo de sufrir, de ser avergonzados, de ser perseguidos y de confesar al Señor, tenemos que tener cuidado, porque Dios nos arrojará “a la Gehena” para que seamos castigados temporalmente.
EL DAÑO DE LA SEGUNDA MUERTE
En la Biblia hay pasajes similares que hablan de estos asuntos. Apocalipsis 2:11 nos dice que aquellos que venzan no sufrirán daño de la segunda muerte, y Apocalipsis 20:6 dice que un grupo de personas no morirán nuevamente y que la segunda muerte no tendrá potestad sobre ellos. La segunda muerte es el lago de fuego al final de Apocalipsis 20. Esto significa que los derrotados van a sufrir el daño de la segunda muerte, aunque ellos no sufrirán la segunda muerte en sí, sino el daño de la segunda muerte. Una vez que una persona es salva, no sufrirá la segunda muerte. Pero esto no garantiza que no sufrirá el daño de la segunda muerte.
Sabemos que la edad del lago de fuego y azufre es la edad cuando el cielo nuevo y la tierra nueva comiencen. Satanás, el mundo y la muerte serán arrojados al lago de fuego en ese tiempo (Ap. 20:10, 14). Al mismo tiempo toda persona cuyo nombre no esté en el libro de la vida será arrojada en el lago de fuego. Ese será el tiempo cuando los incrédulos serán oficialmente echados en el lago de fuego. Sin embargo, durante el milenio, los cristianos derrotados sufrirán el daño de la segunda muerte. Por supuesto, este castigo no será como el que recibirán los incrédulos; no será por la eternidad. Si un cristiano se une al mundo y ama al mundo y las cosas del mundo, el Señor le permitirá que se corrompa, que sufra un poco de lo que los incrédulos sufrirán. Esto es lo que significa sufrir el daño de la segunda muerte en Apocalipsis 2, y esta palabra está dirigida a los cristianos. La palabra “daño” en el lenguaje original significa perjudicarlo y herir. La segunda muerte les causará dolor a algunos. Después del juicio ante el gran trono blanco, hay una segunda muerte, la cual es el sufrimiento en el lago de fuego y azufre por la eternidad. Pero en el milenio, sólo vemos el daño de la segunda muerte. Si algunos cristianos no se han deshecho de sus pecados, sufrirán el daño y el dolor de la segunda muerte.
EL FIN ES SER QUEMADO
Leamos ahora dos pasajes del libro de Hebreos. Hebreos 6:4-6 dice: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento”. Estos versículos describen una persona que llena muchos requisitos. Es imposible que tal persona sea un incrédulo. El ha visto la luz. El ha visto al Dios revelado, el Unigénito del Padre. El ha conocido el amor de Dios y ha gustado del don celestial, el don único, Cristo Jesús. En la Biblia, dones como un sustantivo plural se refiere a los dones del Espíritu Santo, y el don como sustantivo singular se refiere al don único, el Hijo unigénito de Dios como en Juan 3:16. Este don es diferente de los dones del Espíritu Santo. Esta persona no sólo tiene a Dios y al Señor Jesús, sino que también ha llegado a ser partícipe del Espíritu Santo. Conoce a Dios, ha gustado del Señor Jesús y el Espíritu Santo mora en ella. Además, ha gustado de la buena palabra de Dios y del poder del siglo venidero. Los poderes del siglo venidero son los poderes del reino milenario. Los dones y los poderes del Espíritu Santo abundan en el reino milenario. El reino milenario estará lleno de milagros, obras poderosas, maravillas y cosas similares. Decir que uno ha gustado los poderes del siglo venidero es como decir que uno ha gustado las cosas del reino milenario. Por lo tanto, esta persona es sin duda una persona salva.
Si tal persona deja la palabra de los comienzos de Cristo hoy en día y cae, no hay arrepentimiento para ella. No puede empezar de nuevo a creer en el Señor Jesús. Tiene ya mucha historia en el Señor. Ya ha recibido mucha lluvia. Al caer tal persona, no trae buenas cosas para Dios sino espinos y abrojos. Dicha persona, como “la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe la bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada” (vs. 7-8).
Note tres cosas acerca de este hombre y de su fin. Primero, él es reprobado. La palabra “reprobado” aquí es la misma palabra usada en 1 Corintios 9:27, donde Pablo dice que tiene temor de que a pesar de haber predicado el evangelio a otros, él mismo podría ser descalificado y no ser más usado por Dios en está edad ni en la del reino. Ser reprobado y rechazado significa que Dios lo rechaza y no lo usa en el reino. Segundo, tal persona está “próxima a ser maldecida”. El versículo no dice que recibirá una maldición, pero el castigo que recibirá es parecido a una maldición. No perecerá para siempre, pero sí sufrirá el daño de la segunda muerte y sufrirá la Gehena de fuego en el reino. Tercero, “su fin es el ser quemado”. ¿Qué es esto? Por ejemplo, hace pocas semanas intenté quemar un pedazo de tierra en Yen-ru. ¿Podría quemar la tierra eternamente? ¿Podría quemar la tierra por cinco años? La quema aquí se refiere a algo temporal.
Aquí habla acerca de la quema, mientras que en Mateo 5 dice que algunos serán echados a la Gehena de fuego. Si junta estos dos pasajes, uno es igual al otro. Si un cristiano recibe todas estas cosas maravillosas pero no da fruto para Dios sino espinos y abrojos, él será quemado. Sin embargo, esta quema sólo será por un tiempo. Aun un niño de la escuela elemental sabe que si uno quema un pedazo de tierra, el fuego terminará después que los espinos sean quemados. La Gehena en el reino durará cuando mucho mil años. Cuanto tiempo realmente dure depende de uno. Si uno ha producido muchos espinos y abrojos, será quemado más tiempo. Si ha traído pocos espinos y abrojos, será quemado menos tiempo.
¿Cuántas cosas hay en nosotros que aún no han sido depuradas? ¿Cuántas cosas no han sido limpiadas con la sangre del Señor y cuántas no han sido confesadas, traídas a la luz ni reconciliadas con relación a los hermanos y hermanas? Estos son los espinos y abrojos a los que se refiere el Señor. En Mateo 5 el Señor dijo que uno no puede salir de allí hasta que pague el último cuadrante. Todas las deudas deben ser pagadas. Cuando todo sea quemado, todas las deudas serán pagadas.
Un cristiano es como una labranza, y su comportamiento inapropiado es como los espinos y los abrojos. Supongamos que tengo un terreno de cinco acres. ¿Es posible que sólo queden dos acres y tres se pierdan después que todo haya sido quemado? Esto es imposible. Lo que se quema son los espinos y los abrojos. El terreno en sí no se quema. En otras palabras, sólo aquellas cosas que están bajo maldición en Adán, las que deben ser quitadas pero las que todavía no han sido erradicadas, serán quemadas. Ellas son el objeto de la quema de la Gehena de fuego. La vida que Dios nos ha dado no es afectada por el fuego. Por lo tanto, después de que los espinos y los abrojos sean quemados, la tierra aún permanecerá. Nada de ella será eliminada. No hay absolutamente ningún problema con nuestra salvación, pero muchas cosas han crecido sobre ella, todo lo que ha salido de la carne. Si estas cosas no han sido eliminadas con la sangre de Jesús, debemos pasar por una gran cantidad de castigo.
Ahora miremos en otro lugar, Hebreos 10:26-29: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados, sino una terrible expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que menosprecia la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos es condenado a muerte sin compasión. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por común la sangre del pacto por la cual fue santificado”. Estos versículos se refieren a alguien que ha rechazado a Cristo y que ha vuelto al judaísmo. El piensa que con algo de dinero puede comprar un toro o un macho cabrío como ofrenda por el pecado. Pero si alguien que ha llegado a conocer a Cristo vuelve al judaísmo, está pisoteando al Hijo de Dios y tiene por común la sangre del pacto. El trata al Señor como si fuese un toro o un macho cabrío. Para él no hay diferencia entre el Señor y el toro o el macho cabrío. El versículo concluye: “Y ultraje al Espíritu de gracia”. Mientras el Espíritu Santo le imparte gracia, él lo está insultando al volver al judaísmo. Estos versículos nos muestran el camino de un apóstata. Yo no diría que tal persona es salva; más bien, sólo diré que es posible que esa persona sea salva. Quizás no lo sea. El apóstol no nos dice si tal persona es salva o no. Sólo dice que si una persona ha venido a Cristo y vuelve al judaísmo, sufrirá un castigo peor. Su fin es una expectación de juicio y hervor de fuego. Aquí vemos una clase de fuego.
Además de todos estos pasajes, tenemos también las propias palabras del Señor en Juan 15. El versículo 2 dice: “Todo pámpano que en Mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”. Estas no son ramas que no tienen nada que ver con El; estas son ramas que permanecen en El. Lo que aquí se indica quizá no se refiera a un castigo temporal, sino al castigo de esta edad. Miren al versículo 6: “El que en Mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen y los echan en el fuego y arden”. Algunas ramas serán echadas al fuego y quemadas. Algunas ramas brotarán y echarán hojas verdes, pero no darán fruto. A pesar de tener vida interior, no dan fruto exteriormente. El Señor Jesús dijo que serían cortadas, secadas, y quemadas en el fuego. Aquí vemos claramente que es posible que los cristianos pasen por el fuego.
Después de haber leído estos pasajes, podemos concluir que si un cristiano no se limpia de sus pecados apropiadamente, le espera un castigo. La Biblia nos muestra claramente qué clase de castigo será éste. No es un castigo común y corriente sino el castigo de “la Gehena de fuego”. Sin embargo, es el fuego del reino, no de la eternidad.
Debemos preguntarnos: ¿Qué clase de pecado nos llevará a este estado? Una vez que una persona es salva, es importante que salga de sus pecados. Ninguno de los pecados que él ha confesado, que se ha arrepentido, que ha eliminado, y ha resuelto bajo la sangre del Señor Jesús volverá a él en el tribunal de Cristo. Todos estos pecados serán borrados. Aun los pecados más grandes serán borrados. Hay muchos pecados que no serán pasados por alto. Estos son los pecados que uno guarda en su corazón. El salmo 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado”. ¿Cuáles son los pecados que uno guarda en su corazón? El corazón es donde residen nuestro amor y nuestros deseos. El corazón representa la parte afectiva. Representa el hombre psicológico. Si el corazón guarda iniquidad, el Señor no nos oirá. Muchas personas se confiesan sólo porque saben que han pecado. No odian el pecado ni lo condenan. El Señor no oirá a tales personas. Más aún, si tenemos un problema con otra persona, y éste no ha sido resuelto, o si hay cosas que tenemos que perdonar pero que no han sido perdonadas, o si hemos agraviado a otros o al Señor, tendremos que resolver esto de una manera específica. Al mismo tiempo, tenemos que poner estas cosas bajo la sangre del Señor. Sólo entonces serán resueltas estas cosas, y nosotros seremos librados del juicio venidero.
RESUMEN
Ahora sinteticemos lo que hemos visto. El futuro de un cristiano es muy simple. Para un cristiano salvo, la cuestión del cielo nuevo y la tierra nueva, inclusive toda la eternidad, está resuelta. Pero la edad del reino está pendiente. Nadie se atreve a decir nada acerca de lo que sucederá. Lo que tenemos que resolver hoy día es el problema del reino. En el reino hay muchas clases de cristianos. Muchos reinarán con Cristo porque han trabajado fielmente y han padecido persecución, vituperio y sufrimiento. Algunos tal vez no hayan sido perseguidos, vituperados ni hayan sufrido, pero tampoco tienen pecados. Ellos han vivido una vida limpia. A pesar de que no han hecho nada que merezca un mérito especial, por lo menos le han dado un vaso de agua a un pequeñito por amor al nombre del Señor (Mt. 10:42). Ellos también recibirán una recompensa, pero su recompensa será pequeña.
En la edad del reino, algunos cristianos recibirán una recompensa en el reino. Algunos recibirán una gran recompensa; otros recibirán una recompensa pequeña.
Aquellos que no reciben una recompensa están también divididos en varias categorías. Un grupo ni siquiera podrá entrar al reino. La Biblia no nos dice a dónde irán. Sólo dice que quedarán fuera del reino, en las tinieblas (Mt. 8:12; 22:13; 25:30; Lc. 13:28). Ellos serán dejados fuera de la gloria de Dios. En segundo lugar, habrá muchos que además de no haber laborado, tienen pecados específicos que todavía no han sido resueltos. Ellos son salvos, pero cuando mueran, aún tendrán pecados de los cuales no se han arrepentido ni se han limpiado. Aún tienen consigo el problema del pecado. Estos serán temporalmente puestos en el fuego. Saldrán solamente cuando hayan pagado todas sus deudas. Esto durará cuando mucho hasta al final del reino. Yo no sé que tan largo será este período.
Quedan muchas cosas que no vemos muy claramente acerca del futuro, pero la Biblia nos ha mostrado lo suficiente. A pesar de que hay detalles que todavía no hemos entendido, sí sabemos lo que enfrentarán los hijos de Dios. Algunos recibirán una recompensa; otros irán a la corrupción; otros serán echados en la cárcel, y aún otros serán echados al fuego para ser quemados.
El asunto de nuestra salvación está bastante claro. Cuando un hombre confía en el Señor Jesús, ya está resuelto para él el asunto de la salvación y la vida eterna. Pero después que uno es salvo y hasta su muerte, sus obras, es decir, sus fracasos o victorias, determinarán su destino en el reino. Nuestro Dios es un Dios justo. Por un lado, nuestra salvación es gratuita, y los que creen tendrán vida eterna. Nadie puede debatir este hecho. Por otro lado, no por haber recibido vida eterna podemos pecar a voluntad. Si nosotros producimos cardos y espinos, seremos quemados. Si el Señor Jesús no nos puede separar de nuestros pecados y si no hemos arreglado nuestros asuntos mientras vivimos, Dios no tiene otra alternativa que castigarnos en el futuro. El no puede hacer otra cosa que purificarnos con castigos específicos, para que así podamos estar con El en el cielo nuevo y la tierra nueva. Dios es un Dios justo. Lo que El ha preparado también es justo. Una vez que hemos visto estas cosas, tenemos que aprender la lección y recibir las advertencias de Dios.
LA ACTITUD APROPIADA AL LEER LA BIBLIA
Quisiera mencionar unas cuantas cosas acerca de la forma en que estudiamos la Biblia. Primero, hay un grupo de personas que sólo creen en la gracia. Cuando leen en la Biblia acerca de las cosas relacionadas con el reino, lo aplican a los judíos. Si uno escucha sus sermones y lee sus libros, siempre aplican a los judíos todo lo relacionado con el reino. Todo lo que tiene que ver con la gracia lo aplican a la iglesia, y todas las cosas terribles, a los judíos. Para ellos, todo lo gravoso, difícil y estricto está dirigido a los judíos, no a nosotros. Esto es una insensatez. La Palabra de Dios es para Sus hijos, ya sean judíos o gentiles. Algunos dicen que Pablo nunca dijo específicamente que sus epístolas fueron escritas a los gentiles, y por lo tanto no son para los gentiles. Cuando dicen esto se autojustifican y trazan mal la Palabra de Dios. Otros dicen que la porción de las Escrituras que citamos anteriormente se refiere a incrédulos solamente. Pero ¿cómo puede existir entre los pecadores una distinción entre los que son vencedores y los que no lo son? Esta es una necedad. La Palabra de Dios nos muestra estos asuntos en una forma clara y definitiva. Nosotros tenemos que comer lo que Dios nos ha dado, ya sea dulce o amargo. Cuando los hombres escuchan acerca de la gracia, son felices; cuando escuchan acerca del reino, se entristecen; mas la Palabra es equilibrada. Por un lado, vemos la gracia; y por otro, vemos la justicia.
Hay una fábula acerca del águila y el gato. Una vez un gato se encontró con un águila. El águila le dijo al gato: “El cielo es verdaderamente magnífico. Tiene esto y tiene lo otro. ¿Te gustaría que yo te llevara al cielo?” El gato dijo: “No, a mí no me interesa ir allí”. Cuando el águila le preguntó por qué no, el gato le dijo: “No hay ratones en el cielo. Si hubiese allí ratones, yo iría. Pero como no hay, no iré”. El cielo es muy santo; el pecado, el mundo y Satanás no están allí. Si Dios lo lleva a usted al cielo, ¿podría usted vivir allí? Si nosotros no cambiamos hoy, tendremos que esperar hasta ser dignos de entrar. Es cierto que el Señor Jesús nos salvó, pero en el aspecto subjetivo, si no permitimos que el Espíritu Santo forje al Señor Jesús en nosotros, Dios tendrá que castigarnos para que recibamos el beneficio y seamos contados dignos de estar con El. Si nosotros sólo predicamos la gracia y no el reino, la iglesia sufrirá y los hijos de Dios sufrirán; y cuando venga el reino, habrá aun más sufrimiento. Yo tengo que hablar como debo.
Admito que después de hablar estos pocos días, algunos se opondrán más a mí. Si éstas fueran mis palabras, yo estaría de acuerdo con esta oposición. Hasta yo me opondría. Mas si estas cosas son la Palabra de Dios, y si Dios las ha dicho, ¿qué puedo hacer yo? Cuánto quisiera no tener que hablar de estas cosas. Como desearía poder predicar algo que a todos les gustara oír. Yo no soy Mateo ni Marcos ni Pablo; no escribí el libro de Hebreos ni el Apocalipsis. Si yo fuera el escritor, yo podría cambiar ciertas cosas. Pero estas cosas son la Palabra de Dios. Dios las dijo, y determinó que así deben ser. Amigos, cuando ustedes leen la Biblia, tienen que leer lo que Dios ha dicho. Ustedes no deben considerar lo que el hombre ha dicho. Sólo les debe importar lo que Dios ha dicho.
La dificultad más grande que se tiene hoy al estudiar la Biblia es el prejuicio de los hijos de Dios. Ellos ya tienen decidido lo que consideran la verdad y lo que consideran herejía. Creen que todo lo que concuerda con ellos es la verdad, y todo lo que no concuerda con sus conceptos o difiere de ellos es herejía. Cualquier pensamiento o concepto contrario al de ellos lo consideran herejía, sin importarles qué base tenga en las Escrituras. Pero si ésta es su actitud, usted ya está acabado. Lo que nos importa hoy es lo que Dios ha dicho.
Yo estoy contento en mi corazón porque puedo predicar la “herejía” de la Palabra de Dios y puedo oponerme a la “verdad” de la enseñanza del hombre. Hoy debemos tener certeza delante del Señor. No podemos estar bajo ninguna otra autoridad que no sea la Palabra de Dios. Yo no conozco ninguna otra autoridad. Yo no sé qué es la teología; no sé qué es la palabra del hombre; no sé qué es la tradición de la iglesia. Yo sólo sé lo que la Biblia dice, y para mí sólo cuenta lo que en ella está escrito. Nos debemos sujetar sólo a esto. No podemos cambiar la Palabra de Dios. La Palabra de Dios nos muestra el destino de Sus hijos. Nos dice lo que experimentaremos en el reino. Debemos prestarle atención a estos asuntos porque tarde o temprano los confrontaremos. Si les prestamos atención tendremos cuidado de la manera en que vivimos en la tierra hoy.
La segunda cosa que debemos entender es que sólo los que entienden la verdad pueden oponerse a la herejía. Una herejía no puede contradecir otra herejía. Pero no todas las herejías son puramente herejías; están constituidas de verdad y de algo erróneo. La herejía consiste en agregar cosas incorrectas a cosas correctas. Agregue un poco del pensamiento del hombre al pensamiento de Dios, y obtendrá una herejía.
El catolicismo predica la doctrina del purgatorio debido a que no conoce plenamente la verdad de la Biblia. Si usted no conoce la verdad que hemos expresado en las últimas reuniones, no podrá discernir si la doctrina del purgatorio es correcta o incorrecta. Ahora que ha escuchado estos mensajes, se dará cuenta de que la doctrina del purgatorio es absolutamente incorrecta. Podrá decir que es herejía. En la Biblia vemos que la disciplina de Dios a los cristianos sucede en el milenio, pero los católicos dicen que hay un castigo que se está llevando a cabo hoy en día. Ellos dicen que si la vida de un cristiano no satisface los requisitos hoy en día, no podrá ir al cielo. Por lo tanto, deberá ir al purgatorio. Así que, dicen que cuando un cristiano muere, comienza a ser purgado y permanece en el purgatorio hasta que el trabajo es terminado. Sin embargo, esta enseñanza no está en la Biblia. La Biblia nunca dice que tan pronto un cristiano muere, empieza a ser purgado en el Hades. La Biblia nos muestra que se tendrá el castigo futuro en el reino, y que no hay castigo en el Hades hoy en día.
En segundo lugar los católicos cometen otro error grave. Ellos creen que si obtienen indulgencias para sí mismos mientras viven, o si los sacerdotes oran por ellos después que mueren, serán aliviados un poco del sufrimiento que padecen en el purgatorio. Pero la Biblia no enseña tales cosas. La Biblia sólo dice que el que tiene misericordia de otros obtendrá misericordia. La oración del sacerdote no hará nada por el muerto. La Biblia nunca nos enseña a orar por los muertos.
En tercer lugar, los católicos le dicen a la gente que un hombre sólo es salvo cuando es totalmente purificado en el purgatorio. Esto es diametralmente opuesto a la enseñanza de la Biblia. La Biblia nos enseña que no hay otro nombre en el cielo o en la tierra fuera del nombre del Señor Jesús en el cual podemos ser salvos (Hch. 4:12). Solo El nos puede salvar. Aparte del Señor Jesús no hay salvación. La disciplina y el castigo no salvan sino que santifican. El asunto de nuestra salvación fue resuelto mucho antes de que Dios nos disciplinara, pero aún hay cosas en nosotros que no están a Su nivel. Todavía hay imperfecciones y áreas que no alcanzan la norma. Por lo tanto, hay un castigo en esta edad y otro en el reino venidero.
Una vez que una persona entiende claramente esta verdad bíblica, verá la herejía del Catolicismo Romano. La Iglesia Católica Romana toma unos cuantos versículos y los utiliza en su propio beneficio. Pero si nosotros conocemos la verdad bíblica, nos daremos cuenta de que la doctrina del purgatorio anula la gracia. Gracias a Dios que aunque era un pecador sucio, ahora soy salvo por medio del Señor Jesús. Cuando muera, ya no tendré que ser purgado, porque la salvación no proviene de mí, sino del Señor Jesús. Indudablemente soy salvo. Ahora sabemos lo que es el castigo. Es el medio que Dios usa para hacernos perfectos como El. El nos castiga para que seamos como El, iguales a El. Esto no tiene nada que ver con nuestra salvación. Es un asunto dentro de Su familia.
Finalmente, sólo si sabemos esto podemos confrontar la herejía del protestantismo. Hoy en día entre los protestantes se han propagado dos errores. Primero, un grupo de teólogos protestantes dice que un hombre puede hacer todo lo que quiera puesto que “una vez salvo, salvo para siempre”. Ellos dicen que él puede ser malo hasta el día que muera y de todos modos estar en el reino puesto que un cristiano es salvo eternamente; sin embargo, ocuparía una posición baja en el reino. Su pérdida más grande sería ocupar una posición baja en el reino. Este tipo de enseñanza hará que un hombre sea disoluto e irresponsable. ¿Entonces, qué es la gracia para ellos? Para ellos la gracia es un pretexto para ser disolutos y libertinos.
Hay otro grupo de protestantes que afirma que después de que un hombre cree, es posible que pierda la salvación. Tal vez puede ser salvo tres o cuatro veces en un día, y no ser salvo otras tantas. Si ese fuera el caso, el libro de la vida sería muy desordenado. En cierta ocasión un hermano dijo que si no somos eternamente salvos una vez que creemos, el libro de la vida sería extremadamente grueso. Un solo nombre, el mío por ejemplo, sería borrado e insertado no sé cuántas veces. Si un hombre es condenado tan pronto peca y si él está condenado al infierno tan pronto comete una transgresión, nos debemos preguntar si la salvación es por gracia o por obras.
Estos dos grupos se van a los extremos, a pesar de que ambos tienen bases bíblicas. La Biblia nos muestra claramente que cuando un hombre es salvo, es eternamente salvo. La Biblia también nos muestra claramente que es posible que un cristiano sea “echado en la Gehena” temporalmente. Pero el problema radica en que algunos hermanos se aferran a un lado, y alegan que la salvación es eterna y que no existe el castigo del reino, mientras que otros hermanos se van al otro extremo, y afirman que nosotros podemos ser “echados en la Gehena” y, por ende, la vida eterna es inestable, y podemos ir a la perdición eterna. Pero si vemos la diferencia entre la edad del reino y la edad eterna, y la diferencia entre el castigo temporal del milenio y el castigo eterno, entenderemos con claridad que un cristiano puede recibir castigo en el futuro, pero al mismo tiempo, Dios le ha dado a Sus ovejas vida eterna, y nunca la podrán perder. Este conocimiento nos da la osadía para decir que una vez que somos salvos, somos eternamente salvos. Después que un hombre ha sido salvo por gracia, él nunca perecerá. Por lo tanto, no sólo hemos resuelto apropiadamente el problema del purgatorio del catolicismo, sino que también hemos hecho una distinción clara entre la salvación eterna y el castigo. Que el Señor nos conceda gracia esta noche y nos muestre que el asunto de la salvación eterna está resuelto debido a la obra de Jesús de Nazaret, pero nuestra situación en el reino la determinamos nosotros mismos.